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jueves, 19 de junio de 2025

A la deriva


 

Es de celebrar cada trabajo de Jia Zhangke, la claridad con la que ha trazado el significante del cine más responsable y desacomodado de los últimos veinticinco años. Eso vendría a ser una explicación simplista, y también acomodada, de no ser que puede atribuirse también a la propia filmografía del cineasta chino, con su fascinante tendencia a difuminar los límites entre la ficción y un documentalismo que en sus manos es pura poesía. Con un puñado de títulos recientes que nos hacían presagiar la tentación de Jia por acercarse al cine de género (con A TOUCH OF SIN como gran exponente), el esperado y dilatado estreno de FENG LIU YI DAI (ATRAPADO POR LA MAREA) nos devuelve a los primeros títulos del director de STILL LIFE, que se vale del espacio documental para construir una ficción que, atención, no hace más que hablarnos de la realidad y su dolorosa cotidianidad. En este caso, seguimos a Guao Bin a principios de este siglo; una joven que se resiste a ser engullida por las tradiciones de su provincia, probando suerte en la capital como bailarina o modelo, con el peligro acechante de caer en situaciones más deshonrosas. Allí conoce a Qiao Qiao, con quien inicia una relación, pero al tiempo, y sin previo aviso, vuelve a marcharse, sin que sus motivos sean claros, y él decide iniciar una penosa búsqueda sin muchas pistas. Esa dualidad de la "huida sin prisas" y la "búsqueda trágica", construye una historia exigente en lo formal, no para todos los espectadores, pero que implementa otra interesante brecha en la filmografía de uno de la grandes maestros contemporáneos. 
Saludos.

lunes, 9 de marzo de 2020

Amor, odio y todo lo demás



Con el virus dichoso a cuestas, no es por esta cuestión, pero queda concluido hoy el repaso que desde hace ya varias semanas estábamos dando al cine chino más reciente. Y lo hacemos con uno de los más personales cineastas del país asiático, Jia Zhang Ke. Un director que merecería un apartado para él solo, pero cuya última película nos devuelve a un narrador tan vigoroso como impredecible, en constante movimiento entre los márgenes de los géneros. JIANG HU ER NV (LA CENIZA ES EL BLANCO MÁS PURO), comienza como un episodio de A TOUCH OF SIN, narrando la complicada historia de amor entre una mujer y un mafioso; sin embargo, Jia transita hacia una poética seca y distante, la impuesta por el ingreso en prisión de ella durante cinco años, y la completa transformación de todo su mundo a su salida. Incluso ahí no cesa Jia de mutar el relato, invirtiendo una vuelta a los grandes angulares de NATURALEZA MUERTA, hasta meterse literalmente en los pensamientos y sentimientos de su protagonista, una superlativa Zhao Tao.
Una película nunca fácil de abordar, incluso áspera de explicar, pero que confirma el descomunal talento de Jia Zhang Ke, tan inquieto como en sus numerosos cortos, y tan contestatario como en sus documentales.
No es una gran obra maestra, pero casi.
Saludos.

