miércoles, 31 de julio de 2013

Cuándo es preciso mostrar



Hay, desde mediados de los noventa, un movimiento bastante subterráneo en Canadá que presenta un amplio abanico de jóvenes creadores visuales con un denominador reconocible: su gusto por el horror de corte más o menos extremo. No tan a la sombra de David Cronenberg (como cabría presuponer), creadores como Maurice Deveraux o Karim Hussain llevan ya un tiempo explorando las posibilidades de un cine que no por tener un coste limitado lo es en lo puramente imaginativo. Hussain ya provocó un pequeño cataclismo con su ópera prima, SUBCONSCIOUS CRUELTY, un film estructurado en cuatro partes y que, en clave provocadora, atentaba contra los asideros morales que la sociedad considera intocables. En breves líneas, el film comienza con un parlamento presuntamente poético mientras muestra imágenes más o menos convencionales, hasta que de repente se nos habla de nuestros dos hemisferios cerebrales, el que dirige nuestra racionalidad y el otro. La introducción es una especie de autopsia surrealista en la que una mano, armada con un bisturí, provoca cortes en un cuerpo femenino, pero lo que extrae de cada incisión no es lo que esperábamos. Con una banda sonora suave y sugerente (nada que ver con las estridencias de nuevo cuño), Hussain se centra en el acto del nacimiento, con un enfermizo apartamento en el que conviven un hombre y su hermana embarazada; aquí ya el gore se impone y culmina con una escena que debe tanto a ERASERHEAD como a A SERBIAN FILM... En el tercer segmento, el más logrado a mi juicio, el director se desata y filma una original e inquietante coreografía de cuerpos desnudos en plena naturaleza que "comen" la tierra y "copulan" la tierra, como si ésta fuese un organismo interactivo o, dicho de otra manera, un cuerpo que han de violar y canibalizar... Jucifer habría matado por ponerle la música a este capítulo... Para finalizar, y como no podía ser de otra forma, Karim Hussain propone un deliberadamente ofensivo final, aunque en mi opinión es el menos interesante en la forma y aunque conceptualmente tenga su aquél. Sin muchas florituras ni circunloquios, es nada menos que Jesucristo el que se verá invadido, esta vez por tres "ávidas" muchachas, que empezarán a violarlo y terminarán, literalmente y como se dice en cada misa, bebiendo su sangre y comiendo su carne. Resumiendo, una película con más leyenda que chicha verdadera, con, eso sí, unas intenciones loables por desmarcarse del mainstream fabricado en serie, aunque la lástima es que la forma se imponga rotundamente a un fondo que, a menos que nuestra mente sea pura y virginal, tampoco es una provocación tan severa como pudiésemos pensar. Y mañana veremos, por ejemplo, el mismo ejemplo pero totalmente al revés.
Saludos conscientes.

martes, 30 de julio de 2013

La danza del cuchillo



Me entero el otro día de la muerte de Bernadette Lafont. Una musa, un acontecimiento para el cine francés; aquí, casi nadie. Sus papeles, numerosos, asombrosos, diversos, jugosos. A todos se nos vienen a la mente los más eternos, con Chabrol, Eustache... En este blog no hacemos hagiografías ni homenajes explícitos, sólo sabemos hablar de películas que hemos visto; además, de la Lafont hemos hablado algunas veces ya, así que se me viene a la cabeza un film escondido para la mayoría, y de Jacques Rivette, por añadidura.
NOROÎT son dos claustrofóbicas horas perfectamente coreografiadas en los alrededores de un castillo situado en alguna isla del Atlántico, "al lado de otra mayor". Una espasmódica historia de muerte y venganza, en la que Bernadette Lafont da vida a una despiadada pirata, Giulia, que comanda un heterodoxo grupo de saqueadores a los que mantiene en un estado constante de sumisión. Por otra parte, Geraldine Chaplin (mucho antes de convertirse en medium) interpreta a una mujer que, bajo el seudónimo de Morag, jurará acabar de una vez con la asesina de su hermano infiltrándose en su banda. Expliquemos que NOROÎT no es un film fácil de digerir, a Rivette le supuso más de veinte años de intentos fallidos hasta que en 1976 al fin pudo acometer la que quizá sea su producción más ambiciosa. Adaptando nada menos que el romance trágico del Siglo XVII "The revenger's tragedy", del inglés Cyril Tourneur, lo que Rivette ofrece es un alarde de composición escenográfica, para lo que, desgraciadamente, ha de supeditar el conjunto dramático, que queda esquematizado con actuaciones puramente teatralizadas. Es, no obstante, una película asombrosa, con detalles como la música interpretada en pleno directo por músicos que ni siquiera son escondidos, o la dificultad de esos extensísimos planos bajo constante amenaza de tormenta con el sonido sin filtrar. Un film que apenas puedo imaginar a un director actual intentando hacer algo similar sin caer en las garras del atrezzo digital y (al menos en El Indéfilo así lo vemos) un más que digno "rememorándum" para una actriz que debe quedar en el panteón de los incunables...
Saludos con el viento de costado.

lunes, 29 de julio de 2013

De verdad... Jean Rouch #12



LA CHASSE AU LION À L'ARC es un fascinante documento acerca de un lugar fronterizo donde aún se conservan pinturas rupestres que representan a una antigua raza de cazadores de leones a caballo. Cazadores con arco y flecha, tal y como sigue sucediendo para proteger al ganado de aquellos leones que, llevados por el hambre, osan romper el extraño e inexplicable pacto de no agresión entre especies. Cuando una cabeza de ganado sana ha sido atacada, el pueblo acude a los cazadores de leones, que deben recorrer 500 kilómetros al sur para encontrar la semilla venenosa con la que emponzoñar sus puntas de flecha forjadas a mano. Y todo ello es narrado pacientemente, con gran claridad por el maestro Rouch, que se detiene en cada aspecto de un ritual, el de la caza del león con arco, que puede durar incluso más de un mes; desde la cuenca del Níger hasta la actual Malí, dominio de los Tuareg, y cargados de tantas armas y trampas como de plegarias, viviremos casi en primera persona esta peligrosa actividad que no es tan importante por la cacería física como por la erradicación definitiva del espíritu sanguinario (según las creencias, proveniente del contacto con una hiena) que ha hecho perder el respeto a los leones asesinos.
saludos.

domingo, 28 de julio de 2013

Rincón del freak #118: Plexiglás italiano interestelar



El mercado del VHS dedicado a desenterrar la monstruosa producción de serie Z internacional que nunca llegó a estrenarse en España, aparte de contener títulos absolutamente demenciales y sólo recomendables para paladares muy acostumbrados, ha dado buena cuenta de hasta qué punto puede sobreexplotarse un género o directamente un éxito de temporada, sin que nadie vaya a arredrarse por cuestiones tan nimias como que existan diez o quince años entre una cosa y la otra. No soy un gran experto en este tipo de cosas, pero de cuando en vez me dejo caer con una de estas "excéntricas frivolidades"; y no hace mucho me encuentro estupefacto ante una "película" cuyo "argumento" nos habla de una nave espacial a la que le da por aterrizar en una campiña italiana de cartón piedra. Allá que van un improbable científico que fuma en pipa, un par de ayudantes y su hija, que aparte de pasearse en bragas todo el metraje no sé qué pinta. A ellos les añadiremos dos espías chinos que hablan italiano como si tal cosa, por lo de poner intriguilla. Los extraterrestres son dos tipos vestidos como el de la foto y la pobre Leonora Ruffo, que pasó de trabajar con maestros como Fellini a embutirse en minivestidos de purpurina. No intenten buscar nada coherente aquí, es inútil; allá que se meten todos en la nave (una maqueta jodidamente chapucera) y se van a conquistar las estrellas... o qué sé yo. De repente se rompe una antena (flipa!!) y un tripulante sale al (ejem!!) espacio exterior para poner otra, lo que es recreado con una cámara lenta y un movimiento que es, básicamente, dar saltos... aparte de que cualquiera puede salir al espacio tal cual, sin traje espacial ni nada, pero tampoco es que importe mucho. Luego, sin saber tampoco por qué, vuelven a la tierra y descubren que ha habido una guerra nuclear y todo ha quedado hecho fosfatina; para ello, se cogen unas fotos de edificios y se recortan para dar el pego como si estuviesen rotos... en fin... Para rubricar la hazaña de que ningún actor huyese despavorido, todos se van al planerta natal de los extraterrestres, que es una rivera con palmeras donde unas hawaiianas les reciben para refundar una nueva raza basada en el amor sin reservas...
Por si les pica la curiosidad, esto se llamaba (atención al título) 2+5: MISSIONE HYDRA, aunque en aquellos VHS's se le añadió el más sajón STAR PILOT, e incluso, en una operación de marketing de andar por casa, un "Encuentro en las estrellas", con un dibujillo que remitía directamente a la saga Star Wars, aunque como dije antes, ésta se rodara una década atrás. Dirigía Pietro Francisci, adalid del peplum desinhibido que cogería algunas perras para irse de vacaciones... Un desastre se mire por donde se mire, pero juro que hay gente a la que estas cosas le gustan...
Saludos infinitesimales.


