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martes, 20 de octubre de 2020

Larvas


 

Una larva es el principio de algo. Quizá no sea verdad del todo, pero lo parece. FIRST COW, la última película de Kelly Reichardt, vuelve a los caminos de MEEK'S CUTOFF, a ese espacio de pioneros y nómadas en un Oeste que iba construyéndose, en la mayoría de los casos, a base de integrar los despojos de otros lugares. Y Reichardt parece querer hacer un film-larva, algo primigenio y que vaya abriéndose poco a poco, con la única vocación de exponer ante nosotros un trocito de un mundo que ya no existe más, aunque aún puedan oírse algunos ecos. Y también es una hermosa historia de amistad, la que inician Cookie y King; el primero es el cocinero de un grupo de tramperos en Oregon, mientras que el segundo es un chino del que no sabemos casi nada, excepto que habla inglés perfectamente y es perseguido por unos cazadores rusos. Es un tiempo y un sitio inciertos, casi telúrico, donde todo es posible, lo bueno y lo malo, pero Reichardt prescinde de juzgar a nadie, pues todo el mundo tiene sus buenas razones para hacer tal o cual cosa. El film se abre con un misterioso prólogo en tiempo presente, donde una joven descubre por casualidad dos esqueletos enterrados, y de ahí retrocedemos directamente hasta un 1820 en 4:3, y situado en una especie de improvisada población en mitad de un sitio que promete oro, pieles y otras oportunidades. Cuesta entrar en la historia, pero merece la pena, y es necesario estar atentos a cada detalle y cada paso dado, como la llegada de la vaca por el río, tan sólo para satisfacer el deseo de un terrateniente de tomar el té con leche, y que será el desencadenante de una historia simple en apariencia, pero guarda una lógica interna que la emparenta con una forma de hacer cine que parece perdida desde los albores del mismo. Además, puede que contenga uno de los finales más hermosamente estremecedores que he visto en los últimos tiempos.

Saludos.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Desconcienciados



El último film de Kelly Reichardt (que también he dejado pasar dos incomprensibles añitos) comparte título con la obra maestra de Arthur Penn. Fin de las coincidencias. NIGHT MOVES es otro sutil y escurrdizo galletazo en los morros del sistema, donde más le duele al sistema, que es donde sus alargados brazos no llegan, Reichardt violenta el espacio vital de un grupo de activistas de la naturaleza (perroflautas y terroristas ecológicos también nos vale) para enfrentarlos a sus propios actos y, de paso, demostrar que tras toda acción han de enfrentarse unas consecuencias que, a veces, se escapan a nuestro conocimiento y control. Aquí no hay buenos ni malos, de hecho ni siquiera queda muy claro cual es la verdadera amenaza que van a combatir, ya que se trata de una ignota presa junto a un lago de pesca (uuuhh, qué miedo). Así que Reichardt traslada el meollo de la trama desde el trío protagonista hasta sus cuitas personales, los coloca en modo humano y muestra todas sus dudas y debilidades; lo que van a hacer no es ninguna tontería, es prácticamente un acto terrorista, y es paradójica la descripción de sus ambientes cotidianos: quitando a un ambiguo Peter Sarsgaard, ella se dedica a hacer sesiones de relajación oriental y él vive en una comuna en pleno bosque, donde cultivan verdurita ecológica. El cine de Kelly Reichardt es así, utiliza personajes normales, casi anodinos, y los empuja a situaciones desesperadas en las que deben tomar decisiones que cambiarán sus vidas dramáticamente. NIGHT MOVES no es tan estimulante como, por ejemplo, WENDY & LUCY, y su clima se antoja frío y en exceso desapasionado, pero es precisamente esa ambigüedad la que la pone a salvo de cualquier demagogia barata 2.0. Cine a ras de suelo, incómodo, con el que pensar por uno mismo no está reñido, e incluso es recomendable...
Saludos.

