sábado, 26 de diciembre de 2015

El genio en calzoncillos



Podría parecer una broma. Una provocación, o una llamada al gamberrismo más inocuo. Ver a Picasso, con el torso desnudo y apenas unos calzones y unas sandalias, con el gesto relajado y epartiendo con el propio Clouzot y Claude Renoir, su director de fotografía. Pretenden filmar al pintor en pleno proceso creativo, improvisando. Vemos los trazos, la pantalla se convierte en lienzo. Líneas, colores, formas. Parece fácil. De hecho, mi hija estaba extasiada, porque pensaba que aquello lo iba haciendo un niño de su edad; y sabemos que el propio Picasso declaraba que todo su arte no era más que una búsqueda enfermiza de la infantilización. Es el arte en primera persona, el proceso creativo mostrado en crudo. También es la maravillosa facilidad del artista para despojarse de toda gravedad y ejercitar la inmersión de sus sentidos más primarios. Única e insólita sesenta años después, LE MYSTÈRE PICASSO es, probablemente, el tratado más valioso que el cine ha ofrecido a la humanidad, a los curiosos que se preguntaban cómo se hacía... A los niños...
Y uno se queda sin palabras...
Saludos.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Hermosura y sordidez




Dicen los entendidos que Max Öphuls llevaría a la pantalla MONTPARNASSE 19, un nada complaciente, oscurísimo de hecho, retrato de Amedeo Modigliani en sus últimos meses de vida. Mi teoría es que habríamos visto un film completamente diferente, no sé si mejor o peor, pero en este caso, teniendo en cuenta el personaje, me parece que la insobornable y honesta mirada de Jacques Becker le vino como anillo al dedo para acabar produciendo una de las películas que más acertadamente ha captado el mundo interior de un artista. Y qué poco tiene que ver precisamente con la que comentábamos ayer; comenzando por su protagonista, un Gérard Philipe que parece aunar todas las desgracias y las tristezas del mundo en su angustiado rostro, más cercano al de una madonna que a un bohemio. Este Modigliani no ha venido para ponerse claveles entre los dientes, es un vagabundo que sólo puede ofrecerle la lluvia a su amada y que prefiere mendigar a cinco francos el boceto antes que prostituirse ante un millonario americano que compra cuadros como ganado. Así, no sólo tocamos la superficie descarnada del corazón del pintor, también somos testigos, sutil, imperceptiblemente, de cómo el mercadeo indiscriminado convirtió a los artistas en esclavos de lo funcionarial; Modigliani eligió morirse miserable e ignoto, y con su cadáver aún caliente los buitres asaltaron su obra para revenderla millonariamente. Becker, maestro de la concisión y economía narrativa, no da pistas sobre qué deriva adoptará en el tramo final; sorprendentemente, no opta por la truculencia física ni exacerba el sacrificio de Jeanne Hébuterne, e incluso relega a la enigmática Anouk Aimée a un rol meramente testimonial. En lugar de ello, la conclusión de MONTPARNASSE 19 es desoladora: el buitre, que ha esperado pacientemente la caída del artista, incluso lo lleva tranquilamente al hospital, sabe que no hay nada que hacer, mira su reloj y se dirige al domicilio del ya eterno mártir... Pero qué importa la eternidad al lado de un jugoso copyright... ¿no?...
Esto, creo, le hubiese sido mucho más difícil de energizar a Öphuls.
Saludos.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Malas costumbres



Si una película pretende hablar sobre un artista exponencialmente, lo menos que puede hacer su director es aportar un mínimo de confluencias entre la mirada propia y la de ese artista, que será más importante en tanto que ambos se busquen y encuentren a lo largo de dicho periplo. Esto es más o menos lo que ocurre en el desvaído y alocado biopic que el escocés Mick Davis dedicó a Modigliani, aunque más bien parecería dedicado a Andy Garcia, un actor tan enamorado de sí mismo que a veces olvida que interpreta a gente más interesante que él. MODIGLIANI insinúa que ya lo sabemos todo sobre el bohemio enfrentado contra las convenciones, así que desiste de mostrarnos nada más y su larguísimo metraje se reconoce a través de dos pilares rotundos: la irracional e instintiva animadversión entre el pintor italiano y un Picasso "engordado" para la ocasión y la tormentosa historia de amor con la longilínea Jeanne Hébuterne. Lamentablemente, ninguna de las dos funciona como es debido, y Davis parece incapaz de separarse de Garcia, extrañamente saludable y pizpireto. No sé si es más error de casting o simple incapacidad del director, pero MODIGLIANI no ha pasado a la historia como retrato definitivo o definitorio, sino como un lánguido tratado de malas costumbres según el tamiz impuesto (y es el nombre que acude inmediatamente) por un tal Baz Luhrmann...
A olvidar.
Saludos.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

España, animal abierto en canal



A quien le quepa de alguna forma aún la duda, pocas imágenes tan icónicas, rotundas y esclarecedoras para establecer la auténtica identidad de un país sin identidad, o con muchas identidades, o una identidad más que un país. La imagen es la que abre GOYA EN BURDEOS, en mi opinión una de las mejores películas de Carlos Saura (del más reciente, al menos) y la impagable posibilidad de ver al maestro aragonés desde la perspectiva de otro, verbigracia de un Paco Rabal en estado de trance, sin interpretar, más bien traspasado de un espíritu e inmortalizado desde entonces como el único Goya posible. Y me da igual que la película haga aguas cuando se pone discursiva (el gran mal de siempre de Saura), o cuando se centra en los recuerdos del pintor, casi obligadamente para nalguear junto a la opípara Maribel Verdú. Eso sobra, pero luego está Rabal/Goya, un titán, con su rostro y su cuerpo destrozados, consumiéndose en una bañera, o bañado en la cera que le gotea desde el alto sombrero-linterna, o cagándose en los muertos de los gabachos mientras deambula en camisón por las calles de Burdeos, o, claro, bailando una jota de otro mundo, enmudecedora porque ya la muerte lo espera sin pasión o consuelo para el hombre, puede que el primero, que vio lo que siempre había sido España, y lo que luego se ha demostrado que es: un trozo de carne que cuelga de un gancho, que ha pasado ya por el cuchillo de carnicero y espera a los subastadores...
Inmensa. Inmenso.
Saludos.

martes, 22 de diciembre de 2015

... y Lucientes



El problema de GOYA'S GHOSTS es que desde su mismo cartel promocional, luego corroborado con el visionado de la propia película, sabamos, intuimos, nos damos cuenta instintivamente de que esto no tiene absolutamente nada que ver con Goya. Ni con España, ni con Carlos IV, ni con Napoleón... Y si me apuran, esto no tiene nada que ver con Europa; y lo digo así de fuerte, igual que al señor Saul Zaentz se la trae al pairo si la Historia fue de una manera u otra. Y, ojo, que soy el primero que abomina del rigor histórico si deviene "rigor mortis" artístico, que para documentales ya existen hasta cadenas temáticas, pero lo que no se puede vender es una mirada a uno de los artistas más poderosos y fascinantes de todos los tiempos, el que cambió para siempre el concepto de "modernidad" en la pintura, cuando lo único que quieres es vender (y escupo la palabra) a los actores del momento (hablamos de 2006): Javier Bardem y Natalie Portman. Que no digo que no se lo curren, ya que son los verdaderos protagonistas de este demencial y caótico portafolios, pero entonces no sé qué diablos pinta un Goya arrinconado hasta la indiferencia, y que además, con la cantidad de actores de carácter que hay tuviesen que echar mano de un sueco, por muy buen actor que sea Stellan Skarsgard... Y eso que ni siquiera quiero mojarme con la vergüenza ajena que tuve que soportar escuchando al gran José Luis Gómez zarrapastreando un inglés de Íter-Sopena, aunque lo divertido es comprobar que a Unax Ugalde en inglés... ¡tampoco se le entiende nada!... En fin, que esto no es sobre Goya, y sólo muy anecdóticamente habla sobre el oficio de pintar, porque todos terminan pintando muy poco...
Saludos.

lunes, 21 de diciembre de 2015

D. W.: El padre del cine #43


En DREAM STREET, de 1921, Griffith exploró (y explotó) las posibilidades de Carol Dempster como no lo había intentado antes. Presentada escuetamente como "un drama cómico", este guion del propio Griffith basado en la novela de Thomas Burke, es un delicioso crisol de géneros, que con la excusa del irresistible sex appeal de su protagonista encontraba las soluciones de perspectiva analizando a sus tres pretendientes. El rufián sin oficio ni beneficio, el joven impetuoso y aventurero o el hombre de pro, que es el único que podría darle una buena vida. Griffith pone las claves para la comedia de enredo clásica hollywoodense y le añade una rebuscada trama policial que incluye a mafiosos orientales y a un misterioso y sombrío tipo con máscara. La fotografía de Hendrik Sartov tiene muchos matices expresionistas, recreando un Londres oscuro y poco amigable, en cuyas calles Griffith filma a Dempster como adelantando a Ingrid Bergman... aunque también parece Katherine Hepburn... o Greta Garbo... Porque hablamos, seguimos hablando de la verdadera construcción de unas identidades que pensábamos que siempre habían estado ahí, pero que sólo se nos han revelado a partir de cierto punto.
Saludos.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Rincón del freak #217: Enfermizas fijaciones y trajes de marineritas