sábado, 27 de julio de 2013

Intención y resultado



Me resulta muy fácil establecer un juicio crítico sobre una película como THE FEVER, una incomprensible producción de 2004 de la HBO (lo que confirma nuestras sospechas de que la brecha entre televisión y cine sigue existiendo) que, con la ingenuidad que sólo un ignorante puede mostrar, enarbola un discurso dogmático y adoctrinador que desemboca inevitablemente en un lamentable espectáculo del "buenismo" que es de lo más sonrojante que he visto últimamente. Son conocidas las filiaciones políticas de la actriz Vanessa Redgrave, aunque desconozco si ello la ha llevado a un estado de contrición tan agudo que la obligue a pedir perdón incluso por cosas de las que probablemente no sea responsable. En fin, cada loco con su tema, pero de ahí a dramatizar (poner en escena) los desmanes de la globalización capitalista como si estuviésemos leyendo un manual evangelista... Hombre, hombre; que ya tenemos un bagaje, oiga. La señora Redgrave sale haciendo de mujer mayor que de repente se arrepiente de haber vivido a todo trapo, yendo a fiestas de postín y gastando dinero, en lugar de comprarse una columna y establecerse en el desierto para meditar sobre lo divino y lo humano... De acuerdo, cada cual tiene derecho a expresarse como le venga en gana, pero lo que roza el ridículo es que para ello se sirve de unos amiguetes de probado izquierdismo, como Michael Moore, con el que tiene una conversación de una idiotez sin límites, y la guinda: nada menos que Angelina Jolie (sí, sí!!) haciendo de partisana clandestina de un país de por ahí que ocasionalmente se viste como la virgen María para ir a rezar por la liberación de su pueblo oprimido. E insisto: una cosa es la intención que cada uno pueda albergar en su interior, y eso no lo discuto, pero si la señora Redgrave y su séquito, una vez terminada esta cosa, no han sentido vergüenza del resultado, entonces puede ser que tengan un serio problema de percepción.
Saludos despolitizados.

viernes, 26 de julio de 2013

Los pijos de antes y sus movidas



Por si ustedes no lo sabían, Whit Stillman se basó en una película de 1937 que, sin tener en realidad mucho que ver, sí es cierto que contiene el sustento ideológico mediante el que estructurar un mundo aparte, el de los señores y señoras sin agobios económicos y suspiros ante jarrones floreados... A DAMSEL IN DISTRESS es un film de los de entonces, una comedia romántica muy bien dirigida por George Stevens, que era un tipo al que le podían echar lo que fuese, y con un reparto que no sólo invitaba al solaz descansado, sino que además constituía el perfecto equilibrio entre diálogos chisporroteantes y algunos (no demasiados) números musicales con la siempre excelsa coreografía de Hermes Pan. Por allí estaba un pletórico Fred Astaire encarnando a un bailarín rompecorazones y soltero empedernido que por casualidad conoce a una joven aristócrata inglesa (Joan Fontaine, tan seria como de costumbre y sin mucha soltura en el asunto de la danza) en una gira por tierras británicas, lo que dará lugar a un idilio imposible, aprobado por su padre pero mal visto por su madre, que no permitirá que su díscola hija se case con un simple plebeyo. Muchos malentendidos y situaciones descacharrantes avaladas por el choque cultural entre el rígido costumbrismo de la aristocracia y la naturalidad (ojo, que estoy diciendo que Astaire luce como un tipo de lo más natural...) de unos yanquis recién llegados a la "corte". En el lado puramente cómico, como era frecuente en este tipo de producciones, completaban los carismáticos George Burns y Gracie Allen, que fueron pareja en la vida real y que junto a Astaire rubrican la historia con un vistoso número musical en un parque de atracciones. Una película sólo para incondicionales del musical almibarado y que no les pondrá precisamente de buen humor si tienen dificultades para llegar a fin de mes.
Saludos, o sea...

jueves, 25 de julio de 2013

La incomprensión de un pijo



Los pijos, históricamente, nunca han tenido una fácil defensa; su indolencia (estupidez), perfidia (codicia) y hermetismo (endogamia) le hacen un grupo de complicado acceso y, una vez logrado, casi imposible permanencia. Estás con ellos (en el más extenso sentido de la frase) o sencillamente no existes. Y el pijo en el cine normalmente va camuflado de otra cosa, y me parecería interesantísimo (sobre todo en nuestro país, que acoge numerosas sub-ramas) que a alguien le diese por hacer un ensayo serio sobre las consecuencias sociales de un modo de entender la vida trufado de luces tan brillantes (cegadoras) como sombras oscurísimas. Mientras tanto, este año hemos estado de enhorabuena, porque Whit Stillman despertó de su letargo tras trece años sin rodar, facturando su cuarto film en 21 años. A Stillman lo amas o lo odias, igual que ocurre con los pijos; y no sé si él mismo es un pijo, pero desde luego que demuestra una fijación absoluta por este tipo de gente, jóvenes, bien vestidos, bien educados, sin agobios económicos, con una fiebre incontrolable por las marcas y, eso sí, en una perpetua búsqueda de la propia aceptación social. Ocurría sobre todo en METROPOLITAN, su primera obra; se dispersaba en la fallida BARCELONA, que fue un calentón mediterráneo de un tipo que ha pasado largas temporadas en nuestro país; y en THE LAST DAYS OF DISCO consiguió filmar la verdadera cara agilipollada de los pijos. Finalmente, en 2011 (sí, aquí llegó con dos años de retraso) Stillman rompe su silencio y factura una extraña película que parece no pertenecer a un tiempo en concreto. DAMSELS IN DISTRESS podría transcurrir en 1920, 1965, 2011 o 1846...; su construcción de personajes, siempre al borde de lo ridículamente cursi, apunta una imposible mixtura entre las comedias de Lucille Ball, las aventuras surferas de Frankie Avalon o una versión "Chanel nº5" de CLERKS... Una cosa es cierta. Si eres capaz de empatizar con esta intrincada idiosincrasia estarás de enhorabuena, porque DAMSELS IN DISTRESS contiene momentos hilarantes y un espíritu lúdico que hacía mucho tiempo que nadie ponía en imágenes. En el otro extremo, si eres un vegetariano que fue a las concentraciones del 15-M y tiró huevos en la Calle Génova, puede que este film te provoque algo más que urticaria... Y con eso me parece que queda todo dicho...
Saludos a la salud de Snoopy...

