jueves, 31 de enero de 2013

La pureza de lo extraño



A estas alturas, iniciar un debate acerca de la conveniencia de un cine tan extravagante como es el de Bruno Dumont, no sólo es un discurso inútil (usted y yo sabemos ya qué vamos a ver), sino que desvía la atención de lo más importante para dilucidar qué hemos de solicitar como decisivo tras una trayectoria que abarca ya más de quince años, siete títulos (si incluimos su aún inédita CAMILLE CLAUDEL) y un cartel en el panorama de festivales europeos difícilmente igualable para un autor de vocación tan oscurantista como la suya. HORS SATAN, por ejemplo, debería haber tenido un peso específico mayor, un poco "al estilo HOLY MOTORS", si se quiere; sin eludir su propia naturaleza desafiante ni enzarzarse en esos escasamente lucrativos ademanes de unionismo paneuropeo. Pero dejemos a un lado las milongas. Lo que hay en HORS SATAN ya estaba en LA VIE DE JESUS, L'HUMANITÉ y, en mucha menor medida, en su gran fiasco, HADEWIJCH. Pero ¿qué hay en realidad? Porque pareciera que a Dumont le molestase todo artificio que no le permita rearmarse en su discurso por y para un ser humano intrascendente pero muy singular; la humanidad, según Dumont, es directamente proporcional a la vida vegetal pacientemente observada o una fauna de movimientos desapasionados. La historia, argumento, sinopsis o siquiera esbozo, pianísticamente puede que prescinda de las teclas negras, pero su castrante ritmo requiere una atención al momento decisivo, puesto que no lo veremos venir. Aquí, en el delirante campo de la Costa de Ópalo, que ni oficia de costa ni es un campo propiamente dicho, Dumont pone el asesinato al principio, sin acentuar nada, casi como algo necesario e imbricado en el paisaje, y luego nos escupe sus personajes cincelados con un martillo romo. El resultado es un ensayo sobre el mal filosóficamente muy cercano a San Agustín, que nos viene a indicar que un acto no es malo en sí mismo, sino que lo es la voluntad con la que se realiza; y la búsqueda de este mal primigenio, que obstinadamente solemos representar en la figura de un Satan que aquí podría ser tanto una persona (el hierático vagabundo dispuesto a acabar con los problemas por lo sano), un viento enloquecedor, e incluso la propia asfixia sexual proveniente de la pobre chica dispuesta a recompensar a su salvador y rechazada una y otra vez. Como si Buñuel hubiese maritado con Pasolini y Beckett, el cine de Bruno Dumont nos recuerda que las formas pueden renovarse, pero (y esto he de decirlo con el conocimiento y la certeza de que su gran obra aún no ha sido filmada) éstas carecen de significado a menos que se establezca un diálogo metatextual con su propio tiempo. Tal y como lo haría un concertista de piano en soledad.
Saludos sin mala intención.

miércoles, 30 de enero de 2013

Contra el progreso y la tradición



En 1971, Nagisa Oshima filmó, a mi juicio, claro está, una de sus mejores películas, o al menos una de las que con más elegancia y sentido sentó las bases de lo que sería su manera de rodar, su cine. Un cine que era curiosa mezcla de observación y provocación; el acto y la reflexión entrelazados en la búsqueda interminable de nuevas formas narrativas. Por ello, y quizás sólo ahora, con el don de la perspectiva, Oshima ha sido tan influyente cuando de renovación de la escuela clásica nipona hablamos. En GISHIKI (LA CEREMONIA), el director realiza su propio y doloroso exorcismo familiar; con un esplendoroso trabajo de guion junto a Mamoru Sasaki y Tsutomu Tamura y un diseño de producción a cargo de Shigemasa Toda, que combinaba introspección y fastuosidad, y sumado a una fotografía magistral Toichiro Narushima, GISHIKI da buena cuenta (aunque en un complejo juego multinivel) de los fantasmas derivados de toda la bazofia acumulada durante generaciones y ocultada bajo las intocables convenciones tradicionalistas, en este caso referentes a una antigua estirpe de samuráis (el propio Oshima pertenecía a una), cuyo sentido de la moralidad, trasladado a la era moderna, aún conserva retazos de un inmoralidad que, consciente o no, deja personas marcadas, cuando no víctimas de un sistema basado en el ver, oír y callar. Sin caer en demagogias baratas, Oshima afila su discurso literario y lo eleva apoyado en unas imágenes inquietantes, difíciles de ubicar, y un reparto de asombrosa coherencia, donde sobresalen la bellísima Akiko Koyama, actriz fetiche del director, el televisivo Atsuo Nakamura (¿recuerdan aquella magnífica serie que se titulaba "La frontera azul"?) y la misteriosa y andrógina Atsuko Kaku, una actriz de estilizados rasgos de la que poco se supo después y que simbolizaba la brutal sumisión de la femineidad, descorporeizada hasta quedar como simple objeto, primero sexual, pero también como vertedero de miserias ajenas. Film más áspero que duro, GISHIKI es una cumbre en una filmografía, insisto, tan voluble como fascinante.
Saludos ceremoniosos.


