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viernes, 24 de junio de 2022

El cinéfilo ilustrado #23


 

Y llegamos al final de este monográfico, posiblemente el más irregular de los que aquí han aparecido, pero que, al menos a mí, me ha ayudado a entender una figura no del todo "normativa", como la de Peter Bogdanovich. Su último trabajo así lo atestigua, porque es más una carta de amor que una película al uso, y es que Bogdanovich, por encima de todo, amó el cine. THE GREAT BUSTER, de 2018, funciona a varios niveles: como documento aproximativo a uno de los más grandes creadores del cine mudo, como rendido tributo por parte de su legión de admiradores, incluido él, y como perfecta constatación de los muchos homenajes que Bogdanovich incluía en sus propios films. Es la historia de Buster Keaton, la de sus películas, la de sus comienzos como artista infantil de variedades, la de su éxito, declive y ruina, o la de sus infinitas reinvenciones en un Hollywood que nunca supo muy bien dónde ubicarlo. Porque Keaton es hoy día una leyenda, pero no siempre fue así, y quedó demostrado, por ejemplo, en la atronadora ovación que le dedicó el Festival de Venecia, sólo un año antes de morir, y que lo emocionó hasta las lágrimas. Hay cosas que aportan lo justo, como algunos invitados que parecen repetir un guion, y por ello, con el documental aún por la mitad, Bogdanovich decide prescindir de la mayoría y centrarse en los recovecos de Keaton, el cómico con cara de pasarlo mal, el hombre que no renunciaba al gag, porque sabía contar una buena historia con ellos. Si se es un gran admirador de Keaton, es bastante entretenido; si se es un profano, hay un montón de datos interesantes que acrecientan el querer acercarse a su cine. Es un documental sobrio, correcto, sin muchos aspavientos, y que puso el punto y final a una filmografía extraña, repleta de picos, pero en la que me alegro enormemente de haber profundizado.
Así es.
Saludos.

viernes, 17 de junio de 2022

El cinéfilo ilustrado #22


 

El canto del cisne, y no muy esbelto. SHE'S FUNNY THAT WAY fue la última aportación de Peter Bogdanovich a esto de la ficción, con un resultado que, no por esperado, dejaba de ser desalentador. Varias cosas. Primero, el director copiándose a sí mismo, con los mismos motivos, las mismas razones y los mismos viejos trucos mil veces ensayados. Luego, el intento infructuoso de asomarse a la ventana de otros maestros (estos sí capaces de reinventarse con mucha más honestidad), como Woody Allen, su amalgama neoyorquina, sus gags que parecen brotar del sitio donde nadie mira. A Bogdanovich todo eso le pesa, le cae como una condena al crítico que fue, al cinéfilo reconvertido en director que admiraba y rendía pleitesía. Ésta es una comedia que cualquiera, por poco entrenado que esté, ya se sabe de pé a pa, como si nos llegase con un manual de instrucciones. Y sin ánimo de hacer mucha más sangre, es prácticamente ofensivo el añadido al final, como si no nos hubiésemos dado cuenta. Lo de las ardillas, y las nueces... en serio, creo que no hacía falta recalcarlo, y mucho menos poner la escena completa. Porque no es un homenaje, porque es una reiteración innecesaria.
Una lástima.
Saludos.

viernes, 10 de junio de 2022

El cinéfilo ilustrado #21

 


