jueves, 28 de febrero de 2013

Un libro de texto tuneado



Si uno quiere encontrar un tipo de información detallada y rigurosa sobre cualquier tema, en lo primero que piensa es en echar mano de un libro de texto o una enciclopedia. Si quiere alma, carne y sangre, entonces irá por la novela. El empeño de Kathryn Bigelow, desde THE HURT LOCKER, es conciliar ambos términos y conjugarlos ante un espectador exigente, pero también exigido. Y qué mejor rotativo mular que internarse en las intervenciones norteamericanas en Oriente Medio. Si en aquélla, el mundillo de los artificieros en Irak le servía para constatar un entorno de hostilidad y desorientación, en ZERO DARK THIRTY, es la búsqueda obsesiva de Osama Bin Laden, su caza y posterior eliminación, la que sustenta un relato francamente esquizofrénico y siempre con un pie fuera de la coherencia que con tanto ardor proclama. Coherencia y rigor de enciclopedia, sí, pero mirando de reojo la facturación made in Hollywood, lo que le dio cinco nominaciones a los oscar; ganar era ya otra cosa, pues lo que Bigelow empieza ya a mostrar ante su propio país es que, a fuerza de mostrar sus actos, a lo mejor a alguien le da alguna vez por censurarlos. Técnicamente el film posee una gran fuerza, y no habría que reprochar nada en ese sentido; las interpretaciones, algo irregulares, son casi comparsas perfectamente calculadas para que podamos entender al personaje principal, una obstinada agente de la CIA llamada Maya. Y Maya es la segunda parte de lo que fue el sargento William James: un adicto y obsesivo elemento, incapaz de detenerse hasta lograr su objetivo; e igualmente, ambos quedan absolutamente vaciados tras cumplir sus misiones. Es una pena que Bigelow no emplee más tiempo (y aquí hay mucho) en perforar la psique de sus protagonistas, incluir algún interrogante sobre "la persona" y desvincularse medianamente del "objeto". Es este aspecto el que nos deja un poco a medias con una película de seriedad intachable, pero que a la hora de ensamblar un simple diálogo, tan ensimismada está con que no se le quede nada atrás, que aparece una tenue sombra del "manual del buen guionista", y vemos altos cargos haciendo la ola tras abatir a un pobre pakistaní; y aunque Bigelow tiene al alcance de la mano dar un golpe de efecto al incluir una entrevista real a Barack Obama, en la que éste niega que el ejército de Estados Unidos realice torturas, el discurso es cambiado inmediatamente. Sí, hay varias escenas simplemente ridículas, pero que un americano habrá pasado por alto (supongo), mientras que lo que más ha escocido (y la ha dejado fuera del reparto importante) ha sido tanta cháchara, sobre todo cuando esta película lleva el desenlace descubierto desde su primer fotograma.
Me gustó más la otra.
Saludos oscurantistas.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Mi querido indigente



Sigamos con lo de los oscar ¿no les parece? Y vayamos con el primerizo de turno, Benh Zeitlin, al que me van a permitir que no le augure una larga carrera como director de cine ¿O no es eso de lo que trata su ópera prima, BEASTS OF THE SOUTHERN WILD? Como moneda de cambio exótica, contrapeso de la gravedad spielbergiana o guiño a la factoría Sundance (que sí, que existe), puedo regodearme en una hora y media de chabolas, basura, mugre, aguardiente barato, carne de cocodrilo, cerdos gigantes y coches que flotan... Lo que ya me creo menos es que me deba afectar de algún modo, porque el colmo del "buen salvaje" es que encima se imbuya de su propia circunstancia, como algunos mesías de medio pelo que yo me sé. Son ya muchos años asistiendo al intento de filmar al hombre normal como para irnos de cabeza al circo; porque esto Fellini lo hacía mucho mejor, y el hombre normal se le escurría incluso a Bergman. BEASTS... vendría a ser el reverso inteligente de WATERWORLD, pero no es que tenga mucho más que aportar, excepto que (y aunque sea una verdadera lástima comprobarlo) también para mostrar esto, al menos en norteamérica, uno debe ir derechito a la alfombra roja. Intuyo que el star system yanqui habrá saltado jubiloso ante las bengalas y los camisones, incluso algún listo habrá soltado la magnífica oración pronominal  "roaldahlismo garciamarqueciano"... Menos mal que en los periódicos locales, los de aquí, todavía se habla de casas de acogida, pabellones de caridad y cosas por el estilo. La indigencia hace gracia hasta que te roza un brazo, luego uno empieza a ponerse nervioso y soltar incoherencias...
Ah, al gracioso que se le ocurrió meter en un mismo saco a la niña de nombre impronunciable y a la gloriosa Emmanuelle Riva: ¡Váyase usted al cuerno!...
Saludos impropios.

martes, 26 de febrero de 2013

La fuerza de la costumbre



A fuerza de acostumbrarnos a su fiereza y brutalidad, el cine de Michael Haneke ha terminado por colarse en nuestro imaginario, que nunca o casi nunca queda abierto a propuestas de naturaleza tan radical; no tan evidentemente. AMOUR ganó el oscar a mejor película de habla no inglesa, pero podría haber ganado cualquier otro oscar (bueno, quizá el de mejor música original no...), y, pese a haberse alzado antes con la prestigiosa Palma de Oro en Cannes, es profundamente significativo lo feliz que el director alemán estaba con su estatuilla. Era cuestión de tiempo, aunque, afortunadamente, no lo ha sido también de moldes. Haneke suaviza los contornos, los disfraza de melodrama, los acerca al "gran público"; sin embargo, nadie menos melodramático que el director de LA PIANISTE o FUNNY GAMES, y AMOUR es, si cabe, uno de sus films más terribles ¿Pero en qué forma "terrible"? ¿Acaso no descubrimos al humanista que Haneke siempre ha llevado dentro y que asomaba, por ejemplo, en la demoledora CODE INCONNU? Esta historia de amor con mayúsculas, entendiendo el amor más allá de la reciprocidad, más allá de la complicidad o del simple expansivismo panteísta, nos sitúa ante el dilema ni siquiera moral, sino físico, o neuronal... o físicamente neuronal; y entiende (nos hace entender) que nada nos salva de irnos a ninguna parte, pero sí que son otros los que, en un momento u otro, quedarán encargados de preservar nuestro legado, nuestra memoria, lo que sea que pueda salvarse de quien ha dejado de existir. Por eso, y sin que pueda atreverme yo a decir nada contraproducente ante la extática magnitud del trabajo de una colosal Emmanuelle Riva, no puedo quitarme de la cabeza a ese monstruo de la escena que es Jean-Louis Trintignant, cuya interpretación casi puede tocarse, literalmente, a través de la pantalla. Este irrepetible binomio, ante el que Haneke no puede menos que sentirse agradecido por haber existido en exclusiva para él, compone, en apenas un puñado de miradas e imperceptibles gestos, una explicación infinitamente más elocuente al (sin)sentido de la vida de lo que algunos iluminados de pacotilla han conseguido con lo que no son sino fantasiosos juegos malabares. Parece increíble que algo tan sencillo obtenga el milagro de transformarnos, de meros espectadores, a clientes de nuestro propio tiempo, aquél que late, pulsado inconscientemente, mientras intentamos dominarnos ante el momento decisivo de la última despedida. No es, a mi entender, la mejor película de Haneke, pero quizá sí la que mejor hemos entendido todos, y eso vale su peso en oro, y no digamos ya en Hollywood. Así que felicidades a un tipo que realmente merecía este galardón.
Saludos en paz.


