miércoles, 31 de mayo de 2017

Cada uno en su jardín



AMERICAN PASTORAL se intuye como una gran, enorme e irrecuperable oportunidad perdida, la de acometer a un gran escritor en la que con toda probabilidad es su gran obra. La novela, para quien no la haya leído, no es sólo una potente y lúcida reflexión sobre el inquietante papel que la madre patria estadounidense ejerce sobre sus habitantes y, por extensión, el resto del mundo, sino que supone un manual de valor incalculable para quien tenga la descabellada intención de dedicarse a escribir. Es, pensando un poco, una narración íntima en lo doloroso y desatada en lo histórico, y ambos aspectos confluyen y maridan sin esfuerzo en el libro de Philip Roth. Y quizá su adaptación cinematográfica hubiese demandado una mano más experta que la del actor escocés Ewan McGregor, que se queda en una aceptable dirección de actores, lo más destacado, pero que se ve imposibilitado para tocar en un órgano tan inmenso, lo que deja esta mordaz epopeya en apenas un dramita familiar, y lo que podría haber sido un título para recordar en una curiosa anécdota. Baste señalar la intrascendencia del prólogo y el epílogo, que quedan desgajados del núcleo central, donde asistimos a diversos intentos de lucimiento de su director y protagonista, mientras Jennifer Connelly y Dakota Fanning hacen lo que pueden por dar credibilidad a unas situaciones exageradamente novelescas. Nos quedaremos sin saber qué hubiese hecho un Jeff Nichols, por ejemplo, pero eso ya pertenece al sinuoso terreno de la especulación.
Saludos.

martes, 30 de mayo de 2017

Placer y locura



Partamos de la base, comúnmente aceptada, de que la novela de Bret Easton Ellis no puede adaptarse al cine, no al menos si se pretende respetar la intención original del autor, que no era otra que acometer un estudio psicológicamente íntimo desde fuera, confrontando el excesivo culto a la imagen con una palabra interior que en ningún momento sabríamo atribuir a un demente o a un lúcido y brillante analista. Así, AMERICAN PSYCHO, la película, es complicada de abrazar desde la adaptación, pero Mary Harron logró un film que funciona con autonomía, y que recoge algunas cosas de la novela, aunque con muchísima menos profundidad. Personalmente, cuando la vi en su estreno me dejó un tanto indiferente, quizá por un exceso de expectativas que no se vieron satisfechas; un segundo visionado me ha revelado una película mejor de lo que la recordaba, con un Christian Bale poseído del espíritu de ese Patrick Bateman, y transmitiendo esa fría locura, que asusta aún más por narrarse desde un punto de vista consciente de la misma. Se han hecho desde entonces muchas películas similares, cada una aportando nuevos hallazgos visuales e intentando dar un paso más hacia una truculencia definitiva, pero convengamos en que hay algo deliciosamente intemporal en un tipo explicándole a dos prostitutas las bondades de esa "obra maestra" llamada "Invisible touch"... A partir de ahí, ya se puede esperar cualquier cosa...
Saludos.

lunes, 29 de mayo de 2017

Ataque podemita



AMERICAN HONEY parece perpetrada por un lobby de extrema derecha para arremeter contra todo lo que en Estados Unidos pueda oler a algo parecido al socialismo democrático y variantes perroflautistas. Ustedes saben, el exceso de entusiasmo suele derivar siempre en absurdos y vacuos artefactos como éste, una impenitente oda a la vacuidad emocional e infantilismo intelectual, que destapa lo que intuíamos en trabajos muy superiores, como FISH TANK, pero que aquí toma el aspecto de un pantagruélico y desmesurado videoclip sin pies ni cabeza. Una película de casi tres horas que comienza aceptablemente, permitiéndonos conocer en un par de trazos el mísero día a día de Star, su protagonista, que no duda en largarse con una troupe de vendedores de suscripciones a domicilio... ¿¿??... (ni pregunten), aunque el trasfondo sigue siendo invariablemente la farra etílica, el perreo rihannero y, claro, unos diálogos que yo recuerdo haber oído en impagables encuentros entre Bertín Osborne y Arévalo, dios gangoso del seudohumor ibérico. Aparte, está Shia LaBeouf metido con un calzador enorme, perdidísimo entre tanta rave. Arnold parece pretender epatarnos, contarnos un Huckleberry Finn moderno, mientras busca "su imagen" en esos parajes desérticos con luz crepuscular, o establece su inocentona crítica al sistema capitalista embriagando a la abúlica protagonista de los plácemes del entramado de urbanizaciones, donde igual da una ultracatólica que un cowboy alcohólico o un extractor de petróleo aburrido. No basta un encuadre, ni una paleta cromática o un momento suspendido en el tiempo que parezca eterno; a Arnold, América se le ha quedado tremendamente ancha e inasible, y su intento, aunque estimable en el esfuerzo, es, ya digo, como si Rajoy le hubiese escrito el discurso a Iglesias. Y como que no...
Saludos.