Descolocado. Es la palabra que me llega, incesante, tras el inmersivo visionado de RUNNIN' DOWN A DREAM, el mastodóntico documental que en 2007 realizó Peter Bogdanovich sobre la figura de Tom Petty y los Heartbreakers. Y aún sigo preguntándome por qué me han fascinado sus exhaustivas cuatro horas, repasando cada recoveco de una carrera que ha durado más de cuarenta años, precisamente hasta la muerte del propio Petty recientemente. Y me lo pregunto porque en mi puñetera vida había sido un grupo (y aquí queda claro que el conjunto es fundamental) al que yo hubiese prestado una atención más allá de lo meramente circunstancial. Lo que descubro es a un tipo entrañable, honesto, tozudo, muy alejado de las formas de una Rock'n'Roll Star, y sin embargo con hechuras insoslayables de serlo. Petty es el alma de este ipagable documento, pero también lo es el resto del grupo, casi una familia, casi inalterables, llevándonos de la mano por las giras interminables, las desavenencias internas o el vértigo del éxito. Pero también por algunos episodios absolutamente impresionantes, y que a alguien con talento podría darle para una gran historia. Está aquel fugaz e irrepetible supergrupo, que fueron los Travelling Wilburys, donde quizá Petty era el de menor aura mítica; el extraño incendio intencionado de la casa familiar, que arrasó todas sus pertenencias; pero sobe todo el insólito litigio que Petty mantuvo contra la todopoderosa Universal, y que logró que no le arrebatasen el derecho sobre sus propias canciones. Es un documental brillante, en absoluto pesado; trufado de entrevistas reveladoras, y que es igual de recomendable para fans rendidos o, como es mi caso, pasmados profanos, que a partir de ahora añaden otro gran grupo de cabecera. 
Y claro, también ha sido un placer descubrir que Peter Bogdanovich tenía algunas cosas por decir...
Saludos.

viernes, 3 de junio de 2022

El cinéfilo ilustrado #20


 

Que Peter Bogdanovich no debería haberse sumergido en el medio televisivo, es algo que ya hemos recalcado en más de una ocasión. THE MYSTERY OF NATALIE WOOD, de 2004, lo confirma ampliamente, y muestra a un director en decadencia, tirando de recursos desvencijados, y empeñado en tirar por tierra todo su gran prestigio. Producción extraña donde las haya, se trata de un telefilm de casi tres horas, separado en dos mitades, que abarca toda la vida de la mítica actriz, desde que su neurótica madre se empeñó en llevarla a cuanto casting se le presentara, pasando por sus interminables y tormentosas relaciones, y desembocando en su repentino fallecimiento, que nunca estuvo totalmente aclarado, mientras disfrutaba de una fiesta en un yate. La vida de Natalie Wood daba para algo mejor, y no este mediocre e irregular batiburrillo, donde sólo me atrevo a salvar el esforzado trabajo de la actriz sudafricana Justine Waddell, de asombroso parecido físico, y que al menos consigue transmitir la fragilidad de una gran estrella, que sin embargo nunca encontró acomodo en una industria que fue fagocitándola lentamente. Para redondear, unos cutrísimos insertos de entrevistas con conocidos y familiares. Bogdanovich muy menor, cuesta abajo y sin frenos.
Saludos.

viernes, 27 de mayo de 2022

El cinéfilo ilustrado #19


 

Considerada como un leve repunte, o al menos digno regreso de Peter Bogdanovich al cine, tras sus aventuras televisivas, THE CAT'S MEOW es, sin embargo, una película que nunca es capaz de explotar sus grandes posibilidades, y se queda en un ambicioso pero fallido intento de recrear uno de los sucesos más escandalosos de los años 20. Nunca llegaría a saberse con exactitud qué pasó a bordo del Oneida, el ostentoso yate del magnate William Randolph Hearst, que dio una interminable fiesta junto a Marion Davies (su joven amante y protegida), Charles Chaplin (que bebía los vientos por ella), la columnista Louella Parsons, y el productor Thomas Ince, que estaba en una situación financiera desesperada, y había urdido un maquiavélico plan para chantajear a Hearst, aprovechando el constante flirteo de Chaplin con Davies. Se dice, se cuenta, se rumorea, que Hearst, en un ataque incontrolable de celos, confundió al propio Ince con Chaplin, y le descerrajó un tiro en la cabeza con una pistolita de calibre bajo; y que Ince n murió en el instante, y que Hearst llegó a comprar el silencio de todos los testigos del terrible suceso. Eso es lo que se cuenta, al menos aquí, pero como tampoco se supo nunca la verdad, podríamos hablar de una "realidad ficcionada", o algo así. El caso es que THE CAT'S MEOW (en argot, "lo pasaremos bien") es un film discreto, hoy muy olvidado, y que apenas sirvió para que disfrutáramos con una joven Kirsten Dunst, aunque hay pocas cosas que conmuevan como se pretende.
Y sí, Woody Allen lo habría hecho mejor.
Saludos.

