domingo, 30 de junio de 2013

Rincón del freak #114: Demasié p'al body, nene



Ni siquiera yo estoy absolutamente de acuerdo con todos los títulos que he ido incluyendo en esta sección desde que decidí meterla cada Domingo; la razón, lo he explicado muchas veces, es dar rienda suelta a esos films que han llegado a hacerme dudar del porqué de aguantar hasta el final algo que simplemente no me gusta. Es mi sino, en cine, música, literatura... y quién sabe si hasta en las relaciones personales. Anyway... La de hoy es oscura de narices, una coproducción hispanogabacha de 1969 dirigida por un especialista (sí, esos que se tiraban de edificios o se estrellaban en coches) y protagonizada por un Jean Marais ya en total decadencia y, lo que es peor, intentando pasar por un supermacho ametralladora en mano y repartehostias. La excusa era que el pobre hombre se convirtió en asaltante de trenes blindados porque quedó tocado después de perder a su mujer e hijo, lo que da una idea de lo limitadillo del guion. En Francia se tituló LE PARIA y en España tuvo un más solemne JAQUE MATE, y permítanme dudar de que esto se viese en otra cosa que no fuesen cines de verano y en sesión doble. Ahora que uno puede ver lo que le dé la gana, ya saben, saquen su lado ninja y arriésguense como yo lo hice una anodina tarde de... No, no me acuerdo...
Saludos frikadélicos.

sábado, 29 de junio de 2013

Y si así fue...



Seis años antes de la adaptación ficcional, las Runaways tuvieron una oportunidad inmejorable para explicar a sus anchas el porqué de su corto recorrido y lo abrupto de su separación, cosa que, por ejemplo, pasaba de puntillas en la antes mencionada. El problema es que este oscuro documental apenas ha gozado de repercusión más allá de la televisión por cable estadounidense, pero aquí sí que podremos oír la voz autorizada de la guitarrista Lita Ford o de la explosiva batería Sandy West, además de a Jackie Fox, que fue literalmente botada en mitad de una gira. Aderezada con jugosas imágenes, como las de su inmortal concierto en Tokio, el documental está sustentado sobre todo en la palabra; sin ánimo de anteponer cualquier tiempo pasado como un tiempo ideal, las diferentes componentes (resulta significativa la negativa de Joan Jett a participar en el mismo) darán sus puntos de vista, que, aunque diferentes, confluyen en la excesiva rapidez que su obsesivo productor, Kim Fowley, imprimió a un grupo formado casi en su totalidad por adolescentes. Si de verdad les interesa qué fue lo que le pasó realmente a The Runaways, mejor pónganse con este documental, el resto a lo mejor no es más que ficción.
Saludos on stage.

viernes, 28 de junio de 2013

We love Rock'n'Roll



THE RUNAWAYS pudo haber sido un pequeño acontecimiento, un nuevo intento por hacer de un biopic (y más concretamente el de unas estrellas del Rock) una película lo suficientemente consistente y trascendente, más allá de la mera anécdota y los lugares comunes, tan caros a este tipo de productos. En este caso, a mí me parece que se ha vuelto a patinar, aunque hay dos o tres momentos francamente interesantes en esta aventura, supuestamente autobiográfica, sobre aquel desquiciado grupo, pionero de las riot girls, y cuyo fugaz aunque esplendoroso paso a mediados de los años setenta acabó precisamente por la indefinición entre ser un producto calibrado por su ambicioso productor o un verdadero estallido de veracidad y furia juvenil. No tan conocidas en nuestro país, y sin embargo veneradas en países como Japón, las Runaways eran tan potentes, seductoras y rompedoras encima del escenario que por un momento fueron esa big sensation que las listas americanas buscan desesperadamente. El film, correcto y, como ya digo, con dos o tres chispazos de originalidad, se basa, fundamentalmente, en el esforzado trabajo de caracterización de Kristen Stewart y Dakota Fanning, dando vida a las dos puntas de lanza del grupo, Joan Jett y Cherie Currie, quedando el resto del grupo lamentablemente relegado a un segundo plano prácticamente intrascendente. Si ya la vieron, y encima eran fans del grupo, no tengo duda de que les habrá decpcionado; por el contrario, si no conocían la caótica deriva de estas chicas californianas, puede que les magnetice lo suficiente como para que sus casi dos horas no les pesen... a mí me pesaron. Lo mejor: algunas caracterizaciones, como la de Michael Shannon. Lo peor: que no hay quien se lo crea...
Saludos, peña.

jueves, 27 de junio de 2013

El límite de la moral



En absoluta contraposición al film reseñado ayer, Julien Duvivier se propuso filmar en VOICI LE TEMPS DES ASSASSINS..., y bajo la apariencia de un thriller de lo más clásico, un complejo estudio sobre la maldad humana cuando ésta se sirve de una absoluta amoralidad. Si creen haberlo visto todo en cuestión de películas con personajes engañosos, desde luego que este tremebundo film se lleva la palma, y sobre todo el personaje magistralmente interpretado por Danièle Delorme, que pasa en apenas un par de gestos de ser un ángel encantador a ser la persona más despreciable que uno podría echarse a la cara. La trama gira en torno a un maduro cocinero, dueño de un restaurante, que se enamora perdidamente de la joven Catherine, que poco menos le pide que la acoja, al haberse quedado huérfana y haberlo perdido todo. Contar demasiados aspectos de la película puede llegar a ser contraproducente, pues uno de sus mayores logros consiste en la maestría con la que Duvivier va tejiendo las relaciones entre unos personajes que nunca son secundarios, sino que aportan exactamente lo que esta sórdida historia sobre venganzas, traiciones y desengaños necesita para que nos enfrentemos, aquí sí, al lado más oscuro de los seres humanos. Pero sí me gustaría resaltar el excelente trabajo del gran Jean Gabin, que compone también un personaje tan contradictorio como lleno de humanidad. Cuesta trabajo imaginar lo audaz de la propuesta de Duvivier nada menos que en 1956, lo que hace de este fabuloso film una experiencia tan estimulante como finalmente aterradora.
Saludos veraces.


miércoles, 26 de junio de 2013

El vil metal



Ustedes lo saben, yo lo sé. Todo el mundo sabe que los franceses no tienen gracia, tienen otras cosas, pero no gracia. Así que cuando los franceses deciden hacer una comedia pueden ocurrir dos cosas, que sea un pastelón infumable y alejado de lo que comúnmente se entiende por "gracioso", o que todo el argumento gire en torno a un ensalzamiento de los buenos valores cívicos y fraternales entre opuestos. Esto lo llevan haciendo los gabachos desde siempre en el cine, y no siempre con buenos resultados, pero una de las mejores comedias "puras" facturadas en Francia fue la traslación que René Clair hizo de la obra teatral de Georges Berr en 1931. LE MILLION plantea un enredo absolutamente diabólico en torno a un simpático sinvergüenza, un décimo de lotería premiado y una chaqueta prestada a un mendigo; es decir, que el décimo desaparece, los vecinos intentarán hacerse con él por todos los medios y ello dará como resultado un frenético guion de encuentros, desencuentros y engaños por todas partes. Si Berlanga hubiese nacido en Francia, ésta podría ser una suerte de PLÁCIDO, con menos crítica social y sí un deseo por celebrar que tras la codicia pura y dura aún puede existir gente que simplemente quiera ayudar a los demás. Para este verano caluroso, quien no pueda darse un chapuzón siempre podrá acudir a una refrescante comedia, como ésta... y, sí, francesa...
Un millón de saludos.