domingo, 28 de mayo de 2017

Rincón del freak #270: Carestía vampírica e influencia indirecta



Hoy, una película que se resume en unas cuantas líneas, pero que resulta un experimento interesante para pulsar una serie de errores frecuentes en el cine comercial actual. THE SUBJECTS tiene una intención clarísima desde su enigmático arranque: un grupo de gente que no se conoce entre sí acude a un misterioso concurso, que se basa en actuar como conejillos de indias para testar una droga que les convertirá (supuestamente) en superhéroes, sacando a la luz habilidades que se mantenían ocultas. Hasta ahí, esta modesta cinta australiana logra crear una prerrogativa que incita al espectador a desear más de lo que se le ha prometido. El problema es que la modestia no es aquí una herramienta con la que jugar al fuera de campo, sino que poco a poco va adueñándose del fondo, e incluso el guion se torna barato y preñado de tópicos, a cual más sobado. Una pena, porque la idea es estimulante, una especie de tesis sobre los peligros de la modificación genética, pero no hay una sola reflexión aquí acerca de ello que merezca la pena...
Saludos.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Hasta luego, Lucas #8



Apuesto mi falsa colección de figuritas a que nadie reconocería el fotograma que ilustra estas líneas como perteneciente a la saga intergaláctica más famosa de todos los tiempos. Y es precisamente esta anomalía, presente a lo largo de todo su metraje, lo que hace especialmente interesante ROGUE ONE: A STAR WARS STORY, el esperado spin off que, según los entendidos, se sitúa cronológicamente entre los capítulos tercero y cuarto, sean estos exactamente los que sean, que ya es un lío... A mí me ha gustado, porque lo que no tiene sentido es seguir haciendo películas clónicas (el ataque...) para satisfacer el apetito indigesto del ultrafan, despreciando a quienes sólo quieren ver algo que merezca la pena. De acuerdo, ROGUE ONE también habla del Imperio, de los rebeldes, de la "fuerza", los soldados imperiales, la Estrella de la Muerte, los caballeros Jedi y las espadas láser... Entonces ¿qué quedaba? Quedaba otro tratamiento a los mismos temas, otorgando el protagonismo a unos personajes no ya inéditos, sino a los que todo lo que nosotros ya sabemos ni les ha rozado, por lo que el film ideado por Chris Weitz, Tony Gilroy y Gareth Edwards aprovecha su "virginidad" y emerge con mayor cercanía que los episodios firmados por el propio Lucas, y mayormente éstos. Es una peli de aventuras, como aquella con Ford, Hammill, Fisher y todos los demás, y se detiene poco a preguntarse si está siendo coherente con todo el universo de la saga; en cambio, contiene unos diálogos sobrios, una acción creíble y un par de escenas simplemente antológicas, que de haber sido filmadas hace cuarenta años todos estaríamos babeando de placer. Los actores están más que correctos, sobre todo un sorprendente Diego Luna, que mantiene el tipo como si siempre hubiese estado ahí... Pero si no saben a qué escena me refiero, sí, es exactamente ésa, la última, con un pasillo y un señor de negro como protagonistas...
No se la pierdan.
Saludos.

martes, 23 de mayo de 2017

Democráticamente nihilistas



THE PURGE es una franquicia que, si no me equivoco, va ya por su tercera entrega, y de la cual recordaba haber visto sólo la primera, que alternaba momentos impactantes con grandes océanos de aburrimiento y mediocridad. ELECTION YEAR es la última, y no parece que James DeMonaco, autor del guion y la dirección, vaya a cambiar su discurso, porque esto es más de lo mismo. Es decir: gente encerrada en sus casas porque ha llegado la noche de la purga, en la que cualquiera tiene permiso para matar a cualquiera. Punto. La excusa aquí es la fuerte oposición de una senadora a esta práctica, y la ascensión de ésta en las encuestas previas a las elecciones a la presidencia, así que los conservadores, grandes defensores de la purga, urden un plan para eliminar a la senadora en la dichosa noche. Esto, en otras manos, incluso podría haber dado un thriller distópico con cierto interés, pero cualquier atisbo de elaborar un discurso conscientemente crítico con la extraña situación política de Estados Unidos (que es lo que debería haber sido) queda inmediatamente enterrado bajo un festival de disparos, caretas estrambóticas y peleas coreografiadas, que no es mucho a estas alturas. Y la pregunta aparece a los diez minutos: ¿no hubiese sido más estimulante una entrega que dejara la acción fuera de campo y se preguntara por los entresijos y cloacas de los sistemas democráticos que aprovechan a los muertos para proselitizar a una sociedad cada vez más embotada en su propia satisfacción bovina?... Sé que es una fútil y densa aspiración mía, pero por intentarlo no perderíamos nada...
Saludos.

lunes, 22 de mayo de 2017

La medida humana



Nos equivocaríamos de cabo a rabo si comparáramos en manera alguna FRANCOFONIA con EL ARCA RUSA. Ambas, dirigidas por el mismo director, indagan en las vísceras de un museo y también ambas se sirven de ello para elevar una plegaria humanista en favor de la humanidad como creadora de arte, pero también como observadora de ese mismo arte, por el que puede redimir sus pecados y temores. Sin idealismos ni arrogancia, Alexander Sokurov dispersa su complejo discurso en varias direcciones y vías temporales. Por un lado está la carta de amor inacabable al Louvre, más inmenso, hermoso y apabullante de lo que jamás ha sido mostrado en una pantalla; por otro, Europa, un continente en guerra, que sufre la devastación del nazismo y que se convulsiona ante su incierto futuro. Las obras contenidas en los museos, más vulnerables que nunca, son objeto de deseo de los invasores, pero también refrenan sus impulsos destructivos. Sobre esto reflexiona Sokurov con su habitual estilo, entre fantasmagórico y elegíaco, invocando a dos hombres en extremos separados pero que confluyen en la necesidad de preservar las obras tanto como los museos. El director del Louvre, Jacques Jaujard, y el oficial y noble Franz Wolff-Metternich, simbolizan el imposible, la concordia por el arte, quizá una vieja e inalcanzable aspiración del viejo continente; sin embargo, a miles de kilómetros, en San Petersburgo, los cadáveres se hacinan en el inacabable asedio alemán, y esto sirve a Sokurov para relativizar la importancia de los objetos, ambicionar la auténtica medida humana. El director, que se filma a sí mismo en su pequeño estudio, es el hilo y la voz conductora de este impresionante paseo por nosotros mismos, lo que hemos sido sin saberlo, y por ello adopta el mismo tono trágico e irremediable para hablar del holocausto nazi o de un carguero (un arca) que está a punto de hundirse en mitad de una tormenta. Su carga: cientos de obras de arte...
Sólo Sokurov.
Saludos.