miércoles, 24 de julio de 2013

Una epopeya criminal



Tomu Uchida no es uno de los nombres que más suenen a la hora de referirnos a grandes maestros del cine japonés, sin embargo posee una trayectoria tan extensa como fascinante, abarcando desde los primeros años veinte hasta 1965, año en el que rodó la que probablemente sea su gran obra maestra y que se convertiría en su epitafio cinematográfico, ya que un cáncer lo obligo a retirarse hasta su muerte cinco años después. KIGA KAIKYO (con varios sobrenombres, entre los que destaca UN FUGITIVO DEL PASADO) es una monumental película de tres horas, cuyo milimétrico guion, obra de Naoyuki Suzuki, estaba asimismo basado en la novela de Tsutomu Minakami. Aunque con un fondo sencillo, Uchida se recrea anteponiendo capas de aliteración con aparente poca consistencia entre ellas, pero que, una vez enganchado el motivo principal, y pese a que no hay misterio alguno, genera en el espectador un suspense absolutamente arrebatador. Todo arranca con dos reclusos que escapan de una isla dejando un crimen tras de sí. Uno de ellos, sin grandes remordimientos, matará al otro para borrar cualquier rastro; a partir de ahí nos son introducidos una gran cantidad de personajes, que van desde el cuerpo policial que se ocupa del caso, y más concretamente un inspector que se obsesionará con la resolución del mismo, resistiéndose a que se cierre; el único testigo del crimen, al que nadie cree su versión; una prostituta poco dispuesta a colaborar; y, ya al final, y en un giro realmente genial, un exitoso hombre de negocios y respetado filántropo, buen esposo, culto y refinado que resulta ser... el asesino. Esto es sabido desde el primer momento y no supone un problema desvelarlo, ya que el valor de este tremebundo film está en la complicada madeja que pacientemente va desplegándose ante el espectador. Una película muy desconocida, muy recomendable y que confronta una manera de hacer cine, la japonesa, que desdeña la premura americana o la rigidez europea al enfrentarse a grandes relatos.
Saludos sin remordimientos.

martes, 23 de julio de 2013

Tal como eran (otros)



Jeff Kanew fue (aunque "dirigió" un trasunto de bazofia hace tres años) uno más en la legión de directores de cine norteamericanos a los que un estudio les apostaba un presupuesto ni muy bajo ni muy alto con la esperanza de dar un pelotazo superrentable; lo logró con REVENGE OF THE NERDS, que aún hoy es de lo más digno que he visto en comedias despendoladas/universitarias, así que la Universal le hizo otro encargo al año siguiente, similar aunque con sus infulillas. GOTCHA! empieza como una película de espías, con gente persiguiéndose con una pistola en la mano... sólo que todo responde a un juego que se ha puesto de moda en una universidad de esas que sólo existen en Yanquilandia y que viene a ser una variante del paintball en lugares públicos (... esos locos ochenta...). Como no puede ser de otra manera, el protagonista (Anthony Edwards con flequillazo rubio y en plan ligón... ¡increíble!) realiza un viaje a Europa con el dinero de los papis con la intención de beneficiarse de alguna europeílla descarriada, y esas cosas que pensaban los americanos... Total, que hilando fino fino la pantomima mostrada al principio terminaba por cobrar realidad, aunque el tono general nunca se decidiese a abandonar una jocosa suavidad formal. Eso sí, en aquellos años se echaba mano de Linda Fiorentino (uf!), y no de una pipiola cualquiera; y esta señora, que aparte de magnífica actriz y gran femme fatale, era una rica cosa, eleva el dichoso tono general hasta cotas que ni Kanew ni nadie hubiese podido esperar. Fiorentino se apodera literalmente de la película, y los (pocos) mejores momentos son los que la muestran como una espía misteriosa y manipuladora que succiona (y, amigos, la palabra es ésa) el alma, el protagonismo y alguna otra cosa al apocado Edwards, que se dejaba hacer sin miramientos. El guion, es cierto, es una barrabasada que no hay por dónde sacarle un gramo de veracidad, y hay momentos sonrojantes, pero se trata de un producto comercial con su dignidad; un film muy olvidado y que aunque tuvo su cuota de taquilla (estratosférica comparada con la de hoy en día) no fue todo lo popular que se pretendía, e inició el desastroso devenir de este director, algo que, francamente, tampoco nos ha preocupado en demasía...
Saludos pillados.

lunes, 22 de julio de 2013

De verdad... Jean Rouch #11



Ya desde su cartel, de corte curiosamente humorístico (aunque las intenciones vayan por dentro), la propuesta de JAGUAR (1967) queda meridianamente clara: tres amigos del paupérrimo Níger emprenden un entusiasta y larguísimo viaje a pie hasta Ghana (antigua Costa de Oro) para hacer fortuna y regresar a su tierra como prohombres que despierten la envidia y admiración de sus vecinos y familiares. Nada más salir, cazarán un buitre a bastonazos como signo de prosperidad para la travesía; harán cantimploras con calabazas secas, comerán cocos que les sabrán a gloria y, una vez en Accra, se darán cuenta de que si no tienes un centavo, y por increíble que parezca, no podrás ir más lejos porque los ingleses se han inventado una cosa que se llama "aduana". Así que Damouré, Illo y Lam, los tres viajeros, se verán obligados a trabajar antes de tiempo y sólo para poder ir de un sitio a otro; el contacto con el dinero les hará sentirse más seguros, pero no serán capaces de retener más de lo imprescindible para pagar la tasa que les permita continuar, así que volverán a ser pobres, y una vez llegados a su destino no podrán más que trapichear estraperlo, simplemente para costearse el viaje de vuelta en una camioneta. Rouch, elocuente, mordaz, terriblemente crítico, muestra una realidad inconmovible: la imposibilidad del negro para prosperar, para aumentar sus posibilidades. Estos tres optimistas salen de su pueblo con una intención y vuelven (y esto da que pensar) con tres souvenirs: un sombrero, un bastón y una camisa. Y quienes han osado mezclarse con los potentados sólo han trocado brevemente su destino por el de unos turistas accidentales e involuntarios. Sin perder su tono jocoso, una vez más, Rouch nos da de bruces con la realidad, tal y como es.
Saludos

domingo, 21 de julio de 2013

Rincón del freak #117: Cine para canis que van a centros comerciales



El problema de películas como la que hoy nos ocupa es siempre el mismo, y casi nunca alude a su factura técnica, por lo que ir por esa senda, tramposa y conveniente para quien la menciona, no sirve para estructurar un discurso mínimamente coherente y que nos permita dilucidar cómo y cuándo se empezó a gestar el nuevo diseño (aunque de nuevo apenas tenga nada) del cine escandalosamente comercial. Daría exactamente igual el título que pusiese aquí, ustedes los tienen en mente y yo también; cada uno habrá visto los que haya visto y otros no, pero a mí me da la sensación de que todos se hacen una pasta compacta e intercambiable; es "la fórmula". La que he elegido jamás la hubiese visto según su portada (Jet Li y Jason Statham frente a frente y de perfil... ¿acaso hace falta algo más?), pero hace algunos meses hice un serial sobre asesinos solitarios y me salió ésta por su coletilla. El título completo es WAR (ROGUE ASSASSIN), y copia sin pudor otras cosas, aunque también es seguro que será objeto de prostitución formal futura por sí misma. Nos cuenta (es un decir) la "dramática" historia de una pareja de policías que lucha enconadamente contra las mafias orientales, con la mala suerte de que uno de ellos será asesinado junto a toda su familia por un temible asesino (Jet Li), así que su compañero (Statham) se armará de todo el odio posible y, en un arrebato de razón, decidirá que, al igual que hay gente a la que le toca la Primitiva, a lo mejor él solo podría desmantelar a la Yakuza y las Triadas... Bueno, vale, en Star Wars un grupo de hippies se cargaron el Imperio, pero no creo que sea comparable. En fin, que la película es lo que es, una sucesión de escenas de mamporros hi-tech con música discotequera/chunda-chunda, deportivos último modelo, modelos embutidas en minivestidos y gafas de sol hasta por la noche; todo el mundo es muy profesional en lo de repartir hostias y aunque sabemos que estas cosas no pasan en el mundo real nos embelesamos viendo cómo le parten el cráneo a los malos. Sí, de un tiempo a esta parte todo el cine de acción es calcado título a título, puede que siempre haya sido así, pero tan sólo hagan la prueba: pregúntenle a cualquier mujer sobre cualquier película del señor Statham o el señor Li (y es sólo un ejemplo). Ahí es donde quería yo llegar, aunque haya dado tantas vuelas, innecesarias por otra parte...
Saludos beligerantes.

