lunes, 31 de octubre de 2011

Tarados S.A.



Francamente, me importa un bledo si Charles Manson se cargó a todo el mundo que dicen que se cargó, si sólo fue el ideólogo que impulsaba a otros a cometer los crímenes o si no era más que un desequilibrado que se apuntaba a todas las fiestas. Lo que me rechina de verdad es la relevancia que se le ha venido dando a un personaje que en sí es irrelevante, no más atractivo que cualquier chiflado que puedas encontrarte por la calle. Teorías, conspiraciones y un poso de poca vergüenza es lo que me transmite este tipo de insinuaciones sobre la inexplicable ascensión hacia los mitos del siglo XX de un hombre al que se le pilla el truco en cuanto se le hacen un par de preguntas de fácil respuesta y empieza a irse por las ramas y a mezclar todo lo que se le va ocurriendo. No sé cómo diablos pudo influenciar a nadie si no era atiborrándolos de drogas, porque me esperaba un tipo más taimado y siniestro, un embaucador, y no un charlatán de discurso anacrónico y amalgamado. El documental al que me estoy refiriendo, MANSON SUPERSTAR, que tiene nada menos que 22 años, no es que sea malo o inválido, simplemente deja constancia de todo esto que digo; así que lo que se nos promete como un terrorífico descenso a los infiernos de una mente criminal termina en un vergonzante paseo frente a un tipo que habla nosequé de Kennedy, el poder de las estrellas, la energía cósmica y cómo acabar con la tasa de desempleo, y todo mientras se contorsiona en una especie de Tai Chi jocoso. Una especie de spoken word insufrible tras el que sólo puedes pensar una cosa: menos mal que encerraron a este zumbao... Hombre, si aún tienen algún tipo de curiosidad acerca de este señor pueden verla, pero no pasa nada si se la ahorran.
Saludos superestelares.

Born villain

domingo, 30 de octubre de 2011

Rincón del freak #43: Madresita María del Carmen de los espacios interestelares



¿Qué es lo más freak que se nos puede ocurrir? Da igual, cualquier cosa nos vale; lo único que tenemos que hacer es despojarlo de cualquier mitomanía imperante, la misma que hace que nos traguemos bodrios infumables sólo por venir de donde vienen, y trasplantarlo a nuestra propia idiosincrasia. Llámenlo folklore, pajas mentales o lo que quieran, pero una de las cosas más sanamente divertidas que he visto últimamente es el corto de apenas siete minutos PROTOPARTÍCULAS, escrito y dirigido por Chema García Ibarra, que hace bueno el tópico que dice que la imaginación es el mejor sustituto de la escasez de medios. Rabiosamente desprejuiciada y autoconsciente, el atrevimiento consiste en contarnos una delirante historia de ciencia ficción en la que un hombre revela los pormenores que le llevaron a ser víctima de un experimento secreto en el que su cuerpo quedó transformado en protomateria (sea lo que sea eso, claro), por lo que debe llevar un traje especial, si no se desvanecería en el espacio... Todo es contado en un off desganado, mientras vemos imágenes de este extraño tipo en las situaciones más comunes: comprando pan, regando las plantas, tirando la basura... Y uno no sabe si admirarse de los cojones de Gª Ibarra o directamente partirse de risa, porque ese improbable astronauta nos cuenta que hay un pero, y es que el traje tiene un rasguño y por tanto sus días están contados. Todo ello en una barriada como la suya y la mía y personajes tan entrañables como José Manuel, el único amigo de este desdichado personaje. Ya digo, contarlo no le hace justicia y además le quita el elemento sorpresa, pero si tienen la suerte de ver este marcianísimo cortometraje les garantizo que se van a quedar de piedra, no hay otra cosa igual al oeste del Guadiana...
Protosaludos.

Particle man

Marcos y Susana



El cine de Daniel Burman se afianza sobre unas cuantas bases muy bien asentadas, lo que le da un interesante margen a la hora de indagar en esas historias interiores que tanto le gustan y que tan bien suele manejar. Y veo un ejemplo perfecto de esto en la que sigue siendo su última película, DOS HERMANOS, que incomprensiblemente de nuevo ha pasado de puntillas por carteleras españolas. Burman se adapta a los nuevos tiempos y lo hace con un corrosivo trabajo repleto de detalles y referencias, y que además cuenta con una dupla interpretativa memorable, Antonio Gasalla y la enorme Graciela Borges, que construyen dos personajes tremebundos, los dos hermanos a los que alude el título y que parecen querer matarse sabiendo que no pueden vivir el uno sin el otro. Él, un homosexual sesentón y apacible que se dedica a la orfebrería fina y sólo suspira por encontrar algún día un compañero afín; ella, una hiperactiva e insufrible agente inmobiliaria de medio pelo que vive en su propia burbuja de lujos, apariencias y sometimiento absoluto de cuanto bicho viviente se le cruce. La madre muere, lo que nos deja a dos seres tan diferentes que apenas podemos imaginar que compartan la misma sangre; y en torno a esa muerte, que no por esperada es consoladora, vamos entrando poco a poco (paciente, magnífico trabajo de guion) en esa zona a la que Burman quiere llevarnos sin prisas pero también sin trampas. El acusado trabajo de interpretación no enmascara el agridulce tramo final, donde Marcos se da cuenta de lo terriblemente sola que se encuentra su hermana, incapaz de la más mínima relación social, pero también de sus celos cuando él le comunica que desea llevar su propia vida. DOS HERMANOS podría haber sido una sucesión de enfermizas obsesiones, pero también una ágil comedia costumbrista, y hasta un tour de force mayestático; afortunadamente, es todas esas cosas y también algo que ronda no se sabe muy bien por dónde y que dota a esta extraña y fascinante película de un territorio propio francamente sorprendente. Muy recomendable en todo caso. La escena de apertura, simplemente magistral; no se puede describir mejor a dos personajes con apenas un par de frases...
Saludos hermanados.

One shot

viernes, 28 de octubre de 2011

Un problema inexplicable



Viene ya de lejos, demasiado quizá. Las adaptaciones que se han intentado de las obras de Clive Barker nunca han funcionado... pero tampoco se las podría catalogar llanamente de "basura". Hay algo extraño, inexplicable, el mismo tufillo malsano que recorre las páginas del escritor de Liverpool, el mismo que lleva algunas décadas otorgándole el estatus de indiscutible de la narrativa de terror. Uno no sabe si el universo de Barker se ha quedado anticuado, si aún sigue estando tan adelantado que seguimos sin entenderlo del todo, o si simplemente había de quedar sepultado bajo las toneladas de productos de similar factura a los que asistimos impertérritos constantemente. Y valga esta pequeña explicación que me doy (seguramente) a mí mismo para introducir BOOK OF BLOOD, una de las últimas adaptaciones a las que hemos tenido acceso. Primero me sirve porque BOOK OF BLOOD tiene como lema una frase tan contundente como ambigua: “Los muertos tienen autopistas con intersecciones que se vuelcan en nuestro mundo. Si te encuentras en una de ellas tendrás que pararte a escuchar. Los muertos tienen mucho que contar”. Puro Barker. El Barker que nos aterroriza e incomoda; el que detesta los espacios abiertos y recoge maldades más antiguas que la humanidad en una simple habitación. Con presencias extrañas y acechantes, y las consabidas laceraciones de la carne. BOOK OF BLOOD es como HELLRAISER, o como CABAL; pero, teniendo en cuenta que se trata de una extensa serie de cinco libros, dejarlo todo en una mísera peliculita de apenas 100 minutos ni le hace justicia (una vez más), ni sirve como extravagancia al margen, básicamente porque se trata de pura rutina, lo que de alguna forma ha intentado esquivar Barker desde siempre. A mí me sigue dejando frío, o más bien templado; e insisto: tan posmoderno es concebir que las reclamaciones de los muertos se escriben literalmente sobre la piel de los vivos como concebir una raza de sacerdotes del dolor (los cenobitas), como trillados son los sustitos y caras de estreñimiento que terminan por banalizar este subproducto, uno más basado en algo escrito por Clive Barker... ¿De verdad creen en las casualidades?
Saludos astringentes.

