miércoles, 30 de septiembre de 2009

Besar la lona, acariciar las heridas

Me parecía de justicia que la película estadounidense número 200 que encontraba sitio en este pequeño rincón fuese una obra maestra de esas que, creo que sin temor a equivocarme, prácticamente nadie se atreve a discutir en ningún aspecto.
Y esque RAGING BULL es casi perfecta; yo, sin querer resultar sabihondillo, prefiero TAXI DRIVER, pero no es más que una apreciación personal, porque el brutal y desolador retrato que Martin Scorsese cinceló, junto al gran Paul Schrader y Mardik Martin, sobre los claroscuros de un boxeador, Jake LaMotta, sigue siendo, a día de hoy, no sólo la más grande película sobre boxeo (lo siento por el tío Clint, pero así es), sino un viaje psicológico de una profundidad arrebatadora y una violencia visual filmada en un blanco y negro demoledor. En RAGING BULL, todo gira en torno al complejo personaje interpretado por un Robert deNiro que ya nunca volvería a tan excelsos registros; se muestra la cara menos amable del boxeo, su vinculación a la mafia, los combates amañados. Pero también cobra inusitada fuerza la violencia fuera del ring, los celos, la imposibilidad sexual, el patético vaivén de un ídolo con pies de barro incapaz de sostenerse en el último asalto. Se encuentran aquí las mejores escenas de boxeo, las más crudas, pero lo que hace realmente diferente a RAGING BULL de otras propuestas similares es la franqueza con la que Scorsese hunde la cámara en el vacilante infierno en el que termina por convertirse la peripecia de LaMotta, la del imposible héroe moderno, la del boxeador que echa la última mirada a un mundo que no le pertenece, justo antes de besar la lona.
Saludos salvajes.

Oh, i've been blessed

martes, 29 de septiembre de 2009

El verdadero infierno

Hartos como estamos de hueros efectismos y/o despropósitos en pos del "respeto" al celuloide, no viene mal de vez en cuando (y esto no me parece nada pedante) recordar a los maestros que, con mano firme, han ido abriendo camino con su dominio de la narrativa. Claude Chabrol pertenece a esa categoría de "cirujanos sociales"; diseccionando, ordenando, denunciando con sutileza cada pequeño desastre cotidiano, poniéndolo delante nuestro, haciéndonos sonrojar a veces. La lista de films en los que Chabrol derrama su vitriólica y desencantada mirada acerca de la imparable decadencia de la burguesía es interminable, y en el Indéfilo esperamos poder llegar algún día a abarcar la totalidad de su impresionante filmografía. De momento, me he acordado de un título moderadamente lejano que se mantiene, dieciséis años después, perfectamente actual. En L'ENFER, Chabrol nos habla de los celos empleando un tono engañosamente burlesco y demostrando menos piedad que nunca, si es que la tuvo alguna vez. El comienzo, idílico, presenta a la pareja perfecta en el entorno perfecto; poseedores de una casa de huéspedes rural, la bellísima Emmanuelle Béart engatusa al palurdo, aunque pagado de sí mismo, François Cluzet, empezando algo parecido al amor, algo parecido al deseo. En un ambiente que no desmerecería al mejor Tati, con unos huéspedes de lo más variopinto, la Béart no puede dejar de lucir su espléndido palmito, lo que comienza a sacar de quicio al abnegado marido. Chabrol mantiene el freno echado durante tres cuartas partes del metraje, aunque el interés no decae; sin embargo, lo mejor está en un final apoteósico y sorprendente, con una relación ya totalmente destruida (autodestructora) y dos personas que no pueden escapar el uno del otro pese a desearlo. Masoquismo, redención y muy mala hostia es lo que depara este extraordinario film al pobre espectador que pensaba ver a la Béart en bolas (que se ve, no se preocupen) y al marido cornudo como si de un amable sainete picaresco se tratara. Si L'ENFER le deja mal cuerpo, no se preocupe, era exactamente la intención de un viejo diablo llamado Claude Chabrol.
Saludos de un tipo nada celoso.

Back to Detroit

lunes, 28 de septiembre de 2009

Bajo par

La cosa es curiosa, y es que me he dado cuenta de que, al final, hablaré más de Kim Ki-duk que de Scorsese, por poner un ejemplo que hable por sí solo.
Hombre, le he dado caña para parar un barco y he de decir que el grueso de su producción la vi comprimida hace ya algunos años, tantos como los que ya no le dedico prácticamente atención alguna.
Del director coreano están las raras, las muy raras y las extremadamente raras; y de esta última categoría creo que me arriesgo a incluir HIERRO 3 (Bin-jip). Y si me sale la reseña de un tirón pienso irme luego a celebrarlo.
Lo del argumento es simple, lo complicado debe ser interpretarlo adecuadamente, claro. Pues resulta que un chaval nos es descrito como un indigente, pero nunca vi ninguno tan aseadito, tan guapetón y con una moto tan chula; pero ya se sabe que el concepto indigente para un coreano es equivalente al de JASP aquí. Este indigente posmoderno se dedica a entrar en las casas de los demás para vivir en ellas mientras están desocupadas; como lo hace de buen rollo, si se encuentra un enchufe chungo pues lo arregla, como es la costumbre de los que entran sin permiso en tu casa. El problema viene cuando entra en un sitio y se enamora de la dueña, o algo así. El marido es malo que te cagas y le pega, pero nuestro Superhomeless guarda un arma secreta: un palo de golf ¿?, así que venga pelotazos en la cocorota del maltratador entre polvete y polvete. Luego se van en la moto chula y se ponen a ver escaparates y a huir de la policía, porque la policía siempre persigue a las parejas en moto. Luego... luego hay música de un tal Silvano, y unas postalitas muy guapas de más escaparates reflejando el maravilloso neón coreano; y catorce líneas de diálogo, entre las que se incluye el enigmático ladrido de un perro y un telediario en un escaparate (claro). Pero Kim Ki-duk es el adalid de la antiglobalización, así que si no habéis entendido nada es porque vuestras entendederas no dan para más, lo siento. El jurado del festival de Venecia le dio a este tipo crédito suficiente para otros diez años, y me temo que no piensa desaprovecharlos.
Saludos en el hoyo dieciocho.

Bad year

domingo, 27 de septiembre de 2009

Fondo y forma

Tranquilos, prometo que no ha de pasar una semana completa sin que dé mi particular parecer acerca de lo último de Lars von Trier; intentaré no defraudar, aunque le llevo dando vueltas a la cosa desde hace varios días y aún no he dado con el tono, así que he decidido, mientras sí y no, hablar sobre ese hatajo de gañanes que fue IDIOTERNE, una película olvidable que persiste en la memoria general casi por cojones. Y es que von Trier se quedó con el personal como quiso con lo del Dogma aquel, movimiento que sólo pareció entender Thomas Vinterberg, realizando su mejor película y disintiendo seguidamente de lo que no era más que una bromita para relanzar el cascado cine danés. Mucho se habló de IDIOTERNE, poco se dijo; sus imágenes, pretendidamente rompedoras en base a una absurda reducción conscientemente limitadora, no son más elocuentes de lo que podía haber dado de sí cualquier trabajo de graduación en un Liceo cualquiera. Importó más (para LVT, claro) enfatizar hasta la náusea que no había foquitos, que la música iba a ser exclusivamente diegética o que ningún elemento externo (llámese efecto especial o maquillaje) iba a enturbiar tanta "pureza fílmica"... Jejeje... El problema es que von Trier pasa de los actores tanto o más que del público, se le olvida su extraordinario y poderoso discurso desplegado en BREAKING THE WAVES, por no hablar del dominio técnico de EUROPA, posiblemente sus dos mejores films; en cambio, von Trier, el mago, el hacedor, besa la frente del espectador en forma de falsa bendición, le promete que lo aquí contado no fue contado antes. El engaño ha sido consumado.
En realidad, hay un grupo de yuppies aburridos, hartos de vivir tan jodidamente bien, que deciden hacer el gilipollas integral, sólo que al hacerlo siempre en grupo los riesgos de que te partan la cara son menores, claro; detalle éste en el que no cae la timorata protagonista (¿hay protagonistas en lo del Dogma?), desinhibida finalmente tras la sonrojante orgía amateur y que cree poder llevar hasta sus últimas consecuencias lo que para el grupitín no era más que una forma extraña de pasar el rato, por lo que sólo ella recibe un hostión como una catedral, que es lo que uno quiere darle a von Trier por haberse quedado con tu dinero. Total, que no hay nada interesante durante cerca de dos horas si no es la cara de tonto del espectador y la sonrisilla satisfecha del director, después de haber tomado prestigio con una sandez como una sandía.
Jaludoj.

