jueves, 19 de diciembre de 2024
El papel
viernes, 4 de octubre de 2024
Inspiración o locura
viernes, 31 de mayo de 2024
Hay otras historias, pero están en ésta
lunes, 25 de marzo de 2024
La cara oculta
lunes, 12 de septiembre de 2022
Noche de miedo
martes, 16 de febrero de 2021
Un homicidio accidentado
lunes, 28 de diciembre de 2020
Historias corrientes
viernes, 23 de octubre de 2020
No nos conformamos
Pido disculpas de antemano por no haber reaccionado más a tiempo a la desaparición (hace ahora unas tres semanas) del gran Quino. La excusa siempre es la misma, la dificultad de encontrar la oportunidad para hablar sobre alguien que no estaba estrictamente relacionado con el cine. Aun así, recordé que vi una película cuando era niño, y que me gustó, pero que a día de hoy la tenía prácticamente olvidada. Quino fue un grande en eso de las tiras cómicas, y con su personaje más famoso elevó dicha categoría hasta casi el aforismo crítico, poniendo en boca de una niña las más desarmantes sentencias, de las que los adultos solemos llevarnos la peor parte. MAFALDA es una delicia para consumir sin medida, y su discurso no ha perdido un ápice de vigencia, tratándose de temas universales y paradojas del ser humano. MAFALDA (la película), sin embargo, es un desastre bastante estrafalario, al ser incapaz de captar la esencia del cómic y limitarse a ametrallar con una concatenación de "tiras" secuenciales, sin mayor afán que el de reunir, como si de un volumen extraordinario fuese, algunas de estas historias. Aun así, no importa, echaremos de menos al maestro...
Saludos.
jueves, 13 de junio de 2019
La absurda espera
¿Dónde se había metido Lucrecia Martel? ¿Por qué la tortura de jugar a hacer "El Eternauta"? Y sobre todo ¿Cómo ha podido hacer una obra maestra como ZAMA y luego como si nada?... Preguntas insolubles, invaluables, vanas. Como la kafkiana, quizá beckettiana... ¿debería decir mejor conradiana? ¿faulkneriana?... No sé, pero sé que "Zama", la novela, es una de las más grandes novelas del siglo XX, y de todos los tiempos, que así dicho tira para atrás, pero que no tendría que ser un obstáculo para una adaptación, sino todo lo contrario. La diferencia con otras tantas adaptaciones mediocres, cuando no directamente inservibles, es que Martel es capaz de "recrear" por completo el absorbente y venenoso entramado verbal de Antonio Di Benedetto, alejado de las venusianas cefaleas selváticas de otros escritores sudamericanos, perdidos ellos mismos entre el abigarrado verde y las chicharras lejanillas. No. Di Benedetto/Martel se centran en la triste figura de Diego de Zama (un prodigioso Daniel Giménez Cacho), una especie de funcionario del XVII, enviado a lo que luego se conocería como Paraguay para "alguna cosa de cierto interés", aunque lo único que espera es ser conferido a un puesto mejor en Argentina, donde las condiciones de vida no son tan precarias. Netamente configurada en dos partes bien diferenciadas, ZAMA comienza presentando la tediosa vida de Don Diego, un hombre esencialmente aburrido, que se distrae espiando a las damas, aunque nunca consiga favores de ninguna y sea refractario a las negras y mulatas. Aquí se imprime el fatigoso destino del funcionario, presa de un infortunio permanente, ignorado en sus súplicas y determinado, como único modo de obtener relevancia ante un rey de España más lejano y absurdo que nunca, a apresar a un peligroso y cuasimitológico bandido, del que oye hablar sin cesar. Es ahí donde se gesta la segunda parte, menos contemplativa y repleta de imágenes fascinantemente rodadas en plena selva. Es necesario señalar el trabajo del portugués Rui Poças en la fotografía y del habitual de Martel, Guido Berenblum, como mwzclador de sonido, un sonido que casi puede llegar a masticarse.