domingo, 21 de mayo de 2017

Rincón del freak #269: El rereremake rererefrito con aceite industrial usado



Ni "arte elefante blanco", ni "blockbuster de calidad", ni "puesta al día necesaria", ni hostias en vinagre... Dejémonos ya de tonterías respecto a lo que Hollywood (yo lo sigo llamando así aunque sé que ya no existe, pero es que no sé cómo llamarlo) está haciendo con algunos de los títulos más importantes de eso tan machucado del imaginario cinéfilo. Lo de Antoine Fuqua y Nic Pizzolatto (¡Nic Pizzolatto!... ¿Recuerdan?) en este despropósito lamentable llamado sacrílegamente THE MAGNIFICENT SEVEN es para rellenar los momentos más vergonzosos del cine de entretenimiento. Recordemos que el remake de John Sturges en ningún momento osó mirar a la cara a la obra maestra intemporal de Akira Kurosawa, sino que adaptó el esquema central de aquella barbaridad llamada LOS SIETE SAMURÁIS para construir un film diferente, un western solvente y juguetón, que además ofrecía la oportunidad de ver juntas a algunas estrellas rutilantes. Esto de hoy es otra cosa, una constatación de impotencia creativa, al mismo tiempo que la imposibilidad de dirigir bien a algunos actores excepcionales que hacen literalmente el ridículo. Porque, Denzel Washington aparte, que parece anclado en aquello de TRAINING DAY, no tiene sentido la arbitrariedad y el patetismo con el que van apareciendo Ethan Hawke, Vincent D'Onofrio, Lee Byung-hun o un intrascendente Chris Pratt; aunque el colmo de la torpeza es destrozar el papel de Peter Sarsgaard, que al principio acumula los únicos minutos decentes del film, componiendo un villano temible, a la vieja usanza, pero que termina como todos los demás, engullido por la trituradora de escenas aleatorias, ruidos industriales y efectos digitales sin sentido... No sé, desconozco a qué tipo de espectador puede estar destinado esto, pero sí sé que tragarse sus casi dos horas y media sin cabecear con las cejas arqueadas es sinónimo de insensibilidad dramática. Ustedes mismos.
Saludos.

sábado, 20 de mayo de 2017

El arte de la referencia



Uno de los ejercicios más divertidos y gratificantes a lo que puede enfrentarse un cinéfilo es ahondar en la filmografía de un director al que haya descubierto recientemente. Aún con lo escaso que es su bagaje, lo cierto es que Jeremy Saulnier es uno de los nombres a seguir de esta década desde que una modesta producción, BLUE RUIN, llamara la atención tras su exitoso paso por festivales de medio mundo, y por la gozosa confirmación de su poderoso y personal estilo en GREEN ROOM. Pero el debut de Saulnier se produjo hace exactamente diez años con un film de presupuesto inexistente, levantado rigurosamente gracias a la colaboración desinteresada de sus amigos y familiares (ahí estaba ya Macon Blair) y que atendía al sugestivo título de MURDER PARTY, o la constatación de que con imaginación se puede hacer cine de género fresco, divertido y, en este caso, sangriento y repleto de referencias a una multitud de lugares comunes perfectamente reconocibles para ese cinéfilo irredento al que parece dirigirse el cine de Saulnier. Con una estética que no dista mucho de aquellas infectas teen movies ochenteras, que sólo la nostalgia ignorante ha mantenido como pasables, MURDER PARTY parece una broma, una película hecha para el mero disfrute, pero Saulnier demuestra que llegó para quedarse y que sabe modular sus guiones para lograr diferentes efectos sobre el espectador. De la parodia a la comedia negra, pasando por el giro referencial y autoconsciente y desembocando en una brutal explosión gore que da bastante mal rollo. El argumento no tiene desperdicio: un tipo bastante panoli va a pasar la noche de Halloween junto a su gato, pero una misteriosa invitación que encuentra por casualidad le lleva hasta un apartado lugar donde se va a celebrar una "fiesta sangrienta", y como no tiene nada mejor que hacer se pondrá un disfraz ridículo y allí le esperan unos estudiantes de arte ligeramente "particulares", que planean asesinarle y hacer de ello una obra que les abra las puertas de la alta cultura... Pero lo ingenioso del guion es hacer creíble que un tipo que es carne de cañón no sólo logre sobrevivir, sino que se convierta en un inesperado quebradero de cabeza. Una película que pasa en un suspiro (dura poco más de una hora) y que merece la pena rescatar para olisquear la génesis de este interesante y personal director que es Jeremy Saulnier.
Saludos.

