miércoles, 31 de octubre de 2018

Cómo presentar y definir un subgénero



Y bien, aquí estamos en la noche de Halloween para hablar, cómo no, sobre HALLOWEEN, que efectivamente aún no había aparecido por aquí, y no creo que haya un momento mejor que hoy y ahora, que se celebran cuarenta años de su estreno con una nueva (y dicen que definitiva) versión. Existe una legión de secuelas, a rebufo del gran éxito cosechado por lo que es una serie B pura y dura, que costó una cantidad ridícula y se rodó en menos de un mes; sin embargo, ninguna ha logrado captar lo más importante, y lo único capaz de que nos tomemos un slasher en serio: la atmósfera. Lo que Carpenter ensaya aquí es un ejercicio de dominio del tiempo narrativo rodado casi en un plano secuencia subjetivo que haría babear a Sokurov, poniéndonos en situación desde las primeras imágenes, en las que se forja la perturbada mente de Michael Myers, posiblemente el asesino más hermético e indescifrable que yo haya visto jamás. Lo que sigue a este escalofriante preámbulo es un largo transitar de personajes, que nos va metiendo en situación sobre lo que sucederá al final sin que nos demos cuenta. Sabemos que Myers está ahí, lo hemos visto, y el personaje central (una estupenda y primeriza Jamie Lee Curtis) intuye que alguien la acecha, pero se trata de un día especial, el día en que la gente se disfraza y te asusta, así que incluso un extraño con un mono de trabajo y una máscara (por ahí dicen que con la cara de William Shatner) puede pasar desapercibido. Es ese anticlimático intervalo el que más me interesa, incluso más que el mítico y despiadado desenlace, ya que Carpenter sobreescribe el cine de terror clásico y lo convierte en otra cosa que luego muchos "modernos" no han dudado en imitar, con relativos resultados. El monstruo acecha, aparece a plena luz del día, desaparece, pero sus acciones no pasan de lo que simplemente es su carta de presentación, así que, llegado el desparrame final, ya nos es familiar aunque también desconocido e insondable. Se nota la economía de medios, e incluso se agradece por momentos, porque HALLOWEEN es de esas películas que primero se convencen de que no habrá un paso en falso, para seguidamente revocar la falsedad del susto gratuito y reconvertirlo en otra cosa muy difícil de explicar, pero que hace latir sus imágenes como sólo los clásicos pueden hacer. Y éste es un clásico, a la forma de John Carpenter, pero clásico al fin y al cabo.
Saludos.

martes, 30 de octubre de 2018

Mudar de piel



El revisionismo se lleva. Ya no es sólo el capricho de un aspirante a genio, abocado sin remedio a eterno aspirante. No, los revisionistas, quizá ahora mismo, son los que de verdad le están cambiando la cara al cine, no innovando, sino todo lo contrario, llevándonos de la mano a tiempos pretéritos. También se lleva el giallo, porque sus formas chillonas y estridentes casan bien con la urgencia de unos textos que parecen escritos a toda prisa, mientras nos sumergen en un mundo más de sensaciones que de palabras. Buena cuenta de ello puede encontrarse en el tándem Forzani/Cattet, o en el reciente estreno de la personal puesta al día de Dario Argento, ya que él ni siquiera puede copiarse a sí mismo. THE EDITOR es otra cosa, una especie de parodia o tributo, y puede que ambas cosas y puede que ninguna. Es, en todo caso, una apuesta muy personal de dos cineastas y actores que parecen completamente abducidos por un género al que imitan a la perfección, no sólo en las formas, sino prácticamente en toda su esencia. Los zooms, raccords, fallos de doblaje (el film está doblado a conciencia) y otras cuestiones que la convierten en un túnel del tiempo, porque no parece una película "de ahora", sino "de entonces". Hay pelucas, salsa de tomate, rostros derretidos, hombres con bigote, chicas voluptuosas, aerobic, pantalones de campana y muchos nombres italogermánicos, con un desparrame simplemente incesante y que para cualquier fan es una delicia. En el debe, pues que por momentos se toma en serio a sí misma y empieza con un catetísimo tratado de metacine que no se cree nadie, aparte de una trama que es una chuflería ¿Pero a quién le importa si puedes ver a Paz de la Huerta desnuda y cubierta de sangre?
Aun así, me reservo la recomendación sólo para iniciados en el tema, claro.
Saludos.

lunes, 29 de octubre de 2018

El detective cantante



Sería injusto explicar una película como TOO LATE desde la órbita simplista de que es la enésima fotocopia borrosa tarantiniana de un principiante con ínfulas de comerse el mundo sin inventar nada. Lo es, porque si bien es cierto que la cáscara del film, su desordenada atemporalidad, su enfática banda sonora o planos interminables así pudiera indicarlo, hay un pulso interno en este pequeño puñetazo en el estómago, y casi todo proviene de ese excepcional actor que es John Hawkes. En un principio todo parece estar destinado a epatar, extasiar, mantener al espectador empalmado con acrobacias visuales que ya hemos visto antes; y ciertamente la primera mitad transcurre entre unos diálogos pretendidamente brillantes, aunque algo vacuos, y el cuarto de hora de actuación de Vail Bloom sin ropa... Anyway... Como uno de esos boxeadores que se agarran a la esquina para terminar ganando por los puntos, Dennis Hauck es capaz no sólo de dotar de sentido al guion, que se va creciendo a golpe de elocuencia, sino que además insufla una carga poética que le va como anillo al dedo a esta sórdida historia protagonizada por un detective alcohólico, unas strippers, el dueño del local y una serie de personajes que flotan como satélites salidos de ninguna parte. Podría haber sido mejor, podría haber sido peor, y también podría ser exactamente esa linotipia de la que hablábamos al principio, pero hay que tomar muy en serio a alguien que tiene los cojones de referenciar a Alan Rudolph en un autocine...
Y luego está John Hawkes, al que nunca me canso de ver actuar...
Saludos.