martes, 25 de junio de 2013

Todos somos extraordinarios



Hay dos cosas que quedan muy claras después de ver una película tan alocada, extraña y antipática como ROMANCE & CIGARETTES: que John Turturro está dispuesto a jugarse el tipo haciendo las pelis que los Coen nunca se atreverán a hacer (mientras éstos produzcan, claro) y que James Gandolfini no debería haber intentado cantar, ni siquiera en clave bufa. Aun así, y teniendo en cuenta que esta bomba de histeria, kitsch de saldo y sexo guarrindongo fue un completo fracaso de público (en España creo que no se llegó a estrenar), lo cierto es que se parece tan poco al posthumor que nos llevan metiendo en vena en los últimos tiempos que mantiene intacta una vena, más que gamberra, atroz. Y es muchas cosas además de la siempre difícil elección entre el amor y la pasión, las familias disfuncionales (que al final son las únicas que funcionan) y la imposible escapatoria hacia vidas mejores (impagables las conversaciones entre Gandolfini y Buscemi en las alturas). Turturro bebe sobre todo de sus grandes mentores (¿quiénes si no?), pero también hay algo de lo que hemos visto en Wes Anderson, solo que mucho más acelerado, o Judd Apatow, pero menos aséptico; es decir, una película que navega sola por muy contraproducente que le haya sido después. Bien Turturro en la dirección y bien en algunos actores, los que también van por libre y no se dejan encasillar, como unos geniales Christopher Walken, Kate Winslet y Steve Buscemi, aunque el resto se esfuerce por salir en una foto demasiado apretada... y eso se nota. Y por encima de todos ellos, un James Gandolfini en el que es casi su único papel protagonista en cine; ya nunca veremos más su mirada de lobo acorralado ni su corpachón, gigantesco y tímido, no oiremos su peculiar voz nasal advertirnos de lo que nos pasará si seguimos dándole la tabarra... A Gandolfini le ha faltado tiempo para completar el "trío mágico", tenía la presencia, el carisma, el talento... y hasta el apellido italiano, pero a lo mejor nació demasiado tarde... y se murió demasiado deprisa...
Saludos de Nicky Nicotine...

lunes, 24 de junio de 2013

De verdad... Jean Rouch #8



En LA PYRAMIDE HUMAINE, Jean Rouch propone un sencillo pero desafiante juego: en la Escuela Liceo de Abidjan, donde toman clases jóvenes de raza negra y blanca, aunque segregados, el cineasta realizará un documental con una premisa simple, que no es otra que la convivencia de un grupo de estudiantes para comprobar si realmente existen prejuicios cuando una persona está en plena formación. Así, las barreras culturales desaparecen y los jóvenes tendrán que enfrentarse a sus propios miedos e ideas preconcebidas, la mayoría impuestas por una sociedad empeñada en crear un odio hacia lo diferente. Salvando las reservas acerca de lo real, lo representado y lo que Rouch entiende como ficcional, el resultado es un apasionante borrador sobre el que se pueden plantear cientos de interrogantes y que a día de hoy, y con sus muy bien llevados más de cincuenta años, sigue siendo uno de los mejores films sobre el racismo, no como un drama o un problema social, sino como un estrato dispuesto a ser indagado psicológicamente. No es el "cómo", una vez más es el "por qué", y más de uno debería replantearse por qué le sigue agrediendo asistir a un inocente romance entre una chica blanca y un joven negro...
Saludos.


domingo, 23 de junio de 2013

Rincón del freak #113: Parque Lupásico, o las ventajas del guturalismo inveterado y calzonero



Por ONE MILLION B.C., lo que casi todo el mundo conoce es la despechugada versión que el ínclito Don Chaffey perpetró en 1966 y a la mayor gloria de una Raquel Welch que ya nunca más (nos) enseñaría tanto... Pero hubo una versión anterior de este estropicio histórico rodado con con iguanas, cartón piedra y lentes de aumento, y la hizo otro inefable del batiburrillo comercial, nada menos que Hal Roach, quien fuese gran valedor de Harold Lloyd y luego de Laurel & Hardy, casi ná... Yo, claro está, imagino a aquella audiencia de 1940 (¡1940... jodó!) absolutamente embriagada con la posibilidad de una civilización prehistórica en tiempo de dinosaurios, aparte de la poca ropa lucida por las señoritas (peinadas a la moda de entonces... de los cuarenta, claro) y admirando los músculos de un Victor Mature que nunca se sintió tan cómodo con sus líneas de guion, que abarcaban aproximadamente unas dos líneas para 80 minutos de prehistoria inverosímil y gozosamente aliñada con trucos visuales, porque entonces no había efectos digitales, ustedes saben... La película, para qué engañarnos, no es gran cosa, pero su atávica excentricidad formal la hace irresistible como reclamo de frikis irredentos. Ah, y que Carole Landis también estaba un rato buena, que se me olvidaba mencionarlo. Para una tarde aburrida no tiene precio, pero poco más.
Un millón de saludos.

sábado, 22 de junio de 2013

La maldad y la miseria



Muy probablemente, el año que viene intentaré completar de una vez todo Chabrol; es algo que veo como necesario y que llevo persiguiendo bastante tiempo. Mientras ello sucede, vayamos con una de sus mejores películas, frase ésta que no tiene mucho sentido en una filmografía repleta de excelencia. VIOLETTE NOZIÈRE es un título que no se suele mencionar con asiduidad, pero que es, a mi escaso juicio, una verdadera obra maestra. Con una jovencísima y apabullante Isabelle Huppert (el film es de 1978), Chabrol propone un gélido retrato acerca del egoísmo y la falta de sentimientos de un personaje tan siniestro como aparentemente dulce. Pero Violette Nozière existió en realidad, fue una especie de señorita-demasiado-bella-y-refinada-para-un-apestoso-suburbio, una adolescente que aborrecía la vida anodina que la rodeaba y soñaba con vivir en el lujo y el exceso. Los métodos para conseguirlo los tenía claros, así que se convirtió en meretriz a tiempo parcial, lo que le granjeó una dudosa fama que ella despreciaba por provenir de quienes consideraba no más que inferiores. Lo que Chabrol propone en la película, aparte de un exhaustivo y minucioso retrato de la compleja personalidad de esta adelantada señorita, es, nuevamente, un tratado acerca de la hipocresía en el choque de clases y los oscilantes seísmos desatados en la mente de una mujer-niña, que igual parece tenerlo todo controlado como es capaz de perder los papeles en cuanto vislumbra una posible escapatoria de una vida que fue hecha para ella; y todo desembocará en un final tan trágico como revelador, un cruento acercamiento a la maldad, casi inconsciente, proveniente de quienes son incapaces de soportar la miseria. Es un film sencillamente excelente, una de las mejores interpretaciones de la Huppert y uno de esos títulos que merece la pena traer al presente y sin excusas.
Saludos au Pernod.


