viernes, 30 de noviembre de 2012

Ozu en Viernes #32



En KOHAYAGAWA-KE NO AKI (EL OTOÑO DE LA FAMILIA KOHAYAGAWA), penúltima película de Yasujiro Ozu, todo el argumento, concerniente a la familia del título, cuyos asuntos parecen cruzarse constantemente, tienen como fin último (pese a que esto no nos es revelado hasta su hermoso y triste final) el elogio de la unidad familiar como célula perfecta y sinuosamente renovable; un organismo vivo que depende de la armonía de sus integrantes y que siempre está al borde de la ruptura o desintegración. No importa tanto el eterno dilema casadero, repartido aquí entre las dos hermanas, interpretadas por la levísima Yôko Tsukasa y  Setsuko Hara, que finiquitaría aquí su impresionante colaboración con Ozu. No, porque la trama de este film se ramifica y adopta formas complejas cuando entra en escena el patriarca (Ganjiro Nakamura, rozando su inmortal papel en LAS HIERBAS ERRANTES), que, puede que vislumbrando un cercano final, prefiere extinguirse visitando a un antiguo amor, de quien sospechamos (sin saberlo a ciencia cierta) que es el padre de su hija, ya mayor. Pero tampoco esto es crucial; menos aún cuando nos es presentado el resto de la familia, y éstos actúan como un sutil hilo conductor de ese haiku que se va escribiendo poco a poco y que nos lleva desde los hijos que se van haciendo mayores o los padres que recuerdan antiguos esplendores hasta un bellísimo desenlace, triste en otras manos, reflexivo en las de Ozu. Un final que aún debería escribirse sólo un año después... Hasta entonces, que será la semana que viene... Saludos.


El final del verano

jueves, 29 de noviembre de 2012

A golpes con la vida



Nunca fue un director suficientemente reconocido, y hay quien confunde los términos al referirse a su actividad como cantautor, pero se impone la lógica de los resultados cuando uno se enfrenta a la compacta, escueta, obra de Leonardo Favio, que también nos dejó a principios de este mes. Y no se me ocurre otro título mejor para homenajearle que GATICA, EL MONO, una sudorosa y resollante parábola, encarnada en aquel inasible boxeador argentino (el oficial del peronismo), del fin de un momento en la historia del país de los tangos, pero también de los rencores, y de los damnificados. Y José María Gatica, pobre, analfabeto, inconsciente, un perro apaleado de los muelles al que ningún puñetazo le borró la sonrisa de quien engulle la vida, bien pudo ser, sin saberlo, un mártir loco, un bufón o un suicida bailongo. Favio lo filma en una oscuridad inquietante, donde los focos ciegan a un público inexistente, sólo una marea de gritos, "una leonera" que alza al mono ("el mono, los cojones", rumia constantemente) ensangrentado delante de un vaivén de banderas, tal que luego haría con Maradona, por poner un ejemplo que cualquiera entiende. Así, cualquier conato hagiográfico queda descartado para terminar conformando un retrato expresionista de una derrota, la de un boxeador que apenas perdió una decena de combates en un total de casi cien, pero sobre todo la de esa facción nacional, que también cayó a golpes. Mención especial merece su protagonista, un Edgardo Nieva excesivo, enternecedoramente monstruoso; un ídolo siempre a punto de caer, este Gatica, que no sólo sacó de un largo ostracismo a Favia, sino que lo puso en el disparadero internacional como un director de mirada insobornable y decididamente personal. Su filmografía, a descubrir, queda ahora a la estela de su repentina desaparición.
Saludos sin tirar la toalla.


The boxer

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Ver a la fuerza



Y hace poco más de un mes nos dejaba el director japonés Kôji Wakamatsu, no demasiado conocido en nuestro país, pese a ostentar una larga y laureada trayectoria, mayormente fuera de su país, donde no se le perdonaron, primero, sus oscuros inicios como realizador de porno de perfil bajo, y después su extraño reciclaje en cronista de todas las bajezas que la sociedad nipona se guardaba de mantener ocultas. Wakamatsu fue premiado en multitud de festivales europeos, donde se hizo un nombre desde bien temprano, por lo que podríamos considerarlo una especie de precursor de la legión de directores asiáticos que luego han paseado sus excéntricas propuestas por pantallas de medio mundo. Uno de sus títulos clave es la desasosegante KABE NO NAKA NO HIMEGOTO (algo así como ASUNTOS DE PUERTAS PARA ADENTRO), un escurridizo y escueto, casi esquelético, retrato de obsesiones reprimidas que, sin embargo, son desatadas cuando las cortinas están echadas. Wakamatsu se centra en un bloque de viviendas ultrapequeñas donde inicialmente se aman una esposa infiel y un convaleciente de la bomba atómica; sus juegos amorosos, llenos de dudas y miedos, son acechados por una insidiosa vecina con preocupante furor uterino y un inquietante adolescente que guarda revistas pornográficas bajo unos libros que no estudia. Bien podríamos esperar, dado su año de producción (1965), un tratado psicologista sobre sexualidad y represión; sin embargo, Wakamatsu, del que cabe recordar que le produjo a Nagisa Oshima su "Imperio", vira en redondo y cierra este claustrofóbico cuento de manera aterradora y con pocos adornos. Un film más duro y oscuro de lo que se espera, pero realmente interesante, como la práctica totalidad de la filmografía de este gran desconocido, al que quizá haya que descubrir, como otros tantos, después de muerto.
Saludos que no les importan.


Four walls and a restless shadow

martes, 27 de noviembre de 2012

Un bosque de imágenes



La semana pasada murió José Luis Borau, que además de dirigir la Academia de cine también dirigió un puñado de películas, entre las que sobresale, nadie lo puede discutir, FURTIVOS. Y casi cuarenta años después de su estreno y su Concha de Oro, a la sombra de los últimos alientos de Franco, FURTIVOS no ha perdido ni una sola de las cualidades que la convierte, casi, en una rara avis del cine español, ya que sus formas no sólo se resisten al envejecimiento, sino que en ellas se pueden rastrear algunos síntomas del último cine europeo más interesante. Lejos de acomodarse en ninguna endogamia del parloteo (tan cara ésta al cine patrio), estamos ante un fresco a hachazos, moldeado a golpes, imperfecto; rugoso en su sutil aunque brutal caparazón y con un relleno infecto, de pus, de boñigas de animal. El relleno de un país en proceso de descomposición con una población hasta los huevos de opresión. FURTIVOS es eso, una especie de alegoría de aquella España, la de Tony Leblanc (Leblanc, en francés, es "el blanco"), los Ozores, Lazaga, el Landismo... Aquella España está por entero en la siniestra fonda que regenta Lola Gaos en el papel que la dejaría inmortalizada en la retina cinéfila; una suerte de Pasionaria cruzada de loba con dos navajas de afeitar  por mirada y que ve desmoronarse su "apacible" dominio cuando al insensato de su hijo (un Ovidi Montllor, mayor, casi fantasmal) se le ocurre enamorarse. La incauta es otro animal, una Alicia Sánchez agreste, cuya salvaje melena es cortada de cuajo por las monjas... Y en el otro estrato, los cazadores de pago; los torpones y barrigudos y tragones que van por el "medalla de oro" entre calderetas, berzas con sangre y chupitazos de vino. El Gobernador Civil (el propio Borau, sin actuar, pero bordando el facha de toda la vida) y su solícito séquito; primero pimpampuneando contra los ciervos, después, con la Guardia Civil, haciendo de cazadores de hombres. Nada, ni siquiera la terrible decisión de un desastroso (e innecesario) doblaje de actores, que sólo no tocó a la Gaos (faltaría más), puede empañar una de las películas más fascinantes de la historia del cine español. Cine de formas propias, inalteradas, rotundas; que además, por si fuera poco, tenía música de Vainica Doble y un monstruoso cartel diseñado por Iván Zulueta. Una joya que nadie debería permitirse no ver. Gran cine, en definitiva, de un director que se prodigó poco pero midió con celo sus pasos...
Saludos vedados.


