Existe toda una megamitomanía subterránea sin un nombre definido que comprendería gran parte de la etapa española del mal llamado "desarrollismo"; aquí, en contra de la "cualificada" opinión de los vejetes suecos, británicos y alemanes que se dejaron la juventud y los cuartos entre fiestas, playitas y solaces varios de mayor o menor índice de lagalidad, fueron muchos, la mayoría me atrevería a decir, los que no se enteraron de nada de esto. En este país, por si no se sabía, el currela siempre lo ha sido y siempre lo será; y esas vanidades de fantasía ibérica se han reservado, principalmente, para los que se hartaron de acumular el dinero que (mira tú por dónde) les habían hecho ganar la mano de obra pagada irrisoriamente y que provenía de... 1,2,3, responda otra vez.
Por aquel entonces se acuñaron términos tan apropiados como el "landismo" o la "españolada". Horrendos ejemplos de una realidad falsa, inventada, que nunca aparecerá en las crónicas cinematográficas de este país con su verdadero rostro, el de la miseria económica, pero sobre todo moral; el de la fantasmada de la libertad sexual, que a día de hoy sigue dando sus coletazos machistas, sólo hay que ver el telediario; así como el comienzo de ese monstruo impío llamado construcción. Y de esto se pueden nutrir miles de blogs, si quieren. Y digo que nada de esto saldrá jamás a la luz si no es con un azogue típicamente engañabobos, porque al único cineasta verdaderamente insobornable de aquel tiempo (y que milagrosamente llega hasta nuestros días), don Basilio Martín Patino, se le ha sometido a esa repugnante gota torturadora llamada ostracismo. Estaba claro que se prefería el catetismo cerril de Martínez Soria (Cómo se puede tirar por tierra un talento como el suyo, probado en las tablas clásicas); el machismo baboso de Landa Y López Vázquez (ídem de ídem); o las "iquinidades" del señor Ignacio F., probablemente, y junto a la inefable saga Ozores, el mayor asesino del cine español.
Spain is different. Claro que es
different, un insólito paraíso de la flagelación y el masoquismo más incomprensible. Expertos como somos en tirar piedras a nuestro propio tejado, y pensando inocentemente que lo peor había pasado, encumbramos de nuevo a un tipo sin gracia ni talento, pero con un morro que se lo pisa: Santiago Segura. Incapaz del más mínimo movimiento de cinismo en su ultracasposo cine. Aunque más miedo me dan los inamovibles, como estatuas estatutarias, Martínez-Lázaro, Trueba(s), Colomo, Almodóvar, Saura y compañía. Así como los dignísimos sucesores de tal "saguita", Amenábar y sus múltiples tentáculos a la cabeza y la productora de Emilio Aragón como carcoma imparable de la libre expresión del artista independiente.
Como todo tiene una explicación, aunque casi nadie se pregunte cuál es, he aquí algunos ejemplos de por qué seguimos siendo tercermundistas (entre otras cosas) en materia de cine.
Iba a hablar de TORREMOLINOS 73, que está bastante bien y sí consigue el punto irónico que a Segura y de la Iglesia les va a faltar siempre, sobre todo porque nunca lo tuvieron. De momento, creo que Pablo Berger no ha asomado el hocico por las pantallas ¿otro caso de silenciamiento encubierto?
Saludos nada, pero que nada, nostálgicos.