jueves, 28 de julio de 2011

La guerra deconstruida



La obra de Alexander Sokurov se compone de una transfiguración rigurosa del elemento representado, lo que dota a sus películas de un extraño aura que tiene algo de fantasmagoría huidiza. Sus personajes, en continua búsqueda, hablando casi siempre entre dientes; sus argumentos, nunca suficientemente desvelados; su fotografía, más cercanas a postales del XIX que a un autor cinematográfico moderno... Todos y cada uno de los distintivos del director ruso le confieren esa textura única, difícil de digerir si pretendemos encontrarle alguna referencia, pero que convierte cada trabajo suyo en una experiencia inolvidable. En este sentido, ALEKSANDRA supone casi un salto invertido si atendemos a su obra anterior, aunque recoja gran parte de sus constantes fundamentales y más reconocibles. ALEKSANDRA es lo que Sokurov entiende por cine fantástico (lo que casi nadie cataloga como fantástico, claro), la inserción de un cuerpo absolutamente extraño en un marco ignoto pero mil veces representado; en este caso una unidad militar rusa posicionada en territorio checheno a la que llega Aleksandra Nikolaeva (excepcional Galina Vishnevskaya), una octogenaria en busca de su nieto, que es un importante oficial. Aleksandra vagará sin rumbo entre los tanques, los fusiles, las tiendas de campaña; asistirá consternada a la impotencia y desolación de unos soldados-niños que conviven cada día con un destino incierto. Es difícil explicar cada pequeño detalle de esta magistral película, más una experiencia visual que (a pesar de lo que llevo leído en muchos sitios) un tratado antibélico, lo que aclara el propio Sokurov valientemente, indicando cómo diablos iba él a ponerse del lado checheno si era ruso. Alexandra, la abuela comprensiva, consoladora, sabia, que reprende a su nieto, que ha de enviar cientos de hombres diariamente a la muerte; su mirada, la mirada extrañada de quien ha vivido guerras para no comprenderlas, que es la mirada asimismo de un autor incatalogable, artífice de algunos de los títulos más rabiosamente personales de los últimos tiempos. Regálensela, es una de las mejores cosas que pueden hacer este verano después de tostarse como churruscos al sol.
Saludos antibélicos.

Soviet invasion

miércoles, 27 de julio de 2011

La serie B hoy día



Es curioso, pero con Uwe Boll no me pasa lo mismo que con otros directores con los que se suele asociar frecuentemente al alemán. Soy de la opinión de que será incapaz de filmar, por muchos años que se dedique a esto, una gran película; pero igual que ocurría con todos esos nombres oscuros en los años 30, 40, 50... Siempre ha sido así, y se llama serie B; y la serie B ha dado excelentes films cuando las pretensiones se han rebajado al mínimo y se ha exaltado el lado lúdico de la cosa. En este sentido, Boll no tiene nada que ver con Michael Bay, Roland Emmerich o James Cameron, que han intentado aproximarse a ese cine del espectáculo que instauró Steven Spielberg hace algunos años reforzando la maximalización de sus pretensiones, mientras, curiosamente, Spielberg ha ido "humanizando" cada vez más sus trabajos, incluso los más espectaculares. Y Uwe Boll estaría claramente en segunda B, con presupuestos que no tienen nada que ver con lo antes mencionado, tirando de coproducciones bárbaras y usando lo que tiene más a mano en cada momento. Lo que pasa es que, no hace mucho, el Real Unión de Irún y el Alcorcón hicieron doblar la rodilla a todo un Real Madrid, e igualmente a veces salen cosas interesantes de estas producciones de saldo. Es el caso de RAMPAGE, rodada en Canadá con cuatro duros y con mucho más punch que otras muchas películas de temática similar, precisamente porque Boll en ningún momento intenta tomarnos el pelo con rollos existencialistas en plan "en la mente del asesino". En lugar de ello, nos cuenta cómo un pirado se fabrica una armadura de kevlar usando trozos que roba del taller donde trabaja, se agencia un par de ametralladoras, pistolas, granadas y un día sale a la calle a matar gente, tal cual. Por supuesto esto no es ELEPHANT, ni lo pretende; RAMPAGE es cine de tiros, de acción, pero cogido por el lado chungo. En vez de buenos buenísimos cargándose a los malosos (Bay, Emmerich...), se trata de ofrecer como espectáculo la muerte masiva de inocentes, que es lo que la corrección política jamás evidencia (el sentido del espectáculo...), y el estupor crece a medida que el film avanza implacablemente en su metraje y se va tornando cada vez más nihilista. No me malinterpreten, es una película correctita nada más, pero quería hacer esta pequeña reflexión porque no me parece justo hablar igual de un partido malo del Real Madrid y un partido malo del Alcorcón, simplemente porque no tienen nada que ver entre sí...
Saludos aniquilados.

Beauty Nº3

martes, 26 de julio de 2011

Fuera de lugar



A mí, THE DREAMERS me cogió completamente a contrapelo. Con 29 años, empezaba a darme cuenta de muchas de las trampas que te pone la vida, cómo esquivarlas y no atender a los mitos, que sólo quieren distraerte para que caigas en una de ellas. Con las cosas de esa manera, fui desgranando las claves de Godard (aún sigo), Bresson, Truffaut, Resnais, Rivette...; aún no conocía a Garrel, pero no tardaría mucho tras caer rendido ante el monumental shock de Eustache... Así que Bertolucci, este Bertolucci tardío, no podía aportarme demasiadas luces, y menos en aquel momento. Aun así, THE DREAMERS tiene sus cosas, por supuesto; tiene un trío protagonista magnífico, un poco de postal pero bastante más que solvente, apuntando al magnífico actor que luego ha demostrado ser Louis Garrel, especialmente dirigido por su padre; el desparpajo de Michael Pitt, que a mí me parece un actor desaprovechadísimo; y Eva Green, que no es una gran actriz pero encandila con sus modos sofisticados y sus encantos muy naturales.
THE DREAMERS es una especie de extraña pieza de cámara rodada casi exclusivamente en la habitación parisina donde dos hermanos franceses invitan a un estudiante norteamericano para dar rienda suelta (y habría que tener cuidado aquí) a un compendio de hedonismo y ansia de libertad, no exento de cierta crueldad y torpeza. Mientras, fuera se desarrollan los acontecimientos de Mayo del 68, a los que estos tres jóvenes son totalmente ajenos. Es un difícil ejercicio; mantienes una tensión muy al fondo, apenas entrevista, pero liberas un esplendoroso clímax ya al final como si se tratara de una especie de secreto, solo que aquí lo es a voces. No sé, no me parece una película redonda, ni tampoco entretenida, ni ampulosa, ni ligera... Casi no me parece nada, excepto una última oportunidad de tocar el cielo para un director acostumbrado a ello y que se resistía aún a dar su particular canto del cisne.
Si no la han visto puede que les guste si no se hacen demasiadas expectativas.
Saludos en comuna.