The long and winding road

sábado, 26 de septiembre de 2009

Sobrevolando

DISTRICT 9 es una de las más agradables sorpresas de esta convulsa temporada cinematográfica. Lo diré claro: de las tres a seis propuestas más importantes del año, ésta va ganando por goleada ¿Su secreto?: una más que saludable falta de prejuicios y un inteligente uso de lo que a la mayoría de directores sólo les supone estorbos, que no es más que ser consecuente con la época en la que se enclava la trama, con todos sus avances tecnológicos; sobre todo sin ocultar que ya pocas cosas pueden ocultarse a la mirada fría e inquisitoria de una cámara anónima. Pero DISTRICT 9 es también un verdadero prodigio de montaje, donde el tiempo real, en este caso una frenética cuenta atrás, deja al espectador literalmente sin resuello, y donde lo de menos son sus efectos especiales, que son espectaculares y muy bien dosificados. Una especie de serie B de lujo, con mucho de aquel viejo espíritu de Roger Corman y Robert Wise que nos advierte de varias cosas, por ejemplo de que nadie es el bueno cuando se trata de sobrevivir y que el hecho de que estemos informados 24 horas al día no significa necesariamente que estemos siendo bien informados. DISTRICT 9, casi sin quererlo, es un brutal alegato anti racista (y no digo colores), pero lo mejor es que es muy muy entretenida y nunca podemos imaginar qué pasará en el siguiente fotograma. Esperemos que suponga un cierto camino a seguir en el sci-fi moderno.
Saludos de gamba.

The king of night train

viernes, 25 de septiembre de 2009

Los caprichos de un hombre sobrio

Es THE THIN RED LINE una película de las que llevaba queriendo comentar desde que empecé el blog, algo me lo impedía una y otra vez y no sabría decir el qué. He tenido pequeñas discusiones con otros blogueros, discusiones sin importancia en las que, ante su exaltado y fascinado discurso, yo anteponía el hecho de que me parecía un film altamente pedante, con una cantidad de tiempos muertos excesiva y con un montón de actores/personajes metidos con calzador, que debían salir porque Malick se había empeñado en que los secundarios debían estar interpretados por primeros actores (Penn, Travolta, Nolte, Cusack, Clooney... etc) y el protagonista por un incipiente Jim Caviezel, al que nadie conocía por entonces. Una especie de drama bélico/metafísico en la que una escena de National Geographic, aderezada con la etérea música de Hans Zimmer y con una voz en off de tono trascendente nos adoctrina sobre que las guerras son mu malas y que sólo hay perdedores y tal y tal. Así durante tres horas de nada, que se dice pronto. Pero como soy muy consecuente y muy cabezón para mis cosas, volví a ver THE THIN RED LINE hará unos tres o cuatro meses y ha habido una transformación que además de significativa ha sido curiosamente simbiótica. Primero debo decir que los actores están bien dirigidos y Malick busca ese último gesto que no haya sido interpretado antes; la trama, insisto, no es nada que no se haya visto antes, pero está entretenida aunque no te enteres de gran cosa. El gran problema, insalvable problema, es la fragmentación de su largo metraje, que en el último tramo lo hace ya un poco insoportable, con tanta playa y tanta palmera.
Pero bueno, al grano, que dijo el inventor del Clearasil: comparada con INGLORIOUS BASTERDS, THE THIN RED LINE es una obra maestra absoluta; y no creo que a nadie debiera rechinarle esta comparación, al fin y al cabo Tarantino insistió en trasplantar a sus matones pagados de sí mismos, paradigma de un fin de siglo convulso y sin importancia, a un marco histórico donde miles de autores han intentado decir la última palabra. Porque las pelis de guerra, como los westerns, hay que saber hacerlas, digo yo.
Y vaya post curioso y contradictorio que me ha salido, con lo ortodoxo que soy por las mañanas.
Saludos delgaditos.

Endless life

jueves, 24 de septiembre de 2009

No le deis dinero a un friki (2ª parte)

A ver, me gustaría comenzar aclarando que nada de lo que va a estar aquí escrito va a lograr influir de manera alguna en el éxito masivo que la última trastada... digo película, de Tarantino va a tener ¿Por qué? No sé, da igual; a estas alturas todo vale y nada importa, así que ¿qué más da lo que un anónimo blog decida publicar al respecto?
Bueno, aclarado. INGLORIOUS BASTERDS va a jugar en la liga de las pelis importantes; INGLORIOUS BASTERDS es lo que Tarantino debe entender por "A partir de ahora no sólo me reconocerán hordas de integrantes de la perdida generación X, sus descendientes y alrededores. No, porque a partir de ahora puedo decir que he hecho un film de época, que viste mucho y hará que se olviden de algunos (otros) despropósitos", fin del pensamiento de Tarantino mientras sorbe su Banana Split, acodado en un antro de Scandal Point junto a Danny Boyle, que intenta convencerle de que el futuro está en la India y que explote un poco más su vena cómica, algo que a Tarantino no le hace mucha gracia, ya que él ya introduce todo lo que puede de slapstick y todo eso. Total, que Boyle le mira con su cara de profe de instituto con secretas adicciones y le recrimina haberse cagado en la Historia, además le da el teléfono de Terrence Malick, para que lo contraste y no lo coja si le llama (se ve que Malick está un poco mosca). Tarantino sabe que nunca hará nada con Boyle, pero va a hablar con Lawrence Bender para que pueda contratar otra vez a Brad Pitt con relleno en el mentón, que queda chulo, y de paso podía rescatar a Telly Savalas... (no, Quentin, que está muerto)... ¿McQueen?... (tampoco)... Pero está Tony Leblanc, que hace de mafioso retirado y tartajoso de puta madre... ¿Y Gracita Morales?... (¡Que no, coño!)... Es una diva, ¡una diva!...
INGLORIOUS BASTERDS, 153 minutos. La película del año... o eso es lo que mola ahora mismo, claro.
Saludos bastardillos.

007 (Shanty town)

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Retorno a aquel mundo

Dato 1: Peli española.
Dato 2: Ídem y en blanco y negro.
Dato 3: Ídem y además de época (ya saben cuál).
Dato 4: Director con treinta años de carrera y pocos problemas a la hora de encontrar financiación y distribución.
Dato 5: Director que ha concurrido varias veces al certamen de los oscar.
A groso modo éstas serían las líneas principales para poder entender lo que muchos tachan de frivolité, un cierto tipo de cine o un cine-tipo que no aspira a reformar nada ni a revolucionar nada, como (pienso yo un poco a la ligera) tampoco lo pensaba Douglas Sirk hace cincuenta años cuando filmó THERE'S ALWAYS TOMORROW o ALL THAT HEAVEN ALLOWS. Por lo que no entiendo la consideración que recibe un cine tan específico como éste dependiendo de la época en la que se filmase e incluso el país; porque en España parece que un film ambientado en los 40-50 tiene que vaciarse en la denuncia del régimen franquista y sólo mantiene indicativos luminosos en cuanto al tic-tac bueno/oprimido y malo/opresor. Afortunadamente, a José Luis Garci todo esto se la trae al pairo y cada cierto tiempo es capaz de filmar lo que otros no pueden sino soñar ¿Que ha sido autor de tostones infumables y soporíferos? Claro, lo digo yo también; aunque convendría señalar que un tostón infumable y soporífero puede serlo un "vanguardista ejercicio de libertad narrativa con intérpretes veinteañeros" (léase CAÓTICA ANA p.e.).
YOU'RE THE ONE es otra de las muy buenas películas de Garci. Rodada en un blanco y negro absolutamente exquisito, Garci vuelve a construir una especie de ensoñación de época en la que haríamos bien en no prestar demasiada atención a una línea argumental que tampoco es que sea nada del otro mundo; yo me quedo con esos momentos suspendidos, impregnados de celuloide, casi irrecuperables en mitad de la era digital, donde una actriz tan discretita como Lydia Bosch es capaz de emular a toda una Barbara Stanwyck mientras pasea por una hermosa playa cantábrica. YOU'RE THE ONE sabe a la novela de Laforet, a la de un primer Delibes o un Cela comedido; y todo en un tono que sólo se puede mantener en un país tan contradictorio (y por tanto tan interesante si se sabe mirar en la dirección adecuada) como éste, quizá la única ventaja, tan poco aprovechada, respecto a otras filmografías europeas.
Y ahora... las críticas.
Saludos noche y día.