sábado, 20 de julio de 2013

La brutalidad de la sinrazón



A menudo nos referimos, no sin desconocimiento, a tal o cual película como "realista", entroncándola con un uso de la crudeza que, de no ser medido, puede hacer caer el resultado en el sonrojo más absoluto. Hay una película chilena, del maestro Miguel Littin, que es (o al menos debería ser) un ejemplo para cualquier cineasta decidido y comprometido a llevar al cine un suceso real, y más concretamente un hecho de truculencia probada. En EL CHACAL DE NAHUELTORO, sus angustiosos, opresivos 90 minutos, nos llevarán a la indescifrable mente de un tipo marcado por la miseria, el desafecto y, finalmente, el horror. Con muchos nombres (quizá por no tener ninguno), este personaje cometió unos brutales asesinatos a sangre fría y sin más motivo, aparte de la embriaguez, que una extraña compasión después de que su primaria entendedera procesara que la muerte era lo mejor que le podía pasar a cinco chiquillos una vez asesinada la madre sin tampoco mucho sentido. Sin excusas ni remilgos, Littin aborda con profesionalidad y rigor las primeras andaduras de este tipo, ya una oscura leyenda en todo Chile, y lo lleva desde los abusos sufridos por la explotación y la miseria ya desde niño, a los míseros jornales para comprar el vino barato que mate el hambre y el encuentro que le lleva a convivir con la mujer, también abandonada a su suerte, que desencadenará el trágico crimen. Ya al final, Littin no se conforma con lo narrado y verbaliza una espeluznante denuncia de los estamentos chilenos, incapaces de lidiar con el asunto y limitado a confinar al asesino en una celda mientras espera pacientemente su ejecución, cuando curiosamente, es precisamente el único momento de paz que este hombre conoce; aprende a leer y escribir, estudia y recibe el reconocimiento de sus carceleros como un hombre más cabal de lo que esperaban, lo que abre una reflexión tan difícil de afrontar como incómoda de resolver. Un grandísimo film de un director al que siempre hay que tener presente.
Saludos míseros.

viernes, 19 de julio de 2013

Por la bahía



Déjenme que les recomiende un peliculón como la copa de un pino para estas vacaciones; uno de esos títulos que suelen quedarse varados en la memoria colectiva, sin tanto bombo como otros, posiblemente inferiores, y que suponen interesantes puntos de ruptura, abiertos a la modernidad, en la forma de narrar el cine negro clásico. Y es que en THE LINEUP, Don Siegel demuestra por qué fue uno de los mejores directores de su generación, sobre todo uno de los más dotados para expandir su imaginería sin ningún miedo al rechazo de un público acostumbrado a un confortable sedentarismo mental. La trama, diabólica, se centra en una maleta en la que se descubre un alijo de heroína, aunque nada hace pensar que su portador, un eminente y prestigioso profesor, sea su auténtico dueño; así, se iniciará una intensa investigación en torno a lo que la policía de San Francisco concluye como una red de contrabando aún mayor. Hasta ahí se trata de un thriller típico, pero que se verá transportado a un nivel completamente novedoso al introducir a una fascinante pareja encargada de recuperar el alijo extraviado. Dancer, magistralmente interpretado por Eli Wallach, anticipa a tantos y tantos ¿gangsters?... más bien perturbados mentales, tipos violentos con poca conciencia y que no dudan en usar cualquier método para lograr su fin; a su lado siempre irá Julian (Robert Keith), veterano, cerebral, calculador y que jamás usa la violencia. El tándem perfecto. THE LINEUP se consigna en ese momento de introducción en un film que funciona a dos niveles: el que muestra a los detectives usando sus métodos para identificar y localizar a quienes van tras la droga y el periplo de esta singular pareja, con el que Siegel traza su complejas psicología con mano maestra. Y todo ello sin que la acción y la intriga decaigan en ningún momento; la secuencia final es una barbaridad de montaje, y sólo por esos escasos ocho minutos merecería la pena echar un vistazo a este film no tan conocido, pero de un valor incontestable.
Saludos sospechosos.

jueves, 18 de julio de 2013

Cine por y para centros comerciales



Yo les pongo en situación. Entro a desayunar en el sitio donde lo hago habitualmente y, entre tostadas, jamón y cafeses, me topo con una conversación sobre no sé qué película entre el camarero y un cliente. A ver... una película mala, sonrojante, pero que es defendida por el cliente con una fruición que linda el cahierismo... Asómbrense. Yo no participo, he aprendido en todos estos años que de cine se discute con argumentos, no con caradura, porque luego pasa lo que pasa. Y pasó que el camarero, con ojos desorbitados de antiguas veleidades, nos refiere (sí, también me miró a mí) un título de los recientes: MAMÁ, del argentino Andrés Muschietti... aunque, ya se lo advertí a ustedes, el desgañitamiento le hace confundirse y mencionar a Guillermo del Toro, que creo (¡creo, ojo!) apenas desempeña el rol de mecenas en la sombra que da su empujoncito a un tipo que empieza con presupuestos grandes. En fin, que como yo soy así de gilipuertas, voy y veo MAMÁ ¿Y qué me encuentro? Lo resumiré. MAMÁ era un cortometraje en el que es fundamental la escueta duración para conseguir un shock que el espectador no imagina que va a encontrar, porque se trata de un instante en constante escalada rítmica. Al pasar al largo, algo tienes que hacer bien aparte de contratar FX digitales, porque ésta es una película repleta de estupideces, en la que todos los personajes sufren del que yo llamo "síndrome de Tom y Jerry", que como tantas veces he explicado consiste en no subir la cámara para no encontrarnos con la enfurruñada cara de los adultos que observan al gato y al ratón perseguirse interminablemente. Es un film que ya hemos visto muchas veces, con sustos que ya conocemos y tramas raquíticas de poco creíbles que son; contiene, es verdad, algunos alardes de cámara que ya se encontraban (de hecho constituían el motor principal) en el corto, pero no son más que ínfimos destellitos en esta nimiedad que, por si fuera poco, se remata con un final jodidamente ridículo. Eso sí, si lo que pretenden es dejar su mente en blanco frente a un cubo de palomitas durante 100 minutos... entonces es perfecta.
Saludos, mamíferos.

miércoles, 17 de julio de 2013

Noche de setas



Cuando aún se sigue hablando, tras su triunfal paso por multitud de festivales, de su anterior trabajo, la sorprendente SIGHTSEERS, el británico Ben Wheatley, decidido a no dar un respiro mientras la inspiración lo acompañe, entrega este mismo año una película que en mi opinión debería dar mucho que hablar. A FIELD IN ENGLAND es una experiencia insólita, embaucadora y, antes que todo eso, un brillante ejercicio de modulación a partir de las opciones que el cine actual puede ofrecer respecto a etapas anteriores. Es sobre todo eso, una especie de punto y aparte de ruptura consciente con mecanismos gastados y fórmulas cansinas. Y tomen nota: En algún punto perdido de la Inglaterra del Siglo XVII, llueven explosivos sobre Whitehead, un asustadizo sirviente que ha de encontrar a "alguien" en mitad del fragor de la Guerra Civil; tras asistir atónito a la muerte de su amo, se topará con otros tres personajes más, el ufano Jacob, el siniestro Cutler y un tonto sin nombre y una capacidad infinita para resucitar. Sin apenas más rumbo que una supuesta taberna donde descansar sus cansados cuerpos desertores, el cuarteto encontrará una enorme cuerda en mitad del campo de la que serán obligados a tirar tras ingerir un estofado de setas preparado por Cutler.
Podría seguir describiendo un film tan rico en matices como oscurantista en intenciones, con un sentido del humor extraño y un aura de misticismo atávico que te deja muy mal cuerpo sin que sepamos explicar por qué, pero es mejor descubrir A FIELD IN ENGLAND con pocos datos, y sólo añadiría que intenten imaginar un batiburrillo que mezclara sin compasión a los Monty Python, Barry Lyndon, Werner Herzog, Albert Serra, Thomas Pynchon y cualquier otra cosa que no les haya dejado indiferentes últimamente, porque el empeño de este alucinado film en glorioso blanco y negro es precisamente desubicar a espectadores acomodados y críticos empapuchados. Yo no sé si lo logrará, pero no hay más que echar un vistazo a sus brillantes y enrevesados diálogos para constatar que estamos ante uno de los creadores con más futuro en la actualidad. Cojonuda.
Saludos estroboscópicos.


