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martes, 1 de enero de 2019
Una demencia sensata
Bueno, avisamos antes de nada que hoy empezamos nuevo curso (¡el decimoprimero!) y lo hacemos con Lars von y su nueva propuesta, para que después digan que le tenemos manía al realizador danés. THE HOUSE THAT JACK BUILT no cuenta prácticamente nada (y ni siquiera de una manera distinta) que no estuviese ya en ANTICRISTO o MELANCOLÍA, aunque el referente más potente me parece que lo encontramos en el díptico NYMPHOMANIAC, quizá por su talante de cuasi diario subjetivo contado en primera persona y punteado por un diálogo en off, que aquí permanece invisible hasta sus últimos y sorprendentes minutos. La propuesta indaga en la compleja personalidad del Jack del título, un asesino en serie con Trastorno Obsesivo Compulsivo que va mostrando un sangriento corolario de atrocidades varias, puede que con fines terapéuticos o simple capricho estético. A von Trier ya le tenemos cogido el truco desde hace algunos años, y sus películas se parecen demasiado unas a otras como para esperar que vaya a cambiar por nada; le viene bien esa imagen que se ha cincelado de misántropo desencantado pero incapaz de renunciar al placer de una imagen bien filmada. Y aquí hay mucho de eso, de composiciones, puesta en escena y resoluciones a modo de soluciones, como si el director nos quisiese mostrar su propia personalidad a través de la de este sangriento y amoral personaje. Es curioso, pero creo que tiene escenas francamente divertidas, como los primeros y algo chapuceros asesinatos, como si Jack clamara or ser descubierto pero nadie le presta atención. Además, Matt Dillon ofrece un recital de contención y salvajismo antológico, logrando que siempre queramos saber un poco más sobre él. Quizá es demasiado larga, y también algo engreída de lo mucho que reluce en algunos pasajes, pero a esto ya estamos acostumbrados; aun así, reconozco que no es precisamente de lo más aburrido de este señor, y eso podemos anotarlo como un logro importante. Además, el desenlace, lo digo ya, es una pasada...
Saludos.
martes, 17 de junio de 2014
Follar para hablar
Más entretenida y ágil, este "segundo volumen" de las andanzas de Joe, la ninfómana, es una película amalgamada y caótica, sumida en la necesidad de mostrar a todo trapo la caída en desgracia de esta adicta al sexo por la imposibilidad de controlar sus impulsos y, finalmente, por el dilema moral que termina revelándole que el sexo no es un mal, sino un control de pollos, en el que los "aptos" ocuparán su lugar y los "no aptos" sufrirán un destino cruel. A mí lo que me parece es que NYMPHOMANIAC. VOLUME II no es más que una continuación alternativa del pastoso arranque de ANTICHRIST. Es decir, que von Trier no se atrevió entonces a dar un paso humanista y resolvió sus nórdicas dudas existenciales con un seísmo atávico y semislasher, y ahora, un poco más "cálido y cercano", retoma el what if? de aquella repugnante acción en la que una madre deja caer a su bebé de la terraza por no interrumpir un polvo. Aquí es lo mismo, pero más elaborado y con una resolución menos cruenta; Joe necesita sexo constantemente, lo que no le permite desarrollar una vida normal (el individuo ante la norma social), lo que la irá degradando y sumiendo en un estado que acabará por convertirla en un ser incomprensible y, por tanto, rechazado. De sus juegos de juventud pasará a pagar ella misma por sexo o a buscarlo sin reparar siquiera en la persona con quien lo va a hacer; hastiada de no encontrar un límite, llegará a un lugar sórdido y de severas y extrañas reglas, dondes e someterá a brutales sesiones de masoquismo extremo. Un paraíso, vaya. Hay alguna escena en la que tienes que reírte, como la de los dos negros, y otras bastante desagradables, como todo lo concerniente al inabarcable personaje interpretado por Jamie Bell, puede que lo más desasosegante de todo el metraje. También, cómo no, hay tiempo para que al danés se le vaya un poco la olla, porque lo del trabajo de extorsionista profesional, francamente, no lo ubico. En fin, dos horitas la mar de simpáticas, la Gainsbourg en pijama de rayas, la nueva utilidad de las guías de teléfono y, ya para demostrar que el que provoca no es el que quiere sino el que puede, un detallito que pretende ser el summum de la escandalización y al final no es más que una triste anécdota que juega al equívoco, porque donde unos ven apología de la pederastia yo sólo veo a un señor preocupado por su ego(y)manía...
