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lunes, 10 de enero de 2022

La capilla en el desierto


 

Y no podíamos rematar este mini homenaje a Sidney Poitier de otra forma que no fuese mencionando la película por la que ganó el oscar. Es curioso, porque hoy día LILIES OF THE FIELD no es un título especialmente recordado, pero allá por 1963 marcó un antes y un después en la historia del certamen, porque no sería hasta casi cuarenta años después, que otro actor de raza negra lo ganaba como actor principal. El film ha resistido sorprendentemente bien el paso del tiempo, gracias a su mezcla de comedia desenfadada y argumento marciano, porque es un delirio imaginar cómo un tipo que se dirige a ninguna parte en su coche pueda acabar construyéndole una capilla a unas monjas de Centroeuropa en mitad del desierto de Arizona. Dirigía el siempre irregular Ralph Nelson, un director con buen ojo para rentabilizar presupuestos exiguos, y que aquí acierta de pleno con una historia que perfectamente podrían haber rodado los Coen, y que puede estar pidiendo que alguien se decida a hacerle una puesta al día. Poitier está espléndido, sea enseñando inglés a estas monjitas a golpe de gospel, o poniendo ladrillos bajo un sol de justicia, y su personaje encarna al prototipo de quien puede encajar en cualquier sitio, precisamente por no encajar en ninguno. Una película tremendamente entretenida, con algunos momentos de sonora carcajada, y que nunca pretende salir de una modestia que, sin embargo, le granjeó numerosos premios, desde los oscar a los Bafta, e incluso Berlín.
A descubrir sin reticencias.
Saludos.

domingo, 24 de marzo de 2013

Rincón del freak #101: Hippy Indian shake



El final de la época dorada del western no tuvo nada que ver con la jubilación de los grandes maestros, sino en la incapacidad, por parte de los cineastas jóvenes, provenientes en su mayoría de las todopoderosas series de televisión, de reinventar dignamente un género acorde a nuevas formas narrativas. Corría 1970 y en los cines de medio mundo se podía ver un cartel cuanto menos sorprendente: una india completamente desnuda, atada y de espaldas (la etnia se adivinaba por la pluma...), observaba en la lejanía a la caballería; debajo, unas fotos ilustrativas presentan a los dos protagonistas, nada menos que Peter Strauss, que sería uno de los iconos televisivos gracias a "Hombre rico, hombre pobre" y una jovencísima Candice Bergen. Por sus atuendos y peinados nadie podría haber distinguido si estaban en Fort Laramie o en Woodstock, además de olvidarse de los habituales atuendos mastodónticos femeninos y dejar a esta heroína de modales impropios casi en minifalda... Estaba claro que algo estaba cambiando; los géneros ya no eran lo que fueron y cualquier excusa servía para explotar la tensión sexual de los intérpretes sin que tuviese que derivar del guion, sino como reclamo visual. SOLDIER BLUE tenía más de promesa que de verdadero escándalo; y sin entrar en si esto suponía un valor en sí mismo, cualquier espectador con un mínimo de bagaje se daría cuenta de que, más que espectacular, este extraño film era descaradamente sensacionalista. Otra de las "virtudes" anunciadas a bombo y platillo consistía en el "crudo y realista" tratamiento de la violencia, algo que se reducía a representar los ataques de los soldados a los indios como si estuviésemos viendo una película gore  de segunda fila, con miembros amputados a lo bestia y sangre inequívocamente Titanlux... La película, en términos cinematográficos, es flojita tirando a mala y ha envejecido fatal, que es lo peor; yo no la recomendaría ni como curiosidad, aunque hay algunos momentos divertidos y lo mejor es la aparición de Donald Pleasence como un cazarrecompensas ciertamente peculiar. Una de esas películas de las que uno ha oído hablar de una manera, pero cuyo halo de misterio queda inmediatamente disuelto tras verla; y no me parece un asunto poco significativo teniendo en cuenta el apreciable resurgimiento que el western está experimentando en los últimos años.
Saludos azulados.


... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!