El cazador

lunes, 26 de noviembre de 2012

Aquella España



Se murió Tony Leblanc, hecho por el que El Indéfilo se viste de luto esta semana, dedicada por completo a una serie de cineastas que han fallecido este año, rindiéndoles homenaje de la única manera que conocemos aquí, que es hablando de sus películas ¿Y qué se puede decir a estas alturas de Tony Leblanc que no se haya dicho? Pues quizás que también hizo sus pinitos como director, que en apenas los dos años en los que mantuvo su propia productora activa le dio para dirigir, protagonizar y hasta componer la música de tres títulos, entre los que se encontraba LOS PEDIGÜEÑOS, una típica comedia de la época (1961) con las figuras del momento y una temática digamos que entre lo folclórico y lo puramente esperpéntico. Además de  Leblanc, José Luis López Vázquez, Gracita Morales y el genial y nunca suficientemente reconocido Venancio Muro, completaban un reparto hecho a medida de esta historia de pícaros incapaces de abandonar el vicio de pedir, que se ha convertido en su único modo de vida. Se harán pasar por ciegos, mudos, cojos y, en una surrealista escena, incluso por cantaores de flamenco, lo que por un lado daba cuenta de esas personas tan típicamente españolas que siempre te espetarán un evidente "es malo pedir, pero peor es robar"; aunque, siendo sinceros, todo quede en un inocuo sainete a la mayor gloria de esas "buenas voluntades", aquí encarnada en la casta figura de Licia Calderón, hija de un banquero, que se enamorará perdidamente de Fortunato Calandria (Leblanc), con la sana intención de reformarle y llevarle por el buen camino, cosa nada complicada teniendo en cuenta la cosa esa de la supresión de la carestía de alimentos... Película, como la mayoría de las que protagonizó Leblanc, de intachable blancura ideológica e ideal para una tarde en familia, sin más pretensiones que disfrutar del entretenimiento que ofrece.
Desde aquí, nuestro respeto y admiración por el señor Leblanc... y vean sus películas.
Saludos pedidos.


One better day

domingo, 25 de noviembre de 2012

Rincón del freak #86: Asesinos que no pueden estar solos aunque quieran 6



No cabe en cabeza medio amueblada que alguien decida hacer un remake de una película, la remede en todo su desarrollo, y ésta no se parezca ni en lo más mínimo a la original. Hay que ser muy malo, muy manazas; o no tener muy claro de qué diablos se trata lo que se está haciendo. Algo así le pasó al ínclito y lustroso Michael Caton-Jones cuando fue contratado para ascender a la gloria el mito del Chacal; máxime cuando le notificaron que aquello contaría con el protagonismo de Bruce Willis y Richard Gere... Y eso que, a lo mejor, si le hubiesen puesto otro nombre, esto no empieza tan mal. Una típica trama de cinta de acción hollywoodense maniqueista, en la que los buenos son santos y los malos diablos; un poco de mafia rusa por aquí, servicios secretos de FBI por allá, y, aunque esté muy visto, se puede salvar el día. Pero no, porque de repente sale Willis intentando hacer de Edward Fox... y no cuela. Sidney Poitier, muy mayor, como un jefe del FBI que parece una madre, de lo bueno y comprensivo que es... Una agente rusa con la cara quemada que fuma y no se ríe... Y Richard Gere haciendo de... ¡Terrorista irlandés convicto enamorado de una etarra!... ¡De una etarra que habla inglés!... En fin... Pasado el primer susto, THE JACKAL va fotocopiando cada paso de la obra maestra  de Zinnemann pero en cutre. Fox encargaba un rifle ultraligero para matar a de Gaulle, Willis necesita un cañón de dimensiones gigantescas para cargarse a la primera dama; Fox iba dando esquinazo con pistas falsas, Willis va él mismo a la casa donde están los agentes para cargárselos, aunque le pillen. A esto añádanle que Sidney Poitier, como es lógico, se lleve de gira a Richard Gere, que más que un terrorista parece un playboy con canas, y lo tenga por ahí totalmente libre y armado... ¡un tipo que estaba en una cárcelde máxima seguridad!... No es una broma, pero parece una broma; y uno se puede llegar a tomar en serio hasta una peli de Leslie Nielsen, pero no una imbecilidad de este calibre... Para terminar, una recomendación: esta película contiene la única escena del cine en la que ustedes no podrán parar de reír mientras a Jack Black le arrancan un brazo... Lo juro...
Saludos tremebundos

Masked jackal

sábado, 24 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 5



Grandiosa, enorme adaptación del inmortal bestseller de Frederick Forsyth la que ideó Fred Zinnemann en su celebrada vuelta a la dirección y cuando muchos críticos de la época daban por hecha su retirada. THE DAY OF THE JACKAL es, exactamente igual que HIGH NOON, un estupendo tratado acerca del tiempo cinematográfico; no sólo del manejo del mismo por parte del director (cómo echamos esto de menos hoy día en el cine comercial), sino sobre cómo actúa esto en la percepción misma del espectador a la hora de conjugar lo que está viendo. Poco importa (no, no es spoiler; es respeto a la historia) que se sepa que Charles de Gaulle nunca fue asesinado, puesto que lo que Fred Zinnemann recoge del libro es la fascinante construcción de un personaje que eclipsa todo a su alrededor. El "Chacal" del título (inmenso, irrepetible Edward Fox en el papel de su vida) es un enigmático asesino contratado por la OAS (Organisation de l'Armée secrète) para acabar con la vida del presidente francés. Frío, despiadado y minucioso hasta lo exhaustivo, este personaje no sólo tendrá que idear un complicadísimo plan de despiste, cambiando constantemente de aspecto y pasaporte, sino que, llegado el momento, es consciente de que los servicios secretos británicos le sigue la pista, por lo que debe decidir (véase foto ilustrativa; es el momento crucial del film) si seguir adelante con el plan o abandonarlo definitivamente. Son casi dos horas y media que se pasan en un suspiro, que te dejan con ganas de más (pese a su rotunda y mítica resolución) y que supone uno de los más claros ejemplos de eficacia profesional en cuanto a adaptaciones literarias se refiere. Nada sobra, nada falta; la puesta en escena es referencial y el trabajo de los actores es espectacular. Al margen de Fox y su inacabable ramillete de registros, hay que destacar a un Michael Lonsdale no tan prolífico entonces como ahora, la turbadora Delphine Seyrig y un genial Cyril Cusack, que en una breve intervención logra uno de los mejores momentos de este descomunal film. Por cierto, lo volví a ver hace unos días y me quedé perplejo: cómo bebe Olivier Assayas de aquí para su excelente film CARLOS...
Saludos telescópicos.