viernes, 19 de mayo de 2017

Ettore Scola. Un italiano en Italia #21



LA FAMIGLIA estuvo nominada al oscar, en un año en el que estaba Louis Malle, pero ganó Gabriel Axel, y por donde también anduvo Garci... Estuvo también a punto de ganar en Cannes, pero Pialat era mucho Pialat en terreno francés. Donde sí ganó fue en Italia, donde Scola siempre ha sido profeta, y donde esta monumental película sigue siendo, treinta años después, el emblema de ese país contradictorio, pasional, ingobernable y entrañable. Sí, como esa familia que no puede vivir junta ni puede separarse, esa familia que posa a principios del Siglo XX para tomarse una foto en el bautizo del pequeño Carlo, que será el narrador de los avatares de esta familia, la suya, tan nuestra, mientras va creciendo y hasta que ya anciano, el último superviviente de aquella foto, cierre el relato para que reflexionemos si no es en realidad esto y nada más que esto la vida, posar un par de veces, una sin haber vivido nada y otra cuando no te queda ya nada por vivir. Entre medias, los pasillos de esa casa familiar asisten impávidos a esas vidas, esos deseos frustrados, un tiempo suspendido en motas de polvo y que recogen las sonrisas, las lágrimas. Unas escenas que se repiten casi idénticas, que el cine subraya y acentúa , y que dan a cada personaje su tiempo y su importancia.
LA FAMIGLIA es una película, un fresco más bien, entre cuatro paredes, que se erige como manual de guion y dirección de actores, que es evocadora sin resultar empalagosa, y que borra de un plumazo la ñoñería que llevamos sufriendo en este país con imbecilidades como "Cuéntame" o "Amar en tiempos revueltos", que se eternizan en el tiempo para no contar ni la mitad de lo que Scola es capaz de exponer en apenas dos horas.
Obra maestra indiscutible, poco más se puede añadir excepto que su visionado es indispensable.
Saludos.

jueves, 18 de mayo de 2017

La puerta de la fantasía



Hoy es un día especialmente triste, por motivos y noticias que nos recuerdan que seguimos siendo mortales. Por eso me he acordado de una obra maestra llamada TONARI NO TOTORO (MI VECINO TOTORO), que está casi a punto de cumplir tres décadas, y que yo considero el verdadero punto de inflexión en la manera de hacer películas de Hayao Miyazaki en particular y el estudio Ghibli en general. Están aquí contenidas todas las bases de la grandiosa EL VIAJE DE CHIHIRO, menos pulidas y expuestas con mayor candidez y desenfado, pero no es menos cierto que la pulsión vitalista y simbológica reverbera en cada fotograma, ilustrando la muy "carrolliana" peripecia de Satsuki y Mei, dos niñas que entablan amistad con el gigantesco Totoro, una especie de preboste de las buenas costumbres que mora en alguna parte de la naturaleza. Hablar, por ejemplo, de la perfección técnica, de ese acabado hecho a mano, resulta reiterativo aun con la capacidad de dejar boquiabiertos a espectadores de todas las condiciones y edades (lo corrobora mi hija). El verdadero poder del cine de Miyazaki, no nos cansaremos de repetirlo, está en los maravillosos valores que transmite, en su ensalzamiento de la camaradería y el respeto al prójimo, de la necesidad de luchar contra los intolerantes, porque este mundo nunca ha sido suyo. El mundo, tal y como lo ve Hayao Miyazaki, sólo pertenece en puridad a unas personas: los niños. Si no somos capaces de ver eso, de actuar en consecuencia, estamos tan perdidos como realmente parecemos estar...
Véanla, y si es con un chaval al lado mucho mejor... Y escuchen a Soundgarden...
Saludos.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Un juego de mesa



Hoy traigo una película correcta para pasar un rato sin demasiados quebraderos de cabeza. Una secuela que, según dicen, es ampliamente superior a su primera parte, lo que me hace preguntarme sobre la calidad de la misma. Y es que OUIJA: ORIGIN OF EVIL (que así reza su robusto título) narra, poco más o menos, las andanzas de una familia compuesta por una mujer viuda que intenta abrirse paso en la vida y sus dos hijas, con la particularidad de que el guion escrito por el propio Flanagan se desarrolla en los felices años sesenta. Así, el mayor atractivo del film reside en la solvencia con la que se muestran un lugar y un tiempo concretos, algo que viene ensayando con desigual fortuna James Wan, cuyos trabajos parecen inspirar por entero este curioso experimento, que en su primera mitad parece un episodio de Twilight zone, y ya al final se desparrama por los senderos del propio Wan, aunque con algo menos de truculencia. Una película que no molesta ni desagrada, y que es perfecta si llevas tiempo queriendo que tu novia vea una peli de terror sin que a cada momento escuches el vocablo "desagradable".
Saludos.

martes, 16 de mayo de 2017

El azote del GoPro



Sin ser absolutamente nada del otro mundo, THEY'RE WATCHING es un ejemplo preclaro de cómo la forma se ha impuesto al fondo en el cine de género actual, y como una masilla capaz de purificar cualquier imperfección, suple ese vacío de ideas para dar la apariencia de una película más sólida de lo que es. Lo que salva apenas a esta modesta producción es no tomarse demasiado en serio a sí misma y la colección de momentos hilarantes que se derivan de su demencial guion. Un equipo de filmación viaja a Moldavia para realizar un reportaje sobre una escultora norteamericana que ha reformado una vieja casa en ruinas para establecer allí su taller; una especie de "Quién vive ahí" internacional, para entendernos. La película, una vez más, utiliza el manido recurso de la cámara en mano y el rodaje en primera persona para "imbuirnos" en la narración, pero esto empieza ya a ser cansino, predecible y poco creíble. Sirve esto para denunciar por enésima vez a esos guionistas vagos o directamente incapaces, que van copiándose unos a otros sin aportar nada original, y que periódicamente nos traen este tipo de productos sin mucho interés. Y ya digo, la película mantiene un tono semihumorístico, repleto de chistes referenciales que la hacen mínimamente soportable; pero si la intención era desviar la atención para el terrorífico tramo final, eso también lo hemos visto cientos de veces, y mucho mejor rodado.
Saludos.