martes, 29 de enero de 2013

Contra la tradición y por el progreso



El otro día nos dejaba uno de los directores más importantes de la última mitad del siglo XX, Nagisa Oshima. En El Indéfilo no podemos, por tanto, hacer sino dar cuenta de algunos títulos suyos; y como ya hablamos aquí sobre su obra más internacional, EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS, y la que supuso el punto y final al conjunto de la misma, GOHATTO, hoy debía resaltar su más que notable debut. Fechada en 1959, AI TO KIBO NO MACHI (originalmente titulada EL CHICO QUE VENDÍA PALOMAS, y renombrada por la Shôchiku como UNA CIUDAD DE AMOR Y ESPERANZA) auspiciaba una suerte de mezcolanza imposible entre el oficio de Ozu, el neorrealismo de Rossellini o la oblicua maestría de un Welles a pie de calle, dato último éste que sería la seña de identidad, ya para siempre, del cineasta japonés. En apenas una hora, Oshima realiza una precisa disección de la inmutabilidad descorporeizada de su sociedad, utilizando por un lado el drama social de un chico perteneciente a una familia de clase baja, que subsiste (y mantiene a su madre y hermana) a base de lustrar zapatos en la calle y vender palomas, mientras que, con una habilidad encomiable, pone en solfa a otra clase (universitaria y bien situada) que se permite realizar juicios de valor tanto censurables por basarse en un sentido de la beneficencia que, penosamente, impide al "pobre chico" desarrollarse por si mismo. Es decir: será con la ayuda "de", o no será. Y esto Oshima es capaz de plasmarlo asombrosamente con su, luego habitual, dominio de la metáfora más sangrante. El chico no puede evitar que las palomas vuelvan a él=aprovechará la circunstancia para revenderlas=será juzgado por ello=no podrá acceder a un puesto en una universidad. Y yo debería añadir: Y la solución, como siempre, será matar a la paloma...
Maravillosa.
Saludos columbinos.

lunes, 28 de enero de 2013

Rebajemos la tensión...



... mientras aún podamos. Porque sí. Porque en realidad lo que es cutre, o no, no es más que una elección adecuada, o no, de un par de conceptos, por otra parte ya bastante desfasados desde que una dirección de producción apenas si necesita espacio físico. Sin que haya pasado tanto tiempo como para que lancemos las campanas al vuelo, y llegados a un punto económico de difícil resolución ética, el retorno a unos orígenes, ya digo, no tan lejanos, ha de ser no una rareza, sino cada vez más una necesidad. Y es en el cine de "efectos especiales" (término en vías de extinción) donde esto se hace más patente y palpable; por un lado quedan grandes dinosaurios que quedan como gigantescos parques temáticos abandonados e inservibles, mientras que surgen productos que traspasan el simple "bajo presupuesto" y gozan del favor de un público menos dispuesto a la fanfarria, y sí a la buena narración de historias. Y no me refiero (no hoy al menos) a un cine de vocación intelectual (del que Shane Carruth sería sospechoso máximo), sino al gran entretenimiento sin grandes aspavientos (y podríamos invocar al primer Vincenzo Natali). Esta curiosa denominación pertenece a un film que en poco tiempo (se estrenó en 2010) se ha extendido como fenómeno en Internet, aprovechando los recursos que la Red ofrece a quien lo explota de manera inteligente. HUNTER PREY es un divertimento decididamente desprejuiciado, un gozoso híbrido entre unos posibles recortes del primer STAR WARS y aquella maravillosa película que se llamaba ENEMY MINE; añádanle unas gotas de la intensidad de PREDATOR y lo que obtendremos es un film ni tan altivo ni tan avergonzado, sino simplemente orgulloso de lo que es. Su creador, Sandy Collora, instruido en los estudios de Stan Winston, tira de imaginación y se olvida de los trucos digitales, facturando un producto eminentemente físico y centrado en una fatigosa e inacabable persecución, la que sufre una especie de prisionero interestelar por parte de un par de soldados, después de que la nave en la que viajaban se estrellase en un árido planeta. Me resisto a contar mucho más, puesto que el elemento sorpresa es fundamental en el verdadero sentido de esta pequeña película, a lo mejor no tan magnífica como se pudiese esperar, pero... ¿a quién le importa tras hora y media de cine de aventuras?... Recomendable y sorprendente a partes iguales.
Saludos cazados.