Theme for a jackal

viernes, 23 de noviembre de 2012

Ozu en Viernes #31



Como si el maestro atisbara que el final de su vida se acercaba, hay como una sábana de "ligera pesadumbre" (si me es permitida la expresión) en sus últimos trabajos, como si todo estuviese dicho ya y uno no pudiese más que regodearse en sus recuerdos, el último futuro posible. Esto es patente en AKIBIYORI (OTOÑO TARDÍO), que aunque sigue abundando en los temas casaderos, mi impresión es que da mucha más importancia a esa casi imperceptible traslación de poderes de una generación a la siguiente, y que es otro de los temas mayores de Ozu. La gran Setsuko Hara interpreta aquí a una viuda de mediana edad cuya obligación primera ha de ser buscar un buen marido a su hija, que por supuesto se negará a abandonar a la madre; mientras, la familia buscará asimismo otro marido para la madre, designado ya un amigo íntimo de su difunto marido. Todo esto creará una serie de conflictos emocionales sutiles, suavemente desplegados y que no buscan otra cosa que despertar en nosotros nuestros propios sentimientos y confrontarlos con los cambios de época. Qué diferentes estas personas que hacen valer sus deseos sin molestar a quien difiere de ellos, y qué diferente reacción la de la madre a la de la hija, que hace prevalecer su orgullo. Casi una variación mimética de HIGANBANA, de dos años antes, AKIBIYORI contiene dos momentos que son memorables: uno es la semblanza del amigo muerto que, entre sake a hierro y tallarines devorados, van desgranando los tres amigos mientras van buscando la solución al problema de la viuda y que terminará con un sorprendido aunque complacido designado. El otro se encuentra entre lo mejor que ha rodado Ozu, un funeral de gran belleza plástica que traslada al espectador occidental a una especie de mundo interregno, en el que se siente un gran cambio en mitad de un ciclo vital que parece inamovible. Y todo ello casi sin levantar la voz...
Y la semana que viene, más. Saludos.


Find me a man

jueves, 22 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 4



Es preciso saber que no hay nada ni por asomo casual en LE SAMOURAÏ, obra maestra de Jean Pierre Melville sobre la soledad. También sobre un asesino frío e implacable, pero sobre todo sobre la soledad de un personaje al borde de lo humano. Es por ello que cada pequeño detalle cuente en esta historia sin redenciones ni prisioneros, donde las calles oscuras y frías de un París invernal se transforman en una ratonera sin salida. Nada es casual, ni la estructura elíptica (tras el estallido central, el final es casi como el principio), ni unos códigos de honor aparentemente incomprensibles, ni la furia con la que todo un cuerpo de policía se lanza en la captura de un hombre al que ni siquiera le vale con una coartada perfecta y que parece desear su propia captura, quizá la única liberación para quien se sabe dueño de un fatal destino. Pero sobre todo no es casual el motor de este excelente film, un Alain Delon que es al género negro lo que Catherine Deneuve podría ser al drama romántico; es decir: un muro que no deja traslucir nada que no sea su desdén hacia quien no es capaz de seguirle el paso. La antítesis no ya del héroe cinematográfico, sino incluso del antihéroe; tal es el vaciado al que Melville somete a este samurái moderno, auténtico paria cuyo único compañero es un pájaro enjaulado que ni siquiera sabe cantar. Sobre su particular estuctura, sobresale la libérrima interpretación de los códigos habituales del cine negro, resaltarlos para subvertirlos, cuando no negarlos. Melville prescinde del crescendo y lo sustituye por una marasma de burocracia y metodología que se sabe inútil ante el lobo, primero solitario y luego herido, así que más peligroso; además de inventarse a un jefe de policía tan despiadado como el criminal al que ha de dar caza (sus razonamientos harían palidecer a un nihilista). Son 100 minutos de invención continua que dejan en el espectador que la ve por primera vez esa sensación de asistir a un acontecimiento, al nacimiento de un género dentro de otro género, de ahí también que quepa resaltar la virtud de Jim Jarmusch al rendir homenaje en GHOST DOG pero utilizando un discurso propio. Una obra maestra por muchos motivos, el más importante porque tiene 45 años y sigue sobrecogiendo al público actual. Imprescindible.
Saludos congelados.


Cold as ice

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 3



GHOST DOG: THE WAY OF THE SAMURAI no ganó la edición de 1999 de Cannes porque tuvo que ganarla la inolvidable ROSETTA, en un año en el que participó Lynch con THE STRAIGHT STORY o Kitano con su "KIKUJIRO", nada más y nada menos. Sin embargo, la sensación de que Jarmusch tiene en este título su obra más redonda ha seguido creciendo con el transcurrir de los años hasta convertirlo en un film genuinamente de culto. Referencias, todas las que se quieran, pero ajustadas con convicción a los deseos y obsesiones de un cineasta que nunca, ni siquiera en sus películas más circunspectas, ha renunciado a un saludable sentido del humor. Y luego está Forest Whitaker, que lejos de seguir los modelos de personaje puestos a su disposición crea uno propio; este "perro fantasma", mitad samurai, mitad rapero, amante de la literatura y las palomas, es, en una vertiente menos abstracta, lo que decíamos el otro día de Isaach de Bankolé (presente aquí también en un hilarante personaje): una especie de asesino a sueldo, sí, pero cuya conciencia le hace distinguir estéticamente por encima de la ética, teniendo en cuenta que su mundo está podrido. Jarmusch logra en GHOST DOG un equilibrio casi imposible entre la radicalidad de su cámara, que nunca encuadra gratuitamente, y el compromiso con una narración que siempre parece al borde del suicidio, del absurdo, pero que sabe muy bien qué quiere contar y cómo ¿Es una película sobre un asesino a sueldo? Sí, claro. Pero hay mucho más encerrado en sus imágenes. Hay una lección de moralidad casi imperceptible y que va marcando el camino de este imperturbable samurai moderno, que reflexiona en silencio cada acto; y nada, ni siquiera su pose de rapero desaliñado logra que apartemos la mirada de su rocambolesca peripecia: un negro, salvado por un mafiosillo italiano (impagable la banda, con el gran Henry Silva al frente) y que lo tomará como maestro... Simplemente acojonante. No se la pierdan...
Saludos fantasmales.

Bullet

martes, 20 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 2



Demasiado bueno para matar gente. A lo mejor es esta premisa la que no deja despegar THE AMERICAN, la segunda incursión en la dirección de Anton Corbijn tras el biopic dedicado a Ian Curtis. Y lo digo porque lo que comienza como el enésimo retrato del aniquilador gélido, eficaz y solitario, termina como un cruce imposible entre el reverso tenebroso de James Bond y un anuncio de Nespresso... Hay muy poca consistencia en un film que fía casi todas sus bazas al magnetismo de su personaje principal, sin que éste obtenga una base sólida por la que mover sus casi siempre ignotas motivaciones. No es que me importe mucho qué mueve a un asesino a sueldo a hacer lo que hace, pero sí creo que el espectador merece una justificación válida sobre ciertos resortes principalmente estéticos, que le restan credibilidad a una trama ya de por sí en el alambre. Por ejemplo, no me cuadra que un tipo que se va a un recóndito pueblecito de Italia a preparar su último trabajo, consistente en la fabricación de un arma a medida, tenga más vida social que un residente del mismo, porque no es una manera adecuada de pasar desapercibido. El "americano" traba amistad con el cura local (que como todos los curas de pueblo habla inglés y es culturalmente abierto) y, de vez en cuando, encuentra tiempo para ligar con una señorita que parece salida de la portada de Vogue (que también es el tipo de señorita que abunda en un pueblo pequeño). De acuerdo, es George Clooney, y yo no le veo el aura que sí le ve el sexo opuesto; pero insisto en que para que nos creamos todo esto el director debe poner algo de su parte, y Corbijn parece tan obnubilado por este "asesino que no mata", que THE AMERICAN deja su propio espíritu aparcado durante tanto tiempo, que uno ya no sabe qué película está viendo exactamente; pero no por un extrañamiento deliberado, sino por una suavización de las formas que deviene caramelización genuina del drama romántico. La conclusión es que Corbijn ha visto muchas películas de este tipo; hacer una, sin copiar nada, es harina de otro costal.
Saludos angloparlantes.


