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jueves, 12 de diciembre de 2024

Lobo hombre en Nueva York



 Fieles a nuestros indetectables (e insobornables) tics, y justo antes de rematar el año, vamos con el repaso a los "cuatro Miguelitos". Y si no saben de qué les hablo, pues nada. Jamás pensé que volvería a ver, 30 años después, WOLF, o la ocurrencia de vislumbrar a Jack Nicholson como un improbable hombre lobo. Aquél fue un visionado un tanto extraño, en una sala de cine medio vacía, y con la sensación de no saber qué diablos has visto dos horas después. No me extraña que no me enterase de nada entonces, pero la primera mitad de esta anomalía es una buena película, que ahonda en la liberación experimentada por un cincuentón tras perder su trabajo como editor y descubrir que su mujer le pone los cuernos con el joven trepa, que le ha desplazado en todos los sentidos. Metafóricamente, WOLF ni siquiera necesitaba pergeñar un pedestre acercamiento al cine de género, bastaba la escena en la que Nicholson se mea literalmente en los zapatos de James Spader, o aún mejor, el olisqueo al que somete a una Michelle Pfeiffer, de la que luego supimos que no le hacían falta las lentillas. Como comedia generacional involuntaria tiene su punto, pero hay algo muy incómodo viendo al protagonista haciendo como que corre, o lo indisimulado de los dobles, que cantan por soleares incluso con un kilo de maquillaje y la cara llena de pelos. Por no hablar de lo marciano de hacernos creer que hay excusas para un bosque lleno de animales al lado de la Gran Manzana.
Por cierto, alguien pensó también que el compositor ideal podría ser Ennio Morricone... No sé, muy raro todo...
Saludos.

viernes, 10 de mayo de 2024

Con otro tiempo


 

THE FORTUNE es la típica película que uno no se explica cómo ha podido pasar tan desapercibida, hasta que la ves y encuentras, dentro de su envenenada premisa argumental, un cuerpo que no pertenece a su tiempo. De hecho, diría que el guion de Adrien Joyce (recordemos, seudónimo utilizado como guionista por la actriz Carole Eastman) "brinca" entre varias épocas y, claro, las formas de entender el cine. Parece un slapstick de los años 20, que seguidamente entra en la comedia negra de los 50, pero no quiere perder la perspectiva de un cierto desencanto existencial de 1975, año de su realización. O explicado de otro modo: mezclar a Chaplin, Lubitsch y Wilder para terminar remedando los tics de Woody Allen. Y eso que el casting es perfecto, con unos estupendos Warren Beatty, Stockard Channing y Jack Nicholson, que forman un extraño y destartalado trío, burlando la no menos bizarra "ley Mann", que prohibía sacar a una mujer de un estado si no se estaba casado con ella... ¿?... Todo corresponde a un plan orquestado por el personaje de Beatty, tras seducir a una joven heredera neoyorquina, pero no poder casarse con ella, ya que él está casado; para ello embauca a un pobre diablo (Nicholson) que hará las veces de marido postizo, y una vez en Los Angeles deshacer el matrimonio y el suyo propio y entonces casarse. Mucho enredo en un film al que le cuesta arrancar, y que se aprovecha de la vis cómica de Channing, perfecta como esa pobre niña rica que no se entera de nada, justo hasta que el film vuelve a virar hacia un desenlace que me parece que no corresponde con el tono jocoso que hemos estado viendo. Es esa ensalada de emociones la que deslavaza el montante y resta importancia a una película que supuso un batacazo considerable para Columbia, aunque su protagonista femenina obtuvo una nominación a los Globos de Oro. Incluso creo que gana enteros vista hoy día, al menos si se la puede despojar de todo buenismo, pues el título debería haber sido "Entre cabronazos anda el juego"...
Saludos.

viernes, 30 de abril de 2021

Aquellos tragos amargos


 

No es sencillo ubicar una película como HEARTBURN, mucho menos ahora (hablamos de 1986), con todas las coletillas que penden, como impávidos post-its, a modo de "manual del melodrama conyugal". Todos quieren ser Bergman y explicarnos muy bien por qué el amor es el campo de batalla más peligroso, y tenemos multitud de ejemplos, pero a lo mejor no tan explícitamente valientes como éste. La película era como asistir a una interminable sesión de flagelación, la de la escritora y cineasta Nora Ephron, que relataba sin paños calientes su tortuosa relación con el periodisya Carl Bernstein. Se agradece el tono desencantado, del hartazgo progresivo de una Meryl Streep que se va adueñando poco a poco del protagonismo, hasta desintegrar a un Jack Nicholson reducido a un tipo bastante detestable. Sin embargo, hay algo que rechina, algo indetectable, pero que bien podría ser la verosimilitud de la circunstancia de la protagonista, fuera de ella misma, rodeada siempre de gente que no la comprende o simplemente la trata como una pobre idiota, por volver una y otra vez con un hombre que no cesaba de ponerle los cuernos y poco menos que abandonarla con dos hijos. Por ello es una película que dejó a más de uno con el ceño fruncido, quizá porque esperaban una comedia romántica al uso, o un despliegue de duelos interpretativos; pero ni es lo primero, ni el dúo protagonista consigue la química suficiente para lo segundo. Pero recuerden, el pastel que se acaba es de lima, y la lima es amarga...
Y, sí, el cuarto era Mike Nichols.
Saludos.