Claire's song

martes, 22 de septiembre de 2009

Abandonad toda esperanza

Mientras el cine europeo, incapaz de competir industrialmente con el norteamericano, se debate entre mirar hacia fuera (espectador) o hacia dentro (autor), las propuestas más interesantes son (siempre lo han sido) las de unos pocos insobornables, fieles a un estilo propio y que no miran a nadie, más bien atraen todas las miradas.
Uno de los ejemplos más claros de esto es Michael Haneke, caso único por la gran aceptación de su obra, pese a la radicalidad de la misma. Debe ser Haneke un autor comentado, discutido, zarandeado (eso estamos intentando aquí), porque parece la única forma de desentrañar toda la oscuridad implícita en cada uno de sus films. Seguimos a la espera de THE WHITE RIBBON, ganadora en Cannes este año, entre tanto, vayamos con otro zarpazo del director alemán. WOLFZEIT pasó curiosamente inadvertida por nuestras imprevisibles pantallas, sobre todo dado el reconocimiento obtenido por Haneke en FUNNY GAMES primero y en LA PIANISTE más tarde; este oscurísimo y deprimente retrato de la pérdida de la civilización (no el fin, ojo, la pérdida) es capaz de dejar en pañales a propuestas similares como CHILDREN OF MEN o BLINDNESS, por citar algunas recientes. Imaginemos: el apocalipsis ha llegado, pero ¿qué creíamos? El apocalipsis no es más que el hombre desatado, el hombre como lobo hambriento que no respeta a sus semejantes y cuya lucha por la supervivencia deviene crueldad, intolerancia, fascismo encubierto de anarquismo... Esta es la historia de una familia que cree que escondiéndose pasaran los malos tiempos, el pesimismo extremo de Haneke muestra que los malos tiempos han llegado para quedarse; a partir de ese descubrimiento, cada ser aprende que ya sólo puede luchar por su propia existencia; la madre es separada a la fuerza de sus hijos y no puede hacer nada por impedirlo, la muerte se convierte en una constante. Como los animales, cada día se basa en subsistir, comer y no ser comido. WOLFZEIT, como no podía ser de otra forma viniendo de quien viene, es una película francamente dura, que no da una sola concesión al espectador y que termina con una reflexión que pretende ser advertencia; sin embargo, lo más interesante, a mi modo de ver, es esa cuidadosa puesta en escena, muy Tarkovski, que no deja nada al azar incluso en un relato tan desmembrado como éste.
Si no la vieron, háganlo.
Es el tiempo de los saludos.

Vox balaenae

lunes, 21 de septiembre de 2009

Dylan in a mind

Marcus Carl Franklin se sale literalmente de OH BROTHER y encarna a un muchacho de color que viaja con pordioseros en trenes, en plena depresión, para llevar flores a Woody Guthrie, que está a punto de palmarla. Christian Bale es un cantautor serio y comprometido que un día, arrebatado por la ignorancia de un público cada vez más insensible, decide consagrarse a los evangelios y desde allí difundir su arte, que ahora es sagrado. Ben Whishaw mira a la cámara de frente y afirma ser Rimbaud, mientras va escupiendo frases supuestamente lapidarias como si de un interrogatorio se tratase. Heath Ledger es un actor de incipiente carrera, mujeriego, pagado de sí mismo, aunque terriblemente inseguro, y que un día ha de encontrar a su amor verdadero en una frágil muchacha francesa, la única que no le ríe los chistes malos sólo por ser quien es. Richard Gere es un extraño y envejecido Billy "the kid" que vive en un apartado rincón sin muchos sobresaltos, hasta que un día recibe una visita inesperada, un viejo amigo que no se ha olvidado de matarle. Cate Blanchett es Bob Dylan.
I'M NOT THERE es el extrañísimo punto de vista de Todd Haynes sobre el más carismático e influyente escritor de canciones del siglo XX y algo del XXI. Un fascinante laberinto de personalísima estampa y grandes momentos de cine ¿Qué puede fallar entonces? Hombre, pues todo menos Blanchett, que si no nos lo dicen no nos creemos que sea ella y que regala una interpretación del Dylan más mordaz, eléctrico y cínico que ingresa directamente en las mejores de este incipiente siglo. Así, el resto no es más que lo que Haynes debe haber masticado durante toda su vida, sólo que es demasiado pretencioso que nosotros también veamos al genio de Minnesota en las otras interpretaciones antes descritas; que no son fallidas, sino que se supone que todo gira en torno a Bob Dylan, y no lo hace, la verdad.
Una buena película que se queda en extravagancia posmoderna y que nos deja con el interrogante de saber qué podían haber dado de sí 120 minutos regalados por entero a ese animal de la interpretación que es Cate Blanchett.
El saludo está en el viento.

You're a big girl now

sábado, 19 de septiembre de 2009

Vamos a contar verdades

Philippe Garrel, uno de los cineastas más lúcidos, específicos e importantes (y debe utilizarse la palabra "importancia" adecuadamente) de los últimos treinta años, es un director desconocido si no es en círculos más o menos reducidos de aguda cinefilia, pues incluso en festivales su obra ha asomado a duras penas. Garrel, el obsesionado director que fue yonqui; Garrel, el yonqui que mientras quería ser director estuvo con Nico (sí, la de la Velvet), creando desde la aguja. Garrel, demoliendo los códigos establecidos del cine moderno, rescatando el espíritu de la nouvelle vague sin recurrir a ella; Garrel insiste amargamente en que aquello acabó hace mucho, casi con mayo del 68, pero nadie le escucha. Sus relatos están desnudos, desamparados; sus personajes no son fuertes, sólo pueden deambular, llenos de contradicciones y remiendos morales. LA NAISSANCE DE L'AMOUR es un pedazo de vida que respira a duras penas, como un pez fuera del agua; es la soledad y la amargura, la de un hombre que ya no es nada, que no puede amar, que no puede ser. Es un hombre y también es otro (recital interpretativo de Lou Castel y Jean Pierre Léaud), que no paran de echarse cosas en cara, aunque los dos están acabados por el mismo motivo. Y es una oscura reflexión acerca de esos hombres anónimos, hundidos, que de repente tienen una oportunidad y deben rebuscar en su olvidada luz para empezar otra vez. LA NAISSANCE... no habla de nada en concreto, sino que enfrenta al espectador a un puñado de emociones y sentimientos; los actores transmiten esas sensaciones por cada poro, enquistados en la sublime fotografía en blanco y negro espectral de Raoul Coutard. Garrel es el más atrevido de los directores post-nouvelle vague si obviamos la corta e intensa filmografía de Jean Eustache, amigo íntimo de Garrel y al que éste dedica un sentido y estupefacto homenaje en una escena terrible, simplemente haciendo que Castel mire a un balcón desde la calle. "Allí vivía Jean"...
Garrel es capaz de coger todo el vigoroso mundo de un Truffaut o un Chabrol y conminarlo al infierno más doloroso, ése es su mundo y ése es su cine. Un maestro.
Saludos sabatinos.

