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viernes, 9 de marzo de 2018
Memorial formal
Me pregunto qué sería de COCO sin su apabullante despliegue de registros técnicos, porque todo lo concerniente a su estructura y escritura, a sus resortes emocionales y distribución de momentos álgidos, ya lo hemos visto en otros títulos de Pixar, y mejor, debería añadir. Creo que se está empezando a notar demasiado la mano de Disney, y que al estudio creado por John Lasseter le cuesta cada vez más desarrollar puntos intermedios y argumentaciones originales. Ahora bien, quizá COCO deba ser separada de obras mayores como WALL·E, la trilogía TOY STORY o UP, y abanderar otro apartado en el desigual binomio Pixar/Disney. Es conocida la afición de la todopoderosa factoría a indagar en distintos aspectos culturales del mundo para incrementar su alcance mediático, aunque dichos aspectos a menudo no sean más que una excusa que queda soterrada bajo una potencia visual incontestable, aunque a veces desmesurada. COCO habla sobre el paso del tiempo, los lazos famliares y la persistencia de la memoria; los otros tres títulos que he citado también, pero ninguno necesitaba el soporte de pertenecer a una cultura determinada. Esto no tendría por qué jugar en su contra, y no lo hace, excepto cuando las referencias se hacen excesivamente obvias, con el día de los muertos y toda su parafernalia al frente, un submundo de tonos fluorescentes en el que desparecen los motivos lúgubres y se evoca la fiesta que comienza tras el último aliento. COCO es una espléndida película de animación, y podría sonar insoportablemente pedante despedazar un trabajo tan complejo y rico en matices, y no seré yo quien lo haga, desde luego, pero esperaré una nueva obra maestra de Pixar, aunque no le vayan a dar el oscar...
Saludos.
sábado, 26 de octubre de 2013
La vida en un cuarto de juguetes #3
En 2010, Pixar decidió dar por finiquitada (o eso creemos) su franquicia más famosa y emblemática, y no se nos ocurre una manera mejor de hacerlo que dándole la vuelta al típico concepto americano de "película comercial de éxito" con un guion tremendamente ingenioso, obra de Michael Arndt, que cuatro años antes había ganado el oscar con LITTLE MISS SUNSHINE.
Andy se ha hecho mayor; se va a la universidad y debe decidir qué hacer con todos los cachivaches que inundan su cuarto, y por supuesto sus juguetes irán al ático... o a la basura. La primera vuelta de tuerca la encontramos en la accidentada huida de los juguetes, que terminarán en una "idílica" guardería llamada Sunnyside, donde un oso bonachón les dará la bienvenida al lugar de sus sueños, donde los niños no pararán jamás de jugar con ellos. Sólo Woody recelará del asunto y se marchará, descubriendo después que las intenciones de los juguetes que ya estaban en la guardería son muy diferentes. A partir de aquí, hay un despliegue de analogías asombroso: la guardería como supuesto retiro y convertido en infierno; la disciplina militar impuesta por un Buzz Lightyear "reseteado"; el divertidísimo (y muy mordaz) affaire entre Barbie y Ken (la aparición de éste en su mansión es uno de los grandes momentos de la película) y el nada infantil episodio narrado por un payaso que ha perdido la sonrisa después de haber sido abandonado por su pequeña dueña. Por supuesto que hay acción trepidante y las técnicas de animación alcanzan un punto de perfección (qué complicado es recrear una recreación y hacerla realista) que no se había visto anteriormente. Además, todo lo que en cualquier película resulta trillado y muy visto (las situaciones límite; los malos con piel de cordero), brilla y sorprende en este episodio final que se ve en un suspiro con cara y ojos de niño (como debe ser) y cuyo tramo final te deja un nudo en la garganta difícil de superar. Uno, a esas alturas, se ha enamorado profundamente de Slinky, el señor y la señora Potato, Bo Peep, el adorable Rex, Hamm el cerdito, los aliens del Planeta Pizza, el pobre pingüino Whezzy, la impulsiva Jessie y su caballo Bullseye, los soldaditos de plástico (dios, cómo me gustaban de pequeño...), Barbie y, cómo no, una pareja que forma ya parte de la Historia del Cine (con mayúsculas), Buzz Lightyear y Woody. Su peripecia, sus palabras, sus acciones, conllevan mucha más humanidad que la de la mayoría de películas con actores "reales" que vemos; y esto nos lleva a replantearnos muchas cosas que dábamos por sentadas... como, por ejemplo, si nuestra niñez no nos mira de reojo cada vez que hacemos el gilipollas.
Y lo digo ahora para que nadie me lo pida: una trilogía magistral.
Saludos.
viernes, 25 de octubre de 2013
La vida en un cuarto de juguetes #2
Cuatro años después de poner la industria patas arriba, John Lasseter unió fuerzas y talento junto a Ash Brannon y Lee Unkrich, que asistiría igualmente a Pete Docter para su estupenda MONSTERS, INC. y a Andrew Stanton en FINDING NEMO, y justo antes de hacerse con las riendas de la tercera entrega de estos inolvidables juguetes parlantes... Pero ésa es otra historia, que además les contaremos mañana. TOY STORY 2, sin aportar nada que no estuviese en la primera, es otra de esas películas que puedes ver una y otra vez sin cansarte. La introducción de los personajes de Jesse y Pete "el apestoso", recordándole a Woody cómo fue una leyenda con su propio show de televisión, aporta un dato novedoso que en la tercera parte sería incluso más desarrollado: la toma de conciencia de los juguetes de su naturaleza transitoria, estrechamente ligada al crecimiento de sus dueños, que les olvidarán y abandonarán. Asimismo, el episodio del malvado Zurg (impagable el arranque de la película y el guiño a Star Wars), el personaje de Al (a mitad de camino entre un freak coleccionista y un perdedor sin remedio) o esa alucinante fiesta de Barbies, como si de repente estuviésemos en una película "surfera" de Frankie Avalon, no dan tregua a quien esperaba una secuela trepidante y coherente. En mi opinión, a TOY STORY 2 le falta una milésima de esplendor y frescura, la que rebosaba en su glorioso episodio inicial, pero esto no debería restarle el mérito de conjugar todos los valores que realmente importan en la saga (amistad, lealtad, el sacrificio por los amigos que lo merecen...) y usarlos para, eso es innegable, mostrar unos agigantados avances técnicos, los que han convertido a Pixar (y a Lasseter como su verdadero ideólogo) en el gran espejo en el que se han mirado tantas otras producciones (y productoras). Otra película para gozar sin límites. Garantizado... ¿Alguien da más?...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!