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jueves, 6 de julio de 2023

El tiempo que nos quede


 

Deben ser pocas las películas que logren capturar el sentimentalismo de un tiempo perdido, ahogado por el idealismo, que salten con ligereza sobre la autocomplacencia de "caer bien". Mejor dicho, prescindir del artificio romántico para "ser" lo romantizado. Un gran ejemplo de esto lo encontramos en DADDY NOSTALGIE, con la que Bertrand Tavernier rescató del retiro nada menos que a Dirk Bogarde, para situarlo en el centro de una compleja historia de amor, la de una mujer que visita a su padre tras una grave operación. Compleja pero con estructura sumamente sencilla, contradictoria por la calma que desprenden sus imágenes, porque toda la tormenta interior es un gigantesco off, como si la narración en fuera de campo fuese parte del presagio, de que esos serán los últimos momentos junto a ese hombre que apuró la vida hasta las heces, y ahora languidece junto a una mujer mojigata por razones aún más extrañas. El film partía de un guion firmado por Colo O'Hagan, de la que Tavernier se separó diez años antes, en 1980, y es un reposado tour de force entre Bogarde y Jane Birkin, que intenta dar posible réplica a la majestuosa interpretación de quien parece flotar en cada escena sin esfuerzo. Es una lección de cine, que me permito recomendar a cualquier aspirante a cineasta que esté buscando su voz, que nos sigue descubriendo a ese gigante un poco escondido que siempre ha sido Tavernier, y que pone de manifiesto la máxima proustiana de que sólo lo efímero puede ser inmortal.
Saludos.

viernes, 11 de enero de 2019

Pequeñas esperanzas



Nada menos que treinta años cumple LA VIE ET RIEN D'AUTRE, en la que Bertrand Tavernier abundaba en uno de sus temas capitales. El sinsentido de la guerra, las ínfimas pero cruciales muestras de humanidad donde ésta ha sido pisoteada y las necesarias reflexiones que llevan a pensar que nunca hay ganadores, tan sólo derrotados. Es éste un film atípico, puesto que Tavernier lo sitúa dos años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y se centra en la figura de un comandante, Dellaplane (un inmenso Philippe Noiret), al que se le ha asignado la ingrata tarea de recuperar e intentar identificar a los numerosos soldados franceses caídos en combate y que aún entonces seguían desaparecidos. Dos sucesos hacen tambalear la metódica vida de Dellaplane: el requerimiento del gobierno francés de elegir al soldado desconocido que quedará inmortalizado a los pies del Arco del Triunfo y la llegada de una misteriosa mujer (Sabine Azéma), de porte aristocrático, con la intención de encontrar a su marido, de quien no sabe nada desde el fin de la guerra. Tavernier elabora un inteligente y sutil discurso antibélico, sin destruir puentes, con su emocionante humanismo como estandarte principal y apoyado en sus intérpretes, que parecen afectados por la desorientación de aquel sangriento conflicto, e incapaces de definir cuál ha de ser su nuevo lugar en un mundo que ya no es el mismo. Una película densa, exigente, pero al mismo tiempo cargada de elocuencia y sinceridad, sobre todo en una parte final imponente, que yo colocaría como algunos de los más grandes minutos filmados por este maravilloso director, al que nunca me cansaré de reivindicar como merece.
Saludos.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Con novedad en el frente

Esto no es una boutade, ni muchísimo menos: con permiso de (nada menos) Kubrick y Coppola, Bertrand Tavernier firmó (y filmó, claro) la mejor película bélica de la historia. No es una boutade, sólo una opinión surgida desde la pasión que me suscita una obra tan apabullante como CAPITAINE CONAN.
Y no sé por dónde empezar, la había pospuesto tanto que ahora me he quedado un poco intimidado. Podría hacerlo destacando su poderío visual, el problema (bendito problema) es que Tavernier ignora por completo cierto canon estilístico y "crea" su particular recreación en fotogramas de un trozo de aquel horror llamado I Guerra Mundial. En un momento dado, el espectador, y sin necesidad del ya cansino 3D, se encuentra instalado en el mismo centro de una batalla; y no hay aquí el típico ballet de figurantes, ni las explosiones medidas para realzar el encuadre; no, aquí reina el caos, la confusión, el desconcierto de los hombres reducidos a manchas que se mueven, que aguardan la muerte en cualquier momento, en cualquier fotograma. CAPITAINE CONAN es un prodigio de puesta en escena, pero sobre todo de montaje; la brusquedad deliberada de Tavernier encadena milagrosamente con una narración fluida, nunca confusa, donde encontramos al fascinante Conan, un personaje lleno de matices y contradicciones, un mártir-redentor-ejecutor que es sanguinario y compasivo al mismo tiempo, quizá el último hombre lúcido inmerso en la locura de la guerra. Porque CAPITAINE CONAN no es PATHS OF GLORY, aunque lo parezca; podría pasar por su hija bastarda, por su remate de amplificación nihilista; pero tengo que rendirme ante esta película, increíblemente aún por descubrir por el gran público a doce años de su estreno. El film termina, estamos todavía acongojados en nuestro sillón y es cuando flamean las preguntas: ¿somos realmente estúpidos? Sí, francamente estúpidos.
Saludos bajo el fuego enemigo.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Alimentando el ganado

