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lunes, 22 de abril de 2024

Madre no hay más que una


 

AMELIA'S CHILDREN es una película que pudo verse en Sitges y que parece más una decisión inoportuna de alguna productora que el film de autor por el que se quiere hacer pasar. Partiendo de una interesante premisa, su inconcebible desarrollo la va desinflando hasta llevar sus momentos más inquietantes hasta un terror chusco y previsible. Tras un preámbulo terrorífico pero que actúa como uno de esos trailers destripadores, nos vamos de Portugal hasta Estados Unidos, donde un joven que fue adoptado siendo un bebé descubre que sus raíces están en una apartada villa portuguesa. En un abrir y cerrar de ojos, viaja hacia allí junto a su pareja, descubriendo que en el lujoso caserón le espera un hermano gemelo y su decrépita madre, con un aspecto aún peor que su estado mental. Sin querer adelantar nada más, es llamativa la diferencia entre los momentos oníricos, de pura y bella fotografía, que parecen pertenecer a otra película, y no a este folletín sin pies ni cabeza, que llega a flirtear con la comedia involuntaria. O lo que es lo mismo, un film formalmente depurado pero cuyo argumento no es más que un refrito de tantos otros títulos, que van viniendo a la cabeza indefectiblemente. 
Primer largo en solitario de un joven cineasta con una larga trayectoria como documentalista y director de cortometrajes. Habrá que esperar un salto de maduración.
Saludos.

miércoles, 6 de marzo de 2019

O cinema ao lado #13



En portugués, "colo" significa "regazo". No es casual, pues, conceptualmente, Teresa Villaverde postra a sus personajes ante la última situación, la más desesperada, quizá buscando la gracia del descanso que se encuentra en ese regazo maternal del que tantas veces se carece. COLO es el film más radical y afrentado de esta directora lisboeta de ya larga carrera, una especie de cruce entre el estructuralismo de Jaime Rosales y el nihilismo del primer Haneke, que por momentos roza lo bressoniano y siempre intenta ir un paso más allá en su personalísima visión de un estado de las cosas desalentador. Con el ruido de fondo de una crisis económica en forma de termita emocional, Villaverde apoya todo el relato en el vórtice creado en el seno de una familia aparentemente normal (padre, madre e hija al borde de la mayoría de edad), pero que se hunde a cada paso dado, sin que podamos atisbar algún tipo de redención o esperanza. No tan cruda como EL SÉPTIMO CONTINENTE o LA SOLEDAD, sí que es posiblemente el más certero aldabonazo que el cine luso ha legado recientemente como daguerrotipo de un momento en concreto (esa crisis de la que lentamente se va recuperando), a modo de testimonio insoslayable o mitocóndrico emplasto que parece dar vueltas alrededor de la nada, como sus desorientados personajes, cuando en realidad el movimiento es de caída irrefrenable hacia el embudo de la miseria. Una película difícil de ver, por su ritmo cansino y larga duración, pero que se hace necesaria como reflexión, mucho más como la lección de vida que no pretende ser y acaba siendo. A mí, personalmente, me ha servido como gran colofón a un repaso francamente estimulante por una cinematografía que tenemos aquí al lado, aunque muchos no quieran verla...
Saludos.

miércoles, 27 de febrero de 2019

O cinema ao lado #12



Rita Azevedo Gomes es una de las cineastas de última hornada más interesantes que ha dado el cine portugués. Su cine, deudor del clasicismo heterodoxo de Oliveira (a quien dedicó un extraordinario documental en 2007), se recrea en el gusto literario para explorar los recovecos del alma humana, desde lo más elevado y puro hasta lo más abyecto. En A VINGANÇA DE UMA MULHER, que parte de un texto del escritor galo Barbey d'Aurevilly, la tramoya simboliza la oportunidad de asistir a la cara oculta de una personalidad, que queda expuesta en una magnífica semblanza, la de Roberto, un hombre que vive por y para los placeres, pero que en su madurez descubre que está hastiado de todo lo que la vida le ofrece, hasta que una enigmática cortesana se cruza en su camino y voltea inesperadamente su concepción de la vida, hasta el punto de trastocar todas sus convicciones.
Rodada exclusivamente en reducidos decorados, que semejan constantemente la sensación de asistir a una función teatral, en ningún caso se trata de un film acartonado, sino que es un relato mutante, que comienza como un complejo juego de seducción y termina, como su título indica, en la fría disección de una venganza, justificada en un hecho horripilante y que Azavedo Gomes visibiliza con todo lujo de detalles.
Saludos.