miércoles, 18 de junio de 2014

Serialidad inducida



TIAN ZHU DING (A TOUCH OF SIN) es una película impensable para realizar en Occidente, ni por presupuesto ni por estructura; no imagino a una productora entusiasmada con la idea de hacer un western en el que las miradas no arrinconan a las palabras y donde la ideología campa a sus anchas para dar cuenta de un estado de las cosas que no es como nos lo vienen pintando algunos. Como idea es fabulosa; como ejecución preciosista de la violencia como única alternativa de los oprimidos es un alarde al alcance de pocos artistas; como guion, un absoluto desastre... ¿Cómo explicar, entonces, el premio a mejor guion logrado en Cannes? Se me ocurre, volviendo a lo comentado más arriba, que quienes han seguido la carrera de Jia Zhang Ke quedaron arrobados ante su inmersión en la ficción, y por añadidura, ficción de género. Un caso muy parecido al de Sergei Loznitsa, pero que deja patente que al director chino se le queda pequeña la estructura narrativa convencional; quizá porque ve más allá, o quizá porque su alma de documentalista choca frontalmente con una dramatización innecesaria. A TOUCH OF SIN son (o lo parece) cuatro episodios vagamente interrelacionados, en los que se habla (se observa, más bien) de las brutales diferencias sociales en el gigante asiático, despojada la mirada de cualquier atisbo de complacencia. Y empieza muy bien, y a lo mejor Jia Zhang Ke no se habría agotado tanto si simplemente hubiese ampliado ese primer segmento, el más sólido, y lo hubiera dejado en una película sin episodios y más corta. En ese improbable sindicalista minero, sobre cuya descreída mirada reposa un sentido de la justicia que no contiene odio sino dignidad, queda perfectamente establecida una lucha de clases en un país que aparentemente no admite clases, de ahí el agigantamiento de esa figura que es todo determinación y que bebe directamente del Gary Cooper de HIGH NOON. Esos primeros treinta minutos son soberbios, una lección de cine de acción comlementado con un trabajo de fotografía deslumbrante y la inquietante música de Giong Lim. Lamentablemente, todo el mérito se le desparrama a Jia Zhang Ke cuando se olvida por completo de este arranque y empieza a desbarrar con situaciones imposibles de epatar, como el ladrón que no duda en matar para robar o la chica que encuentra en la violencia la única forma de no ser sometida a la fuerza. Sí, se hace demasiado larga y menos vistosa de lo prometido al principio, y casi parece otro director diferente; y aun así, me cuesta encontrar una película tan poderosa en el cine americano reciente.
Recomendable sólo para iniciados en la filmografía de su director.
Saludos.

martes, 8 de noviembre de 2011

Metáfora de una destrucción



El cine, como aglutinador de lo absoluto, revela un gran peligro que se vuelve en su contra: absoluto no es sinónimo de grandioso, espectacular; no es CORAZONADA y no es LA PUERTA DEL CIELO, que sí son dos perfectos ejemplos del fracaso del hombre ante el intento de atenazar lo absoluto. Lo absoluto se pelea con el cine mismo, detesta su manía de encuadrarlo todo y acaba por abandonarlo a su suerte. Cine. Y cine es, más aún, la evocación de lo que ya no existe ¿Qué es, si no, el cine clásico, sino una coreografía de fantasmas apoderándose de nuestra inmaculada percepción? A tenor de lo poco que ha avanzado la manera de contar las cosas en una sala a oscuras, deberían ser objeto de estudio películas como STILL LIFE, en la que Jia Zhang Ke es capaz de dar la bocanada (de aire fresco) más grande, al menos así es en la medida de todas sus posibilidades. STILL LIFE es la historia de una desaparición... o quizá de unas cuantas; primero la de todo un pueblo tras la construcción de la mastodóntica presa de las Tres Gargantas. Lo colosal, lo megalómano; sí, pero no es menos cierto que ahondando en la reflexión humana, no tanto en la confrontación como en el desesperante sentimiento de pérdida. Entroncando con todo ello, la historia del minero que regresa para buscar a su mujer tras nada menos que 16 años fuera, o la enfermera que busca a su marido y sólo encuentra verdades ocultas. La metáfora está servida casi sin querer, sólo hay que saber mirar en la dirección adecuada. Jia Zhang Ke, en tanto que ciudadano chino, no puede criticar a su propio país, pero puede mostrárnoslo tal y como es para que lo critiquemos nosotros, o al menos para que no nos deslumbren sus grandes obras de ingeniería ni su imparable ascenso económico. STILL LIFE detiene su visión en un lugar muy poco común, allí donde no queda nada y los fantasmas han dejado de gritar hace mucho tiempo. Imprescindible.
Saludos anegados.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!