Who knows where the time goes

viernes, 18 de septiembre de 2009

Está bien eso de hacer películas

Antes que nada, me gustaría abrir esta reseña agradeciendo al señor Paul Thomas Anderson el haber contribuido (involuntariamente, supongo) al envilecimiento de esos tipos cuya profesión es ignota y que se dedican, en misterioso hobby, a cambiarle el título original a las películas por la puta cara. Espero que sirva para que la magnífica SHOW BOAT, de James Whale y su consecuente versión de los cincuenta de George Sidney sean buscadas a partir de ahora por su nombre y no por otro.
Dicho esto, hablemos de MAGNOLIA.
Anderson es el cineasta más deliciosamente ambicioso de la década, y bien que hacía falta un agitador de sus proporciones. Subiendo el volumen de sus films desde aquel primerizo (y nada desdeñable) HARD EIGHT, Anderson se fijó primero en sus maestros, los puso al día, reconcentró su poderoso discurso en PUNCH DRUNK LOVE y estalló como nuevo genio cinematográfico en la grandiosa THERE WILL BE BLOOD. Sin embargo, fue MAGNOLIA la que encendió un foco sobre su repentina irrupción en los grandes salones de Hollywood. MAGNOLIA era un sentido y rabioso homenaje a su amado Robert Altman tanto en fondo como en forma; si el discípulo superó al maestro no me parece, en todo caso, parte primordial del film. Lo interesante es cómo Anderson se apropia de un discurso ajeno para dotar a su inventiva de verdadera entidad. Lo es el carrusel de personajes que desfilan sin rozarse por sus tres horas de metraje, para acabar en una orgía interpretativa, puede que algo excesiva, que busca desesperadamente el contacto directo con el espectador. MAGNOLIA empieza y acaba igual que lo hacía SHORT CUTS, invocando primero al demonio para exorcizarlo al final; sus personajes están siempre por encima de una trama diluida, dispersa, no tan importante. Porque podrían haberse hecho un puñado de buenos cortos de su metraje, cohesionarlo todo fue el quebradero de cabeza de Anderson, con momentos prescindibles y otros que permanecen en la retina, como la poderosa exhibición de Tom Cruise en un personaje verdaderamente extremo y que él mismo se encargo de parodiar recientemente en la estupenda TROPIC THUNDER. Desde luego, MAGNOLIA es mucho más que Cruise o Julianne Moore, el otro gran pilar del film, es un incómodo retrato de los miedos, obsesiones, chapuzas y miserias del hombre posmoderno, el que ya no se asombra con nada, ni siquiera con una lluvia de ranas. Somos nosotros, pero tienen que recordárnoslo constantemente.
Saludos de un charlatán.

Mayor of Simpleton

jueves, 17 de septiembre de 2009

Tiro al plato

BOWLING FOR COLUMBINE es la película trampa por excelencia. Primero porque se trata de un supuesto documental, por lo que nos olvidamos de menudencias como calidad, imaginación visual o montaje y nos quedamos conla esencia del asunto: lo que cuenta. Y lo que cuenta es, parece ser, una especie de secreto arcano que sólo se conoce en altas esferas diplomáticas. Aquí encadenamos con la segunda trampa: su director/intérprete principal/ideólogo/director de orquesta, Michael Moore, es un charlatán que no se toma en serio ni a sí mismo, pero que se pone muy serio cuando es capaz de llegar ante algún "responsable" de algo y la cámara enfoca y registra, por lo que Moore añade un nuevo asterisco a su florido currículum: el de interrogador (no confundir con entrevistador).
Otra trampa: el "cine" de Michael Moore no admite medias tintas; o estás con él o eres un patán retrógrado que desea la exterminación de varias etnias, lo que en mi opinión deja bastante limitaditas las opciones de ejercitar una libertad de expresión que se supone es la bandera de este documentalista, el único capaz de pasearse por alfombras rojas varias, firmar autógrafos, recoger premios reservados a la ficción o colocarse frente a los periodistas en las ruedas de prensa. Y, bueno, BOWLING FOR COLUMBINE es la máxima expresión de las obsesiones de Moore; aprovechando que el Pisuerga nunca pasó por Arizona, logró que viéramos con malos ojos a un gran actor en avanzado estado de senilidad, que atendamos a las "lúcidas" palabras de un payaso como Marilyn Manson o que nos creamos que en Canadá la gente vive en el paraíso, cosa de la que creo que Denys Arcand discrepa ligeramente. Y todo ello con estructura del No·Do, a base de repetir lo obvio por si a alguien se le había escapado que la tenencia indiscriminada de armas es un poco peligrosa.
... Apología de las armas, los republicanos son malos, viva Canadá, saco a Mr. Manson porque no podría editar a Bob Dylan (caso de que me dejara filmarle), de paso aprovecho para salir yo también con mi gorra y un rifle que me han regalado los de la asociación de marras... Se mete en la turmix y a ganar premios con algo que no pasaría de una crónica de sucesos; porque lo del instituto Columbine ha seguido pasando incluso en sitios tan idílicos como Finlandia, y no sé si Moore también tiene una explicación para eso. Además, Gus van Sant lo filmó infinitamente mejor y sin caer en ninguna demagogia, simplemente haciendo cine, que es algo que a Moore le está vedado desde aquella desconocida y lejana aberración que era CANADIAN BACON.
Un saludo en el punto de mira.

Sabesquetequiero

LA LA LOVE YOU - Sabesquetequiero

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Fuego cruzado

El principal problema de PUBLIC ENEMIES, porque tiene varios problemas la cinta de Michael Mann, es no saber uno muy bien a qué carta juega este hombre. Ligeramente, diría que la nueva revisión sobre el mito de John Dillinger, aderezado con la génesis del F.B.I. y sus costurones morales sobre el poli malo, el buen ladrón y el vive rápido, es otro tratado esteticista a la búsqueda incansable de la imagen más allá de la narración, confiando más en un granulado preciso que en un diálogo certero.
Muchas de las cosas que pasan aquí no se las cree ni Mann, ni nadie que no se haya dejado llevar por la hipnótica cadencia de sus personajes ejercitando su ballet de balas (un bullèt, si me permiten el palabro); muertos que sólo mueren tras la última y lapidaria frase; las escapadas a la remanguillé; los tiroteos que parecen sacados del equipo A o los personajes que aparecen y dcesaparecen allá y acullá sin embozo alguno. Es decir, que la peli está entretenida, pero no más que cualquier otro producto comercial nacido para el consumo y el olvido; lo que me chirría es el estatus que Mann, repitiendo la misma fórmula hasta la extenuación, ha logrado entre buena parte de la gente que nunca hubiesen pensado en aclamar Miami Vice (me refiero a la serie), auténtica piedra angular del cine de este hombre. Y es que la diferencia entre Mann y, por ejemplo, John Woo, favorece a este último en el sentido de que el hongkonés nunca pretendió deslumbrar al jurado de Cannes, algo que lleva buscando Mann desde hace demasiados años; una de las cosas que debería aprender, entre ráfaga y ráfaga, es a dirigir actores, otra sería tomar clases de guión con David Mamet o, en su defecto, no aparecer como integrante de un insólito tripartito.
De momento se confirma lo que dije no hace mucho: si éste es el nivel de los pesos pesados del año, nos esperan unos oscar el año que viene de agárrate y no te menees.
Saludos de un fugado.