viernes, 20 de mayo de 2022

El cinéfilo ilustrado #18


 

Y, bueno, tenía que pasar, o no, no sé. El caso es que a Peter Bogdanovich se le fue la cabeza, o a lo mejor la cuenta corriente, y en 1999 hizo una telecomedia para el canal Disney que paso a describir. Un matrimonio con dos hijos, de los que sólo existen en el imaginario Disney, con sus problemas tontuelos y sus soluciones tontuelas. Él no atiende las necesidades de su mujer, porque es jugador de fútbol y esto le absorbe el tiempo; ella sufre en el silencio de su casa, mientras asiste a reuniones femeninas. Entonces se van a Nueva Orleans, porque al marido lo han fichado allí, y el único sitio habitable es una mansión que, claro, guarda un secreto en el sótano. Puede ser una maldición o algo así, el caso es que ambos dos intercambian sus cuerpos... o sus mentes, no sé. Supongo que les suena, que ya han visto decenas de películas como ésta, todas malas, todas rutinarias, desvaídas, olvidadas en rincón más apartado de nuestra memoria. Bogdanovich lo hizo. Se titulaba A SAINTLY SWITCH, y a lo mejor le dio para pagar un par de cuentas...
Saludos.

viernes, 13 de mayo de 2022

El cinéfilo ilustrado #17


 

El ejemplo perfecto para entender la errática deriva de Peter Bogdanovich en los años 90 está en TO SIR, WITH LOVE 2, extrañísima y muy tardía secuela de aquella otra (nada menos que de 1967), en la que Sidney Poitier clavaba el rol de profesor de instituto, severo pero dialogante, que intentaba enderezar el rumbo de unos alumnos a los que las instituciones daban por perdidos. Filmada para la televisión, se trata de una película impersonal y funcional, con aspecto de estar hecha a toda prisa por alguien con menos talento, y posiblemente con la única misión de reverdecer a Poitier, y demostrar que aún podía tener gancho. El resultado es telefílmico en el más amplio sentido de la palabra, con actuaciones de saldo y un tufillo a doctrina barata que tira para atrás. Por salvar algo, además de su protagonista, está el arranque, nostálgico, que mezcla imágenes de la otra película con ésta, en la jubilación del señor Thackeray, que lejos de tener un retiro plácido tras 30 años en prestigiosas escuelas londinenses, acepta la llamada de un antiguo amigo, que sólo ve en él a la única persona capaz de hacer algo con una clase especialmente problemática, en un cochambroso instituto de Chicago. Una rareza, o un tropezón insoslayable, que uno es incapaz de ubicar en la filmografía de su director.
Cosas veredes...
Saludos.

viernes, 6 de mayo de 2022

El cinéfilo ilustrado #16


 

Aparte de las anécdotas que pueblan el accidentado metraje de THE THING CALLED LOVE, no hay mucho que añadir a esta rutinaria historia ambientada en el Nashville de las oportunidades, al que llegan miles de aspirantes a ser la "next big thing" de la música country. Por ahí ya exige un extra de dedicación, al menos para los no iniciados en este género, allí una religión, aquí un aparte de exégetas. Pero bueno, se trata de un vaivén de encuentros y desencuentros entre los cuatro principales personajes, que fluctúan entre el local al que regularmente presentan sus composiciones, con la esperanza de ser elegidos para interpretarlas por la noche, y su escarceos con "esa cosa llamada amor", y que podría ser lo único que los apartara de su gran sueño. Y hay que hablar de este cuarteto. No tanto de Dermot Mulroney, o de una primeriza Sandra Bullock, sino de la siempre estupenda Samatha Mathis, que es con diferencia lo mejor del film, o aquella estrella prematuramente truncada que fue River Phoenix, que curiosamente realizó aquí su última actuación, antes de fallecer con apenas 23 años. No ha resistido bien el paso del tiempo, y hoy día se ve con cierta indulgencia de película funcional y resultona, aunque fue uno de los mayores fracasos de Peter Bogdanovich, y un título olvidado y complicado de reivindicar.
Saludos.

viernes, 29 de abril de 2022

El cinéfilo ilustrado #15


 