domingo, 27 de enero de 2013

Rincón del freak #93: Terror en trineo tirado por renos



Selma y Simo es una pareja de jóvenes finlandeses enamorados que, alegremente, emprende su viaje de novios en su trineo último modelo a través de las heladas regiones laponas de Utuniemi. En su nuevo hogar les espera Elsa, hermana de Simo y ciega de nacimiento. Todos vivirán en una estupenda cabaña junto a un río maderero, y, al ser gente de educación florida, el hecho de tener que codearse con rudos leñadores obligará al pobre Simo a tomar precauciones respecto a las dos féminas que ahora tiene a su cargo. Por cierto, al lado de la cabaña hay un extraño pozo, del que se cuenta que alberga al terrible brujo Jantukka, que antes de ser sepultado en el mismo para siempre, maldijo a toda la estirpe de sus verdugos... Pero, francamente, yo no tendría en cuenta este tipo de paparruchas supersticiosas...
Ya me habían avisado: "Hombre, podrías poner en esta sección verdaderas frikadas, y no acomodarte tanto"... Valeeeee!! Dicho y hecho. NOIDAN KIROT es una producción finlandesa (sí, de la Suomi-Filmi) de 1927, recientemente restaurada y recuperada para deleite de todos aquellos que sabían, en su fuero interno, que no todo acababa en Kaurismäki. La película en sí, aparte de la anécdota, es bastante primaria y de terror tiene lo justito; caben destacar algunos efectos especiales (de la época) y la vaporosa fotografía helada del ínclito Franz Ekebom, aunque su aspecto y desarrollo remitan a los folletines menos elaborados y más preocupados de mantener el misterio, que en este caso, tampoco es para tanto. Curiosidad con mayúsculas.
Saludos nevados.

sábado, 26 de enero de 2013

Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo #2



En 1998, Hong Sang-soo rescató un viejo guion suyo acerca de la provincia norcoreana de Kangwon, un lugar de bella naturaleza junto al mar que suele acaparar numerosa concurrencia turística del país vecino. Esta singular circunstancia (y es fundamental saberlo antes de ver el film), le sirvió para filmar la que sería su segunda película, KANGWON-DO UI HIM (EL PODER DE LA PROVINCIA DE KANGWON), en la que el director acota ligeramente el campo de acción respecto a su debut, y termina con una narración circular y perfectamente cerrada. Todo comienza con el viaje a dicha provincia de tres jóvenes; una de ellas conocerá a un policía local y empezará una especie de romance que la llevará a seguir visitando la mencionada provincia. En uno de esos "arrebatos de banalidad", tan caros al director, se nos informa de que una chica (apenas importa cuál) ha mantenido una aventura con un hombre casado. De nuevo tajo; radical y sumariamente. Un aspirante a profesor de universidad, casado y con un niño, intenta adular a su valedor (Johnnie Walker Blue Label mediante), un viejo profesor, siguiendo los consejos de un amigo, aunque poco convencido de su éxito. Seguidamente, ambos dos se irán de estranjis (no se me ocurre una palabra más gráfica) a Kangwon. Visitarán los lugares turísticos, comerán en sus restaurantes de especialidades marítimas, se emborracharán, alquilarán a un par de prostitutas y, mientras tanto, conocerán a la joven JiSook, que ha comprendido que su aventura con el joven policía (casado por añadidura) carece de sentido y futuro. Todo acabará igual que empezó, con un tren, un vendedor de calamares secos y cerveza fría y la sensación de que, incluso en el sitio más recóndito de Corea, si hay un buen contador de historias, "to er mundo e güeno"... Y hasta nos hace gracia que se vean los micrófonos... lo juro...
Saludos provincianos.


viernes, 25 de enero de 2013

Los observados



Ya desde SÁBADO, UNA PELÍCULA EN TIEMPO REAL, su debut en el largo, y, sobre todo, EN LA CAMA, el chileno Matías Bize ha explorado las posibilidades narrativas del tiempo, situando a sus personajes en constante conflicto con el mismo, obligándolos a "estar" no ya en la acción misma del film, sino en su naturaleza de objeto que está destinado a ser observado por un tercero, el espectador. Consciente o no, este cine es carne de suspicacias por pedantería, y el director queda a expensas de lo fino que sepa hilar de principio a fin. Si la primera no pasaba de un pretencioso experimento propio de un veinteañero, y la segunda, aun poniendo a Bize en el escaparate internacional, anteponía torpemente la forma (una única toma) al fondo, me parece necesario destacar el interesante cambio obrado en la que es su última obra hasta el momento. Estrenada en 2010, LA VIDA DE LOS PECES intenta prescindir a toda costa de "la importancia de lo que se está contando", y deja a sus personajes mucho más libres y fluidos, fuera del corsé que conlleva toda rebeldía non petita. Esta es la historia de una fiesta de cumpleaños convertida en pecera humana, por la que deambula Andrés (un magnífico Santiago Cabrera, cuyo único gran delito sea su atractivo físico), que lleva diez años viviendo en Alemania y que, por motivos nunca bien explicados, ha vuelto brevemente a Chile antes de marcharse definitivamente. Antes del intenso encuentro de Andrés con Beatriz (interpretada por la actriz fetiche de Bize, Blanca Lewin), su antiguo y gran amor, asistimos a una retahíla de personajes que, más que interactuar, chocan entre ellos, casi como peces abigarrados; todos incrustados en esa fiesta de cumpleaños como si lo de fuera no existiese, o se fuese directamente a la mierda. Y me gustó esta peliculita, debo decir; me gustó no saber con exactitud si el centro neurálgico de la misma partía de la misteriosa presencia de Andrés en un lugar que nunca le corresponde, o de su en principio oculta búsqueda, o realmente lo que importa es que cada elemento, cada persona, esté en mitad de un caos controlado, como peces observados desde fuera de la pecera...
Saludos sin memoria.

domingo, 20 de enero de 2013

Rincón del freak #92: No estamos para bromas... si es que era una broma...



