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lunes, 13 de marzo de 2023

La cueva, la casa, la cama


 

Ana, institutriz británica, llega a la imponente casa familiar, un caos ordenado donde nada es, porque todo era, o fue. Debe hacerse cargo de tres niñas, pero su padre requiere de ella otras atenciones, y empezará a enviarle extrañas cartas de contenido obsceno. El otro hermano quiere dominar con obsesión castrense, pero no puede mover un dedo sin la aprobación materna, y en realidad imagina a Ana como la obediente esposa que debe tener el militar que nunca fue. El tercer hermano quiere retirarse a su cueva, como un anacoreta; es el único que llama la atención de Ana, pero le sorprende que no quiera nada de ella. La madre, impedida, encastillada, guarda los recuerdos infantiles de sus tres hijos, pero las ratas van comiéndose los recuerdos. ANA Y LOS LOBOS es esto, la intrusión del cuerpo extraño en un mundo detenido, que no parece querer saber nada del exterior. Saura y Azcona recrean admirablemente, casi a pinceladas, los pilares tambaleantes de una España terrorífica y aterrada, que apura las heces de sus supuestas glorias, abandonándose a una realidad inventada y moribunda. "Los lobos" se muestran pronto ante una Caperucita que cree poder domarlos, jugar con sus debilidades. Ensayando un terror inusitado, la parte final demuestra su equivocación, llevando a sus personajes a un paroxismo animal e inasumible. Reinar en la casa, fornicar en la cama y arrepentirse en la cueva...
Saludos.

lunes, 6 de marzo de 2023

Camisón y cómoda


 

Irregular y algo pretenciosa, LA MADRIGUERA se ha quedado atrás entre las películas más representativas del primer Saura, que aún intentaba encontrar un punto intermedio entre el costumbrismo español y las pujantes vanguardias europeas. En mi opinión, falla la inconsistencia de un guion que se va deshilachando a medida que la historia pierde su misterio, convirtiéndose en un juguete inocentemente perverso. Pedro y Teresa son un matrimonio burgués, que pasa los días en su imponente y modernísimo chalet, pero cuya vida conyugal es simple y llanamente aburrida. Un día Teresa recibe  los muebles de su casa familiar, que contrastan con la espartana sobriedad que la rodea y la envuelven en una especie de nostalgia hipnótica, hasta el punto de trasladarla hasta una infancia que encierra oscuros secretos, y a los que se ve arrastrado su marido, en un juego perverso de correspondencias inadmitidas. Toda la primera parte funciona, con el escape de ella hacia una vida que ya no posee, mientras él, entre escéptico y enfurecido, piensa que se trata de una venganza por la monotonía y unos hijos que nunca llegan. Es en el caos controlado de la segunda mitad donde cuesta más reconocer a Saura, y ni siquiera a Azcona, ocupados en quebrar la censura, mientras vemos, por ejemplo, inconcebibles azotitos en el culo de Geraldine Chaplin, fetichismos en los que el marido adopta el rol de un perro o una escena casi más propia de un hentai, en la que el actor sueco Per Oscarsson (mucho Bergman, claro) le arroja un balde hasta arriba de cangrejitos por el inmaculado camisón... Y recuerden que hablamos aún de 1969...
A mí me gusta, pero puedo entender a quien le provoque algún bostezo.
Saludos.

lunes, 27 de febrero de 2023

Tambores del barranco


 

Aquí estamos de nuevo, porque al fin y al cabo no nos hemos ido tan lejos. Y volvemos casi donde lo dejamos, en el repaso a Saura, y en el Saura más buñueliano, porque al maestro le dedicó PEPPERMINT FRAPPÉ. Hay mucho de Buñuel aquí, pero también de Azcona, con quien escribió el guion (y con Angelino Fons) de esta perversa fábula rodada en Cuenca, corolario de perversiones reprimidas, o de fantasías irrealizables. Yo prefiero ver la sombra del Hitchcock de VERTIGO, trasplantada a una ciudad de provincias asfixiante y decadente, por donde se mueve Julián (inmenso José Luis López Vázquez), personaje complejo e inquietante, que podríamos ubicar en un extraño híbrido de homosexualidad latente y fetichismo beato. Julián, sigiloso radiólogo, soltero, rodeado de altares y orden barroco, cuya petrificada vida da un vuelco cuando su amigo Pablo vuelve de África para anunciarle su boda, y más concretamente cuando ve a Elena, su prometida, que tiene un secreto y un enigma. Julián rememora los tambores de Calanda en semana santa, y jura que vio a esa imposible extranjera tocando el tambor, componiendo la estampa que a partir de entonces le martiriza ¿Pero y la semejanza con Ana, su empleada en la clínica? Elena es libre e incontenible, con la seguridad de quien llega de fuera; Ana es pacata y recatada, de falda a la rodilla. Julián comienza a abordar a Elena, mientras inicia una relación de soterrado sadismo con Ana, pero una última fiesta, con algunos peppermints helados, un tambor y una canción de Los Canarios, le dará una certeza imprevisible e insoportable. 
Me consta que hay gran parte de la crítica que insiste en que no ha envejecido bien, pero a mí me sigue pareciendo que está entre lo mejor de Saura, precisamente por lo bien que plasma ese mundo ocultado de aquellas provincias, aparentemente tranquilas, pero también siniestras.
Saludos.