lunes, 15 de mayo de 2017

El cristal con que se mira



GET OUT es una película que admite varios adjetivos, tales como "atrevida", "perspicaz", "rebuscada" o "inquietante", que la sitúan como uno de los estrenos más esperados de esta temporada. Es, creo, una película que promete mucho más de lo que ofrece, sin ser esto enteramente malo, sino simplemente un film que su director no permite en ningún momento que se vaya a terrenos más excesivos e incontrolables. Curiosamente, parece más una tesis sobre comportamiento humano que un relato de horror, y no es tan truculenta en lo que cuenta, sino que enfrenta cada paso que va dando con la convicción de que cada imagen oculta su reverso oscuro, y que es tarea del espectador ajustar su complicidad para descifrar ese terrible secreto en escalada creciente. GET OUT habla de los conflictos raciales, de un esotérico sentido del supremacismo, pero juega con la percepción del protagonista, que ha ido a visitar a los padres de su novia. Ella es blanca y él es negro, y Jordan Peele se encarga de que sea éste un aspecto fundamental de la narración, para que pensemos en toda la hipocresía que reside tras la corrección política y unas buenas maneras que son la antesala de algo que puede ser incluso peor que un comportamiento racista. Es un film excesivo aunque contenido, al que se le agradece que busque su propia estética en lugar de parecerse a productos similares, y además tiene tres o cuatro escenas rodadas con sorprendente elegancia y madurez para una ópera prima, lo que pone el foco sobre este joven director, del que se puede esperar lo mejor para un futuro.
E insisto, su valor es más cómo te deja pensando sobre algunas cuestiones que el supuesto impacto como cine de terror imaginativo.
Saludos.

domingo, 14 de mayo de 2017

Rincón del freak #268: Imagen perdida o desequilibrada



Terminando con este pequeño repaso a algunas películas que han abordado, en mayor o menor medida, los peligros y subterfugios de la imagen, y como no podía ser de otra manera, lo hacemos con uno de esos ejemplos perfectos de cómo no hay que hacer una película. Y no dudo de que el canadiense Jon Knautz, al igual que ocurriera con su anterior obra THE SHRINE, no tuviera una imagen fija y poderosa en mente cuando concibió GODDESS OF LOVE. El problema es que, pese a tenerlo todo muy a favor, acaba por firmar una desdichada opereta sin pies ni cabeza, que remite vergonzosamente al rompecabezas lynchiano y se queda en un justito blandiporno, muy cerca de los mediometrajes de Playboy. Y hay que ser torpe, porque uno queda inmediatamente fascinado con su protagonista, la explosiva Alexis Kendra, que encarna aquí a una misteriosa mujer, que vive rodeada de amuletos y antigüedades, trabaja por las noches en una sala de strip tease y parece tener un apetito sexual inacabable. Knautz sugiere lo que el mismo título indica, que quizá podamos estar ante una genuina encarnación de la diosa del amor, ya que su nombre (Venus) y extrañas costumbres (beber como un cosaco, fumar grandes pipas de opio y enfrentarse a cualquiera que la incomode) nos dejan preguntándonos quién es exactamente Venus. Su obsesión por un fotógrafo la lleva a una espiral de pasión, celos y remordimientos que parecen estar rozando el desequilibrio mental. El final no es que sea decepcionante, sino que directamente destroza cualquier buena intención que el guion pudiera albergar, y deja una prometedora película de tintes sobrenaturales en una gilipollez sin sentido para caer rendido a las cuatro de la tarde de, por ejemplo, este Domingo.
Avisados quedan.
Saludos.

sábado, 13 de mayo de 2017

Cójase de la nuca. Apúntese el hocico




Atención. O no. KING COBRA parece una broma, un chiste alargado, una ida de olla o el trailer de otra cosa que veremos dentro de un tiempo. Pero no. Cuidado. KING COBRA es una película tan consciente de sí misma que si enumeramos sus detalles, ello no hará más que aumentar la confusión y el miedo a caer en el ridículo de no saber con exactitud a qué diablos nos estamos enfrentando. KING COBRA habla de la oscura industria porno gay estadounidense, que durante años, en la época preinternet, movió millones de dólares, y que lo hizo con unos costes de producción asumibles para un adolescente sin recursos, confiándolo todo a sus imágenes crudas de efebos musculados derretidos entre gemiditos y miradas lascivas. Lo que narra en realidad KING COBRA es el final de esa industria a partir del chocante asesinato de su pope (propietario de la productora homónima), a manos de sus inmediatos competidores, tras la ruptura con la máxima estrella del porno gay, el "mítico" Brent Corrigan. Y Kelly lo filma todo con ese amateurismo que pretende retratar, tomas rápidas, interpretaciones forzadas y un expresionismo de lo chabacano que dan forma a este sórdido poema a lo soez, al amor a la codicia y a un estilo de vida insostenible. Y además lo hace sin omitir un solo detalle escabroso, lo que echará a más e un remilgado para atrás. Y además lo hace con la poca vergüenza de incluir en su reparto principal a viejas glorias ya olvidadas del celuloide hollywoodense más pasteloso. Por aquí verán nada menos que a Christian Slater, Molly Ringwald y una Alicia Silverstone oficiando de extraña y caduciforme milf. Aunque la palma se la lleva el imparable James Franco, que a estas alturas debe ser considerado gran agitador de la escena de su país, y del que ya podemos empezar a esperar cualquier cosa.
Sorprendente y explosiva, no pasará a la historia, porque estoy seguro de que no se lo van a permitir.
Saludos.

