sábado, 30 de abril de 2011

Respiros de España



Eddie Saeta es la productora más inconformista, arriesgada e interesante de nuestro país; al frente está Luis Miñarro, que también ha querido dejar constancia de sus pensamientos e inquietudes tras la cámara, aunque esto no es del todo exacto en un film tan singular como FAMILYSTRIP, pues Miñarro practica más bien un desnudo ejercicio de exorcismo familiar/vital en el puro alambre. El productor, tan acostumbrado a lidiar con intereses y deseos del artista, deja que sea el espectador quien reconstruya, quien imagine todo un mundo de posibilidades narrativas de la manera más sencilla: el relato oral. Relato, en este caso, fiado en casi su totalidad a la impagable memoria de sus padres, sentados uno junto al otro con la excusa de la realización de un retrato, mientras van desgranando con desparpajo los duros tiempos que les tocó vivir en su juventud, con motivo, fundamentalmente, de la Guerra Civil. Esto sirve a Miñarro para elaborar un estimulante ¿documental? metacinematográfico que se nutre de sí mismo para mutar de una cosa a otra, de los chascarrillos sexuales de la represión franquista a los asesinatos silenciados, de las fobias íntimas hasta desembocar en una inesperada y demoledora dedicatoria a un (otro) personaje en el que no repararemos hasta ese momento. Y Miñarro mismo como paciente cohesionante de cada vertiente, cada pedazo de historia condenado, si no, a la extinción más irremediable. Una hermosa y dura apuesta de cine original y nada complaciente, eso es FAMILYSTRIP, en España y en cualquier sitio, pero sobre todo en España.
Saludos familiares.

Drama de España

viernes, 29 de abril de 2011

Al amparo de la ciudad de las luces



Si ayer mismo nos referíamos en estas páginas indéfilas al film coral dedicado a la ciudad de los rascacielos, hoy no podíamos hacer sino lo propio con su predecesora e inspiradora, superior en muchos sentidos, y desde luego más ecléctica tanto en fondo como en forma. PARIS, JE T'AIME es una película de esas que se pasan en un suspiro y, sobre todo, un placer para el cinéfilo de a pie, que halla su placer particular en esos guiños desperdigados por todo su metraje, que alcanza las dos horas para concretar nada menos que veinte cortos, historias o como queramos llamarlas.
No comienza precisamente con su pieza más inspirada, la dirigida por Bruno Podalydés e interpretada por él mismo; un simplista relatito acerca de lo difícil que es aparcar en Montmartre y lo fácil que puede ser que una desconocida se quede prendada de un tipo bastante amargado.
Continúa el periplo con un inocuo tratado de tolerancia dirigido por Gurinder Chadha, donde unos chicos se burlan de las chicas que van paseando por el Quais de Seine; sin embargo, uno de ellos ayudará a una chica musulmana que sufre un pequeño percance. La idea es buena para desarrollarse, no para un flash de diez minutos.
En Le Marais, Gus Van Sant da un tajo radical con los dos capítulos anteriores y realiza un extraño trabajo de introspección con apenas un pequeño monólogo y una especie de malentendido lingüístico entre dos jóvenes que se encuentran en un taller artístico, lo que sirve al director estadounidense incluso para introducir el aguijonazo veladamente homosexual.
Con la perspectiva mejorando, los hermanos Coen se inventan una ida de olla surrealista y algo esquizoide en base a ese mapa de emociones que es el rostro de un Steve Buscemi que sufre toda clase de horrores y vejaciones sin moverse (literalmente) de un banco de la estación de metro de las Tuileries.
Salimos al exterior en el Loin du 16e de la mano de Walter Salles y Daniela Thomas, que en un ingenioso giro de ida y vuelta muestran la desolación del inmigrante que ha de deambular como una máquina para cuidar a los hijos de los verdaderos habitantes del primer mundo.
Christopher Doyle, prestigioso director de fotografía, entre otros, de Wong Kar Wai, demuestra que lo suyo no es narrar en un incomprensible batiburrillo iconoclasta y pseudopublicitario enmarcado en el poco vistoso Porte de Choisy, en el que acaso resulte interesante ver a Barbet Schroeder "actuando" como representante de peluquería... ?????
La cosa no mejora en el segmento de La Bastille, conducido por la inefable Isabel Coixet (¿qué contactos no tendrá esta señora?), que aprovecha para encasquetarnos su enésimo "mividasinmí 2.0", en el que Miranda Richardson le dice a Sergio Castellitto que se va a morir, así que él decide no sólo posponer su ruptura matrimonial sino además dejar a su amante (la Watling, cómo no) y terminar recuperando todo el amor que había perdido... sniffffff!!!
En fin, menos mal que luego viene otro capítulo fuerte, a cargo del japonés Nobuhiro Suwa, que dirige en la Place des Victoires a una sombría y maravillosa Juliette Binoche, que encarna a una madre que ha perdido a su hijo y que vivirá un momento onírico que la trasladará a un lugar que nunca hubiese imaginado que existiese de no ser por la inesperada aparición de un cowboy, nada menos que Willem Dafoe. Magníficos diez minutos de cine.
De nuevo un giro de 180º. Sylvain Chomet, prestigioso animador, presenta un hilarante y profundamente tierno cuentecito en el que un mimo vivirá un sinfín de contratiempos antes de encontrar a su media naranja en el sitio más inesperado y a la sombra de la Tour Eiffel.
Otro episodio que me sorprendió gratamente fue el dirigido por el mexicano Alfonso Cuarón; un largo plano-secuencia marca de la casa que muestra a Nick Nolte y Ludivine Sagnier paseando un poco distanciados por el Parc Monceau y entablando una especie de discusión suave que culmina de manera sorprendente y dejando al espectador con un palmo de narices.
En el Quartier des Enfants Rouges, Olivier Assayas demuestra que lo suyo son las distancias largas; mejor narrador que poeta, el director de DEMONLOVER o la demoledora CARLOS no acaba por decidirse qué quiere contar, y termina cediendo el testigo a una Maggie Gyllenhaal que está soberbia con apenas un par de apuntes sobre una presunta actriz enganchada a las drogas.
En la Place des Fetes, Oliver Schmitz vuelve sobre la denuncia social acerca de los abusos racistas sufridos por un pizpireto nigeriano que pierde su empleo como barrendero y posteriormente la guitarra con la que se gana la vida, aunque gane a la enfermera de urgencias que le atiende en mitad de la calle... Previsible y cargante moralina para un relato que en otras manos podía haber dado mucho más de sí.
En el bellísimo Pigalle, Richard LaGravenese juega de nuevo al equívoco con la ayuda de dos veteranos, Bob Hoskins y Fanny Ardant, que aún no dan por perdida la posibilidad de encender la pasión aunque para ello deban hacerse pasar por quienes no son.
En el Quartier de la Madeleine, el canadiense Vincenzo Natali se la juega en un gesto que yo aplaudo por lo que tiene de salto al vacío y que le sale bien a medias. Elijah Wood pasea inquieto por la noche y descubre nada menos que a una vampira que le chupa la sangre a Wes Craven, en uno de los muchos guiños del film; lo que comienza como un cuento de horror terminará con un amor más fuerte que el miedo. Puro morbo...
Una vez repuesto de sus mordeduras, Craven se encarga de dirigir un irónico y sorprendentemente divertido segmento con los británicos Rufus Sewell y Emily Mortimer paseando por el cementerio de Pere-Lachaise, donde el fantasma de Oscar Wilde (el director Alexander Payne en otro guiño) ayuda a superar cualquier tipo de problemas, incluso los de índole meramente sentimental. Gran sentido del humor el de Craven, francamente no me lo esperaba.
Encarando la recta final, Tom Tykwer se imbuye del espíritu de su magnífica CORRE LOLA, CORRE y acelera el tiempo para facturar una sentida historia de amor contrarreloj entre una aspirante a actriz (Natalie Portman) y un estudiante ciego (Melchior Beslon), que por momentos me recordó aquellos imposibles retratos de amour fou que tan bien quedaban en los años sesenta.
Gérard Depardieu intenta un tímido homenaje a John Cassavetes (¡Qué difícil es intentar reproducir su cine!), aunque sólo acierta a poner la cámara entre dos monstruos como Gena Rowlands y Ben Gazzara y esperar que suceda el milagro... Evidentemente, esto no ocurre; aunque lo mejor estaba por llegar...
Alexander Payne, de la manera más sencilla, sin artificios ni ornamentos, construye un apabullante retrato humano en base a la atomizada peripecia de una funcionaria de Correos de Denver con sobrepeso y riñonera, una fantástica Margo Martindale que es capaz de resumir en una sola mirada absolutamente todo lo que nos ha sido narrado anteriormente, además de contener la declaración de amor más hermosa de todas. Es esa aprehensión de la esencia del relato lo más difícil, lo que más cuesta; no la brevedad, que es algo accesorio, sino saber descartar y seleccionar, emocionar sin llegar a lo cargante de lo sensiblero. Payne realiza una obra maestra sin precedente conocido y cierra magistralmente una cinta que, como no puede ser de otra forma, es irregular, pero contiene un encanto que te deja con una sonrisilla de satisfacción después de verla. Muy recomendable para ver en pareja.
Saludos chauvinistas.

