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lunes, 1 de noviembre de 2021

Sombreros en la nieve


 

En Sitges se pudo ver también, por ejemplo, CLIFF WALKERS, último trabajo de ese precursor de tantas y tantas cosas que ya es, por derecho propio, Zhang Yimou. Una película impecablemente realizada, pero algo confusa en su desarrollo, sobre todo por la inclusión de decenas de personajes que finalmente parecen más accesorios que fundamentales, y parecen poco menos que comparsas de un todo mayor, y mejor. La fotografía es deslumbrante, el diseño de producción apabullante, y Yimou maneja los tiempos de la épica con la misma soltura que las escenas íntimas, creando momentos gran belleza y un suspense deudor de los grandes maestros ¿Qué falla entonces, para que no pasemos de indicar que "sólo" es una buena película? En mi opinión, una trama en exceso densa, y que curiosamente disipa la atención del espectador al derivarse en demasiadas subtramas. El film es, al mismo tiempo, una historia de espías a la vieja usanza, que en realidad encubre una desgarradora crítica a la barbarie cometida por la ocupación japonesa, más concretamente en la región de Manchukuo, y en una década, los 30, en la que se gestaba lentamente el ideal de superimperio japonés. Ahora bien, se atraganta ver a un director con tantas tablas como Zhang Yimou, conformándose con una más que sectaria visión social, la de los "intrépidos" agentes comunistas...
Saludos.

miércoles, 28 de junio de 2017

El muro se paga solo



Lo dijo Trump. Ahora puede que proliferen pelis sobre muros, construidas alrededor de muros, dentro o fuera de los muros. Películas limítrofes, inenarrables, dislocadas, sacadas de contexto, como THE GREAT WALL, una película tan mala, tan mala, que trasciende su propia maldad y acaba gustando ¿Por qué? Pues porque al otrora gran cineasta Zhang Yimou lo han engatusado para dar lustre a una producción convencional y él la ha convertido en otra cosa ¿Que queréis un blockbuster galopante y ruidosísimo? Pues yo me tiro por otro lado, por las no siempre tan justificadamente reivindicables subproducciones de la factoría Hammer. Esto es: guion descabellado, cuando no directamente inverosímil; efectos especiales realizados en serie, de los baratitos; y un par de cabezas visibles que den relumbrón al montante, que en este caso, aparte del propio Yimou, son nada menos que Matt Damon y Willem Dafoe. En fin, una cosa... no sé cómo explicarlo... Marciana, rayando la broma pesada, con algunos momentos deliciosamente delirantes, como de los años ochenta y otros (probablemente los que le han dejado al director de SEMILLA DE CRISANTEMO) de una belleza formal que te deja pensando un rato si no habrán unido dos películas en una. Yo, insisto, creo que hay que verla, aunque sólo sea para poner a prueba nuestro grado de pedantería cuando hemos defendido lo de los siete vampiros de oro como una "película de culto"...
Saludos.

jueves, 25 de diciembre de 2008

El color

Algunos recordarán que el cine oriental no siempre fue un extraño artefacto exótico y resbaladizo; desde casi siempre llegaban a Europa trabajos de gran calidad, especialmente de Japón y posteriormente del gigante chino. Los festivales eran los grandes beneficiados de este singular desembarco, ganaban prestigio y difundían unos trabajos que evidentemente no iban a ser de fácil aceptación.
En Japón, los grandes maestros tenían su parcela conquistada desde mucho tiempo atrás. En China, no fue hasta finales de los ochenta/principios de los noventa que se supo de un reducido grupo de cineastas que conjugaban con gran maestría las tradiciones visuales de su país y atrevidos experimentos de corte cuasivanguardista. Zhang Yimou fue la gran cabeza de lanza de este cine con títulos decisivos más de veinte años después. Me resulta incomprensible la última tendencia de Yimou hacia el soporífero cine de artes marciales al estilo MATRIX, cuando ha sido capaz de firmar trabajos tan poderosos como JU-DOU (Semilla de crisantemo, en español). En ella, la incuestionabilidad de las ancestrales leyes rurales, en las que una mujer es comprada sin alteración alguna por un anciano, son enfrentadas a un torbellino de sentimientos que se desata en mitad de una pasión casi incestuosa. En medio, el color. Zhang Yimou hace serpentear su cámara entre las telas teñidas de la tintorería, diríase que casi puede tocarse ese color repleto de vida propia. Otro contraste: la falta de dicho color en la presencia del impotente y amargado anciano, incapaz de engendrar el hijo deseado y la explosión irisada y metafórica de los amantes, clientes de un gozo vital casi místico. Se celebra la vida y el amor para dar paso a la crueldad y el resentimiento; y todo ello es manejado por el que probablemente sea el más grande director surgido de China, aunque en los últimos tiempos haya sucumbido (también él) a los encantos del star system.
Saludos a pleno color.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!