domingo, 28 de octubre de 2018

Rincón del freak #327: Una misión divina



Si yo les digo que Nicolas Cage protagoniza una película en la que encarna a un ex convicto, enfermo renal, obsesionado con dar caza a Osama Bin Laden; se lo amplío diciéndoles que tiene línea directa con ese tipo tan simpático que es dios, y que piensa hacerlo lanzándose en ala delta desde Israel y armado de una katana... Simplemente ¿qué pensarían?... Yo, que sólo puede salir una bazofia o una genialidad, pero en realidad ARMY OF ONE no llega a ninguna de las dos categorías. A la primera porque Larry Charles es un buen director de comedias disparatadas, un poco a lo Archie Mayo; a la segunda, porque la película parece hecha entre un grupo de amiguetes en un par de semanas, lo cual puede ser hasta cierto. Increíblemente, Cage está incluso bien... Sí, increíblemente...
Saludos.

sábado, 27 de octubre de 2018

Recuérdame



MARJORIE PRIME es una de esas películas infaliblemente inscritas en un cierto hato de "realismo metafísico", o lo que los antiguos como yo siempre derivabamos hacia lo New Age. Se trata de un relato de ciencia ficción más o menos inteligente (tampoco obtendrán aquí ninguna revelación definitiva) y de apariencia y resolución calmosa, nada que ver con rayos láser ni naves en llamas... Se nos cuenta un futuro no muy lejano, en el que las personas fallecidas son reconstruidas en forma de holograma a partir de los recuerdos de quien contrate dicho servicio. Los "Prime", que así se llaman, se encargan de cubrir la soledad de personas que no quieren enfrentarse a la soledad, de conversar con ellos como si aún estuvieran ahí. Y Marjorie es una violinista, ya anciana y enferma de Alzheimer, que recuperó a su difunto marido, pero la fantasmal presencia no será del gusto de su hija y su yerno, durante una visita. El director Michael Almereyda no es un recién llegado, y su trayectoria se remonta ya a casi treinta años de carrera, con grandes altibajos y alternando producciones independientes con otras estrictamente comerciales. El film en sí comienza bien, con un intenso y elegante cara a cara entre Jon Hamm y la veterana Lois Smith, pero va cayendo en una suave monotonía, en exceso alargada y que finalmente ofrece una reflexión demasiado vacua y buenista, lo que queda reflejado en ese detalle escabroso que la hija no quiere revelar a la memoria casi perfecta del Prime.
Interesante, pero se olvida pronto. Y no, no es un chiste fácil...
Saludos.

viernes, 26 de octubre de 2018

Demasiado cerca para estar tan lejos



Hay películas que deben madurarse, o peor aún, hay películas que se creen maduras y son todo lo contrario. La apuesta del joven actor y director Thomas Dekker en JACK GOES HOME es francamente interesante, pero peca de soberbia y, sobre todo, de incapacidad para pasar del zoom al gran angular. Como si de un alumno aventajado de Bergman se tratara, Dekker propone la inversión de roles desde el punto de vista interior, lo que hace que nunca exista plena seguridad de que lo que se está representando sea la realidad objetiva o la psique del protagonista. Éste (un interesante pero sobreactuado Rory Culkin) es un joven que, a punto de ser padre, recibe la noticia de que su propio padre ha muerto en un accidente de tráfico, por lo que acude al hogar familiar para asistir al entierro. Su personalidad inestable, unida al trauma de la pérdida, es sacudida por la revelación de un oscuro y terrible secreto que, al parecer, su madre le ha ocultado durante toda su vida. A partir de ahí, en su tramo final, el film parece decantarse por una especie de terror psicológico que no llega a concretarse, pero antes hay toda una travesía totalmente en balde, que no hace avanzar a la historia ni hace acopio de detalles trascendentales. Eso sí, la cara del Culkin en primer plano es primordial (pensaría que se parece a Liv Ullmann o algo así), aparte de algunos diálogos sonrojantes por lo primitivo de su construcción y una Lin Shaye desaprovechada, porque por ahí sí podría haber excavado más profundamente.
Apunta maneras y aún es lo suficientemente joven como para que esperemos algo bastante mejor que esto.
Saludos.

