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miércoles, 9 de marzo de 2022

De bares y libros


 

A ver ¿Es THE TENDER BAR una mala película? No creo que lo sea más que lo contrario. Es una visión correcta, un trabajo empaquetado desde el mismo encargo, es AOR. Es George Clooney del mismo modo que es J.R. Moehringer, porque si no son sus vivencias sí que son las que él mismo ha elegido para ser expuestas. Ni siquiera parece un relato autobiográfico, sino más bien un escaparate de reliquias, recuerdos que refulgen por lo molones que quedarían en una pantalla. Clooney mola, y Ben Affleck también, y lo saben; Moehringer es un señor que ganó el Pulitzer y que no conoce ni dios, pero su historia podría contarse desde los estudios de Amazon, por ejemplo. Es la historia del aspirante a escritor, no del escritor; es la historia de un bar con libros, donde todos se invitan y nadie sale perjudicado. También es la carta de amor a la madre abnegada, tozuda por ver a su hijo fuera de su propia espiral de desgracias; aunque el tropezón llega muy al final, con el ajuste de cuentas paterno. El cierre es bochornoso, salido de un manual para construir clímax dramáticos, y echa por tierra las pocas partes buenas. Las partes buenas, casi todas, son en las que sale Affleck, ese tío que algunos tienen (yo no), que te da tu primera copa, tu primer cigarrillo y tu primer consejo sabio. Sí, sabiduría de cuñado, pero que te servirá para sortear algunas trampas al poner un pie ahí fuera. No sé, los personajes van oscilando como tentempiés, los arcos temporales tienen la cronología de un hipido, y en definitiva se intuye demasiada indulgencia con según qué fronteras, no vaya a ser que por una vez nos manchemos las camisas. Tan fácil como ir a Yale, tan estúpido como repetirte a ti mismo que eres escritor sólo porque lo deseas. Bares, libros. Volvamos.
Saludos.

sábado, 4 de septiembre de 2021

Probabilidad descendente


 

CONFESSIONS OF A DANGEROUS MIND es una película que me pasó completamente desapercibida en su momento (es de 2002), y que no he sentido la necesidad de ver hasta hace unos días, por motivos que sigo ignorando. Es éste un film curioso, indeciso en su propuesta, y que termina siendo un fiel reflejo de la estrambótica psique de su protagonista, un creador de concursos basura en los sesenta y setenta, que supuestamente trabajó para la CIA. Aún hoy es imposible saber si lo que con tanta profusión de detalles cuenta Chuck Barris es totalmente cierto, o si su sentido del espectáculo lo llevó a crearse una personalidad que vivía en dos realidades paralelas. Creo que éste era el punto fuerte del guion escrito por Charlie Kaufman, y que George Clooney (en su debut como director) no logra captar de ese modo, sino que da plenas cartas de veracidad a tan enigmático asunto. Con un Sam Rockwell omnipresente, más cómodo en las escenas cómicas que en las "serias", el reto es doblemente complejo: no perderle la cara a un entretenimiento "made in Hollywood", mientras la paranoia se adueñade cada escena, con esa extrañeza tan propia de Kaufman. Una película terriblemente irregular, con momentos soberbios (todo el explicativo arranque), y otros insufribles, quizá por la necesidad de agolpar demasiada información tan diferente entre sí, dando como resultado una comedia negra, mezclada con una peli de espías, un drama psicológico, o, si a Kaufman le hubieran dejado, un estudio sobre el enmascaramiento de la impotencia sexual... Ahora tengo curiosidad por leer la autobiografía de Barris, que falleció hace escasos cuatro años, aunque dudo que vaya a esclarecerme mucho más...
Saludos.

lunes, 8 de febrero de 2021

Peripatéticas


 

He visto THE MIDNIGHT SKY y no he entendido nada. No sé qué hacen sus personajes, qué quiere decir el guion, ni dónde están, ni por qué. Nada. Y aún podría haber celebrado algo si esta confusión fuera deliberada, con autonomía delineada desde la obra original, porque no es necesario disponer de una caligrafía clara para entender una intención. A medio camino de todo, George Clooney se luce y hace lucir cada escena, la remarca, satina y rubrica, con la convicción del "relato importante", a lo mejor tan sólo circunspecto y artificialmente emocional. Ya la premisa inicial es indefendible, con un planeta Tierra que se hace inhabitable, la gente yéndose a otro que ha descubierto (miren ustedes por donde) el único hombre que se queda atrás ¿por qué? Pues porque es un santo, un tipo buenísimo que va a sacrificarse para ayudar desde su mastodóntica base ártica a las naves que pululan por el espacio. Que tenga una enfermedad terminal es lo de menos, incluso para marcarse un viaje por ese espacio hostil, y que le queden fuerzas para sobrevivir a las gélidas aguas y borrascas infernales. Todo cabe en este superrefrito, también esas escenas cansinas, milveces repetidas, en las que se crea un ambiente distendido (esta vez escuchando a Neil Diamond en el espacio), se presenta y enfatiza a un personaje, y sabes que efectivamente va a morir a continuación. Demasiados lugares comunes para una historia tan dispersa y fría. Y aun así, fíjense si la he visto con indulgencia, porque le podría haber perdonado todo esto y no juzgarla tan duramente. Nada de esto me es posible cuando me doy cuenta de que el engaño al que el guion nos somete durante todo el metraje no tiene la menor sutileza.
Intrascendente.
Saludos.

sábado, 27 de septiembre de 2014

... los que van a morir, te saludan...



