lunes, 31 de diciembre de 2018

¿Sabor o textura?



Hay cosas que me resultan aún más inquietantes que descubrirme a mí mismo tecleando esto a apenas unas horas de despedir el año. Por ejemplo, darle vueltas al porqué de la necesidad de catalogar cada cosa que hacemos, lo que vemos o escuchamos, y el rechazo inmediato hacia lo incatalogable. UNDER THE SILVER LAKE es la película perfecta para continuar la senda de IT FOLLOWS, pero es una película que causa un rechazo inmediato y casi unánime ¿Por qué? ¿porque no se entiende? ¿Y qué hay que entender? Creo que David Robert Mitchell no es un gran narrador, ni tampoco intenta convencernos de ello, sin embargo posee un toque que lo separa de toda normalización, y por tanto de lo catalogable. Digamos que estamos ante una ensoñación, un relato lisérgico, una metáfora disfrazada de cine negro o simplemente ante el enésimo intento de trasladar el alma de James Joyce, su Ulises, a un cine más o menos convencional. Y aunque todos y cada uno de los motivos que aparecen en la película (y son muchos) me parecen fascinantes, ni siquiera he gastado un segundo en buscar correspondencias o explicaciones de andar por casa. No, prefiero quedarme con la magia de un cineasta que se sostiene sobre el mismo e inexplicable y abismal vacío narrativo que, por ejemplo, el Hitchcock de VERTIGO, que es de donde creo que viene la esencia de este galimatías tan seco y duro como en ocasiones emocionante y enternecedor. No sé, porque creo que me he reconciliado incluso con Andrew Garfield, un actor al que normalmente no soporto pero que aquí borda al protagonista, tan apasionado como desnortado, buscando a una chica que quizá ni siquiera llegó a conocer, y desmigajando todo el camino de baldosas amarillas, el que lleva desde el cartel de Hollywood (esencial fotograma) hasta un pequeño microcosmos de apartamentos con piscina en el medio. Aspiraciones, desengaños, apariencias, sueños y mentiras del mundo irreal que tantas veces nos han hecho pasar por ideal y anhelado. El protagonista no hace más que eso, buscarle una explicación coherente a todo para saberse seguro en un mundo que no entiende; la mayoría de gente que haya visto UNDER THE SILVER LAKE también lo seguirá haciendo un buen rato después de los títulos de crédito. Yo prefiero quedarme con la textura agradable de un regalo en formato visual de un director que posee un discurso propio y expansivo...
Y esto ha sido todo, al menos por este año. Que ustedes lo sigan disfrutando.
Saludos.

domingo, 30 de diciembre de 2018

Rincón del freak #336: Ni para ir al WC...



Sólo a un desafecto navideño se le ocurriría cerrar la sección dominical del presente curso con una cosa como LA MANSIÓN DE LAS SIETE MOMIAS. Archidiabólico título al que yo añadiría multitud de añadidos, como "Aventuras y desventuras de Blue Demon y Superzan contra (nada menos ¿eh?) el Diablo (con cuernos y todo), un magnate vestido de mariachi y una paralítica con frufrúnelrostro". No está mal, y además están las momias, que son más de siete y parecen los primos anémicos de los zombis lentorros de TWD. Y sale Manuel Palacios "Manolín", ignoto cómico mexicali, mezcla de Keaton y Mario Moreno, pero con un 0'1 de humor en las venas. En las mismísimas profundidades de la serie Z, el subgénero de los luchadores de lucha libre, ejerciendo como defensores castos y amilanados de jóvenes con escotazo y pamelón, fue toda una fiebre que les daba cierta ración de celuloide al pueblo llano y casi mesetero. Estas películas (por llamarlas de algún modo) solían introducir no pocos elementos esotéricos y típicos del cine de terror, por lo que estos tipos de sempiterna máscara podían subir al ring con Drácula, Frankenstein o el hombre lobo. Ésta es de las más infectas protagonizadas por un ya entradito en carnes Alejandro Muñoz Moreno y su compañero de fatigas, Alfonso Mora Veytia, que paseaban como si nada por las calles de Antigua Guatemala sin quitarse las máscaras ni para... En fin, ustedes saben...
Saludos.

sábado, 29 de diciembre de 2018

Una comedia comedida



La comedia es reírse de uno mismo, que es lo que debió pensar Joe Dante cuando decidió abordar, seis años después, la secuela del film que le catapultó a la fama en Hollywood. Dante siempre ha sido un extraño híbrido de autor y artesano, al que creo que le hubiese venido muy bien haber nacido un par de décadas más tarde, y cuya mirada deliciosamente subversiva era observada de reojo por los grandes estudios, que se resistían a dotarlo de mayor presupuesto. Así que GREMLINS 2: THE NEW BATCH es una película muy diferente a la original, ya sea porque el elemento sorpresa queda fulminado o porque Dante supo ver a estos incorregibles diablillos como el motor principal de la trama, en lugar de la excusa exótica. Es cierto que esta segunda parte es puro frenesí cinemático, y que el argumento prescinde ya de cualquier atisbo de originalidad, fiándolo todo a un continuo juego de metarreferencias tan irreverentes como Rambo, la saga de Alien e incluso los musicales de Broadway. Por meter, hay un papel hasta para el gran Robert Prosky haciendo del entrañable abuelo vampiro de Los Monster. Una locura sin pies ni cabeza, ideal para no pensar demasiado y sí observar lo que más merece la pena, como el impresionante trabajo de marionetas, impensable hoy día, y que marca las evidentes diferencias con el entretenimiento que se hace hoy día.
Intrascendentemente divertida.
Saludos.

viernes, 28 de diciembre de 2018

Dulce (anti)Navidad



Uno de los mayores iconos que nos ha dejado el cine de los 80 fue el ideado por las mentes inquietas de Steven Spielberg, Chris Columbus y Joe Dante, con el que sacudieron (literalmente) la cartelera navideña de 1984. El primero en tareas de producción, el segundo como guionista, y el tercero en la dirección, alumbraron a unos seres que desde entonces se han quedado en nuestro imaginario cinéfilo para siempre. GREMLINS transcurre en una pequeña y típica ciudad norteamericana, precisamente durante las Navidades, y arranca con el descubrimiento de un pequeño peluche viviente capaz de emitir sonidos y mostrarse pleno de empatía en una remota tienda de Chinatown. Gizmo es un Mogwai, una especie cuyo origen permanece en el más absoluto de los misterios, y al que hay que cuidar de una forma muy especial, porque la luz del sol es mortal para él, el agua le hace reproducirse como si fueran esporas y la comida después de medianoche los convierte en su reverso maligno. GREMLINS es pura diversión, un entretenimiento realizado con todo lujo de detalles técnicos, capaces de encubrir una trama enclenque y trillada hasta el límite. Quizá un pelín larga, exceptuando el esplendoroso descubrimiento inicial, después toca introducir a los personajes de carne y hueso sin que ello importe en exceso, sobre todo porque los verdaderos protagonistas son los Gremlins, y más concretamente los malos, que se apoderan de la película en su segunda mitad, desatando un caos de anarquía pura y dura que hoy en día nos resultaría imposible de encontrar en un producto de los designados como "para toda la familia". En mi opinión no ha perdido ni un gramo de todo el encanto que se le presupone a través de los años, y sus animaciones siguen siendo un alarde de imaginación y talento, por lo que me permito volver a recomendársela, y si es posible junto a los pequeños de la casa. Aunque, quien sabe, quizá no vuelvan a ver estas "entrañables fiestas" con los mismos ojos...
Saludos.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Clément de pleno #15



PARIS BRÛLE-T-IL? ha llegado hasta nuestros días como una obra desmesurada, adorablemente maniquea a veces, un monstruo en el que cabe casi todo, hasta un reparto de los más impresionantes que se recuerdan en una producción europea, y del que me reservo decir nombres por temor a estar aquí hasta mañana. Sin embargo, merece la pena revisarla con calma y detenimiento, porque René Clément nunca fue un obediente artesano al servicio de las productoras, y en las casi tres horas que dura el film hay multitud de joyas escondidas, y que el buen observador debe atribuir al talento creador de su director. Es, por raro que suene, una precursora directa del cine bélico de autor (sea eso lo que sea), que décadas más tarde ya nos resulta tan familiar, y hasta su guion modifica notablemente las intenciones de la novela en la que se basa. No olvidemos que este fue uno de los primero trabajos serios de un joven Francis Ford Coppola, y que a su lado estaba nada menos que el siempre controvertido Gore Vidal, que se cuidó mucho de no idealizar ni a los ocupantes nazis ni a los aliados, exponiendo con claridad las razones (e incluso las sinrazones) de sus actos. Es un clásico muy poco clásico, con escenas magistrales que se han copiado hasta la saciedad, como la del tren a Buchenwald, una banda sonora maravillosa a cargo del gran Maurice Jarre y un uso del archivo simplemente impagable. Merece la pena incluso cincuenta años después.
Saludos.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

