Los 70 fue la década del exceso, y del gusto por el exceso, o de gustos excesivos, quién sabe...
A los creadores que intentaban desesperadamente apartarse de la etiqueta "clásico" se unieron aquellos vencedores del neorrealismo de finales de los cincuenta y de la psicodelia trascendente de los sesenta.
Marco Ferreri estuvo en todo aquello, y siempre mantuvo imperturbable su mirada socarrona y excesiva, así que los setenta le fueron como anillo al dedo.
Y LA GRANDE BOUFFE es la película más excesiva que mis ojos hayan contemplado.
Curioso que cuatro de los iconos interpretativos del cine europeo se prestaran para semejante experimento, pues no consigo ver más que un desenfreno prosaico anti-burgués y desmedido, nada que ver con el comedimiento inteligente y corrosivo que, por ejemplo, Berlanga otorgó a otros escritos de Azcona.
Porque, aunque no lo parezca, esta apología de la pornografía más nihilista y descorazonadora fue ideada por el autor de EL PISITO (aquél también era otro Ferreri), pero no logramos atisbar ni un solo trazo de aquella denuncia agridulce, pues aquí todo es muy agrio, o muy dulce, o muy salado...
Al igual que aquel alcohólico que decide irse a Las Vegas para beber hasta morir, estos cuatro ¿amigos? (no importa, la verdad) se encierran en un decadente caserón (el único elemento de visible notoriedad narrativa) para comer. En un principio se trata de dar rienda suelta a la gula, más tarde a la lujuria y por último, incapaces de encontrar más satisfacciones, entregarse a la muerte como única redención posible.
Con este mapa anarquista y disgustante, Ferreri se torna más crudo y menos festivo que de costumbre. Hay quien finalmente diside de tan horroroso experimento, tanto dentro de la película (sólo vemos a Piccoli ir hasta las últimas consecuencias) como el espectador burgués, incapaz de dotar de sentido a lo que precisamente basa su discurso en ese nonsense extremo tan difícil de ubicar en un orden social establecido.
Han pasado 35 años desde entonces y creo, no sin cierto escepticismo, que es más complicado para el espectador actual verla hoy de lo que fue entonces en su estreno. Lo cual no deja de ser paradigmático y sintomático como verdadero termómetro social.
Sabrosos saludos.
2 comentarios:
QUe genialidad de película. Que maravilla... Yo quiero morir así...
Y yo
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