Excepcional película de una excepcional directora. Y lo que es mejor, no tiene nada que ver con nada que Martel haya hecho antes. Esperemos que no vuelva a demorar tanto...
Saludos.
miércoles, 17 de abril de 2019
Presume o muere
EL ÁNGEL era otro de los films que estuvieron nominados a mejor película iberoamericana en los Goya, y fue otra de las que sucumbió ante el gigante Cuarón, por lo que no voy a empeñarme aquí en defender que es bastante mejor, aunque lo sea. Basada en la historia real de Carlos Robledo Puch, un tipo al que se le atribuyen 11 asesinatos, una larga lista de delitos, y que además es el preso que lleva más tiempo encarcelado de Argentina, nada menos que 47 años, EL ÁNGEL no es la película que parece desde el principio, y eso le sienta magníficamente bien. La música, basada en éxitos del rock argentino de principios de los setenta, y el montaje, muy en la línea de los trabajos más vigorosos de Scorsese, parecen indicar que estamos ante otro producto de cine negro, en el que la figura del delincuente es glorificada y cada fechoría parezca un estilizado videoclip. Sin embargo, lo que Luis Ortega propone es un sutil descenso a los abismos de una mente francamente inquietante, una especie de seductor monstruoso y amoral, que a veces parece poder ver dentro de las personas y otras parece no ver absolutamente nada, despojando de toda humanidad a quien tiene enfrente. Es éste el gran triunfo de este estupendo film y lo que le da un aire especial, llegando a lo fascinante en algunos tramos; y aunque llega un momento en que se hace algo repetitiva, uno no puede dejar de mirar a ese ser ambiguo e inclasificable interpretado colosalmente por el joven Lorenzo Ferro, que en realidad es un rapero sin ninguna experiencia como actor, lo que quizá explique la frescura de su trabajo.
Muy recomendable.
Saludos.
sábado, 28 de octubre de 2017
Apellido entre paréntesis
Se cierra hoy, de momento, este pequeño homenaje a la figura de Federico Luppi, que seguramente hubiese merecido un repaso más exhaustivo, pero que nos podría haber dejado exhaustos, dada su longitud e intensidad. Como intenso es el film que nos ocupa hoy, MARTÍN (HACHE), inteligente suma y compendio de todos los motivos y obsesiones de Adolfo Aristarain, una película a la que le sobra un poco de esa vitalidad impostada que suele provenir del teatro del énfasis, pero que se ve equilibrada precisamente por el personaje magistralmente compuesto por Luppi, que se desmarca de los perdedores idealistas y algo santurrones, y presenta a un tipo siniestramente indómito, incapaz de admitir el más mínimo sentimentalismo y cuya lucidez lo aleja cada vez más de quienes ama, puesto que se debate entre serles fiel o sérselo a sí mismo. La clave diferencial de MARTÍN (HACHE) es ésta, y menos el conflicto del joven representante de la generación X (es 1997), su hijo, al que hace años que no ve y al que se ve obligado a cuidar tras una sobredosis en Argentina. Hache es el hijo, la hache de "hijo", porque también se llama Martín y ello remarca la diferencia con el padre. El film es muchas cosas, un inteligente retrato intergeneracional que daba cuenta de una juventud perdida, incapaz de encontrar su "lugar en el mundo", y otra con síntomas de preocupante estertor, que se despedía entre soflamas reaccionarias, quizá por haber creído ingenuamente que podrían haber cambiado el mundo y unos años después se ven a sí mismos confortablemente vencidos, asimilados por el sistema. Pero también es un brindis continuo, a la amistad, a los amores que duelen (los de verdad), a la celebración hedonista y los odios cristalizados en frases hirientes. Una película no tan corrosiva como rabiosa, pero una película a la que merece la pena volver nada menos que veinte años después para comprobar lo poco que hemos cambiado desde entonces.