lunes, 25 de febrero de 2013

Curb your enthusiasm, babe



Y ya por fin, porque tocaba, y también un poco porque a lo tonto los dichosos oscar se nos han echado encima, vayamos con la ganadora del Goya a mejor película. Me refiero, como todos ustedes saben, a BLANCANIEVES, segundo largometraje de Pablo Berger, raro de entre los raros en el panorama cinematográfico español, y no precisamente porque su cine sea necesariamente extravagante, sino porque ha conseguido obtener cierto reconocimiento filmando dos películas con casi diez años de diferencia entre ellas y con un notable precedente en un cortometraje nada menos que quince años antes... Pero analicemos con calma y texto.
De BLANCANIEVES me gusta, muchísimo, su partitura, y creo que Alfonso de Vilallonga sostiene el tempo (irregular y siempre a punto de caerse) con un inteligente tratamiento de la "españolidad" bien entendida. No me gusta, en cambio, la dificultad de Berger para evitar lugares comunes, tales como una floja previsión dramática teniendo en cuenta que este "cuento" nos lo sabemos todos pero que muy bien. Me gusta el sentido del humor, pero no me gustan algunos chistes facilones, como el tema del gallo Pepe... Me gusta la exquisitez de los decorados (casi todos localizaciones reales), pero no me gusta (y lo siento) la fotografía de Kiko de la Rica, irregular y a duras penas a la altura que merece un Blanco y Negro que, por sí mismo, no es que me disguste, lo que me tira para atrás es el condicionante de que esto lleve a la mudez, y si es al revés tanto da. Ya lo dije de THE ARTIST (que por cierto me parece mucho peor que BLANCANIEVES): una cosa es hacer cine mudo porque en aquellos tiempos aún no se podía hacer otra cosa, otra omitir el sonido intencionadamente y otra muy distinta es filmar como si estuviésemos en 1920... y como no estamos en 1920... En fin, me gustaron las escenas en la plaza de toros, pero no las de toreo, a las que les faltó un poco más de mordiente y pasión. Me gustaron los enanitos... aunque fueran seis, pero no me gustó Maribel Verdú, aunque tenga auténtica planta de madrastra de cuento... Tampoco me gustó Macarena García, a la que le hace falta algo más que sonreír para convencernos de que alguien ha dicho gratuitamente la palabra "expresionismo"... Sin embargo, curiosamente en una película que cualquiera presumiría femineizada, el triunvirato Giménez Cacho-Ponce-Pou (y sobre todo este último) logra intensas cotas de expresionismo bien entendido y, evidentemente, adaptado a su momento fechado. Por todo esto, moderemos el jolgorio, tengamos en cuenta que el cine español sigue sin interesar especialmente fuera de nuestras fronteras y tampoco creo que esta pequeña rareza llamada BLANCANIEVES vaya a cambiar nada ni siente precedente alguno; si acaso, y pecando yo ahora de un poco de ombliguismo, signifique el consuelo de que, después de que otros lo hayan hecho, nuestro grito sea un desaforado Yes, we can!...
Saludos envenenados.

domingo, 24 de febrero de 2013

Rincón del freak #97: No recomendada a mayores de 5 años



Los dioses deben estar locos... "La mejor película de animación española de todos los tiempos"... "Diversión desprejuiciada"... "Ingeniosa... Divertida... Trepidante"... ¿Me pueden explicar de qué carajo estamos hablando? ¿Es esto lo que queremos exportar? Lo he repetido cientos de veces: Se pueden adquirir aparatos, técnicas... Incluso se puede contratar a profesionales. Lo que no se negocia en un despacho es una idea original y de calidad, y de momento eso escasea, y lo poco que hay no encuentra salida. LAS AVENTURAS DE TADEO JONES es una película abominable, pero un entremés delicioso para un chavalín al que han sorbido la sesera poniéndole trailers y videoclips hasta en el colegio (es literal). Punto y final. Me sirve esto para descodificar adecuadamente la insana vocación de unos premios que están creados para seguir una línea o tendencia, y que poco o nada tienen que ver con el apoyo, por parte de la Academia, a la gente que tiene muchas cosas que decir, que haberlas haylas. El ejemplo está claro: Pixar hace unas películas magníficas, pero no sólo en lo que un productor primero y un distribuidor después piensan, que es en el aspecto técnico; si sólo se queda uno con eso estará lamiendo el caparazón y despreciando la carne. Las películas de Pixar (las buenas, porque no todas lo son) contienen un trabajo de guion a la altura de cualquier película de calidad, por eso me resisto a denominarlas como "de animación", y por eso, en su momento, no pude ver ni una sola película superior a esa inmensa obra maestra del cine que es WALL·E. El caso es que seríamos muy tontos si seguimos separando lo que se puede dotar a un film animado y lo que no, porque no tiene ningún sentido. Lo que sí tiene sentido es ver a Intereconomía encabezando la nómina de productoras "apoyadoras" de este tipo de artefactos sorbecocos. Así que tengan cuidado ahí fuera.
Están avisados...


sábado, 23 de febrero de 2013

Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo #6



El sexto film de Hong Sang-soo, sólo un año después, también fue nominado a la Palma de Oro en Cannes; y, coleccionando nominaciones, el director coreano se afanaba, poco a poco, en pulir su particular visión del cine y de la vida. Aquí aparece más Rohmer que Truffaut, un poco menos de Woody Allen y algo más de "cine dentro del cine" para acentuar la validez de los sentimientos reales sobre los imaginados, algo que luego directores como Raya Martin han sublimado con mayor radicalidad. GEUK JANG JEON (UN CUENTO DE CINE) empieza con una sutil vibración, casi imperceptible; ¡la ficción en el cine de Hong Sang-soo! Si nos damos cuenta, tanto mejor, pero en realidad no importa demasiado. La primera mitad es una película que el "verdadero protagonista" (cruel y angosta ironía) está viendo en un cine, lo que nos es mostrado en un elegante juego de sonidos: Suena una música, luego baja de tono, vemos la puerta de la sala de cine y, al abrirse ésta, la música vuelve a subir ¡Magnífico! Ya estamos en la vida real y sin gastar un duro... Luego la cosa pierde un poco de interés, porque Hong Sang-soo se limita a coordinar paralelas: El tipo que sale del cine es un aspirante a director (lo que ya comienza a ser, más que recurrente, obsesivo) que se cruza con una chica, la cuál intuimos que es la actriz que acaba de ver; este muchacho es un poco rarillo, y entre interminables comidas con amigos inquietantes y paseos a ningún lado, aborda a la chica, primero para conminarla a que protagonice su primer gran proyecto, aunque todos sabemos, Hong Sang-soo sabe, y hasta la chavala creo que no se resiste a hacerse la tonta, que toda eterna jerga esconde siempre el mismo propósito: el polvo. Dos cuestiones sobrevuelan el ambiente tras el final: ¿Por qué la obsesión enfermiza por el Marlboro? y sobre todo ¿Por qué compran calamar seco en kioskos callejeros para llevárselo a casa en una bolsa de plástico negro?... ¿eh... eh?
Saludos.

viernes, 22 de febrero de 2013

In my city...