La primera vez tiene su gracia. La segunda ya hastía un poco. Pero si vuelves a ver una película en la que hay un montón de jovencitas niponas, ataviadas con ese horroroso uniforme escolar, y a las que el sádico director de turno, saciando los intereses de su sádico público masculino, procede a decapitar a lo bestia, adornando el encuadre con profusos chorros carmesí... Hombre, pues entonces empieza uno a pensar ya que en Japón, según a qué pirado nos refiramos, a lo mejor lo de las cuatro o cinco películas por año no es por una actividad frenética y estajanovista de unos "creadores" que no pueden parar de producir ideas, sino que hay tres o cuatro cosillas que se van pasando unos a otros... ¿Lo han pensado también?... Sí, eso es: como en el porno. Porque el exceso sin medida deriva peligrosamente hacia la pornografía involuntaria, y si no hace mucho fui sorprendentemente condescendiente con otro trabajo reciente del prolífico Sion Sono, lo que ofrece en RIARU ONIGOKKO (estrenada en Europa con un germánico TAG) es un adiposo montante de soez indiferencia hacia la coherencia. No hay monstruos ni zombis ni nada, no hace falta más que el viento levantando hojas, que es más barato, así el dinero se emplea en lo que de verdad importa: un montón de maniquíes decapitados, sangre acrílica a borbotones y la protagonista enseñando las braguitas mientras corre despavorida de sueño en sueño.
He leído alguna reseña en la que rendidos fans de este inmundo género apuntaba, tras el desopilante visionado en Sitges, que se trata de un sesudo tratado... (atención, planeta Tierra)... ¡Feminista!... Yo es que tengo que estar muy viejo, de verdad...
Saludos.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Cuadros y afiches



Por un lado está el film de Tim Burton; por el otro la obra de Margaret Keane, obsesiva y serial. Por un lado está el fraude mogollónico ideado por Walter Keane, seductor, embaucador, un surfista de los negocios; por el otro la reclusión de Margaret, prácticamente convertida en esclava de una mentira, sin la que, a lo mejor, sus obras nunca hubiesen salido de su cuarto. Sus obras. Obsesivas y seriales. Hay un punto especialmente revelador más o menos a la mitad de BIG EYES, cuando Walter cierra un contrato con Unicef, un inmenso mural, bastante tétrico, repleto de niños de ojos inmensos, como una horda de muertos vivientes descendiendo por una gigantesca escalera; el redactor del Times lo desestima y, de alguna manera, lo pone en su sitio, y a nosotros de paso. Por un lado el (extraño) tono pastel que las películas de Tim Burton han ido adquiriendo poco a poco, y por el otro la inquietante fascinación por una obra, la de Margaret Keane, que no parece tampoco nada del otro mundo ¿De qué se nos habla entonces exactamente en BIG EYES? ¿De la obra? ¿Del fraude? ¿De la megalomanía del incapaz frente a la humildad del creador genuino? Burton no se pone de acuerdo consigo mismo, su apuesta es que nos enamoremos de los cuadros de Margaret Keane, pero olvida que quizá esto no tenga que pasar a toda costa. El resto es un biopic dulzón, tímido, con un estimable trabajo de contención por parte de Amy Adams y un disloque histriónico de Christoph Waltz, al que cada vez parece más difícil encontrarle un papel a su (ancha) medida. Es una película de Burton, tiene su público, pero no olvidemos que esta extraña pareja se enriqueció gracias a la venta de afiches. Ahí alguien menos complaciente hubiese tenido su propio filón.
Saludos.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Una vida en compartimentos



CARAVAGGIO, "el Caravaggio" de Derek Jarman, es una película que ha quedado irremisiblemente antigua. A fuerza de querer ser moderna, rompedora, carismática, de imponer un lenguaje irreverente y anacrónico, cae en su propia trampa, y la debilidad de su discurso queda plasmado en una constante indefinición biográfica, que nos hubiese dado igual haber asistido a las ensoñaciones (bastante queer, por cierto) de un pintor barroco o a los desvaríos de un rockero galardonado con un subidón de anfetas. De todas formas, así era el cine de Jarman, y el que no lo sepa es mejor que se informe antes; era, fue, un cineasta demasiado consciente de sí mismo, de su circunstancia y militancia, como para ensayar cualquier otra cosa que no se ajustara a sus principios éticos y estéticos. Este CARAVAGGIO es, cómo decirlo... enternecedoramente subversivo, como ese amigo que lanza solitarias invectivas desde su habitual rincón de discordia, sin que nadie le preste mucha atención, por supuesto. Jarman ha sido mucho más llevadero cuando disparaba su surreal sentido del humor (el mejor ejemplo, en WITTGENSTEIN) y mezclaba los géneros con habilidad para conjugar su cóctel de irreverencia. Aquí se ve lastrado por una gravedad pictórica que, por ejemplo, el propio Caravaggio rehuyó en sus obras, capaces de plasmar lo terrible y lo jocoso con sencilla naturalidad. Tiene, es cierto, un puñado de interpretaciones interesantes, aunque en exceso estáticas; y junto a aquel olvidado Nigel Terry (sí, el Rey Arturo...), que falleció súbitamente en Abril de este mismo año, Jarman nos descubrió a dos actores muy diferentes entre sí, como el icónico Sean Bean y la portentosa y magnética Tilda Swinton, que iniciaba aquí una larga y fructífera colaboración con el cineasta. No aprenderán mucho sobre Caravaggio, ni sobre su arte, pero hay torsos masculinos lampiños por doquier, y manzanas, y curas con anillos, y camionetas...
Saludos.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Los abismos del alma



A veces, demasiadas, nos resulta complicado hacernos entender acerca de la defensa de la valía de ésta o aquélla obra cinematográfica, primero por intentar hacerlo racionalmente, sin caer en filias innecesarias y más propias de un (por otra parte muy respetable) forofismo futbolero. Me he dado cuenta, por ejemplo, al repasar conjuntamente varias películas que comparten entre sí la figura de un pintor, porque se puede abordar desde múltiples puntos de vista, desde la hagiografía hasta la chanza, pasando por la disección desapasionada o incluso la omisión de dicha figura, sustituida por una puesta en escena que de alguna manera se apropia o incluso vampiriza la obra de dicho artista. Lo que no abunda, fíjense, es la mirada subjetiva, rompedora, bastarda; lo que a un cineasta le cuesta más es dejar de reverenciar y mirar con sus propios ojos, ofrecer al público su propia mirada, precisamente porque eso es lo que el pintor hizo en su momento, y sobre todo para que una obra cinematográfica no termine siendo un mero documental divulgativo. En este sentido, una de las películas más fascinantes que he visto últimamente es el extenso y exhaustivo intrafresco de casi cuatro horas, que el nunca suficientemente reivindicado Peter Watkins realizó, hace ahora cuarenta años, sobre Edvard Munch. Pensada inicialmente como un encargo para la televisión noruega, la película se desborda prácticamente desde su inicio y se erige como un ente propio, de una visualidad impactante y una inventiva muy cercana a cineastas mayores como Rivette o Godard. Watkins consigue algo inaudito, que es aunar el documento minuciosamente divulgativo con una vibrante fisicidad de texturas, replegando el sueño febril de un artista rodeado de sus fantasmas y demonios, pero nunca para el regodeo del cineasta, sino precisamente para intentar esclarecer qué movía a Munch, qué fractura en su vida, de las muchas que tuvo, fue la que lo sumió en una oscura vorágine, que mientras lo pulverizaba como ser humano, paradójicamente abrió su percepción para la realización de sus obras más personales, que son también sus mejores obras. Mientras nos adentramos en la salvaje bohemia escandinava de finales del XIX, se nos retrotrae a la cruel y crucial infancia del futuro pintor; vemos su extrema sensibilidad socavada, su incapacidad para el afecto. Los personajes, traspasados por una especie de vibración invisible, miran constantemente a cámara, como fantasmas que nos ruegan un poco de atención... ¡Esta es mi vida! parece gritar el silencioso Munch. Y ahora la comprendemos mucho mejor. Y también entendemos por qué unas obras son intemporales, indefectiblemente modernas, y otras nunca sabrán qué obra el milagro...
Imprescindible. Obra maestra, si lo prefieren.
Saludos.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