Saludos.
lunes, 16 de junio de 2014
Hablar para follar
La experiencia nos dice que si a una película porno le aplicáramos los mismos sustentos del cine convencional, todos, como una promoción adecuada o un depurado ejercicio técnico, no podríamos quitarnos de la cabeza que lo que se nos ofrece es, sin más, sexo explícito con la misión exclusiva de excitarnos sexualmente. Así, lo que a mi modo de ver ocurre con NYMPHOMANIAC es exactamente lo contrario (o sea, lo mismo pero al revés): Lars von Trier utiliza el reclamo del sexo crudo (ver cartel promocional) para entonar su enésima reflexión sobre los límites de la moral y la libertad en tiempos de coacción y sumisión. Por mi parte creo que es un error explicitar a priori si la línea argumental se tiene clara, pero como el director danés quiere contar tantas cosas (y, de hecho, las más de cuatro horas de ambas partes dan la impresión de quedarse cortas), al final la cuestión del sexo molesta más que estimula. NYMPHOMANIAC parece un aforismo alargado y melancólico, como el día después de una gran borrachera, de la que vamos recordando los detalles con disgusto; y esta primera parte (cuyo cartel es, efectivamente, un anzuelo) desnuda las intenciones antes que los cuerpos, que por acumulación ya parecen un panfleto naturista. Es la historia (y no tan interesante) de Joe, que es ninfómana, que es recogida en un estado deplorable por Seligman, que es una especie de eunuco virgen y sumamente culto; Joe le cuenta su vida a Seligman y éste, sin apoyarse en cuestiones morales, le dará su versión intelectual. El cerebro enfrentado o complementado a la carne irrefrenable. Exceptuando algunos momentos de extraña comicidad (no sé si involuntaria), NYMPHOMANIAC. VOLUME I tiene algo de "Las mil y una noches" o incluso el "Decameron", que no la deja desarrollarse como bloque unitario y dispersa su núcleo en múltiples direcciones; despista y exaspera, y si alguien salió de la sala excitado debería plantearse su salud sexual. Y luego está Charlotte Gainsbourg, que sale poco porque en el pasado su personaje lo interpreta la pétrea Stacy Martin; y Stellan Skarsgard habla mucho con cara de extrañado, pero a ambos les falta una complicidad real. El papel de Christian Slater no lo entiendo. Uma Thurman protagoniza el momento "vergüenza ajena", literalmente, del film. Y casi salvaría a Shia LaBeouf, un excelente actor capaz de transmitir humanidad y veracidad en este gélido panorama ideado por un director que se cree demasiado listo y cada vez tiene menos en cuenta a los espectadores.
Y mañana, la otra...
Saludos.