Paris je t'aime... d'amour

jueves, 28 de abril de 2011

Algunas postales sueltas (y urbanas)



NEW YORK, I LOVE YOU fue la respuesta americana (extraña respuesta, todo hay que decirlo, por lo cosmopolita de su elenco) al magnífico film coral PARIS JE T'AIME. Me cuesta hablar de este tipo tan particular de películas, sobre todo si no consigo dar con el tono general, algo que ocurre aquí de manera insistente. El único tono general es pasteloso y poco fiable: el amor curalotodo y fidedigno; bien cimentado sobre valores universales que los americanos han ido inyectando en su mitología particular a lo largo de los años. De principio a fin, y sin extenderme en demasía, sería algo así:
En Chinatown, Jiang Wen dirige a Hayden Christensen, Rachel Bilson y Andy Garcia. El primero es un improbable carterista que roba una cartera y descubre en ella la foto de la chica de sus sueños; el problema, una vez que da con ella, es que su novio es un sinvergüenza aún mayor. Es un intento de realismo mágico alegórico, pero en realidad no es más que un inicio blandito y que augura lo de después.
Mira Nair, siendo fiel a sí misma, firma un episodio intrascendente y un poco tontuelo en el que un vendedor indio de diamantes (Irrfan Khan) y una chica judía que va a casarse en breve (Natalie Portman) se pegan un rato hablando de cosas tan interesantes como el valor espiritual de los diamantes..., en lo que no es más que un sonrojante encubrimiento pseudofilosófico de lo que no es más que avaricia pura y dura.
Shunji Iwai dirige el segmento del Upper West Side, en el que Orlando Bloom se dedica a componer la banda sonora de un film de animación sin salir de su apartamento, y con el único contacto con el exterior de las llamadas telefónicas que recibe de la asistente del director, que resulta ser Christina Ricci. Le gustará a quien disfrutó con... no, no lo sé, la verdad...
El nivel sube un poquito (algo no muy difícil) en el episodio dirigido por Yvan Attal y dedicado al Soho, donde un estupendo Ethan Hawke encarna a un entrañable aspirante a escritor que en realidad no es más que un encandilador de féminas, ducho en el arte de la conversación y que caerá en una inesperada trampa dialéctica cuando intente seducir a Maggie Q en una situación que ya se nos va haciendo familiar: fumar fuera del restaurante. De lo más interesante del montante.
De nuevo otra gilipollez para no perder perspectiva. Brett Ratner intenta convencernos de que la vida es como una comedia chispeante en Central Park; para ello convoca a un excesivo James Caan, que embauca al pipiolo Anton Yelchin para que lleva a su hija, Olivia Thirlby, a una fiesta de graduación (¿Hay algo más asquerosamente americano que eso?). La sorpresa es que ella está en silla de ruedas. Pero no se preocupen, el episodio es igualmente insoportable.
La película toca fondo cuando Allen Hughes se interna en Greenwich Village e intenta convencernos de que es capaz de dirigir a actores hablando. cinco minutos nos bastan para constatar que esto es una falacia. Su segmento es una bobada face to face entre Drea de Matteo y Bradley Cooper, que se acostaron un día y aún les pica... No sé, de verdad ¿a quién carajo le importa?...
A partir de ahí el film no puede sino despegar, y vaya si lo hace. Lo mejor de NEW YORK, I LOVE YOU es una surrealista y delicada pieza de cámara que comenzó a dirigir Anthony Minghella, pero que éste tuvo que delegar en Shekhar Kapur, ante la enfermedad que terminaría trágicamente con su vida. En ella, una impresionante Julie Christie (ustedes lo saben, para mí lo más bello que ha surcado jamás una pantalla) vuelve a un hotel en Manhattan que le es entrañable y allí se encuentra con un peculiar botones, un Shia LaBeouf excepcional, que recupera la esencia del gran Charles Chaplin. El episodio posee una perturbadora y magnética belleza que hace que nos preguntemos si lo que vemos es real o, por ejemplo, sólo sucede en la mente de esa mujer madura que mira directamente a los ojos al desconsolado botones al que todo parece salirle mal. Maravilloso episodio del que podía haberse hecho una película al margen y que choca ineludiblemente con la monotonía del resto.
El film sigue con la curiosa dirección de la propia Natalie Portman, que sorprendentemente mantiene el tipo con dignidad en una hermosa historieta de equívocos que se nutre de su loable falta de pretensiones. Una niña (Taylor Geare) juega en Central Park con Carlos Acosta, del que deducimos por la conversación que se encarga de cuidar a la niña mientras su ocupada madre, Jacinda Barrett, está con su pareja. Sin embargo, nada es lo que parece; el día acaba y las máscaras caen... También de lo mejor del total.
Antes de que todo acabe, Fatih Akin recupera sus mejores sensaciones en el episodio que dirige en Chinatown, el mejor junto al de Kapur. Aquí, Ugur Yucel encarna a un terrible artista que parece perdido en ninguna parte, mientras se autodestruye en un mar de alcohol. Un día descubre que las musas existen y que pueden tener el exótico rostro de la taiwanesa Shu Qi. Él intenta convencerla para que se deje pintar, lo que despierta reticencias en ella que terminarán en una intensa lucha al atisbar el artista que su final está próximo. Este episodio contiene algunos de los mejores momentos de la irregularísima filmografía del director de origen turco.
Y para terminar, el inefable baboseo y lloriqueo yanqui, sin el cuál ninguna retahíla de episodios podría conformarse en el país de las oportunidades. Se trata de un episodio dirigido por Joshua Marston, pero que podía haber sido firmado por el mismísimo Emilio Aragón... Sí, es entrañable ver a dos veteranísimos como Cloris Leachman y Eli Wallach (bastante deteriorado, todo hay que decirlo) paseando por Brighton Beach y echándose las cosas en cara con la ternura y el desparpajo que sólo pueden desprender dos ancianos. Lo que me jode es tener que acabar así, buscando el pañuelo descaradamente; aunque, la verdad sea dicha, teniendo en cuenta el deslavazado resultado final de esta desafortunada copia repleta de filtros... qué más da...
Saludos neoyorquinos.


