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viernes, 12 de noviembre de 2021

Lema repetido=Mantra


 

No es ni muchísimo menos casual encontrar en los créditos de THE MEDIUM a Na Hong-jin, responsable, entre otras cosas, de aquella absoluta maravilla que es GOKSUNG, y con la que ésta comparte la intención, nada desdeñable, de seguir poniendo al día una forma más dislocada y serpenteante de entender el terror en este nuevo milenio. El director coreano escribe el guion junto al director tailandés Banjong Pisanthanakun, con una carrera que se remonta a 2004, y que por momentos recuerda en su pulso a la obra maestra antes referida. Hasta ahí. Porque hay algunas cuestiones que bajan sensiblemente el nivel de este relato de posesiones y exorcismos en la Tailandia rural. Lo primero es capital, y es el horripilante uso de la cámara en mano, ya que la excusa es que "asistimos" a un documental filmado en tiempo real. No sólo no se consigue el efecto deseado, sino que me parece inexcusable que deban ser los propios actores quienes se dirijan a los documentalistas, sin que éstos se integren como tales, y parezcan tan sólo un mal operador. El otro asunto es la duración, 130 minutos que se hacen eternos, y que no sirven para introducir radicales cambios de tono, como sí ocurría en GOKSUNG, que es aún más larga, pero se pasa en un suspiro. Por salvar algo, salvaría la excelente fotografía, a cargo de dos señores tailandeses cuyo nombre me ahorro, y alguna secuencia más o menos impactante, aunque no son muchas. En definitiva, una oportunidad perdida, o la constatación de que repetir fórmulas no siempre sirve como refinado de la misma, sino como incapacidad para avanzar.
Saludos.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Un sueño inducido



Una mujer con la pierna quebrada en dos. Un soldado que no despierta ni recuerda. Unas excavadoras que han improvisado un campo de fútbol montañoso. Imágenes que nos recuerdan que estamos de paso, como el altar con figuras a tamaño real o los esqueletos sentados en un banco, quizá amantes eternos. Un hospital en mitad de la selva, donde se cuida a los que no despiertan ni recuerdan. Una extraña forma que gira en el cielo, como una célula viva o un proyecto de ser vivo. Las luces del hospital se apagan y quedan unos tubos fluorescentes, una iluminación sobrenatural.
Y todas esas voces, esos indicativos, a la vez terrenales y espirituales, muestran la faz cansada y amable de los seres que eligen ayudarse unos a otros, que laten bajo las sábanas amarillas de la enfermedad y contemplan con aceptación lo que no comprenden, los árboles o los animales. Y Apichatpong Weerasethakul filma esta película quieta, reflexiva y juguetona. Leve o grave, RAK TI KHON KAEN (CEMENTERIO DE ESPLENDOR) indaga en los misterios de la vida con la misma naturalidad que ésta es incesantemente vivida.
Saludos.

jueves, 25 de febrero de 2016

El universo desde una habitación



Una especie de "compleja sencillez" preside el escueto metraje de MEKONG HOTEL, que no llega a una hora pero le sobra a Weerasethakul para construir una fascinante historia sobre amantes perdidos, almas que vuelven al mundo reencarnadas en quién sabe qué y fantasmas devoradores de entrañas. Descrito así, bien parecería que estamos ante un ultragore, pero nada más lejos, porque se trata de una hermosa reflexión en clave semidocumental que indaga con calculada calmosidad qué ofrecemos a los demás cuando no tenemos nada. Mecidos por los dulces acordes de una guitarra española (elemento clave para comprender el devenir de los personajes) y con el espacio único de una habitación de hotel a orillas del Mekong, los encuentros tienen menor importancia que las historias que se cuentan; el tiempo se diluye y el presente cobra un aura de encantamiento. Los vivos entablan conversaciones con los muertos, les cuentan sus problemas y ambos terminan por aceptar sus respectivas soledades; porque el muerto suspira por volver a ser carne y el vivo por morir y reencarnarse en una vida menos infeliz... Incluso un simple tronco que va a la deriva por el Mekong, y que cierra con sabiduría cinéfila este bellísimo poema acerca de la existencia. Así de simple.
Saludos.