miércoles, 24 de octubre de 2012
Principio de depresión 1
Veo un problema fundamental en MELANCHOLIA: no trasciende. Y ningún trabajo reciente con mayor afán de trascendencia que éste, ojo. Y me da un poco de cosa, porque yo ya tenía gran parte de fe perdida en Lars von Trier, pero ni es éste su peor trabajo (de ninguna manera), ni, tras su desconcertante visionado, uno tiene la sensación de que el danés se haya cerrado puertas conscientemente, como así parecía con la terrible (en todos los sentidos) ANTICHRIST. De esta película no-apocalíptica, que entiende el fin del mundo como un estado mental/emocional más, lo más estimulante es su trasiego dentro-fuera, puede que agotador, en el que tanto da un planeta amenazante que una madre fuera de sí ante la hipocresía de su hija (Charlotte Rampling en la mejor escena del film). Dependiendo del espectador, MELANCHOLIA aparece como unejercicio visual (y sonoro) fascinante y descorazonador, o como un anuncio de colonias con brillantes insertos dramáticos. Sorna o esfuerzo; garra o diarrea... Sea como fuere, me da que von Trier se fía demasiado de sus espectadores y les obliga a intuir más que a ver. Personalmente me da un poco de risa que para un "final de todo lo conocido" uno elija una boda pija, pero, seguidamente, el director me quita la razón con algunos de los mejores diálogos de toda su carrera; la película gana en los espacios cerrados y las distancias cortas, y se nutre de un excepcional trabajo de actores. Sensacionales Rampling, Kiefer Sutherland, Stellan Skarsgard y un tremendo, descacharrante, John Hurt. En cambio, a Charlotte Gainsbourg yo sigo sin verla, lo siento; ni me la creo ni la ubico, ni le encuentro esa catarata de bondades que todo el mundo le ve... En cambio, Kirsten Dunst, hace todo lo que puede por conformar una figura lo suficientemente potente. Su presencia engancha desde el primer momento, y su habitual estilo interpretativo despista; no sabemos su verdadero estado de ánimo, y son los sucesivos encuentros con otros personajes los que determinarán su rasgo último, que no es otro que la depresión. Y es la depresión la verdadera protagonista de esta película menos arriesgada de lo que se podría pensar a priori, no la aniquilación, puesto que la segunda aparece ya como rasgo irrefutable de la primera. En este aparte, la abundante bibliografía utilizada para delinear este estilizado paseo por los sentidos "sentidos", se antoja principal a la hora de intentar descifrar unos movimientos noo tan sísmicos, creo que finalmente coreográficos. Es Lars von Trier, y es mucho mejor que la boina visual de Terrence Malick (les han comparado tanto...), pero al danés aún le queda terminar la universidad para siquiera asomarse a la profundidad abisal de, por ejemplo e indudablemente, Ingmar Bergman.
Saludos en colisión.lunes, 2 de julio de 2012
Confusión elemental
Veintiocho años después, resulta más reveladora la visión de la ópera prima de Lars von Trier para entender muchas de las obsesiones que han hecho del danés, más que un director de culto, un objeto de discusión y controversia en sí mismo, que la radiación, a veces cegadora y anestesiante, de sus trabajos más carismáticos. FORBRYDELSENS ELEMENT (EL ELEMENTO DEL CRIMEN) adelanta con precisión la fastuosidad visual de EUROPA, su mejor película para quien esto escribe, al tiempo que constata el principal problema entre él y sus espectadores: entender qué es exactamente lo que pretende. Y esto es así en esta fascinante y confusa película, que tiene la apariencia de cualquier trama detectivesca para, seguidamente, adentrarse por un thriller psicológico cercano al cine de Cronenberg. Todo con una pesada pátina literaria y una voz en off que, a mi juicio, desvía la atención de lo que ocurre en la pantalla; pudiera parecer que sus complicados y barrocos montajes, en búsqueda constante del torrente de conciencia narrativa, no sean más que frontispicios muy decorativos pero de escasa sustancia semántica. Yo me enteré de poca cosa, o más bien me importaba un pito el devenir de ese torturado detective por un Egipto que más bien parecía un cruce entre la Alemania neonazi y una Venecia sumergida ¿?, sino que me entretenía en contar los pliegues de su raída y sucia chaqueta blanca y me decía cosa como: "Qué cojones hay que tener para trasladar Escandinavia a El Cairo e inventarse una vampiresa de rasgos vietnamitas" o "Joder, cómo suda este tipo"... Es decir, que se trata de la típica película que tiene que gustarle a la gente rarilla y enrevesada, pero que vista desde la distancia es un juego de niños comparada con quien su altivo director quería compararse, que no es otro que Orson Welles; es decir, Lars von Trier en estado puro, cómo no.
Saludos elementales.
viernes, 26 de agosto de 2011
Chispazos de dialéctica
Quién lo diría. Si en los pequeños detalles es donde se aprecian las grandes virtudes, esta máxima se amplía en el caso del muy redundante Lars von Trier, cada día que pasa más insoportable e impredecible, a partes iguales. Un tipo con su talento no puede ir enmascarándolo con salidas de tono innecesarias y apologías de causas no ya perdidas, sino directamente absurdas. Y, de vez en cuando, hace cine.
