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viernes, 22 de octubre de 2021

Little Torino


 

Hay dos pulsiones exageradamente contrapuestas en una película como STILLWATER, quizá más. Pugnan por salir, yuxtaponerse, abarcar la totalidad de la historia, anular la una a la otra, hacerse visible como un destructivo vampiro lo haría, aun a riesgo de arrasar con toda credibilidad. Tom McCarthy es un excepcional director de actores, lo lleva demostrando desde aquella maravillosa y algo lejana THE STATION AGENT, que sirvió, entre otras cosas, para que el mundo supiera de la existencia de Peter Dinklage, un gran actor. La proeza de McCarthy en su última película es, asimismo, convertir a Matt Damon en una especie de "gran descubrimiento", como si fuese la primera vez que vemos en pantalla a esta superestrella, y eso habla muy bien de ambos, actor y director. Pero hay más. STILLWATER parece un drama carcelario, una historia de superación personal o el retrato desajustado de toda una sociedad encarnada en la muy eastwoodiana interpretación de Damon, summum de los cuerpos extraños trasplantados a la fuerza a un entorno en el que se mueven pesadamente, pero con la determinación de sus convicciones. Si elegimos el drama de este padre coraje, hay una sensación latente de vergüenza ajena, pero son casi dos horas y media en las que cabe otra película muy diferente, bastante mejor, la que narra la estadía de ese hombre directamente incrustado desde Oklahoma a Marsella. Esa es la la historia que debería haber prevalecido, y que me juego algo a que es aportación de un estupendo guionista como es Thomas Bidegain, y donde reconozco deslumbrantes destellos de la soberbia LES COWBOYS, con la que este film comparte muchos lazos afectivos. Es, en definitiva, una especie de cruce improbable entre MISSING, UN PROFETA y GRAN TORINO, y esa es una proeza que pocos directores pueden solventar sin que se note la impostura. Pero ojo, porque si nos olvidamos de esta maraña de referencias, STILLWATER es, al fin y al cabo, una película bastante entretenida, y que apenas pierde rumbo cuando se quiere poner solemne, mientras que se eleva poderosamente a través de algunos diálogos hermosamente hieráticos.
Se puede ver, e incluso se debe ver.
Saludos.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Para qué esperar



Ustedes saben (y si no, lo recuerdo) que aquí servidor es ateo, y no sólo de boquilla o postureo, sino que aprovecho cualquier oportunidad para arremeter contra esa imparable máquina de imbéciles que es la Iglesia (y detrás pónganle lo que quieran [yo les pondría grilletes, pero no es posible]). Así que SPOTLIGHT debería entusiasmarme, pero no lo hace; aun así, se trata de una película correcta, bien ejecutada, con buenos actores y una intención y vocación magníficas. SPOTLIGHT ha ganado el oscar a mejor película, así que debería haberla pospuesto un poco más, hasta el final, pero no he encontrado la razón para ello.
De Thomas McCarthy, su director, me entusiasmó THE STATION AGENT, su ópera prima, y me encandiló THE VISITOR; luego hizo dos películas bastante prescindibles, justo antes de descolgarse con un film de formas clásicas, que lleva descaradamente a Clint Eastwood, quizá Lumet... pero sin el genio ni la inventiva de ambos. Quizá no sea justa esta desmesurada comparativa, pero si le han dado el premio gordo no es menos justo traer nombres ilustres, aunque a McCarthy le queden eones de oficio para solventar el gran problema de este alegato a favor del periodismo de investigación, esa puta barata de las redacciones... SPOTLIGHT no de desata en ningún momento, prefiere una a veces incómoda rigidez formal para que la narración sea todo lo clara que demandan los repugnantes hechos que cuenta y denuncia. Así, por un lado está esa gratificante sensación de justicia, que no sirve para nada, pero que al menos ayuda a entender la miserable postura de los lobos con piel de cordero que miraban para otro lado y aún hoy siguen en su inmovilismo hipócrita, que es lo que siempre han sido. Pero no es suficiente, ya que también hay una película, y ésta podría pasar por un excelente episodio piloto de la HBO, pero como "cine con mayúsculas" (comprendan las comillas) es apenas un ejemplo rutinario de eficacia funcional, y esto se entiende con su carácter incomprensiblemente "episódico", que usa incluso el viejo juego de los emparejamientos (cada periodista tiene sus personajes-réplica, y nunca los de otro), además de una avejentada partitura a cargo de un Howard Shore irreconocible. Pero en fin, al menos redime a Keaton y confirma el talento de Ruffalo. Si quieren más, no esperen a los oscar...
Saludos.


sábado, 9 de mayo de 2009

Y todo pasa tan deprisa...