Usted dice que es un excéntrico, así que se rodea de personas excéntricas. Tipos con Luminales amarillos que sólo comen hamburguesas y fuman en la mesa. Gente que no sale a la calle de día ni hace la compra. Ellos prefieren pasar del desierto al bosque; con peyote o setas, la vida se ve de otra forma ¿Para qué una hipoteca? ¿Qué sentido tiene pagar el alquiler? Entrar y salir de moteles vacíos, mientras la verdina se acumula en la piscina, es lo que mola. Así las cosas, si tienes un accidente de tráfico, lo más probable es que te persiga el monstruo de las galletas y veas personas que te sonríen desde la cuneta. Las palabras sobran, importan las miradas estrictamente silenciosas, los gestos a contratiempo y, finalmente... claro, conocer peña en Sundance que te permita estrenar cualquier cagada que se te ocurra; todo con tal de no doblarla en tu puta vida. Si por un instante se les ocurre echarle un vistazo a una cosa que atiende al nombre de THE OREGONIAN, abominen.
Saludos.

sábado, 19 de enero de 2013

Vida prócer: el cine de Hong Sang-soo #1



De hoy en adelante, continuando la fórmula que usamos el curso pasado con el maestro Yasujiro Ozu, y con la intención de repetirla cuantas veces estimemos necesarias, todos los Sábados estarán dedicados a repasar  la filmografía de un director coreano que, en opinión de quien esto escribe, lleva ya algunos años construyendo una obra tan singular y personal como referencial respecto a multitud de cineastas contemporáneos suyos, que no cesan de citarlo como un ineludible punto y aparte surgido de un país que en materia fílmica, precisamente, tan reticente se muestra a encontrar una voz propia fuera de su misma circunstancia de exotismo relativamente joven. Hong Sang-soo, pese a que acaba de cumplir 52 años, comenzó relativamente tarde a dirigir, concretamente con 36, aunque desde entonces su actividad le ha llevado a prácticamente rodar un film al año. Su debut, DAIJIGA UMULE PAJINNAL (THE DAY A PIG FELL INTO THE WELL, o EL DÍA QUE EL CERDO SE CAYÓ A UN POZO, título que apunta directamente al libro del escritor norteamericano John Cheever, de 1954) nos muestra ya a un narrador en toda regla al que no le asusta el campo abierto de las emociones del hombre contemporáneo. Sin grandes alardes, ni los habituales trucos que el cine asiático viene usando desde hace tiempo para dotar de entidad lo que apenas llega a la categoría de esbozo, Hong Sang-soo es honesto de la misma forma que un Rivette o un Truffat, sin actuar como dios salvador de sus propias marionetas, porque en su cine las personas son personas que actúan como personas, por mucho que un halo de extrañeza recorra sus pulcras imágenes de un Seul neutro, hastiado, recipiente de cubículos que asimismo albergan a estos seres que, pese a todo, siempre parecen aferrarse a una ínfima esperanza. No es que sus problemas sean la leche, no encontraremos en las películas de Hong Sang-soo grandes dramones ni honduras históricas, pero resulta complicado sustraerse ante la humanidad, rozando incluso una saludable ternura, de estos personajes a la deriva... aunque no extremadamente. No es ésta su mejor película, y hay que reconocer que su intento de ensayar una narración coral queda algo torpona, pero en las distancias cortas se intuyen las constantes de su cine posterior, mucho más elaborado; además de ese gusto por los egos inflados, o esos niños encerrados en cuerpos adultos que sólo miran los problemas de frente cuando estos ya les han dado caza. Es una lástima que tantos "aduladores" del cine asiático (horrible pamema éste) apenas si conozcan la obra de este director coreano, habitual en festivales de medio mundo; un desaguisado que desde El Indéfilo estamos dispuestos a arreglar a partir de este Sábado y a lo largo de los que están por venir. Buen provecho.
Saludos.