Excepto la anécdota del título, no hay mucha más concatenación entre THE IDES OF MARCH y el monográfico que ayer clausurábamos... ¿O sí? Esperaba poder hilar un par de anagramas con la suficiente consistencia y deseo como para engalanar esta enésima aproximación a las trastiendas de la política. La película en sí, como ejemplo lustroso de eficacia yanqui y solvencia de madurez está bien, lo dono al Estado Mayor. Pero no es un gran film, porque cae en la misma trampa que su jolgórico guion pretende hacernos pasar por "Clooney Corazón de León vs. The Starship Republican (Súper)Troopers"... No. No. No. Un director de cine no puede ser el director del Times, por la sencilla razón de que nadie va al cine a leer periódicos (ahora, lo que me descorazona es que se vendan DVD's en los kioscos, claro. Clooney es metódico, paciente y maravillosamente ingenuo; su discurso pertenece al que ya entonó (con mejores resultados) Frank Capra, solo que muchos años y bilis tragada después. El gran problema para que nos emocione una insignificante (sí, amigos, la política es insignificante si las personas se comportan como escalopendras) trama sobre unas primarias en Ohio es que acabe tomándose demasiado en serio y se olvide de algunos seres humanos que pasaban por allí... ¡Vaya, como los políticos en la vida real! Pero no me olvido del excepcional trabajo de Ryan Gosling, Philip Seymour Hoffman (sobre todo ellos), Paul Giamatti o el propio Clooney, explotando una vertiente siniestroide que no le va del todo mal. Lo mejor, huelga decirlo, son los actores, y ellos solitos se meriendan un guion que hace aguas, que pasa de lo extático a lo telefílmico con preocupante celeridad, y que, insisto, parece querer frenar en seco (no sé por qué) la tremenda aceleración que el film logra obtener en su primer cuarto.
Acerca de si me atrevería a identificar cada personaje con cierto drama shakespeareano... no sé. Hay mucha intriga, mucha jodienda y mucha camisa celeste, pero poco espacio esopiano.
Saludos.

martes, 15 de septiembre de 2009

Humo y palabras

Para darnos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo en custión de películas, lo más recomendable es echar un vistazo periódicamente a las ediciones de los oscar; nada mejor para reencontrarnos con esos títulos semiolvidados que nos gustaron en su momento para luego quedar sepultados bajo cada nuevo estreno. En la edición de 2006, en el apartado a mejor actor, y como viene siendo acostumbrado, se cometió una injusticia que entonces tampoco es que pareciese mucha; sin embargo, David Strathairn dejó constancia de su talento en una curiosa película en la que cada elemento parecía invertido. El premio se lo llevó (estaba más que cantado) el brillante Philip Seymour Hoffman por su recreación casi espiritual de Truman Capote. Comparativamente, Hoffman era Capote por los cuatro costados, lo que está muy bien; Strathairn, en cambio, da una lección de interpretación casi sin un gesto, mediante un autocontrol rozando el perfeccionismo y, sobre todo, con un inigualable uso de la palabra. La palabra dicha, lanzada al aire, que en GOOD NIGHT. AND GOOD LUCK compone toda su fuerza narrativa, que no es poca. Personalmente no soy un fan acérrimo de George Clooney, pero debo reconocer que su plasmación de los sucesos acaecidos en el famoso face to face entre el periodista E.R. Murrow y el senador McCarthy, que dio por finiquitada felizmente la caza de brujas, es seguramente uno de los más lúcidos que Hollywood ha visto en los últimos tiempos. Clooney prefiere ceder el protagonismo a Strathairn y el film sale ganando, y sus escenas en inacabable monólogo, frente al micrófono, con el sempiterno cigarrillo en la mano, deben más al Hawks de LUNA NUEVA que al supuestamente riguroso Oliver Stone, cuyo tratamiento político no pasa inadvertido, mientras que Clooney tira con dardo (y acierta), dejando los golpes de efecto para presupuestos mayores y centrándose en la convicción de un hombre por hacer justicia por encima de todo. Y todo filmado en un agradable blanco y negro que nunca parece impostado y en el que las volutas de humo adquieren una dimensión que ya parece que sólo podían alcanzar las películas "de antes". Cosas de la corrección política.
Saludos y buena suerte.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!