jueves, 25 de octubre de 2018

Clément de pleno #6



LE CHÂTEAU DE VERRE es una película eminentemente rara, casi una anomalía en cualquier filmografía. Se supone un melodrama clásico en torno a las infidelidades de una aburrida esposa de la alta burguesía suiza, que cae enredada por un irresistible vividor parisino. Esto es lo que en esencia contaba la novela de Vicki Baum, pero Clément le otorga un aire casi fantasmal, sobre todo en su plúmbeo arranque, que parece desplazar a los personajes de una ensoñación a la cruda realidad. La pareja tampoco podía ser más extraña. Ella, la gran Michèle Morgan, esposa de un importante juez, ve caer toda su vida por un sumidero de apariencias y monotonía; él es Jean Marais, encarnando a un dulce canallita, al que le gustaría ser más insolente y desafecto, pero que no puede evitar ser como es. La segunda parte del film es acaparado enteramente por el repentino e inopinado viaje de ella a París para encontrarse con el hombre que la tiene hechizada, y al que Clément muestra sin ningún glamour, engañando conscientemente a otra mujer, que le sabe perdido. Como si de una sucesión de postales se tratara, la película muestra a ambos personajes separados, tan sólo para unirlos casi bruscamente y romper por completo con cierto sentido del romance clásico y acaramelado. El final, aún más abrupto, les separa, quien sabe si para siempre, porque el caso es que a lo que hemos asistido es a una clase magistral de modulación del ritmo interno de un film. Acaso lo que siempre hemos entendido por cine de autor...
Saludos.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Operación ópera



Más alta, más grande, más fuerte. Frase recurrente, pero adecuada para encontrar una descripción adecuada a la deriva de la franquicia "Vengadores", cuya magnitud corre el riesgo de morir por sobredosis de omnisciencia. No se puede estar en todas partes, ni siquiera en dos horas y media, y AVENGERS: INFINITY WARS se resiente de ello, de tener que mostrar tanto y demasiado en un film que no me parece desdeñable, pero que comete el error de adoptar la imposible forma de una Space Opera de tarima flotante; esto es: parece un cruce entre Star Wars, Braveheart, Hamlet, Lío en los grandes almacenes y El Anillo del Nibelungo... Demasiado, me parece a mí, al menos para no perder detalle de lo que se nos cuenta, que no es tanto, pero sí muy disperso. Lo que se nos cuenta es que Thanos (por fin un villano de altura) pretende restablecer el equilibrio del universo a lo bestia, que es aniquilando a la mitad de todos los seres vivos. Para ello cuenta con el famoso "Guantelete del Infinito", que puede albergar seis gemas que otorgan un poder casi absoluto... Blablabla... Ok, lo hemos visto tantas veces que no hace falta regodearse, pero precisamente lo que hacen los Russo es revolcarse en su propia amplitud de medios y olvidarse del aspecto fundamental por el que empezamos a amar a este grupo de superhéroes: el guion. La introducción, por ejemplo, de la irreverencia de los Guardianes de la Galaxia, asfixia la creatividad en los diálogos de un Spiderman, Thor o un Tony Stark increíblemente circunspecto, y es el estupendo Benedict Cumberbatch el que les come la tostada sin dificultad. El film, para entendernos, es fuego de artificio del bueno, del brillante, pero es inútil buscar aquí un gran relato, no tanto como aquel que concibió hace ya un cuarto de siglo ese magnífico guionista y creador que siempre ha sido Jim Starlin. Lo único que espero para su continuación es que recuperen su espíritu, además de no obviar a la figura clave de todo este entramado, por muy complejo que sea abordar a Adam Warlock, claro...
Saludos.

martes, 23 de octubre de 2018

Desgravando las plusvalías



ALL THE MONEY IN THE WORLD es una película repleta de analogías, corrientes internas que la llevan a cumplimentar una serie de misiones internas y casi secretas, que quizá al espectador medio no le interesen mucho, pero que a quien haya seguido la ya vasta obra de Ridley Scott le puede corregir y aumentar muchas de las dudas que el cineasta británico le pueda haber suscitado. Primeramente por el zafio uso de cierto episodio en la vida personal de Kevin Spacey, quien iba a encarnar al multimillonario John P. Getty, y que me importa un pimiento, aunque reconozco que, aunque Spacey me gusta mucho como actor, prefiero menos prótesis y sí a un actor realmente octogenario, como el gran Christopher Plummer. Después, es difícil otorgarle un género en concreto a una película que gira en torno a un secuestro, pero que en realidad intenta profundizar en el valor real del dinero, en las cosas que es capaz de hacer la gente (o no hacer) por conservarlo y aumentarlo. Esto me recuerda a la máquina de hacer dinero que siempre ha sido Mr. Scott, independientemente de la calidad intrínseca de sus trabajos, y de cómo es posible que se trate del único director capaz de modular a su antojo el presupuesto de un film, sin que esto ataña exclusivamente a su coste. Es una película extraña, intensa a veces y otras rozando la parodia involuntaria; me gustan mucho los actores, incluso Mark Wahlberg, que debería haber tenido algo más de protagonismo y se diluye algo con el eléctrico cara a cara constante entre Plummer y Michelle Williams. Las escenas en Italia están elegantemente rodadas (esa elegancia, por ejemplo, era lo poco salvable en HANNIBAL), aunque al final todo se quede como un poco disperso, como si después de dos horas nos hubiesen metido de cabeza en otra película que no pensábamos ver. En fin, es Ridley Scott, como siempre decimos por aquí "un género en sí mismo", pero no les miento si les digo que es bastante entretenida.
Saludos.