lunes, 20 de febrero de 2023

La madriguera del conejo


 

Los rencores. Las rencillas. Los miedos. La envidia. El nido frío de la alimaña bajo un sol que abrasa las miradas. Los intereses creados. Los muertos deseados, mostrados como trofeos. La caza. Carlos Saura filmó una de las películas españolas más viscerales, inclasificables y rompedoras de todos los tiempos. LA CAZA es todo ello, dinamitado en un tiempo que parece muerto, suspendido; con la eficacia de la narración fuera de campo, siempre en alusión a otra circunstancia, pero en sibilina concomitancia. El coto de caza como el campo de guerra ("La Guerra"). La amistad defraudada por los celos, el interés por el que se mueven quienes sólo ven lo inmediato. El aprendiz de todo ello, de todo lo malo. El desencantado cínico, ahogado, de culturilla barata, como si tuviese algo decisivo que decir a cada instante. El sexo machista, de posesión material ("los conejos"). Las madrigueras en el suelo, repletas de conejos con mixomatosis. Los agujeros en el monte, donde se guarecían los resistentes, los fantasmas. Los disparos vuelven a atronar. El guarda, miserable, cojo por cepo, el único que dejaron con vida, un mayordomo que existe por casualidad, que caza con hurón. La niña, manchada, analfabeta, extasiada ante los marcianos que se han dignado a traer sus escopetas, sus revistas de chicas, sus discos yeyé, en un LandRover sin techo. Con las primeras horas, ya el brandy, que envalentona y saca los secretos enterrados, como conejos de una madriguera.
Se puede hacer un western psicológico, y se podía hacer en España.
Magistral. Obra maestra absoluta.
Saludos.

lunes, 13 de febrero de 2023

La cuadrilla del arrabal


 

Como una premonición fatal, o una jugarreta del destino, a pocas horas de recibir el Goya de honor, fallecía Carlos Saura, nombre capital del cine español de todos los tiempos. A menudo se habla de Saura como ese "joven turco", inquieto, inconformista, audaz e inteligente; el cineasta que pretendió cambiar el sistema desde dentro, con una visión que señalaba las costras de un sistema podrido, con el sigilo indetectablede quien siempre va un paso por delante. La primera obra remarcable de Saura fue LOS GOLFOS, retrato a ras de suelo de ese Madrid de periferias que eran huertas, arrabales. Un páramo de miseria del que apenas se podía sacar la cabeza, y en el que nos encontramos a un grupo de jóvenes, vivales de pequeños hurtos los unos, robos con agresión otros, que dilapidan las horas entre tabernas de cuartillos y mus, mastodónticos salones de baile para emprenderla con las chatis o mediocres organizadores de capeas. Porque uno de ellos, Juan, quiere ser torero a toda costa; y para ello, su cuadrilla tiene que reunir las veinte mil pesetas en poco tiempo. Saura, que escribió el guion junto a (nada menos) Daniel Sueiro y Mario Camus, desparramó su cámara, nerviosa y ávida de realidades, por el caótico mercado de Legazpi, los chozales de labranza, donde se oye el silencio de la espalda doblada y el llanto de los sucesivos críos. Y está el Bernabéu, desde fuera, que deja los "aledaños" desiertos, ideales para la colecta de espejos, bombillas y otros repuestos. Era otro cine, que pugnaba a la sombra del francés, el free cinema británico, y sobre todo el neorrealismo italiano, con la particularidad de que aquí todo eelo pasaba un implacable filtro cainita, que no terminaba de ver las ventajas de que en Cannes (porque estuvo en Cannes) fuesen testigos de la represión franquista en toda su crudeza. El final, incluso mutilado por la censura, es tan incontestable, tan demoledor, que daba cuenta de ese bisturí, entre realista y poético, que sólo los muuy grandes poseen. Saura era uno de ellos, y algo de ello contaremos...
Saludos.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