viernes, 21 de junio de 2013

Besos, azúcar y cigarrillos



MY BLUEBERRY NIGHTS fue, hasta hace poco, una de esas películas a las que no lograba encontrarle un hueco en mi agenda cinéfila, bien por desidia, por desconfianza o por un instinto aún no registrado que me advierte del potencial apriorístico de una película. La vi... ¿y qué quieren que les diga?... Es Wong Kar-Wai, sí, y no sé si eso significa gran cosa, porque nunca he creído lo suficiente en los artistas que anteponen (puede que inconscientemente) su nombre, su "yo" ("La de Almodóvar... La de Lynch") a su obra, que es lo que debería importar. Pero el de esta película es un caso curioso, porque se puede intuir que la América del director hongkonés es forzadamente americana, casi con una impudicia que difícilmente se le ocurriría organizar a un director norteamericano; y aun así, es cierto que sus personajes están bien dibujados, mucho mejor (por eso digo que todo es tan raro) de lo que el cine hollywoodense nos suele acostumbrar. MY BLUEBERRY NIGHTS parece un Jacques Demy pasado por el filtro de Alan Rudolph... Pigalle en Brooklyn... a lo mejor estoy perdiendo la cabeza yo, claro, ¿pero qué esperaban de un film en el que la alabanza del romanticismo incluye tartas caseras, café, cuellos altos y cigarrillos apoyados en escaparates multicolores? Esto en un libro queda bien, se puede moldear a la manera de Philip Roth, dotarlo de un sentido mayestático que en este film la endeble Norah Jones nunca llega a lograr; mejores, sin embargo, están Jude Law (y eso que tiene el papel menos agradecido de todo el film), Natalie Portman, Rachel Weisz y David Strathairn, y muy especialmente estos dos últimos, cuya escindida aparición, casi un capítulo aparte en sí mismo, podría haber dado lugar a una historia más interesante ¿O es que el whisky no sigue siendo mucho más interesante que los batidos de chocolate?...
Mis más sinceros saludos.

jueves, 20 de junio de 2013

El espejo roto #3



El tercer y último episodio de la primera temporada de BLACK MIRROR, The entire history of you, se resume en la máxima impuesta por Philip K. Dick en sus mejores obras: la tecnología no puede ser controlada en la misma forma que la carne lo es. Esto, explorado en cine en profundidad por cineastas como David Cronenberg, supone un reto para un segmento de apenas cincuenta minutos y que, sorpresivamente, no basa en absoluto su mayor logro en una pastosa exhibición de efectos y "campanillas", sino en la lograda pesimización de su discurso, que la lleva de la sorna pretendidamente snobista a un giro final que extrae vetas de emoción sin eludir jamás su extraño concepto de complejidad. Sí, el asunto es complejo de digerir, pero no por su dificultad o enrevesamiento, sino porque nos cuesta admitir que lo que estamos viendo en pantalla es calcado a lo que nos ha pasado a nosotros mismos; con una diferencia: nosotros aún podemos disfrutar de cierta privacidad, mientras que, más allá de esclavo de la tecnología, The entire history of you marca sin compasión a sus personajes a vivir en un limbo causal que no es "este mundo" ni el otro, el virtual, sino una nada compuesta de imágenes y sensaciones que provienen de un pasado que ni siquiera se puede estar seguro de si existió. Una paradoja terrible que además está narrada con fluidez e interpretada con solvencia. Sin buenos ni malos, la primera temporada de BLACK MIRROR supone una experiencia intimidante para quienes llevan décadas con el pensamiento preestablecido en pautas reconocibles; para el resto, los inconformistas, los exigentes y los que saben que la letra siempre entró con algo más que sangre, esa aburrida dicotomía, salvavidas de mediocres, es reemplazada por una profunda reflexión en tiempo presente, el único tiempo que existe, el más excitante, el mejor...
Saludos, si es que aún estamos aquí...

miércoles, 19 de junio de 2013

El espejo roto #2



Tras el impacto del primer episodio, puede que 15 million merits sepa a poco, a inducción por simple gravedad, a un cierto rescate desde el exhibicionismo crticado en el primer segmento de BLACK MIRROR. Error. Puede que, precisamente, sea éste mi episodio favorito, y precisamente porque es el que con más virulencia nos ataca a todos, y sin compasión. No hay aquí una dicotomía entre la zombificación de "la audiencia" y el mazazo necesario para tomar conciencia, sino que Charlie Brooker propone un viaje al corazón mismo del infierno, y el infierno, versión 3.0. (o como se llame) lleva ya algún tiempo encarnado en la bazofia más repugnante a la que uno puede vender sus neuronas: los programas meritocráticos... Y si son asiduos de los mismos, O. T., Factor X, Masterchef... y no incluyo a Gran Hermano porque ahí ni siquiera hacen falta méritos...
Imaginen un lugar donde sólo hay pantallas interactivas, donde diariamente entran y salen jóvenes con el único ansia de "triunfar", ser reconocidos por la masa sea como sea. Imaginen sus habituales juegos de Facebook, su recolección de zanahorias inexistentes, su cuidado de vacas inexistentes, sus regalos inexistentes a amigos que en realidad no tienen... Imaginen que al final de todo ello (un final que, efectivamente, no existe) les esperase un celestial superjurado formado por bellos y ecuánimes sentenciadores de "lo que sí existe", de sus millones de méritos adquiridos gracias a su esfuerzo. Si pedalean más en la bicicleta, más méritos; su comen menos grasas, más méritos; si superan las pruebas intelectuales, más méritos. Así dicho ni siquiera suena mal, lo que suena mal es que toda la vida de una persona dependa por entero de una serie de méritos que no sirven para absolutamente nada, pero que, sí o sí, han de ser evaluados por ese sanedrín oficial de la estupidez. Sin querer desvelarles mucho, 15 million merits nos habla de la imposibilidad de la rebelión y (no sean gilipollas ustedes también) mucho menos de la "rebelión desde dentro"; su distopía bebe de un mar de pantallas delicuescentes, que explosionan en mil colores y muestran un mundo sin problemas reales, también nos habla de cómo el amor puede hacernos ver el negro profundo de estas pantallas cuando se apagan, y que a lo mejor aún podemos entablar una conversación con alguien mirándole a los ojos. Incluso contarle algo interesante...
Saludos nominados...