viernes, 12 de mayo de 2017

Ettore Scola. Un italiano en Italia #20



Resulta casi imposible destrozar una película protagonizada por Jack Lemmon y Marcello Mastroianni. Si además, el director de la contienda es nada menos que Ettore Scola, puede que alguien venga y nos tome de un brazo, convenciéndonos de que algo no anda bien por ahí arrriba. Pero cuidado, MACCHERONI es una película facilona y autocomplaciente, que parece abandonarse al regocijo de tener a esos dos monstruos dándose réplica a lo largo de una historia poco original, pero muy costumbrista. El argumento gira en torno a estos dos viejos amigos, uno americano y otro italiano, que se conocieron cuando el primero llegó a Europa para combatir en la Segunda Guerra Mundial. Entre malentendidos, añoranzas, algún amor de juventud y el placer de recuperar tiempos pretéritos, ambos se encuentran "por casualidad" otra vez en Nápoles, y se disponen a pasar una jornada aparentemente placentera. La premisa principal del guion consiste en dosificar la información, para darnos cuenta de que no todo son risas y recuerdos, sino que hay algo amargo en el fondo; y eso es muy de Scola, es cierto, pero la película no termina de funcionar del todo, o quizá sea que el idealismo de ambos intérpretes principales se vuelve en contra de la narración, tornándola en un vacuo ejercicio de nostalgia lacrimógena. No digo, de ninguna manera, que sea un mal film, pero volviendo al principio de la reseña, parecía complicado que no fuese una obra maestra, así que...
Saludos.

jueves, 11 de mayo de 2017

Asesinar la imagen



No sé exactamente por qué, PERFORMANCE siempre me ha parecido una antecesora directa de cada una de las películas que han intentado buscar su camino hacia la "modernidad" a través de la subversión de la imagen. El debut en la dirección del polémico Nicolas Roeg, en realidad fue más un trabajo de fotografía (excepcional para la época, eso sí), mientras que el peso del proyecto recayó en Donald Cammell, director maldito, inconformista y adelantado a su tiempo, que tuvo la insólita oportunidad de elaborar un film con absoluta libertad de movimientos y con la pareja del momento (los detalles escabrosos se los ahorro), Mick Jagger y Anita Pallenberg. Aunque el protagonista era el estupendo James Fox, que interpretaba a un sanguinario y sofisticado gangster, una especie de gentleman mortal e implacable, que usaba la extorsión y la tortura como un puro ejercicio artístico. En la segunda parte del film, las setas toman el control (literalmente) y el film se convierte en un psicotrópico viaje a las profundidades de la razón, mientras asistimos a la fascinación mutua que sienten el gangster y un aspirante a estrella del rock, que en realidad es un traficante y vividor; oportunidad perfecta para que Roeg se luzca fotografiando a Jagger y Pallenberg en bolas y a Fox prácticamente travestido, lo que no deja de ser francamente perturbador.
En mi opinión, PERFORMANCE, aun admitiéndole sus muchas ingenuidades, conserva, casi medio siglo después, un aire suicida que la hace encantadora e irresistible, una locura de yonkis para yonkis, y una oportunidad para observar sus hallazgos reflejados en tantos títulos que apenas rozan eso tan caro de la modernidad...
Saludos.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Atracción y repulsión en ofrenda



Menos truculenta que las dos películas anteriormente comentadas, THE MODEL prefiere centrarse en las inseguridades y transformaciones operadas desde el interior de una joven danesa que se traslada hasta París con la intención de convertirse en supermodelo. Producida por la Zentropa de Lars von Trier, THE MODEL tiene algunos momentos brillantes, de cine elegantemente filmado, como un coqueteo imposible entre LA GRAN BELLEZA y DEMONLOVER, pero resulta fallida cuando intenta concretar una narración cuanto menos coherente. Es decir: ni se abandona a la orgía, como Winding Refn, ni busca los motivos reales de lo contado, como Fosse. Sí, es otra disección del juguete roto, esta vez la inquietante (y demasiado gélida) Maria Palm, que se queda a mitad de camino de su personaje, a veces inocentona y otras rozando el vampiresismo incontrolado. Es una película que se deja ver, que no desentona en el tiempo que le ha tocado respirar y que puede ser el primer paso de relevancia de un joven director que, de tener guiones más magros, pueda ser el eterno aspirante a relevo de una cinematografía danesa necesitada de otras voces.
Saludos.