viernes, 18 de enero de 2013

Oda a un ruiseñor



Un poeta. Un poema. Un misterio: la extracción, por parte del poeta, de esa imposible grammar point a la que ha de dotar de vida. La suya propia, no la del poeta. Otro misterio: cómo la poesía, aun en escasísimas ocasiones, es capaz de colarse por las rendijas y márgenes de sonidos ajenos, otros ámbitos, e impregnar dicha estancia con su inexplicable esencia. Lo dijo alguien: "¿Poesía?... No, veo que usted me habla de un poema. Poesía es otra cosa... Además no se puede discutir sobre eso". Y en cine, ya que estamos, la mayoría de películas que han enfrentado al ámbito poético de frente ha sido incapaz de encontrar un solo gramo de poesía en sus imágenes, mientras que hemos encontrado esa trufa dorada bajo lo que sólo inconscientemente lo ha logrado generar. Así, en BRIGHT STAR, Jane Campion vuelve a tropezar en las ansias de una enamorada de la poesía, que cree ver la misma en cualquier rincón, y en este caso invocando el espíritu atormentado de aquel gran romántico que fue John Keats. Pero no. Esta rezumada intromisión en las externidades de cierto tiempo, ya elidido de su inmediatamente siguiente, es una especie de poema ya escrito, ya reconocible, y ya recitado; es por ello que uno reciba un inesperado júbilo al escuchar el inmortal poema que da título a estas líneas por un Ben Whishaw que se encuentra como pez en el agua en este tipo de roles. Era eso, y no otra cosa. Era una historia (otra) de amor entre vetiveres y dandeliones, y no el intento de penetrar en las mazmorras de un hombre excepcional, uno de los pocos que intentó cambiar todo un sistema de valores culturales desde una inacción que hoy llamaríamos pasotismo sin más. Keats no era poemas, era poesía, de la más grande que se escribió en su tiempo; y ante ello, la pobre Fanny Brawne, superada por la imposibilidad de conjugar su amor con la obligación de mantener una posición social, nos devuelve, desgraciadamente, a tierra firme, la que uno no pisa cuando está en poesía. Y Campion, una vez más, escribe prosa.
Saludos brillantes.

jueves, 17 de enero de 2013

La escritura como tinta sobre papel



Si le intuyo la intención a Raya Martin, es difícil quedarse solamente con una palabra; ni siquiera "ensayo" y ni siquiera "desnudez". Ni siquiera "deconstrucción", porque para ello debería haber una construcción previa, y sus imágenes son tan egoístas, morosas y ensimismadas, que uno diría de esos edificios céntricos con un solo habitante, y no tan majestuosos como simplemente incólumes. A Martin le interesa contar lo mismo de siempre, incluso sin que le molesten las tramas zafias, casi de culebrón barato; lo que pasa es que su forma de narrarlo desborda cualquier lectura preconcebida de la misma. En NEXT ATRACTION, Martin juguetea con una especie de making-of en bruto sobre algo que está rodando, presumiblemente una ficción. Podemos ver al equipo, al director ordenando cuándo empieza o acaba una escena..., pero nunca a los actores; no vemos "qué" está rodando, y apenas lo escuchamos. Y, de acuerdo, si uno acepta hacerse el inteligente, a lo mejor concedemos un acto de genialidad a un tipo que, en el global de una producción, dota de la misma importancia a los que estarán delante de las cámaras como a los que están detrás. Sin embargo, su radicalidad no le permite elaborar un único discurso, por acertado que sea, así que, seguidamente, "vemos" lo que Martin y su escueto equipo rodaba. Rodaba una esquemática tramilla acerca de un joven que se ve incapaz de conciliar su incipiente homosexualidad con una preocupada a la par que impertinente madre. Imagino que, dada la extrema juventud de Raya Martin, la posibilidad de un inacabable ensayo preparatorio para pulirse la retina, antes de su primera obra de verdadera enjundia, es algo que entra dentro de lo que algunos pacientemente esperan. No es mi caso.
Próximos saludos.


miércoles, 16 de enero de 2013

Cámara de pieza



Me suelen irritar muchísimo aquellas películas que "disimulan" su falta de condiciones con un manto invisible y autoconsciente que los "muy entendidos" no dudan en denominar como "humildad de medios". No sé qué tiene que ver una cosa con la otra. El disparadero emocional no debe ser confundido con la simple y pura pájara onanista, y en vanguardia quizá se separen como enigmas de lo pueril, adláteres hermosos o, en términos gastronómicos, ese pequeño e intenso bombón capaz de eclipsar incluso a la caza especiada a la D. O. Con la aparición del no-cine (y excúsenme), o audiovisual hibridado, o "tivimuvi" de calidad, lo arrinconado ha sido el cine-mastodonte, la cortina (aparatosa) de terciopelo y, cómo no, la necesidad del desplazamiento como intocable munición justificada por sí misma. El corolario se hace, ya, interminable, por lo que, hablando de necesidades básicas, me viene como anillo al dedo (y podría ser otra) una "pequeña" producción canadiense en la que el mcguffin no es otro que la posible fascinación que en el espectador medio ha de ejercer un protagonista de extracción tan exótica como la Inuit. El problema es que CE QU'IL FAUT POUR VIVRE (LAS NECESIDADES DE LA VIDA) le hace un flaco favor a la causa, caso de que exista, además de descubrir demasiado pronto las previsibles cartas de su bisoño realizador, que filma cada acto, cada mirada de ese ensimismado multiusos llamado Tivii (curiosa mamertología) como si una revelación nos fuese a ser mostrada a nosotros, los afortunados espectadores que hemos elegido lo raro en lugar de lo trillado. Por desgracia, y lejos de la punzante ambigüedad primitivista practicada por un Lisandro Alonso, y ya no hablemos de Flaherty o el Murnau de TABÚ, esta "oda a la diferencia" no trasciende (y apenas entretiene) por su abigarrado sentido del autoencorsetamiento. Una rareza muy poco rara, vaya.
Saludos glaciales y árticos.