miércoles, 20 de febrero de 2019

O cinema ao lado #11



Además de integrar el estupendo repaso de la Seminci al cine portugués más reciente, DJON AFRICA formó parte de la sección oficial, dando la nota exótica del certamen. Se trata de un guion de Pedro Pinho y Joao Miller Guerra, que codirige junto a Filipa Reis este desenfadado viaje iniciático, el que inicia casi por casualidad un joven Lisboeta que vive con su abuela y cuyo horizonte se limita a un día a día más o menos normal. Hasta que se cruza con una mujer que le dice que se parece mucho a un hombre que conoció en Cabo Verde, y que resulta ser su propio padre, al que nunca conoció y del que nunca le han hablado demasiado, dejándolo en una especie de ser mitológico. Confirmada la existencia de su padre por su propia abuela, y sin pensárselo dos veces, compra un billete para Cabo Verde, con la esperanza de encontrar a su progenitor.
Se trata de una película sumamente curiosa, irregular en el tono, que apenas se decide por un dubitativo viaje interior o sucumbir ante unas postales (de gran belleza, cierto es) que casi siempre quedan como ornamento y no como eje narrativo. El resultado es una especie de comedia de tono bajo, que ofrece una mirada amable y reivindicativa de un país, Cabo Verde, cuya pobreza no impide a sus habitantes lucir en permanente estado de felicidad; nada que ver, en contraposición, con el oscuro y tenebroso Cabo Verde de Pedro Costa, por poner un ejemplo ilustrativo. Aun así, es un film que se ve con agrado y sin muchas pretensiones de adoctrinamiento.
Saludos.

miércoles, 13 de febrero de 2019

O cinema ao lado #10



Con sus tres horas de duración, É NA TERRA, NAO É NA LUA (EN LA TIERRA, NO EN LA LUNA) trasciende el mero documental de corte etnográfico para introducirnos en la vida de la singularísima isla de Corvo, la más pequeña del archipiélago de las Azores y también el territorio europeo más lejano de su propio continente. Así, Gonçalo Tocha se planta con una cámara y un sonidista y eecompone casi 500 años de historia de esta anomalía volcánica en mitad del Atlántico, una ínfima porción de tierra (6x4 kilómetros) con un solo pueblo, un par de bares y una población de unas 400 personas; gente amable, paciente, dedicada a sus labores y con una cadencia que parece de otra época en la que todo se movía más lento. Con un hilo conductor tan sencillo como lleno de sabiduría (la confección de un gorro típico marinero, que una anciana va elaborando para el hombre que la graba), Tocha erige un artefacto maravilloso, que nos lleva de la mano a nombres como Flaherty o Vertov, y su obra termina siendo parte misma de la isla, recalcando la imposibilidad de establecer una historia antropológica más allá de un siglo y medio, al no conservarse ningún documento anterior a esa época. Y sin embargo, el valor de este magnífico film es, sobre todo, hilar, entrelazar a un ornitólogo inglés que vino para un par de días, se quedó por culpa de una tormenta y decidió quedarse cuando descubrió la reserva de pájaros más exótica del continente. Tanto como una humilde artesana del queso, que descubre su vocación política. Una pareja de bailarines profesionales que no se pudieron resistir a la paz del lugar, un acordeonista de 94 años que narra los años en los que se cazaban ballenas en el lugar o un improvisado historiador a base de recortes de periódico, en los que se compara a Corvo con un paisaje lunar... aunque no lo sea, claro...
Saludos.

miércoles, 6 de febrero de 2019

O cinema ao lado #9



Es verano en Lisboa, pero no un verano alegre ni de descanso. El verano que se nos retrata en MONTANHA, de Joao Salaviza, es el sutil reflejo de la progresiva pérdida de David, un chaval de 14 años que asiste al desmoronamiento de toda su corta vida, justo en el momento crucial en el que empezamos a formar nuestras personalidades. Sin grandes aspavientos, Salaviza engancha la narración con la de su celebrado corto RAFA, recuperando lugares y personajes, y ofrece un pausado pero contundente relato de mundos interiores e hipocresías varias. Como la de la madre, que vive en Londres con la hija pequeña o el padre, que nunca ha querido saber nada de él; pero también la de Rafa, el único amigo de David, que lo ha involucrado en el robo de una moto, o Paulinha, por la que empieza a experimentar algo parecido al deseo. Film para espectadores pacientes, guarda sus mejores momentos para un par de largas escenas, la de la feria y el interrogatorio en el colegio, mientras que toda la narración pende de la importancia crucial de un personaje al que no veremos nunca, el abuelo del chaval, con el que se quedó a vivir cuando su madre se marchó y al que ya le quedan pocos días de vida. Es un film duro, de escasas concesiones, pero con unas interpretaciones sólidas y la constante sensación de que Salaviza puede iniciar una trayectoria formidable a partir de sus propias variaciones.
Saludos.

