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domingo, 2 de julio de 2023

Rincón del freak #555: Faster, you punk! Kill, kill!...


 

THE DRILLER KILLER es el debut en la dirección de Abel Ferrara, que ya en aquel temprano 1979 daba sobradas muestras de su talento, tan desajustado a cualquier canon como repleto de soluciones visuales. Ferrara siempre ha sido un outsider, un paria de la industria, un enfant terrible que se atrevía a iluminar los rincones de un New York que casi nunca aparecía en los estándares del luminoso Hollywood. He aquí un film sórdido, autista, de trama tan simple como hermética, fiando su impertérrito argumento a una interesante observación de los modos y costumbres de los fondos más bajos de la ciudad, que sirve como estrambótica excusa para ilustrar la espiral de locura en la que cae el protagonista (el propio Ferrara), un pintor sin éxito, que malvive en un cochambroso apartamento junto a dos chicas. Casi como una rudimentaria metáfora, el tipo se obsesiona con un taladro por motivos inexplicables, e inicia una cadena de asesinatos gracias a otro descubrimiento... una batería portátil, por supuesto. Sí, a quien sea ajeno a la densa obra del neoyorquino, le puede resultar una obra pretenciosa en su economía de medios (apenas 20000$), o un mero corolario de aquel NYC de finales de los setenta, en los estertores de los clubs y la inagotable pecera repleta de grupos de efímera trayectoria. Ni una cosa ni la otra, porque Ferrara siempre ha ido por cuenta propia, desde un slasher punk hasta su thriller psicopático y católico, la deconstrucción del mito de Scorsese o su última locura de escritura dodecafónica, biopic descontrolado inclusive. 
Sí, es rara, punkarra, bordeando el desastre y abrazando lo amateur desde el control de las "claves de razón práctica". Es Abel Ferrara, y va a ser difícil que haya otro que se atreva a tanto...
Saludos.

martes, 4 de enero de 2022

Inicios de la ficción documental


 

Hay directores que controlan su capacidad de riesgo, sobre todo cuando ya cuentan con un nombre respetado en el engranaje de la implacable industria. Los hay que se permiten alguna digresión que, de no ser por ese nombre, acabaría con la carrera de cualquiera. Los hay que, precisamente por prescindir de ingresar al circuito comercial, son considerados outsiders, aunque su repercusión queda en manos de unos pocos cinéfilos. Y luego está Abel Ferrara. Lo digo porque el director neoyorquino lleva más de 40 años esquivando golpes que le llueven de todos lados; "peleando a la contra", sí, pero soltando algún mamporro de los que hacen época. Su cine no es ni independiente ni comercial, y ha trabajado con algunos de los mejores profesionales de la industria, y las productoras se lo han rifado como ese nuevo gran renovador del lenguaje cinematográfico. Ferrara siempre ha ido a lo suyo, y ha logrado consolidar una obra repleta de fiereza, que no se alinea en ningún bando, y que sólo bebe de su propia circunstancia. Ahora bien, rodar ZEROS AND ONES con 70 años es un escupitajo definitivo al modelo de producción actual, como si se riese de quienes han obviado el elefante en la habitación, y han seguido contribuyendo al entertainment, como si en estos casi dos años no hubiese pasado nada. Ferrara filma la no-película, el artefacto que lo va desmontando todo mientras se va desintegrando; un thriller apocalíptico con mascarillas, en el que un militar vaga por las calles del Vaticano filmando calles vacías, sobornando a indigentes, mientras es perseguido por mafiosos rusos que quieren usarlo como inseminador, porque es el único que conoce el paradero de un niño al que todos buscan, y que bien podría estar en un pesebre moderno. Ferrara malea su material a puro antojo, filma con luz natural (casi siempre de noche), mezcla distintos tipos de grano y nos sumerge en una experiencia visual agotadora si no se está mínimamente entrenado. En mi opinión, lo que logra es disfrazar su devastadora crítica hacia una sociedad manipuladora e hipócrita, con los ropajes de lo que podría ser el making-off de una insustancial superproducción conspiranoica. Es tan descolocante, que su protagonista, Ethan Hawke, interpreta a dos gemelos, pero podría no haberlo hecho, porque da igual. Y porque podría ser la única película (al menos que yo recuerde), que se abre y cierra con el actor principal hablando a cámara como persona, y no como personaje... incluso para recordarnos que rodar en pandemia debería haber sido una catarsis, y desgraciadamente no lo ha sido. 
Me juego el cuello a que no les va a gustar. Yo aún sigo intentando digerirla. Puro Abel Ferrara.
Saludos.

martes, 22 de septiembre de 2020

Carta al maestro


 

En 2014, Abel Ferrara, impulsado por la dificultad a la hora de financiar proyectos, decidió marcharse a Italia para materializar una idea a la que llevaba varias décadas dándole vueltas. PASOLINI es, como casi todo el cine del neoyorquino, profundamente personal, respetuoso a su manera con la figura del maestro, pero buscando siempre la distancia necesaria para no caer en falsos manierismos. Y Ferrara cae, pero siempre son los suyos, y por eso su cine es reconocible, incluso en lo complicado que suele ponerlo a la hora de transcribirlo. Comenzando por la elección de Willem Dafoe, sabemos que no estamos ante un biopic al uso, sino ante los hechos tal y como Ferrara sabe, cree saber o imagina que fueron, empezando por la escasa duración (80 minutos) y la cantidad de cosas que quiere insertar, algunas más afortunadas que otras. La grave elipsis que enlaza el principio con el final habría dado para un corto impresionante, con un Pasolini intentando defender su postura artística y filosófica ante un mundo y una sociedad que le admiran sin comprenderlo; ello desemboca, cómo no, en los terribles sucesos acaecidos en la playa de Ostia, filmado con su habitual sequedad por Ferrara. Por el camino quedan decisiones no del todo justificables, como la aparición de Ninetto Davoli, la orgía entre gays y lesbianas o un par de historias contadas por otros personajes, y que acaban por disolver gran parte de la fuerza potencial de una película, no obstante, que se nota que simple y llanamente debía ser hecha por su director. Su carta de amor, o de despedida.