Lonely all the time

lunes, 19 de noviembre de 2012

La soledad del asesino 1



Comienza una nueva semana monográfica, ésta por entero (con el permiso de Ozu, por supuesto) dedicada a esos seres fríos y solitarios que son los asesinos a sueldo, teniendo en cuenta, sobre todo, cierta tendencia postmodernista que se viene advirtiendo (al menos en El Indéfilo lo vemos así) desde hace varias décadas encarnada en la figura de unos personajes capaces de suscitar tanta fascinación como rechazo. Y qué mejor que empezar con un título reciente, polémico y descarnadamente personal, una de esas películas que, curiosamente, pese a ser coproducida en nuestro país tardó más de un año en encontrar una distribución más que deficiente. Cosas de casa.
La pregunta es: ¿Se puede hacer una película (de autor) sobre un asesino a sueldo en clave metafísica? La respuesta es: Sí. La hizo Jim Jarmusch y se llama THE LIMITS OF CONTROL. Intentar entender esta intrincada película es imposible en términos usuales, de género más bien; pero si uno se abstrae de toda lógica, atiende a las pistas que el guion le va mostrando, y que precisamente por obvias pasan inadvertidas, se termina por llegar a una parte final tan reveladora como inesperada, y a mi juicio genial. Jarmusch filma en las calles de Madrid a un Isaach de Bankolé de austeridad de medios perfectamente justificada; un ser solitario que parece seguir un plan prefijado aunque desconocido, que tiene sucesivos encuentros en terrazas, donde siempre pide dos cafés expresos y donde, por medio de unos personajes cada vez más extravagantes, va recibiendo unas órdenes a cuál más críptica. Sabemos muy poco de este personaje hasta que Jarmusch explicita que, quizá, más que un personaje sea, pueda ser, una idea proyectada, un ideal hecho hombre, y más concretamente un asesino ¿pero un asesino de quién... o de qué? Yo pediría para este film un cuasiimposible, que no se aburran con la sucesión de escenas repetidas (calcadas), ni las idas de olla del director de DEAD MAN, con la que por cierto tiene no pocos puntos en común; en este caso la estructura de videojuego in progress queda a merced de el nihilista final, donde un impagable Bill Murray destapa dos o tres claves, no ya sobre la esencia del mismo film, sino de el delicado estado actual de las cosas... y del arte, por supuesto. Y ésta tenía que estar aquí, de seguro...
Saludos ilimitadamente controlados.


Outta limits

domingo, 18 de noviembre de 2012

Rincón del freak #85: Torpederos de secano



Desde los inicios de la Segunda Guerra Mundial, infinidad de pequeñas productoras, surgidas al albur de los retales de las majors, aprovechaban todo tipo de excusas para embarcarse en ínfimas producciones de corte panfletario, con la idea de recaudar en pases dobles, pero también para dar salida a técnicos vacantes y actores incipientes. La Golden State Productions, enmarcada dentro de la mítica productora American International Pictures (de la que deberíamos hacer un aparte algún día), fue un caso más que claro de esto; y uno de sus "directores en nómina" fue el inefable Spencer Gordon Bennet, autor de algunas troglodíticas aventuras de Batman y Superman en los años 40 y 50. La maquinaria de la AIP permitía rodar en tiempo récord argumentos que, en un ámbito normal, llevarían casi un año. El ejemplo de hoy, SUBMARINE SEAHAWK, contaba las andanzas de un submarino y su alegre tripulación (el guaperas, el miedoso, el cabroncete, el capitán amargado, el gafotas enano que no se sabe qué pinta ahí...) en misiones "suicidas", saliendo de cuando en cuando para intimar con simpáticas nativas de islas irregistrables y sudando mucho bajo las típicas camisetas blancas de manga corta cuando la cosa se pone fea en inmersión ¿Costuras? Eso sería un piropo; comenzando por las terribles maquetas del submarino y terminando por el poco creíble efecto de un impacto torpedero, consistente en zarandear un poco la cámara. Sin embargo, nada de esto es comparable al tufillo patriotero de la cinta, que indicaba claramente a la Guerra Fría, pero que no tenía, precisamente, sus mejores aliados en este tipo de films de uso y visionado meramente anecdótico. Como curiosidad exótica tiene un pase, pero poco más.
Saludos, torpedos.

The sea hawk

sábado, 17 de noviembre de 2012

La extinción de los oficios



Probablemente estemos ante el comienzo de algo realmente grande, o así lo indica la, de momento, impecable filmografía del documentalista (director de cine) Lucien Castaing-Taylor, de quien se vio (y se aplaudió) en Sevilla su último film, LEVIATHAN. Pero ¿estamos ante un "registrador de imágenes" más, o, por el contrario, se nos abre la posibilidad, a través del talento puro, de un inmenso trasvase de compartimentos, que en manos menos habilidosas son estancos? No hay más que echar un vistazo a SWEETGRASS, fastuosa aproximación a dos razas: las ovejas norteamericanas, que son trasladadas en enormes rebaños a través de varios estados, y los hombres que las guían, sus "pastores/cowboys", que asumen con resignación y una tristeza socarrona la lenta pero inexorable desaparición de su milenario oficio. SWEETGRASS es, a la vez, un deslumbrante impacto de la belleza de los campos de Montana, un respetuoso acercamiento al durísimo trabajo de los ganaderos (en la más amplia acepción de la palabra) y una experiencia catártica para el espectador, que se ve superado por unas imágenes que puede aprehender, pero nunca dominar. Es la belleza de lo salvaje, o el salvajismo de un mundo que seguimos sin entender del todo. Es la humanidad contra los elementos. Y uno de los mejores documentales de los últimos tiempos.
Saludos guiados.


The sum of it all

viernes, 16 de noviembre de 2012

Ozu en Viernes #30



OHAYO (BUENOS DÍAS), la segunda película filmada por Yasujiro Ozu en 1959, se desmarcaba de sus temas habituales y, en clave de falsa comedia ligera, abordaba un simple enfurruñamiento infantil que le servía para constatar gran parte de los cambios, irreversibles, que Japón iba experimentando a marchas forzadas. El paso de las tradiciones a las nuevas tecnologías, igual que los rígidos sistemas educativos, que cedían por una mayor comprensión de los niños. En apenas tres o cuatro trazos, Ozu describe todo un microcosmos formado por un modesto vecindario, sus habitantes; la escuela y los niños que, camino de la misma, inventan todo tipo de juegos, algunos realmente extraños, como tirarse pedos cuando les tocan la frente, habilidad que creen refinar comiendo piedra pómez... cosas de japoneses. El caso es que hay dos hermanos que se vuelven locos por las retransmisiones de sumo, pero su familia aún es reticente a hacerse con un televisor, así que deciden hacer una huelga consistente en no hablar con nadie, lo que les acarreará no pocos problemas. A su alrededor, la vida se deshilvana con naturalidad; es la perfecta narrativa de Ozu, su facilidad para hacernos ver la cotidianidad como algo extraordinario. Todos los ritos domésticos están perfectamente plasmados, la vida no cesa, las personas en sus quehaceres hablan, conversan, yerran y rectifican; y todo lo que en el cine suele aparecer apresurado, parcial cuando no burdamente incompleto, es el bálsamo del que Ozu se sirve para desarrollar su amor por los seres humanos. Preciosa, humilde y emotiva película. Véanla.
Y la semana que viene aún más. Saludos.