miércoles, 30 de enero de 2019

O cinema ao lado #8



A lo largo de tres horas, nunca tediosas, siempre vivas, atentas a implementar el difícil equilibrio entre forma y contenido, A FÁBRICA DE NADA se ha erigido en uno de los títulos recientes más importantes del cine europeo reciente. A partir de la historia real de los trabajadores de la multinacional Otis, dedicada a la fabricación de ascensores, que lograron durante cuatro décadas sostener una fábrica autogestionada en Portugal, Pedro Pinho erige un preclaro e imaginativo discurso que evita lugares comunes y demagogias baratas. De hecho, creo que importa más el retrato minucioso de cada uno de los personajes y cómo les va afectando su incierta situación en la fábrica en la que han decidido quedarse y ocupar, ante la decisión de los dueños de cerrar y finiquitarlos. Lo primero que llama la atención es la insignificancia que se da a la parte empresarial, que de hecho escurre el bulto, contratando a dos agentes externos para hacer el trabajo sucio; tras el plante de la plantilla, el relato va en otra dirección (muchas direcciones, para ser exactos), alternando la reflexión de un dudoso sanedrín de de teóricos izquierdistas, el empeño de un cineasta argentino en rodar un documental sobre los trabajadores y las múltiples e insalvables diferencias que van surgiendo entre quienes han dedicado toda su vida a obedecer y ahora son incapaces de gestionar su propia libertad. La visión de Pinho es de todo menos amable, y mucho menos autoindulgente, entonando un mea culpa necesario y valiente, y que tanto se echa de menos en todos esos artistas "concienciados", que luego no paran de sonreír sobre alfombras rojas. La crítica es feroz, y no precisamente hacia el sistema capitalista, al que simplemente desnuda de artificios para que cada uno extraiga sus conclusiones, sino más aún del repugnante uso del miserabilismo y la desgracia ajena con tal de encontrar una obra "artística" que todos admiren y aplaudan. De hecho, no recuerdo a ningún cineasta destrozar el sentido mismo de su obra y erigirse como farsante desvinculado, y por tanto A FÁBRICA DE NADA es un regalo lleno de respeto y dignidad, pero también de una autocrítica sorprendentemente lúcida.
Y si fueron de los que lo fliparon con los números musicales de BAILAR EN LA OSCURIDAD, esperen a ver de lo que son capaces estos operarios de fábrica...
Maravillosa y muy necesaria.
Saludos.

miércoles, 23 de enero de 2019

O cinema ao lado #7



AQUELE QUERIDO MÊS DE AGOSTO es una de esas películas que uno no sabe de dónde salen, ni cómo respiran o qué vienen a significar en un panorama anquilosado, miedoso de proponer una mirada que se sepa única libre. Libertad es lo que le sobra a esta maravilla ideada por Miguel Gomes y sostenida por ese mes de Agosto en una zona del interior portugués, donde los días y las noches se suceden entre la música de las orquestas de verano (finalmente las grandes protagonistas del film), las procesiones callejeras y unos amores efñimeros, que van de lo ingenuo a lo prohibido. Por un momento, todos nos reconocemos en ese sonido, color y aroma tan especial, que impregnan cada fotograma con el sabor de una poesía viva y palpitante. Un prodigio de los que se tiene la fortuna de ver muy de vez en cuando y una pequeña obra maestra que es un regalo para los cinéfilos. Como su inolvidable y divertidísimo epílogo, presentando a cada integrante del equipo como si realmente formaran parte de la ficción misma, Miguel Gomes parece invitarnos a nosotros, espectadores, a unirnos al espíritu mismo de la película y desear que eso inolvidable y querido mes de Agosto no se acabe nunca, o que pase muy rápido. Como la vida misma.
Obra maestra.
Saludos.