lunes, 22 de octubre de 2018

Un gol tardío



A veces nos preguntamos por qué los maestros son maestros ¿Por qué son sus obras, y no otras, las que son elevadas a obras maestras? La respuesta la encontramos en películas como THRESTIR (GORRIONES), otra muestra más del interesantísimo panorama fílmico que se lleva desarrollando en Islandia desde hace algunos años. THRESTIR es un film al que se le adivinan magníficas intenciones desde el principio, pero que es incapaz de asir con firmeza ni su relato ni sus personajes, en exceso dispersos entre el desolado paisaje islandés (bellísimamente fotografiado, eso sí) y una trama principal a veces indescifrable, que oscila ebriamente entre el ensueño onírico, una rebeldía adolescente demasiado tibia y la desidia de los padres, ocupados en olvidar su monótona existencia. La maestría consiste en la perfecta conjugación de todo lo anteriormente descrito, y que por añadidura no se note, sino que fluya con tanta naturalidad que nos olvidemos de que todo ha sido planificado y rodado. Rúnar Rúnarsson parece tener muy bien esamblado el film, pero le falla la ejecución, al menos en gran parte del mismo; sólo en el ultimísimo (y demoledor) tramo logra zafarse de sus incomprensibles y autoimpuestas cadenas y alzar el vuelo hacia el terreno más complicado, el que conjuga la ternura con el horror. Y como uno de esos goles que llegan ya en el descuento, apenas sirve para maquillar un film de todas maneras estimable (se llevó la Concha de Oro en 2015), pero de cuyo director cabe esperar bastante más riesgo y labor.
Saludos.

domingo, 21 de octubre de 2018

Rincón del freak #326: Ingenuas y cariñosas cartas desde el pasado



Puede que no merezca estar THE HIDDEN en esta sección. O sí, no lo sé con seguridad, porque es una película que he visto ya varias veces y cada vez me descoloca más. Por un lado su demencial guion es resuelto con admirable eficacia y oficio por Jack Sholder, que ya no volvería a rodar nada a su altura. Por otro, el film es es un compendio de licencias y más licencias (plenos 80), pero que se dejan pasar por el propio carácter desenfadado del argumento. Éste giraba en torno a un extraño ser (una babosa gigante bastante repulsiva) que se introduce en los cuerpos muertos, reconduciéndolos hasta que se convierten en unos anárquicos y violentos seres. Tras su pista viene el misterioso agente del FBI Lloyd Gallagher (Kyle MacLachlan, quién si no), que es asignado como colaborador del agente Beck (un Michael Nouri que tenía más pinta de gangster que de policía) para resolver los crímenes que se van sucediendo sin razón aparente. La gracia está en ver el comportamiento de los "poseídos" por la criatura, que se convierten en obsesos sexuales, alcohólicos, amantes de las armas y los Ferraris y con querencia por el heavy metal, lo que da las mejores escenas, por ejemplo, de un abuelete con un loraco imponente o la tremenda Claudia Christian caminando con el culo al aire y un saco de ametralladoras. Hay anécdotas, como las breves apariciones de los hoy famosos Danny Trejo y Lin Shaye, o el inquietante papel de William Boyett, un oscuro secundario que participó en multitud de westerns. Una de esas películas a las que hay que volver para no perder perspectiva de cómo se hacían estas cosas antes, que se llevó un premio en Sitges y que fue de aquellos títulos míticos que aparecieron en "Noche de lobos", cuando Antena 3 aún era una cadena de televisión...
Saludos.

sábado, 20 de octubre de 2018

Estrella azul



Por su idiosincrasia, de estética melancólica y profunda, quizá sea el jazz el género musical que con más facilidad y autonomía se adapta a la revisión cinematográfica. Ya sea como ritmo interno, creador de atmósfera o, en este caso, como biopic de una de esas figuras cuasimíticas, tocando con una mano el cielo y con la otra el infierno y reflejando en sus imposibles improvisaciones su dificultad para encajar en "el mundo normal". Puede que Chet Baker fuese el gran Maverick de la época dorada del jazz, la que abarca los 50 hasta los 70, ya fuese por ser de los pocos blancos que nunca intentó ir por el camino de los negros, sus muchas adicciones que le acompañarían durante toda su vida o la extraña conexión vital que siempre mantuvo con la beat generation, puede que por la imposibilidad de desvincular su propia vida y circunstancia de su tristísima música. BORN TO BE BLUE intenta abarcar todo eso, pero desgraciadamente se queda a medias; en ningún momento parece que vayamos a paladear verdadero jazz, que nos bañen las luces azules del mítico Birdland o que la sucesión de celebridades nos vaya a arrancar una mueca de asombro. El film tiene la virtud de acercarnos un Baker íntimo y fuera de las convenciones del biopic más previsible, pero no hay nada aquí que no supiéramos ya de antemano, por lo que se ve sin sobresaltos y, claro, se acuerda uno del excelso guion de Tavernier en ALREDEDOR DE LA MEDIANOCHE, que ya es otra cosa. Pero aunque sólo sea por ver cómo Ethan Hawke realiza un trabajo antológico, haciendo suyos la voz y la música de este gran músico, merece la pena echar un vistazo a aquel tiempo suspendido que no volverá, pero que es extrañamente eterno.
Saludos.

