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lunes, 28 de octubre de 2024

Dignidades imperfectas


 

Aparcamos este pequeño homenaje a la figura de Maggie Smith, con un título que de nuevo ha quedado en el ostracismo, pero que merece la pena recuperar, con tal de redimensionar la altura de una actriz inmensa. Smith se alzó en 1987 con el premio a mejor intérprete en los BAFTA por THE LONELY PASSION OF JUDITH HEARNE, un intenso y mordaz retrato de la feminidad acosada, enclaustrada y finalmente aplastada por un entorno que la usa y jamás la valora. El film, uno de los últimos rodados por el gran Jack Clayton, se abre con un fugaz pero elocuente flashback, que nos lleva hasta la niñez de Judith, criada por su inflexible tía, y que a la muerte de ésta ha de afrontar la vida sin saber nada de ella, atrapada entre una educación de clase intachable, pero una realidad económica muy diferente. Manteniéndose gracias a unas clases de piano, su única habilidad, llega hasta Dublín, donde se aloja en una modesta pensión, chocando frontalmente con la vigilancia de la casera e ilusionándose con el hermano de ésta, un hombre tosco pero que la embelesa con sus relatos de un New York en el que supuestamente vivió. Bob Hoskins da perfecta réplica a Smith en una película mucho más oscura y amarga de lo que parece aparentar, con unos personajes humanos ante todo, que quisieran ser mejores de lo que son, para acabar fallando en el intento. Uno de esos films de diálogos perfectos, hirientes, cuyas heridas se rastrean en el rostro de una mujer siempre a punto de quebrarse, y que no necesita más que lo único que siempre se le escapa de las manos: alguien que la quiera...
Una joya de las que nos gusta traer del olvido de tanto en tanto.
Saludos.

miércoles, 7 de octubre de 2015

El terrorífico mundo de los niños



Decía Hitchcock que era un buen consejo alejar a un niño de un rodaje. Algo de razón tendría, pero no es menos cierto que ha habido, a lo largo de la historia, grandes directores que le han dado la vuelta por completo a esta opinión y han facturado lo mejor de su obra en base a la aportación de tiernos infantes. Se me ocurren varios, pero el más notorio quizá sea Jack Clayton, que ya hizo en THE INNOCENTS una de las mejores direcciones a niños que puedo recordar, y que repitió seis años después con la inolvidable Pamela Franklin, ya con 17 años, en OUR MOTHER'S HOUSE, una película que, sin entrar en lo sobrenatural, proporciona tantos o más escalofríos como aquélla por su escabroso argumento. Una mujer, de la que apenas sabemos que era religiosa hasta casi el fanatismo, muere enferma y en su casa, rodeada de sus siete hijos, que quedan, además de huérfanos, desorientados sobre su incierto futuro. A partir de aquí, las decisiones que irán tomando los niños, los roles y posiciones, conformarán todo un microverso quetiene un único fin: hacer que todo siga exactamente igual, pese a que hay un gran y terrible secreto que se han obligado a no revelar jamás. Así, Clayton muestra su gran sensibilidad narrativa al no juzgar a estos niños, pero tampoco colocarles en una situación peyorativa, ni exacerbada, ni lastimera, sino dejando de lado el tedioso psicologismo de los adultos y observándoles como una organización que, aun insólita, es autónoma. La llegada de un ignoto padre (un destartalado Dirk Bogarde) abrirá aún más incertidumbres, pues los niños irán descubriendo que no ha venido precisamente para ayudarles, sino más bien en beneficio propio. Habría que señalar, además, las apariciones de Margaret Brooks como la hermana mayor, Mark Lester sólo un año antes de su legendario papel en OLIVER y... sí, la señora Roper, aquella actriz llamada Yootha Joyce, y que aquí también hacía, mucho antes de hacerse famosa, de señora incordiante...
Una película a descubrir para quienes no la hayan visto, y una gran oportunidad para constatar que el horror se halla tras la esquina más insignificante.
Saludos.

martes, 21 de octubre de 2014

Aquella figura de negro...



Signo de los tiempos. Indicador de pérdida de lucidez. Amenábar no se enteró de nada. De nada.
Me extraña que haya esperado tanto tiempo para hablar un poco sobre THE INNOCENTS, una de las mejores (con unas mayúsculas así de grandes) películas de terror de todos los tiempos.
Amenábar no se enteró de nada, porque pensaba que la obra maestra era "Otra vuelta de tuerca", de Henry James, y no el increíble film de Jack Clayton, así que desdeñó la película para hacer "su" obra. No sólo no lo consiguió, sino que se quedó en una sospechosa tierra de nadie, ni libro, ni película. Yo no voy a pecar de entendidillo, porque a mí me cuesta apresar por completo el oscuro entramado de esta excepcional obra; porque cuando creo haber dado con su lema, su razón de ser, precisamente ocurre esa "otra vuelta de tuerca" que la sitúa en otro lugar, alejada de cualquier convencionalismo. Es una historia de fantasmas, sí, pero maticemos (subrayemos) que sobre todo es una historia sobre la corrupción, no tanto física sino moral. Y es que la moral, la falta o subversión de la misma, supone el eje central de este perverso y aberrante descenso a la puesta en cuestión de todos nuestros credos y confortables lugares comunes. El impactante y magistral guion ideado por (¿es algo esto?) Truman Capote no deja un solo resquicio argumental, aunque parezca que así sea; ni con la toma de contacto de la institutriz que interpreta una modélica Deborah Kerr, ni con la llegada a la sombría mansión, donde tendrá que encargarse de dos inquietantes niños; ni con el terrorífico y vertiginoso giro de su última parte, donde ya nada es lo que parece y cualquier cosa es esperable. No, Amenábar no se enteró de nada; se embelesó con Nicole Kidman, demasiado adulta... Y aquellos dos niños repelentes, demasiado infantiles. Aquí, Jack Clayton nos advierte: ¿Qué hay más turbador que un niño que actúa como un adulto y que es capaz de someter la voluntad de los mismos hasta hacerles dudar de su propia identidad?
Clásico imperecedero. Y me quedo corto...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!