miércoles, 16 de enero de 2019

O cinema ao lado #6



Todos los grandes artistas, en mayor o menor medida, han optado por buscar su propia voz a través de unas variaciones sobre el mismo tema. Sea por obsesión, refinamiento o simple coherencia, son muchos los ejemplos de cómo toda una obra se ha ido construyendo alrededor de un mismo tema, definiendo los contornos del propio artista. Y uno de los ejemplos más reconocibles, reconocidos y estimulantes que ha dado el cine, se encuentra en la filmografía del portugués Pedro Costa, que sólo en contadas ocasiones ha abandonado el que es su tema más recurrente. Tomando el punto físico de un Cabo Verde que siempre es evocado por las palabras como escupidas al aire por el fantasmal Ventura, zombificado testigo del trágico destino de su patria y compatriotas, Costa invoca toda una mitología repleta de canciones y claroscuros, reproches y añoranzas de un tiempo y un lugar que se han quedado en el limbo de la memoria. CAVALO DINHEIRO, es, hasta el momento, el último puerto de esta monumental saga, iniciada hace varias décadas y situada en el suburbio lisboeta de Fontainhas, en este caso convertido en una especie de purgatorio apocalíptico, donde un Ventura viejo y enfermo vomita sus recuerdos sin ningún tipo de coherencia, mezclando presente y pasado, errando en los nombres de sus conocidos o repitiendo obsesivamente el estribillo de una canción que nunca existió. Una película instalada en su propia y tenebrosa poesía, atormentada pero también dotada de un inexplicable sentido del humor. Por supuesto que no es para todos los paladares, pero eso ya lo sabíamos cuando descubrimos el cine radical y transgresor de Costa...
Saludos.

miércoles, 9 de enero de 2019

O cinema ao lado #5



Despojada de su virtuosidad formal, de sus desgarradas interpretaciones, y de su "trascendencia de la cotidianidad", quizá haya algún miope capaz de quedarse tan sólo con el sagaz tratamiento folletinesco, rayano incluso en el culebrón de trazo grueso, al que Joao Canijo somete las avasalladoras imágenes de SANGUE DO MEU SANGUE, que en 2011 conquistó el Fipresci en San Sebastián y fue una de las obras más aclamadas de aquel certamen. Tomando prestadas las directrices, por ejemplo,  de Edward Yang y su cine coral que aspira a radiografiar el lado más íntimo de sus personajes, seres de carne y hueso, vulnerables pero poseedores de la verdad inmutable de quienes forman ese tejido social que no solemos ver cuando de espectáculo hablamos. Es, quizá, el único pero de esta formidable película, cuyas dos horas y media pasan con la fluidez de sus diálogos, a veces superpuestos, dando paso a otros que aparecen por simple cercanía física, un salto mortal que recoge también trazas del mejor Altman para poner en pie un ínfimo fogonazo en la existencia de una familia de extracción humilde, cuyas vicisitudes adquieren una dimensión universal bajo la lupa de un narrador excepcional como Canijo, que acumula una trayectoria impecable desde hace ya tres décadas. Sí, están esos momentos que parecen sacados directamente de cualquier culebrón venezolano, cuando no recargados de un ornamento al que hay que saber sacarle finamente la intencionalidad, que no es otra que inyectar elementos ajenos, cual alquimista, para alterar este pedazo de vida palpitante, siempre en la arriesgada frontera de lo que huele a falsedad, a impostación, precisamente por el celo de no permitirnos que nos perdamos un solo instante de estas vidas, a las que es imposible no tomar como propias, aunque sólo sea durante ese momento.
Obra maestra.
Saludos.

miércoles, 2 de enero de 2019

O cinema ao lado #4



Lo que más sorprende en A ÚLTIMA VEZ QUE VI MACAU es su insólito formato, a medio camino entre el documental, la evocación onírica y la fantasía romántica, un crisol de sensaciones que sigue el hilo conductor de un personaje invisible (el propio codirector Guerra da Mata) que viaja a la antigua colonia portuguesa atendiendo a la desesperada carta de su amiga Candy, una cabaretera transexual que desaparece en misteriosas circunstancias. Esta mínima trama permite a sus directores propulsar un cuento repleto de escondrijos emocionales e imágenes que casi parecen sacadas de otro planeta o de un tiempo muy futuro. Una especie de ejercicio de hipnosis narrativa donde fondo y forma se entrelazan y solapan para crear un tejido fílmico inclasificable, pausado pero nunca monótono, y donde el cinéfilo puede deleitarse rastreando los espectros de von Sternberg y Jane Russell, como si 1952 aún no hubiese pasado, o nos esperara tras las brumas que ocultan edificios y personas, o mitos y realidades alternativas...
Sólo por su demoledoramente bella fotografía merece la pena ver esta extrañísima joya de coleccionista.
Saludos.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