Dreamer

lunes, 25 de julio de 2011

¿De qué a qué? (sobre las adaptaciones hoy día)



Que sí, que aunque no te gusten los videojuegos la cosa ya no importa, y uno no tiene por qué sentirse desplazado de la confortable (mullida) masa. Que ahora ya te adaptan los videojuegos a la gran pantalla (es verdad, ya no es tan grande...) y así llegas a la última fase sin perder una sola vida y sin darle porrazos al joystick (ahora Wii... o algo así). Además, olvídate de cutreces por falta de presupuesto; esto ya no es cosa de frikis, y al carro de lo digital/visual (¿a que lo patento?...) se suman nombres de lo más ilustre... o eso creíamos no hace demasiado tiempo. Hombre, que hablamos de Mike Newell que es de aquellos que se llamaban artesanos con oficio; y un actor que iba para promesa "indie" como Jake Gyllenhaal; súmenle a dos veteranos ilustres y más que solventes, como son don Alfred Molina y don Ben Kingsley... ¿y qué nos sale?... Efectivamente, todos hubiésemos respondido hace diez o doce años que algún drama de época a lo James Ivory... o un bélico en el Pacífico... ¿una comedia?... Vale, con estos ingredientes el señor Newell lo que hace es vender su alma al diablo (la Disney/División películas) y dirigir alrededor de veinte minutos de un total de 110 en una cosa llamada PRINCE OF PERSIA: THE SANDS OF TIME, la constatación de que un día nos adaptarán a Pac-Man con Clive Owen en el papel protagonista... Nada, nada, acabo ya mismo. PRINCE OF PERSIA... es exactamente lo que su nombre indica: un videojuego que juega otro por nosotros, así que nos aburrimos un montón, vemos la cara del protagonista (mu mal peinado, eso sí) cuando cae por una ventana hasta el típico toldito salvador; las peras de la Arterton, que es británica aunque no lo parezca; y los esfuerzos de Molina por parecer un moro chistoso y Kingsley por parecer un moro malvado... Un despropósito del tamaño de Cuenca, aburrido, infantiloide (e infanticida...), mareante y con el peor final de los últimos 567 años, porque uno, a esas alturas, ya ronca como un bendito...
No, no la vean...
Saludos desde Al-Jazeera...

Lot's wife

domingo, 24 de julio de 2011

Rincón del freak #32: El discreto aburguesamiento de la transgresión



John Waters supuso en su momento (y ya ha llovido) todo lo que Hollywood detesta encontrarse en el vestíbulo de su propia casa; esto es: fealdad. Su mítica cinta PINK FLAMINGOS, de discutible valor cinematográfico, iba más allá que cualquiera en aquel tiempo, pero sobre todo porque su provocación era la del hartazgo, no la del embeleso. Waters aunaba monstruos de feria y los enfrentaba a la sociedad del bienestar norteamericano; de su contraste uno podía partirse de risa, pero también verse inquietantemente reflejado, y aunque nunca se ha considerado a sí mismo un gran artista, lo cierto es que toda fórmula queda agotada en el instante que deja de latir su corazón, en este caso la escafandra moral de un pirata que devolvía la imagen filmada a los que nunca la vieron como suya, una especie de Bukowski elevado a la tercera potencia de irreverencia. Esto quedaba meridianamente claro en A DIRTY SHAME (muy convenientemente rebautizada en nuestro país como LOS SEXOADICTOS), la que, desde hace siete largos años, sigue siendo su última película. Y no me extraña, porque aquí Waters denota una fatiga que pocas veces se le había visto; situaciones anodinas, sobreactuaciones sonrojantes como la de la televisiva Tracey Ullman y el majarón Johnny Knoxville, pero, sobre todo, un pudor que le hace mostrar algo supuestamente subversivo como todo lo contrario. El humor se le vuelve en contra y pareciera que estamos ante una comedia proto-cristiana, donde la acepción "chiste verde y/o picantón" cobra todo su repugnante sentido. Es únicamente por tratarse de un nombre tan respetado y tan cojonudo como el de su director que A DIRTY SHAME logra levantar la cabeza de entre la basura tardoadolescente que copa multisalas como plaga inmune. Quién te ha visto y quién te ve, Mr. Waters...
Saludos pasados de moda.

Addicted to love

jueves, 21 de julio de 2011

El niño que quiso ser padre



ABEL, primera incursión en la dirección del actor Diego Luna, podría haber sido algo más grande de lo que finalmente es; y esta timidez (bisoñez), seguramente involuntaria, da pie a que un relato de tintes alegóricos, que bien podrían remitir a la literatura de Saramago o el también mexicano Carlos Fuentes, se quede en una simpática anécdota con algunas libertades, otras ya licencias, y desembocando en un final que es de lo más sonrojante que uno ha visto desde hace tiempo y que, francamente, se podía haber ahorrado sin problema.
Abel es un niño de nueve años que observa impasible cómo la vida a su alrededor se descompone en base a la estupidez de los adultos; su negativa a hablar lleva a su madre a internarle en una institución psiquiátrica, pero nadie sabe el porqué de dicha excéntrica conducta. La madre logrará tener a Abel durante una semana seguida en su casa, junto a sus dos hermanos; de repente, Abel no sólo se pondrá a hablar, sino que adoptará una especie de papel de adulto, como si se creyese el verdadero cabeza de familia de una familia sin figura paternal.
A partir de ahí hay un poco de humor, otro tanto de ternura, y el clima de extrañeza que Diego Luna recrea con buen tino hasta más o menos tres cuartos de película; el problema es que tamaño tinglado debería responder a algún propósito que justifique que nos hayamos tragado a un niño sobreactuado (y es lo mejor del film) un poco en la línea de aquello que tan bien le salía a Mark Twain y que no es en absoluto sencillo. Se llama naturalidad, y no le habría venido nada mal una buena dosis a esta especie de fábula moderna que deja su denuncia social un poco bastante al fondo. Lástima.
Saludos de un padre de verdad.

