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miércoles, 10 de abril de 2024

El lado oscuro de la aventura


 

En una época repleta de blanqueamientos innecesarios, donde se nos viene a tratar con un infantilismo estomagante, no está de más recordar un film de 1981 en este pequeño repaso al cine australiano, que tiene la doble cualidad de conciliar una road movie dinámica y entretenida con un trasfondo que se reconoce como de un terror vertiente slasher. ROADGAMES tiene una apertura magnífica, que nos pone en contexto sin esfuerzo, mientras conocemos a un solitario camionero de mercancías (un sorprendente Stacy Keach) que viaja junto a un dingo, y que empieza a obsesionarse con una extraña furgoneta, que por algún motivo lleva su mismo rumbo, convenciéndose de que su misterioso conductor alberga un terrible secreto. Es en este arranque donde se incluye la mejor escena del film, un asesinato cometido en silencio y con una estilización que se acerca de alguna manera a Hitchcock; sin embargo, el film vuelve a la carretera, centrado en el camionero siguiendo a la furgoneta, en un tono menos solemne, por mucho que se la haya comparado, cómo no, con DUEL, e introduciendo a una joven Jamie Lee Curtis, en un rol interesante pero con menos peso del esperado. Richard Franklin logra imprimir un clima de extrañeza, a mitad del terror y la comedia, que se nutre de un interesante corolario de secundarios y la espectacularidad del paisaje australiano, con algunas escenas en la carretera que recuerdan indudablemente a MAD MAX. Película conscientemente imperfecta, repetidamente alabada por cineastas como Tarantino, explota en uno de esos finales que te dejan pensando un rato, no sólo por cómo se le da la vuelta al relato, sino por el virtuosismo técnico, precisamente por no renunciar a la espectacularidad propia del género.
Película mítica y a reivindicar por su frescura y osadía, algo que se echa tanto de menos hoy día.
Saludos.

domingo, 26 de diciembre de 2021

Rincón del freak #487: Dr. Notafreud informa


 

En estas fechas tan entrañables, no se me ocurre nada mejor que repasar ese baúl repleto de títulos de la catacumba, aunque sólo sea para encontrarme con cosas tan curiosas como FANTASM, debut en la dirección, allá por 1976, de un joven Richard Franklin, director que luego desarrolló una carrera bastante más sólida de lo que este inocentón softcore podía hacer prever. Rodada en australia, se trata de un compendio (bastante sui generis) de las fantasías más recurrentes en el mundo del sexo. Con el hilo conductor de un descacharrante John Bluthal, encarnando a una especie de terapista sexual desatado, se va dando entrada a diferentes posibilidades, como el sexo en grupo, las fantasías madre e hijo, el supuesto deseo de las mujeres a ser violadas, los cultos satánicos o hasta dejarse meter mano por el peluquero. Con un tono desenfadado, no está tan mal hecha como cabría suponer, y tiene momentos francamente divertidos, como el de una prostituta que va recibiendo clientes sin parar, convirtiendo su casa en una especie de camarote de los hermanos Marx. Entonces el sexo era sinónimo de diversión, y así ocurre en esta gilipollez supina, que se ve, sin embargo, con una sonrisa casi de incredulidad.
Saludos.

sábado, 26 de julio de 2014

El asesino inmóvil



Otra de esas películas que mi subterráneo imaginario ha ido rescatando del olvido más absoluto es una curiosa producción australiana de cuando en Australia se invertía para el cine. PATRICK fue una especie de moderada conmoción en el panorama del fantaterror, un frío y malsano retrato de una personalidad malvada y destructiva. Hasta ahí, son muchas las referencias respecto al cine que se ha ocupado de los psicópatas y asesinos en serie... Con una particularidad: Patrick, el tipo en cuestión, no puede moverse; de hecho, está en coma, lo que de entrada ya es lo suficientemente original y estimulante. Aun con sus carencias, sobre todo de índole técnico, la volví a ver hace poco y llevéme una agradable sorpresa. El film no sólo ha envejecido poco, sino que le da sopas con honda a la horda de digitalismo imperante hoy día, al fiarlo todo a un ingenioso guion (con un prólogo escalofriante y mítico para cualquier buen aficionado) y a un puñado de buenas interpretaciones. La británica Susan Penhaligon (llamada la Bardot inglesa) está magnífica como la sensible y luchadora enfermera Jacquard y Robert Helpmann (casi el Fred Astaire australiano) da vida al inquietante médico y rector de la residencia donde se desarrolla toda la trama. Pero sin duda, lo que ha pasado a la historia es la impertérrita expresión de un actor cejijunto y de ojos claros, Robert Thompson, quien sin moverse ni decir una palabra es capaz de provocar más de un sobresalto. Yo la recomiendo por la hábil dirección del siempre solvente Richard Franklin y por intentar dar un paso más allá, sin plegarse a convenciones gastadas del género. Y además te deja el cuerpo regular...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!