A cada paso dado, Alberto Rodríguez no sólo va afianzando su cine, su manera de entender el cine de género haciéndolo pasar por otra cosa mucho más sutil, sino que está logrando lo que nadie ensayó antes de una manera concreta: mostrar los modos de una cultura y un lugar sin omitirle los puntos negros y las turbiedades, pero también poniendo sobre la mesa los datos posibles de por qué debemos estar atentos a los comportamientos y no censurarlos, cuando no despreciarlos miserablemente. Lo primero que debo decir tras ver una estupenda película como GRUPO 7 es que se olviden de los carteles publicitarios. Esto no es "Brigada Central". Esto no es televisión. Esto es cine, y cine no es sólo proyectar en una pantalla grande (y cada vez menos), sino dotar(se) de todo lo necesario para, una vez comprimido, lo visto perdure. Es ésta una película de un tipo avispado, despierto en su propio tiempo, y por eso, aunque se desarrolle en el aparentemente intrascendente período que iría desde 1987 hasta 1992, el diálogo establecido con la miseria generalizada que ahora sufrimos cobra una relevancia que, de momento, ningún título "contemporáneo" ha conseguido armar. Mucho se ha hablado de la esplendorosa Sevilla de la Expo, de lo mucho que cambió la ciudad, de lo que adelantamos en el albor del Siglo XXI. De lo que nadie hablaba era de la basura de los barrios marginales, del Vacie, de Los Pajaritos (donde está el corazón motor del film), las Tres Mil Viviendas, Torreblanca... El rosario inacabable de la droga, el paro y la delincuencia con los que había que acabar en tiempo récord... antes de la Expo. Este Grupo 7 pasa de actuar al lado de la ley a hacerlo al margen, porque es más rápido y más eficaz; mientras no se sabe todo son parabienes, pero cuando la prensa lo destapa todo se desmorona. El Grupo 7 es el encargado de barrer la droga del centro de Sevilla, pero cuando quieren ir al meollo son reprobados por su superior; la periferia no interesa, sólo que el centro esté limpito antes del "gran evento". Y esa es la gran baza del film, una denuncia un poco tardía pero necesaria y que estoy seguro va a remover bastantes conciencias. Pero no me gustaría acabar sin resaltar lo que ya empieza a ser una constante en el cine de Rodríguez, su excelente dirección de actores. Todos están cojonudos, metidos en su papel y sin un solo gesto a la galería; magníficos Joaquín Núñez, Alfonso Sánchez y Estefanía de los Santos, comiéndose la pantalla; muy correcto Mario Casas, cogiéndole el pulso a su personaje y sacándolo de todas las tentaciones de encasillamiento. Y luego dos interpretaciones sublimes, superlativas: Julián Villagrán componiendo un personaje tan enternecedor como repugnante (y eso es muy difícil), pero sobre todo Antonio de la Torre, por enésima vez dando una lección de cómo se le da intensidad a un personaje sin estridencias ni histrionismo. Simplemente sublime.
¿Que si me la esperaba peor? Desde luego, mucho peor, por eso no deben hacerle caso a los carteles promocionales...
Siete saludos.

jueves, 21 de febrero de 2013

¡A cubierto!



Encuéntrome en una encrucijada-barra-espiral al intentar comentar subjetivamente una película como THE IMPOSSIBLE; lo admito, lo sufro y lo enfrento. Por un lado me escuece el sacapecho de algunos plumillas, probablemente enceguecidos por el resplandor de los ruidos o ensordecidos por el estruendo de las imágenes, acerca de que el dinero para esta superproducción (entendiendo que esto ya no es lo que era, o fue) es íntegramente patrio, puesto que dicho detalle no ha supuesto obstáculo alguno para obviar que el suceso real le ocurrió a una familia española y sustituirlos por unos más mediáticos Naomi Watts, Ewan McGregor & Co. Sí, lo mismo que pasaba en el western almeriense pero con guiris de verdad. Primera incongruencia. Luego está la película en sí, que no es más que estirar el chicle lacrimógeno hasta lo indecible; te quedas sordo, por supuesto, y la desgracia humana deja paso al "Síndrome de La Casa de la Pradera", que es capaz de comprimir cada suceso hasta fundirlo con dos conceptos fundamentales: "la familia unida jamás será vencida" y "qué injusto es el mundo con nosotros". Esto es terreno casi exclusivo del telefilm, pero como tenemos starrings y guest stars, pues nadie tuerce el gesto. No se engañen, THE IMPOSSIBLE no es una película española, primero porque no lo parece de ninguna de las maneras, pero sobre todo porque cierra todas las oportunidades a establecer diálogo alguno con ningún tipo de lazo consanguíneo anterior, y no hablemos ya de abrir camino a nuevas formas comunicantes. De acuerdo, eso es todo lo malo. Pero ¿hay algo bueno en LO IMPOSIBLE? Sí, claro. Está el muy creíble trabajo de los actores, que son capaces de no excederse en mitad de tanto fragor; está el estupendo trabajo de fotografía de Óscar Faura, que hace colisionar al paraíso con el infierno; está un encomiable (desde aquí siempre lo hemos defendido) uso de los efectos "reales", en detrimento del digital; y está el no complicarse demasiado la vida (he dicho "demasiado", no "en absoluto") con cuestiones bigger than life y centrarse en el componente de cine de catástrofes=aventuras=drama exacerbado, lo que la deja fuera de la plasta "malickiana" y la hace ingresar de lleno en el respetable club del cine de entretenimiento de calidad. Así que mejor nos iría sin darnos tantos golpes de pecho y disfrutando de una película para pasar el rato y poco más... ¿Lo imposible? Lo imposible es recordar dónde diablos aparecía Marta Etura...
Saludos anti-resorts.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Materia lábil. Concreción



Desconozco si RED LIGHTS, la segunda aventura en tierras norteamericanas de Rodrigo Cortés, ha hallado hueco en los Goya; creo que no, pero de cualquier forma, no deja de ser sintomático el carrusel de directores "exiliados" (se me ocurren Amenábar, Fresnadillo, Bayona...) que, lejos de "exportar" un supuesto modelo de hacer cine, su único mérito ha consistido en dejarse engullir por el stablishment imperante en la industria. Debo ser muy ingenuo por siquiera rozar dicho pensamiento, pero aún lo es más el que crea que en España, en el cine producido aquí, existe algo verdaderamente exportable y que resulte interesante por sí mismo. Y todo ello sin entrar a valorar ahorros en costes ni ambiguas promociones que a alguien interesarán, digo yo. La película en sí no es gran cosa, y supone un significativo paso atrás respecto a los notables apuntes hallados en BURIED (que sí tuvo gran repercusión en los premios de hace un par de años), sin embargo todo parece indicar que el director ha llegado a donde quería, ha colmado sus aspiraciones y, por tanto, ahora se le abre la gran incógnita acerca de si sigue teniendo ideas propias (porque exportables ya sabemos que no). Si le quitásemos la cámara nerviosa, la fotografía melancólica y la solvencia de un trío interpretativo que difícilmente va a dejarte con el culo al aire (de mejor a peor: Robert de Niro, Cillian Murphy y Sigourney Weaver), este juego de equívocos con sorpresa final alrededor del mundillo de los ¿físicos?... ¿mentalistas?... comete la torpeza de bruñir en demasía lo que apenas es anecdótico en señores como Uri Geller antes y Anthony Blake después, es decir: "That's entertainment, folks". Así que el pecado cometido no es el esperado exceso, sino un recatamiento que nos deja, en un momento dado, frente a Robert de Niro (de lo mejorcito de la función) hablando de no se sabe qué frente a un público entregado a algo que nunca aparece ¿Qué se nos está vendiendo? ¿Cuál es la habilidad de la que deberíamos estar tan pendientes? Y en último término ¿De qué nos están hablando? ¿Es esto terror? ¿Ciencia ficción? ¿Posthumor disfrazado de quién sabe qué? Demasiadas preguntas. Y me da que Cortés tenía otra cosa en mente, algo bastante más sutil y elaborado; pero ya se sabe qué pasa cuando uno ve aparecer por su puerta el Cadillac con los cuernos de res... Seguiremos esperando, y confiando...
Saludos ruborizados.