Casi nadie duda en señalar a NOISES OFF! como la gran resurrección de Peter Bogdanovich, y desde luego una de sus mejores películas, al menos por la gozosa vuelta de tuerca que le da a uno de sus géneros favoritos, en un ejercicio autorreferencial que funciona como un metrónomo. Se trata de una obra de teatro creada por Michael Frayn, en la que se recrea precisamente la preparación de una obra de teatro. Es decir, que cobra importancia suma ese "ruidos fuera", que crea una deliciosa confusión, la de no saber si lo que vemos pertenece a los ensayos o no. Al fin y al cabo, el film nos viene a decir que todo es show, o que los actores también son, además, personas. Pero lejos de embarcarnos en un sesudo estudio de metacine, Bogdanovich suelta los caballos, y mediante una compleja puesta en escena nos retrotrae a aquellas comedias de trasfondo sencillo pero complejísimo mecanismo; una sucesión de gags, siempre con las risas del público de fondo, que se van encadenando a velocidad de vértigo, ante la mirada del resignado director (un fabuloso Michael Caine), que no puede más que aceptar el desastre. Es, en el mejor sentido de la palabra, una comedia, un género complicadísimo y que por ello tiende a adoptar formas más sencillas; Bogdanovich hace el camino inverso, y complica hasta la escena más tenue. El resultado es maravilloso, como un plato de sardinas de aquí para allá...
Saludos.

viernes, 22 de abril de 2022

El cinéfilo ilustrado #14


 

La jugada de TEXASVILLE era demasiado obvia para salir bien. No se le puede negar a Bogdanovich todo el derecho del mundo a acometer una secuela de su película más famosa, reverdecer viejos laureles y, por qué no, colocarse de nuevo en el disparadero. El principal problema es que TEXASVILLE es una película engañosa desde su mismo cartel promocional, que nos invitaba a imaginarnos un romance otoñal entre Duane y Jacy, con lo que de comercial tendría volver a Cybill Shepherd y Jeff Bridges, ya maduros, retomando lo que en su momento era completamente imposible. Nada de eso, porque queda claro que la intención del guion de Bogdanovich era seguir destrozando a sus personajes, con más canas pero las mismas inseguridades, los mismos errores y los mismos perdones, y todo exactamente en el mismo lugar, no ya físico, sino directamente sentimental. TEXASVILLE debería ser mejor, precisamente por transitar el camino opuesto a cualquier comedia romántica; tras sus ajetreadas dos horas, la sensación que queda es la de una historia desganada, contada a trozos, como sketches que ya nos sabemos de memoria, y ni siquiera su dramático final logra su objetivo, que no es otro que imbricar al cine en la cotidianidad humana, como sí quedaba de manifiesto en LA ÚLTIMA PELÍCULA. El recuerdo que tenía de ella era más bien tibio, y volver a verla muchos años después sólo lo ha confirmado.
Saludos.

viernes, 15 de abril de 2022

El cinéfilo ilustrado #13


 

No me atrevería a afirmar que ILLEGALLY YOURS sea la peor película de Peter Bogdanovich, pero por ahí debe andar más o menos. Es como si en mitad de un spoof de los ZAZ se incrustara una comedia de canónicas maneras, para seguidamente abandonarlo por un pálido calco de los Marx, o una trama policíaca que podría haber escrito un chimpancé. Y digo lo mismo que ayer, porque también flotan aquí nada menos que cuatro guionistas, sin que pueda haber una explicación plausible. En realidad, de lo que hablamos es de un director con una crisis de identidad galopante, con el deseo de seguir filmando, pero escudado tras su faceta de crítico especializado. Es una comedia, vale, pero en la que no se entiende casi nada, y si la idea era disponer una mixtura de conceptos, a mí me parece una simple y llana ceremonia de la confusión, con el añadido de tener a un idiotizado Rob Lowe haciendo de despistado en busca de la chica, mientras que la vida personal del propio Bogdanovich iniciaba una deriva poco menos que cuestionable, al iniciar una relación con la hermana de su fugaz pareja asesinada, Louise Stratten, a la que por supuesto reservó un papel secundario.
Más que prescindible.
Saludos.