Saludos.
jueves, 26 de octubre de 2017
Carro o locomotora
Al final, este pequeño homenaje a la figura de Federico Luppi se va a convertir, no sé si involuntaria o irremediablemente, en un necesario repaso a lo más lucido de otra carrera que ha transcurrido en paralelo, la del director Adolfo Aristarain. Ambos, actor y director, se cruzan y unen a lo largo de las películas y los años para conformar un discurso que aglutina la necesidad de justicia en un mundo injusto, pero también la complicada tarea de la organización, las dudas sobre si merece la pena seguir luchando o esa carcoma imparable que hace que todo acto revolucionario sea siempre sofocado, asimilado y aniquilado: el analfabetismo. De todo so habla UN LUGAR EN EL MUNDO, el más fordiano de los films que Aristarain hizo junto a Luppi, una hermosa película sobre el saberse derrotado de antemano, de ponerlo todo sólo para perderlo, pero por encima de todo un canto a la camaradería, a ese suicidio lento que es la amistad verdadera, o a la terrible certeza de que sólo se puede obtener una pequeña victoria para perder siempre la guerra. La escena, repetida varias veces, del caballo ganándole el pulso a la locomotora sintetiza a la perfección lo que es el corazón argumental de este relato, falsamente naturalista, con unos actores que son entrañables por el empeño y la profesionalidad con los que se enfrentan a un complicado reto, no sobreactuar mientras cada palabra o frase parece subrayada, lista para permanecer en nuestro imaginario sentimental.
De nuevo Tulsaco, ese ente diabólico con el que Aristarain identifica al malvado capitalismo, de nuevo Luppi como caballero andante que usa como lanza su elocuencia y sentido común, y de nuevo esa historia que siempre es contada cuando todo ha pasado y la derrota parece menos dolorosa.
Si no la han visto, es buen momento para descubrirla.
Saludos.
lunes, 23 de octubre de 2017
La dignidad habla por sí sola
Ha muerto Federico Luppi, uno de esos actores que han hecho grande y universal su profesión y uno de esos "grandes" que no admiten paliativos ni medias tintas. Un actor con mayúsculas, con una capacidad de transmitir emociones contenidas que están al alcance de unos cuantos privilegiados. Luppi nunca necesitó del aspaviento ni del histrionismo, sino que le bastaba su mirada clara y su palabra para hacernos cómplices de las vicisitudes de sus personajes, a menudo aplastados por el peso de a injusticia, pero que distaban muchísimo del arquetipo del héroe norteamericano, y se alineaba más bien con ese hombre común que sólo encuentra una manera de luchar y sobevivir: continuar con su vida con paz y dignidad. De la dignidad, para hablar de ella, el director Adolfo Aristarain encontró en Luppi el aliado perfecto, casi su alter ego, construyendo a cuatro manos a ese common man que se atreve a desafiar a los poderosos, los corruptos, quizá con un punto algo quijotesco, pero nunca exagerado. TIEMPO DE REVANCHA supuso, en 1981, la primera piedra de toque para el tándem, significativo por cuanto Aristarain se despojaba de la impersonalidad de sus comienzos y afrontaba la oportunidad de poner en imágenes un guion propio y que tocaba un tema incómodo y escabroso. La historia comienza con Pedro Bengoa, un ex-sindicalista de orígenes vascos, que, agobiado por una precaria situación económica, busca trabajo en una gran empresa de explotaciones mineras, pero los abusos cometidos por los dirigentes culminan con la evitable muerte de uno de los trabajadores. Es entonces cuando empieza la gran lucha interior de Bengoa, que se debate entre urdir un plan para cobrar una indemnización o usar el mismo plan para demandar a la empresa y acabar con sus corruptos cimientos. La película puso en el disparadero internacional a su director y actor principal, recibió numerosos premios y reconocimientos, y a día de hoy sigue siendo uno de los más firmes ejemplos de cómo se pueden aunar la crítica social y la altura cinematográfica en un film.