martes, 19 de febrero de 2013

Lo imperdonable



Lo del cine español no tiene perdón e improbable solución, no hay más que ver una pantomima como la de ayer para darse cuenta de que el tema intelectual y el cinematográfico, en este país al menos, no es que vayan de la mano. Películas buenas las hay, pero no se ven; en cambio se le da cancha a una forma de entender el cine que no aporta nada al avance del séptimo arte, primando la taquilla cabezonamente y obviando las nuevas formas de distribución y visionado existentes, por lo que la escisión se concreta en los que se han quedado definitivamente atrás y los que observan descorazonados cómo ir por delante no les sirve para casi nada. El ejemplo de hoy es tremebundo, porque la mejor película producida y realizada en este país el curso pasado en realidad fue hecha un año antes. Carlos Vermut, tras un brillante periplo en el corto audaz y desparasitado, intentó estrenar su ópera prima en algún sitio, incluso en esas salas donde el 25% está ocupado por el mismo título, incluso en esas supuestas salas que toman "riesgos" al programar; por supuesto no tuvo éxito, así que se fue directamente al futuro y lo hizo presente. Estrenó su película en Internet ¿Y después de todas las gilipolleces que se han dicho desde la Academia sobre esto alguien creía que no la iban a ningunear? Lo de DIAMOND FLASH no es "lo imposible", es "lo imperdonable". No es lo imposible porque para poner en pie un intrincado juego de guion, de los más originales, divertidos y avanzados que se han visto desde hace muchos años no necesita gastar una fortuna en efectos digitales que, lejos de "recrear una cierta sensación de realidad" establecen un modelo de infrarrealidad que suaviza los contornos de todo aquello que no podríamos digerir de otra forma... ¿o sí? Lo que Carlos Vermut propone en DIAMOND FLASH es una vuelta de tuerca al género de superhéroes mezclado con la película coral; mezclado con la crítica social más desgarrada; mezclado con un más que lúcido mapa del estado de hartazgo de una facción de la sociedad que se niega a seguir tomando parte de un engaño tras otro; mezclado con un trabajo de actores que extrae de su propia imperfección el valor de mantener el plano más tiempo del debido; mezclado con una sanísima pedorreta al babeo "tarantiniano", yendo mucho más lejos de lo que el norteamericano ha sido capaz de ir en su supuesta irreverencia, a estas alturas completamente domesticada; y mezclado, por último, con aquello que otro dinosaurio apoltronado como Almodóvar pretendió hacer pasar por verdadero hace unos cuantos años, que hacer películas las hacen muchos, pero tener ideas originales no se negocia en un despacho... Ni se premia frente a tu supuesto enemigo...
No les desvelo casi nada de esta maravillosa película, prefiero que se sienten frente a su ordenador y disfruten de ella sin prejuicios. Una joya.
Saludos radiantes.


lunes, 18 de febrero de 2013

La humildad sincera en el cine



Ayer fueron los Goya, lo que me da pie a escribir un poco sobre LE BOUCHER, del maestro Chabrol ¿Por qué? Pues porque no tiene nada que ver.
También porque es una película impresionante, una de las más poderosas de una filmografía extensa, coherente y excitante en su diversidad; en último término, porque Chabrol hizo uno de los mejores homenajes que uno puede hacerle a alguien a quien admira.
LE BOUCHER es Hitchcock, puro y sin fisuras, pero uno puede hacer dos cosas según su grado de inteligencia, certeza y sensibilidad: puede copiar y encubrirlo con el barniz, brillante y esplendoroso, de la "propia versión", o puede, que es lo difícil, reescribir por completo a otro autor y adaptarlo a nuevos desafíos, formales y semánticos. Así, la elegancia del británico da paso, sin que el relato se resienta, a una tosquedad necesaria, teniendo en cuenta el ámbito rural (de provincias) en el que se sucederan varios compases de ritmo alterado. Francia, la Francia de Chabrol, no es el Nueva York o el San Francisco de Hitchcock, por mucho que éste no necesitase grandes implicaciones con el entorno. Empezamos con una celebración, una boda; la maestra del pueblo charla con el carnicero y hay un larguísimo travelling que llevará a ambos desde el festejo a la casa de la primera, pero el carnicero se despide. Pero volverá, y Chabrol maquina su diabólico guion a partir de dos o tres secuencias encadenadas que sentencian el devenir del film. Si hay un asesinato, habrá una sospecha, pero también paralelismos que son mostrados; la vida sigue, asistimos a la pequeñez de unos actos, a un intento de comprensión, casi una investigación paralela, pero casi importa más si podemos entender cómo dos seres humanos tan diferentes entre sí son capaces de compenetrarse y aceptarse incluso en un entorno de abyección. Eso es psicología, la de Chabrol mostrándonos cómo se puede volver a Hitchcock sin pisotearlo; después llegará el horror, y mucho peor de lo que lo esperábamos.
Saludos post-gala.

domingo, 17 de febrero de 2013

Rincón del freak #96: Hasta los confines del estudio... y más allá



Vidor las tiene mejores, muchísimo mejores. Lo digo porque, aunque habrá a quien le parezca un sacrilegio, el otro día vi COMRADE X y me pareció tan ridícula y fuera de lugar que creo que ni su tono cómico y desenfadado, ni siquiera contar con estrellas del tamaño de Clark Gable o Hedy Lamarr logra levantar el vuelo a un elogio del capitalismo que no es que eso esté mal, sino que actúa a fuerza de ridiculizar de la manera más burda a un país como Rusia. E insisto, porque siempre lo hago; si al menos fuese entretenida, hablaríamos de otra cosa. A mí me gustan las películas de Abbott y Costello aunque los negros abran mucho los ojos, pero su sentido del sainete les baja el brillo y la cosa se olvida pronto; el problema viene dado porque un año antes Lubitsch filma una obra maestra llamada NINOTCHKA, una película tan buena que aún hoy casi nadie ha entendido, por lo que es recordada por ser muy divertida, que lo es, pero también tiraba a dar, y no con cartuchos de fogueo, que es lo que se ve en esta historia tan descabellada que si le quitásemos el sonido nadie notaría la diferencia entre Moscú y Nueva York... Cosas de la Metro... Por cierto, en sus estudios también se rodó NINOTCHKA, pero mejor...
Saludos incógnitos.

sábado, 16 de febrero de 2013

Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo #5



Uno ve los carteles promocionales que la productora Mirashin, supongo que pensando en un improbable lanzamiento internacional más allá de los festivales europeos, preparó en 2004 para la quinta película de Hong Sang-soo y lo primero que piensa es: "No. Será otro; esto parece de Garry Marshall..." Suele pasar, sobre todo cuando a un director se le empieza a tomar en serio después de haber hecho ganar dinero a un productor importante (en el caso que nos ocupa, más por austeridad de medios que por taquillaje puro y duro), pero viendo los primeros minutos de YEOJANEUN NAMJAUI MIRAEDA (LA MUJER ES EL FUTURO DEL HOMBRE), todo queda en su sitio. Fue así al menos para el Festival de Cannes, que la eligió para competir por la Palma de Oro. Mun-ho y Hyen-gon son amigos; el primero es profesor en una universidad, está casado y con un hijo; el segundo pasa largas temporadas en Estados Unidos, donde pretende conseguir ser director de cine. Ambos se encuentran en Seúl, comen juntos, se emborrachan, van de putas, contactan con una antigua amiga y ambos se la benefician, sin problemas. Pasa el tiempo, Hyen-gon  vuelve de nuevo y allá que irán a buscar a la muchacha, que se ha mudado a otra provincia; allí, Mun-ho se encontrará con un grupo de alumnos suyos y se separará de sus amigos. El azar controlado, la disconformidad con lo establecido o simplemente la necesidad de dejarse guiar por un impulso primigenio que siempre es más potente que cualquier guía oficial. El cine de Hong Sang-soo necesita muy pocas cosas para traspasar la pantalla; apenas, como aquí, juguetear con dos situaciones paralelas para dislocarlas, separarlas a su antojo, aunque el antojo (debe ser así) sea de unos personajes que se niegan a tomar parte de la falsa trascendencia, precisamente porque si han de ser falsos, lo serán de verdad. Estupenda y original película; y no es noticia.
Saludos.