martes, 16 de julio de 2013

Al montante industrializado



Vamos hoy con una de guerra; antigua y poco conocida, de las que hay que recuperar de vez en cuando. Y es que siempre hubo panfletos en tiempos de conflictos, pedir una calidad máxima es de locos, así que uno se conforma con que la película esté bien hecha, que aporte algo al avance de las técnicas de rodaje. Y es cierto que respecto a eso GUADALCANAL DIARY, aun con toda su sonrojante carga de americanismo burdo y superautocomplaciente tiene sus cosas, como la introducción de puntos de vista directos, colocando la cámara detrás de los soldados (ver foto) y ofreciendo panorámicas absolutamente espectaculares. Tengamos en cuenta que el film acaba de cumplir 70 años y que, por ejemplo, con el trabajo hecho, muchos de los hallazgos visuales contenidos en esta película han sido sobados por directores tan reconocidos y reconocibles como Coppola, Spielberg o Malick. La diferencia (¡ay!) es un discurso de gran flojedad moral, incapaz de plantearse una sola cuestión más allá de lo que la situación histórica rememora; claro está que Seiler, director de abnegados encargos, no podía contar con una perspectiva, pero la historia es previsible y de pocos sobresaltos; todos los soldados son unos héroes del copón y los japoneses unos desalmados... En fin, que por allí aparecieron entre un mar de actores medianos unos jovencísimos Anthony Quinn (la cuota chicana...) y Richard Jaeckel; por lo demás, un inocuo entretenimiento para días calurosos que casi se ve mejor con el sonido apagado.
Saludos diarios.

domingo, 14 de julio de 2013

Rincón del freak #116: Que se mueran los que no respeten el cine



Con toda la santa paciencia y buena intención del mundo me dispongo a ver una película que, en circunstancias normales, jamás hubiese tenido en cuenta. Se llama QUE SE MUERAN LOS FEOS y la dirige Nacho G. Velilla. La protagonizan, entre otros, Javier Cámara y Carmen Machi. Esto es Villarriba, donde los habitantes toman un desayuno llamado "arquetipo" y todos hablan con el mismo tono y te miran con una expresión muy cercana a haberse metido tres rayas de cocaína. Ahí están la lesbiana con pinta hippy, el machista cachas y tontuelo, el cura moderno con zarcillito, el viejo anarquista que pasa de todo, el calzonazos con ínfulas de escritor, el tontopollas del tó... y en medio de esa fauna, un tipo indescriptible y Aída... sí, Aída. Lo que sigue es una sucesión de clichés televisivos que, de un tiempo a aquí, han recogido lo peor de la representación teatral de tercera clase, aquello que Fernando Fernán Gómez tan agudamente recogió en EL VIAJE A NINGUNA PARTE, donde aquellos actores de teatro de pueblo eran incapaces de entender por qué había que hablar normal. Y es que resulta curioso comprobar cómo un intento exagerado por lograr que todo lo que ocurra en un film sea "normal" (sea eso lo que sea) termina precisamente por conseguir el efecto contrario, y todo resulta forzado, impostado, casi vemos al equipo técnico... en resumidas cuentas, se pierde la magia del cine y lo que tenemos enfrente es otra cosa, un cajón desastre donde todo cabe si sube el pico de share. Televisión, y de la mala. No, no la vean.
Saludos guapos.


sábado, 13 de julio de 2013

El inframundo



En esta incansable labor de descubrimiento de valores ocultos del cinematógrafo, me encuentro con COVEN, curiosísimo mediometraje de un señor llamado Mark Borchardt, que se jacta de ser capaz de hacer cine a coste cero, presentarlo en diversos festivales y llevarse algún que otro premio que le permita afrontar su próximo proyecto. En teoría estamos ante una cinta-tipo de terror, pero sus meandros narrativos la llevan a otros lugares menos comunes, y que de haber tenido un mayor peso de producción habría ganado en ejundia. COVEN es casi todo imagen en blanco y negro y foto fija, su grano extraño le otorga ese aire enrarecido, y la indefinición de su argumento la hace más interesante. Como si de un mal sueño se tratara, el protagonista (interpretado, cómo no, por el propio Borchardt) no deja de sufrir alucinaciones en los que constantemente es perseguido y acosado por entidades desconocidas y de aspecto poco amigable; ello se verá agravado por su adicción al alcohol y que le hará ingresar en un centro de terapia, aunque cada pequeño detalle, cada palabra que escucha, le hacen dudar de las intenciones de todo el mundo, convirtiéndole en un paranoico que ya no puede distinguir qué es real y qué no.
COVEN se ve en un suspiro, y si se obvia su pobreza de medios consigue algo muy complicado, como es poner al día la muy gastada fantasía gótica y moldearla a su gusto.
Saludos embrujados.

viernes, 12 de julio de 2013

Una representación más



Reconozco que mucho me demoré en ver SPLICE, teniendo en cuenta lo mucho que respeto al señor Vincenzo Natali como esforzadísimo creador de nuevas formas de entender el cine fantástico y por el caluroso recibimiento que esta cinta logró en el momento de su estreno, hace ya cuatro largos años. Pero mi sentido cinéfilo me advirtió durante este tiempo de que, sin saber muy bien por qué, SPLICE me iba a decepcionar. La vi como hace seis meses, y puede que por mi desconfianza finalmente no me pareciese tan mala, pero en absoluto es un logro. No lo es porque Natali se regodea hasta lo insoportable (en un extraño metajuego) en la criatura que ha creado, y no sólo me refiero al monstruito que protagoniza esta fábula acerca de los límites de la ética en las investigaciones científicas, en realidad hablo de lo mal que termina gestionando una idea de partida lo suficientemente arriesgada como para subsistir en el imaginario de todo buen aficionado. No importa tanto el asunto de la creación de un ente viviente completamente novedoso por parte de dos científicos (una vez más) que no se cree nadie. A Sarah Polley le puedo conceder su buen sentido del oficio, pero no entiendo qué pinta Adrien Brody haciendo de "investigador genético antisistema"... No, no me lo creo.
Por lo demás, los efectos están bien, tan bien que al final uno se acostumbra tanto a lo que está viendo que se olvida de asombrarse, y eso no está bien, claro. La muchacha que da vida al bicho tiene su morbo, y no tanto en lo buena que está, sino en su trabajo de seducción primaria a diestro y siniestro; pero digo yo que aunque hubiese tenido forma totalmente humana eso no se habría notado, porque lo de la morfología no es tan perturbador como el comportamiento en sí, y si Natali hubiese conseguido una mezcla más verosímil de extrañeza y realismo creo que SPLICE podría haber sido un título mítico instantáneamente, y no una curiosidad para un Sábado por la tarde.
Saludos del Hacedor.