martes, 9 de mayo de 2017

Una realidad aumentada en paralelo



Reporte sórdido del descubrimiento, auge, estrellato y trágico y repentino final de un efímero destello que, visto hoy con la debida distancia, merece más atención por lo que omite que por lo que cuenta. STAR 80 fue una apuesta personal de Bob Fosse, y más un acto de justicia que de exhibicionismo. Los abismos de la imagen, en este caso los de una playmate, Dorothy Stratten, que fue descubierta en una hamburguesería de Vancouver, aunque quizá por la peor persona posible, el maníaco, arribista y narcisista Paul Snider, tan inflado de sí mismo que en realidad estaba completamente vacío, y cuya vida de derroche se vio truncada cuando Stratten comprendió el error que había cometido casándose con él, una vez que el director Peter Bogdanovich intentó convencerla de que le daría (aparte de otras cosas) una carrera en el cine "serio". Bogdanovich siempre ha sido un cachondo (en todos los sentidos), y Stratten era apenas una cara bonita, un cuerpo bonito y una personalidad demasiado infantil para asimilar ser la elegida de Hugh Hefner cuando Playboy empezaba a buscar asimismo su propia cuota de seriedad. La película, vista hoy, ha soportado bastante dignamente el paso del tiempo, y además de una Mariel Hemingway a la que el papel le venía como anillo al dedo, está la oportunidad de ver al insoportable Eric Roberts haciendo su mejor papel. Verle a él es ver a un chulo de barrio que pretendía hacerse millonario costase lo que costase... y vaya si costó. Y aunque parezca mentira, hay mucho de premonitorio en esta tristemente luminosa película, plagada fracasos y polaroids, sobre todo lo último...
Saludos.

lunes, 8 de mayo de 2017

Corazón fluorescente/Pintalabios de sangre



Esta semana va a ser acaparada, en la medida de lo posible, por un puñado de títulos que, de manera muy subjetiva, he encontrado como ejemplos de los peligros de la imagen en tanto que vampiro de la carne, o meros ejercicios de chamanismo descorporeizante, menos poético y más suicida. Trabajos no demasiado homogéneos, ni siquiera en el tiempo, puesto que lo "moderno", lo desafiante, suele mirar atrás sin proponérselo, precisamente para escribir con caligrafía firme cualquiera cosa que sea "lo por venir", antes de que lo tengamos encima. Es muy fácil hablar, por ejemplo, de una película tan mortífera como THE NEON DEMON con las armas y reglas de la crítica común, crítica que se queda antigua al enfrentarse a un vaciado narrativo como éste, que va despojando el relato de significado hasta convertirlo en una metáfora desangrada de una sociedad y unos "asociantes" ensimismados en su reluciente burbuja. No es sólo el mundo de la moda, que me parece una excusa conveniente, sino este Primer Mundo de la imagen distante, tan enfriado y competitivo que puede llegar a creerse poseedor de un derecho incontestable a la destrucción de todo lo que considere una amenaza. Ese papel, el de la joven ascendente que amenaza a esas "viejas" modelos de 23 años, va siendo cercado por los componentes de un sistema que se resiste a desaparecer, y que adopta esa forma que sólo es mostrada al final del film y que tan controvertida parece, la de un desesperado raptor de esencias y de esa vida que parece írsele en el mismo momento que su molde físico no responde a ese reflejo que se pretende vender como, efectivamente, "modelo" a seguir.
Relato de terror feérico, disección quirúrgica del asco existencial del milenio que comienza o broma cegadora para chaqueteros lentejuélicos. Sea como sea, no me parece justo que un director tan personal y poderoso como Winding Refn sea  ninguneado sistemáticamente por quienes ni siquiera tuvieron la suerte de asistir al estreno de PIERROT LE FOU. Pero como dice otro: "No escucho y sigo"...
Saludos.

domingo, 7 de mayo de 2017

Rincón del freak #267: Contraportada



Hoy no hablamos en la sección dominical de una mala película, sólo de una película innecesaria. O mejor dicho, de una película que no debería haber sido un remake, porque su intención no corresponde a la intención(alidad) de la serie original, que no sólo aspiraba a poner en imágenes una sólida trama política, sino que denunciaba directamente al propio sistema político, tal y como deberían hacer los periodistas, en lugar del habitual besamanos al que el ciudadano asiste con impotencia. STATE OF PLAY, realizada seis años después, reduce el entramado original a una rutinaria producción de las otras tantas que cada año Hollywood ofrece en su vertiente "seria", y no es solamente achacable a su duración, sino a que esta síntesis pasa por alto dos aspectos que son básicos. Por un lado, la figura del congresista Stephen Collins (un desgarbado, en todos los sentidos, Ben Affleck) desaparece de la primera línea narrativa, y adopta el rol de excusa a la que el guion volverá tan sólo para rematar su atropellada recta final. Pero lo más llamativo es prescindir del nutrido grupo de periodistas del guion original, que otorgaban sensatez a una investigación más que compleja, y todo queda vertido en un Russell Crowe que inicialmente está prometedoramente trazado, pero que no es creíble como superperiodista que puede con todo. Secundan (pero muy secundantes) Rachel McAdams, Robin Wright, Helen Mirren y Jason Bateman, en otros tantos papeles reducidos a notas a pie de página. Y eso, en un periódico, es poco menos que conformarse con la sección de anuncios...
Saludos.