viernes, 19 de octubre de 2018

Teletienda



En una teletienda se ponen de manifiesto dos cosas: que lo inservible puede hacerse pasar por imprescindible y que el insomino altera gravemente la percepción sensorial. BOARDING SCHOOL es una película teletienda, no aporta nada al género terrorífico con jovencitos pero su creador, Boaz Yakin, de regreso tras un largo calvario creativo, nos intenta convencer a toda costa de que tenemos ante nosotros una vuelta de tuerca definitiva y reveladora. Nada de eso, a menos que nos quedásemos anclados en su impresionante debut, FRESH (tengo que comentarla un día), y nuestra percepción haya quedado tan alterada como los múltiples wtf de este enclenque guion. Se nos coloca en los años noventa, aunque ya es un recurso manido para evitar los siempre insidiosos teléfonos móviles, no porque exista una razón de peso. Los personajes, más que presentarse, son arrojados a escena, con una premura que no casa con el "supuesto" ambiente gótico que se desea representar. Los "momentos fuertes" se pueden encontrar en otros tantos títulos, como la camaradería entre inferiores, las desapariciones repentinas o la crueldad injustificada en una institución a la que definitivamente le falta empaque, por no hablar de unos flashbacks que parecen descartes insertos. Mención aparte merece la mejorable dirección de actores, que revela cómo no es casual que un actor infantil o adolescente actúe maravillosamente bien porque realmente está bien dirigido, y aquí todos parecen a punto de mirar al apuntador.
¿Qué es, en último término, lo que salva mínimamente esta película y la deja en un lugar más o menos tibio? La audacia de Yakin en esa intrahistoria de ambigüedad sexual y travestismo, que es por donde habría encontrado una película mucho más interesante, y no por el lado de un terror que nunca llega del todo. No es mala, pero sí fallida.
Saludos.

jueves, 18 de octubre de 2018

Clément de pleno #5



Ya en 1949, parecía demasiado evidente que René Clément estaba más cerca de los neorrealistas italianos que de los grandes nombres del cine francés. Más preocupado de imprimir emociones y sensaciones directas, casi instantáneas, Clément se hizo cargo de una coproducción entre dos pequeñas productoras de ambos países, para poner en imágenes la epopeya mínima de un hombre incapaz de decidir su destino y zarandeado siempre por un entorno, más que hostil, incomprensible para él. LE MURA DI MALAPAGA despliega una Génova asombrosa, abigarrada y ruinosa, por cuyas calles transita Jean Gabin, que da vida a un polizón que se ve obligado a desembarcar por un simple dolor de muelas. Prescindiendo de falsos héroes, el film no se casa con nadie, y es capaz de justificar cada acción por una cuestión de hambre, protección o mera miseria. Este es aparentemente un buen hombre, y ayuda desinteresadamente a una mujer acosada por su marido, pero la complejidad del guion nos informa de que el motivo de su huida se debe a qué asesinó a su propia mujer. Acorralado en una especie de carrera sin sentido, no sabe si fiarse o no, si huir o quedarse, si actuar o esconderse. Una espiral de actos y consecuencias que en menos de hora y media ofrece un retrato de personajes tan sutil como milimétrico, al mismo tiempo que la fotografía de Louis Page convierte la bella Génova en un siniestro e intrincado laberinto de callejuelas y solares, donde la gente descansa su miseria hacinada en cuartuchos malolientes. El desenlace es tan sencillo y sorprendente que dista con mucho del cine negro, donde no se inscribe nunca.
Tremenda.
Saludos.

miércoles, 17 de octubre de 2018

El laberinto Congost



Sólo los más viejos del lugar se acordarán de aquel extraño juego circular, en el que la pericia del infante era capa de guiar una bolita de acero desde la salida hasta la meta sin caer en uno de los múltiples agujeros. Ingenioso, resultón, pero monótono. Otro tanto puede decirse de DESU NÔTO: LIGHT UP THE NEW WORLD, nueva entrega de la ya cansina serie de DEATH NOTE, de cuya versión norteamericana ya dimos cuenta hace algún tiempo y que tiene un camino tan marcado como discutible. Es, eso sí, más alta, más rápida y más fuerte, pero con casi nada relevante que contar que no hubiésemos dicho en aquella, ya que son bastante parecidas, exceptuando la anecdótica participación femenina (cono era de esperar) y las explicaciones a destiempo, que lleva la bolita a la Salida prácticamente en cada secuencia, lo que sumado a su embarullado desarrollo no nos deja disfrutar con los mismos ojos que nos deleitaban de un relato, por otra parte, bastante castizo. Hay una idea central poderosa, que es la terrible manipulación de los medios para con los políticos, por lo que las enigmáticas libretas negras (aquí nada menos que seis) pierden gran parte de su exótica seducción, y añado que el guion no inquiere ni abunda, sino que apenas repite gestos, expresiones que intentan reconstruir la atmósfera malsana de la serie, incorporando también nuevos monstruitos, que aportan algo de sorpresa. Tiene algunas escenas interesantes, pero el total decepciona igual que aburre, por lo que creo que deberían condensar futuros episodios para evitar esa dispersión.
Saludos.