viernes, 8 de abril de 2022

El cinéfilo ilustrado #12


 

Es demencial cómo el paso del tiempo le haya sentado bien a un film tan en el alambre como MASK. Objeto de innumerables chanzas (en una curiosa analogía) y parodias, parece que lo sabemos todo de esta historia de superación con maquillaje extremo, sentimientos a flor de piel y costumbrismo gozón, del que le remueve las tripas oscarizadoras a Hollywood. Sin embargo, con lo que nos encontramos es con un film asombrosamente honesto, capaz de asumir su circunstancia con naturalidad, y sobreponerse a ese "elefante en la habitación" que es el personaje interpretado por Eric Stoltz. Bogdanovich logra que no estemos pendientes de ello, y sí de cómo se va construyendo la trama, basada en los anhelos de este joven con una enfermedad rarísima, que le deforma el rostro y pone en riesgo su propia vida. Ahí está su valía, en no rendirse en el empeño de los diálogos y las interpretaciones, porque también Cher está sorprendentemente contenida, y su personaje está muy lejos de cualquier madre coraje al uso. Ya digo, una película que nunca es autocomplaciente, ni se relame en ningún tipo de desgracia, por lo que jamás cae en el exhibicionismo gratuito, y termina como lo que es, una mirada a una persona extraordinaria, que en realidad sólo quería ser normal y corriente.
Saludos.

viernes, 1 de abril de 2022

El cinéfilo ilustrado #11


 

Resulta completamente imposible desligar a THEY ALL LAUGHED de la trágica historia de una de sus protagonistas, la actriz y modelo Dorothy Stratten, a cuya memoria quedó dedicada, y que sigue siendo uno de los sucesos más macabros e incomprensibles del star-system hollywoodense. Stratten, que acababa de ser portada de Playboy, fue asesinada por su novio y manager, Paul Snider, cuando le confesó su intención de abandonarlo por el propio Bogdanovich, con quien había iniciado un romance durante el rodaje. Sólo tenía veinte años. Aquello fue una conmoción terrible, y al propio Bogdanovich le costó bastante recuperarse del todo. El film, porque es de lo que hemos venido a hablar, podría enclavarse en una de esas comedias de enredo, de inequívoco trasfondo neoyorquino, donde los encuentros y desencuentros de un grupo de personajes desencadenan multitud de situaciones extrañas. Menos alocada, por ejemplo, que ¿QUÉ ME PASA, DOCTOR?, su argumento parte de la investigación paralela que una agencia de detectives realiza a dos mujeres, de las que sus maridos sospechan sendas infidelidades. La gracia está en que son los propios detectives quienes caen rendidos ante estas mujeres, por lo que el tema de la infidelidad es ahora doblemente enrevesado. Una película sobre todo coral, un poco ardua de seguir, y que mostraba por un lado a Ben Gazzara intentando conquistar a una madura Audrey Hepburn, y a John Ritter haciendo de un desastroso detective, fascinado por la bella Dorothy Stratten. En mi opinión, muchos de sus motivos, supuestamente rompedores hace cuarenta años, han quedado algo desfasados, y no me parece ni de lejos la mejor comedia de Bogdanovich, aunque tiene algunos momentos muy bien rodados, y ese aroma que desprende la Gran Manzana, tan propicio para el arquetipo de personaje zarandeado por los avatares del corazón.
Correcta película, de todas formas, y con un título que no puede ser más terriblemente irónico.
Saludos.

viernes, 25 de marzo de 2022

El cinéfilo ilustrado #10


 