Scars

jueves, 27 de octubre de 2011

Guiones de fondo de cajón



Cinco personas se quedan atrapadas en el ascensor de un gigantesco edificio de oficinas. Empiezan a pasar cosas raras; cada vez que se va la luz a alguien le pasa algo, así que todos desconfían de todos. En un momento dado alguien muere inexplicablemente, por lo que los otros cuatro quedan en una situación cuanto menos incómoda... Ingenioso ¿verdad? DEVIL es el "primer capítulo" de una serie de películas producidas por M. Night Shyamalan, las cuales supongo que irá poniendo en manos ajenas, algo que llama la atención si tenemos en cuenta que este "piloto" ha sido escrito por él mismo, y más aún si recordamos los dos grandes fiascos bajo su dirección... ¿desconfianza? ¿desidia? Lo cierto es que, pese a estar concebida para la gran pantalla, DEVIL habría funcionado mejor en televisión, y puede que esta subjetiva serie también. Y por varios motivos, como los trillados golpes de efecto que aun así son efectivos mientras aún nos estamos ubicando en la historia, pero que se desinflan justo cuando pillamos el truco (más viejo que el hilo negro) y esos 80 minutos, que en principio debían ser una ventaja en tanto que concisión, se tornan fatigosos, como esa atracción de feria en la que sabemos que los monstruos son de cartón piedra y los miramos con indiferencia desde el vagón entre algodón de azúcar y gofres chocolateados... Total, que no esperen el colmo de la originalidad si son exigentes, pero si sólo pretenden pasar una tarde de lluvia acurrucados, puede que sea su película. Ustedes mismos...
Saludos desde el semisótano.

Dust

miércoles, 26 de octubre de 2011

Buddy, Randy y todos los demás...



Yo pondría casi todos los westerns de Budd Boetticher muy juntitos, casi en hilera, abigarrados como el infierno; y los pondría en los colegios, para que los futuros aprendices de gilipollas se dieran cuenta de lo que es ser un tipo duro de verdad, y sobre todo cuándo serlo; de tener honor y casta, y besar bien a las chicas y tener sentido de la lealtad. Como educativos, siempre he mantenido que los westerns clásicos le vienen de perlas a la generación Ni-Ni; no sólo qué ser en la vida, sino cómo serlo. Y así las cosas, ya me temía que me iba a costar dar mi opinión sobre un solo título de este gran director, que siempre estuvo de alguna manera a la sombra de los consagrados cuyos nombres todos nos sabemos de memoria. Por ejemplo, BUCHANAN RIDES ALONE, que además de narrar toda una epopeya de hermandades, honores mancillados y confluencias culturales, sirvió a Clint Eastwood como inspiración para su INFIERNO DE COBARDES. Como no podía ser de otra manera, el mítico Randolph Scott, actor fetiche del director, se metía en la curtida piel de Buchanan, una especie de pistolero a sueldo con oscuro pasado tras la frontera mexicana y cuyas verdaderas motivaciones nunca quedan del todo claras (como debe ser, leches...). El "casual" encontronazo de Buchanan en el simpático pueblo llamado Infierno con los Agry, una despótica dinastía de caciques, tras defender a un mexicano que acaba con la vida de un Agry, que supuestamente ha violado a su hermana. 78 minutos le bastan a Boetticher para desplegar una áspera historia de traiciones y venganzas envuelta en sudor y polvo bajo un sol implacable. Denostado en su tiempo, relegado a la serie B más oscura, el director nacido en Chicago ha resurgido con fuerza en los últimos años, lo que no deja de ser curioso. Yo me mantengo firme: recuperen sus westerns de los 50 y se darán cuenta de lo mal que se cuentan la mayoría de las películas actuales.
Saludos a galope tendido.

Miles from our home

martes, 25 de octubre de 2011

La diferencia entre vagar y pasear



Se supone que no debería ser yo quien dijese algo malo de NAUFRAGIO, el segundo trabajo de Pedro Aguilera tras la hipnótica LA INFLUENCIA. Aun así lo diré, no me queda más remedio cuando debo reconocer que me esperaba algo más poderoso y me encontré con una nimia trama, nimios personajes y nimio fin, entendiéndose por "fin" el espinazo vertebral de la historia, a caballo entre lo misterioso, lo esotérico y lo descentralizado. El problema de ser lacónico, cauto en los movimientos y paciente en las formas es que el sustento ha de quedar intacto de tamaña sangría; lo lograba Tarkovski por su exuberante encuadre y lo continua Alonso por su sentido de la poética; y Aguilera lo bordó en su impresionante debut porque la narración estaba construida en forma de embudo (sumidero), y todo cuanto acontecía resbalaba hacia su propia (auto)destrucción. En NAUFRAGIO, y pese a todas las estupendas intenciones por ser original, el resultado es fallido y un poco estomagante. No sé ni qué quiere ese negro reluciente y apolíneo que aparece en una orilla almeriense y que comienza a caminar hacia algún sitio con alguna intención; y no es el hecho de no saberlo lo que me deja patidifuso, sino el hecho de que esta ocultación sea premeditada y no incidental (lo que habla claro de que la narrativa no es el fuerte de Aguilera), lo que desemboca en un final bastante "terrenal" y que no consigo enlazar con esa especie de animismo de andar por casa tan alienígena que sobrevuela todo el film. Es un extraño Robinson, no porque sea negro ni por su arrebatada misión, es extraño porque cuantas menos cosas hace más le pasan, lo que no deja de ser raro y difícil de explicar. Me gusta mucho, sin embargo, que Pedro Aguilera no sea conformista ni busque fórmulas exactas, sino que su cine incomode y haga pensar, lo que dará sus frutos en un futuro, estoy seguro; esto, evidentemente, no da la medida de su calidad, sino más bien el grado de su intención, que en este caso es mucho. Y lo único que puedo hacer es decirles que la vean y luego me cuenten, que no es poco.
Saludos rebozados.

Shipwrecked

lunes, 24 de octubre de 2011

Heroicidades aparte



Lo mejor que se puede decir de una película tan obvia como SERGE GAINSBOURG, VIE HÉROÏQUE es que casi todo el mundo sabía lo que iba a ver; la ópera prima de Joann Sfar apenas aporta nada que no se incluya de por sí en su exhaustivo ejercicio de mímesis formal, lo que la deja en un correcto segundo plano que no la dejará trascender con el tiempo, todo lo contrario de lo que ocurrió con el controvertido personaje retratado. Todo está perfectamente mecanizado, muy imbuido del New American Biopic, sin grandes sobresaltos, con su pizquita de fantasía, aportaciones musicales en el momento adecuado (aquí no muy inspiradas, la verdad) y el "momento trágico del actor en su apogeo". Sí, el belga Eric Elmosnino lo clava, pero no deja de ser una copia, nunca una recreación; en mi opinión le falta algo más de perversidad y fiereza, lo que queda perfectamente reflejado en las muy tibias escenas que comparte con partenaires femeninas. Por allí salen Juliette Gréco, la Bardot, la Birkin... y no hay un gramo de esa lujuria desbordada que Gainsbourg transmitía con tanta naturalidad y que le hacía irresistible al género femenino pese a no ser un espectáculo de belleza física precisamente. Hay un par de chistes, mucha música (casi toda en off, y no lo entiendo), algunos dibujos animados al principio que no sé qué diablos pintan ahí... Ah, sí, que el director en realidad es dibujante de comics... Y, bueno, pese a que se ve sin problemas, lo cierto es que tanta bisoñez para un personaje con infinidad de matices y recovecos acaba por deslucir lo que era un material de primera. Y es curioso que ningún gran director francés haya sentido jamás la necesidad de abordar al creador de joyas como "La Javanaise" o "Je t'aime... moi non plus"... No sé, a lo mejor es que es imposible plasmar con exactitud el resbaladizo terreno por el que Gainsbourg se movía con placidez y suficiencia, lo que queda de manifiesto en un tramo final amargo, antipático como una noche de borrachera sin gente.
Saludos heroicos.