Good morning, captain

jueves, 15 de noviembre de 2012

Preso de uno mismo



GREY GARDENS es uno de esos raros milagros que el documentalista que se topa con ellos no puede dejar escapar bajo ninguna circunstancia. Los hermanos Maysles dieron con una madre y una hija con una historia realmente particular. Edith Ewing Bouvier Beale y su hija Edith Bouvier Beale eran nada menos que la tía carnal y la prima hermana de Jacqueline Kennedy, pero por alguna razón habían terminado (el documental es de 1975) viviendo en una destartalada casona (de la que se extrae el título) junto a la bahía de East Hampton, en Nueva York, rodeadas de gatos, basura y embebidas en un universo ficticio de glamour y glorias pasadas, muy pasadas. Ciertamente hubo un tiempo en que madre e hija gozaron de cierto prestigio a nivel social, codeándose con la flor y nata de lo que entonces era la jet set. El problema es que ambas han sido incapaces de sair de ese pasado y echan la culpa a todo el mundo de su aislamiento, cuando la realidad es que es una situación retroalimentada por una estabilidad mental digamos que poco menos que precaria. No es un film suave, ni mucho menos; sólo hay que valorar el extraordinario trabajo de los Maysles, casi a nivel psicológico, del que logran extraer las situaciones más estrambóticas, aunque todo se revela como la necesidad de la hija, una hija al borde de los sesenta años y que nunca se casó, de desprenderse de la tenaza materna, mientras la madre ejerce un rastrero juego de chantaje emocional, aludiendo constantemente al fracaso sentimental de su hija. En el borde de lo que podría ser el terror psicológico, GREY GARDENS es la crónica de la enfermedad mental en primera persona, pero también el fracaso de esas personas que fueron expulsadas del cielo del famoseo; algo que hoy día nos es familiar, pero que ha existido prácticamente desde siempre. Es muy recomendable, pero advierto que no es nada suave. Además, hace tres años, la HBO realizó una estupenda TV movie con Jessica Lange y Drew Barrymore en una verdadera exhibición interpretativa. Pero esa es otra historia que les contaremos en otra ocasión.
Saludos grises.


Jardín gris

A pie de calle



Aquí hay que ser escueto, es necesario. ON THE BOWERY es uno de esos documentales simplemente imprescindibles. Y me lo dice ese aura de autoría tan remarcado en sus poderosas, indelebles imágenes, como si los contornos contuviesen frases escritas a puñetazos. Es una historia dura, pero por un momento crees que todo está pactado de antemano... ¿y? No se sabe si lo está, puede que Rogosin, hijo de un potentado judío, pagara a aquellas almas en pena que sorbían el whisky barato con fruición, como si comieran caviar de la mejor calidad. Desde luego, su mecánica no es muy convencional, y hay que tenerlos muy bien puestos para no temer caer en la demagogia sin inventiva, haciendo pasar lo "real" por "verídico". El encantamiento obrado en ON THE BOWERY es que estemos viendo una narración convencional y nuestro cerebro la procese como un documento improvisado. De acuerdo, hay gente que me ha dicho que esto ha quedado muy anticuado. Es posible. A mí me parece un milagro, como Chinaski empujando a Bukowski a escribirle, a pensarle en mitad de una borrachera. Rogosin filmó borrachos, vagabundos, fantasmas que se escurrían de los bares a 25ç el whisky (siempre hasta el borde) hasta cochambrosas habitaciones (en el mejor de los casos), el suelo de la calle (en el peor), o albergues hacinados y abstemios cuando todo lo demás ha fallado ¿Quieren un puñetazo en la mandíbula? Entonces véanla, no teman al mito.
Saludos ebrios.


N.D.A.: No pude escribir esta reseña el martes porque estaba borracho, así que tenía que hacerlo en este momento...


Too drunk to fuck

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Pesca artesana



Si no abordara un tema tan terrible, un vistazo a THE COVE no dejaría muy bien parado al ultraeditado documental filmado por el hiperprofesionalizado (nótense los prefijos) equipo de Louie Psihoyos, que trabajó largo tiempo para National Geographic, y se nota. Se nota en el estupendo trato dado a la imagen, que da como resultado un espectacular trabajo visual ¿El problema de todo esto? Conciliarlo con una denuncia que empieza como una reivindicación ecologista más y termina como una sinfonía de horror teñida de sangre. La respuesta de Psihoyos no es fácil, porque no se puede contentar a todo el mundo, algo que suele terminar con un juego de contrastes tan acusado que se diría maniqueo por defecto. El tema es serio, y no sólo por la tremenda sinrazón de ese recóndito pueblo japonés en el que anualmente se masacran miles de delfines acorralándolos hasta una cala que no ofrece escapatoria, sino por el consiguiente trabajo de investigación, que llevó a pensar que, efectivamente, la carne de delfín, tóxica por su alto contenido en mercurio, se estaba usando como alimento haciéndolo pasar por pescado común. Psihoyos se alía con Ric O'Barry, nada menos que el señor que descubrió a Flipper y que se convirtió al activismo tras ser testigo del maltrato al que se sometía a los delfines, que será clave, pese a que tenía vetado el acceso a Taiji, para el complejo mecanismo usado para colocar cámaras en la cala con el fin de registrar lo que todo el pueblo, inquirido al respecto, niega con actitud sospechosa. Es decir: lo que se puede afirmar es porque se ha probado anteriormente. El documental en sí, sin que pierda el interés en ningún momento, es un poco obvio en su desarrollo, pero la parte final es realmente tremenda, y probablemente deba ser así si se aborda un tema tan delicado como éste, en el que no valen las medias tintas. También ganó el oscar en 2009, pero eso sí es una anécdota.
Saludos bajo el agua roja.


Dolphin smile

lunes, 12 de noviembre de 2012

La honestidad siempre es brutal



Esta semana va a estar dedicada a los mejores documentales que he visto últimamente, los más recomendables; aprovechando un poco la ola de auge que el género está experimentando y resaltando el entusiasmo que provocan unos trabajos que bucean en la realidad para transmitirnos esa otra visión de las cosas al cinéfilo más avisado. Empecemos con uno de 2006 dirigido por el inquieto Stephen Kijak, responsable del más que notable CINEMANIA, y uno de los mejores acercamientos a los Rolling Stones, filmado hace apenas un par de años. Sin embargo, me aventuro a pronosticar que si Kijak ha de ser recordado en un futuro por algún trabajo, posiblemente lo sea por este SCOTT WALKER: 30 CENTURY MAN. Primero por el buen pulso que el realizador demuestra a la hora de conciliar aspectos tan distantes como un pasado del que el propio artista reniega y un presente que de hermético no ha hecho más que agrandar la leyenda de este artista absolutamente único en su especie. Walker fue una auténtica conmoción en los sesenta formando parte de los legendarios Walker Brothers; al poco tiempo inició su andadura en solitario, pero nunca comulgó con las imposiciones de los sellos discográficos. Culto, sensible y con un pie en Jacques Brel y otro en las vanguardias neoyorquinas, publicó una serie de discos cada vez más oscuros e introspectivos, hasta que quedó sumido en el ostracismo a mediados de los setenta y tocar fondo en su incomprendido regreso en los ochenta. Silencio. Pero el artista resurge, impulsado por el sello 4AD (sí, el que descubrió a los Pixies) y recibe el apoyo y libertad necesarios para la que es su etapa más interesante. El documental registra todo esto con una pulcritud y precisión diáfanos, con un punto muy positivo y otro más bien para olvidar. Por un lado (y es algo habitual en este tipo de cine) los "invitados" no es que aporten poco, sino que, siendo coherentes ¿qué demonios tienen que ver Sting, Damon Albarn y ni siquiera David Bowie con un artista totalmente fuera del circuito comercial y que ha cimentado su reputación a base de no venderse con las productoras? Esto es ciertamente irritante, y más en un documental tan logrado como éste, que nos da la oportunidad única de acercarnos a un hombre singular y que no concede entrevistas ni tiene una vida social destacada. Aquí el punto fuerte, pues Walker, en las distancias cortas, es un interlocutor elocuente, amable y con un discurso interesantísimo y sin pelos en la lengua ¿Puede haber sentido del humor en unas sesiones de grabación que incluyen espinazos de vacuno y cajas negras de resonancia?... Vean este documental y compruébenlo de primera mano.
Saludos del siglo XXI.