martes, 16 de octubre de 2018

Cásese conmigo y no volveré a mirar a otro caballo



Vamos a contarla. La joven propietaria de un sanatorio debe afrontar una serie de deudas que la van a obligar a cerrar, a menos que pueda retener a una señora millonaria e hipocondríaca, que sólo accede a quedarse si la trata un doctor del que está locamente enamorada. Entonces aparecen Harpo y Chico... ¿por qué?... Si pudiésemos explicarlo no estaríamos hablando de los hermanos Marx, pero el caso es que están ahí, y además son los únicos que se ofrecen honestamente a echar una mano a la joven ¿Cómo? Bueno, pues son los hermanos Marx, así que buscan a alguien que sepa algo de medicina y se haga pasar por el susodicho doctor. Con una pequeña particularidad: es veterinario... y es Groucho, claro. A partir de ahí, la anarquía. Las frases ingeniosas se mezclan con los alardes físicos, lo mismo de siempre, pero es que lo mismo de siempre es simplemente genial. A DAY AT THE RACES es uno de los títulos verdaderamente míticos de los Marx, y contiene todo lo que una película suya (un género en sí mismo) puede y debe contener, porque el público no espera otra cosa que no sea a Chico dándole un billete a un tipo y a Harpo sacándolo del bolsillo para que vuelva a darle el mismo billete. O a Groucho en plena velada romántica con un gigantesco florero que no permite la visibilidad. Da igual la coherencia, que nos inserten los habituales números musicales (por allí había un tal Franz Waxman) o que casi todo se resuelva con una huida y persecución, como en los inicios del cine. Da igual, porque el absurdo es una de las pocas cosas realmente intemporales, que no pueden envejecer porque prescinde por completo de incluir referencias que no sean las concernientes a sus propias reglas. Pero hay un punto muy interesante que cruza de parte a parte el cine de estos incomparables hermanos, y se refiere a cómo el sarcasmo, mezcla de desdén e inteligencia, desarma a los injustos, que curiosamente son los más "normales", mientras que estos niños grandes parecen ser los únicos que ven las cosas tal como son. Sí, como los niños...
Maravillosa. Hay que verla una vez al año.
Saludos.

lunes, 15 de octubre de 2018

Al final de la escapada



Tenía una vida tranquila, agradable, en la que podía sonreír a todo el mundo y sentir el calor y la cercanía de las personas sencillas, mientras tú redimías tu culpa pacientemente, rodeado de quienes no iban a mover un dedo por ti. Los consejos iban y venían, los buenos consejos de la buena gente, que sólo querían lo mejor para mí, sin saber que sólo una cosa anhelaba con este cuentagotas insoportable. Tú. Tú y yo abrazados en nuestra tontería insensata de amantes, observando las ranas posadas en los estanques ¿Es tan difícil? ¿Es tan complicado lograr que te dejen en paz? ¿que tu rostro deje ya de ser un rostro maldito y sólo sea el de la bondad que yo veo? Lo dejaría todo por ti, mi vida y mis semejantes, sólo tú lo sabes. Dejaría mi cordura y mis ambiciones, lo sabes. Dejaría una casa por arrullarme en una manta junto a ti, y bebería leche de una lata mientras conduces rápido, para que no nos alcancen jamás. Y quizá tengan razón, quizá no sea más que una ciega locura ¿Quién soy yo para desafiar a la Iglesia y al Estado si están en tu contra? No sé nada, no quiero saber nada. Seré una ignorante junto a tu cuerpo herido, pero será ese hermoso agujero de bala lo último que vean mis ojos, para siempre. Y seré feliz entonces...

domingo, 14 de octubre de 2018

Rincón del freak #325: Vicios y virtudes del aceite de palma



El aceite de palma, ustedes saben, está suscitando encendidos debates allá por donde uno pone un programa de esos que ahora se llaman "de investigación". Son unos programas en los que la conductora pone voz dodecafónica y cara de estreñimiento con signos de mejora, y donde salen escáneres cameronianos, pero uno sigue sin entender gran cosa excepto que el aceite de palma es mu malo y mu dañino... o no, váyase usted a saber, porque yo lo veo en todas las tiendas. El caso es que el aceite de palma sirve para que economías tan frágiles y desiguales no se vayan al garete, como es el caso de Indonesia o Malasia, pero a costa de nuestros cáncerers del primer mundo, que serán mejores que las malarias del tercero. Estoy por mudarme al segundo, en el que no se conocen enfermedades ni alimentos insalubres, pero mientras tanto me voy tragando artefactos de la cosa esa del Netflix, que nos la cuela igual que se la cuelan a ellos. Yo mantengo la teoría de que Netflix está comandado por panolis que beben leche de anacardo y comen zanahorias heladas, y que deben saber de cine lo mismo que yo de bionutrición, con lo que internarse en su catálogo ofrece la posibilidad de navegar por un sargazal beduino y constricforme, con interesantes rarezas de Sundance, pero también con gilipolleces sumarias como I AM THE PRETTY THING THAT LIVES IN THE HOUSE, kilométrico título para milimétrica trama, y no por su precisión, sino por lo ínfimo de su desarrollo. Hundidos hasta las canillas en la fiebre de las casas encantadas (otra fiebre), parece que todo vale, incluso una tontería como ésta, en la que puedo constatar uno de los peores trabajos de fotografía del decenio y algunas interpretaciones insoportables, como la de la histriónica Ruth Wilson. Es posible que el director tuviese algo muy importante que revelarnos, pero seguiremos esperándolo mientras el aceite de palma no se introduzca definitivamente en la cocina de diseño... Que dios o quien sea nos coja confesados...
Saludos.