El hombre recluido



Shirley es una mujer a cuyos pensamientos prestamos atención durante cuatro décadas, desde los años treinta hasta los sesenta. No hay nada que la diferencie de cualquiera de nosotros, pero sus pensamientos luchan constantemente por rebelarse contra la rigidez de su sociedad, del rol que como mujer le ha tocado vivir, y que para ella son los verdaderos problemas de la humanidad, y no los grandes conflictos internacionales, que si han servido para algo es precisamente para que no atendamos a la esencia del ser humano. A Shirley la identificamos con esa mujer, casi difuminada en espacios semivacíos, que mira hacia fuera esperando ver algo que aclare su tormenta interior. No hay diferencia entre una persona y la decoración; un cuadro, una mesa, una ventana, tienen la misma textura, la misma materia que esa persona que habita (inhabita más bien) un absurdo espacio interior, que es una seguridad recluida al mismo tiempo que un confort frío. Shirley sueña con ser actriz profesional pero sólo puede mantenerse gracias a su trabajo como secretaria; pronto abandona este sueño (al menos de forma práctica) y es consciente de que su vida no estará al otro lado de los escenarios, sino en la confortable butaca del espectador. Cuando hemos identificado cada aspecto, cuando hemos descifrado mínimamente qué era exactamente lo que pensaba esa mujer absolutamente normal, normalizada, imbricada en su entorno y tipificada hasta hacerla desaparecer en el mismo, caemos en la cuenta de que todos estamos atrapados, de una manera u otra, en un cuadro de Hopper.
Saludos.

martes, 15 de diciembre de 2015

Líneas irregulares



Tenemos dos semanas por delante para hablar de pintores, de pintura. De la pintura en el cine o del cine en la pintura. El porqué es titubeante, y no merece mayor explicación más allá del simple hilado de un puñado de títulos, algunos mejores y otros peores, pero todos con un nexo: la pintura, los pintores.
Y podríamos empezar con cualquiera, pero lo haremos con Jackson Pollock, un pintor que personalmente detesto por mi imperdonable incomprensión hacia su obra, pero que es cierto que tuvo una vida lo suficientemente agitada como para que a alguien se le ocurriera realizar un biopic y aprovecharse del tumulto que se generó durante los años que estuvo activo, que no fueron tantos, pero sí los suficientes como para dejar tras su obra el siempre interesante aura de malditismo. Lo mejor de POLLOCK son sus intérpretes, y muy por encima del resto la impagable pareja protagonista, porque si Ed Harris borda el retrato del artista atormentado, la gran Marcia Gay Harden llega incluso a superarlo en la mayoría de escenas que comparten, que son casi todas. Ella es Lee Krasner, la mujer que se enamoró del artista y renunció a todo, incluso a su propia carrera, para quedarse junto a un ególatra inabordable e inconsecuente, la combinación perfecta para que todos te consideren un genio... La película tiene sus momentos, casi todos buenos, pero ninguno memorable; la música, que parece sacada de un telefilm,  le hace un flaco flavor y resta intensidad al trabajo de los actores. Además, la narración parece deshilvanada, indecisa, sin centrarse demasiado en un aspecto u otro, y los personajes secundarios aparecen y desaparecen a capricho; incluso la parte final, que debería desprender amargura y patetismo, se remata de una forma en exceso convencional, y el film se cierra incomprensiblemente sin que hayamos visto a la antes omnipresente Krasner durante demasiados minutos.
POLLOCK es, parece, la obra de un admirador, aún no demasiado hábil con su ópera prima, pero con apuntes muy interesantes que han quedado como quizá la única forma posible de poner en imágenes el dislocado universo de un pintor que lo rompió todo, incluso su propia vida. No es mala, pero parece mejor de lo que realmente es.
Saludos.

lunes, 14 de diciembre de 2015

D. W.: El padre del cine #42



El último film que comentaremos de 1920 es WAY DOWN EAST, película que remontó económicamente a un depauperado Griffith y le permitió seguir rodando con cierta solvencia y dominio sobre sus siguientes proyectos. Y eso que no fue un film precisamente barato de realizar, ya que exigía trasladar un gigantesco equipo de rodaje a lo largo de cuatro estados, como Nueva York, Vermont, Connecticut y Florida, y sólo la larguísima y mítica secuencia final, rodada en un río helado, supuso un esfuerzo de técnica que no se había visto hasta entonces. La historia se va desarrollando progresivamente y cuenta las dificultades económicas de una familia, cuya hija, desesperada, viaja a Bostón para pedir ayuda a una tía suya que es millonaria, aunque siempre ha renegado de sus parientes pobres. A partir de ahí, el personaje interpretado con convicción por Lillian Gish pasará por unos dientes de sierra brutales, puesto que en principio su bondad y carisma le otorgan una buena posición en la casa de su tía, e incluso conoce a un hombre rico que le promete matrimonio; sin embargo, tras dejarla embarazada la abandona y es ahí cuando empieza su calvario, puesto que es expulsada sin un céntimo, pero esto le hará recapacitar acerca de la hipocresía de la sociedad en la que ha vivido engañada y que no la ha protegido en ningún momento.
Aun en un marco reconociblemente melodramático, Griffith es capaz de enarbolar un discurso feroz contra el irracional puritanismo de su época, ensañado particularmente con las mujeres, que eran ciudadanas de segunda categoría, y es verdad que su discurso desemboca en un innecesario ensalzamiento del matrimonio, pero no era frecuente encontrar en el Hollywood de la época una actitud tan declarada como ésta, y que transporta muchas dudas sobre el tan cacareado conservadurismo de un director que no sólo mostraba su dominio en la técnica, sino también en su rectitud moral.
Como recomendación, y pese a que casi llega a las tres horas de duración, merece la pena aunque sólo sea por el alarde técnico de rodar, con aquellos pesados equipos, sobre las placas heladas que flotan en un río. Y aquello no era ningún efecto digital...
Saludos.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Rincón del freak #216: Juventud, divino (e inconsciente) tesoro



Reconozco de antemano que prácticamente todas las películas que han aparecido en el blog esta semana, con el pretexto del inquietante vocablo "creep", podrían haber tenido su huequecito en la sección dominical, aunque no he tenido más remedio que decantarme por NIGHT OF THE CREEPS, una de esas rarezas que algunos recuerdan ávidamente mientras otros, la mayoría, ni siquiera saben que existía. Esta es una gozosa aproximación al cine de serie B más puro y cutre, con la particularidad de que fue hecha en 1986 y por un joven de apenas 26 años, Fred Dekker, que luego no hizo nada digno de mención. El principio es un disloque, con unos extraterrestres de gomaespuma enzarzados en una lucha con rayos láser; uno de ellos lanza un extraño objeto que cae en la Tierra; estamos en unos años cincuenta que Dekker recrea en blanco y negro, y que luego engarzará hábilmente con aquellos años ochenta para contarnos cómo unas pequeñas babosas espaciales salieron entonces de aquel objeto para meterse en los cerebros de gente muerta y convertirlos en zombis. Hasta ahí es verdad que cosas similares hemos visto a montones, pero lo cierto es que NIGHT OF THE CREEPS ha aguantado muy bien el paso del tiempo porque no se toma en serio a sí misma y se sirve de su sentido del humor, tan tontorrón como irónico, para intentar "ambarizar" un momento concreto, que no es sólo el del relato de ciencia ficción terrorífica, sino que corresponde a esos últimos momentos de juventud, cuando la vida se reducía a ligar con una chica en una fiesta y salir de juerga. A lo mejor, si hubiese prescindido del género, podría haber tenido algo que ver con AMERICAN GRAFFITI... Sí, ya sé que estoy exagerando, pero... ¿qué más da a estas alturas?... Ideal para un Domingo aburrido como éste tras una cena de empresa aún más aburrida en la que asistí atónito a una persecución correa en mano... Y no estoy seguro de que se nos colase alguna babosa espacial por allí. En fin...
Saludos.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Macedonia de sangre



No hace mucho que reseñé aquí la que posiblemente sea el primer ejemplo de película compuesta por varios relatos de horror, y aunque para 1945 DEAD OF THE NIGHT es una barbaridad, reconozco que una de mis favoritas de siempre es CREEPSHOW, un trabajo que se sacaron de la manga entre George A. Romero, Stephen King y Tom Savini, y que más de treinta años después ha conquistado el merecido estatus de "obra de culto". Basada en los célebres comics de la EC que arrasaron en la década de los 50, CREEPSHOW se hila a partir de un "sketch" que abre y cierra la función y que muestra a un chaval enamorado de los comics de terror, que ve desolado cómo su padre le tira la preciada mercancía a la basura... ¡Ay!... Esto me toca de verdad...
A partir de ahí, se suceden cinco historias repletas de humor macabro, sorna ochentera y mucha mala leche, sobre todo por no estar (gracias a dios) sujeta a incomprensibles reglas de corrección política.


La primera, titulada significativamente "El día del padre", es quizá la de desarrollo más clásico, y cuenta la historia de una siniestra familia que parece guardar más de un oscuro secreto acerca del origen de su fortuna. Cada año, coincidiendo con la celebración de dicho día, reciben la visita de la vieja tía Bedelia, que se sienta junto a la tumba de su padre para emborracharse y escupirle lo que la maltrató en vida. Aunque como se suele decir, "donde la dan las toman", y puede que alguien no esté dispuesto a quedarse sin su pastel del día del padre.
Tiene, además de un oscuro sentido del humor, a dos grandes actores, Viveca Lindfors, en uno de sus últimos papeles relevantes, y el gran Ed Harris en uno de los primeros... porque tenía pelo y todo...