martes, 18 de junio de 2013

El espejo roto #1



BLACK MIRROR es una de las contadas conmociones que uno puede encontrar hoy día. Conmoción, tal y como suena; como un seísmo, como un ataque cerebral, como un ramalazo de inteligencia visceral. Pensábamos que los tres demoledores episodios que componían esta barbaridad quedarían ahí, escuetos y solemnes, un sitio donde acudir cuando todo lo demás ha fallado, pero tenemos tres nuevos episodios recién estrenados y que comentaremos aquí cuando toque; pero claro, también pensábamos que podíamos comparar, en términos de calidad, la televisión británica y lo que sea que se está produciendo en este país, donde, créanme, algo así es impensable...
BLACK MIRROR se abre con The National Anthem, 45 minutos a los que no les habría ido mal el celebérrimo tema de Radiohead. Una patada en los cojones y poco más ¿ustedes necesitan que les expliquen un poco más? De acuerdo, pero a lo mejor tienen que acostar a los niños y bajar el volumen. En pocas líneas, The National Anthem cuenta lo siguiente: La policía británica ha recibido un video en el que se ve a la princesa Susannah secuestrada; todas las comprobaciones llevan a la conclusión de que se trata de un secuestro real, que no es una broma ni un fake. La princesa ha sido secuestrada y será asesinada si no se cumple un único y simple encargo: el Primer Ministro deberá tener sexo real con un cerdo y será emitido por el canal principal y a hora de máxima audiencia. Simple y efectivo. Lo que Charlie Brooker propone, antes que el impacto (y éste es monumental), es la reflexión, pero no una reflexión "guiada", como la que diariamente se nos impone desde los mass media; no se trata de charlatanería barata, sino de una trampa mortal a la que se va descendiendo sin solución de continuidad gracias a un guion exquisitamente tejido. The National Anthem reflexiona sobre el doble y absurdo sentido del exhibicionismo en la era del "todos conectados", y coloca a todo el mundo (poderes fácticos, prensa y espectadores) en el punto de mira de quien se atreva a mirar no a un señor poderoso e intocable rebajado en cuestión de horas al mayor grado de bajeza imaginable, sino a esa pantalla efectivamente todopoderosa, capaz de pasar de un inerte color negro al mundo de posibilidades en que se ha convertido una sociedad interconectada que es incapaz de comunicarse. Si no la han visto, se están perdiendo ese shock que llevaban tanto tiempo esperando.
Saludos desde el centro de operaciones de Peppa Pig...

lunes, 17 de junio de 2013

De verdad... Jean Rouch #7



MOI, UN NOIR es una película hermosísima en su tosquedad, redonda y perfectamente acabada dentro de su ansia de libertad, de recoger esa libertad "sufrida" por los desgraciados, que aquí son los jóvenes emigrados desde Níger hasta el suburbio de Treichville, en Costa de Marfil. La cámara de Jean Rouch, precisa y capaz de sacar cualquier detalle sin que esto afecte a su medido aspecto descuidado, nos llevará alo largo de tres o cuatro días en la vida de Tarzán, Edward G. Robinson, Eddie Constantine (A.K.A. Lemmy Caution; A.K.A. Agente Federal de Estados Unidos) o Dorothy Lamour. Todos negros, todos seducidos por la modernidad que ven a diario llegar desde los muelles, donde se confunden los barcos con sus nacionalidades; en los gimnasios, donde los negros pobres sueñan con ser Sugar Ray Robinson; o en los abigarrados salones de baile, sudados de cerveza, agarrados a negras que quizá no sean más que jóvenes putillas en busca de italianos con dinero... Rouch sigue a este difuso grupo por todas partes, después de cargar sacos, a comer arroz con el jornal ganado, en el fútbol sin césped, cuando van a la iglesia a ver a las chicas o a las mezquitas para burlarse de los elegantes y refinados musulmanes. Vida. Vida sin más, y ni muchísimo menos. Una película inolvidable e inimitable.
Saludos.

domingo, 16 de junio de 2013

Rincón del freak #112: No son los Monty Python en estado puro...




... sino los Monty Python (lo que queda de ellos) haciendo caja con las cenizas de su otrora gloriosa e imparable maquinaria de irreverencia. Y eso que para cualquier seguidor del mítico ¿combo? ¿grupo? ¿compañía? ¿bomba de relojería? británico, algo de la entidad que se autogestiona para ampliar constantes que a cualquier aficionado medio ya le son absolutamente familiares, debería bastar y sobrar como una gozosa celebración. Deberían tener derecho a hacerlo, pero hay algo que chirría de forma siniestra bajo la parafernalia de este macrobiótico espectáculo llamado MONTY PYTHON: NOT THE MESSIAH (HE'S A VERY NAUGHTY BOY), en el que se recrean los momentos álgidos de LA VIDA DE BRIAN sobre un escenario en el que irán alternándose apariciones estelares bajo la batuta vocal de un omipresente Eric Idle, apoyado por cuatro cantantes de ópera... Puede que a mucha gente le haga gracia, pero yo encuentro absolutamente irreconciliables estos fastos, por muy bufos que nos los quieran vender, y el corrosivo nihilismo que constituía el verdadero motor de los Python. Y es que al final todo queda como una patética reunión de viejos amigos, en la que no sólo todos son más viejos y están más cansados, sino que además se demuestra que a día de hoy es imposible que pueda surgir nada realmente original de aquellos geniales agitadores que se meaban sobre la completa historia del cristianismo invitándonos a sonreír aunque te estén dando por el culo. Por eso, porque Monty Python son geniales, también son irrepetibles, y cosas como estas, que habrá a quien le guste, de acuerdo, y tienen todo el derecho, me parece que no son más que una digna manera de recaudar, y mientras los Rolling Stones no se retiren también tienen todo el derecho... Sólo para muy muy muy muy incondicionales.
Saludos desde el lado luminoso de la vida.