Nazi rock

domingo, 23 de octubre de 2011

Rincón del freak #42: Una mala película no es mejor película porque todo el mundo esté serio



A ver... ¿Hay algo peor que una mala película? Me refiero a esas películas malas de solemnidad, aburridas, insustanciales, acobardadas ante su propia impotencia y desequilibrio. La respuesta es: Sí, lo peor es intentar justificar lo que no tiene justificación; lo peor es no reconocer que se ha perdido 7-0 por deméritos propios; lo peor es decirle a la gente que se equivoca, que no tiene ojos en la cara ni sensibilidad suficiente; que "pobrecitos ellos por perderse un acontecimiento que sólo las minorías entienden (El Zurdo dixit)". Y en relación con todo esto, yo caí, claro, mediante uno de estos festivales inanes y porculeros que se desarrollan a lo largo y ancho de este país tan depauperado cinematográficamente hablando. Mientras tanto, fuera de nuestras fronteras, se sigue hablando de los tres o cuatro (tampoco hay más, no crean) que de verdad le echan cojones y talento a lo de rodar imágenes. No perderé mucho tiempo escribiendo esto; sólo les diré que LODO es una bazofia infumable que sólo puede hundirse cada vez más, sobre todo después de leer una parrafada a modo ¿explicativo? a cargo de su director, incapaz de la más mínima autocrítica y escudándose en dos argumentos simplemente miserables (tengan en cuenta que no es un veinteañero en busca de su propio camino, sino que ronda la cincuentena): la falta de presupuestos y apoyos y el hecho (¡Jajajaja!) de que lo que la película refleja es (agárrense) el estado mental de una persona... Toma ya... Yo, humildemente, lo que vi fue un grupo de chavales modernetes discutiendo filosofía barata en una discoteca poligonera; y luego una tasca/taberna a la que llega una joven que pone cara chunga aunque no le pase nada; y senderismo... mucho senderismo (práctica progre-modernilla que odio profundamente)... Sin embargo, y sin que sirva de precedente, véanla, no la pasen por alto; porque por mucho que yo me desgañite aquí diciendo que es una mierda terrorífica, no será hasta que lo vean con sus propios ojos que se desengañen por sí mismos... Bueno, leer esto a lo mejor les ahorra el mal trago. Es lo que hay.
Saludos enfangados.

Mud

sábado, 22 de octubre de 2011

Hilar fino y sin manos



Si Mathieu Amalric no existiese habría que inventarlo, y además ponerle un lacito, invitarle a champán de por vida, mimarlo... Un actor así sale de vez en cuando, y casi siempre suele terminar en fraude. Lo suyo es arte cinematográfico, capaz de levantar casi cualquier cosa, por descabellada que pudiera ser. A propósito de su descomunal trabajo en LE SCAPHANDRE ET LE PAPILLON, puede con el aturullado simplismo de Schnabel, al que casi siempre le salva su buena mano con la elección de actores... ¡que le den los premios a su director de castings, hombre!... Y precisamente, en esta historia de sobrehumana superación personal, lo normal hubiese sido caer en la lagrimilla de sobremesa y las estupendas intenciones de calado humanista, tan caras al irregular cineasta neoyorquino. Está muy bien esa especie de sentido homenaje a un tipo que en vida fue un déspota y que sólo conoció lo que era llevarse bien con los demás cuando sufrió una embolia masiva que le dejó totalmente paralizado... ¿y por qué? Está claro: era el redactor jefe de la revista Elle. Conducía Bugatis descapotables, tenía palacetes en la campiña... Sí, ya sé que me repito con estas cosas tan carcas, pero me parece que el asunto queda zanjado en media hora, lo que tarda Amalric en demostrar que es capaz de transmitir más emociones con un solo ojo que la mayoría de actores moviendo las manos engoriladamente (que es lo que suelen hacer, por cierto). Bueno, la película está entretenida y sirve para quedar bien con alguna chica, porque se le ablandará el corazón y dirá aquello tan recurrente de "¡Que peeenaaaaa más grandeeee, dios míoooo!". Queden con dios.
Saludos en inmersión.

Papillon

viernes, 21 de octubre de 2011

Lo deprimente de estar vivo entre muertos



ZOMBIELAND podría haber sido un chiste privado en un gag en un capítulo de South Park; diez segundos, más o menos. Sin embargo, funciona. Raro de cojones, pero funciona; te hace reír, arquear las cejas y poner cara de sorpresa, justo como las pelis de hace treinta años... hace treinta años, claro. El enésimo holocausto zombie sirve esta vez para varios contrastes; por ejemplo, indagar un poco más en ese émulo de las constantes vitales de los adolescentes norteamericanos con "síndrome de Woody Allen"; esto es: depresivos, desconfiados, torpes, incapaces de quedarse con una sola cosa y viviendo en una especie de constante monólogo. Mientras, el mundo se acaba... Y para reafirmarlo ¿qué tal un redneck hiperviolento y descerebrado? Un arsenal viviente con sombrero de cowboy y una sola preocupación en la vida... perdón, en el holocausto: encontrar un Twinkie... Sí, hay contrapunto femenino, pero el peso lo lleva estupendamente esta improbable pareja, una de las más divertidas de los últimos años. El acierto, claro está, es que los interpreten dos antagonistas natos como Jesse Eisenberg y Woody Harrelson, encontrar la química entre ambos e incrustarla en un apocalipsis zombie. Pero no se lleven a engaño, por muchas reflexiones morales y sociales que contenga su ingenioso guion, ZOMBIELAND es, ante todo, una comedia de nuevo cuño; descreída, evitando cualquier asomo de arrogancia, con una verborrea incesante y, sí, unos efectos especiales magníficos, pero que afortunadamente no es lo que importa, sino que es un aspecto más al servicio de una catarata de referencias y guiños, desembocando en una escena que creo que debería pasar a la historia del cine, que tiene nada menos que a Bill Murray como protagonista y que, casi sin pretenderlo, le pega un zurriagazo a la industria cinematográfica norteamericana desde donde hay que hacerlo, desde dentro. Lo mejor de este inesperado film con creces. A mí me sorprendió gratamente, no esperaba gran cosa y terminé pasando hora y media de lo más entretenida.
Saludos de ultratumba.

Witch hunt

jueves, 20 de octubre de 2011

Maestría





Intentar abarcar con meros comentarios descriptivos una obra tan intensamente densa como MISTÉRIOS DE LISBOA, parece, además de pretencioso, inútil. Veanla, es lo único que se me ocurre decirles; háganse con ella por lo civil o lo criminal, o al menos con su versión extendida en capítulos ¿Que qué es MISTÉRIOS DE LISBOA? Pues una suerte de cruce entre En busca del tiempo perdido, EL MANUSCRITO ENCONTRADO EN ZARAGOZA, LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ, BARRY LYNDON y Los ricos también lloran... ¿Que cómo se cocina eso? Pues lo primero, hace falta saber mucho de cine, como su director (recientemente fallecido por cierto); tener un manejo del tiempo narrativo excepcional (la película dura cuatro horas y media, pero nunca se hace larga ni pesada) y dominar su interminable ramificación de personajes y situaciones, a caballo entre Portugal, Francia y hasta Brasil. No, no es fácil; pero quién dijo que lo era, que construir una obra monumental en torno a los escritos de Camilo Castelo Branco se resolvía (como suele hacerse en el cine actual) con cuatro panorámicas infográficas y un par de estrellas mediáticas. El director chileno ofrece, en lugar de ello, un despliegue de localizaciones memorable y una dirección de actores encomiable. No una historia, cientos de ellas, y todas interconectadas, con su propio sentido y sus derivaciones lógicas; como si Manoel de Oliveira se hubiese apiadado por fin de sus criaturas, viajamos por un mar de desdichas amorosas, lucha de clases, engaños, desvaríos, renuncias... como la vida misma; y todo tutelado por ese personaje poliédrico e inolvidable que es el padre Dinis, quizá una misteriosa encarnación de otro mundo, una especie de vigilante de los actos humanos. Ver algo como MISTÉRIOS DE LISBOA en pleno siglo XXI puede resultar chocante, teniendo en cuenta el pelaje medio de los espectadores habituales de cine. No importa. Es un acontecimiento, el testamento fílmico de un cineasta irrepetible y un maravilloso goce para los sentidos. No se la pierdan, después me cuentan...
Saludos misteriosos.

