miércoles, 21 de julio de 2021
Películas para desengancharse #89
martes, 15 de septiembre de 2020
Saturno
GIGANTES podría haber sido muy grande, gigante si se quiere. La serie ideada por Manuel Gancedo, y en buena medida responsabilidad de Enrique Urbizu, apuntó muy alto en un episodio piloto simplemente antológico, de lo mejor de la historia de la televisión española, aunque sea de pago. Un espejismo a medias. En ese primer episodio (y puede que en algo del segundo), Urbizu vuelve a aliarse con José Coronado, para apuntalar la piedra angular de esta odisea de muerte, poder y familia, sinque ninguno de estos tres elementos pueda despegarse de los otros dos. La historia de los Guerrero, payos que ejercían sobre los gitanos, que encubrían sus "asuntos" bajo un anodino negocio de antigüedades; la historia de Abraham, un lobo, implacable, resumdo en una escena en la que husmea el aire de su barrio solitario, porque siempre se ve amenazado. Y la historia de sus tres hijos, Daniel, Tomás y Clemente, obligados a continuar el negocio, aunque los no pueden ser más diferentes; y en esas diferencias, los Guerrero se separan y unen, se ayudan y despedazan, como animales, bajo la atenta mirada lupina de Abraham, que es Saturno, y que sólo conoce una forma de hacer las cosas. La lástima es que GIGANTES duró una temporada más, y la segunda es otra cosa, inferior, en absoluto horrible, pero que conserva poco de la críptica y brutal mitología que Urbizu pone siempre por encima de las tentaciones del género. Aun así, incluso pareciendo dos cosas distintas, la serie de Movistar+ debería significar un punto de partida, o una cierta tendencia. A los que tanto desconfiamos de las series, por supuesto, siempre nos quedará ese gigante llamado Enrique Urbizu...
Saludos.
viernes, 24 de febrero de 2012
Rock&Roll
Me apunto el tanto. Cuando nadie hablaba de Enrique Urbizu yo me descosía los molares por cada taberna desglosando las maravillas de su cine, tan increíblemente alejado de la bazofia inodora e incolora que año tras año se produce en éste nuestro país. NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS es cumbre, poesía, intención, zafiedad y dulzura de la mano y caminando por un mundo devastado, dolorosamente real. Es, pero no es; parece, pero luego te da el guantazo y tienes que rebobinar en tu maltratado disco duro. Y no, no es una película "de género" más, es un complejísimo estudio del estado de las cosas; Santos Trinidad es el hombre de otro tiempo, de otras costumbres, de otro país si me apuran, y tampoco la España del chorizo y los tasadores es un país para viejos, ni siquiera para rockeros como él. Trufada de imágenes inolvidables, imborrables, el motor que mueve esta barbaridad es un inteligentísimo juego de contrastes rechinantes, incómodos; a Urbizu apenas le interesa narrar con claridad (¡gracias, gracias por no tomarnos por imbéciles!), prefiere ir soltando los detalles y que el espectador se esfuerce en dar con el alma de cada escena. Trinidad es un cazador, se le ha escapado una presa y debe eliminarla; no es consciente de lo que desenredará después, y todo es por pura casualidad, pero no es menos cierto que, casi invocando una máxima matemática, en el cálculo de probabilidades, la frecuencia podría acercarnos a la verdad, aunque sea, como aquí, a empellones. Alcohólico, desafiante, fantasmal, fuera de este mundo, de todos los mundos que usted y yo conocemos, Santos Trinidad no quiere halagos, ni amigos, sólo una copa más bailando en el abismo; están Ferrara y Keitel en la retina, por supuesto, pero hay algo más, porque el aspecto realmente decisivo de esta película (y de todo el cine de Urbizu) son esas miradas, miradas de western que hacen innecesario cualquier línea de diálogo. En esa vorágine de miradas existe compasión, pero también venganza, la de quien, sin decirlo, gana su última batalla, porque la vida, desgraciadamente, no es como le gustaría que fuese a la juez Chacón, sino como Santos Trinidad "sabe" que es, y no hay más. Existe "el buen mundo", el mundo donde los puticlubs no huelen a desinfectante y la gente no conduce borracha, el mundo en el que los helicópteros son pilotados por gente a quienes les importamos, el mundo de la legalidad, el mundo donde no hay terroristas, ni extorsionadores, ni traficantes, ni asesinos, sólo buenos policías, funcionarios del orden vendido por televisión... Y luego está Santos Trinidad...