sábado, 15 de junio de 2013

Ensayos posmodernos



Es muy posible que, en un momento dado, al último y desquiciado (desquiciante) David Lynch, algún amigote travieso y patrocinado le pasara varias veces L'HOMME QUI MENT, en el que un esplendoroso Alain Robbe-Grillet trastornaba por completo la estructura narrativa convencional y nos desafiaba a integrarnos directamente en la psique del narrador, y sin que quede claro quién es el mismo. Un ejercicio "joyceano" al que es imprescindible dotar de algún tipo de seriedad para evitar una acuciante sensación de mofosa pedantería. En 1968, y teniendo en cuenta que Robbe-Grillet, artista multidisciplinar y de espíritu inquebrantablemente libre, soñó una fantasía que bebiese de dos grandes focos culturales como eran entonces Francia y Checoslovaquia, podría ser posible una subversión de tal calibre; en Lynch, por ejemplo, el problema es siempre el mismo: la falta de un pretexto colágeno y bastardo. Un ejemplo: Jean-Louis Trintignant, una aparición dislocada en el tiempo, evoca nada menos que la masacre sucedida en la Segunda Guerra Mundial en un pueblo centroeuropeo; oímos las balas, los gritos, pero este personaje está solo ¿es locura, representación o simplemente se nos quiere llevar a otro estado de percepción? Al no saber quién nos está contando lo que "vemos", lo que "percibimos" queda en suspenso, y la fantasmagórica aparición de tres mujeres deambulando por una casa arrasada, quizá esperando lo que luego sabremos que fue su marido, su hermano y su amante, vuelve a girar la críptica historia hacia otra parte aún menos iluminada. L'HOMME QUI MENT no es sencilla de ver, y lo lógico es que irrite su encoñamiento peligrosamente autista, pero no deja de ser una experiencia estimulante para que los seguidores de Lynch sepan de primera mano que sigue sin haber nada nuevo bajo el sol.
Saludos certeros.

viernes, 14 de junio de 2013

Esperando a Hickey



THE ICEMAN COMETH, además de atreverse en un larguísimo formato televisivo con la obra de Eugene O'Neill, ponía al día el loable intento que, trece años antes, ensayó Sidney Lumet con resultados discutibles. Y es que es ésta una obra pensada para el teatro desde su mismo planteamiento, en el que la pesada y alcohólica atmósfera del bar, en la que un grupo de alcoholizados perdedores debate asuntos entre lo mísero y lo sublime mientras esperan su Godot particular, compone una imparable maraña de diálogos, monólogos, declamaciones, reclamaciones y otros poderes a lo largo de sus intensas cuatro horas. Apoyado en unos actores de primera fila, Frankenheimer demuestra su personal visión de una obra de múltiples lecturas y la dota de una agresividad y desencanto superiores a los de su predecesora. Sin un verdadero protagonista (acaso ese Hickey que se hará carne hacia la mitad de la función), lo que O'Neill proponía era un paseo por la decadencia de quienes ya no esperan absolutamente nada de la vida, pasan pastosas e interminables horas balanceándose en sillas tan viejas y gastadas como ellos y cuya única ilusión consiste en esperar a ese "hombre de los helados", que llegará con dinero contante y sonante, y que les pagará su lento transitar hacia una desaparición sobre la que sostendrán multitud de debates. Lee Marvin daba vida a Hickey, el luminoso viajante mezcla de filósofo de tres al cuarto y redentor mesiánico; aunque su espectacular y extenso reparto se completaba con nombres como el de Fredric March, Stephen Pearlman, un jovencísimo Jeff Bridges o un inmenso Robert Ryan, que es el único personaje que se opone abiertamente a los sermones del que considera no más que un charlatán de pacotilla. Imprescindible para entender cómo demonios se hace cine en formato televisivo partiendo de una obra teatral...
Saludos en cucurucho.

jueves, 13 de junio de 2013

Rubik nuestro que estás en los cielos



Vamos con una de las buenas, porque es buena y porque ya tocaba registrar el cajón... Llevo ya un tiempecito diciendo que sólo existe una manera de renovación válida para el género de terror, para cualquier género, pero sobre todo para el terrorífico por sus características especiales, como es esa necesidad constante de sorpresa, de lucha contra el tedio de sus propios resortes y clichés. Sobre resortes y clichés va THE CABIN IN THE WOODS, que propone lo mismo de siempre... pero móvil. Y me explico. Este ingenioso artefacto comienza por colocar al espectador ante "su peli de miedo jodidamente arquetípica". Y cuento, y no desvelo nada. Hay una cabaña en mitad del bosque a la que va un grupo de jovencitos en una secuencia inicial que no puede ser más trillada; poco a poco los vamos conociendo, y son los de siempre: el guapo cachas, la rubia macizorra, la "menos maciza" pero más inteligente, el friki salido y desgarbado... Sí, sólo falta Scooby Doo, pero ¿y si les digo que a partir de ahí puede que salga hasta Scooby Doo? ¿Y si resulta que toda esta causa-efecto de típica peli de terror no es más que una excusa para desatar algo mucho más grande y más complejo. Eso es, como en el cubo de Rubik. Contaré un poco más, no mucho. Llegado el momento, salen los monstruos; los chicos corren, los monstruos los persiguen, terror, intriga... Y de repente... Hombre, no sé si ya estoy contando demasiado, pero lo remataré diciendo que todo cambia radicalmente, que parece que nos encontramos en otra película diferente y que el final es de lo más retorcido que ha ofrecido el cine comercial desde hace tiempo ¿Problemas? Muy pocos, porque la propuesta tiene escasas pretensiones y sí una saludable intención de subvertirlo todo hasta llegar a extremos que dejarán a más de uno de una pieza. Yo apenas le pondría un pero, aunque me parece inevitable: el final-final, que yo esperaba menos efectista y mucho más reflexivo, sobre todo teniendo en cuenta que el caramelo que Goddard y Joss Whedon (co-autor del tremendo guion) nos ponen, crece en sabor a medida que la resolución se acerca, pero vaya, que tampoco pido yo tanto. Véanla sí o sí, y si no ponen cara de tontito incomodado con cierta escena en la que sale un lobo disecado... háganmelo saber.
Saludos arquetípicos.

miércoles, 12 de junio de 2013

El iluso



Hacer hoy día una película como BILLY LIAR (50 años la contemplan) podría dar motivo a una urticaria/rechazo poco menos que significativa ante el canto hedonista llevado a cabo por John Schlesinger en una de sus primeras (y mejores) películas, y que amplificaba la onda expansiva que se encontraba de inicio en la estupenda novela de Keith Waterhouse. No sólo se trata de una ridiculización de cada molécula glorificadora de la familia tradicional y su inacabable muestrario de trampas mortales (cepos morales) para el joven soñador, sino que elevaba la figura del holgazán rompecorazones a la altura del único verdadero héroe admisible en una sociedad dominada por la represión y la mediocridad. Esta tan marciana descripción se llamó, no sin sorna británica, The Leading Man, y tuvo en Tom Courtenay su encarnación más certera y entrañable, la más recordada desde luego. Este Billy Fisher abre su incesante dentro/fuera montando una fantástica orgía circense/militar en mitad de su asquerosamente aburrida ciudad de provincias, sólo para despertar apoyado en uno de los ataúdes del asquerosamente aburrido trabajo que desempeña en la funeraria local. Billy quiere irse a Londres y ser guionista, pero su ídolo es un mediocre con brillantina en el pelo; Billy tiene una... dos... tres novias que no se conocen entre sí, y a cada una les ha regalado flores y les ha hecho promesas de matrimonio, pero la única chica que de verdad lo quiere es, curiosamente, la más guapa e inteligente, así que para Billy se trata de una quimera inalcanzable. Es decir, que Billy Fisher nos es mostrado como un iluso irreductible, un tipo incapaz de salir de sus estrambóticos sueños de rebeldía precisamente porque en la vida real es un pelele apegado a sus ritos y costumbres. Cuando llega la hora de la partida, Billy debe decidir, porque si cambiase de golpe toda su vida a lo mejor ahí se acababan todos los sueños... Decididamente es imposible hacer hoy día una película tan de otro mundo...
Saludos de mentira.