PD: podían haber invitado a Woody Allen, digo yo...

New York New York

miércoles, 27 de abril de 2011

Fe cegadora



El director coreano Lee Chang-dong está de rabiosa actualidad por la unánime acogida que ha tenido su reciente SHI (POETRY), aclamada por cada festival que pasa; sin embargo, hace cuatro años ya dejó constancia de su gran calidad como cineasta con una cinta aún menos complaciente, si cabe. MILYANG (SECRET SUNSHINE) aborda de manera precisa, casi milimétrica, la caída en picado de una mujer tras sufrir el peor de los desgarros emocionales. Shin Ae se muda con su pequeño hijo Jun a las afueras de Seúl después de quedarse viuda; su intención es montar una pequeña academia de piano, olvidar su pasado y volver a ser feliz. Un día, Jun desaparece; es lo brusco, lo inesperado de este abismo argumental lo que dota a SECRET SUNSHINE de su inquietante ritmo, aparentemente pausado pero contenedor de una tormenta de emociones encontradas. La primera parte del film abordaría lo antes contado, mientras que su segundo segmento nos presenta a una mujer definitivamente derrotada, hundida, que encuentra un desesperado consuelo en un inquietante fanatismo religioso, que la va absorbiendo y anulando como persona, convirtiéndola en una especie de zombi rosarino ambulante. Su discurso es extremo, puede que sincopado, apenas queda un resquicio para la reflexión y las situaciones se van sucediendo de forma tajante, lo que va tejiendo, al mismo tiempo que la inevitable desgracia de su protagonista, todo un mosaico de conductas, a veces exóticas (choca ver el cristianismo terroríficamente exacerbado), que da cuenta de otro microcosmos desarrollado a partir de la desgracia y el vampírico uso que los dogmas, a veces, hacen de ella. Una muestra más de ese otro cine asiático menos ensimismado en la forma y más dedicado a abrir nuevos cauces narrativos, a veces enfrentados a los occidentales, casi siempre conformando sorpresas cada temporada. Muy recomendable en todo caso.
Saludos secretos.

The unguarded moment

martes, 26 de abril de 2011

Brutal belleza cerrada sobre sí misma



VOZVRASHCHENIE (EL REGRESO) quizá sea una de las mejores películas realizadas en la última década, la lástima para mí (entre comillas, claro) fue lo tardísimo que la descubrí, hace apenas seis meses. EL REGRESO ha sido una especie de revelación, primero porque contiene un discurso propio y terriblemente personal, fuera de los lugares comunes del cine ruso (Tarkovski y Sokurov, cada uno en su propia medida) y en búsqueda incesante de la empatía con el espectador, fundamentalmente a través de una narración sin trampas, de una claridad apabullante. El film de Zvyagintsev, primero tras una serie de trabajos para la televisión, se desnuda desde su demoledor inicio y toma la apariencia de una road movie iniciática para desplegar un intrincado discurso acerca de la brutalidad e incomunicación familiar, aunque sea poco común la familia aquí descrita. Dos hermanos que viven con su madre reciben la extraña noticia de que su padre, al que hacía más de diez años que no veían, ha vuelto a casa; no le conocen, no le recuerdan, y ni siquiera queda realmente clara si la paternidad finalmente es real. Esta ambigüedad sirve a Zvyagintsev para crear un áspero clima de extrañeza; no hay rastro aquí de las habituales bonhomías del cine comercial, y el tétrico viaje que el recién llegado programa junto a los dos chicos al corazón de Siberia no es más que el disparadero para que se desate un complejo juego psicológico de filias y fobias y asistamos a un espectáculo visual tan bello como desolador. El tanto que se anota el director ruso es no dejar nunca claras las intenciones y crear preguntas a partir de otras preguntas, lo que hace que el espectador se rebele contra lo que está viendo, que participe en esta fábula cruel sobre el despertar a la vida por el camino más tortuoso posible, algo que suele ocurrir en la realidad pero que pocas veces se muestra con toda honestidad en una pantalla. Desde luego que la recomiendo encarecidamente, apuesto a que estarán deseando echarle un segundo vistazo nada más terminar de verla.
Vuelvo para saludarles.