O cinema ao lado #3



E AGORA? LEMBRA-ME es una película monumental. Tan pequeña que su valor es inmenso, y tan cálida y cercana que es, antes que una lección de cine, una lección de humildad para cineastas con ínfulas de creador. Porque lo que Joaquim Pinto propone es, simple y llanamente, que quienes no hemos tenido la fortuna de conocerlo en persona podamos estar un pasito más cerca de su titánica epopeya, que, cual mito de Sísifo, se desarrolla cada día sin interrupción. Pinto lucha contra el VIH y la Hepatitis C desde hace más de dos décadas, y junto a su inseparable compañero Nuno y sus perros nos narra su vida desde infinidad de ángulos. Están los tratamientos, los inacabables nombres de las medicinas experimentales, los hospitales. Pero también está la humanidad, la lucidez de quien es capaz de algo tan difícil como es contarnos con todo lujo de detalles cada dolor y padecimiento, del más pequeño al más grande. Y de repente, sin previo aviso, Pinto salta a otra acuarela, la que pertenece a su vasta experiencia cinematográfica, sobre todo como sonidista, junto a maestros como Monteiro, Oliveira o Techiné. Sus residencias, tan diferentes, de la quietud de las Azores al bullicio de Madrid. La dificultad de comprensión de su familia por ser homosexual. Y quizá estén pensando que esto lo han visto antes, pero es seguro que muy raramente lo habrán visto con tanta generosidad y humanidad, porque ésta es una película humana en puridad, y muy cuidadosa a la hora de mostrar según qué datos, por escabrosos que estos sean. Es, en definitiva, la obra a borbotones de quien necesita mostrarse y mostrarnos, hacernos partícipes de un cine y una vida en las antípodas de cualquier sensacionalismo, y eso, a día de hoy, es oro puro.
Obra maestra absoluta.
Saludos.

martes, 25 de diciembre de 2018

Opresión y maldad



UNDER THE SHADOW es un curioso film, no por su naturaleza, sino más bien por su procedencia, pues si bien encontramos un ejercicio de terror psicológico ultraclásico, muy en la línea de lo que se empezó a poner de moda a partir de los años setenta, llama la atención que sea una producción iraní, que además no elude en ningún momento temas tan escabrosos como el interminable conflicto con el vacino Irak o la dificultad añadida de las mujeres para abrirse paso en una sociedad emponzoñada por el integrismo radical. El arranque así lo atestigua, con su protagonista literalmente aplastada por dos circunstancias: la rotunda negativa de la Universidad para dejarla retomar sus estudios de medicina, que aparcó por su militancia política, y la marcha de su marido, que sí es médico, a algún punto indeterminado del conflicto, dejándola sola con su pequeña hija en un Teherán que de tanto en tanto tiembla bajo las bombas iraquíes. Es en uno de esos ataques cuando la vida de esta mujer da un vuelco, cuando un misil se incrusta, aunque sin explotar, en el piso de arriba y provoca la muerte de su inquilino, al que ella se ve incapaz de salvar la vida. A partir de ahí, el guion se enrosca en una espiral de desconfianza vecinal y sucesos extraños, percibidos por la pequeña; el edificio va desalojándose poco a poco, y apenas quedan ellas dos, quizá como un gesto de rabia y orgullo de una mujer de abierta mentalidad occidental, que no cree que ninguna presencia maligna se haya corporeizado en el destrozado piso de arriba. A medio camino de títulos tan reconocibles como POLTERGEIST o EL ENTE, UNDER THE SHADOW es una película modesta, sin grandes alardes técnicos y que administra sabiamente sus escasos momentos de terror puro, abogando más por la creación de una atmósfera opresiva, con metáforas tan potentes como el techo resquebrajado que la mujer se empeña en cerrar apenas con cinta adhesiva. Así, ese Irán queda retratado desde la íntima perspectiva de un edificio semiabandonado, reflejo de una sociedad inhabitable y desesperante.
Muy buen film de debut de un director al que merece la pena seguir la pista.
Saludos.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Cerdos y margaritas



Sostengo la firme opinión desde hace algún tiempo que Bryan Cranston necesita urgentemente cambiar de agente, o, en caso de que sea él personalmente quien elige las películas en las que va a trabajar, reconsidere seriamente su criterio de elección. Un buen exponente de esto es THE INFILTRATOR, una película correcta, tan correcta que es incapaz de transitar un solo camino que no hayamos visto anteriormente en pantalla. El film de Brad Furman ni siquiera saca tajada del jugoso texto del agente Robert Mazur, infiltrado durante años en los cárteles de la droga más peligrosos, adoptando la identidad de un prestigioso experto en finanzas, capaz de lavar grandes cantidades de dinero con éxito asegurado. En lugar de ello, vemos mucho Scorsese, De Palma, el último Ridley Scott, y cualquier título que les haya venido a la mente en cuanto les he detallado el argumento. Sin embargo hay una particularidad, y es que al señor Furman le han regalado a un intérprete mayúsculo para que lleve él solito la pesada carga de hacer creíble lo increíble y lo trillado. Cranston tiene el sello de los muy grandes, esos actores que casi siempre hacían de ellos mismos en pleno proceso de desdoblamiento, y su composición es milimétrica y repleta de matices; una joya que se ve menoscabada a cada instante por un casting que a mí personalmente, y sin dar nombres, me produjo pavor (esos actores españoles...), pero sobre todo por una construcción narrativa que no se entiende cómo necesita más de dos horas para no dar un solo giro de guion convincente. Ahora bien, y esto es lo mejor ¿es mala esta película? No, e incluso llega a ser recomendable ¿Y saben por qué? Efectivamente, merece la pena tragarse todo lo demás por deleitarse con una lección magistral de este señor. Una vez más, y una vez más en un título que no le hace justicia...
Saludos.

domingo, 23 de diciembre de 2018

Rincón del freak #335: La potencia sin control no sirve de nada



Es una pena encontrarte con una película de género, por episodios y que apenas sobrepasa la hora y media, y estar pendiente del reloj como si estuviésemos viendo un culebrón de los interminables. GERMAN ANGST es un curioso artefacto que se queda en lo curioso prácticamente desde el principio. Un proyecto a tres bandas, pero ideado por el joven director polaco Michal Kosakowski, que seguramente partía de una idea ambiciosa, empezando por poder trabajar junto a dos leyendas del ultragore teutón, como son Jörg Buttgereit y Andreas Marschall. Primero por lo conceptual de la premisa: "Tres historias de amor, muerte y sexo en Berlín". Que no suena nada mal, pero que se va diluyendo hasta dejar tres brochazos sin ningún tipo de hilo conductor entre ellos. El primero ya es algo, ya que Buttgereit hace de las suyas y entrega un sequísimo (no confundir con depurado) ejercicio de desmembramientos sin apenas más explicaciones que las correspondencias entre una cobaya y un ser humano. Lo hemos visto ya demasiadas veces. Algo más prometedor es el episodio central, con una pareja de sordomudos que se cuentan una vieja historia alrededor de un extraño medallón, que le salvó la vida a una campesina polaca del exterminio nazi. Daba para mucho más, porque lo que sigue es un torture porn en toda regla, con un final que además pretende ser incendiario por lo incorrecto, pero que queda bastante ridículo. Y al final, el segmento dirigido por Marschall, al que no ceso de recomendarle el centrarse en lo visual y dejar el resto en manos de un buen guionista. Una especie de mezcla entre el mito de la vagina dentata, un vistazo al Zweig de "Relato soñado" y mucho más de la estética de los videos de Rammstein... Mucha parafernalia para una historia raquítica en lo argumental. En definitiva, mucha viscera y pintura acrílica, pero nulo interés por parte de tres cineastas que si no han agotado su discurso, deben estar cerca de hacerlo.
Saludos.

sábado, 22 de diciembre de 2018

Morir la vida



No se puede mejorar a un narrador como Julian Barnes, no narrativamente al menos. Es lo primero que viene a la cabeza tras ver la adaptación de THE SENSE OF AN ENDING, tan sólo para constatar que efectivamente es una misión imposible tocar el hueso de una historia repleta de capas de significado. En manos del guionista Nick Payne y del director Ritesh Batra, el relato queda despojado de toda complejidad y se limita a almidonar con suma amabilidad lo qie apenas pugna por salirse de los márgenes del recuerdo sensorial de un hombre que enfila su última etapa vital. Es terrible confundir a Barnes como un escritor "generacional" (sea eso lo que sea), porque se perderían muchas de sus ricas texturas e interconexiones intelectuales, puede que en pos de algo mucho más simple, como lo descrito más arriba. Si nos olvidamos de la fuente original, sin embargo, puede que disfrutemos un film correctamente escrito y realizado, que se beneficia de la sutil interpretación del gran Jim Broadbent, y que transita del tiempo presente hacia el de los recuerdos con algo parecido a la sensibilidad. Sin ser intrascendente, se trata de una película menos hiriente de lo que debería ser, y quizá no vaya más allá de un visionado sin mayores complicaciones. Yo, como gran seguidor de la obra de Julian Barnes, la desmarcaría del texto y simplemente me dejaría llevar por una realización sin fisuras, aunque nunca se atreva del todo a echar un vistazo real al interior de alguien que atisba lo cercano que está el final.
Saludos.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Poesía o ensimismamiento