Y hoy tan sólo le decimos "hasta luego" a Federico Luppi, pues otros títulos importantes van a aparecer esta semana en su homenaje, siempre humilde, peo siempre merecido.
Saludos.
martes, 21 de febrero de 2017
Gracias por nada
Se dice muy acertadamente que no hay nadie más peligroso que un necio, ya que su necedad le impide ser consciente del perjuicio que es capaz de proporcionar, no ya a otros, sino incluso a sí mismo. El pavoroso relato incluido en el corazón de EL CIUDADANO ILUSTRE (Goya a la mejor película hispanoamericana) no está oculto en absoluto, pero necesita de la colaboración del espectador, con el saludable peligro de llegar a verse reflejado en algún momento, lo que claramente consigue su objetivo, que no es otro que el rechazo. El diabólico guion firmado por Andrés Duprat se limita a no descarrilar, pacientemente, con la seguridad que le da su antológica secuencia inicial, de lo más subversivo que se ha podido ver este curso. La "historia" sigue a un reciente premio Nobel de literatura que, un poco hastiado de las alturas, decide aceptar la invitación que le propone el humilde pueblo argentino en el que nació, y del que no tardó en irse para no volver nunca más. Lo que Duprat propone es la progresiva inversión en pesadilla de la estancia en un lugar al que no pertenece, que ni siquiera sabe calibrar una escala de magnitud sin desbordarse por todos lados, ya sea por exceso o defecto. Esta pesadilla es menos exagerada que en otras ocasiones, lo que nos permite empatizar con los eventos absurdos, las peticiones de caridad, los agasajos de todo a cien e incluso los ofrecimientos sexuales; sobre todo porque, leyendo entre líneas, encontramos un duro y lúcido azote a esta época de verdadera prostitución de la cultura, con los políticos como chulos y los incapaces como meras mantenidas. Ya saben, por tanto, a quién le toca poner el culo...
Véanla, es corrosiva como ácido de batería, y nada complaciente.
Saludos.
lunes, 26 de diciembre de 2016
La gran familia
El escandaloso caso de los Puccio sacudió a la sociedad argentina a principios de unos convulsos años 80, una década que se inauguraba dejando en calzoncillos a un país que miraba hacia fuera sin mirarse de puertas adentro, donde los gusanos revolvían los cadáveres mientras se derramaba perfume para camuflar el olor. Y Pablo Trapero ha detallado gran parte de todo ello en EL CLAN, que, cifras astronómicas aparte, es, ante todo, un film tremendamente inteligente, fruto del trabajo de un cineasta que no cesa de depurar su estilo, menos seco y directo, cierto, pero más mordaz, poniendo el dedo en la llaga que más duele. EL CLAN avanza en dos direcciones muy definidas y que confluyen con elocuencia en el demoledor tramo final; por un lado, penetramos en el hogar de los Puccio, una familia de clase media-alta, con chicos universitarios y un cabeza de familia, Arquímedes (prodigioso Guillermo Francella), que trabaja como un gris funcionario, pero que se ha venido sirviendo de los favores estatales por su oscuro pasado como torturador del régimen. Es importante recalcar que Trapero, pese a dosificar convenientemente la narración, no emplea subterfugios para crear suspense, sino que este queda implícito en el siniestro día a día de la familia que mira para otro lado con tal de mantener su estatus, y lo que es más curioso, su reputación. Cuando Argentina empezó a cambiar y se airearon los armarios atestados de vergüenza, gente como los Puccio se vieron acosados, su intocable mundo de represión y autoridad se tambaleaba; los hubo que se rebajaron, otros huyeron, pero ellos se dedicaron a lo que habían venido haciendo desde siempre: secuestrar, extorsionar, torturar... Lo que EL CLAN pone de manifiesto, por encima del ejercicio de estilo, muy deudor de Scorsese, es una cierta discusión moral, porque allí donde no puede existir el arrepentimiento sólo hay un esforzado victimismo, labrado desde esa superioridad moral del que nunca tuvo que dar explicaciones. Arquímedes Puccio no entiende los cambios, y su conservadurismo, acogotado por dichos cambios, lo convierte en un espectro aún más sanguinario, feroz y amoral.