Abel

miércoles, 20 de julio de 2011

Qué, cómo y cuándo



Algo no podemos negar: INSIDIOUS es una de las películas de las que más se ha hablado en este último año. Esto es, finalmente, lo que me ha impulsado a ver un film que no me atraía mucho en un principio; además de una breve crítica en Cahiers que no la destrozaba, ni mucho menos. Da la casualidad de que hemos coincidido el amigo Cinemagníficus y un servidor a la hora de comentar esta película (de allí vengo, y he extraído ideas muy interesantes), y han sido no pocos los blogs que se han asomado, con diversa fortuna, al último trabajo de James Wan, que dio la campanada hace algunos años con aquello que se llamó SAW.
Pero vayamos al asunto, porque hay qué comentar. Qué, cómo y cuándo; me parecen tres palabras fundamentales para entender el porqué de volver una vez más sobre pasos tan hollados anteriormente. Como he leído en otros sitios, INSIDIOUS mantiene puntos de contacto, que llegan incluso a mosquear, con aquella POLTERGEIST con la que Tobe Hooper aterrorizó a toda una generación. El "qué" es aquí lo que menos importa; me da igual que se parezca a POLTERGEIST o a cualquier otra película sobre casas encantadas; es el pretexto, el hilo conductor para que el espectador medio no se pierda en mitad de tanta oscuridad. Tenemos el "cómo", qué tiene que ofrecernos un film de 2010 a una vaivenesca marea de espectadores que fluctúa, en el mejor de los casos, a lo largo de tres generaciones y que lo han visto casi todo en materia de efectos especiales; tampoco es esto especialmente relevante, aunque cumple su función, y se agradece una enormidad, cierto gusto por lo analógico; algo que se echa tanto de menos en el cine fantástico actual. El quid de la cuestión, después de pensarlo una o dos veces, es el "cuándo"; o llámenlo si quieren el tiempo, o el manejo de la atmósfera jugando con caprichos temporales. INSIDIOUS es una película de fantasmas con toda la trampa y todo el cartón del mundo, y eso juega a su favor; no recuerdo ninguna película que empiece mostrando sus cartas de una forma tan descarada, y supongo que la intuición de Wan le advirtió de que a estas alturas cualquier niño sabe ya que los bebés no vienen de París, que lo importante es crear la realidad alternativa (el cine, en este caso) para que lo creamos durante hora y media. Así, los fantasmas, los monstruos, están deseosos de mostrarse, de aterrorizarnos; Wan no quiere dejarnos como idiotas, porque sabe que ello iría en su contra, así que lo va mostrando todo, solo que los espectadores directos (los actores/los padres) no pueden saltar a esa realidad terrorífica, porque la suya, su hijo en coma, ya les ha destrozado la vida. El final así lo corrobora, necesita de la credulidad de los padres y, en menor medida, de los espectadores, que pueden disfrutar de un carrusel de monstruosidades a la altura de lo que el producto oferta desde un principio. Un final controvertido para una película que seguramente no estaba ideada para levantar revuelo alguno ¿Será verdad que el conformismo nos ha corroído hasta las entrañas? En cualquier caso, INSIDIOUS no les dejará indiferentes.
Saludos encantados.

Gira il nemico, insidioso amore

martes, 19 de julio de 2011

Una elipsis idónea



Una deriva peligrosa para el cine español puede ser cierto conformismo a la hora de ubicar este nuevo e inesperado "cine del vaciado"; etiquetarlo, catalogarlo y ponerlo directamente al estante, a que coja polvo como todo lo demás. Afortunadamente, cuando no se trata de una mera pose en busca desesperada del tiroteo mezzointelectual, podemos encontrarnos con un director honesto, que conoce cuáles son sus limitaciones y en ningún momento las oculta tras una parrafada inconsecuente. Es el caso de una sorprendente película que he tenido la ocasión de ver recientemente. LA MITAD DE ÓSCAR parece transitar por esas aguas peligrosamente estancadas del "poscine" (etiqueta que me irrita no saben cuánto), sobre todo tras un puñado de imágenes/postales iniciales en las que no es presentado el personaje alrededor del que gravitará esta historia quizá no tan mínima como podamos creer a priori. Óscar es un guardia de seguridad en una salina abandonada en Almería cuya única compañía consiste en las esporádicas visitas del anterior guardia, ya jubilado, con el que comparte fiambreras varias. Su abuelo está en un hospital, enfermo de Alzheimer y a la espera de morir en paz de una vez. Un día, en el hospital le comunican que han avisado a su hermana para que venga; Óscar no sabe nada de ella desde hace más de dos años, pero algo ha cambiado súbitamente en su hierático semblante; una especie de amargura, un recuerdo oculto, un secreto... Contar algo de lo que ocurre en la segunda mitad del film es destrozarlo por completo, así que no lo haré; sólo me gustaría indicar el magnífico uso de la elipsis (un recurso casi inexistente en el pobre cine español) que hace Martín Cuenca en esta desoladora historia de soledades más allá de la razón, lo que la hace ganar enteros a medida que vamos descubriendo (sí, es el espectador quien desentraña el misterio, no el director poniéndolo en bandeja) el porqué del súbito cambio producido en Óscar. Otro punto a favor de Martín Cuenca es haber confiado plenamente en sus actores (algo que ya indicaba Rosales en LA SOLEDAD) y no dejarlo todo en la intuición, que no siempre funciona, de los no-actores. Aquí brillan dos por derecho propio: Verónica Echegui, que impone su etérea presencia ante el agujero negro que supone Óscar, y otra vez Antonio de la Torre, inconmensurable en la mejor escena del film, dentro de un taxi; no hace falta ni que se le vea la cara, simplemente contando una descacharrante historia es capaz de embobar a un espectador que no esperaba dicho golpe de efecto en una historia siempre al borde del aburrimiento y que termina siendo uno de los grandes títulos del año pasado, aunque también haya pasado desapercibida, claro. Vayan a por ella sin dudarlo, luego me cuentan.
Saludos al 50%.

El principio de mi posible fin

lunes, 18 de julio de 2011

¿Cómo están ustedes?