martes, 15 de enero de 2013

Las otras crisis... recreadas



En 2000, nada menos que 36 años después, la productora televisiva Maysville se puso manos a la obra para una puesta al día de la película original dirigida por Sidney Lumet. Esta nueva versión de FAIL SAFE difiere en algunas cosas, pero fundamentalmente en un curioso aspecto: su vocación de mímesis, de ejercicio de camuflaje, la deja en una anécdota fatalmente atenazada; demasiado para un director tan libérrimo como Frears, cuyo indiscutible talento queda sepultado bajo la responsabilidad de no pretender aspirar a algo más. La televisión, en fin. Para que se hagan una idea, esta versión es poco más que lo mismo que rodó Lumet pero con peor cara, y, curiosamente, es aquí donde se hace patente la pobreza de medios, mientras que la original, al poseer un ritmo propio, transformaba esto en una atmósfera claustrofóbica, que no es lo mismo que tener la sensación de estar a punto de ver a los cámaras en acción. Frears logró, eso sí, un reparto bastante solvente; con el Presidente de Estados Unidos interpretado por un correcto Richard Dreyfuss; George Clooney como el piloto encargado de transportar la bomba atómica; John Diehl como el Coronel Cascio o Hank Azaria intentando (sin conseguirlo) de dar réplica al memorable Profesor Groeteschele al que daba vida WAlter Matthau. Completan el reparto Sam Elliott, Harvey Keitel, Brian Dennehy, Don Cheadle y un pobrísimo Noah Wyle, absolutamente perdido en el rol del intérprete de ruso, que tan bien hizo el recordado Larry Hagman ¿Que podían haberla hecho al menos en color? Pues podían y, en mi opinión, debían; básicamente porque este Blanco y Negro es tan cutre que por momentos parece uno de esos filtros incluidos en cualquier programa informático. Si no se ha visto la original tiene su gracia, pero ambas están a una eternidad de calidad. Avisados quedan.
Saludos en alerta roja.


lunes, 14 de enero de 2013

Las otras crisis



Hace tiempo (mucho para algunos, hace nada para otros), las crisis se medían, fundamentalmente, en términos bélicos, en la capacidad de destrucción ajena que una potencia económica era capaz de manejar en pro de sus propios intereses. Se llamó "Guerra fría", y el mundo entero estuvo en jaque, oprimido bajo una tensión mantenida por el bloque soviético y Estados Unidos; Comunismo y Capitalismo; en mi opinión, la misma milonga de siempre para tener al personal cagadito de miedo y que los políticos aparezcan como los héroes de la película. Y hablando de películas, una de las que mejor y más eficazmente hizo uso de esta disyuntiva o dilema fue FAIL SAFE, otra de esas tramas sin resquicios dirigidas por un bloque de granito llamado Sidney Lumet; un film del que podría (y debería) estar hablando durante horas, dado el elevado número de detalles que contiene esta ignorada obra maestra. Y todo comienza, sorpréndanse, con un General del ejército norteamericano soñando con un torero en plena corrida... ¡TREMENDO! Lo que sigue es un espacio cerrado, muy "Lumet", nada menos que la base de mando estratégico de Omaha, a la que acude un senador de visita y donde, sin solución de continuidad, se recibirá un conato de invasión por parte de las fuerzas armadas soviéticas; sin embargo, en línea directa con el bloque comunista, éste desmiente dicho ataque y lo achaca a un error de la tecnología estadounidense. Sin embargo, sobre los hombros del Presidente pesará la responsabilidad de contestar a dicho supuesto ataque, por lo que enviará a un escuadrón de bombarderos, armados con una bomba atómica, al mismo corazón de Moscú. El argumento, y sobre todo su desarrollo, son tas fascinantes, y está todo tan bien narrado, que uno asiste a este intenso drama psicológico, que por momentos roza el género de terror, con la certeza de estar ante un trabajo de seriedad intachable, ese cine que progresivamente ha ido desapareciendo de nuestras carteleras. El reparto, además, es de lujo y lo está; cuenten a unos sobresalientes Walter Matthau, como un científico fundamentalista y desquiciado; Henry Fonda como el Presidente con el destino de la humanidad sobre su conciencia; Dan O'Herlihy interpretando al General premonitorio o un jovencísimo Larry Hagman dando vida a un inexperto intérprete, con la complicada misión de trasladar las palabras del Presidente a los soviéticos de la manera más convincente posible. Si no la han visto, no sé a qué están esperando, porque este es cine de muchos quilates. Palabra.
Saludos helados.