viernes, 15 de febrero de 2013

Salsa rosa



Coincido plenamente en la teoría/paradoja que viene a señalar no sólo que cualquier tiempo pasado no tiene por qué haber sido mejor, sino que cada aspecto del tiempo presente, incluso los más escabrosos (y debo añadir que precisamente éstos), tuvo su correspondiente reflejo si sabemos buscar adecuadamente. La diferencia puede que esté simplemente en la intensidad de exposición a tal o cual asunto, o incluso a la imposibilidad de compaginar una vida normal con según qué mitos o creencias. En el ejemplo de hoy, nos encontramos con la teoría hecha imagen fastuosa y la paradoja bordeando los límites de lo que unos consideran arte y otros exhibicionismo; de la carne, del alma y de las miserias de ambos. Max Ophüls cerró su admirable obra cinematográfica con una obra cumbre del séptimo arte, adelantada a su tiempo (prácticamente al nuestro) y que casi sesenta años después sigue suscitando todo tipo de debates sobre su inacabable riqueza de registros, referencias y lecturas, tanto retóricas como analíticas. LOLA MONTÈS se valía de una mítica aunque turbia biografía, la de la amante (entre unos cuantos más) de Luis I de Baviera o el músico Franz Liszt; una mujer que, aunque nacida en Irlanda, mantuvo vigente una doble identidad mucho más exótica y misteriosa como una "bailarina" española. Pero el asunto realmente importante es saber qué significa filmar una película tan compleja como LOLA MONTÈS para un director en la cumbre de su carrera; compleja por su desbordante imaginería y trabajo de producción, pero sobre todo por la reflexión que hace acerca de la persona como espectáculo en sí mismo. El film es una sucesión de flashbacks que dan buena cuenta de la itinerante peripecia, esplendor y, finalmente, decadencia de esta singular figura, pero también pone en imágenes un extraño circo (nunca sabremos si real o imaginario) en el que Peter Ustinov oficiará de Maestro de Ceremonias, mientras desgrana las miserias de una Lola Montès reducida a inmóvil figura que, habiéndolo perdido todo, ha acabado por vender lo único que le queda, su vida. Hoy día esto no es nada del otro mundo, lo vemos a diario en esos inmundos programas de hora punta, en los que la vida de una persona, una vez despojada de toda dignidad, y paralizada por el influjo del vil metal, deja paso a la disección de asuntos que carecen de interés intrínseco, pero que revelan que los seres humanos somos poco más que carroñeros perfumados. La vigencia de LOLA MONTÈS es, precisamente, recordárnoslo.
Saludos en la corte.

jueves, 14 de febrero de 2013

El estado de algunas cosas



Me parece que nadie o casi nadie ha entendido de qué va KILLING THEM SOFTLY; pasó lo mismo con THE ASSASSINATION OF JESSE JAMES BY THE COWARD ROBERT FORD, que sirviéndose de una historia cuasimitológica nos ponderaba qué lugar puede llegar a ocupar un film que no sólo busca su tiempo, sino que vibra con el mismo y se desacomoda con cada sacudida. Esta película agria, oscura y, sobre todo, desmoralizante, no habla de lo que realmente habla, o de lo que debería hablar según sus imágenes; no es "otra película que podría haber dirigido Scorsese o Tarantino", sino el exabrupto surgido del suicidio de todo un sistema de valores, que a fuerza de mixturas impenitentes ha terminado por parir a su hijo más bastardo. Esto queda reflejado, por ejemplo, en que el protagonista no es el peculiar asesino a sueldo interpretado por Brad Pitt, sino cómo éste se enfrenta dialécticamente a cada personaje que se le va poniendo por delante. Así, el discurso consciente e indagador toma la forma de un monstruo de mil cabezas al que no se puede eliminar nunca del todo. Pitt (aquí llamado jocosamente Jackie Cogan...) no para de dar vueltas sobre el problema que se le presenta (la resolución de una serie de atracos a una red de juego ilegal) al mismo tiempo que reflexiona sobre qué lugar ocupa cada pieza/personaje y cómo ha de afectar al fin último: matar a quien corresponda sin que quede rastro. El espectador sabe todos los detalles, así que no ha lugar al relato gangsteril ni de intriga, lo que realmente desenfoca la percepción inicial son esos tremebundos diálogos que se van abriendo paso como un gusano en una manzana, hacia el corazón del "asunto". Richard Jenkins lo recibe en un coche, con su apariencia de funcionario gris y dice representar a "alguien"; podemos intuir que A va a mezclarse con B (ahora que este término está tan de moda), que hay algo innombrable pero que flota en el ambiente (políticos, banqueros, jueces...) y que necesita a alguien como Cogan para no mancharse las manos. Este falso antihéroe transitará desde el frustrado negocio con un antiguo socio al que vislumbra acabado (espectacular James Gandolfini) hasta la localización de uno de los dos tipos a los que hay que eliminar y que queda empequeñecido en un diálogo memorable; pero también quedará un último resquicio por el que nos llegan las palabras de un Barack Obama despojado de su aura mítica de salvador de la patria. Cogan justifica sus atrocidades mirando directamente a quien proclama un país limpio y a salvo de manipulaciones; y en este apabullante tour de force nadie queda impune, ni siquiera alguien inocente, y eso es muy muy jodido y muy desesperanzador.
Saludos sutiles.


miércoles, 13 de febrero de 2013

Flores en la basura



Lo he dicho muchas veces, pero es algo que a nadie le interesa escuchar: Sólo hay un arma verdaderamente eficaz contra la penuria económica, y es la imaginación. Arrebatándonos cultura la cuota de poder queda intacta y enfrascada en sus trabalenguas sin sentido; una sociedad culta equivale a una sociedad emancipada de quien pretenda engañarla ¿Y quieren más? ¿Quieren, por ejemplo, un título que ni es actual ni fue realizado en este país para ilustrarlo? Pues se me acaba de ocurrir DODES 'KA-DEN, la primera película en color de Akira Kurosawa, que además de hacer uso magistralmente del relato coral, es capaz de incrustar sigilosamente una brutal denuncia de ese otro Japón, que también existe y que es completamente ajeno a Samuráis, carteles de neón y la producción masiva en serie. Hay dos aspectos a resaltar en esta extraña comedia de tintes amarguísimos; uno es cómo, en un lugar donde predominan la basura y los escombros, Kurosawa, apoyado en la poderosa fotografía al alimón de Takao Saito y Yasumichi Fukusawa, dota de preponderancia a unos colores vivos, chillones, y que son casi un personaje más. Por otra parte, la colección de postales encadenadas, encabezadas y clausuradas por ese inolvidable maquinista de tren imaginario (imaginación al poder), aun siendo irregulares, conservan intacto todo su poder de emocional, pasando de lo jocoso a lo tenebrista en un abrir y cerrar de ojos. Y decido reservarme el desvelar a quien no la haya visto la retahíla de situaciones y personajes de esta película inolvidable que, pese a que en 1971 representó a su país en los oscar, lo cierto es que luego no ha gozado de un lugar de prestigio en la filmografía del que quizá sea el más conocido de los cineastas japoneses. Eso sí, si aun conservan un poco de fe en el género humano, e incluso creen que las (buenas) relaciones entre vecinos pueden existir, vean esta gran y olvidada película, puede que se sorprendan.
Saludos a toda máquina.

martes, 12 de febrero de 2013

Exotismo y compromiso



A Hollywood debemos reconocerle la facilidad con la que siempre ha conjugado el espectáculo con su propio (sin entrar en si es suficiente o no) sentido de la denuncia histórica, siendo complicado saber si es lo uno lo que sirve como apoyo a lo otro, aunque siempre extrayendo los mejores resultados artísticos por si fallase todo lo demás. Un buen ejemplo de todo esto se puede rastrear en diversas películas que abordaban el trasiego de la independencia de la India, lo que ha servido para poner en pie unas pasiones tan extremas como el agitado marco en el que se desarrollan. Éste fue un género en sí mismo, una especie de salvaguarda para el lucimiento de galanes rebosantes de digna gallardía y bellas féminas incapaces de dejar atrás su conciencia. Esto ocurría, por ejemplo, en BHOWANI JUNCTION, en la que un irreconocible Cukor (al menos en su primera mitad, que por otra parte es lo mejor del film) se ocupó de registrar los convulsos días que desembocaron en la independencia de la India, la incapacidad de Gran Bretaña para gestionarla sin derramamiento de sangre y, en mitad de todo ello, un idilio imposible, el que ha de unir a un Coronel británico (Stewart Granger impecable y plateado, como siempre) y a una enfermera militar por cuyas venas corren tanto sangre india como inglesa (una Ava Gardner mestiza y espectacular). Cukor realiza un contenido y vibrante trabajo de actores, justo antes de que estos cobren relevancia por encima de los acontecimientos relatados; luego, la MGM manda, y al cerrar el diafragma, la película termina por olvidarse de qué es lo que la ha llevado hasta allí y ofrece el enésimo romance, eso sí, accidentado por la imposibilidad de dos personas tan afines pero tan diferentes para quedarse juntos. Una especie de superdrama insalvable, muy bien rodado, con mucha profesionalidad, pero que si no ha trascendido como un título importante de su director (y éste sí que es importante) quizá sea por esa extraña indefinición; al menos, esto me lleva a pensar en lo ridícula (y tengo ejemplos) que quedaría esto actualmente.
Saludos cruzados.