lunes, 25 de marzo de 2013

La Historia con minúsculas



Como si de un imposible híbrido entre CARAVANA DE MUJERES y GERRY se tratase, la directora Kelly Reichardt (WENDY & LUCY) sorprendió a propios y extraños con un western de fisicidad imponente y muy difícil ubicación. Fue hace tres años que MEEK'S CUTOFF nos relataba la cruda epopeya de un grupo de colonos en travesía por el árido paraje oregoniano; comandados por el ufano Stephen Meek, una suerte de trampero bastante fantasmón, irán adentrándose cada vez más hacia lo que, en un momento dado, parece ser ninguna parte. Por una parte, Reichardt concede gran importancia al paisaje, el polvo, el calor, los estragos que las duras condiciones irán haciendo en unos personajes de obstinada terquedad, que buscan igual un lugar donde establecerse como una dignidad que quede reflejada en sus actos temerosos de dios. Meek es el sabelotodo sin creencias ni amos, pero nadie está muy seguro de que realmente sepa hacia dónde los está dirigiendo, mientras se pavonea contando sus historias de caza de osos y peleas contra los indios. Precisamente, será la inesperada aparición de un indio la que vuelque el devenir de la cada vez más desanimada comitiva, que se verá abruptamente dividida entre los partidarios de seguir a Meek, que propone asesinar al que considera un enemigo, y los que ven en el indio la única posibilidad de escapar de un territorio en el que, de seguir más tiempo, sólo les traerá la muerte. Magníficas interpretaciones de Michelle Williams y un irreconocible Bruce Greenwood en uno de los mejores westerns realizados últimamente, mientras que la fantasmagórica fotografía de Chris Blauvelt contribuye al clima de extrañeza que envuelve esta aterradora pieza de supervivencia y fe, que no contiene, sin embargo, ni un solo gramo de autocomplacencia, manteniendo una distancia que se agradece y que ya es seña de identidad del personalísimo cine de su autora. Muy recomendable para los más inconformistas.
Saludos colonizados.

sábado, 22 de enero de 2011

Corazón



Wendy viaja en su Honda Accord del 88 a través de Estados Unidos junto a su Golden Retriever, Lucy; su idea es llegar a Alaska para trabajar en una fábrica de conservas; digamos que su idea completa es ganar el dinero suficiente para volver a su casa, en Indiana, con cierta holgura económica. Al llegar a Oregon, aparcará en un solitario parking para dormir, por la mañana el guarda le dirá que debe mover el coche de allí, pero el Honda se niega a responder. Será el principio de toda una odisea. Wendy espera a que abran el taller durante todo un día, mientras tanto va haciendo cuentas con el dinero que tiene y lo que puede gastar para llegar a Alaska.
He tenido la tentación de seguir contándoles esta película por dos razones, pero prefiero que la vean ustedes mismos y comprueben de primera mano cómo, de vez en cuando, podemos asistir a ejemplos de cine bien narrado, sin innecesarias florituras ni molestos tics. Una razón proviene directamente de la sensación de estar viendo algo nuevo, pese a su extrema sencillez; la otra es la extraordinaria interpretación, quizá por inesperada, de una Michelle Williams que las veces que la había visto en pantalla no me había convencido demasiado, aunque su denodado intento por sacarse de encima el sambenito de sex symbol (sobre todo en sus últimos títulos) es, como poco, encomiable. La recreación que Williams hace de esta desamparada chica, de monótonos atuendo y mirada, pasará a la historia como uno de los grandes personajes de la década que acabó. Luego está el buen pulso de Kelly Reichardt para no caer en un falso manierismo, no hay aquí ninguna reivindicación ni tentación estética, pese a que los escenarios nos resuenen de cierto cine independiente de formas despojadas y cálidos resuellos. Y por encima de todo ello, la hermosísima historia de amor entre una chica y su perra; una historia que podría haber filmado Chaplin pero también Antononi o el Lynch más comedido; una historia sobre el dolor de la ausencia, de la soledad, de la búsqueda de un sitio propio y los reveses de la vida, de la solidaridad y la incomprensión; un torbellino de sensaciones filmado casi sin palabras y que termina con una bella reflexión sobre qué significa estar vivo ahora, en alguna parte de este mundo tan complicado...
Tómenlo como una recomendación mía especial.
Saludos de puro cine.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!