Los payasos tienen esa dualidad, siempre en el alambre, de ternura/gracia y misterio/terror; unos personajes salidos de ninguna parte, de los que no se sabe nada y que, bien mirados, desprenden una violencia intrínseca, muy parecida a la infantil, que le encanta a los niños pero suele descolocar a los adultos de vida ordenada. Algo así es BALADA TRISTE DE TROMPETA, que tiene su parte de despropósito y su parte de genialidad; la película con las mejores actuaciones de todo el cine de de la Iglesia y con el peor guión, curiosamente el primero que no firma Guerricaechevarría, y que deriva todas y cada una de las buenas intenciones del desarmante arranque (Fofito en plan violento incluido). Es esta una película que no deja satisfecho a nadie, y eso es un mal asunto para un director que busca desesperadamente la fuente de la madurez y que ha creído hallarla en una imprecisa vuelta a los orígenes. En la retina, EL DÍA DE LA BESTIA y MUERTOS DE RISA aportando órganos vitales a un monstruo de Frankenstein muy bien maquillado, pero carente por completo de un corazón que le dé emoción y un cerebro que le dé sentido. Con todo, contiene momentos memorables, como el estrafalario reclutamiento con el que comienza y un Santiago Segura irreconocible, o una escena en un restaurante que probablemente sea lo más cerca que el director vasco ha estado de rodar cine de altura, con diálogos y eso; algo a lo que contribuye decisivamente Antonio de la Torre, decididamente uno de los actores más grandes que tiene este país a día de hoy, capaz, efectivamente, como un payaso, de hacer reír y provocar pavor, y encima resultar creíble. Carlos Areces, conocido por su trabajo en Muchachada Nui, se esfuerza todo lo que puede para lograr esa dualidad, pero por desgracia se le nota demasiado que no es actor sino humorista, lo que descompensa notablemente la balanza. Ya digo, ni es tan entretenida como se supone que debería ser, ni tampoco Álex de la Iglesia se ha parado a engarzar diálogos, personajes y situaciones sin pasarlos por su tamiz personal de payasadas; es decir, que la cosa pinta mal pero sigue habiendo esperanza. Ah, lo de Raphael simplemente no tiene nombre... no señor...
Saludos moderadamente tristes.

Send in the clowns

domingo, 17 de julio de 2011

Rincón del freak #31: Destrozando culturas por la cara



La cosa de hoy es como sigue: Una coproducción entre Inglaterra y Sudáfrica parece descabellada, y lo es, pero lo jugoso es meter a Billy Zane (alias "cartoniano total"), vestirlo de Indiana Jones (el sombrero en su caso está completamente justificado), aunque en realidad no es más que un tipo que sale en uno de esos inmundos reality shows estilo Supervivientes, y por último inventarte un pretexto inverosímil para rellenar hora y media de basura infame. Me joden estas porquerías que son incapaces de enhebrar un mínimo de dignidad, y ni siquiera reírse de sus carencias de presupuesto, pero aún peor es despedir ese tufillo a colonialismo de mierda y sin venir a qué. Si no, explíquenme que carajo significa hablar de Filipinas como si estuviese poblado por analfabetos salvajes repletos de supersticiones y reducirlo a un poblado en el que hay unos seres monstruosos que atacan a las mujeres embarazadas. Sí, efectivamente, lo han clavado... ¡Una del equipo de los cojones está preñada!... Vale, no sale nada remarcable en prácticamente una hora, excepto Zane poniendo cara de idiota y cubriéndose la calva; los chistes tienen menos gracia que Arévalo en un entierro; y para colmo, pese al arsenal de tecnología punta que llevan para el rodaje, les resulta imposible entablar comunicación fuera de la playa que es todo el paisaje que esta mierda es capaz de ofrecer, por decir algo. Bueno, eso y que atiende al sugerente título de SURVIVING EVIL... Toma castaña.
Saludos indignados.

Sole survivor

sábado, 16 de julio de 2011

Mitificación del clasicismo



El primer acercamiento del cine al Barba Azul de Perrault lo hizo Georges Méliès hace exactamente 100 años, en un pequeño cortometraje de apenas diez minutos; le siguió, treintaytantos años después, una maravillosa adaptación en clave cómica dirigida por Ernst Lubitsch y guión nada menos que de un tal Billy Wilder. Varias y muy diferentes han sido las versiones que este siniestro personaje ha conocido hasta nuestros días, pero la que quizá se ha acercado con mayor rigor fue la que el maestro Edgar G. Ulmer realizó en 1944, en la que John Carradine encarnaba a un atormentado titiritero, Gaston Morrell, en el París de finales del XIX. Todo el film gira en torno a su persona, hábilmente velada al principio para revelarse con fuerza en el clímax de esta cinta de tonos descaradamente anticuados, y bien que lo agradecemos los cinéfilos que hemos padecido un aluvión de asesinos en serie decididamente gilipollas, enclaustrados en guiones torpes que necesitan ocultar la identidad del asesino hasta el último momento porque apenas tienen nada que ofrecer por sí mismos. BLUEBEARD desarrolla en poco más de una hora (marca de la casa) la fascinante historia de un mortífero seductor que encandila a cuanta muchacha se le cruza y que apenas puede reprimir sus impulsos criminales, es más, parece estar deseoso de ser descubierto, con la soberbia de los monstruos que se saben genios incomprendidos de su época. Carradine, expositivamente altanero, excesivo como siempre fue, marca un antes y un después en la forma de entender el terror gótico, esto es: con elegancia suma. Y Ulmer, en su gran época creadora, nos regaló esta pieza de cámara que, sin apenas hacer ruido, supone una estupenda mirada al corolario de monstruos fílmicos a los que pedimos incesantemente que vuelvan a aterrorizarnos. Véanla, los clásicos saben mejor en verano...
Saludos levemente azulados.

Smell my beard

viernes, 15 de julio de 2011

El hombre más fuerte del mundo



Una de las últimas grandes sorpresas que he tenido el gusto de llevarme, casi sin buscarlo, ha sido con la película uruguaya MAL DÍA PARA PESCAR, basada en un cuento del genial Juan Carlos Onetti y seleccionada el año pasado para el oscar a la película de habla no inglesa. Y no lo esperaba por los malditos prejuicios, porque uno ya va hartito de poesía en las piedras y gente a la que no le pasa nada. Y al contrario, el film del debutante Álvaro Brechner está preñadísimo de cine del de antes, con personajes bien dibujados y mejor interpretados (Gary Piquer está realmente soberbio); con una trama valiente, que nunca le pierde la cara al espectador; y con un ramillete de situaciones que no por suicidas e inverosímiles dejan de rezumar un encanto que recuerda mucho al espíritu menos ñoño del realismo mágico. Envueltos en su circunstancia cuasi-felliniana, el forzudo Jacob Van Oppen, apodado "el hombre más fuerte del mundo", y su excéntrico manager, Orsini, van de pueblo en pueblo mostrando las habilidades de dicha maravilla de la naturaleza. Van Oppen levanta ruedas de tractor y se reta con cualquiera que desee probar su extraordinaria fuerza. Una vez terminada la función, la trastienda de esta historia se revela con toda su crudeza; Van Oppen es un alcohólico gravemente enfermo y Orsini es un típico pícaro español fracasado, que va inventando glorias del otro lado del charco mientras mantiene a duras penas un precario aura de solemnidad aristocrática. Un último combate, contra un gigante local, desatará, en un último y emocionante tramo que deviene western y tragedia, una especie de tormenta mística, en la que confluyen el orgullo de Orsini, que se ve engañado por una joven que resulta ser la esposa del gigante, y el incontenible deseo de Van Oppen por estallar de una vez, incapaz de soportar los dolores que le martirizan. MAL DÍA PARA PESCAR es, ya digo, cine de altura, indómito, una extraña joya que sale de ninguna parte (bueno, en realidad salió de Onetti) y se ofrece, como esa improbable y estrafalaria pareja llena de ternura, a casi cualquier tipo de público, algo extraño y agradecible en estos tiempos tan poco amables con el espectador.
Buen día para saludar.