No se la pierdan, porque es una obra maestra absoluta...
Sí hay saludos para los buenos cinéfilos.
miércoles, 23 de julio de 2008
Otro mundo es posible

Como no voy a exponer otra vez los motivos (que son infinitos y aburridos), daré un par de pistas que sí que me parecen fundamentales. Comenzando por lo que no se ve. Es decir, lo que sólo se intuye, aunque sea un secreto a voces. No hay que ser muy listo para darse cuenta de la vergonzante transposición de motivos, caracteres, tics, agobios y limitaciones con el que la televisión (elemento enfermo, al menos en España) ha ido contaminando las grandes pantallas (cada vez más pequeñas). Subproductos de consumo rápido y supersónico olvido donde el costumbrismo más chabacano y los personajes absolutamente planos, arquetípicos de no sé qué "españolismo" que yo pensaba ya más que enterrado, se dan de la mano sin pudor ni reflexión. ¿Que quieren resucitar el espíritu de Martínez Soria y los mandamientos del "landismo"? Vale. Está claro que el espectador debe decidir, pero es que todos los apoyos van a mierdas como TORRENTE o EL PENALTY MÁS LARGO DEL MUNDO, por ejemplo.
De eso, precisamente de toda esa porquería que los buenos cineastas han tenido que tragar por la mentecatería de unos productores más parecidos a promotores inmobiliarios que a otra cosa, sabe, y mucho, Enrique Urbizu. Uno de los casos más singulares en este mundillo surrealista.
El chaval debuta casi como niño prodigio (otro más) con una cosa llamada TU NOVIA ESTÁ LOCA; se mete de lleno en una ambiciosa tontería (a mí me parece horrible) como TODO POR LA PASTA; como no podía ser de otra manera (hablamos de los vomitivos años 90), le realiza dos encarguitos al productor que más daño le ha hecho al cine español desde F. Iquino (que ya es decir): el iluminado Andrés Vicente Gómez.
Sin embargo, el tipo tiene talento. Primero, Polanski se fija en él para que le adapte El Club Dumas a lo que finalmente sería THE NINTH GATE, que no pasa por ser lo mejor de Polanski, pero ya es algo para un tipo tan machacado como Urbizu. Con ese nuevo impulso, Urbizu prepara una película que adelanta su particular visión del thriller: LA CAJA 507. Con el gran Antonio Resines antes de ser abducido por ese engendro de Tele5. A ésta le cayeron un par de goyas y un reconocimiento unánime. Pero lo mejor estaba por llegar.
En 2003, y flanqueado por sendas almodovarieces y amenabarismos, Urbizu hace una película que, al menos a mí, me dejó impactado largo tiempo: LA VIDA MANCHA.
LA VIDA MANCHA es un western en toda regla y lo podía haber firmado el mismísimo Eastwood, por lo crepuscular, por lo contenido y por lo durísimo que se revela el relato tras una finísima capa de normalidad. Lo insólito es que la acción transcurre en la actualidad, en una ciudad de provincias cualquiera y tiene como integrantes a un camionero en apuros financieros, su joven esposa y un bar donde se realizan timbas ilegales de póker.
Pero aún hay más (o debería decir: aún queda lo más fuerte). Urbizu descubre a uno de los actores más infravalorados de nuestro cine: José Coronado. Que cual Gary Cooper patrio, realiza un soberbio trabajo que yo no había visto nunca por estos lares.
Coronado construye uno de esos personajes "imborrables", a imagen y semejanza del abandonado sheriff de HIGH NOON o el John Wayne zorro y desencantado de THE SEARCHERS.
Lección de cine. Bofetada sin manos a la absurda administración de films. Pero también, y más importante, gran referente para cineastas futuros que decidan sumergirse en el difícil mundo del cine "de género". Porque no sólo de experimentación vive el cinéfilo.
Saludos manchados.
¡Cuidao con mis primos!