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viernes, 27 de diciembre de 2019

Deja que... estalle #4



Ya da igual la Navidad, y los tiros y las patadas. En 2007, ese adalid del CGI llamado Len Wiseman se hizo con los controles de un revival que levantó suspicacias poco infundadas. LIVE FREE OR DIE HARD era un escuchimizado intento de enclavar a McClane en mitad de la era digital, como un mono en una feria, divirtiéndose con cara de malas pulgas. El problema fundamental de esta cuarta parte, además de haber dejado pasar nada menos que doce años, es que a McClane no le hace falta que le llamen viejo, porque siempre lo fue. Por si fuera poco, el malo es un hacker, y el que tiene que salvar es otro; y además, aunque ya Holly es historia, aparece la hija, con la que es inevitable la redención paterna. Es decir: un tipo puede manejar a su antojo todo lo que esté informatizado, pero no puede hacer nada contra un cincuentón con una pistola, que además de salvar el mundo le encuentra novio a la niña (por cierto, una jovencísima Mary Elizabeth Winstead), y todo bañado por la crema fondant de la fotografía de Simon Duggan, y todo sin fumarse un solo pitillo, que son tiempos de vida sana... ¿o no?
Si no la hubieran hecho no hubiese pasado nada.
Saludos.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Lote completo. Pague a plazos



De nuevo un remake. Otra vez. Y esta vez no voy a soltar mi habitual charleta sobre la necesidad y todo eso, simplemente no viene a cuento. Lo que sí viene a cuento es intentar sacar algo en claro de un batiburrillo digital al que, por desgracia, ya estamos muy acostumbrados. Len Wiseman, al que considero un mediocre en toda regla, dirigió con su habitual troupe británica y la imposición de dos estrellas mediáticas, no de máximo esplendor pero con suficiente gancho para llenar por sí solos un cartel publicitario. Lamentablemente, Colin Farrell parece perdido, ausente entre una indescifrable maraña de megaedificios, diálogos semimesiánicos y persecuciones sin fin en los que, curiosamente, la mayoría de los momentos estelares se los llevan dos mantis como Kate Beckinsale (a la que sigo sin soportar) y Jessica Biel (que cada vez está más maciza); sus encuentros a mamporro limpio son de lo más disfrutable de una película que para un día de no pensar está bien, pero que después de sus larguísimas dos horas es prácticamente imposible hilvanar un discurso medianamente coherente. Estamos de acuerdo en que en el terreno de los efectos ésta es manifiestamente superior a su predecesora, pero también es verdad que, tal y como comentábamos ayer, Verhoeven era capaz de reírse de sus propios defectos y exageraciones, y precisamente es humor lo que fata aquí. Una película demasiado mala para ser tan seria... Y poco, muy poco más, aparte de que es una de las copias más soeces del espíritu y ambientación de BLADE RUNNER que he visto últimamente, y ya son demasiadas...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!