Hoy les voy a recomendar vivamente una película, después de verla tendrán la sensación de haber hecho algo bien.
Ya dije en su momento (y esto es un clásico que se repite cada año) que los oscar se habían convertido, otra vez, más que en un certamen en un absurdo muestrario de perdedores de lujo. Por ejemplo, me mantengo en la opinión de que no se hizo el año pasado nada por encima de WALL-E o que lo de Heath Ledger por un papel con la cara pintada me parecía excesivo aunque inevitable. Y luego estaba Richard Jenkins.
A Jenkins le recuerdan, sobre todo, los pocos fans (yo no me incluyo) de A DOS METROS BAJO TIERRA; a excepción de ello, y en espera de un próximo reconocimiento, su currículum, sin llegar a ser mediocre sí que deja bastante indiferente, compuesto en su mayoría por títulos comerciales. En dichos títulos podemos establecer una curiosa similitud entre esa interminable lista de tipos grises, de mediana edad, sin atractivo físico, con un punto amargo y la magistral interpretación que eleva THE VISITOR hasta un punto que probablemente Tom McCarthy, su director, ni se esperaba. THE VISITOR no toma el pelo con un discurso paternalista tipo "¡Qué malos son los liberales! ¡Qué buenos son los inmigrantes ilegales, aunque acaben expulsándolos!". No. THE VISITOR es, sobre todo, una lúcida reflexión acerca de la verdadera valentía; no la falsa valentía a la que tan mal nos ha acostumbrado Hollywood, donde cualquiera empuña una pistola y salta de un helicóptero. Aquí, la valentía es la asunción por parte de un tipo que "lo tiene todo hecho" de que realmente ¡REALMENTE! no ha hecho nada; y que el tiempo se acaba; y que sólo hay un camino: ayudar a quien realmente lo necesita; y que lo único que de verdad nos asusta son nuestros propios sentimientos; y que la imagen de un tipo sin gracia ni estilo tocando el djembé en el metro te humedece los ojos porque aún queda algo de magia en el cine...
Hermosísima.
Saludos con el ritmo en el cuerpo.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

En guerra y soledad

¿Qué nos hace diferentes? ¿Qué nos hace similares? ¿Quién es diferente de quién? ¿Qué es ser diferente? Y sobre todo ¿quién decide esto?
Esta es la no-historia de Finbar McBride, que mide apenas un metro. Lo maravilloso de THE STATION AGENT es cómo intenta por todos los medios, casi desesperadamente (y lo consigue), describirnos a Finbar de manera que al poco tiempo ya no nos importe que sea un enano. Es mucho más cuerdo, independiente, responsable e inteligente que los "tipos" que va encontrando en el apartado sitio al que se va a vivir tras la defunción del regente de la tienda de maquetas donde trabajaba. Todo el mundo es sospechosamente solícito al principio, mientras que Finbar sólo quiere estar tranquilo, y piensan que el hecho de ser enano significa que seas una especie de niño desvalido, o algo así. Al final, son esos personajes satélites los que, irremediablemente, irán confesándole al ya algo harto Finbar sus miedos y miserias, empezándose así un hilo de camaradería que dota de una especial sustancia las inicialmente frías imágenes del film. La película es el típico producto made for Sundance, que no defraudará al cinéfilo acostumbrado a este tipo de trabajos; pero creo que merecen una mención aparte las soberbias interpretaciones de Peter Dinklage, la estupenda Patricia Clarkson en un difícil papel repleto de matices y Bobby Cannavale como un hilarante vendedor de hot dogs que en realidad es un mago de la cocina. De esto se vale la película para hacernos vibrar, de que sus pocos personajes son absolutamente tridimensionales y que esto nunca les permite caer en la autoparodia. Luces y sombras para una historia agridulce, de escaso presupuesto, de las que de vez en cuando nos hace creer de nuevo en el cine.
Saludos desde la estación.
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!