Moro em Lisboa

miércoles, 19 de octubre de 2011

El clásico menos clásico



Vamos con otra obra maestra, no crean que nos va tanto el masoquismo como a James Fox en la desconcertante e imprevisible trama de THE SERVANT, en mi opinión una de las cimas de Joseph Losey. A estas alturas pocos serán los que no hayan visto este perverso relato de autodestrucción, sadismo y debilidades varias, así que les pongo brevemente en sintonía. Un díscolo pijales de la high society británica busca un mayordomo para su nueva residencia, allí se presenta el enigmático Hugo Barrett, que con su apariencia humilde, servicial y extremadamente refinada se hace inmediatamente con el puesto. Lo difícil en este caso no es desgarbar la trama y mostrar el lado oscuro (oscurísimo en este caso) de Hugo, sino que apenas se note el punto de inflexión en el que la inversión de papeles es total. Mientras el señor Tony se abandona a sus debilidades (que son muchas), Hugo lo mantiene todo bajo control, barre debajo de las alfombras y se convierte en el gran aliado de su señor ante la estupefacta mirada de Susan, su prometida, que asiste a la increíble sumisión del alma en pena en que se ha convertido Tony. Y para los que pudiesen añadir a todo esto: "¡Magnífico! ¡Abajo las servidumbres!", también es otro punto a favor del excelente guion de Harold Pinter, puesto que consigue su propósito de mostrar al sirviente como un ser despreciable y al señor como un simple pelele bajo su potente capacidad de dominación. THE SERVANT contiene algunos momentos absolutamente memorables, en los que la atmósfera opresiva y malsana se manifiesta incluso en los intervalos iniciales, cuando aún no sabemos a ciencia cierta qué nos va a deparar esta impresionante obra magna, donde sobresalen los dos actores principales; James Fox, al que he alabado desde estas páginas incansablemente, y, sobre todo, Dirk Bogarde, del que no digo que sea éste el papel de su vida sólo porque tiene algunas interpretaciones más a la misma altura. Para mí, se trata del mejor trabajo del oscilante Joseph Losey, antes de diluirse en sus declaraciones de amor indo/shakespearianas; un impresionante e impresionista retrato de la decadencia humana en el que casi nunca nos termina de quedar claro quién es más cabronazo.
Saludos serviles.

Home

martes, 18 de octubre de 2011

Ingenuidad e intención



Es curioso, pero ¿por qué casi todo el mundo sigue conveniendo que prácticamente la única película que merece la pena de Robert Rodriguez es EL MARIACHI? Yo no estoy de acuerdo; aunque creo que alguien se la hizo, SIN CITY me parece una película tremenda. Sin embargo, hay una especie de aura en torno a esta película, de precario presupuesto, que la convierte, desde hace casi veinte años, en uno de esos films incontestablemente de culto. Lo primero que llama la atención es cómo Rodriguez transforma, con gran habilidad, lo que para cualquier director es una rémora (la falta de presupuesto) en asombrosa virtud ¿Y cómo?: evidentemente, con sentido del humor y sin eludir el del ridículo, que bordea en no pocas ocasiones. La historia no puede ser más disparatada: Un joven que se gana la vida actuando de mariachi en diversos tugurios es confundido con un gangster al llegar a una ciudad fronteriza; esto alerta al capo local, que manda eliminarlo, pero el mariachi termina siendo un hueso mucho más complicado de roer que el propio gangster. Todo esto adornado con un montaje dinámico e impropio de la serie B y un sentido del humor absolutamente personal, que ahora, claro, todos identificamos sin problema en el cine de este director, pero que tenía más mérito cuando tienes que poner a funcionar a actores de medio pelo en mitad de un engranaje típicamente de cine hollywoodense. EL MARIACHI contiene escenas absolutamente memorables, sobre todo por su falta de pretensiones; es esa cutrez aceptada la que permite, por ejemplo, y en una de sus mejores escenas, que una simple llamada telefónica desate una masacre sin que ninguno de sus participantes sepa exactamente qué está ocurriendo. Rodriguez arrasó al año siguiente en un Sundance que se rindió a sus pies, lo que fue el detonante, junto a su explosiva amistad con Quentin Tarantino, para su posterior carrera, no tan regular, pero con un carisma que precisamente le ha hecho perder el norte en bastantes ocasiones; revisitar esta ópera prima, por tanto, es tan saludable como sintomático.
¡Saludos, cabrones!

El jinete

lunes, 17 de octubre de 2011

Entre usted al vacío nuestro de cada día



Independientemente de su marcado carácter de serial killer movie, lo que de verdad remueve al espectador que ve RAMÍREZ, la ópera prima de Albert Arizza, es su inteligente y atildada disección acerca de la pérdida de valores en la sociedad urbana; y más, si lo circunscribimos a un círculo determinado y que no suele quedar demasiado a la vista: las clases altas, y más concretamente los rancios y decadentes cuasiabolengos de aquellos lejanos tiempos de títulos, propiedades y réditos. Es decir, que teniendo en cuenta la máxima de que ya lo hemos visto prácticamente todo en una pantalla, el golpe de efecto (magnífico, bajo mi punto de vista) consiste en ir desvelándonos morosamente de dónde sale ese cazador nocturno llamado Ramírez; frío, seco, calculador, que sabe retirarse si no cree que el éxito está asegurado, pero con una tendencia cada vez mayor a dejarse llevar por el olor de la sangre... ¿No les suena un poco a los tipos que nos han llevado a la crisis? Ramírez lleva un polo negro, cazadora de cuero, unas Ray-Ban Wayfarer y conduce un 4x4 impecable; "vive" en un impersonal apartamento sin muebles del centro de Madrid y no se le conoce oficio alguno, mientras que su beneficio lo obtiene del tráfico de drogas. Simple y efectivo, si no fuera porque lo que le gusta de verdad a Ramírez es subir chavalas a su 4x4, tener sexo con ellas y estrangularlas hasta la muerte. Es difícil establecer una motivación más allá del propio vacío existencial del protagonista, lo que queda patente cuando en un momento dado le vemos ir a una especie de palacete en las afueras, donde agoniza su padre, al que no se atreve a visitar directamente, quedándose en las escaleras. Con este escueto e inteligente giro, el director no sólo nos explica lo que su lacónico protagonista se resiste a soltar sobre sí mismo, sino que introduce la trama social, las insalvables diferencias de clases y esa especie de superioridad cargada de soberbia que Ramírez parece exhibir constantemente, con un gesto avieso que va desde el desprecio al desdén por lo que considera una especie de ganado a su servicio. No sé si calificar al film de "duro", he visto cosas mucho más impactantes, pero sí quería recalcar la insólita propuesta para tratarse de cine español (Quizá LAS HORAS DEL DÍA... quizá BILBAO...), una propuesta que, sirviéndose del cine de género, nos propone un repaso a las miserias de esta sociedad tan bonita en la que vivimos.
Saludos insomnes.