jueves, 18 de febrero de 2016

Los poemitas 3



Rematamos la extensa nómina de cortometrajes de Apichatpong Weerasethakul con dos trabajos muy similares, si no en la forma sí en el fondo. ASHES, de 2012, es una trepidante sucesión de instantáneas captadas por el director con su LomoKino y que aparentemente parece una visión optimista y colorista de un país ancestralmente refractario a los cambios radicales. Lo que se cuenta en realidad es el desencanto de la juventud, atrapada por un sistema económico que les obliga a abandonar sus lugares de origen; tanto o más importante es el proceso de despersonalización e incapacidad para conciliar distintas sensibilidades, punto capital en la filmografía de AW y que queda corregido y aumentado en el siguiente corto.





Porque VAPOUR, premiada en el Festival de Busan del año pasado, parece el fantasmal retrato de un pueblo, Toongha, cuyos habitantes sufren el abandono consciente del gobierno, que les ha condenado a vivir en condiciones infrahumanas, Weerasethakul lo escenifica gloriosamente en la literal desaparición de los cuerpos, las casas, las formas conocidas, bajo la influencia de una espesa niebla (el "vapor" del título) que lo fagocita todo hasta no dejar un solo rastro visible de una comunidad que lucha sin armas por la conquista de su propia dignidad.
Saludos.

jueves, 11 de febrero de 2016

Los poemitas 2



En 2009, un año antes de obtener la Palma de Oro, Weerasethakul presentaba en sociedad al Tío Boonmee en un extraordinario cortometraje de poco más de quince minutos. A LETTER TO UNCLE BOONMEE es un artefacto tan extraño que prácticamente roza la ciencia ficción, o más bien una ficción desligada de toda realidad para, mediante la simple lectura de una carta, nos veamos transportados a un mundo fantasioso donde los seres humanos son felices. Nabua, el Macondo particular del director tailandés, le sirve para desplegar su particular universo de seres sobrenaturales que se mezclan con "naturalidad" con los hombres, pero también para elevar una dolorosa denuncia, la que habla del final de una civilización, situada en un lugar concreto de Tailandia y respetuosa con la tradición oral y escrita, y que poco a poco ha sucumbido ante la llegada de la tecnología, que ha obligado a sus habitantes más jóvenes a irse a las capitales. La cámara de Sayombhu Mukdeeprom barre un lugar tan hermoso como desolado, confronta los reflejos de este momento perecedero y da cuenta de los hogares vacíos. Pero allí, a lo lejos, un poco escondido y apenas entre los vapores del pasado...




Volviendo a las instalaciones, una de las mejores y más imaginativas de Weerasethakul es PHANTOMS OF NABUA. Concebido en varias partes para el proyecto Animate, coproducido junto a Alemania y Reino Unido, es una especie de celebración de la luz, como si el movimiento humano siempre desafiara a la oscuridad imperante y nos sacara de las sombras de la ignorancia. Primero, un simple partido de fútbol entre unos muchachos, solo que el balón arde; después, los mismos protagonistas asisten sorprendidos a un extraño y exuberante baile de relámpagos. Es la oscuridad cercenada, partida por la luz. Los hombres siempre como invitados al espectáculo de la naturaleza...
Saludos.

jueves, 4 de febrero de 2016

Los poemitas 1



Hablaba aquí hace una semana de un corto de Chantal Akerman en el que la cineasta belga confiaba todo el valor de una minúscula pieza de cámara al movimiento rotacional de la ídem. Hoy traigo un par de cortos (muy cortos) del amigo Weerasethakul, dos trabajos que, como el antes mencionado, parecen más borradores de ensayo técnico que trabajos completos.
En THE ANTHEM, el director tailandés traza una elipsis formal de 360º alrededor de una cancha de badminton, donde además de ver a jugadores entrenando, hay un curioso grupo de baile tradicional, además de todo el equipo de rodaje, que en nigún momento queda fuera de campo. Desconozco si la idea era aglomerar aspectos irreconciliables, pero el mínimo prólogo presentaba una amena charla entre señoras de avanzada edad mientras toman el té... o el café...