El segundo relato es el más literario de todos, y quizá el más extraño; no sólo porque su protagonista sea el mismísimo Stephen King en el único papel que podría desempeñar... teniendo en cuenta ese careto de redneck que se gasta... Esta historia tiene muchísimo de las obsesiones del propio King (es un relato corto suyo de 1976) acerca de objetos extraños y alteraciones ante las que el hombre se ve incapaz de poner solución. Es la historia de Jordy Verrill, un paleto que vive solo en su destartalada casa y que cree haber encontrado el final de su mala suerte cuando un extraño meteorito aterriza frente a su casa. Sin embargo, este objeto del deseo encierra un destino terrible para el pobre Verrill. Y advierto: pese a que el relato mantiene fundamentalmente un tono cómico, el desenlace es tristísimo y agónico, y a mí, que vi la película con apenas once o doce años (eran otros tiempos...) se me quedó grabada esa imagen...



Esta tiene traca. Sí, porque si nos advierten de antemano que vamos a ver un episodio protagonizado por Ted Danson y Leslie Nielsen, que uno es un millonario al que su mujer le pone los cuernos con aquel improbable galán que durante un tiempo fue Danson, pensaríamos cualquier cosa menos en un escalofriante relato de terror sobrenatural. Pero no sólo eso, sino que este segmento contiene algunos momentos de verdadera angustia, y Nielsen borda el papel de psicópata desalmado, en un registro al que no nos tuvo nunca acostumbrados. No es mi favorito, y de hecho el desenlace me parece que sobra, pero como curiosidad no tiene precio. Además, si no salen monstruos del más allá Savini no cobraba...




Y, bueno, algo parecido ocurría con "The crate", otro relato de King, que se ve descompensado entre su brillante idea de inicio y la necesidad de incluir el elemento sobrenatural, que tiene su gracia pero es demasiado explícito y zanja cualquier conato de sorpresa. Sí, porque toda la parte del cóctel en la Universidad es magnífica, con tres actores buenísimos (Adrienne Barbeau, Fritz Weaver y el gran Hal Holbrook) que escenifican dos situaciones encontradas, la del pobre diablo, sometido por una infame mujer que no para de emborracharse y ponerlo en ridículo, mientras que su amigo, viudo, se da la gran vida de jovencita en jovencita... El problema consiste en encajar ahí una misteriosa caja que el conserje encuentra por casualidad y que proviene supuestamente de una expedición al Ártico de 1834... Bueno, tiene su gracia...



Y el último, lo reconozco, es mi favorito. Primero por el alarde de ambientación que logra Romero, por la intensa interpretación que el veterano E. G. Marshall hace de un despiadado y obsesivo magnate, que vive recluido en un edificio-fortaleza, donde todo es aséptico y gris. Pero sobre todo por la refinada modulación de los tiempos, con un viejo jukebox sonando constantemente mientras el viejo despide a gente desde su atalaya sin ningún contacto humano. La comparación resulta inevitable, pues mientras lo hace va, spray en mano, exterminando las cucarachas que incomprensiblemente van apareciendo por todas partes. El final, advierto, no es para todos los públicos, y si se tiene fobia a estos simpáticos animalitos, mucho menos...

Luego se hicieron dos secuelas más sin mayor trascendencia, pero esa es otra historia que les iremos desgranando convenientemente. Mientras, háganse con esta joya del terror comiquero...
Saludos.

viernes, 11 de diciembre de 2015

... y autobuses escolares



Los buenos resultados en taquilla precipitaron, sólo dos años después, una secuela que respondía al grandioso nombre de JEEPERS CREEPERS 2... Y es cierto que la película mantiene muchos de los puntos de interés de la primera, pero es más convencional y menos sorpresiva. Aun así, hay un par de cosas a destacar. Efectivamente, la escena de inicio, con el gran Ray Wise en acción, lo mejor del film, y eso que apenas sale unos minutos al principio y al final, pero es el único actor con actitud teniendo en cuenta que el reparto principal estaba compuesto por un montón de jovencitos atrapados en un autobús tras jugar un partido de fútbol americano, y que ninguno ha hecho nada destacable en los siguientes doce años. Luego está el monstruo, y en esta secuela Salva se regodea mucho más en él, aunque desgraciadamente, y pese a que los efectos especiales están nuevamente muy logrados, en ningún caso consigue su verdadero propósito, que es el de forjar una leyenda, porque este monstruo alado y hambriento no tiene tanto carisma como otros que todos tenemos en la mente. Y eso aunque el final se quedase tan abierto que hay quien dice que este año será el de su regreso... Yo no lo creo, la verdad...
Saludos.

jueves, 10 de diciembre de 2015

De viejas canciones en la radio



JEEPERS CREEPERS fue un pequeño gran acontecimiento allá por 2001, cuando se estrenó dejando, por lo menos, un inesperado y suculento Nº1 en las taquillas españolas. Vista ahora, la verdad es que la película de Victor Salva, director de amplio recorrido en la serie B, deja sensaciones encontradas; por un lado, se celebra su deliberada manifestación en el cine de terror clásico, no sólo porque sus efectos especiales son orgánicos al 100%, sino porque todo su desarrollo, desde el estupendo y larguísimo prólogo hasta toda la pirotecnia final, parece un compendio del hit parade de los años cincuenta y sesenta. Ya desde su título, tomado de una vieja canción de Johnny Mercer, la película destila ese gusto por los diálogos consecuentes y bien estructurados, que es el que mantienen dos hermanos que viajan por una solitaria carretera interestatal; y podría haber salido una muy buena película de ahí, de esas en las que la gente se lanza a la cara las cosas que no puede mantener dentro. Sorprendentemente, y tras un guiño más que evidente al debut televisivo de Steven Spielberg, Salva opta por encañonarnos con un personaje principal, el malo, que es algo así como una criatura del averno, un híbrido entre murciélago y demonio que sólo despierta cada 23 años... para alimentarse durante 23 días. El resto se lo pueden imaginar, aunque la cinta mantiene el tono de dignidad gracias a sus intérpretes principales, la guapísima Gina Philips y el chispeante Justin Long, al que vimos recientemente en TUSK, la pesadilla ideada por Kevin Smith.
En definitiva, cine de género, de buenísimas intenciones y que pese a haber perdido algo de punch por el paso del tiempo sigue siendo reivindicado como un título muy de culto. Y todo ello corroborado por Coppola, que apadrinó el proyecto...
Saludos

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Ratas en el andén



Hubo otro CREEP, en 2004, debut de Christopher Smith, autor asimismo de BLACK DEATH, aquella interesante película fantástico-medieval que lamentablemente se quedaba a mitad de todos los caminos. Y algo parecido ocurre en este atmosférico cuento de terror en el suburbano londinense, porque tras un arranque más que interesante (basado fundamentalmente en la matizada interpretación de la alemana Franka Potente) la película cae en una pevisibilidad no del todo desdeñable, porque Smith sabe cómo recrear ambientes malsanos y terroríficos con muy pocos elementos, pero en un momento dado todo lo bueno queda atrás y el film prescinde de la intriga y apenas pasa de una entretenida cinta de persecuciones. Bueno, la criatura que acecha a diversos personajes que quedan atrapados por la noche en el metro tiene sus cosas, no es sólo un bicharraco con ansias de matarife, y Smith parecía tener toda una historia preparada para lanzárnosla al rostro cuando menos lo esperáramos, pero ya digo, se queda a mitad de camino, porque ni tira por el giro psicológico ni por el gore más mastuerzo, y muchos de los recursos yo ya los había visto en películas anteriores. Aun así, teniendo en cuenta la juventud de Smith es un film que se deja ver, a ratos, pero menos da Amenábar señores...
Saludos.

martes, 8 de diciembre de 2015

Ingenio y locura



Entiendo las reservas para gran parte de los espectadores actuales (primando los de menor edad) a la hora de abordar una película que base todo su potencial en la modulación del discurso a través de su guion; en una época dominada por la explicitud de las imágenes, el relato oral se ha convertido en una rareza poco aceptada, y casi una demostración de debilidad. Nada puede hacerse comparativamente cuando millones de píxeles derriban un edificio o puede recrearse a un ejército de un millón de hombres, todos debidamente uniformados... (sigh!). El reto es, ahora, lograr mantener a un espectador de este tipo pegado a la pantalla durante todo un metraje con una película que está hecha (literalmente) por dos personas; escrita e interpretada por ellos dos. Podríamos entenderlo si nos vamos a Truffaut, Sang-soo, Linklater y otras luminarias que han hecho de la economía de medios su recurso primordial, pero todo se complica mucho más cuando Patrick Brice y Mark Duplass, punta de lanza de eso tan inasible llamado mumblecore, han hecho con CREEP una película de terror... que además da miedo de verdad. Y todo con un face to face que no siempre sale bien parado (siempre mejor Duplass), pero con un guion tan retorcido, extraño y escabroso que uno no puede dejar de fruncir el ceño por si han equivocado el género. Pero no. CREEP, que fue presentada en Sitges en 2014, es una historia dentro de una historia que va a desembocar en otra historia que quizá sólo existe en la mente de uno de los dos personajes, lo que finalmente desestabiliza al otro personaje, y a nosotros de paso; una especie de cruce marciano entre LA SOGA y la serie de Ripley, con parafilias, soledades, secretos desvelados casi como una liberación, máscaras de lobo y la certeza de que, por muy extraño que nos parezca todo, todo lo que vemos nos podría pasar a nosotros mismos alguna vez... Y eso da muy mal rollo. E insisto: está tan bien escrita que lo de la cámara en mano se puede perdonar, pese a tener dos o tres momentos simplemente ridículos y absurdos por culpa de dicha limitación, que da empaque pero resta credibilidad.
A Duplass ya lo conocíamos, y el muchacho se va haciendo notar lentamente...
Recomendable y sorprendente a partes iguales.
Saludos.