Castillo de arena

jueves, 14 de julio de 2011

Los majaras (y 2)



Sí, ya sé que todo esto podía ir perfectamente un domingo de estos, pero como tengo overbooking de lo mismo (sí, así es), no sólo me permito un comentario sosegado y acorde con estas calores de ahora, sino que encima hago una especie de miniserial que yo creo que nadie habrá hecho en ningún blog, más que nada porque sería mucho suponer, claro. El caso es que hace la friolera de treintayocho años George A. Romero rodaba su tercera película, demostrando, primordialmente, tres cosas: que siempre ha sido un mediocre director de actores; que era capaz de superar el amateurismo de aquella inmortal noche de muertos campantes y, sobre todo, que es un tipo al que las ideas le bullían a una velocidad tremebunda, y que mejor encauzadas podían haber supuesto una filmografía impresionante. Mucho suponer, sobre todo después de visionar CODE NAME: TRIXIE, que también se tradujo con el infumable título de LOS CRAZIES (sí, como suena), y que poco o nada tenía que aportar a su aburridísimo remake, del que dimos buena cuenta anteayer. Aquí, Romero lo intenta por el lado psicológico en vez de sus impactos visuales, lo que consigue por un lado que nos preguntemos dónde coño están los monstruos y por otro que estemos hora y media pendientes de un montón de gente corriendo en mono blanco y mascarilla de gas... En fin, que a Romero hay que apuntarle el tanto de que haga de la cutrez no sólo bandera, sino incluso estandarte; que los (no) actores merecen cada muerte que les ocurre en el film y que esta barrabasada setentera ha envejecido como el culo... Y aun así, con todo, sigue estando por encima de su aseadito remake ¿por qué? Pues porque a Romero se le ocurrió antes, así de simple...
Saludos cifrados.

I'd rather go blind

martes, 12 de julio de 2011

Los majaras



En el cine de género no queda nada por contar; todo está hecho desde hace tiempo, y a menos que se empiecen a aceptar como válidos algunos experimentos de corte deconstructivos, estamos abocados a una larga época de títulos miserables, copias infectas que aprovechan, cómo no, la escasísima cultura cinéfila del ciudadano medio de hoy día. A mí me da igual, aún me queda mucho buen cine por ver y sigo confiando plenamente en el sello de autor; es en los saltos al vacío, a menudo, en ese cine de centro comercial, donde es más complicado encontrar nuevos alicientes... No se alarmen, THE CRAZIES (versión 2010) tampoco es una excepción. Sí, un remake de aquella película tan maja y tan evocadora que era THE CRAZIES (que ya ni para cambiar un nombre hay ganas), de George A. Romero, donde, de una manera más o menos disimulada, también se abundaba en el sempiterno mito zombi. Aquí, el detonador de la catástrofe es una especie de toxina liberada, no se sabe muy bien cómo, que convierte a cualquier peatón en un peligroso asesino demente. En esta versión, el comienzo, planteado como un largo plano-secuencia, hace albergar alguna esperanza; las interpretaciones no están mal, no se abusa de los efectos digitales... No, no; lo que falla aquí, y convierte a THE CRAZIES en un título perfectamente olvidable, es sencillamente que no aporta absolutamente nada, ni al espectador palomitero ni al cinéfilo con ganas de un poco de diversión: Efectivamente, la película ni es divertida (ZOMBIELAND es infinitamente mejor), ni es acojonante, ni impactante, ni contiene "cierta misteriosa poética", ni nada; no es más que un producto preconcebido y ultracongelado con los dos o tres sustitos de siempre y los mismos lugares comunes de siempre: conspiración a tutiplein, tíos cachas vs. tías buenas, gente yendo a donde nadie en su sano juicio iría nunca y, por supuesto, la estrella de la función: ¡Accidentes de coche!... A mí estos mimbres me dicen poco a estas alturas; se olvida tan fácilmente como se termina de ver, así que allá ustedes...
Saludos locuelos.

Crazy

lunes, 11 de julio de 2011

Como una ola



Cuatro años después de su realización (y otro minipunto para la ministra...), al fin llegó a nuestras sufridas pantallas PARANOID PARK, de Gus van Sant. Luego duró apenas una semana en cartel... pero ésa siempre será otra historia. En fin, hablando un poco del film lo primero que debo tener en cuenta es que me sorprendió agradablemente esta psicodélica mezcla de skaters, bosques, asesinos accidentales y thriller de investigación. Sin mucha convicción al principio, la impresión es la de estar ante otro ELEPHANT, pero van Sant disipa las dudas con un par de escenas sublimes, la que presenta al parque de patinadores que da título al film, de una agresividad al mismo tiempo mullida y sobreexpuesta, como un mal sueño después de una resaca. Por otra parte, el director de LAST DAYS no se olvida (afortunadamente) de las distancias cortas, y en apenas un par de planos (la insistente interrogación a la que se ve sometido el protagonista) traza con precisión a Alex, al que la cámara parece perseguir en su errático ir y venir. Alex queda fascinado la primera vez que va a Paranoid Park, que no tiene nada que ver con su pequeño mundo adolescente; allí se olvida de sus padres, que se están divorciando, y de su novia, a la que no soporta. Una noche, Alex va solo a Paranoid Park, conoce a un tipo ya talludito que le promete unas cuantas cervezas en un vagón de tren en marcha; hay un terrible accidente (que no desvelaré) y el calvario de Alex comienza, incapaz de decidir si contar lo ocurrido o mantenerlo oculto. En este sentido, el film funciona a varios niveles, de percepción si se quiere, pero también metanarrativos; van Sant realiza su película más experimental aunque no lo parezca, no sabemos si estamos ante un misterio sin resolver, un drama generacional, un collage psicológico o una broma bellamente onírica. De cualquier manera, van Sant sale siempre victorioso, PARANOID PARK pasa volando, refrescante, como un cine visto por primera vez, con la calidez y cercanía que da la falta de pretensiones sumada al esquivo talento de este visionario que (no sé si afortunada o desgraciadamente) nos ha acostumbrado a gruesas paladas tanto de cal como de arena.
Véanla, es de lo mejor del año pese a los cuatro años de espera.
Saludos paranoides.