Panasonic youth

martes, 15 de septiembre de 2009

Humo y palabras

Para darnos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo en custión de películas, lo más recomendable es echar un vistazo periódicamente a las ediciones de los oscar; nada mejor para reencontrarnos con esos títulos semiolvidados que nos gustaron en su momento para luego quedar sepultados bajo cada nuevo estreno. En la edición de 2006, en el apartado a mejor actor, y como viene siendo acostumbrado, se cometió una injusticia que entonces tampoco es que pareciese mucha; sin embargo, David Strathairn dejó constancia de su talento en una curiosa película en la que cada elemento parecía invertido. El premio se lo llevó (estaba más que cantado) el brillante Philip Seymour Hoffman por su recreación casi espiritual de Truman Capote. Comparativamente, Hoffman era Capote por los cuatro costados, lo que está muy bien; Strathairn, en cambio, da una lección de interpretación casi sin un gesto, mediante un autocontrol rozando el perfeccionismo y, sobre todo, con un inigualable uso de la palabra. La palabra dicha, lanzada al aire, que en GOOD NIGHT. AND GOOD LUCK compone toda su fuerza narrativa, que no es poca. Personalmente no soy un fan acérrimo de George Clooney, pero debo reconocer que su plasmación de los sucesos acaecidos en el famoso face to face entre el periodista E.R. Murrow y el senador McCarthy, que dio por finiquitada felizmente la caza de brujas, es seguramente uno de los más lúcidos que Hollywood ha visto en los últimos tiempos. Clooney prefiere ceder el protagonismo a Strathairn y el film sale ganando, y sus escenas en inacabable monólogo, frente al micrófono, con el sempiterno cigarrillo en la mano, deben más al Hawks de LUNA NUEVA que al supuestamente riguroso Oliver Stone, cuyo tratamiento político no pasa inadvertido, mientras que Clooney tira con dardo (y acierta), dejando los golpes de efecto para presupuestos mayores y centrándose en la convicción de un hombre por hacer justicia por encima de todo. Y todo filmado en un agradable blanco y negro que nunca parece impostado y en el que las volutas de humo adquieren una dimensión que ya parece que sólo podían alcanzar las películas "de antes". Cosas de la corrección política.
Saludos y buena suerte.

Mass destruction

lunes, 14 de septiembre de 2009

Entre la fiebre y el miedo

Otra noticia reseñable en el mercado de DVD (que no es donde compro los tomates) ha sido el reciente rescate del ostracismo más profundo de una curiosa película, una de las más curiosas que he visto, y no le faltan motivos. Se trata de aquel experimiento, carne de mecenazgo por los cuatro costados, que Carl Theodore Dreyer rodó en Francia con todo un señor equipo alemán (era 1931) y en la que desarrolló varios conceptos que en la época resultaron embriagadoramente novedosos. Primero experimentó un primitivo y audaz paso al sonoro sin dejar de lado las posibilidades plásticas del expresionismo mudo; por el otro, usó las enseñanzas mismas del cine expresionista para lograr una obra seguramente muy avanzada en aquel tiempo, pero que mantenía una distancia demasiado pronunciada con el espectador (e insisto: el de aquella época). Así, VAMPYR fue un fracaso tan rotundo que Dreyer se sumió en un depresión de caballo y no logró volver a rodar nada hasta doce años después... Cosas de la época...
Lo cierto es que estamos ante una película que ha sido objeto de numerosos estudios y comparativas, dado su misterioso carácter. No podría hablar de terror puro y duro, sino más bien de una especie de pesadilla en imágenes; todo muy brumoso y sin terminar de aclarar de qué se trata todo aquello que parece tan fascinante pero también tan voluble. El argumento no es más que el típico relato de tintes góticos en los que un forastero descubre un terrible secreto en el lugar al que acaba de llegar; y aunque Dreyer se empeñe en entretener al personal con esqueletos, ataúdes y brujas vampiro, todo eso termina por quedar en un segundo plano y ceder ante la imaginación visual de Dreyer y su acompañante de lujo tras la cámara, nada menos que Rudolph Maté. Vista setenta y ocho años después, con sus lógicas taras bien pulidas, una mejora considerable de su cavernícola sonido y un buen puñado de extras (lo que siempre se agradece), VAMPYR exige su exótico estatus de rareza de autor muy por delante de su supuesta afiliación con cualquier tipo de género. Así fue Dreyer antes de oficiar como resucitador oficial del reino.
Saludos vampirizados.

In the beginning, darkness

domingo, 13 de septiembre de 2009

La justicia siempre llega tarde

Después del descalabro que, seguramente, va a suponer TETRO, nada volverá a ser igual al referirnos al último magnate de la imagen filmada. Sí, claro que siempre nos quedarán los padrinos y los apocalipsis, pero se hace patente, más que nunca, el carácter escurridizo de un tipo que nunca terminó de encajar en la gran industria y acabó estrenando menos que cualquier novatillo de Sundance.
Pero ni tanto ni tan calvo, porque hay un periodo, el comprendido entre la ruina de ONE FROM THE HEART y THE GODFATHER III, donde F.F. comprendió finalmente (la única salvedad sería DRACULA) que aquel Midas había muerto una década antes y nadie se había percatado. El sueño acabó, pero quedaron algunos de los films más personales de este esteta de la conciencia, como OUTSIDERS, RUMBLE FISH o COTTON CLUB, seguidos de uno de sus mejores trabajos, PEGGY SUE..., y rematado finalmente por un título que sigue siendo neblinoso y poco valorado por su condición de "casi invisible".
Hace veinte años, Coppola intentó emular la hazaña de Welles y su citizen, abordando la fascinante historia de Preston Tucker, un visionario de los de verdad que se enfrentó por su cuenta con la imparable maquinaria industrial, un artesano de los coches que construyó el Tucker, un automóvil con calidades de lujo que, sin embargo, se vendía a un muy bajo precio, dada la nula propensión a forrarse de este loco maravilloso al que dio vida un Jeff Bridges pletórico. TUCKER: THE MAN AND HIS DREAM se empapa asimismo del espíritu de su protagonista y se erige en película insobornable sobre la fatalidad del sueño americano, más cercana a Eastwood que al grandioso Coppola de antaño. Parece evidente que su autor comprendió dónde debe ir el dinero y echó mano de Vittorio Storaro para retratar un ambarino instante que a menudo ha sido glorificado por demasiados memos, incapaces de ahondar en las miserias tras las amas de casa perfectas y los mariditos cumplidores; una especie de REVOLUTIONARY ROAD a la inversa, donde los malos efectivamente existen y la tragedia es la imposibilidad del hombre que sueña para enfrentarse contra lo que no puede ser movido de ninguna manera.
Reconozco que Coppola no va a ser recordado por este intenso film, tampoco Preston Tucker fue reivindicado por nadie tras arruinarse definitivamente. Curioso ¿verdad?
Saludos soñadores.

Take the A train

sábado, 12 de septiembre de 2009

De espaldas

Una de las grandes noticias del año es, indudablemente, el estreno (¡por fin, por fin!) de PARANOID PARK, conclusión de la impresionante tetralogía que, ahondando de manera personalísima, ha posicionado a Gus van Sant como uno de los realizadores más interesantes de los últimos tiempos. A falta de verla, y con GERRY fatalmente in albis, ELEPHANT me sigue pareciendo la mejor película de el de Portland. LAST DAYS me gustó, pero adolecía de una falta de continuidad que acababa por exasperar al más docto. ELEPHANT, sin embargo, es un trozo de fascinante horror nunca mostrado como tal, sino sugerido en un inusual crescendo que no es tal, pues todo es calmo y pausado, un alarde de cotidianidad filmada como un terrible videojuego de carne y hueso ¿No disfrutan sus hijos matando zombis a porrillo mientras manejan con mano firme a un veterano de guerra del que sólo pueden ver la espalda? Pues eso es lo terrible en ELEPHANT; van Sant filma a sus adolescentes avanzando por los desiertos pasillos del instituto, explicitando fríamente el caos desatado sólo en los últimos minutos dejando que sea el espectador el que "vea" por sí mismo. ELEPHANT relata los sucesos del instituto Columbine de manera totalmente opuesta al farsante Michael Moore; en vez de denunciar prefiere que cada uno saque sus propias conclusiones, pero que sean las conclusiones de cada uno, más allá de limitaciones morales ni lamentaciones que no sirven de nada cuando la tragedia ya ha sido consumada. Van Sant, sin usar una narración ortodoxa, es capaz de colocarnos frente a nuestras propias conciencias de manera implacable; por eso ELEPHANT debe ser tan necesaria, por eso es una obra maestra de nuestro tiempo.
Saludos paquidérmicos.