Aún más inabordable es la propuesta contenida en HAIKU, de 2009. una especie de sueño filmado con lentes de alta intensidad, en la que varias personas duermen dentro de un habitáculo mientras son observadas po alguien que acaba de entrar. En una videoinstalación puede tener su gracia, pero son dos minutos de luz roja y ronquidos, así que...
Saludos.





domingo, 31 de enero de 2016

Rincón del freak #222: Gamberrismo de autor



A menudo cometemos el grave error de identificar rápidamente a un señor con Palma de Oro en Cannes y domicilio fiscal en país exótico con un sesudísimo autor de triste figura y discurso inaccesible. Esto es así, supongo, en algunos casos, pero no en el del tailandés Apichatpong Weerasethakul, un tipo que intuyo con una democracia interna (sea esto lo que sea) que no le permite un gramo de divismo, que es lo que en realidad esconde la pose de dichos autores; autores de hecho y cohecho, que con su presencia adornan estos festivales, a la vez que esculpen su nicho eterno, que es lo mismo que una estrella un poco más lejos. Weerasethakul se vistió de Tarantino hace ya 13 años y filmó una chuchería visual tan divertida como intrascendente. Como lo oyen, THE ADVENTURE OF IRON PUSSY (traduzcan, please) narraba las alocadas aventuras de un agente secreto transexual (Shaowanasai, que también es co-director), que por el día trabaja en un "Todo a 100" y por las noches se dedica a patearle el culo a los malvados. Siempre viaja "a la amazona" en una Vespa que conduce su compinche, al que salvó de la drogadicción, y jamás se separa de su barra de labios, que le ha salvado la vida en más de una ocasión.
La película (por llamarla de alguna forma) tiene buenísimas intenciones, pero rápidamente muestra sus carencias, que son muchas, y Weerasethakul confunde el impulso de la serie B con dejar la función en una sucesión de sketches filmados como una telenovela barata, lo que dejó este curioso artefacto justamente en un olvido al que el gran director tailandés no ha sucumbido por resucitar. Ese es, en último término. el gran triunfo de Tarantino desde hace más de dos décadas: haber creado escuela y dificultar la copia barata.
Saludos.

jueves, 28 de enero de 2016

En el goce



Me parece necesario hacer un punto y aparte en la filmografía de Apichatpong Weerasethakul llegados a su segundo largometraje, porque BLISSFULLY YOURS se revela como su trabajo más audaz y a la vez más convencional. A los ojos occidentales, un descarado tratado de inocencia en estado salvaje, al tiempo que da la primera medida sobre un creador de imágenes que por libre no es menos riguroso y observador. Lo que más llama la atención es su estructura; con los títulos de crédito prácticamente a la mitad, realmente la película, la narración, se "desdobla" conscientemente, sin atisbo de diletantismo o pedantería gordal, sino más bien dejando claro que para los personajes principales hay un antes y un después muy acusado toda vez logran conquistar sus minutos de plenitud y felicidad, que Weerasethakul identifica con dos espacios alegóricos: la frontera birmano-tailandesa y un bucólico y apartado lugar en el bosque, junto a un pequeño lago. Un joven es examinado por un médico por una dolencia tópica, le acompañan una joven y una mujer de mediana edad; el joven no habla, y las mujeres lo achacan a que la infección que sufre le ha afectado la garganta. Después los tres se encaminan hacia Birmania. Con apenas un par de trazos, el director tailandés nos ha descrito la situación en un país y en otro, y tras los "intertítulos" de crédito, empieza "la otra película", casi un ejercicio renoiriano en el que los diálogos quedan compuestos por banalidades e importa la sensualidad de los cuerpos, disfrutando de unos momentos de goce, y universalizando la humanidad como unidad de medida de nuestros anhelos, pero también de la incapacidad que sufrimos actualmente para amar sin reservas. Porque lo que BLISSFULLY YOURS propone, sobre todo, es una emocionante vuelta a la infancia, si fuese posible, siendo adultos.
Maravillosa.
Saludos.