O cinema ao lado #3



E AGORA? LEMBRA-ME es una película monumental. Tan pequeña que su valor es inmenso, y tan cálida y cercana que es, antes que una lección de cine, una lección de humildad para cineastas con ínfulas de creador. Porque lo que Joaquim Pinto propone es, simple y llanamente, que quienes no hemos tenido la fortuna de conocerlo en persona podamos estar un pasito más cerca de su titánica epopeya, que, cual mito de Sísifo, se desarrolla cada día sin interrupción. Pinto lucha contra el VIH y la Hepatitis C desde hace más de dos décadas, y junto a su inseparable compañero Nuno y sus perros nos narra su vida desde infinidad de ángulos. Están los tratamientos, los inacabables nombres de las medicinas experimentales, los hospitales. Pero también está la humanidad, la lucidez de quien es capaz de algo tan difícil como es contarnos con todo lujo de detalles cada dolor y padecimiento, del más pequeño al más grande. Y de repente, sin previo aviso, Pinto salta a otra acuarela, la que pertenece a su vasta experiencia cinematográfica, sobre todo como sonidista, junto a maestros como Monteiro, Oliveira o Techiné. Sus residencias, tan diferentes, de la quietud de las Azores al bullicio de Madrid. La dificultad de comprensión de su familia por ser homosexual. Y quizá estén pensando que esto lo han visto antes, pero es seguro que muy raramente lo habrán visto con tanta generosidad y humanidad, porque ésta es una película humana en puridad, y muy cuidadosa a la hora de mostrar según qué datos, por escabrosos que estos sean. Es, en definitiva, la obra a borbotones de quien necesita mostrarse y mostrarnos, hacernos partícipes de un cine y una vida en las antípodas de cualquier sensacionalismo, y eso, a día de hoy, es oro puro.
Obra maestra absoluta.
Saludos.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

O cinema ao lado #2



JOHN FROM es, al menos hasta su mitad, una pequeña crónica de "nuestros pequeños amores adolescentes", que divaga desde el candor de Rohmer hasta cualquir sobremesa imbécil del canal Disney. No parece haber mucho en esos minutos, excepto unas actuaciones aceptables de sus dos jóvenes protagonistas, cuyos personajes, Rita y Sara, se aletargan en un verano prevacacional en una ciudad, un barrio y un edificio semivacíos todos. Así es hasta la llegada de un nuevo vecino, un hombre mayor que ellas y que llega con una niña pequeña, aunque no hay rastro de una posible madre. Así, Rita experimenta la incontrolable sensación del primer amor platónico, sin saber muy bien por qué, pero reconociendo que sólo eso la puede salvar de un tedio insoportable. Y todo se dispara cuando ve una exposición sobre la exótica Melanesia, precisamente fotografiada por su "misterioso" vecino, lo que dispara su estado perceptivo y la instala en una ensoñación que, definitivamente, se apodera de toda la narración, convirtiendo a JOHN FROM en otra película diferente, en la que se mezcla Gauguin con Derek Jarman, e incluso advertimos cierta y gozosa deriva del último cine portugués, y más concretamente el que enlaza una realidad anodina con una ficción que sublima y acontece sobre los sentidos, añadiendo capas de significación subjetiva. Es donde encontramos precisamente nombres como el mismo Joao Pedro Rodrigues o Miguel Gomes, y donde Nicolau viene llamando con fuerza, con un cine menos demoledor pero más sutil, si se quiere.
Otro nombre fundamental a seguir, sin duda.
Saludos.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

