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jueves, 6 de junio de 2013
Vivir en el intento
No habría dos sin tres, ni cine comercial alemán, sin Tom Tykwer, un tipo que parece haberse abonado a la imagen fácil y sobada. De sus rastreros últimos títulos no hablaremos, y sí del que sigue siendo su mejor y más laureado film. LOLA RENNT parece peor de lo que finalmente es, uno de esos subproductos noventeros que se limitaba a seguir la anchísima estela dejada por aquel transatlántico de ideas que fue TRAINSPOTTING; es posible que este frenético e incesante thriller contenga algunas de aquellas instantáneas, pero una vez detenido el encuadre (y vive dios que el propio Tykwer parece ansiarlo en varios puntos álgidos) aflora el enjuto pero poderoso guion ideado por el propio director. El título no es casual, no lo es la elección de una rojiza Franka Potente, cuyo aliento parece no tener fin; así como no es casual su corta duración (75 minutos escasos), que la convierte casi en una especie de episodio piloto fantasma para una serie que nunca existió. Tykwer quiso poner en marcha una bomba de relojería, mostrarnos el reloj, la cuenta atrás, y ello le sirve para hablar, en último término y cuando han cesado los disparos, acerca del tiempo y del amor, de cómo el amor es capaz de pulsar resortes ocultos cuando la vida de la persona querida está en peligro. Está claro que Tom Tykwer, de ser poeta (que no lo es), no pasa de escribir sus frases en bares de diseño, jamás en suntuosos cafés decimonónicos; para esta estupenda película, que cumple sus buenos quince años, le sirvió... el resto, ya lo conocen.
Saludos contrarreloj.
miércoles, 29 de abril de 2009
Tío... ¡apestas!

No, ahora es abyecta y hasta perjudicial para la salud.
¿Cómo se puede alterar un texto tan sencillo de entender, tan obvio en su planteamiento formal, hasta convertirlo en un bolo alimenticio ya deglutido y con adornitos de navidad por todas partes? Porque eso es DAS PARFUM: DIE GESCHICHTE EINES MÖRDERS, una marranada limpia, pulcra, sin el menor asomo de fisicidad, animalidad, intención de dañar ni nada por el estilo.
Perdon, pero es que ayer me embelesé tanto hablando de una obra maestra que hoy tengo que desintoxicarme, y es la única forma que conozco.
Bueno, este artefacto no daría para mucho si no fuera porque se trata de una adaptación tremendamente esperada. Y es que la novelita de Süskind es uno de los hitos del best-seller de calidad, eso no hay quien lo dude; pero como he escuchado sandeces del tipo "inadaptable" o "intrincada narración"... No, hombre. Inadaptables son Finnegans wake o El innombrable; intrincadas son Rayuela o La broma infinita. El perfume, por el contrario, es una novela ortodoxa a la que, sin embargo, le otorgo un gran mérito, pues su autor es capaz de transportar al lector mediante palabras a un mundo puramente sensorial, formado de olores y tactos. Es decir: el torpe y más que torpe es Tom Tykwer, que se muestra incapaz de dar empaque a una cosa ya hecha y que además debería tener mejor acomodo en imágenes, pero... Suele ser el problema de ciertos directores jóvenes que han obtenido cierta notoriedad en festivales (LOLA RENNT), que se embarcan seguidamente en grandes presupuestos, con estrellas y guiones que el espectador ya se conoce, por lo que el batacazo está casi asegurado.
A quien no la haya visto le aviso sobre unos ridículos decorados digitales y unas interpretaciones bufonescas, especialmente las de Dustin Hoffman y Alan Rickman, irreconocibles; pero, sobre todo, ese final vomitivo que supone el clímax de la novela y donde puedo vislumbrar al director, rojo como un tomate, abandonando la sala el día del estreno... En fin...
Saludos perfumados.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!