domingo, 13 de enero de 2013

Rincón del freak #91: El bochorno de Fausto y 12



La verdad es que esto de Fausto, en este blog al menos, se acabó ayer... Lo de hoy, ni es Fausto ni nada, pero luce simpático hasta cierto punto, además de conservar esa placidez que otorga la ignorancia e incluso la desfachatez. La verdad es que todo aquello de la Fantastic Factory, con la promesa de instituir un modelo de producción digamos "americano" en nuestro país, tan poco acostumbrado a los métodos puramente de industria, fue algo que despertó algún interés, se desinfló cual burbuja inmobiliaria y actualmente, gracias a un inteligente reciclaje, ha mutado en otra cosa más compleja de explicar, pero que no queda en hacer serie B norteamericana con costes españoles. Su primer y contundente título fue FAUST: LA VENGANZA ESTÁ EN LA SANGRE, una penosa recreación en clave de cómic gamberro y subidito de tono de un improbable superhéroe de corte demoníaco y que vendría a ser un ridículo cruce entre Wolverine, Lobo y Batman... o más o menos... A ritmo de Heavy Metal (el tipo mata con fondo de Sepultura!!), el todoterreno Brian Yuzna era reclutado para servir un subproducto con todo el paso cambiado; algo así como si Hellboy lo hubiese adaptado Pedro Temboury. Sin un gramo de ironía, con un sentido del humor chabacano y el único consuelo de ver a la catalana Monica Van Campen enseñando su cuerpo serrano, poco o nada podía quedar para intentar ensayar algo mínimamente adyacente a Goethe... Qué sé yo. No la pongo en el fondo del todo porque el cachondo de Yuzna se descojonó con un par de escenas míticas para cualquier horda freak que se precie. Una es el lamentable descenso del héroe también conocido como Faust, cual Batman de saldo y esquina (Sabina dixit), precedido de unos no menos ininteligibles chistes; pero sobre todo quedará para la posteridad (consulten YouTube si no me creen) el exceso de látex humidificado para la transformación más bizarra que yo haya contemplado nunca. Esto es: una muchacha reducida dos enormes tetas y un enorme trasero con la cabeza en medio. Estoy seguro de que para algún adicto al ciberporno sería lo más de lo más...
Saludos.

sábado, 12 de enero de 2013

El mito de Fausto 11



Me imagino a Goethe traspasado a nuestro caótico tiempo, estupefacto ante el expresionismo de Murnau u horrorizado tras observar una incomprensible asepsia a la hora de representar un tiempo de barro, miseria y lágrimas. Veo a Goethe pidiendo por favor volver a su tiempo, lejos de las tentaciones de la imagen mentirosa y embaucadora. Pero no sé qué haría Goethe ante el FAUST con el que Alexander Sokurov logró, entre otros reconocimientos, el León de Oro en Venecia. Sokurov es uno de los directores de cine vivos que más me interesan, lo he repetido montones de veces aquí; por su intensidad, extrañamente meliflua; por su insólita construcción de personajes; por el aparente desprecio que suele mostrar ante la narración clásica, que hacen de sus films verdaderos torrentes de incontrolable avance. Pero sobre todo le reconozco a Sokurov su tenacidad para abrirle paso a un tipo de cine que no es que lleve el paso cambiado, sino que su dificultad técnica ofrece pocos resquicios a posibles imitadores, por lo que termina siendo un objeto único en su propio tiempo, y puede que incluso Goethe fuese capaz de respetar esta filosofía de cineasta puro. FAUST no es su mejor película, pero es una de las mejores que se vieron a lo largo del año pasado (que fue cuando se estrenó aquí). No es poco. Apoyado en la indescriptible fotografía de Bruno Delbonnel y Bernhard Nicolics-Jahn, Sokurov vuelve, como ya hiciera en EL ARCA RUSA (aunque esto sea una constante de su cine), a un pictorismo recargado, metamórfico, asfixiante; cercano a Rembrandt, Rubens y, en mayor medida, a Brueghel; pero nunca con el calco dispuesto, sino con su insobornable mirada  siempre atenta. Y como en la antes mencionada, FAUST se revela como un largo y tortuoso paseo guiado, esta vez alrededor de las iniquidades y miserias humanas; me resisto a contar nada más de su brillante guion, repleto de chanza y pesadumbre, y que presenta a ese ser intocable, el Diablo, más grotesco y menos solemne, conduciendo al pobre Fausto por unas calles llenas de moribundos, mendigos, putas y ladrones; pero mientras cree haber dado al fin con la posibilidad de ayudar a sus congéneres, a lo que terminará sucumbiendo es al egoísmo inherente de los placeres terrenales. Y de ahí al infierno hay pocos pasos; y Sokurov nos muestra esta transición lenta pero inevitablemente, casi como un destierro que ocurre sin que el espectador sea consciente de ello... ¡De nuevo la magia!...
Saludos.