jueves, 21 de enero de 2016

La originalidad inconveniente



Ser original no está bien visto por la mayoría. Primeramente porque se confunde la originalidad con la inventiva; se inventa a partir de elementos preexistentes, pero no se puede originar algo si no se parte desde la nada. Es un argumento extremo, lo sé, y quizá no tan eugenésico como la primordialidad de lo que se desea expresar, que es una reformulación de los conceptos del cine como lenguaje en sí. Desde mi punto de vista, el cine no avanza por acumulación ni por refinamiento de unos códigos que no por antiguos son menos válidos, pero seguimos sin avanzar ¿Qué hacer? Se lo preguntó Apichatpong Weerasethakul en el año 2000 para estructurar su primer largo. Si lo logró, entonces estamos ante un hito, uno de esos rarísimos momentos en los que un medio artístico se para a reflexionar sobre su existencia, y la conveniencia o no de la misma, e intenta ensayar un nuevo código semántico, que de irrumpir arrastraría la imagen filmada hasta el terreno de la moral, por cuanto exhibe dicha cuestión ante otros tantos narradores y les obliga a replantearse sus modos y métodos. Como una torrencial transfusión de sangre aún sin contaminar, MYSTERIOUS OBJECT AT NOON parte de un planteamiento sencillísimo para poder indagar en la complejidad del relato oral, una vez se bastardea y retuerce hasta sus mismos límites. El director (casi más encuestador que otra cosa) recorre localizaciones humildes para escuchar las historias de la gente; las historias empiezan de una forma, luego se confunden unas con otras y llega un punto en el que no seríamos capaces de discernir si hay algo de real en ellas o son puras invenciones folclóricas. Parece poco, o que no es mucho, pero se trata de un experimento fascinante: desnudar a la "película" de su armazón, su coraza de tramoyas, montajes y ex machinas, y volver a repensar si no estaremos dando demasiadas vueltas a la noria.
Una zanahoria no estaría mal...
Saludos.

jueves, 14 de enero de 2016

No importa



Uno de los dos cineastas contemporáneos que vamos a completar en las próximas semanas es el tailandés Apichatpong Weerasethakul, un director de cine dotado de una visión única e inclasificable y que consigue que una cinematografía tan ignota como la tailandesa atraiga cada año el interés de los grandes festivales, habiéndose alzado incluso con  alguna que otra Palma de Oro. Su trayectoria comenzó en 1998 con un polémico cortometraje titulado THIRDWORLD, cuyas aparentemente inocentes y plácidas imágenes de la cotidianidad en un pequeño poblado escondían una lúcida y agresiva afirmación: el "tercer mundo" sólo existe porque alguien lo ha construido. La potencia del discurso de Weerasethakul no se extingue con el tiempo, sino que se hace vigente a cada visionado y revela a un extraordinario pensador del estado de las cosas, al que parece no pesarle la responsabilidad de conciliar crítica y narrativa. Vemos a unos humildes campesinos trabajar, mientras la voz del propio director dicta: "A ojos de los países ricos, nuestra situación es inamovible, nosotros vivimos así y ellos viven así. Somos como una masa informe, como embutido vivo, moviéndose sin ningún propósito. No nos exterminan de una vez, y debemos estar agradecidos. Esa es la visión que tienen de nosotros".
Saludos.