Lo dijimos. A un director que aún se está haciendo, lo peor que le puede pasar es que se lo crea antes de tiempo. Jeremy Saulnier ha demostrado con creces que es un cineasta poderoso, poseedor de un discurso propio y con un campo amplísimo por delante para ser una referencia imprescindible en los próximos años. HOLD THE DARK es, hasta el momento, su primer tropiezo, y lo es consigo mismo, o quizá con un guionista, su habitual Macon Blair, que parece incapaz de trasladar a la pantalla el verdadero espíritu de la novela original de William Giraldi. La historia, a medio camino de todo lo que propone, arranca admirablemente, con un experto en lobos que recibe la llamada desesperada de una mujer, en un remoto poblado de Alaska, cuyo hijo ha desaparecido, supuestamente, a manos de una manada de estos animales, que llevaban tiempo merodeando. Tras esta apertura, fantásticamente tenebrosa, el relato se dispersa incomprensiblemente hacia varios terrenos, sin que termine por adaptarse a ninguno en particular. Tenemos la figura del hombre que viene a dar caza a los lobos, pero que descubre un terrible secreto tras el escabroso suceso (un Jeffrey Wright que es, con mucho, lo mejor del film); la mujer, que desaparece misteriosamente al regreso del cazador; El marido, que llega tras servir como soldado en Oriente Medio; y el sheriff, que intenta esclarecer de una vez por todas qué está pasando exactamente. Lo que se propone Saulnier es difícil, un relato físico y etéreo a la vez, con todos los componentes del western clásico, pero salpicado de una baja frecuencia esotérica que, una vez acabada, no le sienta del todo bien. Hay varias situaciones de una inconexión alarmante, como si en lugar de elipsis estuviéramos ante un montaje cercenado por un ignorante del ritmo. Esto es letal para un narrador profundamente secuencial como Saulnier, al que se le nota que necesita tocar tierra constantemente y no perder de vista sus puntos de apoyo. Sin decidirse por tirar hacia el cuento de horror, el haiku trascendente o el thriller puramente físico, lo que queda es una historia infinitamente menos profunda de lo que está empeñada en parecer, y que nunca llega a la incontestable brutalidad de los dos anteriores títulos de su autor. Está más bellamente rodada y se permite menos licencias, pero a lo mejor resulta que Jeremy Saulnier no es este tipo de director, quién sabe. En mi opinión es un tropiezo, pero sigo manteniendo la fe en este señor.
Saludos.

jueves, 20 de diciembre de 2018

Clément de pleno #14



LES FÉLINS, de 1964, es una película de esas que parecen una cosa y luego son otra, o que simplemente buscan descolocar al espectador sin perder de vista que se trata de un puro entretenimiento. No conozco la novela de Day Keene en que está basada, pero, de ser fiel, estaría muy cerca de un puro pulp de los de toda la vida, sólo que aquí la mano de Clément estiliza las rugosidades y barniza con elegancia lo ponzoñoso de su trasfondo ético y moral, que es bastante cuestionable. De nuevo con Alain Delon, el film incorpora a dos estrellas americanas, nada menos que Lola Albright y Jane Fonda, en dos papeles tan esquivos y camaleónicos como el del propio Delon. El comienzo es trepidante, con un gangster que despliega a todos sus hombres para atrapar al tipo que ha seducido a su esposa, que termina en un albergue para pobres en la Costa Azul. Si todo esto les parece rebuscado, lo que sigue es casi surrealista, ya que en dicho albergue reparten comida una viuda millonaria y su prima, que se encaprichan al instante (cómo no) del recién llegado, hasta el punto de contratarlo como chófer. Él quiere pasar desapercibido y ellas quieren que se quede en su mansión, pero ambas mujeres resultan ser más maquiavélicas y retorcidas que sus perseguidores, que aún siguen buscándolo. Sé lo que piensan: Tarantino hubiese matado por un guion así. Y yo añado: y por tener a Delon y a Jane Fonda, y no les digo nada de la genial partitura del maestro Lalo Schifrin, que les recomiendo buscar sin más dilación. Es un film, ya digo, equívoco, que parece un thriller típico americano, luego un polar trepidante y termina mirando más a los terrenos de la intriga criminal pura y dura. Hay quien dice que aquí empezaba a notarse cierto cansancio y repetición en el cine de Clément, pero les invito a que sigan el monográfico hasta el final y comprueben que dicha afirmación no es nada certera.
Saludos.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

O cinema ao lado #2



JOHN FROM es, al menos hasta su mitad, una pequeña crónica de "nuestros pequeños amores adolescentes", que divaga desde el candor de Rohmer hasta cualquir sobremesa imbécil del canal Disney. No parece haber mucho en esos minutos, excepto unas actuaciones aceptables de sus dos jóvenes protagonistas, cuyos personajes, Rita y Sara, se aletargan en un verano prevacacional en una ciudad, un barrio y un edificio semivacíos todos. Así es hasta la llegada de un nuevo vecino, un hombre mayor que ellas y que llega con una niña pequeña, aunque no hay rastro de una posible madre. Así, Rita experimenta la incontrolable sensación del primer amor platónico, sin saber muy bien por qué, pero reconociendo que sólo eso la puede salvar de un tedio insoportable. Y todo se dispara cuando ve una exposición sobre la exótica Melanesia, precisamente fotografiada por su "misterioso" vecino, lo que dispara su estado perceptivo y la instala en una ensoñación que, definitivamente, se apodera de toda la narración, convirtiendo a JOHN FROM en otra película diferente, en la que se mezcla Gauguin con Derek Jarman, e incluso advertimos cierta y gozosa deriva del último cine portugués, y más concretamente el que enlaza una realidad anodina con una ficción que sublima y acontece sobre los sentidos, añadiendo capas de significación subjetiva. Es donde encontramos precisamente nombres como el mismo Joao Pedro Rodrigues o Miguel Gomes, y donde Nicolau viene llamando con fuerza, con un cine menos demoledor pero más sutil, si se quiere.
Otro nombre fundamental a seguir, sin duda.
Saludos.

martes, 18 de diciembre de 2018

Vidas privadas #6



Es cierto que esta"vida privada" llega con algo de retraso, la causa no ha sido otra que la dificultad de obtener una copia de LA VIE TRÈS PRIVÉE DE MONSIEUR SIM, que era con la que pensaba cerrar dicho trasunto de monográfico, hará ya un par de meses, si no más. Y, en fin, me encuentro ante una película indigesta, casi anómala, que no sabe si decidirse por la comedia generacional o el drama generacional, pero que tiene muy presente que el centro gravitatorio es dicho Monsieur Sim (como la tarjeta, se encarga de recordar), y más concretamente la tremenda crisis que arrastra, tras perder su matrimonio y su trabajo, y darse cuenta de que la depresión que ya le dura seis meses retroalimenta a un estado de soledad permanente. Aun así, el arranque es más cómico que otra cosa, y retrata a Sim como un tipo locuaz pero algo impertinente, que necesita hablar con quien sea con tal de no estar solo. Luego la cosa se complica, y entra en juego una historia paralela que le cuentan sobre un hombre que dejó todo atrás para adentrarse en el océano completamente solo, lo que le hará replantearse si su problema no es más que cobardía pura y dura. De nuevo el film se desliza a otro territorio, que se parece peligrosamente al planteamiento de Jarmusch en FLORES ROTAS, aunque el escarceo de juventud queda bastante patético, la verdad. La gran baza de la película, lo que no la permite hundirse con su desagradecido protagonista es un omnipresente Jean-Pierre Bacri, que por momentos, despojado de secundarios (es antológico su diálogo con la voz del GPS) logra la siempre difícil mixtura entre el tono cómico y el desgarro emocional. Ahora bien, teniendo en cuenta que el film se basa en una novela, y justo cuando alcanza su punto más alto, se sacan de la manga el susodicho final feliz, además sin ningún tipo de explicación plausible. A quienes hayan seguido la larga y espléndida carrera de Bacri como dramaturgo y guionista no se les escapará, igual que a mí, que mejor que hubiese metido la mano en el guion. Una pena.
Saludos.