Rulando

domingo, 10 de julio de 2011

Rincón del freak #30: Otra de miedo que no da miedo (pero tampoco risa)



Bueno, como siempre digo al llegar a esta sección: seré breve, o al menos lo intentaré.
Lo primero es prevenirles, una costumbre muy sana que impulsó tiempo ha Don Ramón Sánchez-Ocaña; sobre todo para que no confundan la infección fílmica que traigo hoy aquí (no sé aún muy bien por qué) con dos películas del mismo nombre, una bastante buena y la otra decentita ná más. Me refiero a ASYLUM, del maestro de la serie B Roy Ward Baker, que aquí se llamó EL ASILO DEL TERROR y que era pero que mu entretenida; ni tampoco con la otra, también titulada ASYLUM, pero dirigida por un tal David McKenzie y traducida como OBSESIÓN, con la recordada Natasha Richardson en plan melodramático que te cagas... Y, en fin; efectivamente, hay otra ASYLUM, rodada (es un cruel eufemismo, claro) hace tres años y con la nada sana intención de engrosar las ya magras listas de basuras infumables sin ningún tipo de valor cinematográfico y que van a parar del tirón a lo que antes se denominaba "mercado del DVD" y que ahora no sé qué diablos será... "Carne de online" o algo así... ¡Ah, sí... la "película"! Pues sale el típico grupo de jóvenes que va a un hospital psiquiátrico abandonado por donde campa el espíritu de un doctor que antaño le hacía cosas muy malas a los pobres pacientes que allí estaban recluidos. Y sale también la rubia cachondona que es la primera en caer, el gordito miedoso, el graciosete al que le cambia el gesto, el guaperas echao p'alante y la muchacha con pasado turbio que no se acuesta con nadie y que terminará por descubrir qué diantres pasa por esos pasillos de dios... En fin, que no la vean y poco más; servicio público del Indéfilo a su disposición...
Saludos mentalmente inestables.

Somebody to shove

sábado, 9 de julio de 2011

Senderos de apertura



Yo soy, lo reconozco, de los que me echo a temblar cada vez que veo asomar una producción española "basada en hechos reales"; me anuncio a mí mismo las licencias sin sentido, las típicas sobreactuaciones y las concesiones localistas, más propias de la caspa "landista" que de una veracidad que nunca termina de justificarse a sí misma. Uno de los casos criminales más singulares y, en principio, atractivos para una adaptación cinematográfica que acaeció en nuestro país, fue aquél que tuvo como protagonista a un joven que asesinó a sangre fría a su padre clavándole tres flechas con una potente ballesta. Andrés Rabadán pasaría a ser conocido como "El asesino de la ballesta" y su caso copó titulares, en su mayoría de índole amarillenta, y fue comidilla de cualquier tertulia, en la que se ejercía el deporte nacional de condenar sin apenas información. Las sucesivas investigaciones han determinado varias cosas: que Rabadán no es ningún modo un loco, y mucho menos un asesino; que su padre fue un señor de métodos "extremadamente autoritarios", por decirlo suavemente y que cualquier historia contiene recovecos casi inaccesibles que se ven sellados por los prejuicios y las informaciones sesgadas. Ventura Durall lleva algunos años obsesivamente volcado con la causa de Rabadán, lo que le llevó a filmar un documental llamado EL PERDÓN y un interesante largometraje, LAS DOS VIDAS DE ANDRÉS RABADÁN. Y, sí, Durall consigue desvincularse en parte de todo lo mencionado un poco más arriba y realiza un encomiable ejercicio de introspección, ayudado por la soberbia interpretación de Álex Brendemühl (por supuesto obviada por la Academia, que aquel año nominó a Landa, mira tú por dónde) y, sobre todo, una infatigable labor de distanciamiento, que se adivina complicada, por lo fascinante del personaje y por lo difícil de dramatizar al mismo tiempo todo un entorno (en un 99% carcelario) y secundarios sin caer en el dramón televisivo. No es en ningún modo un film redondo, no todos los personajes están bien dibujados y existen las ya habituales lagunas de ritmo, que lastran en gran medida muchas de las magníficas intenciones que afloran por un metraje que nunca se hace pesado, y mucho menos demagógico. Aun así, después de verla un poco a regañadientes, sólo la recomendaría si existe un interés previo por la figura de este personaje, que esconde muchas más cosas de las que oficialmente se han mostrado.
Saludos en libertad.

The archers bows have broken

viernes, 8 de julio de 2011

Marcado por el destino



La premisa es clara: Si se quisiera hacer un film como DETOUR hoy día, sería totalmente imposible. No estoy diciendo hacer la película en sí, seguro que habrá algún van Sant de la vida capaz de mimetizar cada plano para demostrar la fantasmagoría del séptimo arte; en realidad me estoy refiriendo a "parecer" que se va haciendo un tipo de película muy concreto (en este caso un thriller) para acabar descolocando al espectador menos avisado, que, apenas una hora después, que es lo que dura esta obra maestra, es incapaz de ubicar en su archivado imaginario visual lo que acaba de ver. DETOUR es una de las cumbres del cine de todos los tiempos porque se salta los géneros y todos y cada uno de sus lugares comunes con una facilidad pasmosa; además de hacer de su economía de medios una virtud y nunca una rémora, contra todo el cine del exceso que hoy día nos invade por doquier. Su historia es simple de contar y compleja de asimilar, un extraño caso de fatalismo pseudo-sobrenatural que nos lleva incluso a replantearnos aquella máxima homérica del ojo divino que todo lo ve y del que no podemos escapar aunque queramos. De hecho, Ulmer es tan hábil que nos sumerge en una atmósfera de cine negro desde el primer fotograma aunque nada nos lo indique fehacientemente. Hay un pianista de medio pelo en New York que habla con su novia, que está en Los Angeles, y decide irse a la aventura, haciendo autostop; el conductor que le recoge hace buenas migas con él, pero, en un momento dado, sufre un ataque y muere, tras lo cual el pianista, a medias asustado y un poco llevado por la inexplicable atracción de "ser otro", decide esconder el cuerpo y continuar en el flamante coche con su nueva identidad. De nuevo Ulmer vira 180º y coloca al pianista en el lugar exactamente opuesto del que procede, y será él quien recoja esta vez a una chica; sin embargo, en una de las escenas más acojonantes y mejor rodadas de la historia del cine, la chica se revelará inesperadamente (otro giro radical a la historia). A partir de ahí, la historia deviene pesadilla; nada de pesadas road movies, Ulmer tiene una urgencia voraz por contarnos lo que está ocurriendo, tan hábilmente que apenas podemos ir atisbando lo que se va desplegando ante nuestros asombrados ojos, como si hubiésemos ido por primera vez al cine. Si no la han visto, no sé a qué esperan, esto es CARRETERA PERDIDA o GIRO AL INFIERNO elevadas a la máxima potencia... no digo más...
Saludos desviados.