martes, 28 de abril de 2020

La gran jornada



Hay pocas películas más destructivas que WHO´S AFRAID OF VIRGINIA WOOLF?, que Mike Nichols dirigió con sólo 35 años, edad que no debería sorprender tanto si no fuera por la crudeza del texto original de Edward Albee, y por la firmeza con la que dirigió a dos monstruos como Richard Burton y Elizabeth Taylor, y muy especialmente a esta última. Respetando la teatralidad de Albee, el guion de Ernest Lehman lo descentra desde el domicilio conyugal de este matrimonio, del que nunca sabremos si se aman o se odian, o si ambos sentimientos son indiscernibles el uno del otro. Él es un profesor de Historia en la universidad que dirige el padre de ella, y una noche regresan de una de las habituales veladas alcohólicas entre el profesorado, aunque han tenido la ocurrencia de invitar a un matrimonio más joven, formado por una joven ingenua y un incipiente profesor de biología. Lo que sigue es una bajada a un infierno de desprecio e insultos, abundantemente regados con alcohol, a la que los invitados asisten con estupor primero, pero con algo de curiosidad después, y acabando por caer en el perverso juego que ambos han ido construyendo. Una película terrible, agónica a medida que se acerca a su desenlace, y que habla de fracasar, y no mejor precisamente, sino tragando el fango que amenaza con tragarse cualquier atisbo de humanidad en unos diálogos que son como cuchillas de afeitar, y un tour de force interpretativo francamente devastador a cargo de una pareja a la que cuesta suponerle cuánto de autobiográfico tenían esas interpretaciones.
Una de esas películas que no contienen un gramo de hermosura, ni siquiera al llegar el amanecer...
Brutal.
Saludos.

martes, 11 de noviembre de 2014

¿Qué me pasa, Capitán?



La respuesta antibelicista en el cine norteamericano tuvo un auge destacado a principios de los años setenta, justo después del desastre que supuso la guerra de Vietnam y cuya influencia se dejó notar, sobre todo, en un grupo de intelectuales "de izquierdas", que arremetieron contra el sinsentido de la locura militar del gobierno estadounidense y la paranoia post-guerra fría. Hay algunos títulos cinematográficos de aquella época que son perfectamente representativos de ello, como CATCH-22, que adaptaba libremente el vitriólico libro de Joseph Heller y que con el tiempo se ha convertido en una verdadera película de culto. Imposible cruce entre el exceso felliniano, el absurdo burocrático de Kafka y la risa congelada del teatro de Ionesco, Mike Nichols, que por entonces gozaba de gran crédito, adelantó (esto, entiéndanlo, con reservas) casi una década el rodaje kamikaze de APOCALYPSE NOW y consiguió, como Coppola, que los Estudios nunca volvieran a mirarle con el mismo agrado. CATCH-22 es una sinfonía de ruido, polvo y neurosis, que nos planta una localización militar en algún lugar de Italia en la WWII en la que se llevan a cabo intervenciones aéreas, sin que quede muy claro contra quién ni con qué objeto concreto. El Capitán Yossarian (un joven y excepcional Alan Arkin, perfecto antihéroe escéptico) no aguanta más, y pide salir del ejército con la excusa de que está loco ¿El problema?: la norma 22, que indica que un hombre que desea irse a casa y no combatir... ¡no puede estar loco! Así, y sin solución de continuidad, el film ofrece un continuo desfile de grotescos personajes, a cuál más indeseable (terrorífico el interpretado por Jon Voight, que convierte la base en un emporio comercial) y la constante sensación de que todo no es más que una pesadilla febril o una broma pesada. Injustamente olvidada a día de hoy, me cuesta creer que se pudiese acometer un proyecto como éste hoy día, con un notable presupuesto y una mala leche en su guion tan acusada. Y dos cosas a tener en cuenta: el rutilante reparto, que contaba además con Orson Welles, Martin Balsam, Anthony Perkins, Martin Sheen o ¡Art Garfunkel!... Y la famosísima escena de la avioneta... Ah, ¿que no la conocen?... pues ya tardan en buscarla.
Saludos.

sábado, 5 de mayo de 2012

La carrera por el poder



Hace poco volví a ver PRIMARY COLORS, una película que en su momento me pareció bastante tediosa y un poco absurda; casi catorce años después, me ha gustado bastante. Todo ello me lleva a pensar en el bien que ejerce sobre algunas obras el paso del tiempo, o mejor, la distancia de miras. Primero porque el asunto de faldas que escandalizó a la opinión pública, y que tenía como principal acusado a Bill Clinton, no era, en sí, el "gran tema" de la política estadounidense de finales de los noventa (hasta ahí podía llegar la broma), sino el tremendo desgaste sufrido por los demócratas y que daría con un tipo tan peligroso como George Bush en la Casa Blanca. Y ahí es donde un director tan inteligente y audaz como Mike Nichols consigue los mejores momentos de esta oscilante cinta, a ratos apasionante, a ratos fría y analítica, y a ratos planteada como un exhaustivo collage de personalidades interpuestas, con unos estupendos John Travolta y Emma Thompson en primera fila. Precisamente por eso no creo que sus dos horas y media sean excesivamente largas (EL ALA OESTE DE LA CASA BLANCA no podría haberse resumido tanto... por ejemplo), sí un poco dispersas, sin llegar a decidirse por un tono en concreto. Tenemos una campaña electoral un poco caótica, un escándalo, una lucha a muerte contra los adversarios (la parte final es realmente cruel, en este sentido) y la sensación de que siempre son otros quienes manejan el cotarro. Travolta está excelente y sin caer jamás en la parodia; su personaje es tan tierno como patético, tan familiar como repugnante, y en ese torrente de emociones aparentemente contrarias, si no hubiese estado Nichols nos hubiésemos encontrado un tocho pseudoconspiratorio de dimensiones "mailerianas". Y es que, tal y como sospechábamos, ser de carne y hueso siempre tiene un precio.
Saludos primarios.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!