In flagrante delicto

lunes, 25 de abril de 2011

La vida moderna



Quién lo diría; más de 30 años se cumplen ya de aquella gamberrada que supuso el pistoletazo de salida de la carrera del director español más internacional y que atendía al sugerente título de PEPI, LUCI, BOM Y OTRAS CHICAS DEL MONTÓN. Este mes hemos cumplido también, nada menos que tres años de blog, además coronado con el seguidor número 100, que no es que nos vaya a pagar la hipoteca pero da lustre, o lo que sea. El caso es que hace poco me puse manos a la obra con la ópera prima del director manchego, porque apenas me acordaba de ella y porque es la época en la que sus películas me agreden en menor medida. Esto lo he explicado montones de veces, porque Almodóvar me parece exageradamente sobredimensionado, no un mal director, sino un director irremediablemente condenado, por su propio empecinamiento formal, al aburguesamiento que, irónicamente, tanto y tan bien fustigaba en sus comienzos. Ésta es la delirante historia de Luci, que está casada con un machista de los de la España rancia, pero que tras su apocado aspecto esconde a una adicta al masoquismo más molón. Su vecina es Pepi, que es moderna, cultiva marihuana y desprecia a los hombres "porque ella lo vale". Luego está Bom, que es punki y castigadora, por lo que Luci se enamorará de ella con un "chorro" de pasión... Aquello era La Movida, y la movida, curiosamente, no tuvo cineastas más allá de las tres o cuatro primeras cintas de Almodóvar; y como casi todo lo de La Movida no ha envejecido bien, porque sus intentos de provocación a toda costa, de no dejar títere con cabeza, se tornan ahora apenas entrañables estampas de un país situado en una especie de limbo social donde lo único que contaba eran las ansias infinitas de libertad durante largo tiempo hurtada. Vista ahora, sorprenden sobre todo sus sketches, que es en realidad lo que conforma esta gamberrada a ratos divertida, otras sonrojante y que consagró a Carmen Maura como una de las actrices más versátiles e insólitas que ha dado este país. Yo sólo se la recomiendo a ustedes si la van a ver acompañados de algunos compañeros de farra, si no no les va a hacer tanta gracia.
Saludos del montón.

Transvestites can be cannibals too

jueves, 21 de abril de 2011

Dilapidando



THE SOLOIST no es un mal film, es algo peor: es la copia de un mal film. Y con apenas un par de toques de sabiduría, de oficio, podía haber salido un peliculón, porque los cimientos así lo indican. THE SOLOIST es la historia de Nathaniel Ayers y de Steve Lopez. Ayers es un excéntrico indigente que arrastra un carrito repleto de cachivaches, Lopez es un desencantado periodista de Los Angeles Times; ambos se encuentran por casualidad y Lopez se verá pronto atraído por la singular historia de este hombre que pudo ser un genio del violín, pero que desarrolló esquizofrenia mientras estaba en el conservatorio y terminó como un pordiosero, apenas tocando un viejo violín para subsistir. Este tipo de historias deben tener a un buen director y unos buenos intérpretes para no sucumbir al lagrimeo telefílmico y olvidarse de lo esencial, que es contar bien una historia. El tour de force de Robert Downey Jr. y Jamie Foxx, sin ser una maravilla, es prácticamente lo único interesante del film. El primero podría interpretar a una aceituna y estar de oscar, simplemente convierte en oro todo lo que toca; sin embargo, Foxx se acuerda demasiado de "su" Ray Charles y, pese a lograr conmover en un par de escenas, se le notan los anclajes profesionales en demasía, un poco lo que le pasa a DeNiro o a Dustin Hoffmann de un tiempo a esta parte, con la lástima de que Foxx no tiene la trayectoria de estos dos gigantes. Aun así, el principal problema se lo achaco al director, que es incapaz de decidir qué tipo de película nos quiere ofrecer; un Joe Wright que despuntó notablemente con ATONEMENT y del que, una vez confirmado su pertinente salto del charco, esperamos su reciente HANNA, sin demasiada expectación, la verdad.
Saludos en pizzicato.

A man with no ankles

miércoles, 20 de abril de 2011

Denle una oportunidad al cine



No era, debo decirlo, YO, TAMBIÉN una de mis prioridades cinéfilas de la pasada temporada; miren ustedes por dónde, así también he de reconocer que no me ha disgustado en absoluto; me ha entretenido y me ha hecho sonreír, me ha emocionado su aplaudible falta de pretensiones y lo hábilmente que va al grano para contarnos una historia que es carne de telefilm, pero tiene más mimbres que muchas producciones españolas de más enjundia. Sí, es la enésima historia con discapacitado, sobre discapacitados (qué poquito me gusta esa palabra), pero hay dos o tres cosas que le suman muchos puntos. Primero su frescura, desparpajo y buen humor, que la hacen salir bien parada de todos los fregaos en los que sus directores, pecando de inexpertos, se van metiendo a medida que intentan cohesionar el resultado y no dejarlo en algunos sketches de talante televisivo, el gran mal del cine español actual. Pero su gran baza, no en vano reconocida con una pila de premios, es su pareja protagonista; porque al principio ves que no, que no va a funcionar, porque no ves a Lola Dueñas en esto, y Pablo Pineda te despierta todas las reticencias y sospechas del mundo; porque sí, porque hemos visto mucho cine y esto ya nos lo sabemos de memoria. Sin embargo, en YO, TAMBIÉN se obra el milagro; los chistes no chirrían, las situaciones se tensan pero no caen un ridículo que parece seguro, y además todo tiene un saludable halo de verosimilitud que hacen pasar su metraje en un suspiro. Amén de su trama y motivos sentimentales y hasta erótico-festivo, que podrá interesar más o menos según a quién vaya dirigida, lo mejor de este insólito film también son sus cargas de profundidad, que la salvan del buenrrollismo ternurista y la sitúan a medio camino del drama realista y la comedia ensoñadora. Un punto para sus creadores, y yo que me felicito.
Sí, también hoy les envío saludos.

Pickin' wild mountain berries

martes, 19 de abril de 2011

A falta de nomenclatura



Tras su rotundo éxito de crítica y público, obtenido con aquella gran cinta que fue DER UNTERGANG, el austríaco Oliver Hirschbiegel pegó el patinazo en Yanquilandia con una pobre vuelta de tuerca al género de extraterrestres versión "conspiranoia" con la muy inferior THE INVASION; yo soy de la opinión de que se está desaprovechando a un magnífico director de cine de género puro y duro por la a veces incomprensible cabezonería de "buscar el mercado", sea eso lo que sea. Lo cierto es que su último título confirma esto a medias, pues si bien FIVE MINUTES OF HEAVEN intenta por todos los medios salir de la rutina de este tipo de films, esto sólo es conseguido a costa de deslavazar el resultado final, desarticularlo sería un término más correcto. La película empieza brillantemente en el pasado, contando los terribles efectos de la lucha terrorista en el Ulster de los años setenta. El caso es que prefiero no contar demasiado porque ahí, en ese comienzo es donde está la mayor parte de la gracia y la chicha de la historia. Todo sigue con dos personas que van a tener un encuentro televisado ya en nuestros días: uno es un antiguo terrorista de la UVF, el otro es el hermano de una de sus víctimas por entonces; mientras el terrorista ha mutado en un respetable y convincente pacifista tras cumplir condena, el otro es un hombre gris y amargado por un absurdo peso de culpabilidad. Uno es Liam Neeson en un papel que parece llevar escrito en los genes, y el otro es un extraordinario James Nesbitt, al que le toca lidiar con la parte chunga, de la que sale mejor parado que su oponente. Todo el film girará en torno al esperado encuentro entre ambos, la lástima es que Hirschbiegel se ve incapaz de decidir dónde va a poner exactamente el clímax, lo que deviene, además de en una atmósfera enrarecida que oscila peligrosamente del drama a la comedia, en una historia apresurada por llegar al final, que increíblemente es lo más soso de todo el metraje. Al director de la interesantísima DAS EXPERIMENT le ha vuelto a jugar una mala pasada la experiencia internacional; puede que volver a su tierra le devuelva parte de los magníficos resultados de sus primeros trabajos. Esperaremos.
Saludos en cinco minutos.