lunes, 11 de febrero de 2013

Cómo salí de mi propia crisis (y entré en otra)



Hablemos de cine argentino, que es una de las cosas más saludables que uno puede hacer ahora mismo y una vez ha constatado que cualquier otra cosa ha fallado de manera catastrófica. Reinventándose a sí mismo desde una (auto)observación que es cualquier cosa menos acomodaticia, es una falacia intentar meter en un mismo saco a autores que apenas compartan la misma mirada distante, desconfiada y un poco rencorosa hacia todos y cada uno de los motivos que han dado al traste con toda una economía, y aunque esta circunstancia haya podido desencadenar el llamado "milagro" de su cinematografía. Se me ocurren ahora mismo (y me quedaré muy corto) la radicalidad de Lisandro Alonso, el detallismo de Pablo Trapero, el onirismo de Lucrecia Martel o el gusto por la construcción literaria de Mariano Llinás. Hay más, pero habrá que sumarle un nombre que ha irrumpido con fuerza y por méritos propios en esta constelación. Se trata de Gabriel Medina, curtido en el proceloso mundo de los guiones pseudoculebroneros y que parece haber asumido una especie de trance autoconsciente, que tiene gran parte de exorcismo, cuando no de flagelo puro y duro. Medina presentó el año pasado su segundo film, LA ARAÑA VAMPIRO, que causó no poca controversia en el BAFICI, aunque su carta de presentación la obtuvo cuatro años antes con LOS PARANOICOS, la historia de un perdedor crónico que tiene poco de caricatura indulgente y sí mucho de una venganza que no por reprimida cobra menos virulencia. Lo hemos visto muchas veces: el eterno aspirante a escritor (de lo que sea, pero escritor) que ya ha sobrepasado la treintena y vive en un terrorífico tedio que se reparte entre barrios proletarios, trabajos basura, la ausencia de cualquier cosa parecida a una pareja y la resignación ante el éxito ajeno. Éste se hace llamar Gauna, lo vemos saliendo de un traje de monstruo gigante animafiestas de cumpleaños, vive en un oscuro apartamento de la periferia y lo compra todo en una siniestra tienda regentada por un chino. Un día llegará (volverá) Manuel, su reverso luminoso, que ha obtenido un notable éxito como creador de una teleserie llamada "Los paranoicos" y que actualmente triunfa en España, y detrás de él, Sofía, su novia, que en el fondo está harta del ego de Manuel y buscará un poco de comprensión en el ultrainseguro Gauna, que no dudará en brindarle su hospitalidad. Leída así, LOS PARANOICOS no pasaría de ser una agradable comedia de enredo con tres personajes repartiéndose el peso de la misma; sin embargo, Medina alcanza mucho más en un juego metatextual que empieza si uno lee su propia biografía y experiencia real, y cuyo espíritu inicial, casi naif, termina retorciéndose tanto que lo azucarado termina siendo más que amargo, desolador. LOS PARANOICOS es una película que difíclmente se hará en esta España de "Aídas" y "Serranos"; porque no sólo no pediríamos ayuda para nuestra desdicha, sino que la frase sería: "¿Ayuda a mí?"... Véanla en cuanto puedan.
Saludos esquizofrénicos.

domingo, 10 de febrero de 2013

Rincón del freak #95: Tócala otra vez...



No me extenderé mucho. Resulta que me pasan una película de 1971, THE MEPHISTO WALTZ, que desconocía por completo, y me encuentro con Alan Alda haciendo de pianista con jersey de cuello alto (era la época), Jacqueline Bisset abriéndose paso en la industria a golpe de pezón descubierto y al mítico Curd Jürgens (SCHACHNOVELLE, LES SPIONS) haciendo de MC satánico y melómano... La película en sí no está mal, pero se le notan tanto las correspondencias (guiños... acoples... calcos...) con la buena, que es, claro, la de Polanski, que aunque se ve con agrado y confort, todo queda absolutamente olvidado a la media hora. Va de un pianista adorador de Satán que, viendo próxima su muerte, decide apoderarse del cuerpo de otro más joven; lo s métodos para ello empleados irán desde filtros mágicos a gatos desollados y multitud de fiestas-barra-orgías a las que uno no podría resistirse ni aunque le pidieran por favor una poquita de su alma inmortal. Uno de estos guateques se despendolará de tal forma que quedará conformado por fulanos y menganas ligeros de ropa y tocados con una cabeza de animal... ¡Exacto! ¡Casi como en JUDEX!... Casi, casi...
Saludos valseros.


sábado, 9 de febrero de 2013

Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo #4



Creo firmemente que SAENGHWALUI BALGYEON (LA PUERTA DEL RETORNO) es la primera película verdaderamente notable en la filmografía de Hong Sang-soo; puede que el punto de inflexión que todo director que aspire a la autoría necesita ensayar en algún momento, y no muy tarde. Intensificando el elemento literario, el director coreano filma casi una novela autoconsciente, no ya por su evidente estructura, sino por la regocijante libertad que otorga a sus personajes para presentar sus credenciales y, finalmente, convencernos de que son personas de carne y hueso. En esto, Hong Sang-soo es único, donde uno cree ver la huella de Woody Allen (del bueno) inmediatamente aparece el desgarro de Philippe Garrel, y si sus situaciones, algo atolondradas y en punto de fuga constante parecen apuntar a Truffaut, cada paso dado hacia un lugar nos aleja irremediablemente de otro, lo que nos dejaría en algún sitio inexplorado entre Pialat y (perdonen el sacrilegio) Howard Hawks. Más que risa, uno siente compasión por estos personajes a la deriva, que no logran decidirse por nada concreto, por lo que el factor cómico queda supeditado a un extraño gusto por la crueldad, autoinfligida casi siempre. El protagonista (aquí con mayor presencia y entidad) es un actor de cine al que jamás veremos en nada que se refiera a su trabajo; en lugar de ello, atenderá primero la azarosa llamada de un antiguo conocido y compartirá mesa y cama con una chica que dice admirarle. Todo parece indicar que estamos ante la enésima historia de amor y pasión, pero en el viaje de vuelta a su casa tendrá un inesperado encuentro con una misteriosa chica, lo que hará incluso que cambie el destino de su viaje. Personajes en constante movimiento pero con la mano siempre puesta sobre el freno de mano de sus vidas, unas vidas en absoluto tan ajenas a las nuestras, sólo que esta vez nos hemos detenido a observarlos con detenimiento. Si nos reconocemos aunque sólo sea un poco, entonces Hong Sang-soo está en lo cierto.
Saludos.

viernes, 8 de febrero de 2013

Todo ha de empezar



THE ACTRESS, el film que realizó, hace ahora sesenta años, George Cukor basándose en la propia biografía de la mítica Ruth Gordon, es uno de esos títulos enterrados en el olvido, injustamente a mi parecer, y que, visto hoy, contiene no pocos puntos para entender qué significa el trabajo con actores; algo que el director, entre otras, de ADAM'S RIB o GASLIGHT, elevó a la categoría de arte en sí mismo. En esta dislocada "comedia dramática", el timón lo llevan unos estupendos Spencer Tracy, interpretando al padre, huraño y anticuado, de una Jean Simmons que venía de un registro muy diferente en ANGEL FACE, de Preminger, y que está perfecta como la burbujeante y cándida jovencita que sólo vive para llevar a cabo su gran pasión: convertirse en actriz de teatro. Completan el elenco la grandísima Teresa Wright, como la madre, tan comprensiva como temerosa, y un jovencísimo Anthony Perkins, en el que sería su debut en el cine. No tan convencional como pudiera parecer, THE ACTRESS se vale del elemento teatral para su propia puesta en escena, por lo que aún parece más teatro el trazo crucial que va desde la presentación de personajes alrededor de la casa paterna hasta el flechazo de la joven Ruth al asistir a una representación en la ciudad. Algo exagerada su elipsis final, me quedo sin duda con la intachable profesionalidad de Cukor, su equipo y sus actores, aunque es cierto que sólo un tipo tan poco narcisista como él hubiese desdeñado la posibilidad de maximizar la hipérbole dramática; en lugar de eso, THE ACTRESS se ve con agrado y pocos sobresaltos ¿Que si es malo?... No necesariamente; esto es cine clásico...
Saludos sobreactuados.