O cinema ao lado #1



El pasado festival de Valladolid, atento siempre a las tendencias más interesantes del cine europeo, y como ya hiciese el de Sevilla hace unos años, desplegó un extenso mapa sobre la última cinematografía portuguesa, que pasa por ser una de las más originales y renovadoras del viejo continente. Espor ello que me parece de justicia, además de un placer, traer un título a la semana y comprobar de primera mano lo cerca y lo lejos que tenemos a ese país fascinante y único, con un sentido de la cultura en el que deberíamos mirarnos más a menudo. Y qué mejor para comenzarlo que una de las películas más importantes (y nos quedamos cortos), bellas, originales y emocionantes de los últimos años. Hablamos de O ORNITÓLOGO, maravilloso viaje de inclasificable melodía y texturas, a mitad de camino de Buñuel, Bergman o Manoel de Oliveira y, sobre todo, un soplo de aire fresco y desprejuiciado, que encuentra su sentido despojándose de cualquier solemnidad y desembocando en una hermosa lección, de vida tanto como de cine. Acompañamos a Fernando, un ornitólogo que disfruta en la soledad de los montes entre Galicia y Portugal (la bellísima región conocida como Trás-os-Montes) observando y tomando notas de la rica fauna. Fernando sufre un accidente y, dado por muerto, es rescatado por dos mujeres chinas que se habían perdido mientras hacían el camino de Santiago. A partir de ahí, es complicado intentar hilar una aproximación argumental que no se pierda entre la rotundidad formal de Rodrigues (excepcional documentalista) y la alegoría religiosa, con constantes referencias a la figura de San Antonio de Padua, considerado como "aquel santo naturalista, que predicaba tanto a hombres como a animales", y cuyo espíritu parece residir en algún rincón del propio Fernando, que aunque se confiesa ateo también tiene ese amor inmenso por la naturaleza, alejado de los vicios mundanos de los hombres.
Es una película que hay que ver, primero para descubrir una visión única, la de un cineasta sin miedo a despeñarse por caminos intransitados para obtener una voz propia, pero también para asistir de primera mano a un espectáculo visual que en ocasiones pasa de lo fantasmagórico a lo gozoso. Una obra, de hecho, que nos hace reencontrarnos con nosotros mismos, ahora que tanto lo necesitamos.
Saludos.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Los cineastas del paréntesis #4



Ustedes habían de permitirme que el aliento poético tomase las líneas que, la mayoría de veces, se han desplegado explicativamente. El cine de António Reis y Margarida Cordeiro sólo puede tomarse desde la radicalidad, o como una pedantería insoportable o como una obra maestra insuperable. Es un cine que parece hecho por otra raza, en otro planeta, con significaciones que igual parecen muy simples y muy complejas, que fascinan o irritan, y que desde luego atentan contra el eor enemigo del arte, la comodidad. El último film de Reis y Cordeiro fue ROSA DE AREIA, que desde su polémico estreno en 1989 no ha hecho más que acrecentar la leyenda sobre sus creadores, que ya no volverían a filmar nada más, y de hecho dejaron inconcluso un ambicioso proyecto, la puesta en imágenes de "Pedro Páramo". Nadie entendió entonces esta tremebunda película, una sucesión de imágenes desoladas, de fragmentos históricos y de recitados, desde Montaigne a Kafka, mirando al universo desde las palabras de Carl Sagan mientras un cerdo es sentenciado a muerte en plena Edad Media. El significado del film no habría que buscarlo en el mismo, sino en nosotros en tanto que espectadores despiertos, expectantes, que no deberíamos plegarnos al fofo sogno de la eterna repetición. Es la fortuna del adulto que aún es capaz de observar con ojos atómicos de niño...
Saludos.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Los cineastas del paréntesis #3



ANA. Pequeño Duero, gran Duero. Las espigas, qué mares; las aguas por donde caminan los labradores. Hay un muerto en el granero y un recién nacido en el establo; los campos por donde el pez respira. Y el reloj que no cesa, el crujir de los muebles junto a la chimenea. Los únicos secretos que pueden transmitirse. De la ligereza de los tránsitos, imperceptibles, se abre la gravedad del existir. Dentro de una vida, ahora, caben todas las vidas. Viven todos los seres que se harán polvo en la luz.
Saludos.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Los cineastas del paréntesis #2



TRÁS-OS-MONTES. El hombre que apacigua al rebaño, que baila el Domingo, que mira absorto el movimiento de las hojas. El hombre que estuvo hace 100.000 años, que dejó huella en la roca que ahora el hombre usa para descansar. El hombre que juega en su primera edad, que ama en la segunda y muere en la tercera, y el hombre que respeta el silencio del círculo al salar las carnes y los pescados. No necesita, ese hombre, ver otro territorio que le es ajeno, ni para ser feliz ni para respirar. Ese hombre conforma y se conforma, cela la rumia hasta hacer brotar el fruto del siguiente día, y escucha satisfecho el témpano en el arroyo de Noviembre, feliz de resbalar hasta otro lugar exactamente igual. Igual que siempre. Igual que cualquier otro. Igual.
Saludos.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Los cineastas del paréntesis #1



