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jueves, 4 de septiembre de 2025

Una cazuela de nostalgia


 

El problema de los directores que optan por lo autobiográfico, es que casi siempre dispersan su discurso, incapaces de sujetar una memoria que se desborda entre la fantasía, la melancolía y el deseo de exorcizar fantasmas. Le ha ocurrido a Robin Campillo con L'ÎLE ROUGE, interesante pero muy descompensado corolario de la época que el cineasta pasó en Madagascar en su infancia. Parece mentira que un guionista tan reputado como Campillo no haya sido capaz de sintetizar todas las vías narrativas que abre, como si no pudiese contener la hemorragia emocional de la mirada infantil del protagonista (suponemos que trasunto suyo), un chaval que asiste al incomprensible espectáculo de los adultos, mientras se refugia en la lectura de los relatos de "Fantomette", una simpática heroína que, al igual que él, terminará desencantada por tanta hipocresía enmascarada de alegría impostada. Paralelamente, se narra a regañadientes la lenta emancipación de los nativos de una Madagascar no tan idílica como parece, lo que obliga a su padre, militar de aviación, a plantearse volver a Francia. Todo ello con una dirección de actores más bien flojita, como si Campillo lo fiase todo a una ensoñación que tampoco acaba de cuajar, dejando al espectador sin saber hacia qué foco, de los muchos abiertos, ha de atender.
Sólo la recomendaría a cursis irredentos, lo que no es mucho.
Saludos.

sábado, 10 de octubre de 2009

No lo intenten en casa

Hay un grave problema con el cine de género: subvertirlo siempre necesita de la colaboración de los elementos conformantes de dicho cine, de sus excesos y claves, de sus limitaciones y derivados; pretender que se posee una llave mágica para entrar o salir de cada compartimiento, sea éste narrativo, filosófico o meramente entretenedor, es la prueba más evidente de que un impostor va a intentar hacerse pasar por autor total, capaz de abordar el género de forma totalmente original.
En este dilema, me dispuse a ver una película llamada LES REVENANTS, dirigida por un tal Robin Campillo. La historia es simple aunque, a priori, resulta muy atractiva por su novedoso tratamiento acerca de ese género dentro de otro género (pelis de terror que son de zombis) que aúna tantos fanáticos como detractores. En este caso, Campillo juega a ser el más listo de la clase y se caga fuera, literalmente. En LES REVENANTS, los muertos se han despertado y vagan por las calles en lenta procesión; sufren una especie de amnesia parcial que no les deja recordar con claridad cómo era su vida antes de morir y además los tipos van de punta en blanco, como si se hubiesen muerto hace sólo tres horas. No hay descomposición, ni ropas raídas, ni antropofagia descontrolada, claro; sólo el lento deambular de estos seres "de regreso". El único afán del director consiste, a partir de esa premisa, y como un buen neocon concienciado, en mostrarnos los problemas burocráticos y económicos que le va a suponer a una comunidad el reinstalar a esta nueva masa social (ahórrense las concordancias con la inmigración), darles una ocupación y volver a considerarles como miembros de dicha comunidad, con sus derechos y demás. Es decir, un revelador informe, seguro que sin pretenderlo, de lo mierdas que somos los del primer mundo, el único mundo visible y válido, donde "los demás", esos recién llegados de segunda categoría, tienen que ser aprobados por nuestra moral de primera. A ver, si este señor se hubiera limitado a enfocar a un furioso zombi comiéndose un intestino grueso, puede que hubiese olvidado este despropósito y no se me hubiese ocurrido ensañarme; la cosa es que además de obtusamente pretenciosa, LES REVENANTS es aburrida hasta decir basta, así que si la ven en algún dvdstore simplemente pasen de largo, no va a enseñarles nada nuevo, ni bueno.
Saludos de vuelta.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!