lunes, 7 de diciembre de 2015

D. W.: El padre del cine #41



THE LOVE FLOWER era un arrebatado (y enrevesado) dramón, que comenzaba en una ciudad de Norteamérica y se deslizaba traumáticamente a los (de nuevo) Mares del Sur. Lo que Griffith pone en cuestión en este caso es la insalvable prueba a la que se ve sometida una joven (bellísima, Carol Dempster), que asiste horrorizada al asesinato del amante de su madre a manos de su propio y desesperado padre (que ahí queda eso). Su primera prueba la despacha en una huida express con el progenitor a una remota isla, pero no pasará mucho tiempo hasta que su felicidad se vea quebrada, ya que un par de investigadores les han seguido la pista, aunque les hacen creer que son simples visitantes. Ella, que cae enamorada de uno de ellos, se ve entonces en un dilema aún mayor, pues por un lado no quiere dejar a su padre... pero el corazón manda. Entre postales con palmeras y unas sorprendentes escenas acuáticas (filmadas debajo del agua), Griffith sostiene con su buen pulso una historia no demasiado original, pero que deja muy buen sabor de boca por su complejo trabajo de montaje y por unas interpretaciones magníficas a cargo de los habituales Dempster y Barthelmess, amén del veterano George MacQuarrie, en uno de sus escasos papeles protagonistas.
Saludos.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Rincón del freak #215: El problema de creer que se está haciendo cine



Bueno, no sé cómo empezar esto... Lo dije a propósito de GARGANTA PROFUNDA: hay que hilar fino para considerar que la pornografía tiene algo que ver con el cine, por muy abiertos de mente que seamos, porque si la imagen carece de foco, sustancia e intención, es muy posible que no sea cine sino otra cosa, así que le voy a dedicar el mínimo de mi escaso intelecto a una "cosa" que he visto por recomendación. SLAUGHTERED VOMIT DOLLS es una sucesión de desencuadres y desenfoques, con un fondo sónico parecido a una sierra trabajando sobre un trozo de acero y que contiene varias escenas de gente vomitando. También salen muchachas desnudas y ojos de animal simulando ser reales... Está la cosa muy mal, muy mal, muy mal...
Saludos.

sábado, 5 de diciembre de 2015

La vida es bella



Empiezo reivindicando que no nos engañen más. Pixar es Pixar, y Disney es Disney; y a cada uno le gustará lo que le guste, pero no tienen nada que ver.
Pero por favor, no quiero empañar la obra maestra absoluta que voy a intentar comentar, aunque me va a costar salirme de cánones puramente emocionales, lo reconozco. INSIDE OUT es una película increíble, perfecta, lo tiene todo; es WALL·E, y también UP... y TOY STORY... Todo eso es, insisto: puro Pixar. Pero además, Pete Docter avanza un paso más en su osadía narrativa, y si el arranque de UP es antológico, el de INSIDE OUT es simplemente insuperable. Cómo si no empezar una película datando cómo, qué y por qué somos lo que somos, como personas, como seres únicos e insustituibles; no hay magia divina aquí sino un afán pedagógico que engancha desde que nos presentan a unos inolvidables seres: Alegría, Tristeza, Asco, Ira y Miedo... ¿qué otra cosa si no? Eso somos, y eso es lo que se nos cuenta, el porqué de nuestros actos, pero no desde el punto de vista dogmático de la narración infantilista (no confundir con "infantil") que domina este tipo de producciones, sino como experiencia vital en sí; como un BOYHOOD mucho más visual y explícito, asistimos a cómo se desenvuelve el cuerpo de Riley por dentro, es una niña, y en sus actos predomina ese entusiasmo que tan poquito nos suele durar, pero algo está cambiando, hay súbitos cambios de humor, enfados, ataques de melancolía... Riley se acaba de mudar con sus padres a otra ciudad, y todos sabemos que esos cambios afectan más a los niños. Así que en este complejísimo (en su sencillez) entramado de emociones, Docter imagina un mundo interior, basado en reglas estrictas y en el que todo funciona por el equilibrio entre las distintas facciones ¿Por qué entonces el cambio que se está operando en Riley? ¿Es que alguien no está haciendo su trabajo ahí dentro?...
... ¿o quizá es que tan sólo alguien está creciendo?...
Con un nudo en la garganta, véanla, por dios santo...
Saludos.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Stand up Slash



Parece que va cobrando fuerza un nuevo subgénero, que podríamos llamar "comedia de horror autoconsciente" o "terror-inteligente-capaz-de-reírse-de-sí-mismo". Como sea, hay una nueva hornada de directores, guionistas y actores que en otro tiempo no hubiese encajado demasiado bien en una producción al uso, ya fuese de serie B o primera fila, pero que han ido conquistando su lugar en el negocio a base de ir echándole mucho morro y algo más de inteligencia. Lo hemos visto en la magnífica THE CABIN IN THE WOODS, donde la típica película de asesino psicópata de incautos jovencitos mutaba en otra cosa capaz de dejar al más avisado con el culo torcido. Ahora nos llega THE FINAL GIRLS, que no es tan rompedora como aquélla pero continúa indagando en las posibilidades del género de terror como juguete metafílmico, una especie de miniatura posmoderna que en lugar de ridiculizar a dicho (sub)género lo acribilla a guiños y sobreentendidos, hasta que extrae esa pulpa cualitativa que todos una vez intuíamos que contenían. El guion de M. A. Fortin y Joshua John Miller tira más al rocambole exagerado, y no tanto a la reflexión expositiva, lo que determina su carácter decididamente humorístico, que desentona ligeramente cuando (no se sabe por qué) los personajes se ponen serios y sensibles. A grandes rasgos, se trata de un grupo de jóvenes que se ven trasladados literalmente al interior de una película que es un homenaje explícito a VIERNES 13; allí, el fanático nerd se emociona... hasta que ve al malo, claro; y la gracia está en la complicada adaptación de unas personas normales a un mundo repleto de clichés y subrayados. Es decir: si ahora vemos desfasados y exagerados a esos jóvenes llenos de hormonas, capaces de seguir quitándose ropa incluso en presencia de un asesino con un machete, imaginemos cómo sería al contrario... Efectivamente, la gracia está en comprobar lo díficil que es cambiar lo establecido donde las rubias son tontas (y viceversa) y los chicos se tocan los biceps mientras despliegan un Playboy.
Aunque el elemento sorpresa ya va cediendo paso a la rutina, y los guionistas van a tener que seguir rascándose la cabeza, merece la pena echarle un vistazo, aunque sólo sea por dos o tres momentos absolutamente hilarantes, como el del flashback.
Saludos.

jueves, 3 de diciembre de 2015

A modo de curiosidad



Diría que NOCTURNA podría haber marcado un antes y un después en la anecdótica producción española de cine de animación, una especie de piedra de toque sobre una industria que permanece y lucha en los márgenes de la condescendencia infantil y puntualmente, como es el caso, obtiene el consabido Goya de "su" categoría. Así que me resulta complicado establecer un cronismo adecuado y ecuánime, ya que NOCTURNA es mucho mejor que cualquier otra película animada española, pero una vez quitado el primer adjetivo lo que queda es un cuento de lo más convencional, trillado en su desarrollo y con una poética de manual, demasiado orientada y dirigida "a". La diferencia fundamental con una película aparentemente similar, como era JACK Y LA MECÁNICA DEL CORAZÓN, es que se conforma con la elipsis infantiloide; así, lo que en una es el triste y desolador tránsito del amor a la muerte, en la otra se enfunda los calzoncillos de andar por casa y se mira la barriga desde su confortable lugar común, el que impide a los niños crecer ya que un rollizo muchachote puede deslizarse de tejado en tejado sin que nada atente su seguridad. Papá Estado y sus soflamas colándose en unas dependencias que nunca le pertenecieron...
Saludos.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Furcias involuntarias del sistema



