Mostrando entradas con la etiqueta Tsai Ming-liang. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Tsai Ming-liang. Mostrar todas las entradas

martes, 17 de marzo de 2015

El hogar arrasado



Antes de empezar, una reflexión. No entiendo por qué nos empeñamos (yo el primero) en maximizar cualquier tipo de consideración cuando la película a reseñar es una producción independiente (lo que nos lleva a clasificarla como "de autor"). Mientras, las producciones "mainstream" se benefician de una indulgencia insoslayable acerca de su propia naturaleza material.
Así las cosas, hablemos de una película que me perdí del SEFF'13, STRAY DOGS, de Tsai Ming-liang.
Estamos ante un film oscuro, denso, triste, desesperado. Una especie de grito sordo que escarba en las posibilidades del plano fijo como espejo de emociones que en un principio "no estaban ahí", sino que deben aflorar, pero también sembrar en el espectador la duda de si lo que está viendo pertenece más a la realidad o a la ficción. Dejando aparte la insobornable militancia que provoca el cine del director malayo, a la que no quiero referirme como apoyo, veo cosas muy interesantes en STRAY DOGS, otras no tanto, pero todas tienen su parte aprovechable, y eso es muy bueno. Parece que vemos a un hombre criar a sus dos hijos en un terrible entorno de indigencia; su trabajo de hombre anuncio le da para subsistir al mínimo. Parece que la madre les ha abandonado; una col, que a la niña le sirve de muñeca, acabará destrozada como encarnación materna. Parece también que el espacio vital, compuesto por casas abandonadas cada vez en peor estado, quisiera ser al mismo tiempo espacio emocional de su protagonista, puede que sumido en una depresión. Así lo parece, pero Tsai Ming-liang se deja llevar poco por estructuras asumidas y se obstina en el aglutinamiento de imágenes adocenadas en busca de una extraña frescura. Es como si un vertedero pueda ofrecer una flor, así la representación de la familia feliz se ve rodeada de paredes negruzcas y despellejadas por un incendio... o así lo parece...
La polémica y tremebunda escena final hace honor a su fama. Ahí, lo siento mucho, sólo caben dos interpretaciones: broma o magisterio.
Saludos.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Frente a la máquina

Las primeras escenas de Ching Shao Nien Na Cha (Rebels of the Neon God AKA Teenage Norcha), REBELDES DEL DIOS NEÓN, para entendernos, nos muestran a unos jóvenes aparentemente hastiados, cansados, aburridos; que delinquen sin mayor trascendencia y que matan cucarachas con apatía. Luego, vemos cómo algunos se relacionan y otros son reservados hasta lo insoportable ¿Por qué? Supongo que Tsai Ming-liang se ha hartado de ver cine francés y habrá visto las coincidencias con veintitantos años de retraso; acaso el verdadero impulsor de la nouvelle vague asiática, lejos del barroquismo visual de Wong Kar Wai o las marcianadas de Kim Ki Duk.
REBELDES DEL DIOS NEÓN es un film que obliga al espectador a mantenerse alerta, cualquier cosa va a ocurrir de un momento a otro... o quizás no vaya a ocurrir nada. Los juegos asimétricos son constantes, con un chaval solitario y enfermizo que odia a sus padres y un curioso triángulo formado por dos ladrones de placas de videojuegos (es de 1992) y la novia del hermano de uno de ellos, que, por cierto, nunca aparece por ningún lado.
Tsai Ming-liang se muestra como un director más taimado que los anteriores (las comparaciones son inevitables), menos dramático; más cercano, por ejemplo, a Bresson que a Truffaut, pese a que Hsiao Kang, el protagonista, venga a significar en su propia filmografía una suerte de Doinel más descacharrante y cruel.
Los videojuegos (el verdadero dios neón) son omnipresentes en pantalla. Incesantes e interminables hileras de personas frente a la pantalla, conectados a ella, desconectados del mundo. Tsai Ming-liang propone un juego al espectador que exige bastante de éste; le hace partícipe de su propia miseria a través de la forzosa aceptación de conductas perfectamente aceptadas en las grandes ciudades, pero que horrorizan una vez expuestas friamente, despojadas de su carácter lúdico.
Neoníticos saludos... (¿esa palabra existe?)
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!