Increíblemente, los caminos de Peter Bogdanovich y Roger Corman se volvieron a unir, lo que da una idea, sobre todo, de la precaria posición del cineasta para poder sacar adelante cada proyecto. Pero no nos equivoquemos, porque SAINT JACK huye de la serie B para contar una potente historia, la de un legendario regente en un burdel de Singapur. Interpretado magistralmente por Ben Gazzara, este Jack soporta todo el peso de una película a punto de derrumbarse, o mejor de desvanecerse entre la inconcreción de su argumento, a la que le puedo encontrar la explicación de que se trate de una novela de Paul Theroux, grandísimo escritor de libros de viajes. El film nos cuenta el frenético día a día de este hombre, capaz de mantener estoicamente la dignidad en un mundo de podredumbre y degradación, donde cada persona tiene un precio, y no precisamente alto. Encuentra algo de complicidad en el inspector que va a auditar las cuentas del negocio, porque ni siquiera él aprueba la "contabilidad paralela" de sus socios asiáticos, y mucho menos el trato humillante al que someten a las chicas que diariamente van llegando. Acuciado por las deudas y las mafias, intenta encontrar la forma de escapar definitivamente, pero Jack parece arrastrar un ancla demasiado pesado para zafarse de él, así que acepta un último y arriesgado trabajo que le propone un misterioso hombre de negocios americano, consistente en reunir pruebas para chantajear a un político recién llegado. 
Una película con un ritmo complicado de sobrellevar, con incesantes cortes de ritmo y una trama tremendamente inconcreta. La salva del desastre la gloriosa interpretación de Gazzara y un puñado de escenas sueltas francamente impactantes, especialmente el rapto de Jack por los mafiosos. Ni es de lo mejor de Bogdanovich ni es de lo peor, pero aún me sigo preguntando si de verdad esto lo produjo Corman.
Saludos.

viernes, 18 de marzo de 2022

El cinéfilo ilustrado #9


 

Era inevitable que Peter Bogdanovich filmara una película como NICKELODEON ¿Y quién si no? ¿Quién iba a ser capaz de glosar desde el presente (el de 1976) las luces y muchas sombras de la gestación de eso que damos en llamar "cine"? Hay dos corrientes que recorren la espina dorsal de este excitante viaje por la epidermis e intestinos de lo que entonces apenas era sopa primordial. Por un lado está el film en sí, una hilarante comedia física, en la que Bogdanovich implementa un genial juego de espejos involuntarios, convirtiendo la peripecia de un grupo de personajes en material fílmico palpable y reconocible. Casi todos son outsiders en busca de una oportunidad, algunos con más talento que otros, y que rápidamente son absorbidos por uno de aquellos incipientes "tiburones", lo que con el tiempo llamaríamos productores, y que olieron en el cinematógrafo un negocio lucrativo y poco costoso. Ahí, el film es una gozada, una especie de "meta-slapstick", que homenajea a ese cine primitivo con una mirada de rendida inocencia. Pero hay más, un extraño trazo de amarga melancolía, que difumina la comicidad y nos devuelve de un plumazo a la realidad. Todo ello bellamente sintetizado en una coda final, que presenta a ese grupito de entrañables fracasados (con autoguiño incluido a PAPER MOON), tras comprobar que sus "películas" han sido masacradas por el productorcillo de turno, extasiados ante el estreno de EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN, en una escena que nos revela contundentemente el significado de esa palabra tan maltratada que es "autor".
Increíblemente ignorada para su valía real.
Saludos.

viernes, 11 de marzo de 2022

El cinéfilo ilustrado #8


 

En referencia a lo comentado la semana pasada, se le contrapone a un título injustamente olvidado, otro directamente fallido. AT LONG LAST LOVE es un musical de los de toda la vida, a la vieja usanza, sofisticado, chispeante, dinámico. Incluso con canciones de Cole Porter, al que Bogdanovich invoca una y otra vez para que salve al film del pastiche. Se me hace demasiado larga, demasiado tontuela, o simplemente es que una fórmula hecha antes muchísimo mejor. Aun así, mientras el musical no se apodera de la pantalla, se puede disfrutar una típica comedia de enredos medianamente entretenida, con un improbable cuarteto que se va intercambiando sucesivamente. Los problemas, en cambio, son muchos. Empezando por Burt Reynolds, que ni sabe cantar, ni bailar, ni tiene gracia, y oficia de ajadillo playboy alelado, que se va colando alternativamente de una Cybill Shepherd que tampoco está dotada para el musical, y una Madeline Kahn, esta sí, que es de lo poco sobresaliente de la función. Completaba Duilio del Prete, al que Bogdanovich se trajo de Italia, y la tercera trama, que podría haber funcionado de haber dispuesto de más espacio, con la tensión sexual no resuelta de unos espléndidos Eileen Brennan y John Hillerman. Resumiendo, un musical en clave desenfadada, que parece un hit parade, y en el que Bogdanovich tira por tierra el encadenamiento de complejos planos-secuencia, en pos de una mayor firmeza dramática. Y claro, no le funcionó, y supuso el primer gran descalabro de su autor.
Saludos.