jueves, 11 de julio de 2013

La bisutería



La brutal diferencia entre el gran artista, elevado muchos metros por encima de los simples mortales que admiran su obra, y el linotipista embaucador que, usando material ajeno, compone lo único a lo que puede acceder, que es la copia de baja estofa, queda perfectamente retratada en una película de animación que durante muchos años (acaba de cumplir 30) tuvo sobre sí un injustificado aura de adoración cuasifanática. Esto es moneda de uso común en el mundillo del cómic, y más concretamente en el del cómic de fantasía heroica, pero no es menos cierto que en múltiples ocasiones, y si no se sabe ajustar una serie de parámetros correspondientes, esto supone más un escollo "de fondo" que una ventaja. Economicemos recuerdos. FIRE AND ICE (ustedes la recordarán por "Tygra", pero su título original era éste) hipersalivó tanto a comiqueros irredentos como a profanos imputados a huevo por aquella maravillosa orgía de las salas que hubo en los 80; su triunfo: un trazo diáfano, simplista, deudor de un Conan que por entonces estaba en lo más alto, y una trama que hacía parecer dicho trazo una fantasía de Klimt. Esto sería hasta saludable si no contáramos con que FIRE AND ICE parte de una idea original del más grande ilustrador y creador de comics de la historia, el señor Don Frank Frazetta, y comparar el poderoso trabajo de éste con las terroríficas limitaciones (que por otra parte siempre tuvo) de Ralph Bakshi en lo técnico y unos sorprendentemente convencionales Roy Thomas (Conan... Conan...) y Gerry Conway en lo conceptual, es poco menos que un chiste que, afortunadamente, ha quedado en anécdota gracias al paso del tiempo. Aun así, en plena era digital puede ser reconfortante (no sé lo raros que pueden llegar a ser ustedes) volverse a encontrar con un film repleto de señores musculosos en taparrabos, babeantes trogloditas de (supuestamente) groso sexo, animalicos antediluvianos, malos de malaria (por lo azul) y, sobre todo, una curvilínea muchacha que es capaz de correr, despeñarse, nadar y hasta poner cara de sorprendida (yo miraba a la cara, lo juro) ataviada únicamente con un inexistente bikini transparente... Y ahí lo dejo, que me cargo lo poco de bueno que tenía la cinta. Aunque en realidad, lo que deberían hacer ustedes es volver a Frazetta. Simplemente háganlo por imperativo intelectual.
Saludos sin frío ni calor.




miércoles, 10 de julio de 2013

Nada sobre nada. En fascinante



En la esquizofrénica filmografía de Gus van Sant, tan proclive a alternar el extremo autoral con la papanatada alimenticia (y teniendo en cuenta que es lo más coherente que puede hacer un artista con inquietudes hoy día, y él lo lleva practicando algún tiempo), es posible que tengamos que admitir que fue GERRY, y no otra película suya, la que de verdad inició no sé si su etapa más interesante, pero sí la que ha expandido su concepción como autor cinematográfico hasta unos límites que rozan el ensayo didáctico para futuras generaciones. GERRY es el extremo llevado al extremo, es nada porque simplemente no puede ser ninguna otra cosa; una línea argumental mínima, casi una excusa, y, a partir de ahí, van Sant enseña dos cosas fundamentales: que el cine nunca, jamás podrá imitar a la realidad y que, caso de intentarlo, es un coñazo. El cine debe ser otra cosa, el arte del audiovisual en simbiosis con los sentidos de una persona a la expectativa de "encontrar" algo, de "hallar", y lo que Gus van Sant propone en GERRY es que sólo la mutilación de la sala de montaje y/o del montaje mental que cada director dispone en su cabeza puede hacer coherente, visualizable o soportable lo que de otra forma no se podría concebir como obra, que es ni más ni menos que la vida transcurriendo sin más. Lo dijo Joyce alto y claro: la obra más farragosa e intrincada puede que no abarque más que dos o tres segundos de potencia mental desatada. No hay más.
Ahora les contaré de qué va GERRY. Dos amigos (esto lo suponemos, porque podrían ser hermanos amantes o compañeros de Mus) van en un coche, lo estacionan en un parque natural en el culo del mundo y se ponen a caminar. Caminan, caminan, caminan... Caminan, caminan... De vez en cuando dicen algo que no le importa a nadie, y cuando ya llevan un buen rato caminando se dan cuenta de que se han perdido. Ahora bien, les advierto: esto no es un film de supervivencia al uso, sino, como decía antes, una especie de excusa, un tapiz sobre el que un director de cine puede experimentar con técnicas visuales, sonoras, y crear algo parecido a una burbuja de fascinación sin ceder a la tentación de tener que contarnos algo a lo que agarrarnos. Yo les recomiendo que la vean, pero sobre todo que la comparen con títulos como ELEPHANT o PARANOID PARK, es seguro que, al lado de GERRY, les pareceran altamente convencionales.
Saludos incesantes.

martes, 9 de julio de 2013

En brava posteridad



A partir de los años sesenta, y muy en consonancia con lo que significaba por entonces el swinging London como símbolo cultural de vanguardia, la BBC prestó su apoyo al BFI Experimental Film Fund en la realización de varios largometrajes bajo un claro epígrafe: "London Underground". A medio camino entre el ensayo warholiano o el terrible estructuralismo de Michael Snow, el título más representativo de esta efímera corriente fue HEROSTRATUS, monumental ladrillazo de dos horas y media con muchos fondos negros, muchos rostros iluminados en colores, una señora (en realidad son dos) de muy buen ver y un protagonista muy Mick Jagger que se pasa casi toda la película en pijama y el torso desnudo. Pero bueno, también hay un atisbo de trama, que viene a decir que este muchacho, en un acto de desafío al mundo biempensante, propondrá un trato a un alto directivo de una cadena de televisión: que filme su suicidio en directo saltando desde un edificio. Pero más allá de todo esto, debería reseñar algunos puntos cruciales por si alguien se atreve con un film, efectivamente, farragoso. Primero, su director, el australiano Don Levy, tras tardar cinco años en completarlo prácticamente desapareció del mundanal ruido, se dedicó a la enseñanza y en 1987 se suicidó. No queda esto aquí, pues su protagonista, Michael Gothard, que luego tuvo una discreta carrera como secundario, se ahorcó en 1992. Ambos sufrían de graves episodios de ansiedad y depresión. En el bright side of life, que dirían otros, destacaba la magnética presencia de Gabriella Licudi, una actriz de cortísimo recorrido a la que aludí en mi reseña de THE LIQUIDATOR y que personalmente encuentro irresistible y una megajovencísima e irreconocible Helen Mirren, en el que supongo uno de sus muy primeros papeles. En suma, una película no tan compleja como pedante, en la que, por poner un ejemplo que cualquiera puede entender, su dirección no sobresale tanto como su excelente fotografía, obra de Keith Allams y una hipnótica banda sonora a cargo de Halim El-Dabh. Así que avisados quedan.
Saludos perfundidos.

lunes, 8 de julio de 2013

De verdad... Jean Rouch #10



En 1965, Barbet Schroeder, como siempre adelantándose a su tiempo, concibió un curioso film coral cuyo leit motiv fuese la ciudad de París, sus calles, sus gentes y circunstancias, y todo supeditado a la libérrima visión de seis autores, seis directores sin más conexión que su deseo de homenajear a una ciudad como quien homenajea a una madre o una amante.
En el primer segmento, Jean Douchet se fija en Saint-Germain-des-Prés para mostrar una engañosa historia de espejos en la que una estudiante de arte norteamericana se despierta junto a un joven francés sólo para descubrir no sólo que no es quien dice ser, sino que su departamento no es más que el "caritativo" préstamo de quien finalmente abordará, sin soispechar nada, a la confundida joven.
Con el Gare du Nord de fondo, Jean Rouch ficcionaliza la realidad partiendo de un apacible desayuno y llevándolo hasta la calle en una magistral toma única. La convivencia se convierte en desprecio y, finalmente, en una inesperada tragedia en el que posiblemente sea el mejor episodio de los seis.
Jean-Daniel Pollet da un giro de 180º en el segmento que le dedica a la mítica Rue Saint-Denis y filma una cochambrosa habitación que servirá de encuentro entre un apocado friegaplatos asediado por el cuadro de su abuelo y una veterana prostituta de infinitas hambre y paciencia.
En la Place de l'Étoile (actualmente Plaza Charles de Gaulle), Eric Rohmer convierte al dramaturgo y actor de teatro Jean-Michel Rouzière en el reverso misántropo de Monsieur Hulot, que tras un patoso accidente, y gracias a su desmesurada cobardía, dará un giro a su cuestionable sentido de la conciencia. Hilarante episodio.
Mientras, Jean-Luc Godard va a lo suyo y enzarza a una pizpireta Joanna Shimkus (como si de una Anna Karina inconsciente se tratara) en un desquiciante juego de engaños y desencuentros entre un taller mecánico y uno de escultura metálica ¿?... (es Godard), y con dos telegramas cambiados como centro argumental en Montparnasse-Levallois.
Finalmente, Claude Chabrol demuestra por qué prácticamente nunca rodó en París y acota su visión de La Muette a un simple cartel publicitario; el resto ocurre en un escenario típicamente chabroliano, una casa burguesa en la que la criada sube las escaleras para consolar a papá, mamá se pasa el día hablando por teléfono de su desesperante vida y. mientras tanto, un chaval, harto de lo que le rodea, de oír sandeces en las copiosas comidas, se pondrá unos tapones que le harán la vida más agradable, pero quizá no a los que le rodean...
Film interesante, algo esquemático, pero que sirve para varias cosas, entre las que sobresalen las instantáneas de un París urbano y ligeramente hostil, tanto como para constatar el extraordinario cineasta que es Jean Rouch y la insobornable independencia de su cine.
Saludos.