España, animal abierto en canal



A quien le quepa de alguna forma aún la duda, pocas imágenes tan icónicas, rotundas y esclarecedoras para establecer la auténtica identidad de un país sin identidad, o con muchas identidades, o una identidad más que un país. La imagen es la que abre GOYA EN BURDEOS, en mi opinión una de las mejores películas de Carlos Saura (del más reciente, al menos) y la impagable posibilidad de ver al maestro aragonés desde la perspectiva de otro, verbigracia de un Paco Rabal en estado de trance, sin interpretar, más bien traspasado de un espíritu e inmortalizado desde entonces como el único Goya posible. Y me da igual que la película haga aguas cuando se pone discursiva (el gran mal de siempre de Saura), o cuando se centra en los recuerdos del pintor, casi obligadamente para nalguear junto a la opípara Maribel Verdú. Eso sobra, pero luego está Rabal/Goya, un titán, con su rostro y su cuerpo destrozados, consumiéndose en una bañera, o bañado en la cera que le gotea desde el alto sombrero-linterna, o cagándose en los muertos de los gabachos mientras deambula en camisón por las calles de Burdeos, o, claro, bailando una jota de otro mundo, enmudecedora porque ya la muerte lo espera sin pasión o consuelo para el hombre, puede que el primero, que vio lo que siempre había sido España, y lo que luego se ha demostrado que es: un trozo de carne que cuelga de un gancho, que ha pasado ya por el cuchillo de carnicero y espera a los subastadores...
Inmensa. Inmenso.
Saludos.

viernes, 19 de junio de 2015

Los hijos, nuestra memoria



Pese a que el tiempo la ha tratado regular respecto a su mensaje político, que finalmente ha quedado como una excusa más o menos velada en aquellos primeros pasos de la transición, y apenas apuntados en la liosa metáfora de la mujer "asesinada" en una cuneta, lo cierto es que ELISA, VIDA MÍA permanece como uno de los mejores guiones firmados por Carlos Saura y una película que en su tratamiento estético conserva una sorprendente vigencia, que la emparenta directamente con el primer Víctor Erice (no en vano se trata de una producción de Elías Querejeta). Fue la única película española a concurso en Cannes'77, y aunque es cierto que el prestigio que Saura acumulaba por entonces a nivel internacional no fue suficiente para otorgarle un lugar en las quinielas, el jurado quedó prendado del impresionante trabajo de Fernando Rey, en el que a mi juicio es su papel más difícil y descarnado. Rey interpreta a un hombre que ha huido de todo, y que sin pedirle nada a la vida se debate entre las sombras de un pasado turbio a lo largo del franquismo y la imposibilidad de demostrar el amor que le tiene a su hija, que ha ido a visitarlo 20 años después de que abandonara a su familia. Es un film sobre las complicaciones emocionales para un hombre cuyo perdón no le juzga, sino que le une cada vez más a una hija que le entiende como si hubiese vivido sus vicisitudes a su lado y que descubre una insólita afinidad, una vez ha dejado de lado sus prejuicios. Es una película sobre la Guerra Civil, el franquismo, los vencedores y los vencidos, pero no subraya ni matiza, sino que primero intenta poner en orden a sus personajes, para que sean estos quienes den, acaso, un veredicto fidedigno sobre qué tiempo les perteneció en realidad.
Es el mejor Saura, y la mejor manera de enfrentarnos a un pasado que se resiste a desaparecer, por muchos años que pasen.
Saludos.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Cine en crisis #3



Se ha hablado mucho de las razones del eterno lastre del cine español, de la fallida política de subvenciones, de una fatal autoindulgencia, de las correspondencias políticas, la falta de independencia... Muchas razones y poco razonadas, creo yo. En España hubo un momento en el que se pudo cambiar todo, a mejor y para mucho tiempo. Pero no se hizo, y se eligió un modelo que satisficiese a productores de mente revuelta, distribuidores dispuestos a "liberar el suelo", y todo ello repercutiendo en la marginación de cualquier intento de ampliación de los márgenes creadores. Resumiendo, que hace 25 años era posible hacer una película que sobrepasase en presupuesto toda la producción cinematográfica española de 2013. Su nombre no puede ser más significativo: EL DORADO. Dirigida por un indiscutible, Carlos Saura, y con participación francesa, EL DORADO semejaba un descomunal monstruo sostenido por un pataje flaco y titubeante; un film sobre la expedición española que iba a evangelizar y quedó deslumbrada por la leyenda de la ciudad construida en oro; y no cabe mayor ni mejor ejemplo para explicar una película que a ratos parece un APOCALYPSE NOW desvaído y otras se aprovecha de lo ya imaginado por Werner Herzog, cuyo Lope de Aguirre era más insano que éste, interpretado por Omero Antonutti. Aun así, EL DORADO tenía imágenes de fuerza incuestionable, Saura siempre ha sido un trabajador al servicio de sus ideas cinematográficas; el arranque, por ejemplo, posee una fuerza poética que dota de sentido el batiburrillo posterior, y la selva amazónica queda retratada por una estupenda fotografía a cargo del gran Teo Escamilla. Los problemas, sin embargo, son muchos: unas interpretaciones irregulares (¡Inés Sastre!), una línea argumental cuasiininteligible y algunos momentos que rozan el ridículo y que en aquellos incipientes premios Goya arrojó un desolador balance de nueve nominaciones y cero cabezones... Cine español en estado puro.
Saludos.