Rumba moderna

domingo, 16 de octubre de 2011

Rincón del freak #41: Travestis con alas dándose de hostias con una mano gigante



... Y si no me creen, no tienen más que echarle un vistazo al fotograma de arriba. Yo, como siempre digo para estas cosas, "el libro era mejor", ya saben... En este caso todo provenía de un anime con bastante mala baba, una especie de cruce imposible entre Urotsukidoji y Astroboy. Pero, claro, los japoneses, que ya empiezan a cansar un poco con lo de sacarle punta a todo hasta tocar el hueso, van y nos colocan nada menos que una peli de DEVILMAN, o DEBIRUMAN... o lo que sea. Les pongo en situación y ustedes se hacen una idea del estropicio. Salen unos adolescentes de los andróginos... de los suavecitos... de los enganchados a la palidez constante... (conste que las metáforas aquí sólo juegan en contra); pues resulta que entran en contacto con el diablo (no me pregunten cómo y por qué) y se les desata su "maldad interior", consistente en engalanarse con plumas y guantes de látex y luchar con sus semejantes en las duchas del instituto... Yo, no sé, debo ser un retrógrado recalcitrante, pero a lo mejor, y teniendo en cuenta lo retorcidos que son estos nipones, lo que han inventado es algo así como el queercore adventures, o "cine de acción para travestis y transexuales varios". Que me da igual, que la opción sexual de cada uno es libre, faltaría más, pero que digo yo si lo del sentido de la estética... o mejor, del ridículo; porque eso es DEVILMAN, una ridiculez con las patas colgando por fuera... Y ya está, no les entretengo más...
Saludos muy pero que muy malvadines... ¡jijijiji!...

Me and the devil

sábado, 15 de octubre de 2011

Hostias como panes



Y digo yo, ahora que he vuelto a verla hace escasos minutos... ¿De qué va exactamente LA RÈGLE DU JEU?... Soy capaz de ver tantas películas, tantos libros, tantas canciones en su abigarrado y expansivo discurso..., pero no logro decir, como tantas veces: sí, va de esto y de lo otro... Y supongo que eso, precisamente, es lo que otorga al film de Jean Renoir el estatus de obra maestra. Bueno, eso y su feroz mordacidad, que no deja títere con cabeza, y eso que se supone (al menos esa es su apariencia inicial) que es una mera comedieta de enredos amorosos en la campiña francesa. Nada de eso. LA RÈGLE DU JEU es una descorazonadora disección de una sociedad enferma e inmadura, con una guerra en ciernes (siempre en off, pero siempre presente, y eso también es muy difícil de hacer) y preocupada de sus idiotas partidas de caza, sus banquetes ornamentales y sus fétidos e insustanciales cambios de pareja. La camada que Renoir presenta anticipa a los Leguineche de LA ESCOPETA NACIONAL, pero también inspira EL ÁNGEL EXTERMINADOR, de Buñuel, y me atrevería a afirmar que, aparte de su sofisticado uso del slapstick, su vertiginoso montaje y su complejísima puesta en escena muestran, 25 años antes, lo que iba desarrollar Godard en su etapa más extrovertida y combativa. Renoir no se apiada de estos "bebés grandes", sino que los echa a andar, titubeantes, desorientados, y los reúne a todos en una mansión donde se representan intrascendentes numeritos musicales y las viandas dejan paso al juego de los cuernos, casi una obligación. Igualmente significativas son las terroríficas escenas de caza, mostrándolas en toda su ridiculez, pero también en toda su crudeza. Nada es esperable en esta obra mayúscula, nada podemos decir que ya sabíamos de antemano; sólo podemos volver a verla una vez más para constatar algo que sabíamos pero que seguimos sin decir en público: ¡Pero qué estúpidos somos los seres humanos!...
Saludos sin reglas.

Coming around again

viernes, 14 de octubre de 2011

El tiempo narrativo y sus inaprensibles contrastes



LA CASA MUDA es uno de esos claros ejemplos contemporáneos de "quiero y no puedo" que encontramos cada vez con más frecuencia; una lástima, porque la premisa de la que parte (incluida su arriesgado experimento formal) es cuando menos estimable, y porque no se topa uno con un título de terror proveniente de Sudamérica todos los días, y menos aún de Uruguay. Importa menos, ya digo, el qué que el cómo, lo que es un agente intensificador en el desconcertante arranque del film y termina siendo un tedioso lastre a medida que nos vamos enterando de en qué consiste el truco. Sin pretender ser el summum de lo original, el guion de Óscar Estévez nos planta en mitad de ninguna parte, en una casa desvencijada a la que llegan Wilson y Laura, padre e hija, con la misión de restaurarla para que su dueño, Néstor, pueda ponerla en venta. Lo mejor del film, insisto, es lo directamente que empieza, incluso antes de que nos hayamos creado una cierta atmósfera de inquietud. Así, mientras Wilson descansa para empezar a trabajar a la mañana siguiente, Laura escucha unos extraños sonidos provenientes de la parte de arriba; lo que sigue es la incredulidad del padre ante su cada vez más aterrorizada hija y, claro, el deseo del espectador por saber qué diablos pasa y qué explicación nos van a dar una vez hemos agotado nuestras conjeturas. No quiero contar mucho porque la película es reciente (estuvo en Sitges el año pasado) y supongo que habrá mucha gente que no la haya visto; tan sólo me gustaría señalar que, bajo mi punto de vista, el supuesto giro ultraingenioso de la parte final es una tomadura de pelo simplemente bochornosa y que echa por tierra toda la atmósfera de terror psicológico que, a duras penas, eso sí, Gustavo Hernández, haciendo honor a su bisoñez, logra implosionar en la saturada y muy avisada psique del espectador contemporáneo, algo a lo que tampoco contribuye con demasiada fortuna el siempre afeante cartelillo de "basado en hechos reales"... ¿A quién le importa a estas alturas?
Véanla un Domingo por la noche, después de que su equipo les haya decepcionado por enésima e intolerable vez.
Saludos sin decir ni mú.

Heart of chambers

jueves, 13 de octubre de 2011

La medida de las palabras



POLITIST, ADJECTIV es una de las mejores películas que he visto jamás; probablemente la mejor de los últimos cinco o seis años; sin duda, la mejor que he visto este año. Así de rotundo ¿Y por qué así de rotundo? El último film de Corneliu Porumboiu, autor asimismo de la magnífica, aunque en mi modesta opinión inferior, A FOST SAU N-A FOST?, no es que sea la alegría de la huerta precisamente, de hecho, créanme: es bastante tediosa. Sí, un film puede ser aburrido y magistral; a mí personalmente no es que me aburriera, pero comprendo que lo haga con cualquier tipo de espectador medio. De nuevo una pregunta: ¿Y por qué tantas contradicciones desembocan en un estupendo resultado? Mi respuesta es que Porumboiu subvierte las reglas narrativas para lograr una madura reflexión sobre el sentido de ciertas acciones cotidianas; algo común en cualquier tesis filosófica, pero inaudito en un largometraje que optó (sin éxito) a representar a su país nada menos que en los oscar. En este caso, es el típico relato policíaco el que sufre una sintomática metamorfosis semántica de doble vertiente. Por un lado está Cristi, un policía cualquiera, al que se le encarga el seguimiento, vigilancia e informes de un joven que eventualmente consume hachís, ya que se cree que también lo comparte y, por tanto, incita a la drogadicción. Kafkiano y mordaz a partes iguales, el ingenioso guion de Porumboiu dilata los tiempos previos al impredecible desenlace en una serie de secuencias neutras, principalmente largos e infructuosos tiempos de espera en la calle, lo que es aprovechado, casi inadvertidamente, para construir un fiel retrato de un país gris, anodino. Esto queda patente en una secuencia final larguísima y, a mi juicio, absolutamente magistral, en la que Cristi muestra su rechazo a un sistema policial que invierte tiempo y dinero en casos sin importancia, teniendo en cuenta incluso que una probable detención, por una minucia, podría devastar la vida de un muchacho que realmente no le hace daño a nadie. La respuesta es fría, implacable: es burocracia pura y dura, y el verdadero leit motiv de esta película áspera y difícil, una película que nos pregunta directamente a cada uno de nosotros acerca del sentido último de nuestras acciones cotidianas. Imprescindible.
Saludos adjetivados.