El verdadero acontecimiento este año en el SEFF, a mi juicio, no lo supuso ningún nuevo descubrimiento, aunque bien podría decirse que para la mayor parte del público sí sea la primera vez que se enfrentaban a la obra de dos cineastas tan fundamentales como poco conocidos. El cine de António Reis y Margarida Cordeiro, prácticamente reducido a cuatro películas entre 1974 y 1989 (Reis falleció en 1991), es muchas cosas y una sola, es sencillo en lo formal pero extremadamente complejo en lo conceptual, y no se debe caer en la tentación de incluirlo en el documental, pues trascienden el mero género y casi podríamos afirmar que fundan un nuevo género, una apabullante mezcla de reflexión filosófica, disección antropológica y un aliento poético que hace temblar de emoción sus imágenes, que por un momento parecen salidas de un mundo paralelo, el que sólo recoge la retina del poeta... o el loco. Y es la locura el tema principal de JAIME, la primera obra filmada por Reis (sin la colaboración de su esposa), que se acerca (en realidad se zambulle) en la historia de Jaime Fernandes, un humilde labrador, natural de Covilha, que en 1938 fue radicalmente apartado del mundo al serle diagnosticada esquizofrenia paranoide, por lo que fue internado en el psiquiátrico Miguel Bombarda hasta su muerte, en 1969. Hasta aquí, un cineasta al uso indagaría en motivos prácticos, pero Reis prefiere constreñir el trazo biográfico a estas escasas líneas y la voz en off de su esposa, Evangelina. En realidad, los poco más de treinta minutos de JAIME están dedicados al suave y respetuoso escudriñamiento del psiquiátrico y sus fantasmales habitantes, para contrapuntearlo con los dibujos que Fernandes realizó compulsivamente en sus últimos cuatro años de vida, cuando jamás se le conoció actividad artística alguna. Entre el retrato psicológico (aunque nunca psicologista) y el rechazo a la enfermedad como "anormalidad", la propuesta de Reis tiene algo de espejo compasivo, que sabe de la dificultad y las trampas que provienen de la excepcionalidad; por ello el valor de presentar un lugar aparentemente hostil y acariciarlo, por ejemplo, con la voz de Louis Armstrong, para ver con ojos más compasivos el abismo cotidiano de los que fueron apartados de lo que quizá sea la normalidad.
Saludos.

martes, 10 de mayo de 2016

Chantal Akerman y otros enemigos íntimos #18



En 2007, la "Quincena de los realizadores" de Cannes presentó un arriesgado proyecto, un film colectivo que no se parecía a ningún otro. Sus seis historias, sin posibilidad de conexión, debían dar una especie de "parte" acerca de cómo pinta nuestro planeta en diversos puntos del mismo. No es que no se haya hecho antes, pero no recuerdo otro tan radical y, por tanto, libre, y que en ningún caso hubiese cuestionado la personal visión de cada uno de sus directores. Su nombre fue EL ESTADO DEL MUNDO.




El film se abría con un maravilloso corto filmado en Súper8 por el tailandés Apichatpong Weerasethakul, y titulado "Luminous people". Con su habitual sentido del humor de otro planeta, el director que luego se llevaría la Palma de Oro por su "Tío Boonmee", ensambla una serie de diálogos a bordo de una embarcación que surca un río (presumiblemente el Mekong) para llevar a cabo el ritual de esparcimiento de las cenizas de un difunto. Finalmente, en un alarde de concisión narrativa, resultan más importantes los chascarrillos y confesiones entre los tripulantes y familiares que el ritual en sí, algo muy habitual en el cine del autor de CEMETERY OF SPLENDOUR, que sumerge al espectador en la cotidianidad desde lo excepcional... O incluso al revés...





"Germano", del brasileño Vicente Ferraz, es el segmento de contenido y visión más convencional, pero que aun así supone un meritorio vistazo a un mundo poco conocido, el de la masiva desaparición de los pescadores tradicionales de Brasil. En este caso, vemos a Germano, pescador a punto de jubilarse, en su pequeña embarcación junto a su viejo compañero y su joven sobrino, que le echan en cara su empecinamiento en seguir fondeando donde ya no queda nada, por culpa de las grandes corporaciones, a las que Germano maldice y desea la peor de las suertes constantemente. Su cabezonería le jugará una mala pasada cuando se cruce con un gigantesco petrolero ruso y permanezca en el pequeño barco, como si su suicida acto pudiese hacerlo desaparecer...