viernes, 11 de enero de 2013

El mito de Fausto 10



A algunos les podría resultar anecdótico o directamente insustancial, pero este pequeño documental, producido por el ICAA hace diez años, viene a complementar jugosamente el visionado de la obra maestra de F.W. Murnau. Y no podía ser otro que el historiador Luciano Berriatúa (puede que uno de los mayores expertos en la obra del director alemán), quien dejase constancia de algo que ahora sabemos sobradamente: la durísima exigencia de Murnau con su equipo, sus actores y consigo mismo, lo que le llevaba, finalmente, a casi rodar varias películas a la vez. Intenten imaginar, si no, la existencia de varias versiones de su FAUST, y el posterior trabajo de descarte y metamontaje entre dichas versiones, lo que queda perfectamente expuesto en la inclusión de dichas versiones simultáneamente, al tiempo que la voz de Ana Cristina Iriarte, a la sazón directora de publicaciones en la Filmoteca, desgrana los "errores" o simples diferencias que llevaban a Murnau a elegir una imagen u otra. El documental, austero y óseo, se ve casi como una lección de crítica racional, además de suponer la constatación de una voluntad (desde aquí sea aplaudida) de rescate emocional de multitud de trabajos del ICAA que parecían poder perderse para siempre. Si se es admirador de la obra de Murnau, este trabajo es ineludible.
Saludos.

jueves, 10 de enero de 2013

El mito de Fausto 9



El acercamiento que la conocida agrupación "La Fura dels Baus" realizó en 2001 al mito de Fausto continúa siendo, aunque no lo pretendiese, una auténtica rareza. Y no sólo por tener difícil ubicación en el espectro del cine español contemporáneo, tan refractario a las correspondencias fisonomistas, sino porque, una vez vista de nuevo, sorprende el taimado tono, casi en rictus, del brillante guion firmado por Fernando León de Aranoa, lo que deja un regusto francamente extraño al comparar este aspecto con la elefantiásica puesta en escena de "La Fura". Pero al margen de todo esto, y hablando de la película en sí, lo cierto es que FAUSTO 5.0 no es tan rompedora como amenaza constantemente, pero esto redunda positivamente en una narración que no es en absoluto abstrusa, sino todo lo contrario, bordeando por momentos incluso el thriller clásico y de regusto pulp. A ello contribuyen decisivamente un puñado de buenas interpretaciones, con el actor argentino Miguel Ángel Solá encarnando a un circunspecto doctor Fausto, encargado de un hospital de enfermos terminales y que acude a una convención médica incapaz de alejar su mente de sus ocupaciones diarias, por tremebundas que éstas son, y que le acarrean la eterna pregunta del porqué del sufrimiento humano. Al llegar será asaltado literalmente por un extraño personaje, interpretado magistralmente por un Eduard Fernández superlativo (y que aquel año logró un merecido Goya), que dice haber sido paciente suyo  y cuya estrambótica sorna irá en aumento hasta desembocar en la desesperación de Fausto, incapaz de desembarazarse de él, y posteriormente cayendo embaucado ante lo que no puede ser sino la habilidad de conceder los deseos más íntimos. FAUSTO 5.0, ya digo, navega entre dos aguas aparentemente irreconciliables; uno, el relato clásico, queda bien solventado por un trabajo profesional más que digno, mientras que, por increíble que parezca, y hablando de quienes hablamos, uno hubiese echado en falta algo más de nervio estético y menos instalación, algo que canta y mucho en un film que es más divertido que reflexivo. Palabra.
Saludos.


miércoles, 9 de enero de 2013

El mito de Fausto 8



En 1994, el genial Jan Svankmajer se sacó de la manga una de las versiones más personales, extravagantes y sugerentes que del mito de Fausto se han hecho jamás. Mezcla de imagen real, animación stop motion y unas maravillosas marionetas, LEKCE FAUST empieza un poco aturullada, casi ininteligible, para, una vez hemos entendido el complejo juego propuesto por el maestro checo, terminar siendo toda una delicia y deleite para los sentidos. Casi sin palabras (la mayoría del diálogo se encuentra representado en el teatro de marionetas), Svankmajer nos propone un Fausto irresistiblemente jocoso y de aire (como no podía ser de otra manera) casi kafkiano; una especie de sacrilegio, no ya formal, sino directamente argumental, y en el que el pobre hombre interpretado por Petr Cepek dista una enormidad del Fausto apesadumbrado por el mal del mundo; digamos sólo a modo de ejemplo que sus ambiciones son más terrenales y que sus invocaciones demoníacas terminarán como el rosario de la aurora. Mención aparte tendrán las impresionantes transfiguraciones del personaje mefistofélico; ora muñequito metamórfico y arcilloso (desde calaveras de honda mirada a bebés monstruosos), ora marioneta cabezona y de madera, que a las caprichosas órdenes del bufón invocador acabará más hastiado que aterrador. En un momento dado, incluso las marionetas se confundirán con la gente real y darán un paseo en gabardina, mientras de una mesa manará vino sin explicación aparente o los coches cobrarán vida propia. Y si me permiten, se la recomiendo encarecidamente a todo el mundo que le guste disfrutar del cine como experiencia sensorial.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!