Cansión mora de Hill Street

miércoles, 12 de octubre de 2011

En tierra de nadie



El tema de la caza del hombre ha dado frutos lo suficientemente desiguales como para que desconfiemos de cualquier título que, cada cierto tiempo, redunde sobre dicha premisa. Así, a vuelapluma, recuerdo la maravillosa y crudísima DELIVERANCE, la correcta SOUTHERN COMFORT, la inefable FIRST BLOOD o THE FUGITIVE, con la que llevo tiempo queriendo reconciliarme. Y otra que pasó (justamente, creo) totalmente desapercibida por nuestras pantallas, pese a tener todas las papeletas para haber sido un sonado éxito, fue THE HUNTED. Y en THE HUNTED, por ponernos en situación, tenemos una especie de John Rambo, solo que más oscuro y con una planicie conceptual mucho menos acusada; suerte que este papel se lo reservaron a Benicio del Toro, lidiando, como ya es habitual, con la parte más chunga. Mientras, a Tommy Lee Jones le dan el no mucho más agradecido rol del veterano maestro encargado de detener al descontrolado alumno... Todo como muy visto y con poco que aportar a este gastadísimo subgénero, al que ahora, por si fuera poco, hay que sumarle la corrección política mediante un garrulo tuercecuellos se convierte en un "servidor del camino recto", una máquina de matar que cae simpático porque es amigo de la naturaleza y esas cosas. No sé, me da cosa ver a un ilustre veterano como William Friedkin salvando los garbanzos con estos artefactos, más cerca de lo de Chuck Norris que de otras causalidades, aparte de los actores, claro, que no se lo merecían; incluso aparecía por ahí una de mis escasísimas debilidades sexual-cinéfilas, la bellísima Connie Nielsen...
Si se la pueden ahorrar, pues eso...
Saludos cazados.

Bird of prey

martes, 11 de octubre de 2011

La vida es no pararse



Tengo esa imagen recurrente de un Mathieu Amalric reventado, exhausto, acartonado; con la lucidez que da la falta de sueño y la endiablada seguridad de tener cien cosas bajo control incluso en el caos más absoluto. Paradigma del actor que se embarca en la locura de dirigir y actuar al mismo tiempo, pero también podría ser el alucinado retrato de Joachim, el embaucador, despreciable y tierno (y paternalista, cacique, marciano...) personaje que él mismo se ha reservado, sabedor seguramente de que le va como un guante, en una de las mejores películas que usted, espectador inteligente, puede tener la fortuna de ver un día de estos. TOURNÉE es muchas cosas, es el respetuoso caligrama de un grupo de mujeres (y hombres) que sólo parecen estar de vuelta de todo, pero que en realidad están simplemente de gira; un bravucón elenco de damiselas entradas en carnes, llenas de tatuajes, pegadas a sus tacones y pestañas postizas, derrochando actitud masculina sin perder su sacrosanta feminidad. Eso y mucho más es el Burlesque, casi una filosofía de vida, contituyente contra todo lo que huela a rutina y aburrimiento. Y lo cierto es que TOURNÉE parece no querer responder a ninguna regla preestablecida, lo que la deja suspendida en demasiados momentos en una peligrosa burbuja de vacío, a expensas siempre del próximo movimiento a seguir. Afortunadamente está Joachim/Amalric; uno en dos o dos en uno. Y su prodigiosa composición, mucho más que un mero homenaje al Ben Gazzara casavettiano, es también más que simple pegamento profesional, es un milagro sólo al alcance de este actor inclasificable e indomable. Él es, en último término, el verdadero protagonista, el símbolo mediante el que lo imposible puede llegar a hacerse posible (y hasta tangible) en el momento menos esperado. Y de eso va esta increíble película, ni más ni menos. No se la pierdan.
Saludos con luz de Cabaret.

Stars and bars

domingo, 9 de octubre de 2011

Rincón del freak #40: Cualquier cosa no es más que cualquier cosa... aunque nos empeñemos en que no lo sea...



Jamás hubiera pensado tener que incluir tan rotundamente una película del director Brad Anderson en esta sección; le he seguido la pista concienzudamente desde que me deslumbrara con THE MACHINIST y haya mantenido una saludable actividad televisiva con algunas de las mejores series de los últimos tiempos (léase FRINGE, THE WIRE y TREME). Sin embargo, ha sido ver este despropósito llamado VANISHING ON 7th STREET y pensar inmediatamente: "Dios mío, creo que es una de las peores cosas que he visto jamás...". Y, claro, ese es un pensamiento lo suficientemente rotundo como para renunciar a buscar posibles salvoconductos; coartadas que, simplemente, no existen en este vaciado narrativo casi nihilista. No hay guión en VANISHING..., ni trama, ni nada de nada; lo único que hay es un grupo de gente en una ciudad, y luego suenan como susurros superpuestos e ininteligibles, luego salen sombras... ¿qué quieren que les diga si es así? Bueno, los protagonistas salen corriendo para que no les alcancen las sombras; como es natural, cuando tropiezan con algún personaje secundario éste no tarda ni dos minutos en ser engullido por las sombras, lo que le dará al grupo protagonista la oportunidad de salir por patas y salvar el escabeche... Al final yo creo que (y me permito citar aquí "Niebla", la obra maestra de Miguel de Unamuno) los personajes se rebelan contra la mierda de guion que les han impuesto y dejan de correr.
-Oiga, señor Jaswinski ¿se puede saber de qué huimos?
-Errrrrrr... Es una amenaza. Seguid corriendo, cabrones...
-Escuche... Estoy cansado, me quedaré aquí...
-Pero entonces te cogerán las sombras, gilipollas...
-Que le den por el culo, no puede ser mucho peor que estar corriendo todo el santo día...
-¡Mierda!... Brad... Brad... Creo que tenemos que dejar de rodar... ¿Brad?...
Saludos desvanecidos.

Vanishing

sábado, 8 de octubre de 2011

Frases para la (post)modernidad



Sumergirnos en clara inmersión de lo absoluto no puede sino acarrearnos funestas consecuencias. No comprendo a los críticos con dobleces, más trillados y sobados que las propias películas a las que dan cera casi con piloto automático. Por un lado, uno de los argumentos estrella de la temporada se basa en que el cine de género, y más concretamente el que pudiera ser ciencia-ficción, terror o aventuras, ha perdido cualquier atisbo de mínima decencia al vender su alma al goloso diablo de la tecnología para maquillar con brocha gorda lo que su pírrico guión no puede lograr. Curioso y desesperante, porque las más que tibias declaraciones respecto a esa extrañísima película que fue presentada en Sitges el año pasado y que atendía al "originalísimo" título de MONSTERS, abundaban precisamente en lo contrario. ¿Dónde están los bichos?, clamaban al unísono esos popes intocables de la integridad intelectual. Su propio discurso se volvía contra ellos cuando una película, sin ser nada del otro mundo, conviene recordarlo, se atreve, osa, tiene la desfachatez de ampararse en un género para no mostrar frontalmente su verdadera propuesta, en las antípodas de lo convencional. MONSTERS no es una película de monstruos, sino un arrebatado poemita romántico que acepta consecuentemente su modesta posición global. De acuerdo, lo de los alienígenas gigantes se podía haber sustituido por... no sé, una epidemia pura y dura, y ya está, pero no me corresponde a mí decidirlo, sino a su guionista y director. Edwards, de corta e inevaluable carrera, nos larga un rollo acerca de unas criaturas a las que se ha tenido que aislar en cuarentena en México, cuando la chicha está en el iniciático viaje emprendido por un fotógrafo que ha de llevar sana y salva a la hija de su jefe desde la zona en cuarentena hasta Estados Unidos. No, claro que MONSTERS no es una gran película, pero yo me cuidaría mucho de destrozar un film que salta sin previo aviso desde su supuesta comercialidad para ensimismarse en esos grandes espacios que una vez albergaron a la civilización más avanzada del planeta y el uso que los inventores del capitalismo salvaje le dan para zafarse de un problema que son incapaces de controlar. Lo mejor: que nunca sabes hacia dónde va a seguir la narración. Lo peor: que, efectivamente, es bastante aburrida.
Saludos del monstruito.