jueves, 7 de febrero de 2013

Aquellas guerras también pueden ser las nuestras



Ya no se hacen películas como LA GUERRE EST FINIE, nadie las tomaría en serio. Sin embargo, se me ocurren pocas películas realizadas con tante seriedad como esta denuncia autobiográfica al régimen franquista escrita por Jorge Semprún y calada hasta los huesos de la pesadumbre de aquel tiempo y de la progresiva inutilidad de los actos de unas personas, los "agentes" en el exilio, que casi tuvieron que forzarse a sí mismos a abandonar su propia identidad. Más que vivir en una mentira, lo que Resnais primaba sobre su personaje principal (alter ego del propio Semprún interpretado con elegancia y rigor por Yves Montand) era  la constatación de que, o bien no quedaba ya nada por hacer desde un exilio que sí asimilaba a sus componentes pero luego no les prestaba atención real a sus "batallitas políticas", o la lucha estaba en otros lados, menos físicos quizá, o más volubles. Europa y sus recovecos; muchos países se han aprovechado de los mismos, mientras España se ha ahogado, puede que inconscientemente, en su condición peninsular escindida de cualquier intraopinión comunitaria. Esto lo sabemos ahora, pero en 1966, año de producción de este intenso y sorprendente film (ahora, en esta supuesta democracia, lo es mucho más), incluso un viejo activista comunista llega a rozar las claves de lo que en otros países pasaría por "cine de espías" (en Norteamérica, hasta "de aventuras"). Afortunadamente, el pulso autoral de Resnais se deja notar y la película nunca cae en el efectismo barato; es más, en su inteligente guion, Semprún advierte: "Esto no trata sobre héroes muertos o cobardes vivos, sino de los que están aquí y los que están allá, y de que todos deben ocupar su propio espacio". Además sale la sueca Ingrid Thulin, una pipiolísima Geneviève Bujold y un extraordinario Michel Piccoli. Si les interesa saber cómo se nos ha estado viendo desde fuera, este film aclara bastantes cosas al respecto.
Saludos en paz.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Los (anti)climas



Suele ocurrir. Una de las películas imprescindibles del pasado curso lo fue porque tardó aproximadamente un año, y tras pasearse por toda Europa cosechando alabanzas, en estrenarse (si esa palabra existe aún) es éste nuestro "cinéfilo" país. Me refiero a BIR ZAMANLAR ANADOLU'DA (ÉRASE UNA VEZ EN ANATOLIA), del muy festivalero Nuri Bilge Ceylan, un señor del que nunca me he sentido muy afín de su cine, pero que (y cuánto me alegro de ello) con este mastodóntico film me ha ganado para su causa, sea ésta la que sea. Con "mastodóntico" no me refiero a su duración (que raya las tres horas), sino a la amplitud con la que se va deshilvanando un relato que, en términos clásicos, respondería al típico thriller de policías, asesinos y un muerto, aquí un falso mcguffin que incrusta la atención del espectador en un plano completamente diferente al conseguido por Bilge Ceylan en sus largos planos, unos panorámicos, con los personajes casi borrados, y otros de un puntillismo cercano al hiperrealismo. Pero no se equivoquen, ésta no es una película vacía ni el capricho feroz de un altivo prestidigitador; de igual manera a ese Fincher superlativo de ZODIAC, es el espectador mismo quien se encuentra en la decisiva encrucijada de saber qué tipo de película está viendo exactamente. Y es que en este puzzle sin fin podemos encontrar la desesperación de los policías en una búsqueda tortuosa y llena de incógnitas, la cotidianidad de los funcionarios que nos ponen al tanto de su propia circunstancia y la mirada herida, animal, del principal sospechoso, del que podemos creer tanto su culpabilidad como su inocencia... ¿Acaso importa? Albergando lo antes descrito, el director turco nos hace partícipes del paso del tiempo, los cambios climáticos (y por tanto del paisaje) y de la oportunidad de respirar el mismo aire inflamado de sus protagonistas, personas normales obligadas a enfrentarse a la inmundicia humana, la ajena, pero también la propia. Así las cosas, dejar un film tan estremecedor como éste en "una aburrida sucesión de planos interminables" habla, sintomáticamente, de otro estado de las cosas, y ése nos pertenece a nosotros, y no estamos dentro de una película... ¿o sí?
Saludos en solidaridad con la huelga de LIPASAM.

martes, 5 de febrero de 2013

Negro no es un color en el cine



A veces no es necesario definir el género por el que un film ha de moverse, y es esa indefinición la que otorga, aunque no siempre, cartas de nobleza a guiones rancios y actuaciones fuera de onda. Por el contrario, casi todos los guiones bien escritos ganan una enormidad cuando la película en cuestión se agarra al género y lo adopta como vara de guía. En el caso que nos ocupa hoy, una película "ni fú ni fa", y con todo a su favor para terminar pasando sin pena y aún menos gloria, el guion, o cómo queda retratado el guionista, me parece de vital importancia. Esperaba muchísimo más de LUCKY NUMBER SLEVIN, un artefacto supuestamente ingenioso, de precisión milimétrica, que, con mucha más serpentina que artillería pesada, descubre demasiado pronto sus cartas, cuando la gracia era el elemento sorpresa; aquí, por desgracia, completamente desaparecido ¿Cómo se puede desperdiciar un reparto tan tremebundo (Y cito: Bruce Willis, Ben Kingsley, Morgan Freeman, Stanley Tucci, Robert Forster, Danny Aiello... Sí, Hartnett me parece un eterno aspirante a Paul Newman...) por culpa de una trama tan estúpida? ¿?... Problemas tontos, tipos duros como la mantequilla, mujeres que no aportan a una planificación descaradamente machista (maldita sea, nunca hubiese pensado decir esto), y, por último y más importante, una retahíla de pajas mentales sólo para encubrir que no hay nada interesante. Será porque me estoy alcoholizando durante las últimas semanas con westerns clásicos, aquéllos que tenían la virtud de ser cristalinos y no hacerte pasar por subnormal, pero uno echa de menos a esos guionistas elegantes, precisos y que dejaban las fruslerías aparcadas para otro momento. Salvo la intención de su director, al que recomiendo que sigan mejor por su faceta televisivo/británica, por hacer lo mismo que en la magnífica "Sherlock Holmes" pero en menos tiempo;  Hitchcock lo hacía, pero eso es muy difícil hoy día, qué quieren que les diga... Una de las películas más confusas y aburridas que he visto en años...
Saludos poco afortunados.