No he visto aún MELANCHOLIA, pero me temo lo peor, no sé por qué; sin embargo, hace unos meses me acordé de que tenía pendiente una película del danés, y me puse manos a la obra. Y mira tú por dónde, resulta que DIREKTøREN FOR DET HELE (El jefe de todo esto) es una comedia estupenda, amarga, triste, punzante, socarrona y, probablemente, y aunque sólo fuese por su extrema lucidez, la mejor película de su director junto a EUROPA. Invocando el teatro del absurdo, von Trier parte de una descabellada premisa para ir transformando progresivamente lo que parece su enésima extravagancia en una inquietante reflexión sobre lobos con piel de cordero que han de sobrevivir a las dentelladas de la vida. Resulta que el dueño de una empresa ha de despedir a algunos empleados, pero como es un tipo sumamente apocado decidió guardarse las espaldas tras un personaje ficticio, haciéndose pasar él mismo por empleado, así que, llegado el momento, contrata a un actor de medio pelo para que interprete dicho papel, quedando el verdadero limpio de responsabilidad. Todo esto se embrolla maravillosamente cuando asistimos a todo un corolario de tiras y aflojas por parte de una plantilla tan heterogénea como desquiciante, lo que da como resultado que el actor dude de su valía para el encargo, para después creerse su propio papel y disfrutar de "los placeres de ser el jefe".
Como digo, una película que pasa en un suspiro, con un guión ingenioso y bien estructurado y unas interpretaciones a la altura del caleidoscopio emocional mostrado. Además, von Trier se permitió la introducción del Automavisión, un debatible instrumento, un computador encargado de decidir, en lugar del director, los enfoques y hasta los encuadres. No estoy muy seguro de su utilidad, pero pensándolo bien no deja de ser paradigmático usarlo en un film que versa sobre todo acerca de la elusión de responsabilidades del hombre moderno. Muy recomendable, en todo caso, para los que habían perdido la fe en este señor.
Saludos del jefazo.
jueves, 5 de mayo de 2011
Locas de amor #1
Iniciamos aquí un mini-monográfico, que se extenderá durante tres días y que versará acerca de amores al límite, no tanto amores que maten sino amores más allá incluso de la razón. Curiosamente, los tres títulos tienen a tres mujeres como protagonistas, marionetas de su esclavitud, incomprendidas por amar hasta las últimas consecuencias.
El primer film creo que ni siquiera necesita presentación, pues fue el que puso en el disparadero internacional al danés Lars von Trier tras las enormes expectativas creadas con EUROPA. BREAKING THE WAVES es un tortuoso relato de amor inquebrantable apoyado fundamentalmente en la intensa interpretación de Emily Watson. La historia, situada en los años 70 en la costa del Norte de Escocia, nos presenta a Bess, que se enamora de Jan, un trabajador de una plataforma petrolífera; hasta aquí no habría nada de particular si no fuese porque la comunidad en la que vive Bess se rige por costumbres estrictamente religiosas, rozando el fanatismo, por lo que Bess no contará con ningún apoyo. Sin embargo, dando la espalda a los suyos, se casará con Jan, aunque éste tendrá que marchar inmediatamente a la plataforma, dejando a su nueva esposa en una martirizante soledad, que se verá agudizada cuando reciba la noticia de que su marido ha sufrido un tremendo accidente.
Von Trier se creó tantos admiradores como detractores con esta obra al límite, siempre bordeando lo ridículo; mi opinión es que, viendo la deriva que ha tomado su carrera, no me parece de lo peor suyo. Es cierto que siempre ha sido un tipo bastante jactancioso, aquí incluso intentando codearse con su compatriota Dreyer, al que sigue mirando desde abajo. El problema fanático-religioso, las injusticias irracionales y las personalidades al límite, un batiburrillo del que el danés sale bien parado sólo a medias en una película que ha provocado más de una urticaria intelectual, sea eso lo que sea. Por aquí hemos visto ya el trailer de su última propuesta, y qué quieren que les diga...