Como he ido recordando abundantemente, en 2010 se hizo un remake de A NIGHTMARE ON ELM STREET. Sí, la original, la de 1984... ¿El resultado? El resultado es una película de Michael Bay, a la sazón productor y verdadero impulsor del proyecto. Es decir: una película cargada de técnica, que subraya la cantidad de recursos que es capaz de emplear para que las aventuras y desventuras de Freddy Krueger sumen un par de capaz más de barniz, en esta ocasión digital. La película es fría como un témpano, desangelada, sin una pizca de ese humor tan característico de Wes Craven, y sin embargo tampoco es todo lo salvaje y cruel que se le podría presuponer a una recreación que intenta poner seriedad en lo que había venido a devenir una autoparodia sin mucho sentido. Jackie Earle Haley está bien en un papel que le queda que ni pintado, pero su Freddy se contagia de la monotonía general y tampoco nos importa mucho ni lo que hace ni lo que le pasa. Protagoniza Rooney Mara, haciendo de jovencita con los pies en el suelo, y poco, muy poco más a destacar; empieza bien, tocando lugares comunes y confortables, apelando a nuestro subconsciente, pero termina como un slasher más, sin reclamar ninguna posición de poder.
Una lástima.
Saludos.

martes, 1 de diciembre de 2015

El peligro del fondo de armario



La historia de STRANGE MAGIC es sumamente extraña, al menos para un producto que es convencional desde su misma concepción. Se trata de uno de esos recovecos personales en la imaginación de George Lucas, muy cercano por ejemplo al engendro de Los Ewoks... ¿a que se acuerdan? Pues tengamos en cuenta que es un musical ambientado en un bosque por donde vuelan unas hadas sospechosamente parecidas a Campanilla y cuyas preocupaciones pasan por casarse con el príncipe de turno (también con alas de "mariposa") y no adentrarse demasiado en la parte oscura del bosque, que podría ser un peligroso gueto habitado por unos sapos que hablan. El caso es que Lucas le vendió esto a la Disney y hay investigadores intentando descifrar cómo, pero sobre todo "por qué". STRANGE MAGIC no sólo tiene una animación espasmódica y poco veraz, sino que su mezcla de candidez infantil y gamberrismo teen no consigue satisfacer a ninguna de los dos posibles tipos de espectador, lo que la deja en un aburrido karaoke popular con unos personajes intrascendentes y que se parecen demasiado entre ellos. Y, sinceramente, lo de Shakespeare que he leído por ahí me parece un chiste demasiado malo para ser contado.
Mala, mala.
Saludos.

lunes, 30 de noviembre de 2015

D. W.: El padre del cine #40



THE IDOL DANCER, de 1920, es un curioso giro estético para un Griffith que parecía querer adelantarlo todo, que no se le escapara ningún ámbito ni posibilidad; para ello, recreó en Florida una remota isla de los Mares del Sur donde el reverendo local intenta llevar "por el buen camino" a aquellos indomables salvajes, que preferían pasar el tiempo tumbados al sol y durmiendo siestas al arrullo de las olas. La tranquilidad del lugar se ve alterada por un involuntario e imposible triángulo amoroso, ya que el sobrino del reverendo se enamora de una joven bailarina nativa al mismo tiempo que un aventurero que ha llegado a la isla habiéndolo perdido todo y renegando de cualquier signo religioso. A partir de ahí, se desatan las intrigas, entra en escena un malvado esclavista y Griffith lleva la película por los derroteros de la aventura sin complejos, haciendo que los protagonistas olviden sus diferencias para enfrentar a quien sólo busca hacerse con el control de la comunidad. No es de las mejores películas de ese año, es cierto, pero se pueden encontrar imágenes tan sugerentes como la de Clarine Seymour desplegando sus encantos en una danza pagana, o la minuciosa descripción del poblado y sus costumbres, muy en la línea de lo que John Ford ensayaría un poco más tarde en LA TABERNA DEL IRLANDÉS. Curiosa sí que lo es, desde luego.
Saludos.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Rincón del freak #214: Porque un padre no puede ver sufrir a un hijo...



A ver, que tengo sentimientos encontrados... WES CRAVEN'S NEW NIGHTMARE fue el pomposo título que Craven eligió para dar por finiquitado de una vez por todas a su muy maltratado personaje, que iba sufriendo un grave deterioro en cada nuevo título que se estrenaba, hecho que el tiempo se ha encargado de desmentir con el reciente remake... Pero esa es otra historia... El caso es que estamos ante una película descolocante, una especie de metatexto autoconsciente que tiene momentos brillantes y otros no tanto, pero al menos es un producto digno y que intenta dar una sepultura digna al pobre Freddy Krueger. A ver si puedo resumirlo: resulta que Heather Lagenkamp (sí, la actriz que daba vida a Nancy) está casada con el técnico de efectos especiales que creó la famosa garra, tiene un niño y vive feliz, pero sigue teniendo sueños recurrentes, como si realmente estuviese sufriendo el mismo proceso que su personaje. A partir de ahí, Craven usa a los actores como personajes (Robert Englund incluido, y hasta él mismo) y moldea la trama hasta hacernos dudar de qué estamos viendo exactamente, que bien podría ser el sueño de un demiurgo incapaz de controlar a sus vástagos soñados, la caída en una espiral de locura por parte del personaje principal (incluso si se tratara del personaje y no la actriz) o simplemente un ensayo de post-horror que, por otra parte, no debería extrañarnos viniendo del creador de SCREAM. Hasta ahí no está mal, y es verdad que es una producción en modo alguno descuidada, pero Craven cae presa desu propia circunstancia de autor, y el final se alarga innecesariamente y ¡ay!, lo que intentaba evitar acaba sucediendo, porque Freddy obtiene un final que podría haber estado en cualquier otra secuela y el verdadero propósito se desenmascara: Craven no podía permitir, de nungún modo, que el último capítulo de la serie no estuviese filmado por él. No sé, es una película extraña, con multitud de altibajos, pero infinitamente más interesante que las últimas secuelas, que eran más una parodia que otra cosa, así que puede que les sorprenda si la ven.
Esto lo remataremos próximamente.
Saludos.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Una noche de cuentos



Se cumplen nada menos que 70 años del estreno de una de esas obras que obtienen justamente el difícil adjetivo de "seminales"; es un acontecimiento, porque en su momento lo fue, y sus muchas influencias aún palpitan a lo largo de producciones que no han hecho más que imitar, con mayor o menor fortuna, un modelo, el de las películas por episodios, y más concretamente el de las historias de terror. Es una historia curiosa la de DEAD OF NIGHT, primero porque fue producida por los míticos estudios Ealing, que permanecen en nuestra memoria por sus legendarias comedias, de hecho fue el primer film que dichos estudios pusieron en marcha tras la Guerra. Sin embargo, lo que más llama la atención es la imaginación con la que combina diversos puntos de vista para confluir en un todo magnánimo, sorprendente e incontestable, zarandeando al espectador más avisado.
Un hombre llega a una mansión donde se celebra una reunión, tras presentarse cuenta que todo aquello es un sueño que ha tenido recientemente y que por eso ha estado buscando dicho lugar, hasta que lo ha encontrado. De primeras, el hecho de que todos los allí reunidos se pongan a contar sucesos más o menos terroríficos que les han ocurrido a ellos o a allegados, puede parecer cogido por los pelos, pero la presencia de un médico, escéptico por naturaleza, tornará la velada en un intenso tour de force intelectual. Todo arranca con un episodio de resonancias bergmanianas (FRESAS SALVAJES), en el que un hombre llega a ser testigo de su propia muerte, sin saber nunca si lo que está viendo pertenece al sueño o a la realidad. Después, un inocente juego de niños, el del escondite, es el método por el que se detecta la presencia del fantasma de un niño que murió mucho tiempo atrás. Hay un discutible interludio, de corte más bien cómico, a cargo del genial Charles Crichton, que por sí solo es divertidísimo, pero que desentona en el montante, y en el que un par de golfistas, eternos rivales en el green, se disputan los favores de una joven en un último partido a vida o muerte... literalmente. Tras este impasse casi relajante, hay una inquietante historia que recuerda absolutamente al "Dorian Gray" de Wilde, en el que el reflejo distorsionado de un viejo espejo es capaz de empujar a un hombre hasta la locura. Sin embargo, el episodio más memorable es reservado para el final, que podría haber sido un largo autoconclusivo, pero que incluso su extraordinaria concisión le otorga el estatus de obra maestra. Dirigido por el gran Alberto Cavalcanti, director brasileño nunca suficientemente reivindicado, contaba la extraña historia de un ventrílocuo cuyos números asombran por su perfección, hasta el punto de que es imposible determinar que quien está hablando es, efectivamente, el hombre, y no el muñeco. Con una inolvidable y expresionista interpretación a cargo de Michael Redgrave, se trata de una historia sencillamente escalofriante y de la que es mejor contar lo menos posible, y cuyo final aún guarda una sorpresa más, puesto que enlaza directamente con la mansión en la que se están contando las historias, ya que curiosamente es la historia que ha elegido contar el escéptico doctor.
Son muchos los directores que han alabado esta maravillosa película, y no menos los que se han servido de sus métodos narrativos y estructura metatextual, a nosotros, lo que nos queda por decir es que el poder de la palabra sigue siendo mucho más sugestivo a la hora de infundirnos un terror incontrolable y primario que una horda de zombis o un monstruo gigantesco... Que tomen nota.
Imprescindible.
Saludos.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Corazón sin tiempo