domingo, 7 de julio de 2013

Rincón del freak #115: Daños cerebrales irreversibles



El daño al que me refiero es al que produjo la ingesta masiva de roñosos VHS de saldo en aquellos siniestros videoclubs de estante superior intocable o, aún peor, cortina negra tras la que se encontraba... ¡Lo prohibido!... Lo cierto es que, teniendo en cuenta que las pelis porno, en los años 80, eran un tabú cuasimítico, proliferaron multitud de producciones mediocres ("vomitivas" sería un término más ajustado) que ni siquiera llegaron a estrenarse en salas y cuyo único valor (por decir algo) era el muestrario de tetámenes y culantros que habitaban sus estrambóticas portadas. Ni siquiera hablo del soft porn (aquello que en Spain se calificó como "S"), sino de films de diversa índole temática, suspense, misterio, policíaco y que intentaba esquivar por todos los medios (habida cuenta de que Tarantino no existía para reivindicarlo) la lacra del exploitation. Títulos los hay a miríadas, pero hoy me acordé de uno que desde mi niñez me dejó un poco tarumba; me refiero a SCREAM FOR HELP, infame producción realizada a toda prisa y con el coste de una bolsa de acelgas congeladas, pero que tenía dos o tres cosillas que voy a comentar sin extenderme mucho. Primero que su director es el experto en bandazos Michael Winner, un señor que comenzó su carrera en los sesenta británicos con algunas películas de género que no están pero que nada mal, y que sin embargo, a raíz de su adopción yanqui, perdió la razón y se entregó a la causa de elevar a la categoría de antimito a Charles Bronson (YO SOY LA JUSTICIA... y otras cosas de meter), tras lo cual se hundió en fangales insorteables. Luego, el film era una infumable mezcla de "mipadrastromequierematarperomeresultaimposibledemostrarlo", que no era más que una burda excusa para enseñar vello púbico del de antes (A.K.A. felpudo) y tetas pre-silicona de abundancia francamente impactante. Pero es que además la cosa contenía una de las pocas incursiones en las bandas sonoras de John Paul Jones (sí, sí, el de Led Zeppelin!!), con un resultado igual de pobre que el cinematográfico. La peli es tan mala que nunca se editó en DVD, y estoy seguro de que incluso les costará encontrarla en la red, pero yo nunca olvidaré cuando mi padre la alquiló... seguramente por la portada...
Saludos sin pitorreo.

sábado, 6 de julio de 2013

La casi imposibilidad del misterio hoy día



Estoy seguro de algo: ésta es de esas reseñas que hacen terriblemente impopular a uno... aunque bien mirado, nunca se sabe con estas cosas... Empiezo ¿Por qué cojones una película necesitaría que, ocupando la totalidad de su cartel publicitario, apareciese la frase "El film más aterrador que jamás vas a experimentar" si no fuese por pura desesperación recaudatoria? ¿Algún complejo de inferioridad respecto al original porque la hizo un jovencito con el dinero sisado a la abuela y el tiempo la ha colocado como un gozoso e inimitable clásico? Improbable cuando esta inexplicable EVIL DEAD la ha producido el propio Sam Raimi, y no ha sido especialmente barata. Yo pregunto: ¿Qué la hace especial? Y pregunto otra vez: ¿Qué la diferencia de cualquier otra cataplasma sanguinolenta en HD? Yo respondo: Nada. Nada en absoluto. Entonces ¿qué narices está pasando aquí? Pues pasa que, exactamente como en la reseña de ayer, y aun salvando las infinitas diferencias de índole puramente técnica, EVIL DEAD (versión 2013) carece de esa pequeñez que casi todos los directores actuales pasan por alto y que se llama "novedad". La línea argumental es diáfana hasta lo disgustante: grupete de jovenzuelos agilipollados que se van al culo del mundo a hacer el gamba (que en lugar de montar una rave sea para un acto de desintoxicación no les hace más inteligentes, lo juro), que no son capaces de cambiar un inquietante gesto de estreñimiento constante y que además está claro lo que les va a pasar desde que deciden que qué bien se está ahí aunque el subsuelo esté minado de gatos muertos... (este detalle es simplemente alucinante). Para colmo, el señor Álvarez (que rueda mejor sin un puto pavo, ahí están sus cortos) nos regala una intro explicativa que no sé a qué carajo de fan le va a interesar, porque no explica nada. En fin, que como expositor de "nuevas técnicas" puede pasar, pero no hay alma aquí; a Raimi le bastaba un fantástico encuadre de un banco colgante golpeando por el viento que de repente se queda parado, y por muchas lentillas de colores, sirope de fresa y gore bestiajo que nos metan casi como con embudo, lo cierto es que no hay un solo momento en que uno pueda decir "Hombre, esto tiene su aquél..." Efectivamente, la han colado impúdicamente, pero si vas hasta las cejas de MDA y Red Bull a lo mejor te puede arrancar una efímera sonrisa. Me refiero a ti, jodidísimo espectador de nueva generación...
Saludos envilecidos.



PD: ¡Ah, casi me olvidaba! Sí que tiene algo bueno, que eleva, aún más si cabe, la extraordinaria calidad de THE CABIN IN THE WOODS.

viernes, 5 de julio de 2013

El difícil arte del misterio



Entre hoy y mañana, y con ayuda de dos títulos alejados en el tiempo pero próximos en intenciones, intentaremos llegar a alguna conclusión acerca de un fenómeno que personalmente me parece fallido, manoseado y desde luego muy mal enfocado. No sabría muy bien cómo denominar algo que, aun teniéndolo en la punta de la lengua, es verdad que ni compone un género ni una deriva; posiblemente sea más una intuición propia, un hartazgo por no saber digerir con ligereza lo que con toda seguridad no pasa de una broma pesada y sin gracia.
Un poquito (no mucho. Casi nada) se habló allá a comienzos de siglo (no se lleven a engaño por el fotograma, me refiero al XXI) de una película de terror cuyo máximo valor era lo estupendamente que conjugaba su "trama en sí" con una especie de arcano found-footage de (ahora sí) principios del siglo XX; y si uno se refería sólo a algún tráiler, reseña escrita o incluso el comentario que ese maestro de la soplapollez ensimismada que es Íker Jiménez desplazó en su inefable programilla de TV, puede que THE BLACK DOOR logré hacer que le pique el gusanillo curiosete, mas cuando al fin se veía el largo en su totalidad, una sensación predominaba: nos la han vuelto a colar. Sí, porque esta mediocridad sin ambages, caso de desvelarnos algo, esto sería lo muy complicado que es conciliar la publicidad con el resultado, y más aún en un género, el de terror, basado en la cantidad de misterio que sus promotores sean capaces de generar a su alrededor y, si es posible, en su interior. Para no extendernos, hablamos de un tipo que descubre la existencia de una secta satánica y desde entonces parece sufrir una especie de maldición que lo va consumiendo poco a poco; la gracia está en que la toma de contacto se ha producido gracias a una extraña y antigua filmación en la que se muestra una truculenta sesión de... ¿exorcismo? ¿iniciación? ¿"lo que sea" diabólico? Así que por un lado tenemos lo que vemos en la foto de arriba, bastante conseguido visualmente, pero que en ningún caso hubiese necesitado la excusa de una explicación en tiempo presente y que, desgraciadamente, se carga cualquier morbillo que ello nos hubiese pdido suscitar, ya que, como película en sí, THE BLACK DOOR deja bastante que desear, y es sintomático que de su director, el ignoto Kit Wong, no se supiese nada después.
Saludos a 25 fps.

