Mostrando entradas con la etiqueta Blake Edwards. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Blake Edwards. Mostrar todas las entradas
jueves, 23 de diciembre de 2010
La comedia. Dos puntos
Comedias hay muchas; que sean realmente divertidas, no tantas. Es un género jodido, la comedia, puede que el más ingrato y difícil de rodar; en una comedia no sólo hay que hacer reír, también hay que dar con el tono adecuado y lograr que el resultado sea creíble. Hay una especie de química sobrenatural en todo esto, algo que se nos escapa y que hace que haya películas inolvidables con las que pasamos un rato estupendo cada vez que las vemos y otras que nos hacen preguntarnos quién diablos las pudo encontrar divertidas en su momento. Grandes directores de comedias los ha habido, sobre todo en el Hollywood clásico; estaban Wilder y Lubitsch, y las maravillosas comedias de Hawks; pero incluso la comedia (de hecho, creo que más que ningún otro género) necesita de una constante renovación. Y antes de llegar Woody Allen e instalar la reflexión metafísica en un contexto cómico e inaugurar la "comedia moderna", Blake Edwards había rodado alguna que otra obra maestra. Y, evidentemente, el título más sobresaliente de su producción digamos "menos seria", es THE PARTY, bautizada aquí como un castizo "guateque". Y THE PARTY es una obra maestra por algo muy difícil y que sólo está al alcance de unos cuantos directores; porque Blake Edwards echó mano de todos los viejos trucos de la comedia clásica precisamente para subvertirla. Las inenarrables peripecias del hierático Hrundi V. Bakshi nos recuerdan inevitablemente a Chaplin y Keaton, pero también hay algo de los Marx y sus sinfonías del caos; la extrañeza con la que este auténtico marciano, un genial Peter Sellers, ha de desenvolverse entre unas criaturas aún más extravagantes, nos remite directamente al Jacques Tati de MON ONCLE o PLAYTIME, donde un ruido debidamente enclavado es más elocuente que un montón de diálogos vacíos. THE PARTY es impensable hoy día, donde todo queda enterrado bajo montañas de explicaciones inútiles; la grandeza de Edwards, y de Sellers, es la de transmitirnos esa increíble sensación de absurdo, de lograr desquiciarnos hasta que, indefectiblemente, nos apiadamos de ese maravilloso inútil que es Bakshi; han tenido que pasar cientos de cosas en una pantalla para terminar diciendo "¿pero qué diablos ha pasado? ¿cuándo empezó todo esto?". Y es que no estábamos viendo una película más en nuestro confortable sillón, en realidad estábamos en una fiesta donde no encajamos en absoluto.
Y, como no logro añadir nada más que merezca la pena, termino aquí con este pequeño homenaje a un grandísimo maestro.
Saludos desde el after.
martes, 20 de mayo de 2008
Y maullaré por ti

La película perfecta es, casi al 99%, BREAKFAST AT TIFFANY´S. Blake Edwards, en estado de gracia, conectó a la perfección con el trazo agridulce y desencantado de la novela (casi relato) del imprescindible Truman Capote y elevó a la categoría de mito a una superestrella, le dio su momento de gloria a un actor simplemente correctito que aquí lo borda, y, de paso, dejó en nuestros corazones una melodía que, en un tono casi ingenuo, lo dice todo acerca de esas almas solitarias e incomprendidas que no pueden compartir su desgracia.
La carga de fondo de esta obra maestra es imperceptible ante el espectador torpe y que necesita los datos en bandeja. Al contrario del cine de estudios de la época, Edwards opta por la ironía fina y por la sensibilidad extrema, nunca sensiblería. A todo ello contribuye, indudablemente, contar con el bisturí literario de Capote, capaz de dotar de vida propia al más secundario de los personajes (maravilloso Mickey Rooney) y creador de diálogos implicados, cercanos, CREÍBLES al fin y al cabo.
Hay varias escenas que están en el olimpo cinematográfico, y esto no ocurre salvo con los grandes; por ejemplo ese inmortal inicio con Holly mirando el escaparate de la legendaria joyería, marcando así, y con un simple plano fijo, cuál es el mundo al que jamás podrá pertenecer, sólo en sus sueños. Recordamos a Audrey Hepburn en pijama, cantando horriblemente la magistral composición de Henry Mancini, probablemente no haya una interpretación tan mala y al mismo tiempo tan maravillosa, cosas de los dioses.
Pero hay que hacer un punto y aparte para comentar una de las escenas mejor rodadas de la historia del cine. Holly Golightly busca desesperadamente a su gato bajo una lluvia torrencial tras haberlo abandonado previamente, un gesto último de independencia y desarraigo que culmina cuando consigue encontrarlo (aquí las lagrimas deben correr o a ustedes no les gusta el cine) y George Peppard le da el beso más emocionante que hayan visto mis ojos en pantalla alguna.
Un final magistral para una película eterna.
Saludos maullados.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!