sábado, 13 de octubre de 2018

Los nuevos mártires



Los mártires no existen, excepto en la misma idealización que se pueda hacer de una figura. Se nos puede convencer, con la misma convicción que alguien defiende sus ideales hasta la muerte, de que la dignidad vencerá algún día, y que lo hará de la mano de estos héroes anónimos que no ganan títulos ni batallas, sino que superan el infierno del día a día sin desearle ningún mal a nadie. Del mismo modo, nadie hubiera apostado por una Palma de Oro para Ken Loach en 2016, pero supongo que de entre la idiosincrática maraña de trucos y acrobacias de nuevo cuño, a alguien se le debió encender la bombilla y reconocer que I, DANIEL BLAKE era, si no una gran película, una película terriblemente necesaria justo ahora, y yo soy de los que opina que es un valor añadido que un film conecte y dialogue con su propio tiempo. Loach es Loach, y Laverty es Laverty, lo sabemos, porque no ha cambiado en décadas y no lo va a hacer ahora, pero sí que parece que el viejo maestro ha decidido no abandonarnos a nuestra suerte y regalarnos un penúltimo trozo de aliento a quienes aún creemos en que la solución a nuestros problemas está en nosotros mismos; no en los miserables libritos de autoayuda, ni en las recetas milagreras de desalmados, sino en simplemente escuchar con sinceridad y atención a quien reclama nuestra ayuda y apoyo. Un gesto muy cristiano, que dirán muchos apuntándose inmediatamente al carro, pero que en este caso no necesita dogmas de fe, sino un sentido de voluntad digno. Daniel es un carpintero que sufre una dolencia cardíaca que podría costarle la vida, pero el maravilloso estado capitalista le exige que busque empleo para no perder su subsidio. Creo que con esta pequeña frase uno puede ahorrarse cualquier tipo de consideración, sea artística, moral o de lo que sea, porque, insisto, Ken Loach lo ha vuelto a hacer cuando nadie lo esperaba, quizá porque los problemas reales de la gente no desaparecen con una capa de barniz de ese de última generación. Sí, es conductista, panfletaria y sentimentaloide a no poder más, pero es puro cine, como se hacía mucho antes de que nos empezaran a vender más motos de las que necesitamos.
Brutal.
Saludos.

viernes, 12 de octubre de 2018

Una pequeña gran aventura



I DON'T FEEL AT HOME IN THIS WORLD ANYMORE fue la gran vencedora en Sundance el año pasado, y supuestamente revelaba al nuevo gran talento de todas las temporadas. Supuestamente. Primero, porque Macon Blair no es ya un desconocido en estas lides, aunque éste sea su debut en la dirección, ya que ha sido el complemento perfecto para Jeremy Saulnier en todos sus films, y a Saulnier lo hemos ido consagrando poco a poco sin reparar en la aportación de Blair. Y hay mucho de BLUE RUIN y GREEN ROOM en este a veces desquiciado y a veces desnortado semithriller (permítanmelo) de andar por casa, que espera pacientemente a desmadrarse y mientras tanto reconforta en su cáustica presentación de personajes, a cual más extraño e inclasificable. Creo que la película tiene un gran acierto y un gran fallo, lo que la deja en un aseado lugar sin demasiados sobresaltos y sí con un desarrollo argumental bastante claro para este tipo de cine. El punto negativo es, no puede ser de otra manera, que no logro discernir dónde acaba Saulnier y empieza Blair, y eso es chungo, porque te puedes parecer a un director al que ni has rozado, pero no a la uña de tu carne. En otro orden de cosas, si son de los que orgasman mezclando a Tarantino con Kevin Smith seguro que van a pasar una hora y media la mar de entretenida, incluso tratándose de un producto auspiciuado por Netflix, aunque no lo parezca. Y puede que les pase algo muy extraño, acabar enamorados, como yo, de una magnífica actriz, la neozelandesa Melanie Lynskey, a la que descubrimos hace ya algunos años en aquellas CRIATURAS CELESTIALES... ¿Se acuerdan?...
Entretenida, pero debe marcar un cambio de rumbo o terminará ahí.
Saludos.

jueves, 11 de octubre de 2018

Clément de pleno #4



Está costando, pero volvemos con el maestro Clément, y para reseñar la primera de sus grandes obras maestras. LES MAUDITS es una película insoslayablemente adelantada a su tiempo, que se atrevía a diseñar una asfixiante trama de intriga en el reducido marco de un submarino alemán, justo antes de que la Segunda Guerra Mundial toque a su fin. A bordo se encuentra un variopinto grupo de personajes, la mayoría huyendo de lo que intuyen que es el final del ejército nazi, y entre los que se incluye un médico francés, con la intención de usarlo como la moneda de cambio que les permita huir a Sudamérica. Además de los oficiales nazis, también viaja gente de lo más ambiguo; colaboracionistas franceses, noruegos, fascistas italianos y demás calaña, dispuestos a vender a quien sea con tal de sobrevivir y escapar. El espléndido guion, firmado por Jacques Rémy, Henri Jeanson y el propio Clément, enhebra un complicado entramado en torno a la superlativa figura del médico, capaz de volver a sus captores contra ellos mismos y dotado de una precisión mental que prácticamente es capaz de llevar el rumbo del submarino hasta el lugar menos indicado para sus intereses. Un clásico de esos que marcan época por muchos motivos, por la modernidad de su engranaje narrativo, por la audacia de su puesta en escena y por el estupendo uso de unas imágenes de archivo que por la cercanía (el film es de 1947) se ensamblan a la perfección para construir una película inolvidable, y a la que merece la pena volver de vez en cuando para no olvidar el brío de los buenos relatos bélicos.
Saludos.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Las entrañas del asesino