martes, 11 de junio de 2013

Reventa anticipada



A ver, porque creo que hay que ser claro en estas cosas. Ésta me la recomendó Mr. Lombreeze tiempo ha, y decía que estaba muy entretenida y eso. Vale. Entretenida y eso. Se llama STAKE LAND y es más de lo mismo con una pizquilla de sentido del humor que la emparenta directamente con grandes desmitificadores como Sam Raimi o, en un sentido menos audaz, George A. Romero. Esto lo dirige Jim Mickle, que está llamado a ser el nombre clave del terror comercial yanqui en los próximos años (comercial, sí), mientras que Nick Damici hace de Bruce Campbell... ustedes me entienden. El problema es que Raimi estas cosas las hacía prácticamente por descuido, le salían naturales, y Campbell es "El Antihéroe", así, con mayúsculas; por lo que esta paranoia con unos vampiros que parecen hombres-gato ¿? se queda como lo que es, una peli de bajo presupuesto con efectos apreciables y unas interpretaciones francamente esforzadas... Pero yo esto ya lo he visto, así que no sé qué más añadir. He visto que este señor ha dirigido el remake de SOMOS LO QUE HAY, y... bueno, pues eso... que eso es lo que hay...
Saludos con estacazo.

lunes, 10 de junio de 2013

De verdad... Jean Rouch #6



En MORO NABA, de 1957, la cámara de Rouch se hacía eco de la convulsa transformación de lo que terminaría por conocerse como Alto Volta, una especie de territorio francés autonómico que garantizara un gobierno autogestionado. Ahora conocido como Burkina Faso, y con su capital en Ouagadougou, este país fantasma fue incapaz de mantener un sistema estable y pacífico; pero lejos de realizar un simplista documento político, Rouch vuelve a interesarse por el negro como elemento necesariamente ajeno a las imposiciones del hombre blanco. En este caso, nos mostrará la espectacular coronación del Rey de los Mossi, el Moro Naba y lo confronta con los débiles actos de un cónsul francés que queda como una comparsa sin esencia. Más impelido por la urgencia del momento histórico, se trata de un interesante documento, pero no de los más poderosos de su autor, que seguía a su aire, filmando sólo lo que su conciencia le dictaba como realmente esencial.
Saludos.

domingo, 9 de junio de 2013

Rincón del freak #111: Pequeñas meteduras de pata sin importancia



En El Indéfilo pareciese que quisiéramos ensañarnos cada Domingo con algunos grandes clásicos, desenterrando esos títulos de los que nunca se sintieron muy orgullosos; nada más lejos, la intención real es, y siempre ha sido, acercar el cine clásico desmitificándolo y demostrando no sólo que cualquier tiempo pasado no tuvo por qué ser mejor, sino que todo el mundo, incluso los grandes maestros, tiene que comer.
Otto Preminger, por ejemplo, es un valor seguro para cualquier buen cinéfilo; poseedor de una filmografía tan ecléctica como poderosa, Preminger es uno de los nombres clave para entender cómo un artista con inquietudes podía infiltrarse en la gran Industria, triunfar en ella y perdurar para siempre. Sin embargo, el cine de propaganda norteamericano no perdonaba tibiezas, y suponía una imparable máquina de recaudar al tiempo que efectuaba un implacable desarrollo concienciatorio en una sociedad necesitada de referentes preclaros ¿Hablemos de nazismo? ¿otra vez? Hablemos de nazismo, de unos nazis de andar por casa, del propio Preminger, con su habitual sorna austríaca, con monóculo y frac. Nazi pero bon vivant, hombre de dios. Pongamos Joan Bennett... vale, de acuerdo. Y tampoco hace falta que vendamos nuestra alma al diablo, porque esto es propaganda como un castillo de grande. Ahora bien, los nazis muy malos, los americanos muy buenos... pero de ahí a meter con calzador al inefable Milton Berle hay ya mucha tragadera, la verdad. Que sería como si Berlanga hubiese perdido el juicio y le hubiese dado por rodar "El Súper Guardia Civil contra los comunistas diabólicos del infierno" y le hubiese dado el papel principal a Paco Martínez Soria... Sí, Berle fue precursor de Jerry Lewis o, más recientemente, de Jim Carrey; y su "humor" casposo y reaccionario tenía muy poca gracia, pero ensalzaba los valores tradicionales americanos, y eso vende mucho y muy bien. Así que tenemos al policía heroico a la par que chuleta y truhán con las señoras, que no sólo hará chistes del cretácico, sino que encima desmontará los planes del malvado nazi, al que le gusta ir a la ópera y fumar puros... Una bazofia intragable que se llamó MARGIN FOR ERROR y que a uno le cuesta admitir que fuese dirigida por la misma mano que sólo un año después fabricó una obra maestra de todos los tiempos titulada LAURA... Increíble pero cierto.
Saludos al margen.

