Mostrando entradas con la etiqueta Mathieu Kassovitz. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Mathieu Kassovitz. Mostrar todas las entradas

lunes, 14 de julio de 2025

La balada de Arróniz y Grimaldo


 

Que porque llegaron personajes ajenos, hideputas embutidos en oscuridad infiel, y a violar a nuestras hijas, arrasar nuestros campos, cagarse en nuestras costumbres. Se abre la puerta a los caballeros que han de librarnos destas acechanzas, y a la santísima Señora del Rosario nos encomendamos para solventar este ingrato trance que amenaza la virtud de nuestras personas de bien. Contra los demonios, dios nos guarde.
Imagino a los pecholatas de siempre, alérgicos al análisis, portando la cruz en llamas por las calles de Torre Pacheco. Deberíamos despertar, porque no importa esto, aquello o lo de más allá; la geoestrategia políica está echada, al no dar los números, tan tozudos, de la democracia. Cualquier cosa valdrá, hoy y mañana y pasado; en Murcia, Valladolid o Tenerife, las bombas de odio ya están esparcidas, y eso nos convierte en un país que abraza el odio, que es la misma vergüenza de otros tiempos, que ya sabemos cuáles fueron, y que fueron muchos. A mí este país me da ganas de vomitar, y no me reconozco en ese odio asesino, irracional, de pezuña quemada.
Mathieu Kassovitz lo describió certeramente en esa maravilla intemporal, que nos sirve para ilustrar cada maldita década desde hace tres, que es LA HAINE. Una película que no se detiene, a todo tren, en esa caída libre narrada en la apertura "mientras todo va bien". Que se atreve a decirnos que un negro, un árabe y un judío pueden formar una improbable alianza, alimentada más que nada por esa cotidianidad repleta de detenciones, agresiones, amenazas; un día a día contenido en un solo día, en el que el azar, o el deseo de escapar, les lleva a Oz, que es París, donde los policías son amables y no les pegan, donde les ofrecen champagne gratis en una galería de arte, pero donde sus modos no son aceptados ("son sus costumbres"), porque al fin y al cabo no son más que escoria, un cuerpo extraño trasplantado quién sabe cómo desde el sumidero hasta el jardín que, sin embargo, necesita de ese "abono" para florecer. Película brutal, pero también divertida, con una sofisticación formal impropia de un tipo de apenas 27 años, y que luego no ha vuelto a alcanzar estos niveles de excelencia. LA HAINE habla de gente apuntándose con armas, pegándose, gritándose mucho, perdiendo sus últimos retazos de humanidad, mientras los pacientes "tejedores de conciencia" esperan para repartirse los pedazos de lo que quede. "Dejad que se maten, como siempre han hecho", parecen decir entre dientes, mientras se limpian el culo con un papel donde dice "democracia".
Si creemos que alguien tiene razón en esta vergüenza que estamos viviendo, yo dimito de todo lo que ni siquiera me corresponda...
Saludos.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La soledad del asesino 11



Sin llegar a la excelencia ni singularidad de un Gaspar Noé, ni pareciendo querer beber de las fuentes clásicas, aunque su austera puesta en escena nos recuerde por momentos al mejor Melville, el experimento (no sé llamarlo de otra forma) ideado por Mathieu Kassovitz para el que fue su tercer largometraje, es precisamente eso, una especie de largo paréntesis entre un tipo de cine que se niega a desaparecer y otro que viene pujando fuerte. ASSASSIN(S) es tan valiente como temerosa, y muy extraña, anticlimática; igual estamos en mitad de un clímax puramente venido de Haneke (que por entonces acababa de deslumbrar con su FUNNY GAMES) como se resbala imprudentemente por los toboganes del cine de género vertiente "moralista-social". Error, a mi juicio, pues la impronta es esa mortífera presencia del asesino/anciano, impecablemente representado por un Michel Serrault que es demasiado para un director tan poco dotado como Kassovitz, y que encima se reserva (no podía ser de otra manera) un papel coprotagónico. En el lado bipolar, Kassovitz no cesa de mostrar pantallas de televisión, como queriéndonos advertir y consiguiendo, sólo, fastidiar y embotar. ASSASSIN(S) podría haber sido una gran película, pero, insisto, quiere picar en tantos sitios a la vez que finalmente uno no sabe qué le están contando exactamente, ni por qué ¿Tratado antiviolencia? Puede, pero esto quedaba más y mejor justificado en LA HAINE; mientras que ésta se dispara a sí misma en un pie no más que para continuar coja por un metraje excesivo y que obliga a un cambio de rumbo que, sorpresivamente, no es sorpresivo. La diferencia entre rupturismo y continuismo es un problema que no muchos directores están dispuestos a abordar; éste es un buen ejemplo. Y en mitad de todo ello, Michel Serrault, al que no te gustaría encontrarte a solas en un callejón...
Saludos aleccionados.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!