Mammoth

viernes, 11 de septiembre de 2009

Delirios de un artesano

THE FALL fue uno de esos títulos de los que uno recela desde el primer momento en que te enteras de que existe. Primero: una carátula convencional, de las que bullen en los blockbusters y ante las que te sientes vacunado, lo que no siempre es bueno. Segundo: el director es Tarsem Singh, un tipo que hincó la rodilla para darle lustre a la inútil de Jennifer López (espero que se haya forrado lo suficiente y no vuelva a asomar el hocico), lo que dio como resultado THE CELL, una película tan extrañamente bella como argumentalmente intrascendente. Tercero: leer la sinopsis es resoplar ante una nueva versión de THE PRINCESS BRIDE, que a su vez era una versión de Las mil y una noches... Es decir, nada nuevo bajo el sol.
Sin embargo, hay que verla; sí, uno la ve y se da cuenta de que "Un momento, aquí hay algo" ya desde la escena inicial, donde se aprecia el fetichismo profesado por este señor hacia los caballos. Ponernos a describir todas y cada una de las apabullantes escenas, con su deslumbrante puesta en escena, sabiendo que el uso del digitalismo es casi insignificante, ocuparía varios días de blog, y eso es algo que no concuerda con el espíritu de éste. Así que en ese apartado sólo diré (y creo que no es poco) que probablemente estemos ante la película de mayor belleza visual casi casi de la historia... casi casi, porque me pillaría los dedos. Ahora bien, existe un nudo argumental que la dota de un interés más allá de la inventiva visual y que trasciende el simple cuento de fantasía, algo que no ocurría en el film de Rob Reiner. Y es que los momentos más interesantes de THE FALL ocurren en las distancias cortas, cuando Tarsem debe demostrar que es un buen director de actores y nos regala algunos minutos (pocos) verdaderamente enternecedores entre la adorable niña y el especialista lisiado, que le pide morfina a cambio de continuar la narración del cuento. Porque, a lo mejor, THE FALL podría haberse desarrollado sin secuencias espectaculares, apoyada sólo en ese agridulce, tragicómico tira y afloja entre los antes mencionados; porque éste es un cuento, sí, pero un cuento que nunca renuncia a la dura e injusta realidad, una realidad con la que la niña se da de bruces y de la que intenta escapar por medio de las narraciones. Es en ese inteligente juego de correspondencias donde el cine entra a raudales y gana por goleada al videoclip, que está muy bien pero que en un largometraje necesita tener un sentido intrínseco para no acabar sonrojando. De todas maneras, se trata de un estimulante paso para un director con un sello muy personal y que puede dar más de una sorpresa de aquí en adelante.
Saludos de vivos colores.

High command

jueves, 10 de septiembre de 2009

Viaje subjetivo al fondo de la creación

Un camionero charla con su compañero de viaje mientras desayunan en una estación de servicio. Una pianola mecánica se desliza por medio del stop-motion por un espacio vacío y toca por sí misma una melodía. Bach enseña a su hijo cómo tocar cierta entrada en un clave. En un mercado, un carnicero envuelve un enorme trozo de carne con una partitura, que será rescatada e interpretada. Un trasunto de Bach entra en una taberna del siglo XXI y pide cerveza. El compañero del camionero ejecuta una pieza de Bach con una armónica y éste lo escucha mientras conduce; luego llega a un motel y ensaya con su fagot. Luego descubrimos que el camión se dirige hacia una tienda de pianos, donde recibe el encargo de transportar un piano de cola. El dueño de la tienda es un maduro de esos que todos queremos llegar a ser con su edad, viviendo en un lujoso apartamento del centro; haciéndole el desayuno a nuestra joven novia, que es violonchelista, extranjera y enseña muslamen sin problema; hablando de pianos y partituras en el desayuno, porque es lo que mola. El maduro interesante se dirige, como es su costumbre habitual, a una exquisita librería de viejo, donde el dueño, con las gafas colgando de una cuerdecilla, le discute si el libro tal es del siglo XVII o del XVIII, aunque en cualquier caso puede conseguirle el ejemplar en pocos días. Una mano sin dueño traza artesanalmente un pentagrama con un tenedor mojado en tinta. Por último, un piano cae desde el vacío al mar, así que queda hecho papilla.
Entre medias de todo esto, no recuerdo exactamente sobre qué minuto, y si lo supiese tendría serios problemas psicológicos, Pere Portabella nos regala una escena maravillosa y muy difícil de rodar, en la que un vagón de metro se ve inundado de una veintena de violonchelistas, alineados y tocando la suite número 1 para este instrumento. Cámara en mano, supone un plano móvil de intensa belleza. El problema es que el resto no es que no esté a la altura, es que cada cosa que "pasa" en DIE STILLE VOR BACH va por libre, que es una cosa estupenda pero que deja al espectador con un palmo de narices. Sólo los incondicionales (que deben ser muy poquitos) saben de antemano lo radical de la nueva propuesta del veterano director catalán, uno de los cineastas más inconformistas y difíciles desde hace ya cuarenta años. Así que ¿es buena? ¿es mala?... No. Es diferente y punto.
Saludos bien temperados.

Salute to Bach

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Animando el cotarro

De nuevo la animación dotando de vida, paradójicamente, un panorama de estrenos bastante discretito; porque este año, no nos engañemos, ha sido muy poquita cosa. Lo dije de WALL-E en su momento: La mejor del año. CORALINE no llega a tanto, pero si la unimos a la anterior y al PONYO de Miyazaki, lo cierto es que resulta complicado encontrar algún título por encima, teniendo en cuenta la repercusión de estos títulos.
Pero hablemos de CORALINE, donde Henry Selick encuentra al fin una historia lo suficientemente retorcida para moldear a gusto sus imposibles personajes, todo un alarde del stop-motion en 3D que aquí están plenamente justificados. Pero qué decir de Neil Gaiman, uno de los más reputados guionistas de cómic, de ese tipo de cómic que a finales de los ochenta, y con Alan Moore a la cabeza, removieron por completo los pétreos cimientos de las majors con un tratamiento más adulto de un género casi exclusivamente reservado al público teen. Andaba Gaiman como loco por que alguien colocara alguna de sus oscuras historias entre lo máas importante del cine tras fracasos que por fracasados pasaron incluso desapercibidos, como la prometedora MIRROR MASK, de la mano de su gran colega Dave McKean. Pero, primero, aquí sí hay historia; segundo, Selick es un maestro haciendo lo que hace (que se lo digan a Burton); y tercero, ésta no es una historia conformista. Cuidando cada detalle, Selick y Gaiman tejen el típico relato tenebrosillo, deudor de Carroll o el mejor Stephen King (CORALINE vendría a ser un exótico cruce entre Alicia, Chihiro y Constantine), lo mantienen con un tono entretenido y dinámico, y luego, cuando todo está en su punto, lo tornan a algo extrañamente terrorífico que me hace dudar de su calificación "para todos los públicos"; primero porque los guiños de guión son constantes e inteligentes y luego porque el hecho de que CORALINE sea una peli animada no justifica ninguna condición infantil y ni siquiera juvenil, lo que se ha venido explotando desde su amplia difusión. En definitiva, estamos ante uno de los mejores títulos del año y si hay suerte, ante el principio de una gran amistad, la de dos genios del terror inteligente. Y nosotros que se lo agradecemos.
Saludos desde el otro lado de la puerta.