Five minutes alone

viernes, 15 de abril de 2011

Golpes de mano



Se nos fue Sidney Lumet, y todos los cinéfilos que hemos disfrutado con sus maravillosas películas nos hemos ido acordando de ellas en estos días, así que era esperable incluso repetir reseña en la misma semana, como va a ser el caso. Si el otro día me refería aquí a uno de sus títulos más emblemáticos, hoy me voy al otro lado de la cuerda para rescatar una película poco conocida y menos valorada, pese a contar con elementos a priori más que convincentes. THE ANDERSON TAPES, basada en la novela de Lawrence Sanders, es un film de atracos planeados a la perfección que finalmente no salen según lo esperado. El argumento es tan estimulante como descabellado. Sean Connery encarna a Duke Anderson, un "reputado" atracador de bancos tan calculador como seductor, que ha cumplido nada menos que diez años a la sombra; lo primero que hace al salir es buscar a sus antiguos compañeros para preparar su golpe definitivo, el atraco a todo un edificio entero. Así, la mayor parte del metraje consiste en la presentación de dichos personajes, entre los que destacan Martin Balsam, el veterano Stan Gottlieb y un jovencísimo Christopher Walken, que iniciaba aquí su carrera cinematográfica hace nada menos que cuarenta años. El elemento sorpresa (y de extrañeza) viene dado por el hecho de que todos los movimientos de Anderson están siendo grabados, sin que sepamos exactamente por quién. La premisa es excitante y muy original, pero la lástima es que se trata de uno de los trabajos menos inspirados de Lumet; al final resulta un film rutinario y poco agraciado, con un más que correcto esfuerzo de un reparto que termina siendo lo mejor junto a la magnífica banda sonora de Quincy Jones. THE ANDERSON TAPES es una de esas poquísimas películas a las que no les iría pero que nada mal una puesta al día con más medios, no es que pueda yo garantizar que se hiciese mejor ahora, pero al film de Lumet le faltan muchísimas cosas para ser una buena película, sobre todo paciencia para desarrollar un guión de muchas y ambiguas interpretaciones morales.
Saludos grabados.

Runaway


Del Shannon - Runaway por inthe80s

jueves, 14 de abril de 2011

Hados desfavorables sobre la comitiva



Adelantada a su tiempo por los cuatro costados, como la mayoría de la obra de su autor, MACBETH sería ahora mismo, más de sesenta años después, una conmoción fílmica. No me cabe duda de ello en tanto que no ha perdido ni un ápice de su terrible fuerza y elocuencia discursiva. Orson Welles se fue a los estudios Republic y desde allí le dio un corte de mangas a Hollywood (uno de tantos) en la forma del drama shakesperiano más oscuro y terrorífico, el desencadenado por una extraña profecía hecha por tres brujas (escena inicial ésta demoledoramente moderna, de manual para [aspirantes a] directores jóvenes) al caballero Macbeth tras una sangrienta batalla: él será el próximo Rey de Escocia. El caldo de cultivo queda servido en apenas cinco minutos, Macbeth, conocedor de un supuesto futuro que no esperaba, torna su actitud otrora leal por la avidez imparable del poder. A partir de ahí, las maquinaciones de Macbeth, primordialmente impulsadas por su pérfida mujer, convertirán el trono escocés en un terrible baño de sangre que revertirá la profecía de la dicha de Macbeth por ser Rey en una maldición una vez consumado el hecho. Welles está en su salsa interpretando un personaje de tanta histriónica intensidad, su Macbeth no sólo no ha sido superado aún en pantalla (varias adaptaciones después), sino que su discurso visual y poético se refuerza con energía; este MACBETH no es sólo (sus detractores lo ven así) un pulcro ejercicio teatral filmado, ver más allá del cartón piedra es difícil pero necesario (cuán necesario cuanto más difícil), porque su pose (su poso) se ha reiterado hasta la saciedad en el cine moderno, y esto es su gran logro y legado más allá de su personalidad indiscutible, que es la de su creador. Hoy día es una experiencia estimulante y reclutadora, se empieza a ser cinéfilo (entre otras muchas formas) apreciando y amando a Orson Welles; así que si tienen la oportunidad de rescatarla no la dejen pasar, es un consejo que me permito darles.
Saludos ensangrentados.

The crystal world

miércoles, 13 de abril de 2011

Entre pillos anda el juego



Si hace apenas un par de semanas que nos referíamos aquí mismo al segundo film de Alfred Hitchcock, perteneciente a una lejana época muda, hoy nos vamos directamente a su último trabajo, tan injustamente tratado como poco citado por cinéfilos. Es el peaje a pagar cuando te preceden 55 años de obras mayores. Pero si nos ceñimos a su estricto valor cinematográfico, FAMILY PLOT no sólo no es una mala película sino que posee virtudes que a Hitchcock nunca le fueron ajenas y que quizá hubiese podido desarrollar en títulos similares que, al menos que yo sepa, veinte o treinta años antes ni siquiera se planteaba.
Se nos cuenta aquí una comedia negra de aire bufo y personajes cargados de histriónica comicidad, aunque su poso, su trasfondo, sea poco apacible, repleto de rencores, engaños y una mala leche de no poca crudeza. Ahora celebramos cosas similares cuando están filmadas por unos hermanos apellidados Coen, pero no sólo no han inventado nada sino que se han limitado a estilizar formalmente obras anteriores que asimismo extraían modelajes del teatro, la literatura... FAMILY PLOT es retorcida y chusca, sainetera y juguetona; nos presenta a dos estafadores de poca monta que explotan a viejas crédulas con excusas pseudoespiritistas y que buscan desesperadamente un gran golpe que les permita retirarse al fin. La casualidad hará que descubran la existencia de una herencia millonaria en busca de un heredero único que ni siquiera sabe que lo es; todo esto se enredará aún más cuando el "heredero" se revele como un sinvergüenza aún mayor, lo que dará como resultado un tira y afloja cruzado por vetas de humor irreverente y un final nada complaciente, que a mí me recuerdan sospechosamente a FARGO o QUEMAR DESPUÉS DE LEER, por citar dos ejemplos evidentes de lo que antes dejaba caer. Sí, de acuerdo, no resiste la comparación con las obras mayores del maestro, pero yo les invito a que se despojen de los siempre pesados prejuicios y descubran a ese "otro" Hitchcock, que con 77 años aún albergaba una chispa creadora a la que tantos luego se han aferrado. Y siguen haciéndolo...
Saludos en familia.