jueves, 10 de abril de 2014

Un paseo por la selva de los recuerdos



La Tailandia de Apichatpong Weerasethakul es diametralmente opuesta a la de Winding Refn. No hay saturación lumínica, apenas ningún elemento iconoclasta y sí una vocación absolutamente humanista y que está decidida a celebrar, como suena, la vida de los hombres. Para ello, LUNG BOONMEE RALUEK CHAT (EL TÍO BOONMEE RECUERDA SUS VIDAS PASADAS) comienza de la manera más simple, con el tío del título retirándose a una pequeña propiedad en mitad del campo, pues está convencido de que su enfermedad crónica no va a dejarle mucho tiempo más. Rodeado de los suyos, no parece que la idea de morir lo agobie más que el bienestar de su familia y poder despedirse en paz. Lo que sigue es la aparición del fantasma de su mujer y la reencarnación de su hijo en hombre-mono-espíritu, que le guiarán a través de una serie de cuentos fantásticos hasta poder reunirse con él una vez que fallezca en un remoto lugar, donde se supone que Boonmee nació en otra vida. Si esto no es cine fantástico entonces no sé qué es cine fantástico (de hecho no estoy muy seguro de saberlo), pero el farragoso (y moroso, y basto) estilo de Weerasethakul necesita comprensión y paciencia; comprensión porque casi todo está sostenido por una fe ciega en mundos atávicos y temblores que sacuden la pantalla y hacen que lo imposible sea posible. Paciencia porque el camino es seguro y tranquilo, avanza a su paso y no tiene ninguna prisa por llegar. Si uno quiere ver una película americana, de acuerdo, pero esto es otra cosa; lo que chirría es tener que aceptar que también es cine, un cine que se ocupa de mostrar lo que no vemos, de traernos a nuestras vidas de hormigón y bits un trozo de la jungla, el lugar donde los muertos no atacan a los vivos, sino que los esperan para seguir, quizá, charlando de algo...
Preciosa película.
Saludos.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Rincón del freak #87: Miedo rural en la agreste tierra de las patadas en toda la boca



A poco que uno va internándose en el profundo bosque de las filmografías orientales menos transitadas, puede ir descubriendo todo tipo de artefactos a cual más insólito. No ya, que las nuevas tecnologías nos dan la oportunidad de llegar donde antes sólo alcanzaba el crítico subvencionado, pero sigue siendo un estimulante ejercicio, por comparación y mesura de tonos. Una que he visto hace poco es NANG NAK, a simple vista una película más de fantasmas porculeros de ojos rasgados, aunque bien mirada, y pese a sus muchos defectos, su vocación bien pudiese ser otra muy diferente. Desde luego, sobresale su exacerbado romanticismo, que desde su apresurado comienzo nos pone en situación: Mediados del Siglo XIX, un hombre descamisado (nótese que era la costumbre en la Tailandia de la selva interior) y con los dientes negros de masticar té (misma cosa...) regresa del frente con la turbiedad en el ánimo de haber perdido a su mejor amigo pero el solaz de encontrarse con su mujercita (suerte de modelo andrógina que le da al arado arrocero) y su hijo casi recién nacido. Lo que el incauto no sospecha es que en realidad la mujer se murió durante el parto y ahora es un espectro (de buen ver pero espectro al fin y al cabo) que ha usado sus malas artes (para ella buenas, claro) para hechizar a su antiguo marido (se ve que el divorcio no se estilaba allí y entonces) y quedarse haciéndole comiditas (de las de comer, malpensaos) durante toda la eternidad ever... Resumiendo, la película es un pestiño de lentitud con una utilización de los planos selváticos magnífica; como Weerasethakul pero en terrorífico (y malo), aunque lo que se dice miedo no es que de mucho, la verdad. Una curiosidad de esas que yo veo los fines de semana y la constatación de que hay cutrerío más allá de Nicolas Cage...
Saludos de uno que comienza sus vacaciones invernales mañana.