viernes, 4 de marzo de 2022

El cinéfilo ilustrado #7


 

Con DAISY MILLER comienza el, a mi modo de ver, injustificado ostracismo sufrido por Peter Bogdanovich en Hollywood, sustentados todos por rencillas personales, y casi nunca por motivos puramente cinematográficos. Es cierto que esta adaptación de la paradigmática historia de Henry James, y pasando por alto los muchos avatares de su rodaje, que se trasladó a Europa, se queda algo corta de ambición, pero da que pensar la correspondencia que ha ido adquiriendo con la biografía de su propio director. Bogdanovich se llevó a parte de sus intérpretes fetiche, confió en un equipo italiano, y sólo exigió que el vestuario corriera a cargo de John Furness, cuyo exquisito trabajo le valió una nominación al oscar. La historia, aparentemente liviana, tiene mucha más miga de lo que parece, y conforma una especie de autobiografía bastarda del autor norteamericano, que terminó naturalizándose inglés. Lo primero que llama la atención es la figura de Frederick Winterbourne, un joven de clase alta, educado en Ginebra, y que vive tranquilamente entre sus "asuntos" y las atenciones que dispensa a su querida tía. Como si de un ciclón se tratara, la joven Daisy irrumpe en su vida, y convirtiéndose en objeto de fascinación. Ella viaja con su atolondrada madre y un hermano menor, y su vivaracha naturalidad choca frontalmente con las rígidas costumbres, de apariencias y recatos, de aquel círculo cerrado de los estertores victorianos. El hecho de que Bogdanovich dejara esta extraña relación en un impotente suspenso, añade mayor tentación de buscar el relato, saber si se trataba de una feroz crítica a aquellos americanos que se hacían pasar por europeos, o tan sólo buscaba resarcir algún amor no correspondido. El elenco, de todas formas, es formidable, con una encantadora Cybill Shepherd a la cabeza, y las intervenciones de Eileen Brennan, Cloris Leachman y la maravillosa Mildred Natwick; aunque el más sorprendente es el trabajo de Barry Brown, talentoso actor y dramaturgo, que desafortunadamente se quitó la vida apenas con 27 años.
Si se ve con atención, es un film con más enjundia de lo que parece.
Saludos.

viernes, 25 de febrero de 2022

El cinéfilo ilustrado #6


 

No tengo ninguna duda en señalar que PAPER MOON es la otra cima del cine de Peter Bogdanovich. Tanto lo es, que uno duda al verla si no habrá retrocedido en el tiempo sin saberlo, alcanzando al fin ese sueño dorado de todo cinéfilo: la inmortalidad a través de las imágenes. Es mucho lo que se esconde detrás de esta pequeña epopeya filmada en glorioso B&W, y todo responde a una orquestación tan milimétrica como sorprendente. Es una comedia sobre pícaros, pero también es un hermoso relato generacional, o un fresco piadoso de la gran depresión americana. Caben muchas cosas en este film, y todas tienen su sentido, su porqué. Desde el maravilloso ballet dialéctico emprendido por Moses Pray (tremendo, coeniano seudónimo) y Addie, que con nueve años se ha quedado sola en el mundo, vamos comprendiendo cada detalle, insinuación o guiño, merced a un finísimo guion elaborado por Alvin Sargent. Moses se gana la vida vendiendo biblias a pobres viudas, convenciéndolas de que el difunto dejó encargado dicho regalo para ellas. Addie, que está segura de que él es su padre, tiene la misma habilidad para embaucar y salir de las situaciones más complicadas. Ese es el gran triunfo del film, hacernos partícipes del conocimiento mutuo de estos dos personajes tan dispares pero tan parecidos, por mucho que no se aguanten, porque ya no podrán separarse, convirtiendo la relación padre/hija prácticamente en un negocio entre mentirosos. Nada de esto sería posible de no ser por el tándem formado por Ryan O'Neal y su hija en la vida real, Tatum, que por entonces apenas tenía diez años. Las escenas entre ambos son magia, perduran en la retina, conmueven y van mucho más allá de cualquier filigrana interpretativa; es algo que difícilmente se puede explicar, y que sólo pertenece a esa cualidad que sólo el cine parece poseer, y que sólo los grandes maestros dominan.
Obra maestra.
Saludos.