Imprescindible.
Saludos.
sábado, 24 de diciembre de 2016
Sábado, sabadete...
Bueno, se va acabando el suplicio... digo, el año. Se acaba 2016, es Sábado. Escribimos menos, leemos menos, estamos más cerca de la destrucción y vamos a celebrarlo con cava y polvorones. Los pavos han huido a países que aún están por existir y el Norte está lleno de frío... Pero no, no es Domingo ni está lloviendo, sólo es Sábado y los tipos que nos controlan han empezado a enviarnos ondas funcionariales para que cenemos en familia esta noche, pero sólo esta noche, la noche en la que los malos sentimientos quedan aparcados junto a la sopa de picadillo y los langostinos, aunque con suerte es posible que no hagan más que aflorar, irreprimibles. SÁBADO fue una peli argentina que obtuvo su cuota de popularidad hace ahora unos quince años; una pequeña pieza de cámara que tiraba de Altman para cruzar unas cuantas de vidas solitarias y amargadas. No era Nochebuena, pero como si lo fuera. Juan Villegas no es Robert Altman, pero los seres humanos lo somos pese al Star System, el marisco por pelar y el cruel paté de foie. Viandas innecesarias para una noche innecesaria. Y al final, todos los personajes de la película quedan un poco más solos de lo que ya estaban, y nosotros también. Abusen del Knockando, es lo único que va a otorgarles algo de genuina distinción...
Saludos.
martes, 22 de septiembre de 2015
El objeto que orbita solo
Estamos todos equivocados. Nos equivocamos cuando demandamos el gol de Dieguito contra los britanos, o cuando golpeamos el volante en un atasco. Imprudentes, también nos equivocamos al leer y observar ademanes que, sin ser nuestros, nos apropiamos como vampiros de la estética de la repetición. No puedo más que sonreír alegre tras ver el último trabajo de Lisandro Alonso. Nada de circunspecciones sesudas con JAUJA, que es una celebración del autor libre y leve al imponer la frescura de su visión, que en su caso siempre es humilde y nada pedante. Alonso filma una especie de cajita musical en 4:3, una aventura que llama por las ventanas del cine clásico, pero huye hacia el futuro aún no escrito, que siempre será el más difícil de escribir. La fotografía de Timo Salminen es, como siempre con su inseparable Kaurismaki, soberbia, pero no me gusta hablar sólo de un aspecto cuando el film me ha gustado en su conjunto. Porque digamos que Alonso consigue un compendio prodigioso, la unidad de ética y estética sin que una se superponga a la otra, y además hila una lógica narrativa que se salta todas las convenciones más innecesarias y apulgaradas del cansino continuismo que sufren los productos equivocadamente "innovadores", que suelen ser más antiguos que los clásicos. Se ha hablado mucho de Borges, su ficción desmembrada, o su filosofía de lo puramente existencial en esta película de su paisano; yo le añado y aumento la arriesgada visión del primer Resnais y la profundidad de Chris Marker, en los que JAUJA se zambulle en su último y desconcertante tercio, un acierto de planificación, en todo caso.
Para concluir, y que no se enoje purista alguno, confieso que me subyuga menos la anécdota de Mortensen (que está fantástico, por cierto) o el salto hacia cierto "convencionalismo", ya intuido en LIVERPOOL; no tanto, al menos, como la paciente coherencia que su autor sigue demostrando con cada propuesta, y que le mantienen (al igual que el oficial que busca infructuosamente a su hija) en ese inhabitado limbo de quienes nada deben, pero tanto vuelven a esforzarse por ofrecer.