lunes, 4 de febrero de 2013

... y así seguirá siendo



Hoy, y ya tocaba, voy a hablar de una maravillosa película, una de mis favoritas; un puntilloso paseo por un momento y una época que se revela, increíblemente, en absoluta consonancia con nuestra convulsa y propia época. En THE GO-BETWEEN, Joseph Losey, apoyado en el excelente guion que Harold Pinter puso en pie a partir de la obra original de Leslie Poles Hartley, daba buena cuenta de las diferencias sociales en la sociedad inglesa de principios del Siglo XX, y más concretamente en una mansión (y alrededores, por supuesto) perteneciente a los Maudsley, integrantes de la high class de más rancio abolengo ¿El mérito? usar una trama que oscila entre lo folletinesco y lo romántico/azucarado, puntearlo con el pesado barniz del recuerdo (encarnado en la figura, típicamente "Peeping Tom", de su joven narrador mucho tiempo después), y que nada de ello eche por tierra el acusado clima de denuncia, sarcasmo, e incluso desaliento. Más allá de su repiqueteo, y bajo multitud de capas y estratos, se impone el relato incrustado y en un tono casi de sueño, dejando constancia de un momento concreto. No es sólo el imposible romance entre la niña pija y el rudo arrendado, como tampoco se queda en el aprendizaje forzoso al que se ve sometido el muchacho, convertido en incansable mensajero primero del "prometido oficial" y la díscola Marian, y después, secretamente, entre ésta y su amante. La maestría de la mano de Losey es patente en la suavidad con la que mezcla cada aspecto, en el fluir de lo que se nos está contando sin que nunca aparezca confuso ni velado, no para nosotros, aunque sí para los personajes que asisten, unos atónitos y otros maquiavélicamente complacidos, a un escándalo que, efectivamente, es mucho más significativo, puesto que arrastra todo un mundo de injusticias, abusos y sometimiento, tal y como ocurría en la Inglaterra arrendataria y colonialista. Mención aparte merece un reparto soberbio, encabezado por mi musa particular (lo he dicho tantas veces...), una bellísima y estupenda Julie Christie en lo más alto de su carrera y un inolvidable Alan Bates, que borda un personaje repleto de matices; sin mencionar a un ramillete de secundarios, que nunca lo son por patente presencia. El gran Edward Fox, como el impotente y despechado Hugh Trimingham, que calmaba sus ardores en el frente; Michael Gough, como el apocado Lord Maudsley, y su mujer, interpretada por la estupenda Margaret Leighton, que estuvo incluso nominada al oscar. El film ganó la Palma de Oro en 1971, pero su gran logro fue, quizá, resarcir a Losey y situarlo en un lugar acorde a su calidad como cineasta tras su exilio forzoso más de quince años antes. Un clásico absolutamente moderno.
Saludos correspondidos.

domingo, 3 de febrero de 2013

Rincón del freak #94: Cocainómanos travestidos con enaguas y monóculos



Y eso que yo, al señor Luc Besson, lo tengo en no poca estima... Y eso que el cómic original de Tardi venía a ser el reverso irreverente de Tintín... Y eso que me cogió en un día tontísimo en el que, con toda seguridad, me hubiesen colado un gol por toda la escuadra... Pero no. Y no, porque el despropósito de Besson es tan rudo, tan claro, tan evidente y tiene tan pocos puntos defendibles... que precisamente comenzaré por ellos. Lo mejor de LES AVENTURES EXTRAORDINAIRES D'ADÈLE BLANC-SEC es que su protagonista, Louise Bourgoin, está muy rica, lo suficiente para anestesiarnos de una puesta en escena que confunde agilidad con hipertensión, y que presenta a sus personajes con la misma rapidez que los despacha, sin darles más desarrollo que la posibilidad de echarles un vistacillo y comentar que qué buenos maquilladores hay en Francia. El vestuario está bien... sobre todo cuando la Bourgoin (siempre por exigencias del cómic) se queda en pelotas... Sale Mathieu Amalric, aunque yo no logré descifrar un solo rasgo suyo... Un pterodáctilo digital... Una momia digital...Y uno tiene dos rarísimas sensaciones después de este empacho de Red Bull visual. Primero, que Besson cayó en las redes de anteponer filigrana a fibra (y Tardi es un dibujante extremadamente fibroso). Y después, y sobre todo, que Louise Bourgoin tiene pinta de que te la podrías cruzar saliendo de un after a las 11 de la mañana, y no de un museo de Historia... He conocido algunas mujeres así en mi vida, y no hubiesen encajado en 1912. Una lástima... ¿o se decía "un despropósito"?...
Saludos arqueológicos.

sábado, 2 de febrero de 2013

Vida prócer: El cine de Hong Sang-soo #3



No es casual el aparatoso título elegido por Hong Sang-soo para su tercer film, puesto que la ardua peripecia de dos tipos (diferentes en lo social, pero iguales en sus objetivos más primarios) por obtener los favores sexuales de una gélida muchacha, descubierta como sorprendentemente virgen, aluden a un extraño vidrio ilustrado por Marcel Duchamp a principios del pasado siglo, en el que la figura femenina, escindida de sus anhelantes machos, mostraba una viosión del ciclo sexual cuanto menos inquietante. En OH! SOO-JUNG (juego de palabras coreano del que he desistido buscarle algún sentido [excepto, claro está, el del mero gemido orgásmico...]), o VIRGIN STRIPPED BARE BY HER BACHELORS, el director coreano revienta la linealidad del relato romántico y lo moldea a su gusto; primero imaginando cómo podrían ser dos situaciones iguales con sólo un pequeño cambio de percepción. Tenemos a los dos conocidos que a duras penas podríamos considerar amigos, uno es un ínfimo aspirante a cineasta independiente, borrachuzo y amargado (llamémoslo "conato de autocrítica"), y el otro dirige con notable éxito una galería de arte; el primero intentará que el segundo le financie un proyecto (que quizá nunca llegue a realizarse) y éste quedará embrujado bajo los encantos de la asistente del otro, la Soo-jeung de marras. Ella es virgen pese a su edad, y el embobado mecenas la colmará de atenciones para sólo recibir un rechazo continuado, si no en el magreo, sí en el meteysaca propiamente dicho. Un poco tediosa a causa de su larga duración (dos horas), esta no-comedia de no-enredo, desarrollada en un Seúl literalmente helado, parece preparar más el terreno para futuras producciones que procurarse el propio, y su autor (que lo es también del guion) parece más procupado de mantener la uniformidad del tono narrativo que intentar alguna explosión controlada, perfectamente localizado esto en la secuenciación por capítulos, como si en lugar de una película nos enfrentáramos a un libro. En este caso, una novela decimonónica.
Saludos.


viernes, 1 de febrero de 2013

El Bálsamo de Fierabrás



Invocar una y otra vez al mismo fantasma puede llegar al límite de lo funcionarial, y aunque hablando de Woody Allen su talento quede fuera de toda discusión, nos hemos acostumbrado (desgraciadamente) a observar la habitual retahíla de producciones del neoyorquino con menos entusiasmo del que un cineasta de su talla, en teoría, debería merecer. Así, YOU WILL MEET A TALL DARK STRANGER vendría a corroborar la versión, mantenida por la mayoría de la crítica, de que Allen, a lo mejor, quién sabe, llevado por el desánimo de una muerte cada vez más cercana, ha blindado su cerebro a base de incrementar su ya de por sí frenético ritmo de producción. De acuerdo, es comprensible que uno no pueda mantener una calidad excelsa, pero yo sí le pediría a Woody Allen (como buen seguidor que he sido desde siempre) que, al menos, eligiese un poco más los temas a tratar. Ya sé que lo suyo siempre ha sido dar vueltas alrededor del sexo, la muerte y los apartamentos de Manhattan, pero no es menos cierto que el posible diálogo de una obra con su propio tiempo, en el caso de Allen, es algo cada vez más lejano. Curiosamente, MIDNIGHT IN PARIS usaba esta dejadez como inusitada reverberación poética, pero en el título que nos ocupa, repleto de personajes con menos problemas (y ya ni siquiera neurosis) de los que se empeñan en demostrar que tienen, la sensación de agotamiento es francamente palpable. Allen sigue su incansable tanteo de actores, unos encajan y otros no, y en este ir y venir son también los géneros los que se resienten. Porque no es lo mismo poner a Owen Wilson como alter ego que a un Josh Brolin que, siendo de lo mejor de la función, no puede evitar desatar su lado más oscuro y, lástima, demasiado alejado del (anti)héroe alleniano. En un reparto decididamente extensivista, encontramos a un correcto Anthony Hopkins, una perdidísima Naomi Watts, a la veterana Pauline Collins tirando de oficio o a la magnífica Gemma Jones (ésta, sí, absolutamente "alleniana") como una esposa y madre que, tras perder el amor de su marido, acabará víctima de chanchullos esotéricos, y son sus repentinas irrupciones en la sosísima trama lo más agradecible de una película que es imposible que pase a ninguna posteridad, y que además nos encasqueta al esforzado Antonio Banderas en un personaje simple y llanamente ridículo.
Ustedes serán saludados por un bloguero alto y moreno...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!