Irremediablemente romántica, seria, como una película de animación puede ser también, y con un trasfondo poético tristísimo, que sólo es revelado en su hermoso final, un final capaz de conmover al más pintado, JACK ET LA MÉCANIQUE DU COEUR funciona como el maltrecho corazón de su protagonista, un muchacho condenado a no poder enamorarse, ya que el mecanismo que lo sustituye, un reloj de cuco, podría romperse y matarlo. Esto podría ser la perdición del film, que parece confortable en sus impactantes diseños, muy alejados tanto de Japón como del "canon" Disney; sin embargo, una vez la premisa echa a andar (el protagonista cruzará media Europa para encontrarse con su amada, una cantante española), el guion y sus resoluciones se tornan cada vez más sorprendentes, conformando un inteligente collage en el que caben desde Jack "el destripador" a un incipiente Méliès, que se convierte en el guía perfecto para un soñador como Jack. La dificultad, y por tanto también su valor principal, es conciliar esos mundos aparentemente antagónicos, el infantil y el adulto; cierto es que su siniestra estética puede retraer a más de un infante, pero en el caso contrario tiene todo a su favor, pues no pasa de puntillas por el amor ni por la muerte, tampoco los banaliza ni obvia, sino que usa la exuberancia de su puesta en escena para elaborar un magnético juego de referencias tan estimulante como, en último término, emocionante. No hay malos, pero al pobre Jack se las harán pasar canutas, precisamente por tener un buen corazón, aunque sea artificial; y la bondad, en este caso, responde siempre a unas conductas meditadas, que necesitan de la experiencia que se desprende del viaje, un viaje que también lo es a lo que una vez nosotros mismos fuimos...
Maravillosa.
Saludos.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Los aleccionadores



He aquí una película de la peor calaña, y que por tanto deben rechazar en cuanto tengan la oportunidad de verla. Se llama MAO'S LAST DANCER y cuenta la historia de un bailarín en la China maoísta de los años setenta que se va a Estados Unidos en un extraño "intercambio cultural"; luego se da cuenta de que América es mejor, se enamora de una rubia y quiere quedarse por sus santos. Hasta ahí podría haber una historia medio qué, unas escenas de ballet por aquí y por allá, el componente romántico y/o festivo, y para terminar una apoteosis con banderitas y eso... En lugar de ello, el australiano Bruce Beresford se va a los temibles territorios del telefilm de sobremesa y, dejando de lado cualquier tipo de psicología o controversia moral, cuenta exactamente eso, lo que viene en el libro de Li Cunxin (que es otra bazofia), esto es: la autobiografía que me conviene y que deja intacta a la santa patria. Para terminar de redondear el asunto, Beresford filma algunas de las peores imágenes de ballet que he visto en mi vida, con recursos tan "naturales" como la cámara lenta y con planos arbitrarios que son un horror. En fin, una intrascendencia más, de tantas, y de la que no se salva ni un esforzado Bruce Greenwood, al que se le atraganta el amaneramiento.
Terrible.
Saludos.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

El blanquismo y los blanquistas



FROZEN es una película que he visto varias veces (por motivos obvios) y que he llegado a creer que jamás pondría en el blog, pero como ha cambiado el tiempo será cuestión de poner un poco de nieve por aquí... Digamos, sin mucha saña, que FROZEN es una película blanca blanquísima, que los blanquistas adorarán y que a los blanqueadores (no pongo comillas, por si acaso) les ha dado beneficios a tutiplén. Bien, perfecto. FROZEN es una película de Disney, un artefacto milimétricamente diseñado y ejecutado para dispersar sus trillones de esporas durante un buen tiempo; esto lo hemos aceptado, esto es lo que tenemos. Ahora, FROZEN, me parece a mí, no inventa nada, tampoco es que lo intente, pero me parece exagerado alinearla junto a obras intemporales como BLANCANIEVES o LA CENICIENTA; es un musical blanco, con una trama blanca, unos personajes blancos y, por añadidura, hasta unos paisajes blancos. Respeta poco el cuento original de Andersen con el fin de no dañar el afán proselitista que la gigantesca productora profesa desde casi su propio nacimiento; pero no va mi crítica por ahí, porque lo poco verdaderamente disfrutable es su mayor (y única) gamberrada. Olaf, el muñeco de nieve, alelado y dicharachero, pese a tardar un mundo en aparecer en pantalla termina adueñándose del ritmo de esta película, sí, entretenida, con un trabajo de animación que con las técnicas actuales es lo mínimo, pero que apenas tiene mucho más allá de un puñado de canciones pegadizas y esa parte final, que supera con mucho la aburrida y previsible hora anterior.
Ahora, que levante la mano el que no tenga en su casa ningún producto referente a esta película... ¿Ven? El trabajo está hecho, y ya somos todos un poco más blancos.
Saludos.

martes, 24 de noviembre de 2015

Caminar sobre las aguas



Bueno, INTERSTELLAR es una película muy bonita en la que un granjero se mete en un agujero negro mientras su hija descifra motas de polvo y Michael Caine descubre algún colágeno retroactivo que le permite tener el mismo aspecto durante veintitantos años. Aparte de eso... Pues aparte de eso hay un par de cosas que me divierten porque son muy divertidas. Es muy divertido ver a unos tipos de lo más preparado, capaces de viajar durante millones de años luz, de tomar decisiones complejísimas y actuar bajo presión pelearse como colegiales y hacer estupideces como alejarse unos de otros para meditar y esas cosas. Da igual, todo es mentira y da igual, pero la mentira hay que endulzarla para el estándar de Hollywood o desecarla si el patinaje por el foxtrot pseudofilosófico aspira al lengüetazo intelectual. Esta película se ha hecho miles de veces, habla de las mismas cosas pero con más colores, y sus actores son más guapos y más delgados, pero si le extraemos el colorín y el colorado yo no veo ni una sola idea original, y ni mucho menos revolucionaria o transgresora... Ah, bueno, sí, es verdad... Hay una escena muy divertida en la que los astronautas caminan sobre el agua y luego aparece una ola gigante... Si la hace Jesús Franco decimos que es un friki, claro...
Esta es para ustedes, yo ya estoy muy carcamal para que me salven el mundo...
Saludos.

lunes, 23 de noviembre de 2015

D. W.: El padre del cine #39



Vamos a clausurar el prolífico año de 1919 para Griffith con una película que, aunque parezca traída por los pelos, a mí me parece de lo más significativa en estos tiempos tan raros que nos han tocado vivir. BROKEN BLOSSOMS era la típica historia de la joven que trataba de salir adelante en un ambiente complicado, y que en este caso eran los bajos fondos londinenses. Lillian Gish, en un papel hecho a su medida, sobrevivía como podía a la brutalidad de su padre, boxeador y alcohólico (eran los años 10...). Sin embargo, la originalidad del guion, firmado por el propio Griffith, reside en su montaje paralelo, en el que se nos va introduciendo en la vida de un chino budista que rechaza todo signo de violencia y determina que su vida ha de ser dedicada a la conversión y salvación de quienes sufren o practican actos violentos. Este singular personaje acaba confluyendo, cómo no, en el suburbio londinense de Limehouse, decidido a terminar con el suplicio de la joven, aunque ésta, por desconocimiento, lo toma como todo lo contrario, una especie de exótico "violador" de jóvenes virginales. Así, el dominio narrativo de Griffith obtiene aquí una nueva prueba de superación, combinando los flashbacks del noble chino junto a su maestro, los de la joven intentando no olvidar los consejos de unas prostitutas, e incluso los del malogrado boxeador, empeñado en recordar que una vez le ganó un combate a otro boxeador aún más olvidado que él. Obviando las muchas escenas que se centran en su totalidad en explotar las miradas entre Gish y Barthelmess, BROKEN BLOSSOMS es un prodigio de sintaxis y de expresividad del mínimo recurso, una nueva prueba de que el cine, en aquellos momentos decisivos, iba no sólo construyéndose, sino afirmándose como expresión artística.
Saludos.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Rincón del freak #213: ... ¿pero esto debe ser una broma?... ¿no?...