The plot

martes, 12 de abril de 2011

Los medios nunca justifican un fin



Si comienzas tu andadura como director de cine con algo como 12 ANGRY MEN, está meridianamente claro que el destino te tiene preparado un lugar de honor entre los más grandes. Discutir a día de hoy si Sidney Lumet fue uno de los más grandes de Hollywood es discurso baladí: lo era. Y mi sentido homenaje tenía que ser con su debut, puede que el más rotundo de toda la historia junto a NIGHT OF THE HUNTER o CITIZEN KANE, aunque Lumet, al contrario que Laughton, no se arredró ante nada y conjugó una larga y sólida carrera, que además no tuvo por qué buscar acomodo fuera de Hollywood pese a su vocación de mosca cojonera del sistema. Paradigma de esto último, 12 ANGRY MEN supuso uno de esos reveses que el stablishment tiende a mirar con recelo y fastidio; inteligente e intensa, la deliberada teatralidad de su puesta en escena no hace más que reforzar la sensación de agobio que ya impregnaba el original de Reginald Rose. Su guión es ya todo un clásico del inconformismo y la lucha por la verdad: Un jurado popular de doce hombres delibera la condena de un hombre acusado de matar a su padre. Once lo tienen más que claro: culpable y pena de muerte. Sin embargo, un solo hombre se interpondrá en esta drástica decisión; no lo hará por capricho o cabezonería, sino porque no está en absoluto convencido de dicha culpabilidad, y por tanto se niega a enviar a un hombre hacia su final. Sí, el personaje de Henry Fonda te levantará del asiento y hará que aplaudas, te pondrás a su lado indefectiblemente y volverás a creer en el gastado término "justicia". Pero no nos equivoquemos, 12 ANGRY MEN también contiene un mensaje profundamente pesimista, como si el propio Lumet nos anticipara que luchar contra el sistema cuando lo tienes en contra te exime incluso de la presunción de inocencia, y esta negrura implícita es, también, la que ha hecho de esta obra maestra absoluta más que un film de calidad, quizá un referente de pensamiento que en estos tiempos se me antoja tan necesario...
Valga esta pequeña reseña como homenaje a un grande de los de verdad, Mr. Sidney Lumet.
Doce saludos.

Grimly fiendish

domingo, 10 de abril de 2011

Rincón del freak #22: Chungo... muy chungo, o "vosotros lo habéis querido"



Sí, al final el problema es sólo nuestro, y echarle la culpa a los demás no nos salva de nuestra propia cuota de estupidez. La semana pasada hacía mención en esta misma sección al primer film de un maestro del séptimo arte, llamado DEMENTIA 13; si uno no es lo suficientemente avispado (como supongo que es mi caso) y ve la carátula de la cosa que nos ocupa hoy, lo primero que piensa es una sarta de gilipolleces pseudocinéfilas tales como: "Homenaje de un fan rendido" o "Puesta al día de una idea que nunca fue valorada en su justa medida"... No, nada de eso. Todo es siempre mucho más sencillo de lo que pueda parecer en un principio, y esta frase se ha convertido en una especie de lema para este blog, y nos va bien. Así que haré lo que suelo hacer en esta sección de anticríticas, les cuento de qué va el asunto y ya me dirán.
Sale un policía sin pelo pero con cejas. Vale. Al policía le secuestran un hijo, creo que es el único que tiene; si esto hubiera seguido por ahí podría haber salido algo decente. No, olvídenlo. Lo que sigue es un tipo que parece el enésimo Mad Doctor, pero no sabemos exactamente qué motivaciones tiene, ni siquiera si tiene ganas de salir en la peli, que ya es chungales... Lo bueno viene luego, en el tramo final, el que se supone importante. La ciudad, es de noche y estamos a punto de asistir al gran mal del cine de nuestra época y del que pocos se percatan: confundir videojuegos con cine. El doctorcete tenía 14 chavales secuestrados, les ha hecho algo que sólo él y el guionista saben y se han convertido en Chuckesnorris dementes en potencia. Mi pregunta es la siguiente: Si hay todo un señor enfrentamiento en las calles, con tiros incluidos y coches derrapando y demás... ¡¿NO DEBERÍA ASOMARSE ALGUIEN COMO MÍNIMO A UNA VENTANA?!... ¡¿DÓNDE COÑO SE HA METIDO TODO EL MUNDO?!... Esto me valía en los juegos del Spectrum, pero si no tienes presupuesto para extras.... ¡Carajo, hazlo en interiores!
Bueno, PERKINS' 14, efectivamente, la carátula y el título hacen mención directa al oscuro film de Coppola; las coincidencias no pasan de ahí, porque menuda basura de película... Me quedo con el Target Renegade... Abur.
Catorce saludos.