lunes, 17 de diciembre de 2018

El regalo del maestro



Se murió Bernardo Bertolucci. Se murió uno de los directores más importantes de los últimos cincuenta años. Y huelga descolgarse con la rotunda filmografía del cineasta italiano, aunque son muchos los títulos que han ido apareciendo por aquí, como no podía ser de otra manera. Pienso que NOVECENTO no es su mejor película, pero sí la que con más acierto podríamos utilizar para representar el espíritu creativo de un hombre de fuertes ideales, pero de carácter siempre en constante búsqueda del equilibrio entre rigor y libertad. De libertad trataba este monumental fresco de cinco horas, que quizá sólo hubiera encontrado acomodo en estos tiempos como una miniserie, aunque quizá también le hubiese sentado bien atenuar por episodios sus excesos, que son muchos. NOVECENTO es la historia de Italia, al menos la que ocupa desde principios del siglo XX hasta la mitad, justo cuando una Italia adormecida se desperezaba de la pesadilla fascista tras el fin de la guerra. A través de la amistad de un señorito y un campesino que nacen el mismo día, Bertolucci traza una semblanza del país sin casi salir de los límites de las novecientas hectáreas de la finca de los Berlinghieri, en lo que termina siendo una de las metáforas más inteligentes y necesarias de aquel tiempo y aquel lugar, sobre todo viniendo de un director que hasta entonces parecía "conformarse" con militar entre modernos y revolucionarios. NOVECENTO es, antes que ninguna otra cosa, deliciosamente excesiva, y rigurosamente libérrima; con Gérard Depardieu y Robert de Niro (sí, un francés y un norteamericano) casi inventando sus roles sobre la marcha. Ellos son los niños que se enseñan inocentemente el miembro cuando su amistad pesa más que su abismal diferencia social; los jóvenes que comparten cama con una señorita sin saber muy bien qué hacer; los adultos que huyen del hogar familiar, aunque uno lo haga para vivir a todo trapo y el otro para evitar que lo maten; y los ancianos que seguirán peleándose a gorrazos por los campos, como niños, mientras el tren de la vida (hermosa metáfora) les pasa por encima. No tiene precio, por ejemplo, ver a dos colosos como Sterling Hayden y Burt Lancaster interpretando a los abuelos de los niños, ya enfrentados en una titánica lucha social; sí, como en un western de Hawks, pero uno con un bastón de marfil y el otro con una guadaña de siega. No tiene precio la lección magistral de fotografía del maestro Storaro, esplendorosa en los interminables planos exteriores y lúgubre en la decadencia de los interiores. O la hermosa e imperecedera partitura de otro maestro, Morricone, dejando perlas a lo Leone, que hay mucho Leone aquí también, por supuesto. Pero me quedo con la imperturbabilidad de la sensación que tuve la primera vez que vi esta maravillosa película, hará unos 25 años, y la experiencia de volver a visitarla. NOVECENTO es el pueblo levantándose contra el opresor a base de tirarle mierda de caballo, pero también es la mirada absorta de una familia hambrienta mientras untan un trozo de polenta por la espina de un arenque seco. Y es la imposibilidad de los ricos para hacer entender a los pobres que ese es su lugar natural, el de ambos, mientras los matones se enfundan en camisas negras y Europa empieza a verse justo encima de un abismo sobre el que es imposible mantenerse en pie.
Murió Bertolucci. Vean a Bertolucci. Esto es la Historia del Séptimo Arte...
Saludos.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Rincón del freak #334: Psicokinéticos de chichinabo



El tema ochentero se nos está yendo ya de las manos, hasta el punto de que proliferan como setas subproductos de nulo interés que sin embargo apuestan por irse tres décadas atrás de la forma más inexcusable que se pueda imaginar. Sí, con lo de STRANGER THINGS en la retina, de repente nos encontramos con memeces sin un gramo de originalidad u oficio, pero que nos quieren convencer de que las sobreactuaciones, los efectos especiales de teletienda y los guiones sin pies ni cabeza pueden ser un homenaje adecuado, cuando en realidad apenas enmascaran la incapacidad fílmica de sus perpetradores. Eso sí, la musiquilla con organitos vintage que no falte nunca, claro. En esa línea va THE MIND'S EYE, indisimulado homenaje a la magnífica SCANNERS, solo que lo que en David Cronenberg era un festín de economía de medios y guion inteligente, aquí es un arrastrar tremebundo y pellejudo, una gilipollez sin nada original que rescatar. Cuenta (a duras penas) una serie de experimentos (que no se sabe quién hace ni por qué) en los que se potencia la capacidad mental de unos individuos hasta límites insospechados, por lo que son capaces de mover objetos y manipular a la gente. Luego ya da todo igual, porque a las interpretaciones de saldo y los diálogos de jardín de infancia se le suma una ristra de gestos y muecas a cual más imbécil, que es con lo que nos dicen que estos tipos están en plena explosión de sus habilidades mentales, pero más bien parece que sufren de diarrea incontrolable. Lo juro. Una tontería que tenía potencial para haber sido más interesante, pero que es difícil de soportar duran una hora y media simplemente eterna.
Terrible.
Saludos.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Hormonas bajo control



THE EDGE OF SEVENTEEN es una película en constante lucha, consigo misma primero, por no sucumbir a los muchos (y comerciales) encantos de la comedia adolescente, pero también por no descarrilar hacia un terreno menos amable del que le corresponde, y que la podría haber convertido en una rareza que a muchos nos hubiera encantado comprobar de primera mano. Es una historia candente, con nervio, sobre una chica patológicamente inadaptada, cuyo inconformismo la excluye de los círculos de popularidad y la deja cada vez más aislada. Tras la traumática muerte del padre, que pasaba por ser la única persona que la entendía, sus dos únicos asideros son un profesor que la trata de igual a igual y la que es prácticamente su única amiga. Pero de nuevo su mundo se tambalea a partir del abrupto descubrimiento de la relación de dicha amiga con su hermano mayor, que provoca la ruptura de la amistad y una desorientación aún mayor. En la que es su primera película, Kelly Fremon demuestra poseer un pulso estimable que no deja naufragar a una historia sostenida por la estupenda actuación de la joven Hailee Steinfeld, que está muy por encima de la habitual planicie de este tipo de roles. Sin embargo, Fremon sabe perfectamente qué tipo de película está haciendo, así que se contiene, y no tira por lo escabroso ni por lo descocado; es decir, que se trata de una teen movie extrañamente circunspecta, que podría haber sido más importante pero augura varios futuros, como el de su protagonista y el de su directora, bastante interesantes. Esperaremos.
Saludos.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Un universo relegado



GEDO SENKI (CUENTOS DE TERRAMAR) fue una apuesta controvertida que el Studio Ghibli emprendió allá por 2006, y aunque el film ha ido ganando adeptos con los años, no falta un crítico que la coloque entre lo peor (para muchos sería un piropo) de la mítica factoría. Fue controvertida, entre otras cosas, por ser la puesta de largo de Goro Miyazaki, hijo del gran maestro, al que se le notaba la dificultad por desprenderse de su alargada sombra, al mismo tiempo que se las ingeniaba para facturar un producto reconocible a los ojos de los exigentes fans de la productora. Esto se torna un escollo salvado sólo en parte, pero que sin embargo le sirvió, un lustro después, para dar forma a la notable LA COLINA DE LAS AMAPOLAS, que traeremos más pronto que tarde. Hay un poco de Mononoke aquí, y también del castillo ambulante, Nausicaa y, por supuesto, Chihiro, solo que menos sorprendente y más rutinario, rozando incluso el homenaje involuntario a todos estos títulos. Una película con una trama previsible, trepidante en algunos momentos y monótona en bastantes más, merced a unos diálogos que se extienden sin revelar nada y una construcción de personajes, cuanto menos, previsible. No sé, es una película extraña, como una fiesta que se supone lujosa, pero de la que conocemos también la parte cutre. El argumento incluye dragones, magos, hechiceras malvadas y, cómo no, un mensaje pacifista y conciliador que es habitual en la marca, pero falta algo. Las escenas no se notan abigarradas, vivas, lo que le resta cine y la deja en una suerte de postales muy bien dibujadas, algunas espectaculares, pero con un estatismo preocupante. Yo la recomiendo por comparar, pero también porque puede ser el primer paso de un cineasta llamado a suplir una figura insustituible, y eso es historia viva, por supuesto.
Saludos.

jueves, 13 de diciembre de 2018

Clément de pleno #13



LE JOUR ET L'HEURE, de 1963, supuso un nuevo punto de vista sobre el tema más recurrente en la filmografía de René Clément, la Segunda Guerra Mundial. En este caso, centrado en la ocupación de París a cargo de los nazis y las complejidades del día a día de la población francesa, atrapada en una red mortal. El guion arranca con Teresa, una mujer que acude a un cementerio de la periferia para enterrar a su padre, pero es incapaz de regresar a París, ya que el ejército alemán ha blindado la ciudad para encontrar a los posibles supervivientes de unos aviones aliados que han sido derribados. Por casualidad, Teresa los encuentra y decide ayudarlos a escapar, aun a sabiendas de que podría costarle la vida. EL DÍA Y LA HORA no está entre los trabajos más inspirados de René Clément, quizá condicionado por un reparto más que improbable, ya que si bien Simone Signoret está estupenda dotando de matices a esa heroína de mediana edad, la réplica es casi un desastre, ya que corría a cargo de Stuart Whitman, un actor normalito y curtido en el western, y cuyos hieráticos recursos aplanan a su personaje hasta la intrascendencia. Es una película correctamente rodada, con algunas escenas interesantes de persecuciones, pero Clément ha filmado la guerra con mejor mano, antes e incluso después.
Saludos.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