Una marejada de saludos... y mañana más.
domingo, 25 de octubre de 2009
Control remoto, y 2

Y yo me pregunto: ¿Para cuándo, señor von Trier, su corrosiva y despiadada visión sobre la sociedad danesa? Aquélla que, por ejemplo, fue la primera que permitió el establecimiento de los nazis en el norte de Europa. No es casualidad que el director danés desee machacar a la sociedad norteamericana actual presentándola en un formato atípico, primero porque en ningún momento vemos la actualidad, sino que se aprovecha de un momento que nunca es escogido al azar: la última gran depresión. Si nos fijamos, y mucho más en MANDERLAY que en DOGVILLE, el envoltorio con el que von Trier va dando sus clases maestras de lo hijoputa que es la gente recuerda infinitamente más a DIES IRAE que a THE GRAPES OF WRATH, por ejemplificarlo someramente ¿Podemos estar seguros de que es de la sociedad americana de la que nos habla este señor? ¿Era Estados Unidos ese lugar indeterminado donde se ubicaba DANCER IN THE DARK? ¿Dónde ocurre ANTICHRIST? Curiosamente, Lars von Trier sí explicita a su propia sociedad, la danesa, en su única comedia, THE BOSS OF IT ALL... una comedia negra, pero mucho más indulgente que la que nos ocupa; por no hablar de IDIOTERNE, que es ya el colmo de la autoindulgencia: todo se perdona porque, al fin y al cabo, somos idiotas. En cambio, DOGVILLE termina con una matanza, mujeres y niños son exterminados. MANDERLAY no sólo mantiene la inquietante catadura moral de su director, sino que cita de manera inequívoca al Takeshi Kitano de SONATINE, aquél que se ponía una pistola en la cabeza esgrimiendo una magnífica sonrisa. No nos engañemos, ANTICHRIST es un slasher sin gracia alguna, la verdadera película de terror de Lars von Trier es MANDERLAY. Y quise incluirla en aquel homenaje que hice a los films que me hicieron temblar, pero tenía que ponerla al lado de DOGVILLE para no caer en una preocupante falta de perspectiva.
¿Creen ustedes que lo peor ha pasado ya? Esperen al estreno de WASHINGTON.
Saludos dominicales... aunque parezca mentira.
sábado, 24 de octubre de 2009
Control remoto 1

Hoy toca DOGVILLE. Lo primero que recuerdo al ir a verla al cine es un comentario que hicieron dos señoras de avanzada edad en la cola: "¿Sabes tú de qué va esto?" "No, pero sale la Nicole Kidman"... Elocuente y conciso. Las dos señoras salieron de la sala a los tres cuartos de hora. Elocuente y conciso.
El problema con DOGVILLE es su preocupante desubicación dentro de algún parámetro que pueda servir de asidero a un espectador-tipo medio a la hora de juzgar si era necesaria tanta parafernalia para llegar a una idea que es única e inamovible, como si el director danés la hubiese hecho desde el más profundo resentimiento. Tres horas de escenarios vacíos, de interpretaciones excesivamente controladas (siempre sabemos de qué pie cojea cada uno), de una maldad nunca justificada (trasladar los problemas mundiales a una pequeña comunidad es un poquito pretencioso) y de un barrido emocional justo al final, para atar cabos; una catarsis de venganza que deja en paños menores cualquier "tarantiniada" y que probablemente sea lo mejor de un film demasiado largo, demasiado evidente y demasiado encerrado en su propia circunstancia de "núcleo moral" ¿Que si debe verse? Por supuesto. DOGVILLE es una película que tiene una gran virtud si se ve con 16 años: es reclutadora de cinéfilos, nuevos cinéfilos ávidos de pasar página y descubrir ese otro cine un poco antes de empezar con Bergman, Antonioni o Tarkovski; un aperitivo de lujo para los primeros platos. Otra cosa sería empecinarse en que el discurso de von Trier es intelectualmente terrible o terriblemente intelectual, porque es un discurso intelectual y es un discurso terrible, pero no es nada que no esté imbricado en cada fotograma de un Hitchcock o un Hawks, donde ningún elemento es casual sino que atiende a la necesidad expresa de contar algo.
Yo terminé de ver DOGVILLE, no es que sus tres horas se hagan largas, el problema principal reside en que salimos del cine con su impactante final grabado en la memoria reciente y seguidamente empezamos a preguntarnos si para llegar a eso era precisa tanta lección moral.
