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sábado, 30 de septiembre de 2017
Nada
Filmar la nada es un reto, una ambición sin ambición. Filmar es llenar, la pantalla, los personajes, los objetos. Escribir también lo es, la lucha constante contra la nada, la página en blanco. Por ello un reto, una ambición. Porque parecería una contradicción, un acto anticreativo. Lo dijo Sartre. Y mientras tanto, Marguerite Duras quiso hablar de la nada mediante una filmación turbadoramente sencilla cuando sus elementos son separados, pero formando un todo que, sin ser cohesionado, se acerca a una composición sinfónica, o dodecafónica para ser más exactos. NATHALIE GRANGER es el nombre de una niña a la que apenas vemos más que en un par de actos cotidianos; una voz en off nos avisa de su mal comportamiento, una rebeldía que amenaza con destrozar sus muchas aptitudes académicas; entre ellas, el piano, que suena incesantemente, pero más como repetición y ensayo, y no como obra ejecutada. Mientras tanto, las noticias en la radio suponen el único contacto con la realidad exterior, aunque únicamente retransmiten noticias truculentas, sucesos como robo e ncluso asesinato; el resultado es la identificación con lo ajeno, quizá mediante una absurda solidaridad. Las dos mujeres, las dos actrices, son Lucía Bosé y Jeanne Moreau; no hacen mucho más que observar algo frente a ellas, quizá la nada. Pero un día llega un vendedor, e intenta venderles una lavadora...
Saludos.
martes, 23 de junio de 2015
Ligero como una pluma
Ésta es ya la antepenúltima entrada que dedico a Cannes'77 (experimento que me ha dado grandes satisfacciones y que repetiré en un futuro), y pese a que no ha habido rigor alguno en la selección má allá de dejar a la Palma de Oro para el final, he intentado espaciar lo más posible las nacionalidades. En el caso del país anfitrión, me parece que el film fallido fue LE CAMION, experimento plomizo y aletargado(r) de una Marguerite Duras que parece querer violar con la mirada a un joven y delgado Gérard Depardieu, mientras departen en una mesa camilla sobre la soledad de los camioneros, la metamorfosis del paisaje y los Gauloises azules... A quien le sorprenda esta visión, no debería, ya que he expuesto profusamente a lo largo de estos ocho años mi repulsa automática al cine que abusa de estupefacción inmovilista, granando su discurso exclusivamente en la supuesta (y es mucho suponer) superioridad de la palabra hablada y evocadora sobre la imagen recurrente y/o elocuente. Por supuesto que ambas direcciones, aunque opuestas, pueden complementarse, pero se necesitan dos cosas: un buen guionista y un director que trasvase dicho guion a una pantalla para que el texto quede reconvertido en película.
Como experimento radical (y muy muy "cahierista") puede que tenga sentido, pero entre ustedes y yo, son 80 minutos que se hacen eternos. Y eso a mí nunca me ha gustado.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!