O cinema ao lado #1



El pasado festival de Valladolid, atento siempre a las tendencias más interesantes del cine europeo, y como ya hiciese el de Sevilla hace unos años, desplegó un extenso mapa sobre la última cinematografía portuguesa, que pasa por ser una de las más originales y renovadoras del viejo continente. Espor ello que me parece de justicia, además de un placer, traer un título a la semana y comprobar de primera mano lo cerca y lo lejos que tenemos a ese país fascinante y único, con un sentido de la cultura en el que deberíamos mirarnos más a menudo. Y qué mejor para comenzarlo que una de las películas más importantes (y nos quedamos cortos), bellas, originales y emocionantes de los últimos años. Hablamos de O ORNITÓLOGO, maravilloso viaje de inclasificable melodía y texturas, a mitad de camino de Buñuel, Bergman o Manoel de Oliveira y, sobre todo, un soplo de aire fresco y desprejuiciado, que encuentra su sentido despojándose de cualquier solemnidad y desembocando en una hermosa lección, de vida tanto como de cine. Acompañamos a Fernando, un ornitólogo que disfruta en la soledad de los montes entre Galicia y Portugal (la bellísima región conocida como Trás-os-Montes) observando y tomando notas de la rica fauna. Fernando sufre un accidente y, dado por muerto, es rescatado por dos mujeres chinas que se habían perdido mientras hacían el camino de Santiago. A partir de ahí, es complicado intentar hilar una aproximación argumental que no se pierda entre la rotundidad formal de Rodrigues (excepcional documentalista) y la alegoría religiosa, con constantes referencias a la figura de San Antonio de Padua, considerado como "aquel santo naturalista, que predicaba tanto a hombres como a animales", y cuyo espíritu parece residir en algún rincón del propio Fernando, que aunque se confiesa ateo también tiene ese amor inmenso por la naturaleza, alejado de los vicios mundanos de los hombres.
Es una película que hay que ver, primero para descubrir una visión única, la de un cineasta sin miedo a despeñarse por caminos intransitados para obtener una voz propia, pero también para asistir de primera mano a un espectáculo visual que en ocasiones pasa de lo fantasmagórico a lo gozoso. Una obra, de hecho, que nos hace reencontrarnos con nosotros mismos, ahora que tanto lo necesitamos.
Saludos.

martes, 11 de diciembre de 2018

Un verano infernal



Soy de los que opinan que el milagro del cine griego es (junto, posiblemente, al rumano) lo mejor que le ha pasado al cine europeo en lo que llevamos de siglo. Igualmente, ya venía demandando algún cambio de registro significativo que operara el doble salto mortal de reinventar lo ya inventado. Y puede que el camino a seguir se encuentre, como suele suceder, en un título menor (vaya el adjetivo entrecomillado), porque en lo inesperado habita la sorpresa. SUNTAN (BRONCEADO, en español) arranca como muchas películas griegas lo hacen, impregnándonos de esas atmósferas de silencios y miradas, mostrando lo íntimo del campo abierto o con mínimos diálogos, puntuados por graves sentencias. Pero no va por ahí la cosa, ya que la intención de Argyris Papadimitropoulos (tras un lejano debut poco prometedor) consiste en la sobreexposición a varios niveles de su protagonista, un taciturno y apocado médico (excelente Makis Papadimitriou) que es destinado a una pequeña isla en pleno invierno, cuando ésta se encuentra casi deshabitada y sometida a la rutina más intrascendente. Sin embargo, la llegada del verano la convierte en un desatado hervidero de turistas, en su mayoría jóvenes, que buscan lo que la isla ofrece, desenfreno sin restricciones. Así, este hombre entabla amistad casual con un grupo de jóvenes de diversa procedencia, y su gris vida da un giro radical. Sin ser consciente de la insalvable distancia que le separa de ellos, se convierte casi en una mascota, un tipo excéntrico que imita un comportamiento que en nada le pertenece, pero que terminará por absorberlo destructivamente, mientras experimenta una obsesión enfermiza por una de ellos, que, como no podía ser de otra manera, no puede acabar bien. Es ahí donde el director remonta con brío el film, desenfocándolo de toda luminosidad y volviéndolo a incrustar en una vorágine final que roza el nihilismo, y que eleva un tono general que siempre tiende a la irregularidad.
En mi opinión, una sorpresa y la constatación de que el cine griego sigue gozando de una estupenda salud.
Saludos.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Elogio del hijo de puta



Recuerdo ver THE PLAYER en el cine el año de su estreno, estrenando apenas yo mi mayoría de edad. Por aquel entonces me fascinaba el cine de Robert Altman, aquel director que amaban en Europa y odiaban en América, y que por entonces, a comienzos de los noventa, no atravesaba su mejor época. Sin embargo, pese a los fracasos y errores personales, Altman siempre tuvo algo que fue lo que le mantuvo con vida y le permitió disfrutar de un tardío pero merecido éxito: el respeto y la admiración del gremio del cine. Por ello seguía teniendo a los mejores actores y actrices a su disposición, el mejor equipo y los mejores guiones. Altman podía permitirse planos secuencia de cinco minutos y localizaciones en casi cualquier lugar del planeta, y quizá sólo era porque, al fin y al cabo, "todos querían trabajar con Robert Altman". Y mucho de eso hay en THE PLAYER, aunque también hay mucho más, cómo no. Embutido en un dilema moral dosteivskiano, se nos cuenta el día a día de un reputado productor de Hollywood, que empieza a recibir cartas amenazadoras, supuestamente de un guionista al que rechazó en algún momento. Cuando cree haberlo identificado, urede un plan para tenerlo frente a frente y averiguar qué ocurre realmente, pero las cosas se desmandan y el guionista muere a manos del productor (y es sólo una de las múltiples metáforas metanarrativas que se desparraman por toda la película), por lo que seguidamente pasa a ser sospechoso. Tim Robbins encarna genialmente al tiburón frío y calculador, pero que no puede evitar, por ejemplo, conocer en persona a la pareja del hombre que acaba de asesinar y verse embarcado en una espiral de sucesos inexplicables. Su papel explica por sí solo a una industria, a la que Altman amaba y detestaba por igual, y sus actos la definen a la perfección: Hollywood como la fábrica de sueños por fuera, que se tornan en pesadillas cuando estás dentro. Y el guion, adaptado por Michael Tolkin sobre su propia obra, erige en protagonista al despreciable, indaga en sus motivaciones e incluso se permite compadecerlo cuando nadie más lo hace; y en su bilioso e inesperado desenlace, hay más verdad que en las noticias, que casi nunca nos permiten acceder al triunfo de un hijo de puta cualquiera, ni a los cadáveres que deja a su paso...
Magistral.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Rincón del freak #333: Los borrachos siempre iremos en el vagón de cola



Existe un "cine Vox". Sí, yo también hablando de Vox. Todo el mundo habla de Vox, y no me parece buena idea. El manual dice que a los hijos de puta hay que mantenerlos en el ostracismo, y yo soy de los que opinan que un machista, racista y xenófobo es un hijo de puta. Todos nos definimos por nuestras opiniones, por tanto, y por nuestras palabras, y por nuestros actos. El "cine Vox" es el que te engatusa diciéndote que la culpa es de otros, preferentemente mujeres y extranjeros (los extranjeros pobres, a poder ser), precisamente para descolgar una soflama proteccionista y anémica de virtudes reales, pero que sabe qué nervio tocar para lograr un curioso efecto, que viene a ser que nos sintamos solidarios sin sentirnos mal por tener a un ecuatoriano limpiando la piscina y a un senegalés vigilando el parking de la urbanización. Vox no sólo te convence de la idoneidad del estado del bienestar sostenido por la precariedad de otros, sino que le añade el feísmo, incongruente y desencajado, de que quien no comparta su ideología pueda acceder a según qué comodidades. Dicho esto, THE GIRL ON THE TRAIN es puro "cine Vox". Primero por la bajeza de su discurso moral, conectado por un lado al equívoco sexista y por otro a un victimismo preocupante; pero también por lo mal construida que está su trama, decididamente imbécil y de un puritanismo que asusta. Cualquier truco barato le sirve a Tate Taylor (lo avisábamos con aquello de las criadas) para hacernos creer que lo que nos cuenta es inteligente, mientras los personajes divagan, parlotean, lucen extrañamente desenfocados o directamente desaparecen sin dejar rastro. Y entre este chiste malo transmutado en mitin tuerto y gusanero, asoma el jeta a caballo, el pistolero cuñado y hasta el vocinglero carpetovetónico, que es lo que refrenda la idea de que los borrachos seguimos sin credibilidad y la gente aún huele a Varón Dandy... ¿O no?...
Saludos.