Ni es la peor de von Trier ni mucho menos la mejor... Vaya, al final hemos caído...
Saludos sin paredes.
domingo, 4 de octubre de 2009
Negroclarocasiazul

Bueno, no voy a ser cruel con Lars von Trier por varias razones. Primero porque ANTICHRIST no es su peor película, sólo la constatación de que el danés no sabe hacer pelis de miedo. Luego, me gustaría poner casi como encabezamiento la significativa dedicatoria del film a Andrei Tarkovski en los títulos de crédito; porque a nadie se le escapa que ANTICHRIST es el fracasado intento de von Trier por acercarse al maestro ruso, a SACRIFICIO, más concretamente. Aquí es donde el dilema se hace más preocupante, cuando von Trier debe resolver su tendencia al mainstrean (un mainstream oscuro, sí, pero repleto de concesiones) en cada momento decisivo de un film que está rebosante de momentos decisivos, pero donde da la impresión de que lo de menos es la resolución, pues antes está el golpe de efecto. El danés busca desesperadamente golpear los sentidos del espectador a base de imágenes impactantes, discursos amorales y algún que otro sustito que, la verdad, sobraba. Otra cosa que me mosqueó al final fue caer en la cuenta de lo impostado de ese principio, rodado como un anuncio de colonias porno, con la celestial música de Handel para que los espectadores descubran por sí solos (manda cojones la cosa) que estaba compuesta para un castrato... En fin, que la película tiene varios aciertos, como cuando von Trier se coloca otra chaqueta, esta vez la de Bergman (y tampoco con mucha maestría ¿eh?), y hace dialogar a un inexpresivo Willem Dafoe con una Charlotte Gainsbourg que no sé qué le ven los directores para ponerla en pelotas en cada película que hace. Sólo un espejismo, porque apenas hay un par de estas líneas de diálogo, en las que se hace hincapié en la enfermiza psique de la madre/bruja que asiste impasible a la muerte del hijo en pleno y febril fornicio. Lo que sí abundan son los desastres cinematográficos, como un zorro que habla como Tom Waits... o las interminables imágenes slow motion en HD repentinizado de los huevos; y venga a caerle bellotas a Dafoe en el coco, y venga las hojas moviéndose, y el flequillo del Dafoe que no se mueve, y la Gainsbourg venga a enseñar el culo, que esta chavala no sabe lo que es un pijamilla de estar por casa y unas pantuflas como dios manda...
Total, un despropósito que se deja ver si luego no me vienen con memeces como "film profundo" o "intelectual maldito", porque, aunque von Trier no lo sepa, estamos curados de espanto.
Y me ahorro unos cuantos de spoilers porque da lo mismo, oyes...
Saludos anticristianos.
domingo, 27 de septiembre de 2009
Fondo y forma

En realidad, hay un grupo de yuppies aburridos, hartos de vivir tan jodidamente bien, que deciden hacer el gilipollas integral, sólo que al hacerlo siempre en grupo los riesgos de que te partan la cara son menores, claro; detalle éste en el que no cae la timorata protagonista (¿hay protagonistas en lo del Dogma?), desinhibida finalmente tras la sonrojante orgía amateur y que cree poder llevar hasta sus últimas consecuencias lo que para el grupitín no era más que una forma extraña de pasar el rato, por lo que sólo ella recibe un hostión como una catedral, que es lo que uno quiere darle a von Trier por haberse quedado con tu dinero. Total, que no hay nada interesante durante cerca de dos horas si no es la cara de tonto del espectador y la sonrisilla satisfecha del director, después de haber tomado prestigio con una sandez como una sandía.
Jaludoj.
viernes, 20 de marzo de 2009
Fragmentos de un género

Ya he dado cuenta abundantemente de mi particular relación amor/odio con el director danés, autor de interesantes reflexiones acerca del cine mismo y sus variantes, así como de bodrios infumables, pretenciosos y vacíos, donde se castiga al incauto espectador medio que pretende "saber" de cine viendo tonterías filmadas con luz natural. Y ciertamente que es peligroso.
