
Esto es relativamente triste, pero López Vázquez, entre sus más de doscientos trabajos, nos dejó algunas obras maestras de nuestro cine; y uno de esos títulos fue la incursión, de la mano también del gran Rafael Azcona, del italiano Marco Ferreri en una serie de films de ácida catadura y valiente crítica a un sistema cerrado en sí mismo, a una sociedad aquejada de una imposible apoplejía moral. Y no crean que han cambiado mucho las cosas, no; cincuenta años justos contemplan a este cuento terrible, de sonrisa congelada, que fue, es y será siempre EL PISITO; las mismas miserias entonces que las padecidas ahora por tantísima gente, incapaz siquiera de un proyecto de vida modesto, rodeados por la especulación y la avaricia, alimentando (sirviendo de carnaza más bien) a un monstruo insaciable que se disfraza de progreso y bienestar ¿Puede concebirse mayor horror?
EL PISITO cuenta la triste historia de Rodolfo y Petrita, que llevan doce años de novios, como debe ser, pero les resulta imposible encontrar un piso de esos modernos para irse a vivir. La solución ideada por Azcona es de una amargura y mordacidad que lacera al más pintado: Rodolfo no tiene más remedio que casarse con su anciana casera, que le tiene ¡realquilado!, con el fin de esperar la supuesta muerte de la misma y heredar el alquiler del inmueble. Retorcido y simple al mismo tiempo; una negrísima crónica de una España, la de entonces, que parece seguir regida por los mismos miserables procedimientos.
A todo esto, el trabajo desplegado por José Luis López Vázquez no sólo es de los que debía marcar una época, sino que sirvió como carta de honores de, insisto y no me cansaré de repetirlo, uno de los actores más grandes de la historia del cine de todos los tiempos y todos los lugares.
Saludos hipotecados.