Zero Dark Thirty

domingo, 11 de noviembre de 2012

Rincón del freak #84: Todo nublado, todo guarreado...



Aquí no nos lo creemos; en realidad nunca nos o hemos creído. Respiren. Vale tanto un kilométrico y sentido homenaje al cine de Yasujiro Ozu como un sano standby a ese otro cine nipón más desmelenado e inclasificable; no porque no se pueda clasificar, sino porque su propia falta de sentido del humor desconcierta al más pintado. Hoy les iba a presentar una de esas obras de culto que a mí, particularmente, no sólo me irritan, sino que seguidamente me trae al fresco por todo lo dicho antes. Un tipo, Yoshihiko Matsui, que entre 1979 y 1988 dirigió tres películas (que digo yo que lo son) con títulos tan chispeantes como LATA VACÍA Y OXIDADA, EL POLLO-CERDO SUICIDA y la que hoy no nos ha de ocupar mucho espacio-tiempo, THE NOISY REQUIEM. Una castaña de 150 minutos en blanco y negro acerca de un tipo (juro que no sabía discernir si era el mismo a lo largo de todo el metraje) con gabardina que guarda un maniquí en un palomar y que va rellenando con los órganos que arrebata a las diversas niponas que sucumben bajo sus malvadas garras. Insufrible es el adjetivo; un mareo constante de cámara, casi sin diálogos y muchos ruiditos. Yo este cine japonés (del que Sion Sono sería discípulo, por ejemplo) me lo conozco, y no me gusta; no me gusta que se tape una total falta de ideas con un supuesto extremismo visual, que a espectadores poco entrenados puede sobrecoger, pero que a estas alturas queda más mitificado que ninguna otra cosa. Y me gustaría acabar señalando los muchos kilómetros de diferencia (en trangresión, en visión adelantada) que separan, ahora mismo, a dos propuestas que aparentemente podrían militar en un mismo bando. Sí, es Carax, por supuesto.
Saludos con ruiditos.


A cunt like you

sábado, 10 de noviembre de 2012

Emplumados



En Junio de este mismo año nos enterábamos de la muerte de la guionista y directora Nora Ephron, y como más vale tarde que nunca, en El Indéfilo no podíamos dejar pasar la oportunidad de rendir un pequeño homenaje a una mujer que, dejando de lado sus irreparables tics hollywoodenses, también tuvo su lugar en el universo cinéfilo. No se prodigó mucho como directora, pero sí que obtuvo más que notables resultados en taquilla con unos films que no ocultaban su condición de comedias para toda la familia pero con su puntito de irreverencia. Era el caso de MICHAEL, posiblemente su película menos edulcorada y que contaba las andanzas de un ángel embutido en el corpachón del Travolta resurrected o post Tarantino. Dicho ángel es un holgazán, fumador, bebedor de cerveza y goloso compulsivo que vive plácidamente junto a una viejecita en un pueblo perdido de Iowa; la abuela enviará una carta al sensacionalista "National Mirror", explicando que ya no puede seguir haciéndose cargo de Michael. El director (Bob Hoskins), que ha logrado el éxito explotando a un chucho llamado "Sparky", enviará a éste junto a tres redactores, el prematuramente fallecido Robert Pastorelli, una Andie McDowell que vivía por aquel 1996 su momento álgido como actriz y William Hurt, poniendo un poco de seriedad en un artefacto siempre al borde de la chanza surrealista. MICHAEL no es gran cosa, se ve y olvida con la misma facilidad, y su mensaje podría haber dado mucho más juego en otras manos, pero Ephron siempre tuvo querencia por el pasteleo y no meterse en demasiados charcos. Hay algunos momentos interesantes, bailes interpretativos mirando al Hollywood clásico, y otros menos digestibles con un Travolta al que ya se le exigía por decreto el numerito de turno. Por no hablar del exasperante uso de la música de Randy Newman, omnipresente en cada escena y que actúa como conveniente relleno clorofórmico. Y muy poco más, excepto señalar(me) que si ésta es la que menos me molestaba de Nora Ephron, pueden hacerse una idea del resto.
Saludos alados.


Neon angels on the road to ruin

viernes, 9 de noviembre de 2012

Ozu en Viernes #29



25 años después, Ozu aceptó el encargo de la productora Daiei, en la que trabajó Kenji Mizoguchi, y rodó fuera de su factoría habitual, la Shochiku. La condición fue un remake en color de UKIGUSA (LAS HIERBAS FLOTANTES), de su etapa muda. El resultado es una película soberbia, de una plasticidad apabullante desde su bellísimo y enigmático plano de apertura, en el que un faro en la lejanía del mar queda supeditado a una botella negra en primer plano; un cuadro estático "en movimiento", si tal cosa es posible. El film contiene exactamente la misma trama argumental que su predecesora, en la que una troupe de teatro recala en una pequeña población, sin que los actores entiendan muy bien cómo el patrón ha elegido un sitio donde las recaudaciones no pasan de lo irrisorio. La razón es bien distinta, pues allí vive una antigua amante y su hijo (de los dos), ya mayor y que no conoce tal circunstancia, ya que tiene al patrón como un "tío lejano". Los días transcurren plácidos hasta que la actual pareja del patrón, una actriz, se entera del asunto y decide tomarse su pequeña venganza, usando a otra actriz más joven para seducir al muchacho. Hasta aquí, más o menos, la premisa argumental; algo que no pasaría de un mediano melodrama en otro director, pero que en manos de Ozu cobra una dimensión casi filosófica, aunando las contradicciones humanas con los deseos y aspiraciones de unos personajes que se necesitan tanto como se repelen. Mientras, en otro apartado, destaca otra lección de uso del color; increíble para alguien cuya filmografía es casi toda en Blanco y Negro, y que supera la barrera de lo bello sin pararse en lo funcional. Nada parece sobrar en un encuadre de Ozu, pero tampoco existe ninguna sensación de recargamiento, por lo que la cualidad queda servida en el instante que el espectador se reconforta al poder disfrutar de un espectáculo visual deslumbrante que, empero, no ha de desviar su atención de una trama siempre mucho más profunda de lo que su aparente ligereza marca como friso vehicular. Como siempre, como nunca, magistral.
Saludos flotantes.