"One-Way" es una curiosidad que comienza como una anécdota simpática y termina como una contundente denuncia. La directora india Ayisha Abraham narra la historia verídica de un nepalí que lleva 35 años encargándose de absolutamente todo lo que atañe a un pequeño garaje en Bangalore. Como si nada, va contando su peripecia mientras le vemos lavar coches, barrer, hacer de portero o de chico de los recados; luego, llegamos a su pobrísimo barrio en Nepal, donde el analfabetismo es casi del 80% y la gente apenas puede sobrevivir si no es en un estado de semiesclavismo. El silogismo es claro y contundente, el protagonista se lamenta de no poder regresar nunca a su tierra, pero es consciente de que quienes siguen allí apenas si pueden soñar con salir algún día, como hizo él...





A partir de aquí, empieza el núcleo duro del film con la terrible "Brutality factory", de Wang Bing, que demuestra una vez más el irresistible poder de sus imágenes, y cómo las palabras y la dramatización le restan fiereza a este cuento de horror enclavado en una gigantesca fábrica abandonada, que es usada por el régimen comunista para llevar a cabo atroces torturas a quienes consideran "enemigos del sistema". Escalofriante, seca, concisa, es antes un trabajo de valentía necesaria a cargo de un excepcional documentalista, famoso por la larguísima duración de sus films (alguno alcanza las 14 horas) y que aquí emplea apenas quince minutos para helarnos la sangre mientras somos testigos de lo que China lleva décadas ocultando y tan sólo unos pocos son capaces de desvelar, además de denunciar.





Situada en el otro extremo de la semántica cinematográfica, "Tarrafal", de Pedro Costa, es una agónica letanía narrada por fantasmas, los caboverdianos que parecen llevar varias décadas atrapados en un país, Portugal, que apenas les ignora, cuando no les reprocha su desagradecimiento. Es también un choque generacional, el de los jóvenes que jamás han visto Cabo Verde y lo tienen idealizado, y el de los mayores, que siempre acaban teniendo recuerdos amargos de un país semejante a una prisión, como la que encabeza el título. Y, en mitad de todo, como un silencioso espectro que parece saberlo todo, o nada, Ventura...




Y al final de todo, la noche cae sobre Shanghai. O los dos enmudecedores planos con los que Chantal Akerman corona este "estado del mundo". Apenas (o nada menos) el Skyline de la bahía de Shanghai, sus rascacielos vestidos con interminables y gigantescos anuncios luminosos, mientras ignotas versiones de viejos clásicos resuenan como himnos al consumo despiadadamente zombificado. Sabemos qué se oculta tras esa imagen, pero Akerman nos lo muestra desde lejos, como haciéndonos entender que no hay nada que podamos hacer desde nuestros pequeños púlpitos. Los barcos zarpan, salen de cuadro, y todo sigue igual un cuarto de hora después...

Saludos.







sábado, 9 de mayo de 2015

El poder de la palabra



No seré yo quien me ponga a defender el ritmo del cine de Manoel de Oliveira, claro que no, porque no es una cuestión de ritmo, sino de transmisión de conocimientos, que se puede hacer con nervio o pausadamente, el caso es que ese conocimiento nos llegue y nos haga reflexionar adecuadamente. Y en este sentido, UM FILME FALADO me parece excepcional, porque es capaz de superar una primera mitad decididamente académica, formal, de poco riesgo, y mutar en otra cosa, un insólito estallido de furia fuera de campo. Oliveira nos cuenta gran parte de los orígenes de la civilización occidental, asentada alrededor del Mar Mediterráneo, a través del viaje que emprenden una profesora de Historia y su hija a bordo de un barco que se convierte en improvisada Babel, y donde las diferencias lingüísticas quedan como un lazo amistoso y de comprensión, precisamente en un tiempo caracterizado por la falta de entendimiento, incluso entre quienes habitan la misma lengua. Cierto es (y lo hemos recordado anteriormente) que es un cine exigente, que no admite relajo o distracción, ya que en su forma está implícita su semántica, y en cada reflexión, aparentemente academicista, Oliveira introduce pistas que jamás dan por hecho nada, sino que interpela al espectador directamente, hasta el tremendo final, durísimo e inesperado. La mirada lúcida de un entonces nonagenario... ¿pero qué es la edad bajo la sombra de culturas milenarias?...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!