555 666

sábado, 9 de abril de 2011

Carrera nocturna



Hoy les voy a hablar de mi película favorita de Jim Jarmusch, lo es desde que la vi hace veinte lejanos años, y lo es porque la he vuelto a ver y ha resistido dignamente los embates del tiempo, que normalmente no suele dejar títere con cabeza cuando uno se deja llevar por la mitomanía menos indicativa. Y lo es también porque NIGHT ON EARTH es una película con la que te ríes, lloras, abres la boca y luego la risa se convierte en sonrisa de complicidad; y te das cuenta de que Jarmusch es un tío honesto hasta la médula, quizá uno de los últimos directores honestos norteamericanos con una trayectoria ya longeva y por tanto susceptible de acomodo.
La cosa es muy simple: cinco taxis por la noche, en diferentes ciudades del mundo (Los Angeles, New York, París, Roma y Helsinki); sus historias, con sus conductores, sus pasajeros. La noche como mudo testigo de esas pequeñas historias que se van desenvolviendo lentamente con la estupenda música de Tom Waits como grand partenaire (lo que hubiese dado yo por un episodio estrella con Waits de taxista). Winona Ryder es una desgarbada y grasienta chica sujeta a una linterna que conduce con pericia un enorme ranchera; masca chicles y fuma al mismo tiempo, y una guía de teléfonos le sirve para llegar al volante. La maravillosa Gena Rowlands es una agente de castings que vive en Beverly Hills y se queda prendada de la inesperada naturalidad de su inusitada conductora.
Giancarlo Esposito se hiela en el concurrido centro de Nueva York, desesperado por trincar un taxi, pero éstos pasan pitando a su lado sin hacer mucho caso a su evidente figura salida de Brooklyn. Un renqueante taxi se para a su lado, su conductor es Armin Mueller-Stahl, un emigrante recién llegado de la Alemania Oriental, que apenas habla inglés, no tiene puñetera idea de conducir un coche automático y por supuesto no conoce la ciudad. Su destartalada peripecia seguirá con el pasajero como improvisado conductor y la insoportable Rosie Perez en el asiento de atrás.
Isaach de Bankolé es costamarfileño y conduce un Peugeot por un París desierto y mojado, sus pasajeros son dos jactanciosos africanos elegantemente vestidos que terminarán violentamente expulsados. Seguidamente sube Béatrice Dalle, que es ciega pero ni lleva gafas de sol ni tiene pelos en la lengua; su carácter choca con el del orgulloso taxista, que no ha tenido su mejor noche, lo que desmbocará en una tensa disputa que no es discusión sino intenso tanteo.
Roberto Benigni habla, habla mucho, habla solo, con las calles, con las farolas; le molesta lo poco iluminada que está Roma de madrugada, pero se niega a quitarse las gafas de sol... Recoge a un cura de aspecto resignado que resistirá estoicamente el tsunami verbal, de dudosa moralidad católica, del taxista en el que es, sin ninguna duda, el episodio más surrealista y divertido de los cinco.
Normalmente a nadie le gusta el último capítulo de NIGHT ON EARTH, pero es mi favorito; me parece el contrapunto perfecto para todo lo que hemos visto anteriormente. Helsinki se convierte así en ese final de partida (del mundo, quizá) que sorprendentemente poco tiene que ver con su cineasta más famoso. No hay rastro de Kaurismaki, sólo sus actores, y un inmenso Matti Pellonpää cabecea en torno a una helada rotonda (sí, el fin del mundo; no hay nada más allá) cuando recibe un aviso que le llevará a recoger a tres borrachos en la puerta de un bar. No sé si será por lo mucho que me identifico con este último capítulo o por la elegancia con la que va soltando su halo de resignación y tristeza. Es mi favorito; lo fue hace veinte años y de nuevo se obró el milagro el otro día, cuando volví a ver esta obra maestra, humanista por los cuatro costados, una maravillosa película que define a la perfección el inquieto y juguetón espíritu de su director, un tipo que nunca ha sido lo que pueda parecer viendo su facha, Jarmusch es ese amigo de toda la vida con el que te encanta compartir una madrugada en torno a una botella de bourbon y un paquete de cigarrillos... o dos...
Háganse un favor y véanla.
Saludos de un noctámbulo empedernido que, sin embargo, ya no coge taxis a menos que sea estrictamente necesario...

Taxi grab

viernes, 8 de abril de 2011

Códigos de conducta mancillados



¿Han visto GOHATTO? ¿la de Nagisa Oshima?... Tanto mejor, porque ponerme yo ahora aquí con un batiburrillo de nombres (lo que MÁS me aburre del mundo), dinastías y demás zarandajas es algo que, francamente, prefiero ahorrarme y ahondar únicamente en su perturbadora atmósfera. Porque ¿es GOHATTO un film sobre la homosexualidad? Yo creo que no ¿Se sirve de la homosexualidad para realzar sus motivos argumentales, la mayoría no demasiado claros? Puede, pero tendríamos que ser japoneses para entender esto. GOHATTO (traducido: "tabú") es, eminentemente, una película sobre hombres experimentados y hombres que aún han de hacerse; y esto se podría extrapolar a cualquier ámbito o época, a cualquier otro país, cambiaría la apariencia pero no el fondo. En el Japón feudal las relaciones entre hombres eran algo socialmente aceptado (lo que da una idea de lo gilipollas que somos actualmente) y se atendía antes al rango y honorabilidad que a la tendencia sexual; Oshima factura una película muy bella visualmente pero que tiene una pretensión fundamental, que es no desviarnos la atención e intentar dejar constancia filmada de una época (en este caso el siglo XIX) muy determinada. Interesan menos los vaivenes del joven aspirante a Samurai que seduce a media milicia, como la precisión de una puesta en escena exquisita y deliberadamente teatral, especialmente en el tramo final, que es lo mejor de un film que causó cierto revuelo en el momento de su estreno, precisamente por la cortedad de miras que tenemos el público occidental a la hora de interpretar adecuadamente de qué se nos habla en obras de este tipo. Y no hablo en absoluto de la calidad, GOHATTO ni siquiera es de lo mejor de su autor, sino de saber a qué nos enfrentamos antes para después poder juzgar con conocimiento de causa. Si no la vieron en su momento, pueden rescatarla, bajar la persiana, prepararse un té helado y relajarse durante hora y media con esta delicatessen donde podrán ver, entre otras lindezas, a Takeshi Kitano y a un incipiente Tadanobu Asano.
Saludos prohibidos.

Alone together

lunes, 4 de abril de 2011

El problema de juzgar sin prejuicios



Lo que más me atrae del cine de Jaime Rosales es su loable empecinamiento por adentrarse en los terrenos más pantanosos sin apenas mojarse los pantalones; no lo digo por falta de compromiso, aunque muchos de estos compromisos sean asquerosamente falsos en el cine español actual. En realidad, Rosales evita mojarse por una cuestión de principios; sus personajes están ahí, delante de nosotros, como las personas que diariamente se nos cruzan anónimamente, sin que sepamos nada de su vida. En este sentido, TIRO EN LA CABEZA es su obra maestra, el summum de ese cine del desapego y la distancia, del no-compromiso si lo prefieren; pero ya había mucho de todo esto en el riguroso seguimiento de Abel, el "protagonista" de LAS HORAS DEL DÍA. Abel es usted y soy yo, entiéndanme; Abel es un tipo cualquiera, sin más. No posee grandes cualidades ni hay una gran y emocionante historia detrás de su monótona vida que deba ser contada por un artista, un director de cine. Abel es una persona que se aburre, que no sabe qué hacer, que se pelea con su novia, que atiende sin entusiasmo un negocio familiar; que come, bebe, duerme, sale, entra, sube, baja... y de vez en cuando, sin saber por qué, mata a alguien. Lo que nos asusta es precisamente eso, esa fría e inexplicable cotidianidad del horror; los opacos exponentes sobre los que alguien que es como usted y como yo es también un asesino. Esto nos es mostrado sin pasión ni énfasis, como otra de las actividades de Abel; rechina, claro, porque estamos acostumbrados a tragarnos el rollo de los asesinos (fabricados) en serie y hoy en día todo nos gusta mascadito y con envoltorio. Así, LAS HORAS DEL DÍA irrita, y mucho, y cuanto más irrita más me gusta esa distancia desolada de sus imágenes, como si estuviésemos detrás de un espejo observando cómo matan a alguien y no moviésemos (plenos de tranquilidad) ni un puñetero dedo. Ahí, la película de Rosales nos mira directamente a nosotros, satisfechos consumidores de cine, y nos inquiere con muy mala hostia qué ocurre en la cabeza de Abel; sí, nos lo pregunta a nosotros... ¿a quién si no?, al fin y al cabo sólo hay una pantalla y alguien mirándola...
Saludos en hora.

