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martes, 6 de septiembre de 2022

El color tras la máscara


 

No sé si han visto WATCHMEN, la serie. No sé si la han visto, digo, o si esperaban, caso contrario, una especie de sucedáneo de la linotipia perpetrada por Zack Snyder. Nada de eso. WATCHMEN, la serie, es un artefacto tremendamente raro, capaz de adueñarse del espíritu de la obra de Moore pero sin profanar su cuerpo. Esto es: muy original, tanto que cuesta unos cinco episodios (de un total de nueve) darse uno cuenta de que, efectivamente, sigue en esa misma línea argumental. Y me basta ponerles en situación, con una acción que transcurre en la actualidad, donde Robert Redford es el presidente de los Estados Unidos, la policía ha de ir enmascarada, y las tensiones raciales se mezclan con el odio latente hacia los "vigilantes", que podrían ser un recuerdo... o no. E insisto, no es hasta pasados algunos episodios que el cuerpo de la obra original se adueña de la narración, pasando del policíaco a un fantástico retorno a los personajes originales, algunos más velados que otros, pero todos cohesionando el relato y fabricando un desenlace que dejará a los fans con una sonrisa cómplice. Es una serie arriesgada, comprometida, que no teme pisar su propio terreno, justo para no convertirse ni en un sobado homenaje, ni en una simple revisión oportunista. Es otra cosa, y es absolutamente magnífica... por si no la vieron, como es mi caso.
Saludos.

sábado, 11 de abril de 2020

45 rpm.



Una pena lo de VINYL, rozar la excelencia con los dedos, lograr la inmersión definitiva, el show televisivo mirando a los ojos al cine con mayúsculas. Incomprensible lo de HBO, porque VINYL no era un culebrón más, ni un remedo más; no era una serie más, porque iba directa a la mandíbula, a las entrañas. Así fue como indicó el camino nada menos que Martin Scorsese, con un episodio piloto de casi dos horas que es absolutamente histórico, probablemente lo más ambicioso que se ha visto en una cadena de televisión. Sí, es cierto que luego la serie mantiene el nivel a ráfagas, y que su desenlace no es todo lo grandioso que se podría esperar, pero tampoco le han dado tiempo a ampliar su fascinante universo de S, D's & R'n'R. Lo que uno espera es un fiel retrato de una época irrepetible, aquella en la que los sellos discográficos dominaban los designios de una industria con muchas luces, pero también con muchas sombras, repleta de excesos, traiciones, pasión y adicciones. Lo que obtiene es un genuino chute en vena, con cuidadísimas recreaciones de algunas actuaciones míticas (Bowie, Reed, Led Zeppelin o New York Dolls son algunos de los "momentos estelares"), al tiempo que nos sumergimos en las tripas de American Century, un sello ficticio pero de sobradas resonancias, donde el caótico Richie Finestra (soberbio Bobby Cannavale) intenta, junto a sus socios, reflotar un negocio al borde del colapso mediante una venta a un conocido sello alemán. Finestra es cualquier cosa menos convencional, adicto al polvo blanco, deambula como un Proust enloquecido en busca de su "magdalena", recuperar en algún garito esa esencia de finales de los cincuenta, cuando decidió dejar de ser barman y lanzarse al negocio de la música.
VINYL es un caleidoscopio de sensaciones, una montaña rusa sin final aparente, pero a la que se le privó de la posibilidad de haber desarrollado aún más su lisérgico punto de vista. Ya no podremos saberlo, pero sigue siendo una maravilla, y merece muchísimo la pena zambullirse en sus diez episodios...
Saludos.

jueves, 16 de enero de 2020

Parque temático 2



Acabo de terminar la segunda temporada de WESTWORLD, enterándome de que la tercera tiene inminente fecha de estreno en HBO, lo que me deja un par de sensaciones contrapuestas. Por un lado, la frescura que destilaba la primera temporada brilla aquí por su ausencia, y a Jonathan Nolan y agregados les cuesta una barbaridad hacer avanzar una historia basada en una miríada de referencias a la primera, pero que parece prepararnos para un apoteosis final. La traca existe, ciertamente, pero se reserva un último cartucho para recordarnos que no todo acaba aquí, y no sé cómo tomarlo, e incluso dudo mucho que me vaya a atrever a seguir indagando en algo que creo agotado, o a mí me lo parece. Desaparece la reflexión filosófica sobre la vida artificial, y en su lugar hay vueltas y más vueltas en torno a la posibilidad de que nada sea lo que parece, con el problema añadido de que las barreras entre el mundo virtual y el real desaparecen, y el rumbo de la narración se desnorta y se pierde entre datos que no aportan claridad, mientras los personajes aparecen y desaparecen sin previo aviso. No discuto la calidad técnica ni las de nuevo sobresalientes interpretaciones, pero me pregunto por el verdadero propósito de la serie, de la misma forma que el personaje interpretado por un soberbio Ed Harris parece ser, incluso en su intrínseca maldad amoral, el único con un poco de lucidez en un mundo que termina por semejar un mareante tiovivo.
No sé, ya veremos.
Saludos.

viernes, 7 de agosto de 2009

Niño malo

El cine americano espabila de vez en cuando y es capaz de centrarse en contar historias, algo que parece fácil a priori pero que requiere un mínimo de talento e intenciones, cosa no muy extendida en una industria más pendiente de la eficacia numérica que de volubles intentos artísticos. Pero lo cierto es que si ajustamos la mirilla, en esta década que está a punto de acabar, una década más bien olvidable en cualquier sentido, ha habido momentos espaciados en los que algunas obras "incómodas" han logrado estrenarse junto al interminable desfile de "eternos retornos de lo idéntico". Uno de estos títulos fue THE WOODSMAN, de la desconocida e inédita Nicole Kassell, autora asimismo del guión, aunque su argumento no sea tan original como pudiese parecer. Llama la atención el tremendo trabajo de Kevin Bacon, un actor que lleva un par de décadas intentando quitarse el sambenito de guaperas simpaticote a base de rechazar papeles e intentar seleccionar, algo que no debe ser fácil en su caso. Bien, pues el leñador al que hace referencia el título es un tipo que ha pasado doce años en la cárcel y que pone todo su empeño en dejar atrás su turbio pasado y empezar de cero. Para ello, se centra concienzudamente en su trabajo en una serrería y hasta entabla contacto con una compañera igual de escarmentada que él. El problema viene cuando conocemos el secreto que atormenta a este hombre, bien resuelto en cuanto que el director no elude mostrarlo como algo arcano, pues éste es el motor de la narración. Bacon pasó doce años en la cárcel por agredir sexualmente a una niña, y éste es un tabú demasiado fuerte incluso para la mujer que pretendía ser comprensiva. Este hombre está solo y lo seguirá estando, con una mancha que no se borra ni con el tiempo.
Me recordó vagamente a la maravillosa EL CEBO o a la también reciente THE PLEDGE, satélites todas de la magistral M, de Lang; sólo que aquí el malo no es malo, sino que lo fue, y pagó por ello, y por eso vive atormentado por su pasado y sabe que será imposible relacionarse sin que le aceche la sospecha. Le hubiese faltado algún elemento sobrecogedor o sorprendente para haber sido un grandísimo título, en cambio, no pasa de ser una buena historia con buenísimos intérpretes, que no es poco.
Saludos entre el serrín.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!