sábado, 8 de junio de 2013

Saber y ganar



Desde siempre me han atraído esos cúmulos de extrañeza que son los concursos televisivos de preguntas; los buenos porque uno no puede dejar de preguntarse qué clase de bichos raros puebla cada rincón de este país, locomotoras pensantes que asisten impertérritos al bombardeo dialéctico que terminará por coronarlos como sabios oficiales. Los malos porque son exactamente todo lo contrario, y uno se pregunta otra cosa: ¿Es que acaso los eligen por imbéciles? Como curioso es también preguntarse por qué los premios son inversamente proporcionales al grado de dificultad impuesto... Aunque lo más inquietante (aparte de la verdadera edad de Jordi Hurtado) es explicar el insano deleite que la turba-muchedumbre (entre la que, por supuesto, me incluyo) encuentra en si el fulano de turno se lleva el primer premio, por no hablar de los exabruptos que se le dedican al pobrecico que no es capaz de superar la primera fase. Robert Redford realizó hace unos veinte años el que sigue suiendo el mejor acercamiento a este tipo de concursos, un demoníaco entramado que se tituló QUIZ SHOW y que hablaba de muchas cosas y a las que uno debe estar muy atento si no quiere perderse en la superficie de un film que, efectivamente, va mucho más allá en sus pretensiones. Hablamos de un caso real, el de un popular concurso en el que se destapó que su máxima estrella, que respondía preguntas a todo trapo, en realidad no era más que un títere al que daban las respuestas a priori. Ralph Fiennes encarna con acierto a este distinguido profesor universitario, un intelectual que se ve cegado por los focos de la fama y que perderá  su posición social por no negarse a un amaño que incluso podría no haber sido necesario. En el otro extremo, John Turturro compone un excesivo e inolvidable personaje, el del concursante saliente, de extracción humilde y modales poco refinados, que llega a creerse incluso su derecho a disponer de esas respuestas y que, descontento con la solución económica que se le ofrece, optará por tirar de la manta, lo que tendrá un efecto dominó de terribles consecuencias. Al mismo tiempo aguijón de conciencias y espectacular retrato de un tiempo (los años cincuenta) en el que la ingenuidad supuso un negocio en sí mismo, QUIZ SHOW, su director, no puede evitar caer presa de un inusitado ataque de modestia, y uno se queda con la sensación de que, de arañar más, podía haber sido mucho más tremebunda y reveladora.
Saludos cuestionados.

viernes, 7 de junio de 2013

Moscas y martillos



Varias razones me han impulsado a escribir unas líneas a propósito de esa película-saga-factoría-centro comercial-cachondeo llamada SAW... y derivantes. Me había propuesto a mí mismo no hacerlo porque debo ser de los pocos a los que esta propuesta... y derivantes no ha sulibellado con sus fétidos perjúmenes. Sin embargo, y como decía, hice acopio de rastros y recordé que James Wan es el artífice de uno de los films que más me han gustado en los últimos tiempos, la aún infravalorada INSIDIOUS (... tiempo al tiempo...); además, el hecho de que la tortura (nunca mejor dicho) se haya disparado hasta las siete entregas (de momento...) no ha hecho más que seguir dotando al original, a punto de cumplir diez años, de un aura creciente. SAW no es tanto, ni mucho menos, pero aprovecha sus recursos con felina inteligencia; lo cual no quiere decir que sea un film especialmente inteligente, sino que defiende sus intenciones sin caer en la autoparodia involuntaria. Lo mejor es su arranque, cómo va construyendo un rompecabezas en torno a dos hombres que despiertan encadenados en un sucio baño público, las instrucciones que irán recibiendo y cómo el espectador va formando su propia versión de los hechos; hechos que no hemos visto, que conforman una película paralela y que finalmente es su gran hallazgo. Wan, gran manipulador de eso que creemos controlar llamado percepción, no hace más que recoger los pedacitos dejados por la miríada de subproductos que surgieron tras el éxito de SEVEN, de David Fincher, y contar con la colaboración de los espectadores, mostrando infinitamente menos que en las susodichas, lo que hace flojear el montante precisamente cuando enciende el escaparate de atrocidades, que, al menos a servidor, le dan más risa que otra cosa. Una entrega la habría convertido en una verdadera película de culto, el despiporre posterior es como para dedicarse a otra cosa...
Sawludos.


jueves, 6 de junio de 2013

Vivir en el intento



No habría dos sin tres, ni cine comercial alemán, sin Tom Tykwer, un tipo que parece haberse abonado a la imagen fácil y sobada. De sus rastreros últimos títulos no hablaremos, y sí del que sigue siendo su mejor y más laureado film. LOLA RENNT parece peor de lo que finalmente es, uno de esos subproductos noventeros que se limitaba a seguir la anchísima estela dejada por aquel transatlántico de ideas que fue TRAINSPOTTING; es posible que este frenético e incesante thriller contenga algunas de aquellas instantáneas, pero una vez detenido el encuadre (y vive dios que el propio Tykwer parece ansiarlo en varios puntos álgidos) aflora el enjuto pero poderoso guion ideado por el propio director. El título no es casual, no lo es la elección de una rojiza Franka Potente, cuyo aliento parece no tener fin; así como no es casual su corta duración (75 minutos escasos), que la convierte casi en una especie de episodio piloto fantasma para una serie que nunca existió. Tykwer quiso poner en marcha una bomba de relojería, mostrarnos el reloj, la cuenta atrás, y ello le sirve para hablar, en último término y cuando han cesado los disparos, acerca del tiempo y del amor, de cómo el amor es capaz de pulsar resortes ocultos cuando la vida de la persona querida está en peligro. Está claro que Tom Tykwer, de ser poeta (que no lo es), no pasa de escribir sus frases en bares de diseño, jamás en suntuosos cafés decimonónicos; para esta estupenda película, que cumple sus buenos quince años, le sirvió... el resto, ya lo conocen.
Saludos contrarreloj.


miércoles, 5 de junio de 2013

Gloria a los clásicos



De nuevo una producción alemana... que no parece alemana. De nuevo un film fantástico... aunque de género. Aunque otra vez una película que, sin estar tan mal como pudiese, no llega a donde debería. PANDORUM, de 2009, contenía tantos elementos interesantes que supuso un pequeño accidente en la invariable geografía de los consumidores masivos de este tipo de cine ¿El problema? El problema, para no extendernos mucho, es que se parece tanto a ALIEN... Para entendernos, se trata de dos pasajeros espaciales que despiertan tras una prolongada hibernación; luego descubren que "algo" les amenaza; para terminar, las pasarán canutas para sobrevivir... ¿Es ALIEN? No, es PANDORUM. Ahora lo bueno. Lo bueno es la química entre Dennis Quaid y Ben Foster; el primero es un todoterreno capaz de echarse a la espalda lo que sea y el segundo es un actor que a mí me parece estupendo (véanle en HERE, de 2011) y que es de los pocos actores jóvenes capaces de insuflar un punto de locura sin caer en el exceso. Además, los FX están más que correctos y hay un par de escenas que logran pegarte al sillón y que no les recomiendo que vean si son claustrofóbicos. A partir de ahí, al señor Alvart se le acaban las ideas y empiezan a llegar los mamporros, los jodidos sustos sonoros y los ojos desorbitados. Total, que una peli para pasar el rato no se conforma con ser eso, una peli para pasar el rato... No, encima tiene que copiar a ALIEN... Eso está ya muy visto y muy sobado, y cada vez me hace menos gracia. Una pena.
Saludos que nadie escuchará...