Two bare feet

jueves, 7 de julio de 2011

Vamos... alégrame la tarde...



Vaya por delante que si no pongo una película como HARRY BROWN en la sección de los Domingos es debido única y exclusivamente al respeto y admiración que le profeso a cierto mañico que adora esta psicotrópica vuelta de tuerca al mito de otro Harry, Callahan. Pero si ni siquiera el bueno de Eastwood se atrevió a tanto, y dejó (acertadamente) al dios del Magnum 44 justo antes del borde de la jubilación, no comprendo a santo de qué realizar un telefilm de perfil bajo que viaja por aquellos mismos raíles y sustentarlo en un Michael Caine que es lo único decente de la película, y que sale indemne porque elegancia y oficio son dos cosas que le sobran.
No hay mucho que contar aquí que no hayan visto en DIRTY HARRY o alguna de sus secuelas, excepto el hecho de que Caine interpreta a un ex militar, ya jubilado, que añora a su esposa y va al pub a jugar ajedrez con un viejo colega. De repente, empiezan a suceder cosas en el barrio de Harry; hay pandillas de delincuentes que intimidan, roban y trafican con droga. Es loable el intento del guionista por centrarse en Brown, su progresiva transformación de un viejo que no quiere problemas en un tipo que comprenderá que el fuego sólo puede combatirse con fuego; el problema es que el director no lo entiende así y plaga el insufrible metraje de lugares comunes y casquería poco fina, con una terrible sensación de ya visto que me parece poco discutible. HARRY BROWN pretende ser trascendente en cuanto a las drásticas decisiones que su protagonista ha de ir tomando y cómo le irán afectando, pero sin el menor tacto ni templanza; otra magnífica actriz, Emily Mortimer, queda ridiculizada en un pírrico personaje que parece salido de cualquier teleserie; y hay algunos "malvados" de auténtica opereta, como ese indescriptible tipo de color verde (supongo que sería la luz) que da más risa que otra cosa. Total, que al final todo se desmadra y lo que podía haber sido una espléndida reflexión acerca de la violencia y sus sinsentidos (véase, por ejemplo, CÓDIGO DESCONOCIDO, de Haneke) termina en dos o tres tiroteos sin mayor importancia y, claro, sin el magnético carisma de Eastwood. Yo no se la recomiendo a ustedes, pero cierto gusano lo hará por mí, no se preocupen.
Saludos en el punto de mira.

There's a new day coming!

miércoles, 6 de julio de 2011

Nadie te quiere ya



Lukas Moodysson es uno de esos directores de cine que difícilmente logrará traspasar nunca cierta barrera invisible de prejuicios y etiquetas más allá del circuito de festivales a los que presenta sus obras; en su mayoría, retratos intimistas que anhelan cierta apertura al mundo, dando por hecho (y esto no suele jugar en favor del interpelado) que las conexiones mundiales según las que todos somos iguales son más evidentes de lo que creemos. Lo pudimos ver en la fallida MAMUT, donde todo aparece del mismo modo en cualquier sitio, por remoto que sea; y, aunque mucho más comedido y consciente de sus limitaciones que, por ejemplo, Iñárritu, el director sueco parece no cejar en dicho empeño y hacer de esta caída libre precisamente su asidero más notorio.
Respecto a todo esto, Moodysson rodó allá por 2002 la que sigue siendo su obra más redonda y comprensible. LILJA 4-EVER tiene, entre otras muchas virtudes, la de lograr que nos creamos a pies juntillas todo lo que le pasa a una adolescente rusa cualquiera, sin caer en efectismos, sensiblerías ni denuncias de ONG. Ya desde el brutal arranque nos ponemos en situación: Lilya vive en un barrio deprimido donde la delincuencia y las drogas son habituales, su casa es un cuchitril que se cae a pedazos y su único amigo, por llamarlo de alguna forma, es un niño que merodea por allí. Un día su madre se va, así, tal cual; se marcha con un hombre, le da igual lo que le pase a su hija, la abandona a su suerte. A partir de ahí, Lilya chocará de frente con la realidad. No puede hacer frente, como es lógico, al pago del alquiler, y apenas subsiste comiendo en casas de vecinos y familiares. Tiene otro acierto Moodysson en no dejar cabos sueltos y mostrar las pésimas condiciones de vida a las que se ve abocada la joven, que no tarda en tantear los bajos fondos de la prostitución incitada por una amiga, aunque sin llegar a hacer nada. En estas, una noche conoce a un chico joven , apuesto, con un buen coche y un buen trabajo en Suecia; se enamora, es el hombre de su vida; le propone irse con él a vivir a Suecia, una vida nueva, un mundo nuevo. Supongo que el resto se lo imaginan, y compone un final trágico y cruel, un poco en la línea que recientemente propusieron los hermanos Dardenne en EL SILENCIO DE LORNA. Sí, estamos ante una película que denuncia, que muestra las cloacas de la Europa civilizada, sus mártires, sus esclavos, sus nuevos parias; desprende un fétido olor que lo impregna todo, tan nauseabundo como necesario. Y, efectivamente, LILJA 4-EVER es una película terriblemente necesaria, así que búsquenla.
Saludos para siempre.