sábado, 8 de diciembre de 2018

De(s)troit



La música es un artefacto maravilloso, de maravillosas e interminables caras, como el cine, como todas las artes. Y es maravilloso indagar en esas caras, descubrir que no siempre sabemos el qué y mucho menos el porqué, o que no tenemos ni idea de cómo hemos llegado a descubrir qué ahora nos gusta lo que nos gusta, si no es buceando hasta el otro extremo, el que queda fijado como detonante, o lo que conocemos como "seminal". Que The Stooges sigue siendo un grupo esquinado para algunos, reverenciado para otros, o directamente desconocido para muchos es ampliamente explicado en GIMME DANGER, quizá no el mejor documental musical de la historia, pero desde luego sí un documental musical que debía ser hecho, y que incluso considero que llega algo tarde. Realizado por Jim Jarmusch en una indisimulada vertiente dual de director y absoluto fanático, lo mejor es su reivindicación constante de la crudeza del cuarteto de Detroit, la misma que descolocó al panorama musical de finales de los sesenta, que no tenía dónde ubicarlos. Ahora sabemos del imparable carisma de Iggy Pop, el martillo pilón de Scott Asheton o la guitarra, luego mil veces imitada, de su hermano Ron, autor de algunos de los riffs más desconcertantes del Rock. The Stooges fueron únicos porque no tocaban, explosionaban, y por ello son considerados como el referente más citado de precursores del punk, cuando este término ni siquiera existía. Jarmusch usa el montaje hábilmente, con frenética energía e intercalando multitud de guiños ajenos, pero que sirven para inmersionarnos en esos pocos años en los que el Rock sufrió una sacudida que aún perdura y de la que no deberíamos perder perspectiva. Porque como dice el propio Iggy Pop "No quiero ser glamouroso, ni pertenecer a la tele, ni a los medios, sólo hacer lo que quiero hacer"...
Saludos.

viernes, 7 de diciembre de 2018

La blanca doble



WHITE GIRL es una cosa, una sola. Una cosa de esas que vemos en cascada cada temporada, en la espiral de festivales independientes y estrenos fugaces, o el tipo de cine que ahora se hace llamar independiente, cuando se confunde independencia con premura revisionista. El debut en la dirección de Elizabeth Wood es uno de esos impactos menores, o explosiones controladas que sirven, si acaso, como impulsor de algunas carreras incipientes, necesitadas de oportunidades en el océano de las celebridades. Ahora bien, de ahí a otorgarle etiquetas innecesarias creo que media un mundo, y he leído algunas críticas que tiraban por el exhibicionismo de Larry Clark, cuando no tiene absolutamente nada que ver. Sin ser un gran fan del cine de Clark, sí considero que posee un discurso propio, que no inventa nada nuevo pero al menos retuerce las convenciones para indagar en las entrañas del stablishment. WHITE GIRL, en cambio, es una historietilla, un pequeño relato que Carver podría haber elevado a elegía urbana, pero que adolece de no saber cómo resolver la inane e inocua peripecia de una chica de Oklahoma que se ve envuelta en toda clase de historias escabrosas cuando se muda a Nueva York para proseguir sus estudios universitarios. Con bastantes pocas luces, su vida transcurre entre fiestas, drogas y sexo, con la magnífica ocurrencia de liarse con un dealer de poca monta, y luego tener que ingeniárselas para sacarlo de la cárcel, imaginen cómo. Aun así, el film tiene puntos interesantes, un metraje adecuado y la posibilidad de ver a una actriz, Morgan Saylor, intentando desprenderse precozmente de la peligrosa etiqueta de "actriz adolescente", que le pesaba desde su lamentable actuación en la serie "Homeland".
No sorprende ni escandaliza, pero se ve sin mayores sobresaltos.
Saludos.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Clément de pleno #12



Fiel a su ritmo de trabajo, René Clément volvió a Italia para emprender una curiosa coproducción, en la que un tono más cómico le permitía narrar la controvertida situación de los anarquistas a principios del siglo XX. CHE GIOIA VIVERE presentaba a un joven, Ulises (de nuevo Alain Delon, pero en un registro diametralmente distinto), que intentaba abrirse paso en la vida tras licenciarse en el ejército. Ulises es el paradigma del liberal en ciernes, con ganas de medrar pero pocos ideales, lo que queda de manifiesto cuando se enamora de una chica que resulta ser hija de un empresario anarquista. Ulises quiere caerle bien al padre, por lo que ensaya una torpe mueca pretendidamente idealista, que no hará más que traerle problemas continuos, mientras que descubre que la chica es cualquier cosa menos idealista, y que sus intenciones resecto a él son más bien conservadoras y tradicionales. Muy en la línea de la comedia italiana que triunfaba en aquella época, QUÉ ALEGRÍA VIVIR se erige como una excusa perfecta para criticar la amalgama de actitudes y presencias de una época convulsa en un país que iba gestando el huevo del fascismo casi sin sospecharlo. Clément aporta su sagacidad y oficio, y cromometra a sus persomajes para que sea ellos quienes acaparen el protagonismo. Un film, si se quiere, que no alcanza la maestría de sus obras mayores, pero que aún mantiene vigente su discurso y que, por ejemplo, estuvo nominado a la Palma de Oro en Cannes.
Saludos.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Llamando al terror



Es una pena lo de PYEWACKET, uno de esos films de terror pretendidamente originales que se queda en algo insustancial por culpa de una realización insuficiente. Esto da una idea de lo importante que es el talento del director para dar forma a lo que, de otro modo, no sería más que una sinopsis atractiva para atraer a incautos y fanáticos del género. El género en este caso es el de terror, y más concretamente el que comprende rituales satánicos, brujería y demás. La historia arranca presentando a Leah, una joven que vive con su madre, que intenta superar la pérdida de su marido; madre e hija no se llevan bien, y la situación se torna insostenible cuando Leah recibe la noticia de que se van a mudar a una apartada , lo que la alejará mucho más de su entorno y amigos. La chica, aficionada a los libros de ocultismo, emprenderá una peligrosa acción por su cuenta: invocar a un ente (no queda claro si es una bruja o un demonio) para que acabe con su madre y así quedar libre por completo. No será hasta pasados unos días que se dará cuenta del error que ha cometido, pero es demasiado tarde para enmendarlo y sus consecuencias será terroríficas. Y todo esto, así contado, puede resultar estimulante o convencional, pero, aunque el film se toma en serio a sí mismo y no cae en la parodia involuntaria, es incapaz de ofrecer un solo momento genuino, y su supuesta atmósfera de insalubridad está apenas compuesta de una amalgama de clichés que hemos visto mejor ejecutados.
Se ve en un día aburrido como hoy, se olvida fácilmente y a otra cosa, no da para más.
Saludos.

martes, 4 de diciembre de 2018

,,, Subvencione a un androide...



MORGAN fue una película que se estrenó hace un par de años y que curiosamente pasó desapercibida, habida cuenta de su portentoso elenco e interesante premisa argumental. Ella sola se encarga, hora y media después, de despejar cualquier duda. Un film con Paul Giamatti, Toby Jones, Jennifer Jason Leigh o Brian Cox (aunque en un pequeño papel) es difícil de estropear; y si a ello le añadimos la presencia de nuevos valores emergentes como Kate Mara, Rose Leslie o la estupenda Anya Taylor-Joy, es aún más inexplicable su batacazo. Sin embargo, es a la producción donde debemos mirar, puesto que Scott Free, la productora de Ridley Scott, se encuentra en los créditos, y bien parece que el guion del ignoto Seth W. Owen (me entero que también actor) no tuviese otro destino posible que recaer en las manos del novísimo Luke, hijísimo de Ridley y debutante tras un montón de cortos y curiosos spin off de encargo paternal. Esta historia de androides ambiguos y mortíferos, inteligencias (aunque esto está por demostrarse) artificiales infranqueables y todo tipo de profesionales bien formados para ... para lo que sea, la hemos visto más veces y mucho mejor contada. Sin ir más lejos, yo pondría en la batidora la reciente EX MACHINA, la no tan reciente NIKITA y unas gotas de BLADE RUNNER, para poner en contexto lo que sin embargo no es más que una amalgama corrientucha de lugares comunes que se hace pesada e intragable pese a su corta duración.
Se ve sin mayores sobresaltos.
Saludos.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Historia de dos estrellas



El 27 de Diciembre, fallecía la actriz y escritora Carrie Fisher. Sólo un día después lo hacía Debbie Reynolds. Ambas, hija y madre, son el sustento y el alma de BRIGHT LIGHTS: STARRING CARRIE FISHER AND DEBBIE REYNOLDS, un documental de la HBO que en un principio pretendía rendir homenaje a dos mujeres que se odiaban tanto como se amaban, tan diferentes entre sí que suponían su perfecto complemento y el sostén para sobrevivir a una vida más parecida a una montaña rusa que a cualquier cosa llamada normalidad. Reynolds no podía viviur sin los focos ni el aplauso del público, Fisher nunca estuvo cómoda como mera actriz, y su meta se centraba más en la creación. El documental recoge un día a día insólito, el de una madre y una hija que podrían ser vecinas, amigas e incluso amantes; y todo queda salpicado por un pasado menos glamouroso de lo que podría parecer, con la espantada de Eddie Fisher, aquel cantante alcohólico y mujeriego, que fue el padre de los dos hijos de Reynolds, o el posterior matrimonio con un supuesto millonario, que resultó ser un ludópata arruinado que se fundió toda la fortuna de la actriz, que a partir de ahí inició su declive profesional. Un film honesto, que ya es mucho, que enfoca las heridas, pero sin querer hacer sangre, y que es una modesta sorpresa en el mundillo de los documentales supuestamente hagiográficos, convirtiéndose casi por sorpresa en otra cosa más profunda, quizá la vida y nada más...
Saludos.

