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miércoles, 4 de diciembre de 2013
Mejores intenciones que resultados
SLASHERS podría haber sido la THE CABIN IN THE WOODS de serie Z de hace más de una década. La diferencia entre ambas, sin embargo, no responde necesariamente a una cuestión de presupuesto, sino a que la segunda es mucho más rompedora en lo que propone. Es ahora, con el impacto provocado por la cinta de Drew Goddard, cuando afloran algunos títulos semiolvidados del cine de terror/fantástico reciente que, de una manera u otra, han intentado darle la vuelta al siempre repetitivo y monótono discurso del "sangre sobre ideas". El comienzo es prometedor, con un inquietante concurso japonés donde todo es colorín y felicidad, y en el que un grupo de jóvenes (curiosamente, ninguno es japonés) se paseará por un destartalado superdecorado que parece no acabar nunca y por el que les perseguirán tres asesinos en serie. La gracia proviene tanto de no saber a ciencia cierta si se trata de actores convincentes que les van a dar el susto de sus vidas o si son tres asesinos reales; hecho éste convengamos que algo más inquietante. Además, sus atuendos y máscaras hacen referencia explícita a algunos de los "monstruos" más reconocibles del cine sangriento: El predicador loco con su cuchillo en forma de cruz, el mad doctor con unas gigantescas tijeras y, cómo no, un paleto con una sierra mecánica...
Ya hemos hablado anteriormente del canadiense Maurice Deveraux, de sus interesantes tramas y decepcionantes resultados formales; SLASHERS es una película muy simple que deja una gran cuestión en el aire para que venga alguien con más talento y la perfeccione: ¿Qué significado psicológico tiene que un montón de gente disfrute de verdad viendo cómo torturan y matan a otros? Si tuviésemos un concurso como éste, a lo mejor lo sabríamos...
Saludos.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Fin de trayecto, comienzos de un cineasta
Maurice Deveraux es una de las cabezas más visibles de cierto nuevo cine de horror canadiense, curiosamente apegado a las formas clásicas (setenteras y ochenteras en su mayoría) y con una querencia por los presupuestos casi inexistentes que obliga al director, y en este caso también guionista, a exprimirse el magín con esmero, algo a lo que desgraciadamente cada vez estamos menos acostumbrados, verbigracia de blockbusters hormonados y provenientes de Yanquilandia. Siendo honestos, éste es un cine de aficionados, de fans del género, rendidos ante los guiños y siempre benevolentes con sus muchas carencias. END OF THE LINE, que fue rodada con apenas 200.000$ y ganó el premio a mejor película del festival de cine fantástico de Austin, es un genuino ejercicio de tensión atmosférica en la que la extrañeza de no saber a ciencia cierta qué está ocurriendo y por qué supone su gran baza. Toda la acción transcurre en el interior de los túneles del metro, donde una muchacha viaja en un solitario vagón y es asaltada por un tipo; repentinamente, el tren se para y la situación empezará a enrarecerse. Así contado no parece muy original, pero sorprende la agilidad con la que Deveraux contrasta y da cabida a un generoso número de personajes, además de manejar con audacia los momentos de realidad y los de alucinación, sin que sepamos muy bien discernirlos. Es un film que contado pierde, porque lo que cuenta es lo de siempre, pero una vez vista su introducción, y tras un par de hábiles giros de guion, es una película que se pasa en un santiamén. Perfecta para atiborrarse de palomitas en una sesión doble dominical.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!