Cause=Time

martes, 8 de septiembre de 2009

"Suversión"

Bueno, hoy vamos a hablar de una mala película, uno de esos productos que los europeos, al margen de si somos más cinéfilos o no, no entendemos cómo pueden llegar a tener financiación y una distribución más que aceptable, mientras que propuestas más interesantes deben esperar tres o cuatro años o un milagroso rescate en DVD. La cosa es que CHOKE es bastante mala por varias razones, y puede que la fundamental sea su falta de personalidad, confundida aquí por su primerizo director con falta de pretensiones, que no es lo mismo. Luego porque leí la novela del sobrevalorado, pero aun así interesante, Palahniuk y qué quieren que les diga, que se parecen como dos gotas de agua a dos de whisky. El autor de El club de la lucha es un poco pesado con lo de darle la vuelta a todo lo que huela a políticamente correcto, pero tiene ingeniosas ideas y evidentemente sigue siendo un autor puro. Por su parte, Clark Gregg, al que no auguro un futuro prometedor, hace algo que a mí me parece una soberana gilipollez a menos que la pasta la haya puesto la FOX, claro. No se le ocurre otra cosa que filmar un largometraje en base a la sostenibilidad episódica de las modernas series de éxito (muchas de la FOX), por lo que todo transcurre de manera que diez minutos sirvan de antesala a los siguientes diez minutos... ¡Una mamarrachada! Aparte de que los actores no parecen creerse mucho esa improbable historia de ¿perdedores? adictos al sexo que de manera bochornosa (¡Oh, milagro!) logran echar un polvo a cuanta fémina maciza se le pone por delante... ¿No les recuerda a Jaimito o a las cosas esas de Pajares y Esteso? Luego todos se revelan como buenos hijos y amantes, aunque antes haya que meter con calzador la excusa de las asfixias provocadas... Todo mezclado por la cara con una cosa que parece un flashback con Anjelica Huston teñida y con diez kilos de maquillaje para aparentar treinta años menos ¿El resultado?: Si han visto una serie tan estrafalaria como MI NOMBRE ES JOE, entonces sabrán de qué les hablo, aunque sé de buena tinta que hay a quien le ha gustado, pero no he logrado encontrar a nadie que la defienda como película necesaria... Y es que no lo es.
Por cierto ¿dije que la producía la FOX?...
Saludojjjjjjjjj!!!!!

Lilly

lunes, 7 de septiembre de 2009

Suspiros españoles

Este es un post muy especial, el más especial que he escrito desde que empecé con esta locura y sólo junto al que dediqué al maravilloso nacimiento de mi hija. Y aunque no somos profesionales, ni lo pretendemos, lo más normal es que hoy no hubiese escrito nada, pero también es cierto que esto es casi lo único que hago sólo medio mal, así que tras mucho pensarlo y con esa musiquilla dándome vueltas por la cabeza decidí ir directamente a esta obra maestra de don Carlos Saura.
Primero que otra cosa porque se me ocurrió que sería un bonito homenaje para otra Carmela que nació en años de República, padeció la etapa más negra de este país y vivió mucho tiempo, incluso el suficiente para conocer a su única bisnieta.
Pero ¡AY, CARMELA! es también una obra maestra irrepetible, al menos la que considero la mejor de Saura y un prodigio de concisión y verdadera prosa cinematográfica. El que Rafael Azcona hiciera el guión influiría en algo y se nota en los ramalazos "berlanguianos" que aquí son, si cabe, aún más apesadumbrados, todo un tratado de tragicomedia. Inmensos Andrés Pajares, Carmen Maura y Gabino Diego en tres papeles de esos que caen una vez sólo. De manual para los estudiantes, las tremendas escenas de las actuaciones de esa improbable pareja en mitad del conflicto; impagables las variaciones que deben improvisar sobre un mismo tema (inolvidable "Mi jaca") dependiendo del bando para el que actuaran. Idea toda ella que plasma de manera soberbia la confusión de aquel tiempo nefasto, en la que ser español significó una vergüenza. Es uno de esos títulos situados en lo más alto de nuestra cinematografía, una lección de cine y de humanidad y resulta complicado no derramar un par de lagrimillas con un nudo en la garganta cuando uno ve a Pajares, más Charlot que nunca, agachando la cabeza de impotencia, reivindicando su inútil condición neutra. Hay que verla, porque incluso los que no vivíamos entonces nos hemos sentido identificados de una u otra forma.
Un saludo muy especial para todos ustedes.

¡Ay, Carmela!

domingo, 6 de septiembre de 2009

Cómo se construye un icono

En su segunda película como director, probablemente cuando ni crítica ni público no daban un duro por que aquel imperturbable actor lograse labrarse una carrera como director, Clint Eastwood tuvo claro que no hay que desdeñar las influencias cuando éstas son absolutamente legítimas y, claro está, tan interesantes como, por ejemplo, el dominio del tiempo cinematográfico de Sergio Leone. Así, mientras su debut le acercaba más al thriller abstracto que últimamente tantos éxitos le ha reportado, lo siguiente que hizo fue demostrar (y esto sigue siendo cierto treintaytantos años después) que la penúltima palabra en cuestión de western la tiene él. En HIGH PLAINS DRIFTER (acertadamente bautizada aquí como INFIRNO DE COBARDES), Eastwood modela por primera vez a ese inquietante pistolero que llega sin saberse de dónde, cuyas habilidades parecen sobrenaturales y que alberga en su interior un sentimiento de venganza casi imparable. Supongo que todo esto les suena a PALE RIDER, claro; aunque también es parte ineludible de su gran obra maestra, UNFORGIVEN. Así, Eastwood construye una interesante y curiosa narración en torno a esta mítica figura, que llega a un pueblo cuyos habitantes esconden más de un vergonzoso secreto y que se encuentran bajo la amenaza de un grupo de pistoleros. El recién llegado acepta protegerles, pero a cambio se comporta con ellos de manera despótica y, por último, han de pintar el pueblo de rojo, un cartel en la entrada avisará de que aquel sitio pasará a llamarse "Infierno". Pero aparte de sus juegos ético-estéticos, Eastwood pone sobre la mesa todas las pistas posibles: miradas en silencio, personajes bien delineados, una violencia casi gratuita pero que luego se adivina necesaria y los primeros atisbos de ese "toque Eastwood" que ahora todos aplaudimos, pero que este hombre tuvo que defender a base de una saludable cabezonería, la misma que le ha llevado a convertirse en uno de los cineastas más importantes de todos los tiempos.
Saludos infernales.

Jesus on the mainline

sábado, 5 de septiembre de 2009

El genio del trazo

PORCO ROSSO supuso el verdadero paso adelante de Hayao Miyazaki a la hora de comenzar a escribir "grandes historias"; no por su grandilocuencia, ni siquiera por ampliar sus pretensiones, más bien por dejar atrás el absurdo lastre de crear para el público infantil y dotar de mayor profundidad y enjundia sus inabarcables fantasías, porque a eso nadie le ha alcanzado aún.
PORCO ROSSO es una entrañable historia contada como si el mismo Ford hubiese sido contratado por el estudio Ghibli; no nos costaría adivinar las facciones de John Wayne tras la porcina maldición que hace que el piloto italiano Marco se convierta en Porco. Y lo digo por una serie de detalles que son absolutamente maravillosos y que no suelen aparecer en este tipo de producciones. Por ejemplo su ternura disfrazada de pétreo hieratismo, el héroe que prefiere tumbarse tranquilo en su calita secreta antes que buscarse problemas con los piratas. La poca delicadeza con la que trata a las mujeres; la irreparable distancia creada por el recuerdo del amor perdido. La veracidad con la que Miyazaki enfoca las escenas de acción, mucha más veracidad que films supuestamente "reales". Por no hablar de la gran pelea final, algo más que deudora de esa otra legendaria pelea cinematográfica en THE QUIET MAN, donde lo jocoso y lo trascendente es mezclado con maestría. Sin embargo, lo más espectacular en PORCO ROSSO, su gran hallazgo visual, son las escenas aéreas, de una belleza y un dinamismo francamente asombrosos; nunca se habían visto aviones tan esbeltos en una pantalla, enfrascados en batallas como si se tratara de vistosos y coloridos ballets. Como si de un Barón Rojo menos beligerante y más reflexivo se tratara, el aviador con cara de cerdo surca el aire con la bandera de la libertad en la cola... ¡Viva Porco!... ¡Y viva Miyazaki!
Saludos en aeroplano.

