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miércoles, 26 de mayo de 2021

Un juicio para el juez


 

Casi 20 años han pasado desde que el gobierno de Estados Unidos encarceló (por decirlo suavemente) a Mohamedou Ould Slahi en el campo de concentración de Guantánamo. Sin pruebas, sometido a torturas físicas y psicológicas, Slahi pasó allí 14 años, sin que el mundo a su alrededor se diese cuenta de que no se trataba de él, sino de la violación sistemática de los derechos humanos por parte de un gobierno supuestamente democrático. Se le conectó con Bin Laden por recibir una llamada de un familiar, y los torturadores tergiversaron sus declaraciones, convirtiendo los dos años que combatió al comunismo en Afganistán (curiosamente con Estados Unidos de aliados) en maniobras preparativas al terrorismo, culminante en el ataque a las Torres Gemelas. Fue la tenacidad de la abogada y activista Nancy Hollander, junto a la negativa del fiscal, el marine Stuart Couch, de judicializar un caso semejante, los elementos que llevaron a Slahi a ser liberado sin cargos, al tiempo que suponía el primer paso para denunciar fehacientemente todo lo que Guantánamo significa. 
Y luego está la película, claro. Una película sospechosamente conductista, que, como los kilométricos archivos censurados, mira donde "cree" que debe mirar, sin llegar a sentar un discurso propio y diferencial. En ese sentido, THE MAURITANIAN es uno de esos productos que tan buena aceptación obtienen entre el público mayoritario, pero que se olvida de otro más exigente, que no sólo busque conmoverse con tamaña injusticia carcelaria. Ahí, el film de Macdonald queda indefinido, aunque perfectamente identificado con la solidez antes mencionada (difícil rebatir un trío formado por Jodie Foster, Tahar Rahim y Benedict Cumberbatch), por lo que es necesario saber de antemano a qué tipo de película va uno a enfrentarse, para evitar malos entendidos, incluso políticos...
Saludos.

domingo, 7 de mayo de 2017

Rincón del freak #267: Contraportada



Hoy no hablamos en la sección dominical de una mala película, sólo de una película innecesaria. O mejor dicho, de una película que no debería haber sido un remake, porque su intención no corresponde a la intención(alidad) de la serie original, que no sólo aspiraba a poner en imágenes una sólida trama política, sino que denunciaba directamente al propio sistema político, tal y como deberían hacer los periodistas, en lugar del habitual besamanos al que el ciudadano asiste con impotencia. STATE OF PLAY, realizada seis años después, reduce el entramado original a una rutinaria producción de las otras tantas que cada año Hollywood ofrece en su vertiente "seria", y no es solamente achacable a su duración, sino a que esta síntesis pasa por alto dos aspectos que son básicos. Por un lado, la figura del congresista Stephen Collins (un desgarbado, en todos los sentidos, Ben Affleck) desaparece de la primera línea narrativa, y adopta el rol de excusa a la que el guion volverá tan sólo para rematar su atropellada recta final. Pero lo más llamativo es prescindir del nutrido grupo de periodistas del guion original, que otorgaban sensatez a una investigación más que compleja, y todo queda vertido en un Russell Crowe que inicialmente está prometedoramente trazado, pero que no es creíble como superperiodista que puede con todo. Secundan (pero muy secundantes) Rachel McAdams, Robin Wright, Helen Mirren y Jason Bateman, en otros tantos papeles reducidos a notas a pie de página. Y eso, en un periódico, es poco menos que conformarse con la sección de anuncios...
Saludos.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Una chapuza histórica y mortal



ONE DAY IN SEPTEMBER fue el documental ganador del oscar en 1999; en él se relataban las angustiosas horas de aquel fatídico 5 de Septiembre de 1972 en Munich, en el que el grupo terrorista "Septiembre Negro" retuvo y posteriormente asesinó a once integrantes del equipo olímpico israelí, con la demanda inicial de que 234 prisioneros palestinos fuesen liberados de cárceles en Israel. No me gustaría extenderme tanto en el hecho histórico, del que ya se ha dicho todo o casi todo: que fue una chapuza monumental, que la no interrupción de las Olimpiadas es una vergüenza que la "intachable" organización olímpica arrastrará para siempre o que la supuesta eficacia alemana fue un cúmulo de despropósitos encadenados y lastrados por un deber histórico que terminó siendo casi un mirar a otro lado. En vez de ello, el interesante Kevin Macdonald (STATE OF PLAY, THE LAST KING OF SCOTLAND), con un espléndido trabajo de montaje, realiza una película de tensión extrema que comienza con la idílica villa olímpica, continúa con imágenes de las pruebas deportivas (con Mark Spitz, que tuvo que ser repatriado, como gran estrella) y nos introduce en la escalofriante facilidad con la que los terroristas accedieron al edificio y mantuvieron a los rehenes durante un día entero, asesinaron a dos a sangre fría y acabaron con el resto en la desastrosa operación del aeropuerto, donde sólo sobrevivieron tres terroristas, que por si fuera poco fueron liberados al poco tiempo a cambio de un más que sospechoso avión de pasajeros (más concretamente doce en todo un Boeing...). Así, Macdonald traspasa la simple reconstrucción histórica y logra dejar en evidencia a la organización olímpica, el impotente gobierno alemán y, cómo no, la incomprensible inflexibilidad de una pétrea Golda Meir. No busquen aquí a Spielberg, ésa es otra Historia...
Saludos con espíritu.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!