Scary monsters

viernes, 7 de octubre de 2011

Serenidad alterada



Mucho más sereno que en los otros "cuentos", Rohmer cerró esta inestimable tetralogía con un punto y aparte, el de la madurez en tiempos de la movilidad continua; o, por decirlo con otras palabras, demostrar que la elegancia siempre es sutil, lo que queda meridianamente patente en esta divertidísima película que no es una comedia, tristísima película que no es un drama, bellísima película que no es un tratado de estética. Así las cosas ¿qué es entonces CONTE D'AUTOMNE? Complicado reducirlo en palabras, mejor en sensaciones. Y mejor dejarlo en un enfurruñado revuelto de equívocos, deseos, atracciones, rechazos y otras delicias en el tenue sol viticultor de la Provenza... ¡Ay, la Provenza! ¿Acaso hay un mejor sitio para enamorarse, desenamorarse, echarle la culpa a los demás de nuestras desgracias y aun así brindar con ellos por la cosecha? Todo en uno; todo cabe en esta magnífica y ágil película de marcado carácter otoñal, con menos saltos temporales que sus antecesoras, más comprimida y compacta, y con dos personalidades protagonistas tan contrapuestas como complementarias. Isabelle es dueña de una librería, está felizmente casada y no sabe absolutamente nada de las cosas del campo; exactamente al contrario que Magali, viuda y dueña de un pequeño viñedo, y que vive obsesionada con la calidad de sus vinos. Isabelle se propone encontrarle una pareja a Magali, por lo que recurrirá a los anuncios de contactos, pero a sus espaldas, lo que desembocará en una serie de malentendidos realmente jugosos y que no desvelaré aquí; mientras que Rosine, la supuesta novia del hijo de Magali, y que juega a tres bandas con quien fue su profesor de Filosofía, hará lo propio con dicho profesor, más por quitárselo de encima que por otra cosa. En el cine de Rohmer, el enredo no es cualquiera cosa, y menos en esta película de apariencia ligera que lanza sus dardos al sitio donde más duele, no tanto el desamor como la asunción de cómo la edad va, imperceptiblemente, haciendo sus propios prisioneros. Y termino de la misma forma que empecé, el pasado invierno, a reseñar esta serie, recomendándoles encarecidamente la maravillosa compilación de Cameo e invitándoles igualmente a que sigan disfrutando del trabajo de un maestro imperecedero, uno de los grandes nombres del cine de todos los tiempos. Una pasada, vamos...
Saludos temporales.

Autumn tales

jueves, 6 de octubre de 2011

Joyas escondidas



Los países ya no son lo que eran. Ni siquiera la actual República Checa es la antigua Checoslovaquia. Ni su cine, en el que apenas hay asomo de aquella poesía surrealista de hace cuarentaytantos años, sustituida por un amargo trasfondo realista que todo lo engulle con una sombra de desesperanza muy oscura. No son muchos los títulos relevantes que cada año nos llegan desde este país, y ni siquiera cobran relevancia los que han pasado triunfantemente por algún festival, lo que habla mal de las distribuidoras españolas y de los críticos obcecados (y asalariados) que a diario sufrimos por estos lugares. La que traigo hoy aquí, por ejemplo, fue nada menos que Concha de Oro en su momento, y puede que una de las más merecidas de los últimos años. Štěstí (ALGO PARECIDO A LA FELICIDAD) empieza titubeante, con esa pléyade de personajes inubicables que hacen cosas raras que aspiran a no ser raras. Lo que quiero decir es ese intento por mostrar personas que se resisten a ser alienadas y que son las más complicadas de plasmar en imágenes ficcionales sin caer en una especie de complacencia que consigue poner a salvo hasta los planteamientos más descabellados. Aquí es donde la ópera prima del joven director Bohdan Sláma sale triunfante: empieza por lo más complicado y solventa con maestría los escollos que su propio guión le va planteando, fundamentalmente en la construcción de personajes. Todo gira en torno de Tonik, atípico antiprotagonista, que se debate entre dos personalidades totalmente contrapuestas: la abnegada Monika, que sueña ilusamente con marcharse a América con su novio, y Dasha, que tiene dos hijos a los que es incapaz de cuidar debido a sus problemas psicológicos. Dasha será finalmente recluida en un sanatorio y Tonik se hará cargo de los dos niños con la inesperada ayuda de una desengañada Monika; todos vivirán esa aproximación a la felicidad en una vieja granja, propiedad de la huraña tía de Tonik. Ahora bien, no esperen estallidos de jolgorio bohemio en plan Kusturica, nada de eso. ALGO PARECIDO A LA FELICIDAD es un film durísimo, incluso un poco sádico, que recoloca constantemente a sus personajes al borde de sus anhelos sólo para arrebatárselo en el último instante. Si tienen la oportunidad de verla no se arrepentirán, es una de esas joyas escondidas que desgraciadamente no suelen tener una distribución acorde con su calidad. 
Algo parecido a un saludo.  

Smoke gets in your eyes

miércoles, 5 de octubre de 2011

Un Belén ideado



Tampoco había aparecido aún Guédiguian por aquí; hora de subsanarlo. Y como el director marsellés mantiene una serie de constantes perfectamente reconocibles a lo largo de su extensa obra, me gustaría recordar una de sus películas que, creo, intentó salirse de esa tangente autoconsciente, a veces demasiado pétrea. MON PÈRE EST INGÉNIEUR es puro Guédiguian, sí; pero también juega deliberadamente con una parte de sí mismo, la que inmediatamente asociamos a los ámbitos obreros marselleses (incluyan cualquier ciudad media europea/mediterránea), sus lugares comunes, sus santuarios, sus conflictos e intereses. Jugar, en este caso, es una especie de relumbrón romántico a lo Romeo y Julieta de barriada, con dos héroes subterráneos, Jérémie y Natacha, que en su juventud fueron universitarios idealistas, que estudiaron medicina y cuyas vidas tomaron dos sendas totalmente contrapuestas. Jérémie hizo una importante carrera internacional, mientras que Natacha se quedó en su barrio de siempre. Él vuelve, pero ella no es la misma, algo extraño le pasa.
En este batiburrillo social-psicológico y, claro, romántico, conocemos otras ocasiones en las que Robert Guédiguian ha salido inmenso, triunfante. Cito, por ejemplo, MARIUS ET JEANNETTE y, por supuesto, MARIE-JO ET SES DEUX AMOURS, la que creo sinceramente que es su mejor película. Aquí le infecta una especie de ensalmo "gabrielgarciamarquecista" que emborrona el estupendo y evocador prólogo y convierte su insufrible tramo final en una sucesión de tableaux vivants de lo menos estimulante. Una lástima, porque sus dos actores fetiche, Ariane Ascaride y (sobre todo) Jean-Pierre Darroussin, tienen una presencia más que digna, pero todo se va al traste con un realismo supuestamente mágico que provoca más carcajadas que ternura. Quizá por eso el último Guédiguian que ha aterrizado en nuestras pantallas nos resulte tan irreconocible.
Saludos de ingeniería.

Godless girl

martes, 4 de octubre de 2011

El sitio adecuado



El problema de una película como LONDON RIVER no proviene de su valor cinematográfico, que es mucho; ni siquiera de su mensaje moral, tan bienintencionado como necesario en estos tiempos tan deshumanizados. El problema de este film es, por extraño que pueda sonar, saber cuál es su lugar concreto, para no ir más allá de lo que puede ir y no crear malentendidos que, finalmente, irían en su perjuicio. Hablo del formato televisivo, del británico más concretamente; y es necesario porque la televisión británica lleva años impartiendo clases magistrales sobre esta dicotomía, cosa que aquí, en esta televisión tan lerda que sufrimos, somos incapaces de darnos por enterados. A su favor, LONDON RIVER tiene la honestidad con la que aborda un espinoso tema, el del espantoso atentado de Julio de 2005, trasladándolo de su inevitable cosmogonía, y posterior epifanía, a uno de los muchos aspectos derivados del mismo; en este caso, los prejuicios raciales. En lugar de sembrar la narración de lugares comunes, Bouchareb coloca a sus personajes en el sitio más inhóspito posible, para que los entendamos, para que evitemos juzgarlos con alevosía. Y los personajes (los actores) son lo mejor de una película que, a fuerza de ser correcta, arriesga menos de lo que podríamos suponer. Ella es una típica housewife británica, viuda, que vive en su preciosa y tranquila casita de la campiña; él acaba de llegar de África con su desgarbado y extraño aspecto, sólo chapurrea inglés y no conoce a nadie. Ambos han acudido desesperados al lugar de la tragedia porque sus hijos estaban allí y no saben nada de ellos desde entonces. Así, lo que podría haber quedado en un lacrimógeno relato de la tragedia se convierte en un cara a cara entre dos culturas totalmente contrapuestas, y sin embargo condenadas a entenderse. Pese, ya digo, a su irregularidad, LONDON RIVER se ve de un tirón sin mayores problemas, aparte de descubrirnos a una actriz prodigiosa (Brenda Blethyn) no achantarse ante esa figura cuasimítica y apabullante que es Sotiqui Kouyate. Algo podríamos aprender... en todos los sentidos.
Saludos fluviales.