Weeds II (the origin of species)

jueves, 8 de noviembre de 2012

Todo arrasado, todo quemado y 3



La frontera final del horror es la representación; no hay nada más allá una vez ha sido visto ¿Pero visto? ¿Qué es exactamente lo que vemos? ¿Muñecos de goma? ¿hologramas en 3D? ¿Fotografías? ¿Ejecuciones? ¿Archivo?... Nadie ha logrado acercarse ni un poco a lo que tuvo que ser la masacre de millones de personas en los campos de concentración; nadie ha podido orbitar alrededor de la sistemática y pormenorizada elaboración de la muerte en masa. Sería demasiado largo, demasiado insoportable. Así que ¿qué queda? Quedaba, entonces, hace ahora unos treinta y cinco años, el relato oral de los testigos, los supervivientes; de uno y otro bando, e incluso (y esto es muy importante) los que estuvieron allí sin mancharse, los que miraron hacia otro lado. Eso es SHOAH: a día de hoy, el documento más importante y revelador sobre el Holocausto. En once años de trabajo, Claude Lanzmann recopiló tanta información que le era imposible poner en pie un relato medianamente inteligible para el espectador moderno, por lo que sólo le quedaba una opción: dejar hablar a la gente; que la expresión oral fuese la verdadera protagonista. SHOAH es, por tanto, una tortura no sólo para los pocos judíos que aparecen a lo largo de sus nueve horas de duración, sino para quien ose ponerse delante de sus reveladores testimonios. E insisto y aclaro: no tanto revelador por darnos información privilegiada, sino por el lujo que es escucharlo todo en primera persona; nada de citas, sólo el entrevistador, una intérprete y el entrevistado. Y en ese sentido, Lanzmann es implacable, monolítico, mordaz e inquisitivo sin perder jamás la compostura; un maestro del interrogatorio, dependiendo de si enfrente suyo se encuentra un peluquero judío que rapaba a los que entraban en las cámaras de gas; un antiguo oficial nazi, delegando sistemática y miserablemente su propia responsabilidad en los hechos; o un grupo de aldeanos polacos, que sonríen cándidamente mientras explican cómo los trenes atestados pasaban frente a ellos, mientras les hacían señas de que iban a ser exterminados. Hay alguna historia singular, como la del niño cantor que se salvó por lo bien que entonaba las canciones nazis y que sigue siendo un "judío" entre los habitantes de Treblinka; pero el mérito de SHOAH es la tenacidad con la que cumple su cometido de testimonio imborrable para unas generaciones futuras a las que bien les valdrá no olvidarse nunca de qué horrores innombrables ocurrieron en el "civilizado" siglo XX. Es imprescindible, es insoportable y es una de las películas más importantes de todos los tiempos; rebatir esto es tan ridículo como diletante. Si hay un documental que hay que ver sí o sí es éste.
Saludos finales.

For Auschwitz

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Todo arrasado, todo quemado 2



Usted puede hacer una película sobre la guerra, cualquiera puede. Una película "sobre" la guerra. Puede hablar de lo chunga que es la guerra, de los damnificados, de los damnificadores; puede hacerlo sobre sus indelebles heridas o de la inusitada camaradería en tiempos difíciles. Puede, también, desplegar un montón de dispositivos con los que ensayar una recreación aproximada de lo que una guerra es; para ello es preciso no preocuparse mucho de la moralidad. Finalmente, uno puede filmar el horror mirándolo cara a cara, pero esto es muy difícil y muy desagradecido, sobre todo porque un director de cine es una persona y no puede evitar ponerse del lado de un bando, si es que se decide filmar y entender la guerra como una suma de partes contrarias. Elem Klimov, que apenas había filmado cuatro películas desde los años sesenta en la Rusia comunista, aternando comedias costumbristas con panfletos autoindulgentes, se sacó no se sabe muy bien de qué recóndito lugar de su mente una de las películas más crudas y desapacibles jamás hechas sobre ("¡sobre!") la Segunda Guerra Mundial, que se tituló, elocuentemente, IDI I SMOTRI (MASACRE: VEN Y MIRA); que ya el título te deja hecho trizas. No hay mucho que explicar sobre estos tremebundos 140 minutos de desesperanza y terror, sólo creo conveniente señalar ese zumbido de mosca que va creciendo casi imperceptiblemente desde sus primeros minutos, en los que el joven Florya pasa de ser un decidido muchacho de 15 años al absorto anciano prematuro que ha sobrevivido a unas cuantas horas en el infierno. El infierno. No es poca cosa poner el infierno en imágenes, porque nadie lo ha visto; pero se puede sobrevivir al infierno de la guerra y reflejarlo en un rostro. Florya es ese rostro, vencido, abnegado, demasiado horrorizado para asombrarse. Ése es el zumbido que comienza con una sordera provocada por una bomba y termina como un golpe de sangre al estribo... Me faltan las palabras para no caer en la demagogia, así que me parece de justicia, aparte de reivindicar firmemente esta obra maestra, señalar el extraño caso de su director, que se convirtió en Secretario de la Unión de directores con la llegada de la Perestroika, pero que ya no filmaría nada más hasta su muerte, con 70 años, en 2003. Si me preguntan, yo la recomiendo encarecidamente, pero también advierto de que no es una experiencia divertida... ni mucho menos.
Saludos masacrados.

The world is a war film

martes, 6 de noviembre de 2012

Todo arrasado, todo quemado 1



Iniciamos hoy un tríptico, nunca deseado, que no por subjetivo elude su condición de universal, al menos en lo que a este terrible planeta y habitantes respecta. El tema es la guerra, sí; la Segunda Guerra Mundial, sí; pero en su vertiente más apocalíptica y tremendista, aquella que apenas deja resquicio a la esperanza o la redención. Guerra como destrucción de la humanidad, tanto si lo pensamos como un conflicto que deja muertos a su paso como el cambio irreversible que ello ha de operar en las personas que lo sobreviven, las víctimas que ni siquiera tienen derecho al descanso. Y pensando en esta horrenda vertiente, me acordé de la fastuosa NOBI (FUEGO EN LA LLANURA), la obra maestra del siempre reivindicable Kon Ichikawa, en la que un suceso aparentemente banal, casi kafkiano en su ridiculez, deja paso progresivamente al horror más inenarrable. Ichikawa nos muestra al ejército japonés en Filipinas, su foco de atención se comprime, reduce el prisma a un batallón, aparentemente tranquilo, y de ahí a una masacre de la que sólo saldrá con vida el soldado menos preparado y más lerdo, lo que subraya la condición incontrolable de la guerra. Este fantasmal personaje vagará sin rumbo a lo largo de casi todo el film por un paisaje devastado, mientras asistimos a su lucha por encontrar agua y alimentos y a su progresiva pérdida de una razón que se le va escapando a medida que va entendiendo que no hay esperanza posible para él. Así, el director japonés utiliza recursos oníricos, visiones y pasajes casi surrealistas para ilustrar este nihilista relato sobre la desesperación. Si no la han visto, sólo les añadiré que su segunda mitad es una experiencia realmente traumática si son sensibles al sufrimiento humano. Y mención especial al extraordinario trabajo de su protagonista, Eiji Funakoshi, que se adapta como un guante a ese "hombre anónimo" que sucumbe aplastado ante un horror inabarcable. Obra maestra sin paliativos.
Saludos llanos.

Chamber of ages

lunes, 5 de noviembre de 2012

Agua sobre piel



Después de la que ha caído, lo menos que podíamos hacer era hablar aquí de RAIN, la magnífica película de Lewis Milestone que cumple, por estas fechas, nada menos que 80 años. RAIN ("Bajo la lluvia" en nuestro país) es un vibrante drama, de modos y pareceres ambiguos y cuya tremebunda historia gira alrededor de la tensión surgida entre una prostituta de fuerte carácter (una jovencísima Joan Crawford) y un inflexible misionero (imponente Walter Huston), de corte poco menos que fundamentalista, y que intentará la imposible salvación de esta alma descarriada. Basada en un texto de Somerset Maugham que ya adaptó Raoul Walsh cuatro años antes, RAIN empieza con un barco que se ve sorprendido por una extraña epidemia y cuya heterogénea tripulación se verá forzada a desembarcar en una isla del Pacífico en la que, bajo una incesante lluvia, se desatarán todos los prejuicios que se iban apuntando desde el principio. Lo que molestó de RAIN en su momento, llevándola a un incomprensible ostracismo, fue la tensión sexual entre la descarada prostituta y el fanático religioso; un choque de carácteres bajo el que subyacía, a mi entender, algo mucho más importante, aunque más difícil de detectar. Siendo como era un film que renegaba de cualquier trama policíaca o veladamente bélica, yo veo una clara crítica a los fundamentalismos que en aquellos tiempos de depresión afloraban por toda Norteamérica, alimentados por la miseria e ignorancia. El problema es que el personaje elegido para dar réplica al tétrico misionero (siempre acompañado de dos siniestras y enjutas ancianas) se encuentre en sus antípodas formales y muy lejos de ser un ejemplo de moralidad. Aun así, no ha perdido ni un ápice de su fuerza dramática y es uno de los títulos más reivindicables de su director, que demostraba ser, con sólo 32 años, uno de los más inquietos de su tiempo.
Saludos empapados.