Possibility

martes, 5 de julio de 2011

Héroe a la fuerza



De nuevo tomando como curioso referente la edición de este año del festival de Cannes, traigo aquí un trabajo del director danés Nicolas Winding Refn, que logró dividir cual Moisés nórdico tanto a crítica como a público con DRIVE, su nueva propuesta. Nada que ver con su compatriota von Trier, que con su chaladura antisemita terminó de disipar las dudas acerca de su (escasa) catadura moral.
Pero Winding Refn posee una filmografía anterior tan interesante como desconocida en el país que estrena lo que le da la gana pero cobra un canon aunque sea por una basura. Así que, repasando algunas cosas que he visto recientemente de la única manera que se pueden ver, me ha salido VALHALLA RISING, una especie de cómic visual de escasa verborrea, desnudos escenarios naturales y una querencia por lo violento que la acerca al cine oriental más que al occidental. Su pírrica argumentación gira en torno a la poderosa figura de One-eye, un enigmático guerrero tuerto que permanece cautivo de un grupo de vikingos que le usa para participar en peleas, de las que siempre sale sangrientamente victorioso. One-eye no habla ni cambia el rostro, pero es mejor que te mantengas lejos de él; y así pasan los minutos hasta que se escapa junto a un niño (que tampoco habla) y vemos lo bonita que es la campiña danesa teñida de rojo, un color que Winding Refn usa frecuentemente. Yo no sabría decir, lo admito, si es un estupendo tipo de cine o una patraña revisionista disfrazada de la "trascendencia de lo físico"; a ratos te levanta del asiento con momentos francamente impactantes, para luego hacerte bostezar con largos e insulsos planos secuencia donde simplemente no se cuenta nada de nada. Yo creo que el personaje de One-eye, interpretado con estoicismo por Mads Mikkelsen, especie de refrito de aquel inolvidable Kirk Douglas, los mortíferos asesinos de Kitano y algo del espíritu de Mad Max, podía haber dado un poco más de sí teniendo en cuenta que es el centro absoluto de una película sin mucho discurso. En lugar de ello, Winding Refn sucumbe al delirio místico y enfrenta al hombre que no piensa con el misterio de su origen, como si nos importara; así que tira y abusa de distorsiones visuales y teñidos cromáticos para "explicarnos" lo que es incapaz de decir con palabras, una especie de "elevación moral" de One-eye respecto a sus captores que queda un poco moñas en un marco a priori de aspiraciones nihilistas. Aun así, si consiguen hacerse con ella puede que les sorprenda.
Saludos con un guiño.

Stormbringer

lunes, 4 de julio de 2011

Colisión lateral



Como todo el mundo sabe a estas alturas, no soy ningún fan acérrimo del maremágnum de títulos provenientes de Japón y cuya más certera clasificación correspondería a la categoría "Ida de olla con mucho ruido y muchos colorines donde todo el mundo grita". Bueno, pero como soy como soy, lo cierto es que de vez en cuando me dejo engatusar por alguna de estas cosas; además, la que voy a comentar hoy es una producción que a primera vista atrae por lo curioso, algo que casi se ha de dar por supuesto en estos casos, pero en fin... Había oído hablar de algo llamado BLOOD, que mezclaba vampiros, katanas y adolescentes vestidas de marinerita... un disloque, vaya. Así que un día me encontré con que se había hecho una adaptación del anime original con actores reales, y parecía que podía prometer su aspecto a lo SIN CITY medio gore, con espadazos bajo la lluvia y colmillos relucientes, un poco a lo Tarantino pero con menos sentido del humor; hasta música de Clint Mansell tiene. El problema es que es muy complicado reconciliar dos filosofías (y amplíen la palabra a su gusto) que reciben sus bondades de fuentes muy distintas. El cine, tal y como lo concebimos, no repudia la narración, puede subvertirla, ocluirla o transformarla, pero no aniquilarla; el anime, por su parte, es obsesivo, fetichista y egocéntrico, se sirve de los elementos que más afines le puedan ser y los encierra en su mundo particular, con sus reglas y estereotipos particulares, los cuales no puedes rechazar, porque si no estás fuera del juego. Supongo que BLOOD: THE LAST VAMPIRE intenta escapar de esta pétrea tendencia, al menos su dinámico inicio así lo hace ver, pero todo queda enterrado en cuanto las espadas se desenvainan y ya no hay discurso que valga. Gusta, claro que gusta; esto tiene el mérito de congregar a millones de personas ante su cegadora fogata, darles lo que necesitan sin pedir demasiado a cambio, pero esto es algo que suele irritarme por las grandes posibilidades técnicas desperdiciadas en guiones vanos, no por infantiles (que también podría ser), sino por vanos... ¿lo repito?
Saludos desangrados.

Bloodsport

viernes, 1 de julio de 2011

Un chiste difícil



El otro día alguien me preguntaba cuál era la película más extraña que había visto últimamente; nada de extravagancias lisérgicas directamente extraídas de décadas pretéritas, sino algún título reciente, preferiblemente de cierto corte comercial. La pregunta se las trae, pero sí, siempre hay de eso en el cine norteamericano, así que me acordé de una peliculilla que vi una aburrida tarde de hace dos o tres meses y que atendía al poco esclarecedor título de THE MARC PEASE EXPERIENCE. El bisoño Todd Louiso no sabe exactamente cómo llevar las riendas de esta comedia sin gracia y bucea en las constantes de filmografías ajenas para terminar facturando un batiburrillo de géneros que no llegan a conectar entre sí. Invocando la sorna de Wes Anderson, el frikismo militante de Jared Hess o la mordacidad de Ben Stiller, para el que queda reservado un papel protagonista, se nos cuenta un improbable relato de superación personal a cargo de un Jason Schwartzman que otras veces estuvo un poco mejor que aquí (atención al terrible peinado) y que encarna a un tipo que recuerda con nostalgia cómo se quedó a las puertas del triunfo... ¡en una obra musical del instituto!... ¡El Mago de Oz...! Como todo cabe una vez perdidos los papeles, ahora resulta que este tipo conduce limusinas y lidera un improbable grupo "a capella" (ver foto); cuando descubre que su joven novia se ha liado con el tipo que le dejó fuera de aquella obra maldita, que además sigue montando obras de instituto como si estuviera en Broadway, entrará en un proceso depresivo que llevará incluso a su grupo musical al borde de la desaparición.
Sí, ya sé que no se han enterado de nada, o peor, que no saben cómo engarzar las piezas. THE MARC PEASE EXPERIENCE podía haber sido un film interesante, no por el camino cómico, sino por el de una saludable reivindicación nostálgica, la que afecta inevitablemente a los que vivimos los estertores de la representación en directo y de inequívoco espíritu amateur. Nada de eso está en este cúmulo de despropósitos, donde sólo brillan (mínimamente) un par de momentos de subversión de ese marciano exquisito que atiende al nombre de Ben Stiller.
Saludos experimentados.

The comedians

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!