Across the river Thames

lunes, 3 de octubre de 2011

Desubicación espacio-temporal



Hagan un poco de memoria. Tanto JUMANJI, como ROCKETEER, HIDALGO o THE WOLF MAN, todas dirigidas por un artesano tan obediente y trabajador como es Joe Johnston, podían hacer aguas por muchos sitios, pero solventaban la papeleta merced a una admirable dirección de actores muy de la vieja escuela. Buenos diálogos, escenas que se toman su tiempo y personajes que tienen su tiempo adecuado. Cine de género y cine comercial, no hay que darle más vueltas; entretenimiento para toda la familia, para quien le moleste lo que se salga del stablishment. Llega ahora CAPTAIN AMERICA: THE FIRST AVENGER para realizar dos misiones diferentes entre sí aunque complementarias. Primero, oxigenar en la medida de lo posible el género de superhéroes, que ha dado ya alguna muestra de preocupante ensimismamiento y, lo que es peor, una inexplicable homogeneidad visual, teniendo en cuenta lo mucho que se aprecia en el mundillo del cómic el sello de autor. Después y más complicado: servir como compuerta de embarque a ese superestelar acontecimiento que ha de ser THE AVENGERS, después de la irregularidad de los dos IRON MAN y el magníficamente shakesperiano THOR, al que tendrán (por desgracia) que lavarle la cara para que encaje sin asomo de extrañeza. Y este CAPTAIN AMERICA..., sin inventar nada, sin excesivo ruido, tiene sus cosas... malas y buenas; y el conjunto es una entretenida cinta de aventuras donde los fans se saben al dedillo cada paso a dar, así que qué mejor entorno que el nacimiento del superhéroe más carismático de la factoría Marvel (adoptada, eso sí, tras los años de la WWII). Y eso es lo que encontraremos, mucha acción, peleas, Red Skull (por fin un malo que da mal rollo de verdad) y un Capitán América que es todo lo veraz que podría ser, con todas las licencias posibles y esos guiños tan afectos a este tipo de cine (el escudo original, la amenaza nazi, el héroe convertido en atracción de feria, el padre de Tony Stark...). La ambientación está muy conseguida, pero sintiéndolo mucho no puedo creerme el despliegue de tecnología mostrado, porque es 1941 y porque en los comics originales esto no tenía cabida. Y aunque la traslación del personaje a nuestra época no tiene nada que ver con la que fue en su momento (infinitamente más original, con la muerte del aquí inédito Bucky y el Capi atrapado en un bloque de hielo en la Antártida), CAPTAIN AMERICA... es un film tan cumplidor como su propio protagonista, un sólido entretenimiento apto para todos los públicos siempre y cuando no deseen fastidiar haciendo demasiadas preguntas. Y esto es todo... de momento.
Saludos patriotas.

Flame on

domingo, 2 de octubre de 2011

Rincón del freak #39: Los 80 son nuestros... No nos los quitéis, payos...



El problema de THE A-TEAM es que no tiene ni puta gracia. Punto y final de la reseña...
Bueno, pongamos algo más, pero en esencia es eso, y tampoco hace falta comerse mucho la cabeza. Si hacemos un poquito de memoria (tampoco mucho, que todo el mundo conoce esto), la serie creada por Stephen J. Cannell y Frank Lupo contenía un 20% de acción y un 75% de humor basado en el carisma de sus protagonistas. El 5% restante salían chavalas con el pelo cardado y tejanos ajustados frente a la derretida mirada de Dirk Benedict. Así las cosas, lo que la Fox ha intentado colarnos es a Bradley Cooper como un Phoenix que ya no necesita ligar porque lo suyo vacon estos tiempos del "aquí te pillo, te mato y si te he visto no me acuerdo"; un M.A. que apenas se enfada, ni siquiera con Murdock, básicamente porque Murdock sólo sale un poquito por ahí detrás, dando saltitos; por último, el problema de darle el personaje de Hannibal Smith a Liam Neeson es que el actor irlandés carece de la maravillosa socarronería de George Peppard y lo deja todo en un ogro sumamente cerebral y, sí, sanguinario ¿Esto es El Equipo A...? Yo para mí que no, que es otra cosa; si acaso un espídico cruce entre A TODO GAS, TRANSPORTER y las noticias de la propia FOX, donde todo el mundo va con traje y pinganillo aunque esté en el desierto. No sé si me explico; lo que digo es que podía haberse llamado "Los Cruzados por la Democracia Global" o algo parecido, y a lo mejor funcionaba como blockbuster tipo kleenex, pero hacerle esto a una de las series que más y mejor renovó el género de aventuras... yo, por lo menos, no se lo perdono a esta gente. Muchos tiros (acuérdense de que en la serie no moría nadie), explosiones, conspiraciones de chichinabo y un guión raquítico hasta lo ridículo ¿Lo mejor?: sí, seres humanos, Jessica Biel...
Si se la pueden ahorrar, un trauma menos que sufren...
Saludos de fortuna.

Huddle formation

sábado, 1 de octubre de 2011

Lo contrario de lo normal




Veinte años antes de su "normalización", Truffaut rodaba JULES ET JIM, que no sé si es el summum del cahierismo más exacerbado pero desde luego que contiene un vaciado de imperantismo tan interesante como extrañamente imperecedero ¿Cómo si no explicar el vigor de unas imágenes destinadas, seguramente, a una fugacidad imperfecta? La misma que recorre de cabo a rabo este picassiano divertimento, a veces bohemio, a veces humanista, a veces esquizofrénico. Ahora bien, lo que sí creo imprescindible para entenderla esencialmente es ser uno mismo tan romántico como lo son esos tres ¿amigos? ¿amantes? ¿ninguna de las dos cosas? ¿las dos a la vez? Antes que un proustiano recorrido por los tiempos, los cambios, los estragos del tiempo y los placeres ocultos en los cambios de tiempo, Truffaut nos permite inmiscuirnos en la libertad romántica, una libertad que nos es insoportable hoy día, por lo que Jules, Jim y Catherine no son más que tres holgazanes inmaduros e hipócritas... ¿Es así, o simplemente nos escudamos en nuestra "normalidad" para rechazar lo que, rastreramente, hemos anhelado desde que nos dimos cuenta de que el reloj empezaba a dar las seis de la tarde? JULES ET JIM es cine, puro y descastado cine; y también es una declaración de intenciones incluso más potente que LOS 400 GOLPES, al menos lo es de una forma mucho más consciente. Y desde luego no podríamos entender a Eustache sin la torrencial verborrea de dos franceses y un alemán que se juran amor infinito, un amour fou esta vez sí, entre brindis mirándose a los ojos, carreras porque sí y paseos en bicicleta a ninguna parte. El amor es eso. Y la amistad. Al menos lo fue durante un tiempo. Ponerlo en imágenes no es sencillo, puede aparecer la sombra del ridículo en cualquier momento; nuestro fuerte y arraigado árbol de las convenciones nos mantiene frescos y saludables. Así es.
Saludos con mucho amor.

Jack

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!