martes, 4 de septiembre de 2012

La memoria asfixiada



Otra desaparición, otra. Esta vez la actriz Lina Canalejas, puede que no tan conocida del gran público, primordialmente una secundaria solvente y de gran enraizamiento clásico y que desdobló su trabajo entre los escenarios y los platós a lo largo de casi cinco décadas. Inmediatamente de conocer la noticia, me acordé de una película en la que esta actriz tenía un peso importante. Se trata de LA PRIMA ANGÉLICA, de Carlos Saura; una inclasificable inmersión en los peligros de la memoria en clave franquista y trufado de constantes obsesiones sentimentales en mitad de aquellos tiempos de represión. José Luis López Vázquez, en uno de sus papeles más contenidos y matizados, es Luis/Luisito, que ha vuelto de Barcelona para quedarse con los restos del entierro de su madre; Luis es Luis cuando el tándem Saura/Azcona (brillantísima su simbiosis creadora) quiere tenernos en un presente que siempre parece a punto de desvanecerse cuando los recuerdos empiezan a inundarlo todo. Es el momento de Luisito, el niño de padres republicanos, que ha de quedarse con sus tíos, falangistas, cuando la guerra estalla; que empequeñece ante las sórdidas recomendaciones de los curas; que está secretamente enamorado de su prima Angélica, con un amor puro e impermeable al paso del tiempo. Luis vuelve, su amor nunca se ha ido, y esto sirve a Saura para filmar sin rencor, porque LA PRIMA ANGÉLICA no es tanto el enésimo panfleto antifranquista como una amarga denuncia sobre los sentimientos arrebatados a quienes no les estaba permitido siquiera tener alguna posibilidad de ser sincero. Es un film sobre el tiempo, su paso implacable con esa pátina de sueño o de fiebre; y es, finalmente, un más que certero intento de dejar la trillada vía de la invocación nostálgica para adentrarse en terrenos más propios del psicologismo noreuropeo. O dicho de otra manera, mostrar las secuelas del crimen para llegar hasta el criminal. Magnífica.
Saludos de mis primos.







lunes, 7 de septiembre de 2009

Suspiros españoles

Este es un post muy especial, el más especial que he escrito desde que empecé con esta locura y sólo junto al que dediqué al maravilloso nacimiento de mi hija. Y aunque no somos profesionales, ni lo pretendemos, lo más normal es que hoy no hubiese escrito nada, pero también es cierto que esto es casi lo único que hago sólo medio mal, así que tras mucho pensarlo y con esa musiquilla dándome vueltas por la cabeza decidí ir directamente a esta obra maestra de don Carlos Saura.
Primero que otra cosa porque se me ocurrió que sería un bonito homenaje para otra Carmela que nació en años de República, padeció la etapa más negra de este país y vivió mucho tiempo, incluso el suficiente para conocer a su única bisnieta.
Pero ¡AY, CARMELA! es también una obra maestra irrepetible, al menos la que considero la mejor de Saura y un prodigio de concisión y verdadera prosa cinematográfica. El que Rafael Azcona hiciera el guión influiría en algo y se nota en los ramalazos "berlanguianos" que aquí son, si cabe, aún más apesadumbrados, todo un tratado de tragicomedia. Inmensos Andrés Pajares, Carmen Maura y Gabino Diego en tres papeles de esos que caen una vez sólo. De manual para los estudiantes, las tremendas escenas de las actuaciones de esa improbable pareja en mitad del conflicto; impagables las variaciones que deben improvisar sobre un mismo tema (inolvidable "Mi jaca") dependiendo del bando para el que actuaran. Idea toda ella que plasma de manera soberbia la confusión de aquel tiempo nefasto, en la que ser español significó una vergüenza. Es uno de esos títulos situados en lo más alto de nuestra cinematografía, una lección de cine y de humanidad y resulta complicado no derramar un par de lagrimillas con un nudo en la garganta cuando uno ve a Pajares, más Charlot que nunca, agachando la cabeza de impotencia, reivindicando su inútil condición neutra. Hay que verla, porque incluso los que no vivíamos entonces nos hemos sentido identificados de una u otra forma.
Un saludo muy especial para todos ustedes.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!