jueves, 4 de julio de 2013

Vivir, que no es poco



Un chaval en el Sur de Estados Unidos, camisas de cuadros, camionetas, granjas, grandes espacios... Lo típico de tantas y tantas películas americanas. El chaval tiene un hermano mayor, se va con él a cazar patos y entonces ocurre una terrible desgracia que marcará el devenir de la historia de este muchacho. En THE STONE BOY, Christopher Cain lo tenía más fácil que en otras ocasiones para cargarse con su habitual torpeza cinamatográfica una historia que era carne de telefilm; increíblemente, le sale una película con el punto justo de ternurismo y con una más que aceptable dirección de actores. Claro que todo debe ser más sencillo si se cuenta con un estupendo Robert Duvall, una contenida Glenn Close y un elenco de secundarios tan solvente como Frederic Forrest, Wilford Brimley y Jason Presson, que borda su papel de pequeño héroe que deberá endurecerse ante una vida mucho menos amable de la que un chico de su edad suele tener. Una de esas olvidadísimas películas que sólo unos cuantos han visto y que constataba un par de aspectos: que en los ochenta no todo fue desenfreno y que el señor Cain consiguió el solito cargarse cualquier tipo de crédito obtenido en este correcto film.
Saludos pétreos.

miércoles, 3 de julio de 2013

La felicidad que escapaba como espuma del mar



De alguna manera que aún no sé describir con exactitud, debe ser RYAN'S DAUGHTER mi película preferida de David Lean. Difícil aseverarlo, en todo caso, pues hablo de un director al que respeto profundamente y que yo coloco entre los diez más importantes de la historia del cine sin pestañear ¿Cómo es entonces ese arrebato cuasicósmico que arranca con el ruido del omnipresente acantilado y encadena con el dibujo, pictórico y terrenal, de unas figurillas apenas visibles desde el jodidísimo punto de vista que Lean nos ofrece? Y es que, en un juego brillantemente "faulkneriano", nosotros, sagaces espectadores que tan ilustrados creemos estar en todo momento, hemos de conformarnos con las observaciones de un idiota, un retrasado mental que despoja de solemnidad una historia tan hermosa como sórdida, tan luminosa como vergonzante; una historia que a los necios les parecerá de amor, a los abruptos de sexo enconado y a unos cuantos, que supieron ver más allá, un complejo estudio sobre la infelicidad. Imprescindible, en todo caso, es conformar un reparto coral distribuido a lo largo de tres intensas horas y que vira el relato hacia una postura más "joyceana". No es casualidad, pues cada personaje tiene una función o cometido que no puede obviarse y que hace avanzar el film hasta su tremendo desenlace. Enormes actores para unos personajes poderosísimos, y casi como en un polígono indestructible, que se necesita para retroalimentarse los unos a los otros, sobresalen varios. Robert Mitchum, o el norteamericano que mejor ha hecho de irlandés (con permiso de John Wayne, of course), un pobre hombre que vuelve para estar tranquilo y terminará arrastrado por la pasión de una joven, Sarah Miles, que apenas sabe qué es vivir, y que en el transcurso de aprenderlo se dará cuenta de que ser feliz tiene un precio, que es la envidia de quien no lo es; Trevor Howard es el cura que no mira al cielo, sino a la tierra, por eso su sotana siempre está manchada de barro y se remanga para echar una mano a quien lo necesita, un hombre al que le resulta imposible estar en todas partes y que parece oler la fatalidad a kilómetros; Christopher Jones, el oficial inglés que llegó cojeando y que sabe que la ocupación es imposible, y que incapaz de poseer la tierra, poseerá un cuerpo; Leo McKern, el Ryan del título y un burdo tabernero incapaz de defender a su propia hija hasta que no es demasiado tarde. Y por encima de ellos, una presencia inagotable, indescifrable, que observa precisamente porque nadie le observa nunca a él, el tonto del pueblo, una mente que no entiende a la manera común, pero tras cuyos anhelantes ojillos se esconde una verdad inconmovible; un idiota que observa y cuya observación es, a veces, la única información que nos es dada, una torre vigía insólita que por siempre quedará encarnada en la sobrecogedora interpretación de John Mills. Obra maestra absoluta e imprescindible.
Saludos.

martes, 2 de julio de 2013

El valor del remite



Amantes de los libros... Amantes de las cartas... ¿Acaso hablamos de hace 200 años? ¿de una sociedad perdida o fuera de la realidad? Lo que la escritora norteamericana Helene Hanff relató en su gran obra maestra era, ni más ni menos, una relación epistolar, la que la unió durante más de veinte años a Frank Doel, un librero británico que compartía con ella su exquisito gusto por ediciones antiguas, inencontrables en América y, sin embargo, minusvaloradas en Europa. 84 CHARING CROSS ROAD habla de esto, pero también de cómo la solitaria Helene demostrará su gran corazón enviando, con cada remite monetario, diversos alimentos, que son recibidos con gran emoción por unas personas que sufren tremendas carenciasa causa de la guerra. El único problema que le veo al film es cierta tendencia a la cursilería, confundiendo ésta con la elegancia de un texto que, sin ser muy extenso, logra conciliar un gran abanico de posibilidades narrativas; aparte de la dificultad de salvar la escisión dramática cuando el relato oscila desde Estados Unidos a Gran Bretaña. Sustentada en dos estupendas interpretaciones, la de un Anthony Hopkins aún no demasiado conocido fuera de su país y una Anne Bancroft poco antes de comenzar su cruenta batalla contra el cáncer, se trata de una película que merece la pena recuperar (es de 1987) por lo que cuenta y cómo lo cuenta; si son amantes de los libros, creo que lo entenderán a la perfección.
Saludos correspondidos.

lunes, 1 de julio de 2013

De verdad... Jean Rouch #9



Edgar Morin y Jean Rouch advierten al principio de CHRONIQUE D'UN ÉTÉ que no va a haber guion, que el cometido de la película va a ser tan simple como complejo: extraer las respuestas, sensaciones y emociones de un grupo de personas como si de una una serie de conversaciones cotidianas se tratara. Así, los dos cineastas no sólo logran una de las cumbres del Cinéma Vérité, sino que consiguen transgredir los falsos conceptos de la incipiente Nouvelle Vague a base de depurar un discurso tan despojado que casi pertenece únicamente a quienes dialogan, monologan, preguntan, responden, dudan o consiguen incluso llegar a conclusiones novedosas ¿Pero de qué va en realidad este excepcional film? Primero, yo diría de pulsar la realidad francesa de 1960; la guerra de Argelia, la precariedad laboral, la insatisfacción de los "aspirantes a bohemios", la hipocresía tras una actitud veladamente racista con los emigrantes africanos, la vacuidad de quienes viven de vender su imagen en los lugares de veraneo... Y todo comienza con una inocente (aunque difícil de responder) pregunta a los viandantes "¿Es usted feliz?" Las respuestas van desde lo indignado a lo estupefacto, y no son muchos quienes llegan siquiera a preguntarse algo que normalmente no nos preguntamos. A partir de ahí, el film se convertirá en una cadena de acontecimientos, frases, cuestionarios y, sobre todo, imágenes cuya calidad resulta sorprendente para un trabajo que hace de su inmediatez virtud. Finalmente, un breve coloquio, tan revelador como poco acomodaticio, nos da a nosotros, los nuevos espectadores, las opiniones de sus protagonistas, y pareciera como si el tiempo no fuese más que un juego...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!