Saludos.
jueves, 19 de febrero de 2015
¿Es usted sumiso?
El oscar a la mejor película de habla no inglesa va a tener una pequeña representación española este año, la que le toca a la productora de los hermanos Almodóvar por el film argentino RELATOS SALVAJES, una episódica locura que tiene una cosa muy buena y otra muy mala. La buena es que pone en imágenes el hartazgo del ser humano medio frente a la máquina, los abusadores y, en último término, frente a sí mismo y a su impotencia para resolver sus problemas. La mala es que la suma de episodios no consigue entenderse como un todo si no es por su uso de la violencia, física, pero sobre todo verbal. Así, el arranque nos sitúa en un avión donde todos los pasajeros conocen a un tal Pasternak, que permanece fuera de campo como una amenaza latente que va cobrando sentido poco a poco. Luego, un cacique entra en un bar de carretera y la camarera y la cocinera debatirán si tomar venganza por las injusticias que cometió contra una de ellas en el pasado. El tercer episodio remite directamente a la temprana obra maestra de Steven Spielberg, EL DIABLO SOBRE RUEDAS, en la que una simple disputa de carretera acabará de la forma más trágica posible; muy bien, y sin que sirva de precedente, Leonardo Sbaraglia. Seguimos acompañando al inefable Ricardo Darín en el que podría considerarse episodio central, y puede que el más reconocible para usted, querido lector de vena hinchada; porque un ingeniero cuya vida es ideal y que sólo tiene que comprar una tarta para el cumpleaños de su hija, también puede acabar como un terrorista... por culpa de una grúa municipal... El quinto ha sido el relato que personalmente más me ha gustado, aunque su argumento me recuerde sospechosamente a demasiadas películas (GRAND CANYON... LA MUJER SIN CABEZA [también argentina, y curiosamente también con María Onetto]... EL CAPITAL HUMANO...), pero sobresale el vuelco que da la dramática sucesión de decisiones de un ricachón cuando su hijo vuelva a casa tras atropellar a una mujer embarazada y darse a la fuga. Y para terminar, un fin de fiesta demasiado excesivo para ser creíble, y eso que están ustedes ante un alérgico a las bodas, pero me parece totalmente pasada de rosca y que demuestra que su director, si bien tiene un ojo certero para tocar la fibra sensible, no es precisamente sutil a la hora de ponerlo en imágenes... ¿Habrá sido por despecho?...
Entre ustedes y yo, no creo que vaya a llevarse la estatuilla.
Saludos.
domingo, 25 de mayo de 2014
Rincón del freak #156: El apocalipsis juvenílico según San Walt Disney
Si tienen hijos pequeños entenderán de qué va esto; si no, es mejor que busquen inmediatamente su segundo blog favorito... En España hay un montón de cadenas televisivas dedicadas a la audiencia infantil, entre las que sobresaldrían Clan, que se fija en los más pequeños; Boing, que mira a los que ya van creciendo, y que tiene algunas de las series infantiles más interesantes de hoy en día (con Hora de Aventuras a la cabeza) y Disney Channel, que es, en mi desconcertada y ya cuarentonamente descreída opinión, un peligro, un campo de minas antipersona de colores pastel y pompones perfumados. Esta cadena propone una batería de series idénticas en las que todo el mundo se lo pasa genial y no tienen ningún problema que no puedan solventar poniendo voz de falsete y desorbitando un poco los ojos (sí, como si estuviesen hasta arriba de cocaína). En Disney Channel los adultos son torpes ballenatos que sólo beben Sunny Delight y logran mantener fastuosas casas de urbanización sin que se les conozca un trabajo decente (sí, como si traficaran con cocaína). Pero lo peor de todo es esa juventud consistente en émulos de Katy Perry dispuestas a poner cachondón a una rendida cohorte de