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jueves, 21 de abril de 2016
En un país de imbéciles...
Cada día que pasa estoy más convencido de que me ha tocado vivir en un país que morirá de satisfacción, rodeado de las sobras y mirando con orgullo el pan de oro sin brillo y las banderas raídas. Es ahora porque ahora es ahora, pero en España esto ocurre desde siempre, y no va a cambiar. Luis Miñarro se sirve del insólito y fugaz reinado de Amadeo de Saboya, que en 1870 intentó (muchas, muchas risas...) transformar España a eso que en Europa se llama un país ilustrado, para terminar dando un parte lúcido y consecuente de cómo estamos 146 años después, que es exactamente igual. Si uno se mete con la iglesia se va al carajo; si no lo haces y la favoreces tendrás inmunidad para lo que te plazca, por mezquino que sea. Si uno encuentra alegría en que los niños no se aborreguen y entiendan desde pequeños que hay vida más allá del iPhone te mirarán raro; si por el contrario fomentas la ignorancia para evitar que una generación se dé cuenta de que la están explotando, te harán estatuas montado a caballo. Y STELLA CADENTE es eso, una redacción en tono resignado de un país reducido a la mínima expresión de una corte de locos viciosos a los que les importa un carajo si la gente normal está viva o ha reventado en trabajos cada vez más esclavistas. Y todo para mantener su estatus, que más allá de económico lo es como posición de fortaleza e insignia de unos valores arcanos e indescifrables. Y lo más significativo de todo es que el 95% de españoles que ha visto esta película no entiende por qué el atrevido tratamiento de Miñarro, cómo no se le habrá ocurrido contribuir a la interminable lista de hagiográficas teleseries de bovino desarrollo y porcina resolución. Es decir: un imbécil siempre será esclavo de sus palabras por la falta de costumbre...
Véanla, a lo mejor se enteran de por qué llevamos cuatro meses sin gobierno.
Saludos.
sábado, 30 de abril de 2011
Respiros de España
Eddie Saeta es la productora más inconformista, arriesgada e interesante de nuestro país; al frente está Luis Miñarro, que también ha querido dejar constancia de sus pensamientos e inquietudes tras la cámara, aunque esto no es del todo exacto en un film tan singular como FAMILYSTRIP, pues Miñarro practica más bien un desnudo ejercicio de exorcismo familiar/vital en el puro alambre. El productor, tan acostumbrado a lidiar con intereses y deseos del artista, deja que sea el espectador quien reconstruya, quien imagine todo un mundo de posibilidades narrativas de la manera más sencilla: el relato oral. Relato, en este caso, fiado en casi su totalidad a la impagable memoria de sus padres, sentados uno junto al otro con la excusa de la realización de un retrato, mientras van desgranando con desparpajo los duros tiempos que les tocó vivir en su juventud, con motivo, fundamentalmente, de la Guerra Civil. Esto sirve a Miñarro para elaborar un estimulante ¿documental? metacinematográfico que se nutre de sí mismo para mutar de una cosa a otra, de los chascarrillos sexuales de la represión franquista a los asesinatos silenciados, de las fobias íntimas hasta desembocar en una inesperada y demoledora dedicatoria a un (otro) personaje en el que no repararemos hasta ese momento. Y Miñarro mismo como paciente cohesionante de cada vertiente, cada pedazo de historia condenado, si no, a la extinción más irremediable. Una hermosa y dura apuesta de cine original y nada complaciente, eso es FAMILYSTRIP, en España y en cualquier sitio, pero sobre todo en España.
Saludos familiares.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
¡Cuidao con mis primos!