martes, 4 de junio de 2013

Los peligros de la sobreexposición



La película alemana HELL, estrenada en 2011, me sirve para profundizar un poco acerca de un mal endémico que viene afectando, desde hace algún tiempo, a un tipo de cine inequívocamente comercial pero que intenta desmarcarse de tópicos, manías y lugares comunes. El apocalipsis y sus variantes; el grupo heterogéneo de personajes, que alude a una interconexión argumental que sólo en contadas ocasiones se salva de la chapuza; el "elemento desestabilizador", que impone la nota misteriosa y luego va esclareciéndose; y, por último, una estructura en embudo absolutamente deudora de videojuegos. Y he ahí el quid.
HELL nos cuenta el enésimo fin del mundo, esta vez provocado por un importante crecimiento de la temperatura del sol, lo que dejará a la Tierra como un planeta desértico por el que deambulan unos pocos supervivientes que básicamente se limitan a no salir al exterior y buscar posibles fuentes de agua. Vale, de acuerdo, lo hemos visto muchas veces pero aun así podría seguir siendo divertido. HELL es divertida mientras estamos desorientados, mientras observamos a un trío silencioso que viaja en un coche opaco y la estupenda fotografía de Markus Förderer es capaz de recrear exactamente qué tipo de lugar se nos está describiendo; incluso algunos matices están bien resueltos, como el hecho de que la noche (al contrario de lo que podríamos pensar) no sea recomendable para excursiones, puesto que no todo el mundo tiene las mismas intenciones. Sólo hay un problema, y no es pequeño: a la mitad de la peli ya estamos hartos de lo que se nos está contando, no aporta nada nuevo y poco a poco va derivando hacia lo que el género fantástico va derivando poco a poco, que no es otra cosa que remedar LOST. Así, el peligro de este género es esa sobreexposición que sus personajes van evitando en todo momento... el del sol que más calienta...
Aun así, si no tienen nada que hacer una tarde de Domingo y (importante) su aire acondicionado da fresquito, puede que les sorprenda moderada y humildemente.
Saludos en Junio...

lunes, 3 de junio de 2013

De verdad... Jean Rouch #5



A ustedes, que creen haberlo visto todo, que seguirán ávidos de la "nueva imagen", de lo nunca visto, no les vendría mal un paseo por una de las filmaciones clave para entender por qué Jean Rouch es cine de la verdad, de cómo la realidad no sólo supera a la ficción, sino que es la única vía para comprender por qué se hacen ficciones. LES MAÎTRES FOUS es un fascinante y visceral zarpazo visual desde el corazón mismo de un superstición que, bajo la mirada limpia y honesta del documentalista francés, cobra una dimensión cambiante, de una extrañeza casi imposible de describir, de hecho, la habitual narración de Rouch, sin abandonar su inmediatez, bien parece quedar impregnada del ambiente eléctrico y malsano de lo que, sin exageraciones, se advierte al principio como "una experiencia violenta". La cosa es simple: Accra. Un grupo de nativos provenientes del exterior de la gran ciudad se reúne para un extraño ritual bajo trapos de colores y una estrafalaria estatuilla ataviada con gafas y a la que estamparán un huevo. La Union Jack y el habitual penacho que luce el gobernador. Para los que no vean más que las imágenes serán un grupo de negros en éxtasis, echando espuma por la boca, quemándose con antorchas y comiéndose un perro cocido; para quien, como Jean Rouch, tiene una necesidad intransigente por "conocer", cada movimiento espasmódico responde a la rigidez marcial que, efectivamente, el negro colonizado tampoco entiende. El negro, que ya estaba allí, atiende con curiosidad a unos seres con casacas rojas, plumas en la cabeza y palos que escupen fuego, y lo imita a su manera. A su manera, LES MAÎTRES FOUS es una película tan esclarecedora como terrorífica. Véanla.
Saludos.

domingo, 2 de junio de 2013

Rincón del freak #110: Me llaman el desaparesidoooo...



Nota aclaratoria y fundamental: "No confundir la memez de hoy con el film canadiense del mismo nombre y estrenado este mismo año. Básicamente porque ese sí está bastante bien".
Bueno, muchachada, érase un tipo con gorro altiplanero que cantaba con vocecilla resfriada aquella cancioncilla que invitaba al consumo de ciertas sustancias y unirse al respetable club de los holgazanes con causa, camisola de puntillo y zapatillas de diseño... Adiós, Manu; Chao, Manu. Cuando no existe nada no se puede hablar de nada, y es mejor callar. Lo decía nada menos que Wittgenstein, que era más elegante y desquiciado, un cabronazo de los que dan miedo. Así que les expondré brevísimamente por qué no deben desperdiciar su valioso tiempo en ver THE DISAPPEARED. No la vean porque no tiene ningún significado. No la vean porque es un coñazo. No la vean porque es como si el técnico de sonido de Cuarto Milenio le hubiese pedido localizaciones a Mike Leigh (probablemente después le pidiese dinero y todo...) No, no la vean y ya está... Yo no vería un horror en el que el equipo está, pues eso, desaparesidooooo...
Saludos, gañanes.


sábado, 1 de junio de 2013

Ecos de una Europa lejana



Pulsar diferentes estados cinematográficos alrededor de un punto común puede resultar una experiencia tan gratificante como a veces agotadora. No es lo mismo (aclaremos que de la primavera del 68 hablamos) angostar los márgenes "independientes" surgidos en Hollywood que bosquejar la deriva de todo el Cono Sur americano. Y si en Europa el movimiento centrífugo lo iniciaba Francia, no es menos cierto que países con un peso discreto comenzaron a desperezarse a raíz de aquel momento que, tal y como están la cosas, cada vez parece más una invención "tolkieniana"... En Escandinavia, que con tanta naturalidad han asimilado posturas progresistas (de sus claroscuros hablaremos otro día), es verdad que poco o nada había entre el gigante sueco, con un modelo de producción que permitía financiar casi cualquier cosa, o la aún balbuceante Dinamarca, recién desaparecido Dreyer. Sin embargo, curiosamente surgió un miniboom bastante intresante en Finlandia, cuya producción estatal siempre había seguido los pasos de la Svensk Filmindustri y nunca había dejado mucho margen a la experimentación. Son varios los títulos clave que recomendaría para iniciar tan saludable paseo por una cinematografía que siempre hemos asociado a Aki Kaurismaki, pero el de mayor calidad quizá sea KUUMA KISSA? (un elocuente ¿GATA CALIENTE?), que abordaba los vaivenes sexuales de una joven profesora que se debate entre la no dependencia de los hombres que la abordan sin cesar y la insalvable distancia ideológica respecto a sus conservadores compañeros en la escuela donde trabaja. Su vida se desmoronará tras conocerse que ha mantenido una relación escondida con un alumno, sin embargo, lejos de adentrarse por el folletín de denuncia, el director Erkko Kivikoski aprovecha el inteligente guion para aunar un fuerte alegato contra la hipocresía del pensamiento único (que llega incluso a recordar a la reciente JAGTEN), al tiempo que ofrece un valioso retrato de una sociedad tan desconocida para nosotros como la finlandesa y que también tuvo sus propias convulsiones tectónicas. Una película recomendable y que trasciende la mera curiosidad frívola.
Saludos helados.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!