machos divididos en A) chulos con pinta de malotes, con kilos de laca y ninguna predisposición a decir un solo taco. Y B) frikis que hablan sin moverse y que suelen decir idioteces tras las que suenan risas enlatadas. Estas hembras, neomantis fibrosas, de depilación láser continuada y grave melena hipermechada, están comandadas por una gaucha con propensión a la sonrisa elongada y estremecedora, la misma sonrisa que pondríamos si nos detectaran un cáncer terminal o nos violara un mandingo en Tanzania... Violetta remite a una virginidad eterna y a un discurso tan simplista como peligroso: en el mundo no hay problemas si eres capaz de dar saltos y cantar al mismo tiempo. Lo chungo del asunto es que esta fábula tíos y tías, todos ellos talluditos, con sus contoneos ellas y sus posecitas ellos, está dirigido a niños y niñas de entre cuatro y once años, que son los verdaderos devoradores de esta idiotez; una vez consumado el primer periodo o eyaculación, cosas como Violetta no tienen mucho sentido, pero puede que el daño ya esté hecho para entonces. Ahora hay una "película" en los cines, VIOLETTA. LA EMOCIÓN EN CONCIERTO, que es una sucesión inenarrable e inacabable (y eso que dura hora y cuarto) de coreografías monstruosas y gorgoritos de ultratumba, mientras las hormonas inundan la pantalla y nos imaginamos a la temible Martina Stoessel acercándose con aviesas intenciones y los huesos descoyuntados de tanto bailar. Esa es la vejez que nos espera... y yo lo vi... El horror... el horror...
Saludos.
PD: el director de esta bazofia hizo, hace unos doce años, un documental sobre Slipknot... Este mundo está loco...
domingo, 23 de marzo de 2014
Rincón del freak #147: Horror y pavor en la UHF
En una semana extraña, sin ritmo para poder publicar como por aquí nos gustaría y con el malestar que nos provoca que (aún!) haya gente que decida perder su tiempo escribiendo sandeces (siendo muy generosos) por el mero placer de esconder su propia ineptitud vital ante lo que yo veo simplemente como una inexplicable frustración intelectual y poco fértil.
Aunque como todo esto nos da igual, porque tenemos problemas más reales y más importantes, y porque no podría perdonarme dejar de escribir cada día (y mis disculpas por ello), vayamos con la sección dominical en la que hoy necesitaba incluir una verdadera y genuina bizarrada proveniente de Argentina; una coproducción tremendamente infame y que aprovechaba los últimos coletazos de un actor como Richard Conte al que, sinceramente, se le ve más perdido que un pulpo en un garaje. EXTRAÑA INVASIÓN (o SINTONICE EL TERROR) nos ponía en situación con una mezcla entre EL PUEBLO DE LOS MALDITOS y LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS, aunque finalmente su delirante premisa la deja muy lejos de estos grandes clásicos. El guion nos pone en situación cuando un pueblo (¡estadounidense!) sufre una misteriosa plaga, ya que la televisión, lejos de ser nutritiva, lo que hace es hipnotizar a jóvenes y viejos hasta convertirlos en inertes zombis sin voluntad propia... Más o menos lo que suele ocurrir en la realidad pero con unos efectos especiales consistentes en... sí, interferencias. La película es mala de verdad, pero es impagable escuchar esos acentos argentinos diciendo "¡Cuidado, Johnny!", además de la colección de tópicos que el esforzado Emilio Vieyra (algo así como el Chicho Ibáñez de la Pampa) introduce para intentar convencernos de que en verdad pisamos suelo yanqui (coches grandes... oficiales de policía con placa... cereales en el desayuno...). Una curiosidad extraña, indescriptible y con un final bastante divertido... cuando supongo que el efecto deseado era crear algún tipo de inquietud... Sólo para iniciados, vaya...
Saludos.
¡Cuidao con mis primos!