Agoraphobia

viernes, 4 de septiembre de 2009

El sueño de la razón

Bueno, hagamos una excepción antes del fin de semana y dejémonos de yanquis... La película cultureta de la semana es una del director ruso Alexander Sokurov, e, irregular como él solo, aquí no logra conmover como en MADRE E HIJO ni apabullar en su magistral EL ARCA RUSA. Y es que TAURUS, segunda parte de su "serie" dedicada a grandes dictadores, comenzada con MOLOCH (Hitler) y hasta ahora concluida con SOLNTSE (Hirohito), digamos que aborda a Lenin en un momento insólito, poco antes de morir, viejo, enfermo y casi desterrado, el momento en que Stalin era ya plenipotenciario del régimen comunista. Verdaderamente es difícil jugársela de esta forma y salir airoso, y esta vez no puedo decir que Sokurov logre algún objetivo, aun desconociendo cuáles se podría haber marcado. Como anécdota biográfica no funciona, pues apenas se dan datos y Sokurov hace descender (casi arrastrarse) a Lenin hasta convertirlo en no más que un viejo cascarrabias, a veces bonachón, que pellizca el culo a las criadas y hace reír a Stalin cuando este va a visitarle a su retiro. Sí, es un curioso artefacto; personal y controvertido, pero algo falta. La atmósfera creada por el director ruso, uno de los rasgos de todo su cine, es pesada, masticable, acolchada, como un sueño donde la coherencia va desperezándose muy lentamente, cosa que indefectiblemente nunca contribuye a aligerar un poco al espectador, que va cayendo presa de ese sopor casi inducido, casi obligado. No sé, porque la propuesta es de las que pueden encumbrar a un director, aunque este incomprensible resbalón no empaña una trayectoria que, al margen de su comercialidad, es una de las más importantes del cine europeo, la más importante, sin duda, del cine ruso tras la desaparición de su maestro, Tarkovski.
Puede que cobre algo de relevancia como parte de la serie, vista por separado más bien parece un divertimento impresionista.
Saludos de un Tauro.

Polaroids

jueves, 3 de septiembre de 2009

Las siete virtudes capitales

No cabe duda de que David Fincher es, actualmente, uno de los puntales del cine norteamericano; uno de esos extraños casos que consigue aunar mágicamente el éxito comercial con el beneplácito de la crítica. Pero si hablamos de SEVEN, su obra más importante hasta la fecha junto, seguramente, a ZODIAC, deberíamos expandir las posibilidades e ir un paso más allá. Y es que vista ahora, catorce años después, SEVEN no es "una película más con cierto esoterismo, pareja policial y loco asesino pero inteligente a la par que retorcido". No. SEVEN fue el film que lo inició todo, y luego vinieron otras doscientas, algunas dignas, otras aberrantes, ninguna a tan alta altura.
Fincher propone al espectador adentrarse en una enigmática tela de araña en la que nada es casual y cada paso del dúo protagonista (Pitt y Freeman sentando cátedra de un cierto estereotipo) está friamente calculado para llegar a uno de los mejores desenlaces de la historia del cine; y no exagero, porque cada vez es más complicado que un final esté a la altura de las expectativas creadas y en SEVEN podríamos afirmar que esas expectativas son sobrepasadas con creces. Toda la urdimbre de los asesinatos "con causa", atendiendo cada uno a un pecado capital, es ingeniosa y mantiene al espectador con ese ansia de querer saber más; la película es entretenida, ágil, y reta constantemente a la inteligencia. Cuando todo esto ocurre y, sin embargo, lo mejor es reservado para el final, es cuando se puede hablar de obra maestra sin problema. Y se hace buena la frase del impresionante Kevin Spacey en su brusca y espectacular irrupción, ya al final, con la que es capaz de justificar sus horribles crímenes y dejar sin argumentos no sólo a los perplejos detectives, que no pueden creer que se haya entregado sin más, sino al mismo espectador, que asiste por primera vez a un desenlace donde todas las claves del género quedan subvertidas por una frase demoledora: "Si quieres que alguien te escuche no basta con darle una palmadita en la espalda, debes golpearle con un mazo".
Impresionante.
Saludos capitales.

Engel aus hass

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Lo innecesario de repetir una fórmula o "un poco más de colirio, por favor"

El verano, con su vibrante y relajado estar sin tener que estar, es época propicia para menesteres poco agradecidos como, por ejemplo, el visionado de esos títulos en los que todo se da ya por hecho desde antes de su mismo estreno. No crean que se trata de saña por mi parte, ya que, como buen antimitómano, la saga de STAR TREK me emociona tan poco como la de STAR WARS y todas las "stares" interminables y libadoras de un solo flujo: el hipnotismo.
Y es que este tipo de cine (no películas, sino cine) no es entretenido, es paralizante, por lo que la frase: "Te deja pegado a la butaca" no sabe uno cómo tomárselo. Porque aparte de chisporroteos miles, planos inacabables de la bonita maqueta del Enterprise y los de siempre con sus chascarrillos y los malos con sus agobios... ¿se puede saber de qué va esta última entrega de Spock, Kirk y otras cosas de malmeter? ¿eh? Porque yo no me quedé con la copla. Sólo entendí que si pasa algo malo en tu vida pues viajas al pasado, lo arreglas y ya está ¿no? Que te puedes encontrar por el camino contigo mismo, que aunque te salven el pellejo en el último momento siempre hay tiempo para un chistecito... en fin, lo de siempre para acompañar las palomitas. A los que les gusta esto, Abrams les parece el nuevo mesías del entertainment, pero, además de no inventar absolutamente nada, prescinde del genuino carácter adulto de la serie original y, tal y como se lleva haciendo en Hollywood desde hace algunos años, nos convence de que el poder es de los jóvenes, guapos, simpáticos y emprendedores, peinados impecablemente, con habilidades de no se sabe dónde y demás zarandajas de las que les gusta ver a los americanos. Y, francamente, si el cine comercial debe pasar necesariamente por ese filtro autoimpuesto (aunque todos sabemos las ventajas de ampliar el espectro de audiencias) de "High School multiusos", creo que la charlotada está hecha y nos quedará por ver algún "Blade Runner adolescente" o "Alien y sus colegas del insti"... Que dios nos coja confesaos...
Saludos con los deditos separados.

American wheeze

martes, 1 de septiembre de 2009

Del tejado al suelo

Si hay un aspecto que debo destacar y que me gusta especialmente de los films de Roman Polanski, esto es cómo es capaz de hacer suyo por completo ese resbaladizo coladero llamado "cine de género"; pisar por donde han ido los grandes, sin desentonar y hastaaportando algún destello genial, como en CHINATOWN. Sin embargo, hoy me he acordado de una película que ya cumplió los veinte años y que recuerdo con gratitud, la del admirador de Hitchcock que, más allá de innecesarios y repetitivos homenajes, pudo ver una obra a la altura del sentido del suspense del maestro, con sus genuinos toques de humor negro, y que además está magníficamente resuelta en todos los sentidos.
Lo primero, creo yo, sería señalar que fue FRANTIC el último título verdaderamente reseñable en la extraña carrera de Harrison Ford, capaz (igual que DeNiro; igual que Pacino; igual que Walken; igual que Connery; igual que Keitel... No se crean) de erigirse como el actor más popular de su generación y luego esfumarse en papeles alimenticios sin trascendencia alguna, síntoma éste demasiado frecuente en el star-system hollywoodense.
En esta "frenética" cinta, Ford borda su extrañado papel (claro alter-ego del Cary Grant de NORTH BY NORTHWEST y hasta del Paul Newman de TORN CURTAIN) del típico superdoctor cosmopolita y conferenciante que en un París impecablemente filmado por Polanski descubre, en una secuencia memorable y nada menos que al salir de la ducha, que su mujer ha desaparecido de la habitación del hotel donde se encuentran, por extensión del hotel mismo y, en plena pérdida de estribos, de cualquier sitio. La búsqueda de Ford, después de recibir un misterioso número de teléfono apuntado en una caja de cerillas, será ya el núcleo de todo el film, con algunas secuencias más que merecen ser mencionadas, como la del hilarante a la par que sensual baile de la maravillosa Emmanuelle Seigner con los acordes del Libertango del maestro Piazzolla y cantado nada menos que por Grace Jones, o la que ilustra esta humilde reseña y que constituye uno de los pocos desnudos frontales de Ford, amén de (estoy seguro) una saludable alegría visual para mis recatados lectores y/o lectoras...
En fin, que nunca está de más rescatarla de baúl de los recuerdos, sobre todo si se busca entretenimiento de calidad... Y de ANTICHRIST ya hablaré otro día... No digo más...
Saludos frrrrrrenéticos...

Ignacio

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!