Teen angst

domingo, 3 de abril de 2011

Rincón del freak #21: Los oscuros inicios de un gran cineasta



Sí, ya sé que los más avisados lo sabían, pero aquí debemos seguir con nuestra labor de servicio público e informar de todas y cada una de las rarezas y frikadas que pueblan por doquier el séptimo arte. Y es que, como es lógico, a poco que uno ahonda en las catacumbas de cualquier filmografía, afloran los títulos que, como el que hoy nos ocupa, dan cuenta de lo duros que son los inicios para un cineasta en ciernes. Francis Ford Coppola, por ejemplo, comenzó su andadura hacia la fama con una bizarrada psicogótica (estoy por registrar el término...) hace ya la friolera de 48 añacos. DEMENTIA 13 (que el titulito se las trae) fue producida por Roger Corman, al que nadie le adjudicó nunca el honor de descubrir a Coppola, y rodada en un apartado caserón irlandés, en uno de estos bien aprovechados viajes que el afamado productor solía mantener a caballo entre América y Europa, lo que le ahorraba una enormidad de costes. La película en sí no es gran cosa, no nos engañemos; se trata de una típica y tópica historia de supuestos fantasmas que en realidad (sí, hay más de una coincidencia con las aventuras de Scooby-Doo) ocultan una oscura trama de intereses familiares en torno a una herencia millonaria. Estoy seguro de que si la hubiese rodado veinte años después, Coppola habría bruñido algunos aspectos que aquí ni siquiera toman importancia, como el choque cultural entre "los paletos" irlandeses y la estridente comitiva yanqui, o los extraños rituales que van surgiendo y que tampoco tienen más relevancia que la de aportar su toque exótico a un film que se queda en una serie Z descarada y de la que se agradece, sobre todo, su parca duración, de apenas hora y cuarto. Seguro que muchos de ustedes correrán (es un decir en la era de internet, claro) a hacerse con esta película de culto, los seres humanos somos así, pero insisto en que no es de lo mejor que ha producido Corman ni, por supuesto, de lo que ha rodado Coppola, del que seguimos esperando noticias tras sus últimos intentos de "reciclaje".
Saludos arqueológicos.

Billy the monster

sábado, 2 de abril de 2011

Nosotros, que nos queremos tanto...



Quería hoy, que parece que me levanté un poco optimista, hablar de un film de Ken Loach que quiere despegarse desesperadamente de lo que significa ser "un film de Ken Loach". Y es que AE FOND KISS, pese a no perder ciertos rasgos adoctrinadores tan caros a su autor, se centra mucho más en la disección de una relación imposible que no lo parece a priori, pero cuyo inteligente guión, firmado por Paul Laverty, lo va mostrando poco a poco como algo a todas luces inevitable. Convergen aquí las historias personales de Roisin, profesora en un estricto colegio católico en Glasgow, y Casim, hijo de emigrantes paquistaníes y que sueña con abrir un club que gire en torno a su pasión de disc-jockey. Sí, chico conoce chica, y se enamoran y se besan y se dan arrumacos y todo eso que pasa siempre, pero Loach aprovecha aquí el problema de diferencia cultural para mostrar cómo, en pleno siglo XXI, aún hay que dar explicaciones de por qué tenemos buenos sentimientos, mientras que los malos no hace falta explicarlos. AE FOND KISS no es una película ñoña, en absoluto; tiene un trasfondo amargo de desesperación y desencanto, mientras el caramelo es puesto y seguidamente retirado; además está Loach, y su habitual demagogia de instituto se torna aquí en una recia dirección de actores (la pareja protagonista está inmensa) que logra extraer cada pequeño detalle, que será puesto ante nuestra mirada, primero descreída, luego cómplice de una descorazonadora historia repleta de injusticia e incomprensión.
Lo mejor es lo creíble que resulta un relato que nos han contado miles de veces desde Shakespeare; lo peor, las licencias que (siempre) se toma Loach sólo por poner en pantalla algo que a él se le ha metido entre ceja y ceja y que a lo mejor no hacía falta poner.
Saludos... mmmuuuuuaaaaakkkkk!!!

Kiss off

viernes, 1 de abril de 2011

Retroacústica invertida



No comparto el entusiasmo por CIDADE DE DEUS, lo he reiterado por activa y por pasiva; me gustan algunas cosas, sí. Por ejemplo que funcione tan bien su engranaje interno, aunque no vaya más allá de un blockbuster de gama alta, bonito de ver aun cuando el trasfondo de lo que se cuenta mantenga una negrura que no puede disfrazarse. Es ahí donde me pierdo, o puede que sea Meirelles el que desaproveche la magnífica oportunidad de hacer una denuncia en toda regla y no el enésimo film de aventuras con excusa de conciencia social. Aquí hay mucho de Tarantino, de Frankenheimer, de Scorsese y del planteamiento técnico de MATRIX; en las favelas pasa todo eso, claro, y mucho más, y puede que sea imposible que un equipo de rodaje pueda internarse en las entrañas de la bestia y describir toda la miseria y el horror convertido en cotidianidad. CIDADE DE DEUS hace un poco más soportable el proceso de desmoralización progresivo de un grupo de personajes desde su infancia hasta una madurez que no es tal, pues queda detenida a los veintitantos años. Entre las sucesivas oleadas de violencia, extorsión, tráfico de drogas y de armas, el personaje conductor de Buscapé resiste con dignidad y logra su sueño de convertirse en fotógrafo haciendo precisamente (y esto es un poco desalmado, ya lo sé) lo que el film no logra en ningún momento: siendo testigo de primera mano. No me malinterpreten, como película de entretenimiento es absolutamente recomendable, todo un descubrimiento de pulso visual que a su director le valió un billete de ida a Hollywood; sin embargo, yo no lanzaría las campanas al vuelo, CIDADE DE DEUS no es JUVENTUDE EM MARCHA, y es ahí donde deben ustedes buscar si pretenden que el cine les devuelva (y esto sólo ocurre muy de vez en cuando) un trozo de realidad en forma de bofetada. Esto es otra cosa, no lo duden.
Saludos deificados.

Deus

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!