Saludos.

sábado, 14 de febrero de 2015

La dispersión en el sistema



Hacía tiempo que no veía nada de Abel Ferrara, un director que solía gustarme, sobre todo cuando la poderosa plasticidad de sus imágenes tenían un buen guion detrás. Nada o poco de esto ocurre en WELCOME TO NEW YORK, que parece una mera exhibición de atrocidades en clave bufonesca y cuyo mayor (supuesto) logro es darle una patada en el culo al sistema capitalista y los monstruos que ha creado. Uno de ellos fue Dominique Strauss-Kahn, cuya sórdida peripecia es de sobra conocida, casi más como crónica rosa, lo que ha ocultado gran parte de lo que realmente significa que saliera a la luz un abuso de poder por parte de un hombre aparentemente intocable. El problema de WELCOME TO NEW YORK es que no se sabe a dónde quiere ir a parar, si opta por ridiculizar la caída de este despojo humano o verdaderamente Ferrara va a usar su ojo clínico para ahondar en un estado de las cosas deplorable. Así, mientras la primera parte usa muchos de los recursos que ya vimos en BAD LIEUTENANT, la segunda es una tediosa justificación que apenas se apoya en la absurda (y supuesta) afirmación que Gérard Depardieu (a lo mejor interpretándose a sí mismo) escupe a unos periodistas en el arranque: "No me fío de los políticos. Soy una especie de anarquista". Ustedes conocen tan bien como yo los problemas con el fisco del actor... El resto queda a su propia imaginación, claro...
Saludos.

sábado, 23 de mayo de 2009

Pesadilla sin fin

Corrían los aciagos años noventa cuando Abel Ferrara, que sólo había sido considerado como el émulo underground de Scorsese, decidió retratar concienzudamente sus propios demonios. Así que dejó de estilizar la figura del gangster neoyorquino y mostró la gran pandemia del hombre moderno: sus adicciones.
THE ADDICTION continúa el infierno desatado en BAD LIEUTENANT y que está presente en otros títulos menores, como BODY SNATCHERS o DANGEROUS GAME. La diferencia, en este caso, viene dada por una particularísima visión del vampirismo, la adicción a la sangre, poco menos que correspondida con otras adicciones más comunes y que todos tenemos en mente, máxime si hablamos de Ferrara.
No creo que la intención de Ferrara fuera una simplista historia de terror, su logro es transmitirnos el "mono" de una mujer (tremenda Lili Taylor, ¿qué ha sido de ella?) que ha sido mordida por una vampira sin motivo aparente. Es esta adecuación neblinosa, inexplicada, la que dota a un film en principio mil veces visto de una fuerza inusitada. El vampiro mostrado como un vulgar yonqui, la sangre comerciada como heroína o cocaína, las víctimas seducidas, atrapadas e indefensas.
A mucha gente le fascina la breve intervención de Christopher Walken como Grand Vampire, pero no me convence a mí demasiado, no por falta de calidad, sino por interrumpir bruscamente el fascinante deambular de esa vampiro-yonqui que no puede reprimir su nueva adicción, pese a saber que debe matar para ello. Y todo filmado en un blanco y negro crudo, casi expresionista; donde se sustituyen castillos y páramos por callejones y sombríos locales, el mundo inequívoco de Ferrara.
Es una hemorragia de satisfacción el saludarles una vez más.

domingo, 27 de abril de 2008

Agujeros negros

Los virus son formas de vida un tanto curiosas, dependen de un cuerpo ajeno para poder desarrollarse y, sin embargo, su interacción comprende la agresión, el daño y ocasionalmente incluso la muerte de dicho cuerpo. ¿Se podría hablar en algún caso de "virus y moralidad"?
Cuestión filosófica que no toca desentrañar en este sitio, mas nos sirve para intentar abordar una película a la que uno sólo puede enfrentarse de una manera: con valentía.
No es tanto, a mi parecer, el rollo psico-religioso que Abel Ferrara inocula a cada trabajo suyo (el colmo ya es MARY), sino la originalidad y, sobre todo, la crudeza con la que el neoyorquino nos embarca en la peripecia autodestructiva, nihilista, infranqueable del teniente de policía que deja de lado, igualito que un virus, la moralidad y utiliza cuanto está a su alcance (robo, extorsión, asesinato) para lograr sus objetivos. La paradoja está en que tales objetivos (dinero para apostar, drogas, etc...) son la punta del iceberg, ya que importa mucho más el abismo sin fondo que se abre por debajo.
Harvey Keitel demuestra por qué es uno de los grandes, conformando el personaje más terrorífico, por cercano, que he podido ver en una pantalla. Los momentos en los que sufre los efectos de su politoxicomanía deberían pasar a la historia del cine como "sí, tío, ya era hora de que alguien mostrara un yonqui tal y como es".
Después de varios visionados, BAD LIEUTENANT se mantiene única en su especie (acaba de cumplir la mayoría de edad), con la fuerza de una ópera prima (sin serlo) y la asunción de que sin decir nada nuevo, sí que dice lo que la mayoría no se atreve. Ferrara nos acusa directamente a nosotros, los que nadamos seguros en nuestra seguridad adquirida, y por eso constantemente muestra su ansia de redención cristiana, probablemente lo único a lo que alguien pueda aferrarse tras habitar los agujeros negros de a abyección.
Véanla, y si no les gusta es que yo tenía razón...
Saludos indéfilos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!