domingo, 2 de diciembre de 2018

Rincón del freak #332: Subvencione a un karateka



La de hoy es de traca, y la cuento en plan sinopsis o no van a creerme. Porque resulta que hay dos grandes karatekas que se rebelan ante su cruel maestro, por lo que son castigados de forma terrible, que no es otra que la amputación de los brazos a uno y de las piernas al otro... Y, oye, así contada puede ser hasta interesante, pero es que esto es un despropósito de los inenarrables. El artefacto atiende al título de TIAN CAN DI QUE, que en taiwanés significa LOS MAESTROS TULLIDOS... (sí, sí)... Los dos impedidos serán rescatados de una muerte segura por otro maestro, que los entrenará con ahínco para que no sólo no pierdan sus facultades luchadoras, sino que puedan potenciarlas mucho más de lo que nunca hubieran imaginado. El manco maneja nunchakus y el cojo usa la técnica del rodapié, y juntos forman un tándem invencible y dispuesto a vengar cualquier entuerto, aunque no estoy seguro de que salieran tuertos, claro. Una de esas infectas series Z orientales de finales de los setenta, con un guion sin pies ni cabeza (no es un chiste fácil) y unas interpretaciones que cualquier mandril entrenado podría superar sin esfuerzo. Está en YouTube, por si quieren echarle un vistazo y comprobar los recovecos abismales de la creatividad humana...
Saludos.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Cuando la imaginación se desborda



Me gusta recuperar de vez en cuando algunos títulos que me parecen imprescindibles, pero que se quedan sepultados, por diferentes razones, en el proceloso mar de la memoria colectiva de manera injusta. Y no se me ocurre otro mejor para ilustrar esto que GANDAHAR, LES ANNÉES LUMIÈRE, maravillosa obra del gran René Laloux, cuyo estilo en la animación ha sido imitado hasta la saciedad, pero lo que nadie ha logrado copiar (seguramente porque es imposible) es su tremenda carga filosófica e intelectual, lo que valida sus muchas licencias técnicas de sobra. Valga apuntar el detalle de que un tal Isaac Asimov firmó el guion junto a Raphael Cluzel y el propio Laloux, adaptando la novela original de Jean-Pierre Andrevon. La historia, de una originalidad apabullante, nos remitía a un apacible planeta llamado Gandahar, que sin previo aviso se ve invadido por unos misteriosos hombres de metal, que convierten en piedra a todo ser vivo. Alertados por el suceso, los gobernantes deciden enviar a un bravo guerrero más allá del océano circundante, sospechando que de allí procede la amenaza. El guerrero es atacado y detiene su vuelo en una tierra inexplorada, donde sus habitantes son antiguos humanoides, afectados de terribles mutaciones, pero que le acogen pacíficamente, puesto que conocen el origen de su preocupación, un monstruo amorfo y gigantesco que habita en las profundidades y cuyo nombre es Metamorphe. Un ser indescifrable, que posee el dominio del tiempo, y por lo tanto conoce tanto el pasado como el destino de los hombres, y que intenta convencer al guerrero de que éste ya está escrito, y por lo tanto su misión carece de sentido. Laloux enarbola un discurso que desborda lo meramente ficcional y fantástico, y se adentra en regiones más profundas, que reflexionan acerca del sentido mismo de la existencia, mientras asistimos a un interminable festín de seres y paisajes totalmente alucinantes, habituales de su increíble imaginario. Una película que cumple en estos días nada menos que treinta años y que presenta otra interesante reflexión acerca de la ingente cantidad de producciones animadas que tenemos ahora mismo, de una factura técnica irreprochable, pero tan vacías en cuanto a contenido esencial...
Impresionante.
Saludos.

viernes, 30 de noviembre de 2018

De teen movies conscientes



¿Se acuerdan de YOUNG SHERLOCK HOLMES? Efectivamente, aquella película que aquí conocimos como EL SECRETO DE LA PIRÁMIDE, y que gozó de cierta popularidad como un "genuino producto de la factoría Amblin", lo que por entonces venía a ser todo un marchamo de calidad y entretenimiento. Que ya no se hacen películas así es algo que atestigua rotundamente este film, que no renuncia a la calidad dramática por el mero fuego de artificio, y que además supone un paso adelante en el universo creado por Conan Doyle, ya que la historia, escrita por Chris Columbus, es totalmente original, ya que el escritor británico nunca se refirió a la juventud del detective, y mucho menos elucubró un posible encuentro juvenil entre él y Watson. Y, sin embargo, es encomiable el respetuoso talante del guionista con dicho universo, por lo que el film podría ser considerado casi como una rarísima excepción de precuela tardía y ajena. Dirigía el siempre solvente Barry Levinson, que aporta rigor y profesionalidad, pero la sombra de Steven Spielberg planea por todo el metraje, especialmente en las escenas de la secta de la pirámide, que remiten directamente a aquel maravilloso "templo maldito". En definitiva, un entretenimiento de súper lujo, para toda la familia y que se ve con la inocente mirada de un chaval que de repente flipa en colores con el descubrimiento de un héroe inmortal y diferente, y eso no tiene precio. Además, viéndola se entiende un poco mejor de dónde salió todo aquello de Harry Potter... ¿a que sí?...
Saludos.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Clément de pleno #11



Vaya por delante que nunca he ocultado la fascinación que me produce la novela de Patricia Highsmith en la que está basada PLEIN SOLEIL, por lo que me es difícil dirigir un dictamen más o menos imparcial o desapasionado. Mantengo fervientemente (y ahora más que nunca) que esta historia sería inmediatamente censurada hoy día, dado su continuado descenso hacia la ambigüedad más absoluta, de una amoralidad que no resistiría el juicio pacato de los guardianes de una moral que actualmente me da más miedo que este espeluznante retrato de la mente superior, constantemente trabajando a varios niveles y, como suele ser habitual, inclinándose hacia el mal por una cuestión de convicción intrínseca. Muy acertadamente, Clément prescinde de explicaciones superfluas y nos incrusta en la narración sobre la marcha, acompañando al pijísimo Philip Greenleaf mientras se gasta la fortuna de papá en interminables fiestas por toda Europa; y, por otra parte, al inclasificable Tom Ripley, un amigo de menor extracción social, enviado por el padre de Greenleaf para que le convenza de volver. En lugar de eso, Ripley maquina un plan maestro, un crimen perfectamente orquestado para eliminar a Greenleaf, hacer creer a todo el mundo que sólo está desaparecido y suplantar su identidad, hasta el punto de mimetizarse por completo. Asimismo, el film es un prodigio de complejidad narrativa, y logro rastrear sin dificultad gran parte de las claves de un cine rupturista en lo semántico, pero sin renunciar a un desarrollo narrativo clásico, que no suma al espectador en una confusión innecesaria. Luego está un inmenso Alain Delon, uno de los pocos actores capaces de lograr, en la misma escena, que quieras asesinarlo a golpes y tener sexo salvaje (eso es la ambigüedad). Delon, omnipresente, es la figura esencial en este magistral tratado sobre las profundidades de la mente, pero también del rencor, la venganza helada o el irresistible poder de la manipulación. Por si fuera poco, está la rotunda fotografía de Henri Decae, especialmente en las bellísimas escenas rodadas en el mar, que se han convertido en un referente cinéfilo, o la maravillosa partitura de Nino Rota, que enfatiza acertadamente la malsana atmósfera recreada por un René Clément que, apenas iniciada la década de los sesenta, se erigía como un nombre fundamental para comprender las grandes transformaciones que el cine europeo venía mostrando.
Obra maestra absoluta.
Saludos.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

El sueño de la moral produce (anti)héroes



El debut en la dirección del también actor y cortometrajista Zoe Berriatúa, auspiciado por la maquinaria de Álex de la Iglesia, es un artefacto lo suficientemente atípico e inusual en nuestro cine como para que le prestemos algo de atención. LOS HÉROES DEL MAL es un film inclasificable, pero reconocible; irregular, pero atrevido. En mi opinión supone más un modelo de ensayo que una certeza inconmovible; y también un camino a explorar, más que un atendido refinamiento. La historia comienza con la presentación, algo atropellada, de los tres protagonistas, unos inadaptados que ya en el primer día de clase acumulan todo tipo de problemas. Una mezcla de venganza, ira y algo de sorda perfidia son los cimientos de una amistad aparentemente inquebrantable, que les convertirá en una especie de alianza digamos que solapadamente anarquistona, dispuesta a romper reglas y abandonarse a la libertad que el resto de la sociedad les niega a diario. Berriatúa intenta invocar un complicado maridaje entre el realismo y la ensoñación, por lo que en muchos momentos el film camina por la difusa línea que separa el ridículo de lo epatante, creando una historia que simplemente "hay que creerse", y que precisamente por eso resulta a veces tan difícil de creer. La película no es mala, está repleta de buenas intenciones y resoluciones formales más que arriesgadas, pero a este prometedor director le hace falta una historia menos dispersa, que le permita poner en marcha dispositivos de manera menos apresurada. Mientras escribo estas líneas se está estrenando su segundo film, del que hablaremos cuando lo veamos.
Saludos.