Last flood

domingo, 4 de noviembre de 2012

Rincón del freak #83: Viva la crisis... y los extras improvisados



Había una vez un tipo que hacía pelis de "mascás" en los años ochenta; en los noventa las cámaras buenas eran carillas, así que se pasó al video casero, que era más cutre pero compensaba. Luego ya no hizo nada, pero tenía un montón de amigos, igual que Roberto Carlos (el cantante, no el futbolista... no es que dude de que el futbolista tenga un montón de amigos, pero es que no viene al caso), así que un buen día los embaucó, prometiéndoles una sustanciosa parrillada en su chalé, para que le arropasen en un nuevo proyecto. El señor atiende al nombre de David A. Prior, la... (glups) "película" es ZOMBIE WARS, y los... "actores" están constantemente reprimiendo una sonrisilla, no sabemos si porque el tal Prior es un mal cocinero o porque el guion es lo más demencial desde la declaración de independencia de Uganda... Sea como sea, si algún día se atreven a ver esta cosa, recuerden que aunque dure apenas 75 minutos siempre podemos usar una minúscula tecla para dejar el suplicio en apenas cinco o diez, algo que, por ejemplo, no podemos hacer con una parrillada que no nos gusta. Ventajas de la era moderna...
Saludos no-vivos.


Balloon people

sábado, 3 de noviembre de 2012

La casa de tu vida



Soy consciente. Ya lo era cuando vi LA LÍNEA RECTA; la división entre un tipo de público y otro es notoria, cada vez más. Y hay dos tipos de público, el abierto y el otro. El otro puede ser reaccionario, conservador o simplemente ignorante, porque no quiere saber más de lo que sabe. Y en este sentido, no es lo mismo ver el bombazo taquillero del año, el que sea, que una película que intenta ensayar nuevos modelos de representación. De acuerdo que este cine no es fácil, pero tampoco es demandable que lo sea. Y lo que José María de Orbe propone en AITA no es lo mismo que el retrato de alienación de su anterior largo, sino un calmoso homenaje cuasiepistolar a su familia, pero sobre todo al caserón, hoy en ruinas, que les perteneció. En diferentes planos de lectura, AITA es también, como su propio nombre indica, la evocación del padre ausente, o la invocación casi fantasmal que queda fijada en las despellejadas paredes por medio de unas proyecciones que ocupan el lugar de un álbum familiar imaginado. Claro que no es divertida, y tampoco es muy entretenida; esta película es, sin llegar a lo explícitamente experimental, un punto de partida, o puede que una bárbara sucesión. Un momento filmado, tanto como un exorcismo puesto en imágenes. No es divertida; es sugerente.
Saludos paternos.

Aita semeak

viernes, 2 de noviembre de 2012

Ozu en Viernes #28



Y en 1958, Yasujiro Ozu encontró el color... y vaya si lo encontró. El color, en el cine de Ozu, y aunque no le diese tiempo a extenderse, no es inherente a la filmación en sí y por el tipo de lente usada, sino que responde a una necesidad creada por el mismo director para plasmar, o bien un estado de ánimo, o remarcar una situación dramática. Así ocurre en HIGANBANA (FLORES DE EQUINOCCIO), en la que existe un pequeño cataclismo narrativo (entiéndanlo, se trata de Yasujiro Ozu, no de Ridley Scott), lo que le lleva a focalizar el relato aparentemente rutinario de la hija casadera... la cuñada entrometida... la madre sumisa pero sabia... los amigos confidentes... y todos los elementos típicamente "ozunianos", en una sola figura, la del padre, esposo y amigo (y jefe), que se erige en una especie de "padre confesor" por el gran respeto que irradia su hierática efigie de moral irreductible (Shin Saburi... ¿quién si no?). El gran latigazo proviene de enfrentar a este prohombre con su propia miseria y circunstancia (menos la primera, es cierto), cuando la mayor de sus dos hijas "se atreve" a afirmarle que va a casarse, sin que haya mediado conocimiento ni, claro, aprobación paterna. Es aquí donde el consejero abierto y ecuánime se muestra como lo que realmente es, un machista de tomo y lomo. Y no me parece de poca importancia este paciente, soterrado retrato de un Japón que empezaba a desmoronarse, para bien y para mal; el de las tradiciones no como faro, sino como imposición que no puede discutirse. Y Ozu lo filmó en un color espectacular ya desde sus preciosos créditos, que cobraban nueva dimensión sin cambiar las letras sobre la arpillera; y todo para terminar conformando una de esas películas que quedan en la retina después de haberse visto. Maravillosa, de verdad.
Y la semana que viene, aún más. Saludos.


Equinox

jueves, 1 de noviembre de 2012

La paja en la mano ajena



... o "Enredos sin familia"... o "Buscando a mami desesperadamente"; que podrían ser títulos perfectamente váidos para la clase de película que Rodrigo García se empeña en contarnos una y otra vez; no para la película en sí, que cumple su cometido de "no pasarse demasiado pero soltando la melena de vez en cuando". Vale, a lo mejor es que García debería seguir los pasos de su padre y ponerse a escribir en lugar de filmar, porque creo firmemente que lo único que le falta a sus tremebundos dramones para terminar conformando una gran película es precisamente eso, más escritura. Y lo digo porque García no es ningún mago de la imagen, y su sentido de la austeridad necesita rabiosamente del guion. El guion es suyo en MOTHER AND CHILD, y se nota. Está muy bien eso de ensalzar el sentimiento materno, cómo fluye en según qué personas y cómo otras simplemente lo suprimen por su propio interés, pero vayamos al asunto. El casco que chirría es cómo diablos va a ingeniárselas el guionista/director para hacer creíble que todo lo que cabe en dos horas está íntimamente conectado pese al poco contacto "real" de sus personajes, supeditados al siempre difícil reto de la coralidad. La película coral puede tener dos vertientes: la "carveriana", donde la calidad del guion no necesita que sus personajes friccionen, tomando su fuerza narrativa precisamente de su carácter episódico (Altman lo hacía muy bien y luego lo copió P.T. Anderson); o también, la "berlanguiana", donde el carnaval está servido desde el primer fotograma, coreografiando una multitud de personajes en aparente caos, cuando el trabajo del director consiste en crear, ahí, toda la armonía posible. García se queda a mitad de camino, lo que le deriva hacia un folletín lacrimógeno de calidad; calidad que proviene de sus excelentes actores, capaces de salvar más de un momento de sonrojo. Pero también de una extraña cualidad que este ya-no-tan-joven director persigue imponer desde sus notables incursiones televisivas: el respeto al otro. Es loable, y muy complicado de encriptar sin caer en el manierismo; cuando lo consigue, García es un buen contador de historias; si se le va la mano, parece un charlatán de tres al cuarto.
Saludos materno-filiales.

Protection

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!