martes, 5 de junio de 2012

Cohabitar en último término



Vengo de "De gusanos y lombrices", bitácora ineludible para no ser un palurdo (ni parecerlo), y he podido comprobar cómo, una vez más, el ingenio todo lo puede. Lo digo por la brillante exposición que Mr. Lombreeze ha hecho respecto de un título para mí deslumbrante y para él "pasto de estetas", que no es otro que el controvertido "caballo turinés", de Béla Tarr. Como tras dicha obra de arte se ha permitido el pasote de poner una película de karatekas indonesia... ¿?, pues me he dicho: "Ah, vale... así que era eso", y me he acordado de Apichatpong Weerasethakul, que no es indonesio sino tailandés, ya ha ganado una Palma de Oro y además hace unas películas muy chulas, aunque desde fuera parezcan ladrillos gafapastosos. En este sentido, su película más representativa me parece que es SYNDROMES AND A CENTURY, donde Weerasethakul impregna la pantalla de un perfume misterioso y evocador, el que es capaz de imaginar que podría ser el posible encuentro entre sus padres antes de conocerse. Pero olvídense (si es que lo han pensado) de Tarkovski, Dreyer o Bergman, porque el director tailandés tiene un sentido del humor absolutamente delicioso, lo que le lleva a situar la acción en un pequeño ambulatorio donde acuden los más diversos pacientes, en su mayoría monjes budistas, que finalmente se revelan como unos contadores de historias magníficos y con unas preocupaciones mucho más terrenales de lo que su ocupación nos pudiera hacer pensar. Así, mientras el médico le pregunta ruborizado a un viejo monje por cuestiones del espíritu, éste              
lo despacha con rapidez, porque tiene un dolor de muelas terrible; por no hablar del monje que sueña con ser un famoso DJ y que hace todo lo posible por conseguir un equipo de audio. Historias entrecruzadas con una suavidad inaudita y que no sólo confirma a Weerasethakul como un extraordinario y originalísimo narrador, sino que abre unas interesantes disyuntivas para afrontar la necesaria renovación del audiovisual, la que, precisamente, pueda mixturar géneros y corazonadas en busca incesante de eso que llamamos arte. Véanla porque es muy buena, no por otra cosa.
Saludos del siglo.

martes, 28 de junio de 2011

En lo profundo de la selva



El tailandés Apichatpong Weerasethakul se alzó el año pasado con la Palma de Oro del festival de Cannes, algo que los cinéfilos celebramos ampliamente por lo que de aperturista tuvo dicha decisión; no, sin embargo, geográficamente (que es lo que podría parecer en principio), sino en el plano puramente narrativo, el gran y verdadero descubrimiento que ha supuesto la irrupción de este joven director en el panorama del cine de amplias miras y compromiso con su tiempo. UNCLE BOONMEE... ha sido una pequeña gran conmoción, la constatación de que se puede seguir labrando un camino hacia terrenos inexplorados; pero hoy hablaré un poco del film que puso sobre aviso a la crítica internacional sobre el que hoy día es uno de los creadores audiovisuales más importantes a nivel mundial.
TROPICAL MALADY ponía ya de manifiesto la complejidad formal de su cine, contrastando con una claridad expositiva simplemente deslumbrante y capaz de mantener la atención del espectador, siempre a la expectativa de nuevas sorpresas, las cuales abundan a lo largo de las convulsas dos horas de esta inolvidable experiencia fílmica. Aparentemente escindida en dos partes (aunque yo me inclino más por el concepto de muñecas rusas), en TROPICAL MALADY la mano maestra del narrador nos introduce desde un banal amorío homosexual entre el soldado Keng y el campesino Tong, su inocente periplo por la ciudad, hasta su llegada al apartado pueblo natal de Tong, donde una vieja (su abuela, suponemos) les recetará ensalmos para mantener viva la llama del amor y la felicidad, al tiempo que les advierte de que una bestia sobrenatural ronda por las noches y mata a las vacas. En un último giro narrativo, nos vemos inmersos de repente en la inquietante y fascinante historia de un soldado que se ha adentrado en el bosque para encontrar y matar a la bestia, aunque lo que encontrará superará su imaginación.
Necesitaría un despiece mucho más amplio y minucioso del que suelo realizar en este blog para explicar (intentarlo al menos) los múltiples recovecos de este impresionante film, que da una idea de la imparable inventiva de su creador si convenimos en que está algún punto por debajo de UNCLE BOONMEE..., a la que aludiremos antes de lo que piensan.
Saludos tropicales.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!