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domingo, 23 de diciembre de 2018

Rincón del freak #335: La potencia sin control no sirve de nada



Es una pena encontrarte con una película de género, por episodios y que apenas sobrepasa la hora y media, y estar pendiente del reloj como si estuviésemos viendo un culebrón de los interminables. GERMAN ANGST es un curioso artefacto que se queda en lo curioso prácticamente desde el principio. Un proyecto a tres bandas, pero ideado por el joven director polaco Michal Kosakowski, que seguramente partía de una idea ambiciosa, empezando por poder trabajar junto a dos leyendas del ultragore teutón, como son Jörg Buttgereit y Andreas Marschall. Primero por lo conceptual de la premisa: "Tres historias de amor, muerte y sexo en Berlín". Que no suena nada mal, pero que se va diluyendo hasta dejar tres brochazos sin ningún tipo de hilo conductor entre ellos. El primero ya es algo, ya que Buttgereit hace de las suyas y entrega un sequísimo (no confundir con depurado) ejercicio de desmembramientos sin apenas más explicaciones que las correspondencias entre una cobaya y un ser humano. Lo hemos visto ya demasiadas veces. Algo más prometedor es el episodio central, con una pareja de sordomudos que se cuentan una vieja historia alrededor de un extraño medallón, que le salvó la vida a una campesina polaca del exterminio nazi. Daba para mucho más, porque lo que sigue es un torture porn en toda regla, con un final que además pretende ser incendiario por lo incorrecto, pero que queda bastante ridículo. Y al final, el segmento dirigido por Marschall, al que no ceso de recomendarle el centrarse en lo visual y dejar el resto en manos de un buen guionista. Una especie de mezcla entre el mito de la vagina dentata, un vistazo al Zweig de "Relato soñado" y mucho más de la estética de los videos de Rammstein... Mucha parafernalia para una historia raquítica en lo argumental. En definitiva, mucha viscera y pintura acrílica, pero nulo interés por parte de tres cineastas que si no han agotado su discurso, deben estar cerca de hacerlo.
Saludos.

lunes, 19 de abril de 2010

Tinta y media

A veces ocurre que, con el ajetreo, las incompatibilidades y demás, nos encontramos con que hemos visto un montón de cine al que nos cuesta una enormidad dar sentido y curso, no digamos ya el poner en pie una crítica más o menos coherente.
Hace ya un tiempo vi una extraña película alemana llamada TEARS OF KALI, un subproducto aparentemente convulso y novedoso, y que no pasaba de ser un telefilm un poco macabro, con efectos de saldo, un guión tan pretencioso como ingenuo y lo que a mí me cansa cada vez más del cine alemán más reciente: la chulería, bastante risible, de "a ver quién la dice más gorda".
Aquí, y tampoco es que tenga mayor relevancia, hay una serie de dieciochescas advertencias sobre lo malitas que son las sectas religiosas, que te abducen y hacen lo que quieren contigo. A través de tres o cuatro episodios (no me acuerdo, lo juro), hay una especie de mamoneo pseudosatánico, donde hay tipos que te manipulan a su antojo y te convierten en pelele sin pasar por una ETT... El problema de todo esto es que lo único que vemos es esto, así que no hay intención alguna, ni doble ni simple, ni tampoco se usa un argumento de cierta ambigüedad que dote al raquítico relato de algo de entidad; el mal rollo viene dado por la hemoglobina y las caras de susto, pero esas son cosas que a estas alturas deberían ir acompañadas con un mínimo discurso, porque se corre el riesgo de caer en el cajón más irrelevante del dvdstore y quedar allí para siempre.
Así pues, acabo esta insustancial reseña advirtiéndoles de que su bolsillo corre peligro de ser atracado una vez más... ¡pero no lo permitiremos mientras quede un gramo de sentido común!
Saludines...
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!