Pero von Trier se dio cuenta a tiempo de que Dogma95 tenía fecha de caducidad y había que innovar, sí, pero sin renunciar.
Es DANCER IN THE DARK una película bien planteada y mejor resuelta que se hubiese prestado al descalabro sin la mano de un director hábil y concienzudo. Porque el musical conlleva una serie de peligros al no poderse mejorar lo que se hizo en su día en Hollywood; aquello era un mundo aparte y cerrado en sí mismo, no se puede volver a ello sin caer en la tontada revisionista. Y eso que von Trier, acostumbrado al más difícil todavía, se complica la vida como él solo. Por una parte, filma tres o cuatro secuencias musicales sin que se note la tramoya y sin desvariar del intenso dramón que se va desarrollando paralelamente. El dramón en cuestión es conocido por los que vieron la película y muestra una lacrimógena historia de madre abnegada y aquejada de una enfermedad que ha de realizar el sacrificio final por su hijo. A su alrededor todo es avaricia y egoísmo, mientras la cándida Selma, enroscada en su pequeña y oscura vida, iluminada sólo por su devoción a los musicales, da rienda suelta a esa difícil dicotomía entre fantasía y realidad, sobre todo si tenemos en cuenta que Björk no es actriz y me juego el cuello a que no va a repetir experiencia, menos aún con tamaño cacique de por medio.
Al principio impacta, luego se le ven las costuras y si somos capaces de un tercer visionado, entonces corremos a por SINGIN´ IN THE RAIN... ¿qué otra cosa podríamos hacer?
Saludos en la oscuridad.
viernes, 6 de junio de 2008
Un cierto trazo sesgado

Si quieren, podríamos abrir debate (aunque ya empieza a cansar) sobre lo que supuso dogma95, cuyo "enorme" impulso parece ya apagado, pero de entre la interesante y variada filmografía de este extravagante danés, la que sigue siendo mi preferida (y es la primera suya que vi) es la maravillosa EUROPA.
EUROPA recoge la fastuosidad del mejor Coppola y la inventiva visual de Kubrick para meternos de cabeza en una cuenta atrás sin retorno y, de paso, reinventar el fantástico en clave de "cinecómic", adelantando en casi veinte años a lindezas como SIN CITY o 300.
Ya en la primera y terrorífica secuencia, la hipnotizante voz de Max von Sydow nos introduce en una Europa demencial, devastada por la guerra, utilizando la primera cuenta atrás. Lo único que podemos ver es una vía en medio de la noche, iluminada por un tren que avanza incesantemente y que nos da la sensación de ingresar en un sueño (pesadilla, en este caso).
Lo que sigue nos descubre a un director en estado de gracia. Maneja bien tanto las multitudes en la estación de tren como las intimidades de una aristocracia sumida en la ruina moral, física y económica.
Nunca sabemos si lo que vemos es blanco y negro, pues de repente vemos ramalazos de color que enfatizan lo que el director pretende mostrar sin palabras. EUROPA contiene algunas de las escenas más impactantes del cine (creo que muy bien heredadas de su compatriota Dreyer), como un momento mágico en el que una catedral repleta de gente se ve invadida por la nieve al carecer de techo; o el suicidio del oficial, donde el color de la sangre devora el blanco y negro inicial.
Pero las grandes películas están obligadas a tener un final digno, si no sólo quedarían en correctas, y el final de EUROPA es, al mismo tiempo, un mazazo en la boca del estómago y un lento avance hacia lo inevitable. Habíamos quedado avisados desde la primera secuencia, al igual que el protagonista (¿qué diablos ha sido de Jean Marc Barr?), somos arrastrados a un fatídico desenlace. Cada acto que cometemos nos acerca cada vez más a EUROPA.
A menos que sufriese una grave bancarrota, no me explico el porqué del paso de von Trier de esta muestra de CINE EN ESTADO PURO a ese otro cine (perdón por la expresión) tacaño, imponiendo limitaciones donde debería presidir el disfrute del maestro que mueve los hilos a su antojo. En fin, tanto torpe por ahí con grandes presupuestos y medios y grandes creadores dando pasos de cangrejo. Afortunadamente, siempre nos quedará Europa.
Continentales saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!