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miércoles, 29 de enero de 2025

Patria acrónima


 

Me solía gustar Derek Jarman. Su estilo suicida, confirmando la dificultad del discurso punk con evocaciones cultistas. El resultado, fascinante pero al borde de lo pedante; los enemigos aplaudiendo, los amigos cada vez más lejanos. Jarman fue un incomprendido autoconsciente, ingenuo y, por tanto, audaz. Un criminal en la corte de los bufones con piel de sapo; un chico emergido de los Ruislip, que amaba y odiaba con la misma cortesía que ahora nos obliga a invocarlo por exégesis plenipotenciaria. Por ejemplo, THE LAST OF ENGLAND, que ha quedado como un ruidoso palimsesto anarcobrero, que se cerraba con una jovencísima Tilda Swinton casándose con el príncipe Rustless y exudando su feminidad ideal en las fogatas que, llamativamente, Jarman reservaba para mendigos desnudos y bulímicos de col cruda. El amigo americano jodiendo a los dragones ebrios de IRA, y la Union Jack como telar improvisado de un último festín, molesto por las luces del nuevo día. Bengalas, chatarra, nada y tambores de guerra, o ciudades ardiendo por la gracia del fotograma anecdótico. La conclusión: Jarman es mejor cuanto más vacío se muestra.
Saludos.

jueves, 2 de septiembre de 2021

Párrafo animal


 

Parece poco menos que inevitable, que una personalidad tan árida e inabordable como la de Ludwig Wittgenstein, sólo pudiera encontrar acomodo biográfico en las desnudas composiciones de Derek Jarman; todo lo demás habría sido, en palabras del propio filósofo vienés, "pomposa charlatanería". Y aun así, qué humano este WITTGENSTEIN, y qué compasivo con quien nunca tuvo compasión, sobre todo por él mismo. En un juego particularmente especular, ese pensamiento derrotado de antemano, ensimismado por la delimitación pura del lenguaje, se humaniza en una sucesión de pseudo-sketches sobre fondo negro (¿para qué desviar la atención?), y logra la difícil tarea de alinearnos con el hombre que sufre su insoportable búsqueda de la perfección sin ataduras, desde que era un niño de ideas brillantes hasta que toda brillantez le horrorizaba. No sé si han leído el Tractatus (uno de esos buques legendarios), pero lo que más sigue asustando es la facilidad con la que Wittgenstein aborda lo que para el resto de la humanidad es un acto de nigromancia intelectual; tan cotidiano como si pudiera elevarse hacia el cielo o charlar sobre la inconveniencia filosófica con un marciano ("Sólo los ajenos a mí..."). En apenas 75 minutos, Jarman realiza un ajustado acercamiento a un hombre prácticamente sin obra, pero con un puñado de líneas que asesinaban el continuismo y la miopía académica. Y aun así, el final, particularmente hermoso, concluye la imposibilidad de vivir en ese mundo de perfección absoluta, como hielo resbaladizo, pues son las imperfecciones del terreno las que nos permiten no resbalar y seguir adelante...
Probablemente, la mejor película sobre un filósofo.
Saludos.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Una vida en compartimentos



CARAVAGGIO, "el Caravaggio" de Derek Jarman, es una película que ha quedado irremisiblemente antigua. A fuerza de querer ser moderna, rompedora, carismática, de imponer un lenguaje irreverente y anacrónico, cae en su propia trampa, y la debilidad de su discurso queda plasmado en una constante indefinición biográfica, que nos hubiese dado igual haber asistido a las ensoñaciones (bastante queer, por cierto) de un pintor barroco o a los desvaríos de un rockero galardonado con un subidón de anfetas. De todas formas, así era el cine de Jarman, y el que no lo sepa es mejor que se informe antes; era, fue, un cineasta demasiado consciente de sí mismo, de su circunstancia y militancia, como para ensayar cualquier otra cosa que no se ajustara a sus principios éticos y estéticos. Este CARAVAGGIO es, cómo decirlo... enternecedoramente subversivo, como ese amigo que lanza solitarias invectivas desde su habitual rincón de discordia, sin que nadie le preste mucha atención, por supuesto. Jarman ha sido mucho más llevadero cuando disparaba su surreal sentido del humor (el mejor ejemplo, en WITTGENSTEIN) y mezclaba los géneros con habilidad para conjugar su cóctel de irreverencia. Aquí se ve lastrado por una gravedad pictórica que, por ejemplo, el propio Caravaggio rehuyó en sus obras, capaces de plasmar lo terrible y lo jocoso con sencilla naturalidad. Tiene, es cierto, un puñado de interpretaciones interesantes, aunque en exceso estáticas; y junto a aquel olvidado Nigel Terry (sí, el Rey Arturo...), que falleció súbitamente en Abril de este mismo año, Jarman nos descubrió a dos actores muy diferentes entre sí, como el icónico Sean Bean y la portentosa y magnética Tilda Swinton, que iniciaba aquí una larga y fructífera colaboración con el cineasta. No aprenderán mucho sobre Caravaggio, ni sobre su arte, pero hay torsos masculinos lampiños por doquier, y manzanas, y curas con anillos, y camionetas...
Saludos.

martes, 27 de enero de 2009

La filosofía es divertida

¿Cómo abordar la inabordable figura de Ludwig Wittgenstein con un estilo sobrio a la par que ameno; surrealista al mismo tiempo que profundamente respetuoso con la obra y pensamiento del "mayor filósofo de la historia"? (nótese el entrecomillado).
Bien, pues Derek Jarman logró, a la inversa, lo que otros autores más sesudos han errado. A la inversa porque el peor mal del autor es la presunción de genialidad; porque he visto numerosas películas que hablaban de gilipolleces integrales haciéndose pasar por la octava maravilla. Así, lo de Jarman es prodigioso, al presentar los aspectos fundamentales de la teoría filosófica de Wittgenstein como si de un simple juego se tratase: el pensador dialoga consigo mismo, su alter ego juguetón y descreído, en este caso un marciano (genial) y se desespera al entrar en conflicto constante (lo lúdico y lo trascendental). Alrededor suyo, una pléyade de personajes no menos significativos: Bertrand Russell, al principio admirador y luego enemigo; Maynard Keynes, único y piadoso amigo del filósofo; Lady Ottoline, perversa devoradora y acentuadora de la homosexualidad de Wittgenstein, su reverso tenebroso. Todo ello en un escenario teatral, el que sirvió a Jarman para desarrollar su "fragmentarismo" en obras anteriores como CARAVAGGIO.
Derek Jarman, ferviente defensor de los derechos de los homosexuales, murió de Sida en 1994, sólo un año después de rodar, ya enfermo, esta lúcida y necesaria semisátira sobre el contradictorio mundo interior de una mente que aspiraba a solucionar todos los problemas humanos... Lo dijo el propio Wittgenstein en el Tractatus...
Saludos de un filósofo venido a menos.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!