Bueno muchachos, empezamos a explorar las profundidades, la sima en la que desaparece todo rastro de coherencia y parece que cualquier cosa puede valer, incluso reírte literalmente de un personaje que solía dar un poco de terror hasta reducirlo a un monigote que ni siquiera está capacitado para reírse de sí mismo, y parece haber quedado para ser el MC de un puñado de gags que hubiesen quedado reguleras en La Hora Chanante. y con eso queda todo dicho. Sí, porque FREDDY´S DEAD: THE FINAL NIGHTMARE es el rimbombante título que apenas escondía la bazofia perpetrada por la New Line para despedir de una vez por todas una saga que ya empezaba a oler a rancio; primero porque tampoco era verdad, muy poco tiempo después se hizo otra más (sin contar la de 2010), pero sobre todo porque este despropósito no tiene pies ni cabeza. Dos o tres perlas que podrían estar entre las diez peores escenas jamás rodadas por un ser vivo: Todo arranca con un ¿guiño? a EL MAGO DE OZ... con el pobre Freddy vestido de bruja en una escoba... Luego, Mr. Krueger se carga a un adolescente que es sordo y usa un audífono... restregando sus cuchillas en una pizarra... (Esto ya es algo bizarro, pero atentos). Miren atentamente el hipnótico GIF de arriba. Sí, Freddy se pone a jugar un videojuego, en el que incluso se permite el lujo de apreciar unos buenos gráficos, creo que de 64k... Y luego la protagonista, que por lo visto es su hija (a estas alturas lo de los spoilers me importan un comino) se coloca unas gafas 3D de la época (celofán rojo, celofán azul) y se introduce en un mundo tridimensional para intentar cargarse al vástago... Incluso sale Johnny Depp friendo un huevo en una sartén... Hubo un momento en que me vi a mí mismo moviendo la cabeza con la boca abierta, y todo volvió a la normalidad... Benditos Domingos.
Saludos.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Los malos buenos 3



Tres años hubo que esperar para que viese la luz DESPICABLE ME 2, para muchos inferior a la primera, pero a mí me entretuvo menos y sí me gustó más porque tiraba menos de los habituales golpetazos de este tipo de producciones y se centraba en el desarrollo de los personajes, menos planos y, por lo tanto, infantiles. Sí, están los Minions, y hasta unos clones malvados y destructores, pero es verdad que el motivo principal es la humanización (a regañadientes, es cierto) de Gru, primero por su inconcebible rol de padrazo con sus tres pequeñas adoptadas, y luego por su no menos insólita colaboración con la policía internacional para ayudarles a descubrir y atrapar a un nuevo y desconocido supervillano, que está sembrando el terror por todo el mundo. Esta nueva faceta, además, permitirá a este "nuevo" Gru conocer a Lucy Wilde, agente secreto, experta en detener a los mayores criminales del mundo... y solterona empedernida... Hay momentos buenísimos, como todos en los que participa el estrafalario e inenarrable "El Macho" (ese sombrero de nachos...), y toda la parte final, con un ejército de Minions morados y cabreados, es estupenda; el ejemplo de cómo no es imposible conciliar el entretenimiento para los más jóvenes sin tener que caer en la recalculada banalización de productos similares.
Saludos.

viernes, 20 de noviembre de 2015

El pez adulado



En el ámbito del cómic Frank Miller siempre ha sido un autor complicado de abordar, su concepto de la autonomía ha encontrado en el arte de la viñeta su mayor y mejor cómplice, por varias razones que implicarían la furia contenida de sus iconos/personajes o la alergia que el de Maryland siempre ha demostrado por lo que en términos generales se conoce como "linealidad narrativa". Esto es aún más notorio en "Sin City", su cruda y ultraviolenta visión del género negro, que amplió en campo de exploración de Miller como simple historietista hasta el creador total en el que se ha convertido. Ahora bien, es una lástima que precisamente alguien como Frank Miller haya caído en la trampa del "todo vale", porque cualquiera que haya visto SIN CITY: A DAME TO KILL FOR le ha pillado el truco a un film tan inconsecuente como dilapidado en sus inaprensibles florituras, aunque lo peor es el batiburrillo que demuestra ser toda vez que entra la "pluma" del sobrevaloradísimo Robert Rodriguez, que sólo ha demostrado buen pulso cuando hace uso de sus propias bromas privadas, pero con un hueso como Miller se ve, a mi juicio, incompatible. Y es que creo que son muchos más los que le han dicho a Miller lo guapo que es, lo intachable de su trayectoria; Rodriguez, en cambio, emerge de los márgenes del "B casi Z" para controlar (sin hacerlo, las más de las veces) gran des presupuestos. Fallida desde su concepción hasta su tambaleante ejecución, y sin siquiera apoyarse en ese repóker de ases que componen su estelar reparto, esta SIN CITY 2, con su sangre blanca, sus tiritas de pega, sus secundarios de cartoné y su turulato sentido del humor pretende que nos sumerjamos en su iconografía y nos dejemos llevar por su esquizoide punto de vista sobre las relaciones humanas... Yo apenas recuerdo las tetas de Eva Green y el gesto torcido ante la ridícula actuación de Ray Liotta, a la altura de un Nicolas Cage. Por lo menos...
No, no hace falta que la vean.
Saludos.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Los malos buenos 2



La historia de los Minions arrancaba sin que supiéramos muy bien su origen, tan sólo que servían a una mente criminal... digamos, peculiar. Gru es un tipo que, repudiado por todos desde su más tierna infancia, se ha convertido en el gran enemigo de la humanidad, y pese a sus esfuerzos por sembrar el mal a lo largo y ancho del orbe, aún siente que le queda una gran obra maléfica por cumplir, así que concibe un plan secreto para reducir la Luna al tamaño de una pelotita y guardársela en el bolsillo tan campante. DESPICABLE ME es una de esas películas que dejan un gusto agradable, ni amargo ni empalagoso, con la dosis justa de infantilismo y algunas (bastantes) gotas en forma de guiño al público adulto, sobre todo por el extraordinario trabajo vocal de Steve Carell, que demuestra su apabullante sentido de la matización. Aparte de los magníficos gráficos, de la desternillante introducción de "esos entrañables secuaces", el Doctor Nefario y una inacabable retahíla de detalles y motivos respecto de la particular condición  de Gru como imparable mente maligna, sobra, cómo no, el asunto de las niñas, que es la gran concesión al público infantil. Si tan sólo lo hubiesen dejado en un (improbable) negativo de Mortadelo y Filemón, habría ganado no sólo en taquilla, aunque este hecho permitió, además de la precuela, la realización de una secuela. Pero ya les iremos contando...
Saludos.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

نذهب إلى الرعب



Nada mejor para explicar lo inexplicable que explicarlo inexplicablemente. Una buena película para atenernos a nuestros propios y absurdos actos, sean los que sean y en el momento histórico que se produzcan, es BONE TOMAHAWK, un western tan moderno como antiguo, es decir, intemporal. Atención, porque quizá no vayan a entender nada, ni tampoco es ésa mi intención. BONE TOMAHAWK es, efectivamente, el reverso oscuro y tenebroso de CENTAUROS DEL DESIERTO; porque hay culturas escondidas que son holladas por la mano del "conquistador", porque luego hay venganza, masacre, horror; y también hay una partida de búsqueda, porque se han llevado a alguien; y, finalmente, hay una comprensión amarga sobre la sinrazón, sobre el mero hecho de matarnos a hachazos o balazos, por una mujer o por un cementerio, por pretender ingenuamente mantener a salvo una tradición que ya no tiene cabida en ninguna parte o por posicionarnos del lado del tsunami imparable del progreso. El debutante S. Craig Zahler entiende y expone muy bien todo esto, y lo plasma en una película de ritmo agónico, asfixiante, que no se recrea en ningún recurso, sino que prefiere iluminar todo el proceso que lleva a una partida de cuatro hombres desde un apacible pueblo hasta el fin del mundo (alguien dice que simplemente están en el infierno), el sitio donde la máquina no ha penetrado antes, un valle olvidado que simboliza el caos y la brutalidad como único signo de lazo vital. Un mundo extingue a otro, aunque ese mundo también está próximo a extinguirse (imparable...), son los vaqueros, y del otro lado una especie de cavernícolas, anteriores incluso a los indios nativos, y los vaqueros irán a buscarlos para acabar con ellos y recuperar lo que es suyo. Luego está, claro, todo el desarrollo narrativo, que es encomiable, nada acomodaticio, y un dibujo de personajes excepcional, apoyado en unos actores que están simplemente fabulosos. Muy comedidos tanto Patrick Wilson como Matthew Fox, que se reflectan el uno al otro como el hombre de familia y el aventurero sin lazos, aunque el plato fuerte son dos extraordinarios actores; uno, Kurt Russell, que siempre ha sido un actor de carácter, a la antigua usanza, y que compone a un sheriff con un inusual sentido de la justicia y que es capaz de dejarlo todo atrás con tal de hacer cumplir dicha justicia, mientras que Richard Jenkins está sublime, impregnado del espíritu de un Walter Brennan, y en su mirada hundida y sus parcas y sabias palabras, Zahler logra anclar este cuento de horror frío y seco en la verosimilitud y que la función no se le escape hacia el tremendismo gore, como ha ocurrido en propuestas similares.
Yo no sé si es un western, que lo es, pero es una película que te tiene pegado al sillón más de dos horas. Y no está hecha para todos los paladares... pero eso es lo bueno, claro...
Saludos.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!