I AM NOT A SERIAL KILLER también se presentó en Sitges hace un par de años, recibiendo un aplauso bastante unánime y descubriendo al irlandés Billy O'Brien como un director con cierto talento, teniendo en cuenta una trayectoria apenas salvable de lo mediocre. O'Brien adapta la novela de Dan Wells intentando captar el ambiente frío y malsano de la pequeña ciudad en la que se suceden unos crímenes imposibles de resolver, hasta que el joven John Cleaver descubre al autor e inicia una especie de caza al cazador. El punto fuerte es la personalidad del propio Cleaver, diagnosticado como sociópata y obsesionado con la muerte, a la que tiene excepcionalmente cerca por el negocio familiar, la morgue local, regentada por su madre. La tensión creada por este juego del gato y el ratón es lo mejor del film, mientras la credibilidad (y un apabullante Christopher Lloyd) aguanta, pero una serie de decisiones incomprensibles (ese desenlace, por dios) la dejan en una cinta no tan brillante como se la supone, que se hace demasiado larga y que al final parece un remedo/refrito de otras bastante mejores, con un mayor sentido de la crueldad y del humor, lo que se echa en falta entre tanta circunspección que huele a impostada.
Curiosa, sin más.
Saludos.

martes, 9 de octubre de 2018

Run for your life



A estas alturas, hablar del género zombie como algo novedoso roza lo pedante y pretendidamente moderno, pero de vez en cuando hay algun film que consigue convencer sin salirse de los parámetros más clásicos (¡Clásicos!) de la epopeya de los no muertos. I AM A HERO se presentó en Sitges hace unos tres años como de puntillas, camuflada entre un montón de propuestas similares y tan sólo avalada por el enorme éxito que tuvo el manga original de Kengo Hanazawa, en el que estaba basado. El público la eligió como una de sus favoritas, extasiado por la macarra mezcla de gore intransigente, comedia nerd y reflexión política, que ya es mucho más de lo que la mayoría de este tipo de películas es capaz de ofrecer más allá de un trailer interesante. El film comienza presentando a Hideo, un asistente gráfico de manga bastante pusilánime, que ganó un premio 15 años atrás pero cuya falta de espíritu lo ha relegado a un oscuro puesto casi de "negro", que apenas le da para sobrevivir. Su novia lo echa de casa por incompetente y se queda en la calle con su frustración y una escopeta de caza, afición extraña, por cuanto Hideo es un tipo de lo más pacífico. Y todo justo cuando estalla un apocalipsis zombie provocado por un misterioso componente, el ZQN, que prácticamente resetea a la gente hasta un punto fijo, del que ya no salen si no es para repartir mordiscos a todo hijo de vecino. Así contada tampoco parece nada fuera de lo común, pero la película contiene varios momentos descacharrantes, una primera media hora trepidante (atención a los planos secuencia) y unos zombies tan terroríficos como hasta divertidos. Algo así sólo podía salir de Japón, está claro...
Saludos.

lunes, 8 de octubre de 2018

Retrato del artista maduro



DAVID LYNCH: THE ART LIFE se puede resumir en apenas un par de líneas, que vendrían a decir que Lynch siempre ha sido un hombre y un artista sumamente hermético, tan fascinante como irritante, y que si su visión artística ya es de por sí retorcida, asistir a su propia concepción de la existencia, y más concretamente la suya, puede pasmar al más pintado. Porque si no habláramos de Palmas de Oro y esas cosas, a los diez minutos podríamos estar dándole la razón a los padres de Lynch, que se opusieron en todo momento a su actividad artística y siempre le animaron a buscar un trabajo decente. El discurso de Lynch, sobre el que está asentado todo el film, se centra básicamente en su infancia y juventud, en su obsesión por ser pintor y por el casual y tardío descubrimiento del cine (cuadros en movimiento y con sonido, según sus propias palabras) como expresión artística. Este pausado documental en primerísima persona puede ser muy aburrido si nunca te ha interesado el cine de Lynch, pero muy revelador a la hora de intentar indagar en los motivos fundamentales de su visión, el porqué de que lo que para muchos es decadencia, herrumbre y enfermedad, en su caso es, quizá, el único resquicio luminoso, la única salida de la locura de los cuerdos hacia la lucidez de quienes no piensan como la mayoría.
Saludos.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Bisutería fina



KINGSMAN: THE GOLDEN CIRCLE pretendía ingresar en el dudoso Olimpo de las secuelas ilustres, vueltas de tuerca o qué sé yo que se le pasa hoy día por la imaginación a un guionista asalariado, que es en lo que se está convirtiendo poco a poco Matthew Vaughn una vez constatada su notoria falta de personalidad. El film no cuenta absolutamente nada que no hiciera su predecesora, y tanto sus juegos malabares en lo visual como su supuesta socarronería en lo verbal provienen en su totalidad de lo impuesto en el original, que no necesitaba este empacho de ardides camp, gamberrismo controlado y frituras más recocidas que un filete ruso. La jugada queda clara desde el principio, y Vaughn no oculta el subsecuente desfile de celebridades, que es otro invento posmoderno para tapar goteras. Por aquí pasan Julianne Moore (insoportable), Jeff Bridges (anecdótico), Channing Tatum (???????), Halle Berry (lo juro, sale fea) y finalmente Elton John haciendo acrobacias en el aire, que más que un homenaje ni siquiera llega a parodia, y me parece más un chiste malo explicado en el silencio de la multitud. Y, ojo, no me parece una película terrible ni insalvable, porque reconozco su audiencia, para la que precisamente está diseñada, pero hay algo que no me permite excluirl de la mediocridad más rampante, algo a lo que desgraciadamente nos ha acostumbrado el stablishment.
Se ve, se olvida y a otra cosa, poco más.
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!