La vida está llena de tópicos absurdos, infames, que nos sirven a nosotros mismos, a nuestra propia y absurda infamia, como una especie de muletas o escudos para continuar reafirmándonos como no-culpables cuando, de repente, asistimos a un espectáculo de miseria que se ha de desarrollar a pocos pasos del centro comercial donde deshilvanamos nuestras memeces y creemos tocar durante unos minutos el paraíso artificioso que nos ponen delante de las narices de tres a seis por la tele.
Sin embargo, evitar esto, hacer como que no está sólo sirve para tranquilizarnos... hasta que un día nos toca.
ÇA COMMENCE AUJOURD'HUI (HOY EMPIEZA TODO, en español) es un film que me encanta recomendar, incluso más que ver; una de las películas más incómodas que me he encontrado y toda una lección de vergüenza y modestia, aparte de estar magníficamente filmada por ese coloso que es Bertrand Tavernier. HOY EMPIEZA TODO derrumba de un manotazo muchas de las tonterías que se aceptan socialmente como si fuesen ley inamovible. Por ejemplo, que los franceses viven todos de puta madre, que el paro es sólo cosa de aquí o que los maestros de escuela son privilegiados. Vale, sigamos creyéndolo. Aquí, el inmenso Philippe Torreton, habitual de Tavernier, da vida (nunca mejor dicho) a un hombre con un curioso trabajo: dirige una guardería en un barrio francamente deprimido. A diferencia, por ejemplo, de ENTRE LES MURS, no se muestra aquí ese hálito de optimismo del profesor que ama su trabajo, sino la caída de bruces de un hombre incapaz de resolver todo lo que encuentra cada día: niños en situación de semiabandono, malos tratos, padres alcohólicos, paro, miseria, desarraigo. Y el poderoso mensaje de la película no es entregado en sus dos horas de duración, sino que lo sobrevuela como una negra nube llena de malos presagios, advirtiendo de que aquello no es más que el germen de lo que luego son "esos incómodos elementos" que tanto nos desagradan. Allá cada cual.
Saludos desde hoy mismo.

martes, 23 de septiembre de 2008

Jazz porque sí

Primero aclarar que mis elecciones a la hora de los comentarios vienen ya predeterminadas desde hace muchas semanas y sólo atienden al más ignoto de los caprichos; acaso sólo me haya propuesto no repetir director hasta el comienzo del año próximo.
Lo digo por la curiosa "coincidencia" en el de ayer y el de hoy. Dos filmes franceses y del mismo año (1986), aunque con nulas conexiones aparte de éstas.
ROUND MIDNIGHT es jazz. No sólo en la temática (el jazz es omnipresente), sino en la forma que Bertrand Tavernier escogió abordar la figura del mítico Dexter Gordon (dejo los infinitos detalles acerca de su biografía a los expertos). Tavernier no sólo da una lección de cine abierto, libre, apasionado, concreto..., sino que mantiene durante todo el metraje un tono ciertamente jazzístico. Las imágenes fluyen como notas desparramadas y la imponente, gigantesca, personalidad de Gordon encarnándose a sí mismo (con otro nombre, sí, pero es él), ese genial músico incrustado en París, alcoholizado pero bonachón; nihilista pero sumamente generoso, conforma uno de los más desgarradores trabajos de un actor no profesional que he podido ver en mucho tiempo.
ROUND MIDNIGHT no habla específicamente de algo concreto, pero conserva un gran gusto por la narrativa clásica. El aficionado devoto que pasa a ser inseparable del genio, cada vez más solo; las actuaciones casi místicas, algunas en avanzado estado de embriaguez; siempre la incomprensión del artista que va demasiado adelantado y que debe conformarse con gastados aunque impecables standards para poder sobrevivir. La cultura de los clubs, en definitiva, maravillosamente retratada, al igual que hiciese Eastwood con el inmenso BIRD. Cine y jazz de la mano. Una andanada de sensaciones capaz de crear adeptos e incapaz de defraudar al experto, que tan pocas oportunidades ha tenido de contemplar trabajos tan dignos en la gran pantalla.
Saludos alrededor de la medianoche.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!