viernes, 18 de febrero de 2022

El cinéfilo ilustrado #5


 

La primera anécdota que contiene WHAT'S UP DOC? está en su propio título, que en España se tradujo erróneamente, y que simplemente es un juego de palabras proveniente de la famosa coletilla de Bugs Bunny, convenientemente aclarado en su simpático final. Otra es que Peter Bogdanovich dispusiera nada menos que de tres guionistas tan diferentes, como son Buck Henry, Robert Benton y David Newman, para ensayar un maridaje aparentemente imposible de conjugar, tanto como la presumible falta de química entre Ryan O'Neal y Barbra Streisand, que sin embargo funciona, tanto en la vertiente cómica como en la romántica. Habría que completar diciendo que, posiblemente, sea Bogdanovich el último cineasta que ha logrado atrapar el espíritu de las rebeldes e inasibles comedias de un tal Howard Hawks, tan sencillas de digerir como endiabladamente costosas de armar. Aquí, él es un despistado profesor de teoría musical (seguro que les suena), y ella una anárquica y encantadora joven, aunque más "preparada" de lo que puede parecer. Multitud de subtramas se van arracimando en torno a un sinfín de encuentros y desencuentros, que incluyen una estrafalaria prometida (una magnífica Madeline Kahn), un maletín con joyas, un agente encubierto del gobierno que porta una bolsa de palos de golf, un concurso de música hecha con rocas ígneas, o un competidor croata y envidioso. Bordeando por momentos el spoof, sus gags cobran sentido a partir de su propio sinsentido, y conforman una screwball comedy en toda regla, deudora de su tiempo, pero también de un tipo de cine que ya no podría hacerse igual.
Saludos.

viernes, 11 de febrero de 2022

El cinéfilo ilustrado #4


 

Hoy día quizá la brecha no sea tan insalvable, pero parecería una temeridad trasladar los códigos europeos al corazón del cine americano. Hollywood se ha cuidado mucho de que fuese a "ellos" a quienes todo el mundo deseara copiar, y no al revés. Por ello, THE LAST PICTURE SHOW, más que una película, fue una deflagración en la viga maestra de una industria carcomida y destinada a desaparecer y encaminarse a otro modelo de producción. Con 32 años, Peter Bogdanovich logró el más difícil todavía, poner de acuerdo a crítica, público y Academia, llegando a tener ocho nominaciones, de las que se llevó el de ambos (y merecidos) intérpretes secundarios. La película, ambientada en un polvoriento y desolado pueblito del medio Oeste, es un insólito cruce entre el último western fordiano y los saltos de eje de Godard; la jovial ironía de Hawks y el testimonio del desastre de Truffaut. En definitiva, un vaso comunicante entre el cine clásico norteamericano y la reciente irrupción de la nouvelle vague, para narrar el enésimo fin de la inocencia, con tanto amor por sus personajes como mala baba al dejarlos "solos ante el peligro". En esencia, se parece más a las obsesiones lynchianas que a un melodrama coral, pero tiene mucho de ambas cosas. Todos los personajes aspiran a un poco de felicidad en un espacio opresivo e hipócrita, aunque algunos sólo pueden recordar cómo era eso, y otros se preguntan por qué lo que supuestamente debería hacerles felices les duele tanto. Es un poema sobre el fin de la inocencia, del cine como única escapatoria de la que salir indemne, o de la imposibilidad de ver a los demás como nos gustaría que nos viesen a nosotros.
Es una maravilla por la que no pasa el tiempo, con un elenco irrepetible (aquí se dio a conocer, por ejemplo, Jeff Bridges) y algunas de las estampas más icónicas de un cine que ya no quería ser icónico, porque su leyenda se imprimía de otra forma...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!