martes, 27 de noviembre de 2018

Nuestro horrible anecdotario



En la realidad están todas las ficciones. En esa contradictoria sentencia podríamos encontrar el verdadero ser de una película tan incómoda, intensa e indescifrable como LES DÉMONS, que trata, por decir algo, sobre cómo nuestra cotidianidad se asienta y está formada de un indisoluble sustrato de pequeños amores y grandes terrores. Miedos y placeres, como nos viene recordando David Lynch desde hace tiempo, aunque el discurso de Philippe Lesage, cimentado en una notable trayectoria como documentalista, tome por otros derroteros, y más concretamente por el de la observación minuciosa de las conductas humanas, de sus porqués y sus sinrazones, de lo que es estar vivo día a día sin más. En ese terreno, lo inesperado parece acechar tras cualquier rincón y en cualquier momento, y lo inesperado es lo normal en el mundo y la mirada infantil, no como nosotros la interpretamos, sino como realmente es. Se habla de muchas cosas para terminar hablando de una sola, pero lo que sí sabemos es que la única complicidad la encontraremos en la interroganye mirada de Felix, un chaval para el que todo es nuevo cada día. Pero no hay que llevarse a equívocos, no seguiremos a Felix como un niño desvalido y casi marginado por sus seres queridos, porque luego comprobaremos que no es así; tampoco sobre qué diablos pinta su padre en la casa de su mejor amigo mientras él duerme, ni de qué habla con la madre de su amigo; ni siquiera sobre la crisis matrimonial de sus propios padres, plasmada en un magnífico plano secuencia. No iremos más allá en los inocentes escarceos homosexuales, ni en el sentimiento de culpa, ni en los terrores nocturnos, ni en la incontenible crueldad infantil. Todo ello no hace más que prepararnos para el insoportable punto en suspenso, en el que el horror aparece sin que se nos permita verlo. A partir de ahí, como siempre ocurre, todo volverá a la normalidad. Y los niños crecerán...
Magnífica.
Saludos.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Amarga canción de cuna



LES INNOCENTES es una película bellamente rodada pero que trata sobre un asunto repugnante, la violación sistemática a la que se veían sometidas las monjas de un convento polaco por las tropas soviéticas, una vez acabó la Segunda Guerra Mundial y Polonia se convirtió en un caos ingobernable y, nunca mejor dicho, dejado de la mano de dios. El hecho central es lo suficientemente importante y doloroso como para arrojar un poco de luz cinematográfica sobre ello, pero hay un problema insoslayable en el film en sí, pese a sus muchos aciertos y virtudes. La cineasta Anne Fontaine (con una carrera que abarca ya dos décadas) no encuentra el punto justo entre la denuncia vesánica, el aparentemente apacible interior del convento y la siempre temible tendencia a irse a unos exteriores cuya belleza formal no aportan gran cosa al desarrollo de un argumento que se diluye justo en los instantes más poderosos de la narración. La sensación es de que se ha intentado hacer una película honesta y comprometida, pero que la forma de llegar a ello no ha terminado de lograrlo. Y es extraño, porque el elenco femenino está francamente bien, destacando a las actrices polacas que interpretan a las monjas, pero, y quizá sea cosa mía, el regusto que me quedó es el de uno de esos films que sabes que vas a olvidar casi inmediatamente después de haberlo visto. Una pena, porque prometía mucho más, pero aún puede serle de utilidad histórica a los grandes fanáticos del cine que versa sobre los inacabables desastres de la WWII.
Saludos.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Rincón del freak #331: La vengadora mamaria



La de hoy es de las que justifican esta sección dominical por sí solas y nos hacen transitar, aunque sólo sea por unos minutos, por ese wild side cinéfilo de catacumbas y alfombras polvorientas, cine filmado en moteles baratos, con equipo irrisorio y unos intérpretes ya ajados por el alcohol y el insomnio, que quizá pudieron llegar a soñar muchos años antes que podrían tocar con la punta de los dedos el sueño dorado de Hollywood. Esta es la trastienda del cine, la serie Z, el sexploitation (o como se decía aquí, el "blandiporno"). Y se suele ver ahora con algo de condescendencia, y hasta cariño, pero si se indaga un poco en las entrañas de ese cine había mucha incertidumbre, miseria moral (y de la otra) y sobre todo esos actores y actrices (los llamaremos así) que rodaban un par de días, sin sospechar el resultado ni si terminarían cobrando. Hay miles de títulos desde los años cincuenta (puede que incluso antes) hasta la definitiva irrupción del porno en video, que fue acabando poco a poco con las salas. DEADLY WEAPONS es de los más recordados por muchos motivos. Primero por su contundente protagonista, de medidas imposibles y que atendía a nombres tan diversos como Zsa Zsa o Chesty Morgan, pero que en realidad se llamaba Liliana Wilczkowska, era de origen judío-polaco y había sobrevivido a los campos de concentración antes de marcharse definitivamente a Estados Unidos, donde sobrevivió como bailarina exótica. Su descubridora fue otra mujer, Doris Wishman, que filmó de todo cuando las mujeres eran prácticamente invisibles en ese terreno; una especie de Jesús Franco en femenino, que se atrevía con todo y no atendía a estrecheces económicas como excusa. La película en sí no vale un pimiento, pero sirve como señuelo para introducirnos en este subgénero, aunque sólo sea por recordar su alucinante argumento: Un mafioso con las facciones de Harry Reems asesina al marido de una señora que se pasea en una minibata transparente que no tapa nada, y menos una 120... Esta señora decide tomar justa venganza y empieza a cargarse uno a uno a los malvados mafiosos mediante la técnica de la asfixia pectoral, y les ahorraré detalles, pero uno no lograría descifrar nunca si es una muerte tan mala, claro... En fin, una lindeza de esas que a uno le costaría mucho incluir incluso en una sección como ésta. Que ustedes la disfruten como la disfruté yo...
Saludos.

sábado, 24 de noviembre de 2018

Un trabajo de actores



Hace ahora unos siete años, a Al Pacino se le ocurrió juntar a un grupo de colegas para filmar una versión teatralizada de SALOMÉ, una de las obras más famosas de Oscar Wilde. Existen ahora dos versiones, una excesivamente ralentizada, en la que Pacino intercala unos insertos documentales en los que los actores van explicando sus roles, la historia, etc..., lo que la hace muy cansina de ver, como unos extras metidos en mitad de un metraje. Pero la cosa cambia en la versión que se estrenó dos años después, en la que se respeta la historia original íntegramente. Esta SALOMÉ se desarrolla en un espacio único, en el que la pérfida protagonista accede al lujurioso deseo del Rey Herodes de verla danzar la danza de los siete velos, pero pidiendo a cambio la cabeza de Juan el Baptista en una bandeja de plata. Con un vestuario y decoración intemporales, Pacino deja todo el peso sobre los hombros de los actores, un poco estáticos al principio, pero que van cobrando brío a medida que el relato toma todo su sentido y muta de un drama histórico a otra cosa, ese torbellino de sensaciones que culmina con una provocativa Jessica Chastain convertida en un auténtico animal, e incluso empequeñeciendo a un Herodes al que interpreta con convicción el propio Pacino. Un experimento inusual y arriesgado que nació de la pasión de su director por esta obra inmortal y al que merece bastante la pena echar un vistazo.
Saludos.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Maldad, supresión, venganza y egoísmo



Algún día pondré conjuntos los tres cortos que William Oldroyd filmó antes de su debut en el largo, merecen la pena por su calidad y por el estupendo y significativo preámbulo que suponen para esta poderosa ópera prima. LADY MACBETH debería tomarse como ejemplo de adaptación, riguroso en el fondo pero libérrimo en las (sus) formas. Partiendo de la multiadaptada novela de Nikolai Leskov, nos sitúa en una remota mansión de la Inglaterra del XIX, en la que, de sopetón, nos introducen en el infeliz matrimonio de una joven, Katherine, con un nauseabundo terrateniente, que ni la quiere ni la desea, mientras ella pasa los días en una especie de libre reclusión, con un marido pernmanentemente ausente y soportando las humillaciones de su suegro, que no le perdona el no tener descendencia. Es aquí donde el film corre el peligro de despeñarse y parecerse demasiado al gran drama pasional de D.H. Lawrence, cuando Katherine inicia una atracción casi animal con uno de los empleados de caballerizas, que acaba de ser contratado. Oldroyd narra una sola transformación en doble vertiente a partir de aquí: por un lado muestra a Katherine liberada, de una feminidad desbordante e irreprimible, casi rozando la obsesión psicópata por ese simple empleado, que se ha convertido en una adicción. Pero por el otro, más sutilmente, el retrato psicológico bordea los límites de la razón una vez el individuo ha tomado plena conciencia de su verdadera posición de poder. Es entonces cuando el film vira hacia un horror que hibrida extrañamente un gótico excesivo con un desecado naturalismo, un alarde de posibilidades escénicas que descubren, sobre todo, a un narrador que no tiene miedo de decir lo que cree que debe ser dicho. Rasgo de madurez o no, esta LADY MACBETH es uno de los debuts más poderosos de los últimos tiempos, y contiene algunas de las pistas que deberíamos rastrear si aspiramos a entender todo este nuevo cine que se nos está viniendo encima sin casi sospecharlo.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!