sábado, 6 de mayo de 2017

En portada



Hace casi quince años, cuando El País aún era un periódico respetable y neutral, y a mí me daba hasta por comprarlo, publicó un artículo sobre una miniserie británica que hablaba sobre periodistas y políticos, sobre cómo los políticos se corrompen y lo arrasan todo a su paso, por el poder, por la obsesión de permanecer inmaculados o por simple codicia. Qué papel juega el periodismo, los periodistas, en este reluciente carrusel de herrumbroso mecanismo, es la premisa fundamental que sirve al guionista Paul Abbott para tocar el hueso de lo que creemos intocable y desmontar el magisterio de la burocracia hecha sociedad. En sólo seis capítulos, STATE OF PLAY se erige como un retrato lúcido e inmisericorde de quienes son capaces de hacer cualquier cosa para mantener su cuota de poder, pero también de quienes chocan con la verdad, porque no es tan sencillo publicar la verdad, toda la verdad. Seis capítulos intensos, magnéticos, por los que corre la sangre de los buenos thrillers de antaño, que no se despista ni un segundo de lo que quiere contar, aunque se nos empiece contando una cosa y acabe con esa realidad dándonos en las narices, porque terminamos más confundidos cuanto más claros son los hechos. Un reparto de lujo, con un imponente David Morrissey al frente, y un incipiente James McAvoy, para una serie que se hace ahora más necesaria que nunca. Ahora, que ya nadie compra el periódico, parece imperdonable que no examinemos algunas editoriales y pensemos a qué diablos le estamos votando exactamente...
Saludos.

viernes, 5 de mayo de 2017

Ettore Scola. Un italiano en Italia #19



La muerte del líder comunista, Enrico Berlinguer, desató una euforia sin precedentes en Italia a mediados de los años ochenta, donde unos se reconocían como afectos, otros buscaban una izquierda más verdadera y algunos aprovechaban para debilitar a los circunspectos democristianos. Berlinguer, que durante toda su vida luchó por descentralizar el comunismo de la Unión Soviética, mirar fraternalmente a China y abrir sus postulados a las grandes empresas, fue un político tan impredecible como apasionado, y siempre defendió la integración en lugar del conflicto, lo que le granjeó más enemigos dentro de su propio partido que fuera. Su repentina muerte hizo que cientos de miles de personas se congregaran ante su ataud, en un catártico funeral que asimismo sirvió para que el Partido Comunista Italiano conquistara las elecciones europeas, su mayor logro hasta nuestras fechas. Ettore Scola, Bernardo Bertolucci, Roberto Benigni y una miríada de personalidades más del mundo del cine decidieron registrar aquel momento que pudo ser único, y desgraciadamente tan sólo se quedó en eso. L'ADDIO A ENRICO BERLINGUER es un documental valiosísimo, a lo mejor por constatar la deriva de una ideología mucho antes de que sucediera, y en directo recoge las intervenciones de intelectuales, políticos y gente de la calle, incapaces de ponerse de acuerdo ni siquiera ante un féretro.
Saludos.

jueves, 4 de mayo de 2017

Vive otro día



TRADERS es una película irlandesa, con no demasiada repercusión, y que parte de una interesante idea que, poco a poco, va cayendo en una inexplicable monotonía, teniendo en cuenta el escabroso material que la sostiene. El argumento gira en torno a los problemas económicos de un hombre al que todo se le ha torcido tras caer en desgracia debiéndole una fuerte suma a un prestamista; entonces aparece un conocido que le propone un negocio tan suculento como descabellado: meter todo el dinero que pueda reunir en una bolsa y concertar una cita con un desconocido para, simple y llanamente, quedar para matarse. Sin reglas, excepto la de que el ganador (evidentemente) se quedará con ambas bolsas. Casi como un híbrido de EL CLUB DE LA LUCHA y un capítulo testosterónico de BLACK MIRROR, TRADERS tiene un par de momentos francamente interesantes, pero pronto cae en la incongruencia al banalizar un hecho, el homicidio consentido, y mostrarlo como un espectáculo visual casi rozando el exhibicionismo más burdo. Una película pequeña, que probablemente va a quedarse sólo en eso. Una lástima.
Saludos.

lunes, 1 de mayo de 2017

Abandonad toda esperanza



GOKSUNG es una película coreana que se pudo ver en el Festival de Cannes, donde su mezcla de horror sobrenatural, policíaco y comedia surrealista, y todo esto apoyado en un diabólico y serpenteante guion, dejó boquiabierto a más de uno de los presentes, cosechando críticas unánimes acerca de la renovación del género de crímenes misteriosos que es la gran baza de Na Hong-jin para mantener el suspense durante dos horas y media que jamás son tediosas, y que logra algo muy raro en estos días: zarandear al espectador hasta que éste no sabe muy bien qué pensar y se siente tan desorientado como los personajes de la trama. Ésta comienza presentando a un oficial de policía bastante inútil, que se encuentra ante una serie de asesinatos inexplicables en la pequeña localidad en la que trabaja. Incapaz de encontrar una pista por sí solo, cede ante los rumores de que una especie de demonio se ha instalado en las afueras y ha tomado la forma de un extraño monje japonés, un hombre seco y huraño que evita el contacto humano. Los asesinatos se suceden y, tras un extraño encuentro con el monje, el oficial siente cada vez que entiende menos lo que está pasando, y que toda la investigación no hace más que dar vueltas, mientras el asesino campa a sus anchas y continúa aterrorizando al pueblo.
Yo no recuerdo haber visto nada parecido antes, no al menos tan audaz. GOKSUNG parece un film gore,  e inmediatamente después lanza una profunda reflexión sobre los límites de la moral, poniendo en cuestión a los verdaderos benefactores y a los supuestos monstruos. Tras un largo e intenso metraje, que nunca pierde el interés, el film desemboca en un impresionante final, en el que nos metemos de lleno en la cabeza del oficial y simplemente nos vemos incapaces de saber quién dice la verdad y quién miente.
Por cierto, contiene la escena de exorcismo más impresionantemente estrambótica que yo haya visto hasta ahora. No se la pierdan.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!