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miércoles, 28 de marzo de 2018

Culpabilidad, responsabilidad e impunidad



Dostoyevski planea incesantemente sobre las imágenes de NELYUBOV (SIN AMOR), la última y magistral película del director ruso Andrei Zvyagintsev, en la que el espectador siente un terror y repugnancia infinitos, pero no por lo que ve, sino por lo que se omite. Los conceptos implantados por el autor de "Crimen y castigo" se van desplegando con paciencia desde el demoledor arranque, en el que una idea queda fija: nadie quiere a Alyosha, hijo único de una pareja que está a punto de divorciarse. No le quiere su madre, no le quiere su padre, y un día Alyosha desaparece misteriosamente, casi como si desaparecer, evaporarse, pudiese ser la única solución, dejar de ser un estorbo para unos padres que únicamente se enfocan en su felicidad personal. Zvyagintsev construye entonces la totalidad de la película sobre este principio absoluto de egoísmo, y no permite que exista ninguna duda sobre ello; culpabiliza directamente a los padres, pero los deja efectivamente impunes, apenas enfrascados en echarse la culpa el uno al otro. No es un film de secuestros, ni aparece ningún psicópata, ni tampoco policías heróicos capaces de resolver cualquier misterio. El único misterio aquí es entender cómo se puede tratar a un niño como a una mierda, culpándole incluso de su propia desaparición, porque lo que SIN AMOR refleja y rebervera es el fastidio de tener que emplear tu precioso tiempo, en lugar de hacerte la cera o salir de fiesta, en buscar a tu hijo desaparecido. La idea es repugnante, pero la reflexión se hace necesaria, pues toca algunos puntos clave acerca de una sociedad enferma de inmadurez...
Brutal.
Saludos.

miércoles, 18 de febrero de 2015

No se puede luchar contra lo que no se ve



Una de las películas europeas que más revuelo y expectación han causado a lo largo de 2014 ha sido LEVIATHAN, último trabajo del ruso Andrei Zvyagintsev; una vez vista, se comprende el porqué. Y se me ocurre la necesidad de tangibilidad del sistema capitalista, apoyado en los gobiernos, para conformar la imagen del enemigo a combatir. En cambio, el individuo, armado apenas de un bastón llamado "dignidad", ha de dar bastonazos en el aire, sin saber exactamente contra qué pelea ni quién es ese enemigo a combatir. Lo que Zvyagintsev propone en esta feroz e inteligente película es manifestar al monstruo que siempre yace oculto bajo lo que la ciudadanía conoce como "normalidad". "No despertéis al leviathan", en esta ocasión un alcalde corrupto y de métodos mafiosos, que está obsesionado con arrebatarle unos terrenos a un hombre que se aferra a su obstinación e indignación como una barcaza amenazada por los vaivenes del oleaje. La diferencia primordial entre este film y sus referencias más directas, que yo descubro en el western clásico, es que esta vez no habrá un jinete pálido surgido de la nada, ni veremos a Shane aparecer en el horizonte o a John Wayne defendiendo la propiedad de los Elder. La inevitabilidad de la tragedia va ligada íntimamente al terrorífico y revelador plano final, que no desvelaré pero que bien resume casi toda la historia reciente de aquel país que se supo grande y ahora apenas puede identificarse con la osamenta de una ballena muerta.
Magnífica. Y me atrevería a ponerla entre las dos con más opciones al oscar.
Saludos.

martes, 26 de abril de 2011

Brutal belleza cerrada sobre sí misma



VOZVRASHCHENIE (EL REGRESO) quizá sea una de las mejores películas realizadas en la última década, la lástima para mí (entre comillas, claro) fue lo tardísimo que la descubrí, hace apenas seis meses. EL REGRESO ha sido una especie de revelación, primero porque contiene un discurso propio y terriblemente personal, fuera de los lugares comunes del cine ruso (Tarkovski y Sokurov, cada uno en su propia medida) y en búsqueda incesante de la empatía con el espectador, fundamentalmente a través de una narración sin trampas, de una claridad apabullante. El film de Zvyagintsev, primero tras una serie de trabajos para la televisión, se desnuda desde su demoledor inicio y toma la apariencia de una road movie iniciática para desplegar un intrincado discurso acerca de la brutalidad e incomunicación familiar, aunque sea poco común la familia aquí descrita. Dos hermanos que viven con su madre reciben la extraña noticia de que su padre, al que hacía más de diez años que no veían, ha vuelto a casa; no le conocen, no le recuerdan, y ni siquiera queda realmente clara si la paternidad finalmente es real. Esta ambigüedad sirve a Zvyagintsev para crear un áspero clima de extrañeza; no hay rastro aquí de las habituales bonhomías del cine comercial, y el tétrico viaje que el recién llegado programa junto a los dos chicos al corazón de Siberia no es más que el disparadero para que se desate un complejo juego psicológico de filias y fobias y asistamos a un espectáculo visual tan bello como desolador. El tanto que se anota el director ruso es no dejar nunca claras las intenciones y crear preguntas a partir de otras preguntas, lo que hace que el espectador se rebele contra lo que está viendo, que participe en esta fábula cruel sobre el despertar a la vida por el camino más tortuoso posible, algo que suele ocurrir en la realidad pero que pocas veces se muestra con toda honestidad en una pantalla. Desde luego que la recomiendo encarecidamente, apuesto a que estarán deseando echarle un segundo vistazo nada más terminar de verla.
Vuelvo para saludarles.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!