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viernes, 17 de enero de 2025

 Buenas noches a todos y a todas. Escribo esto por sorpresa, desde la cama y en el móvil. Una forma silvestre de escribir, y que no parece estar tan mal después de todo. No es la norma, pero ha muerto David Lynch, y por primera vez en mi medio siglo de vida, puedo afirmar que el cine me ha traspasado en directo, sin editar. Lynch no era el mejor director de la historia, pero era el director de mi película favorita, y eso marca. Ser único, inimitable en una industria que es, de ser algo, una factoría de facsímiles indistinguibles, Lynch adoptaba la actitud del niño, la mejor, que es fascinarse en la simbiosis que va de sentir a pensar, y por ello sus películas siempre parecían desarrollarse en un plano onírico, mental, abstracto. Deconstruir a David Lynch sería lo ideal, introducirlo en su mundo particular, donde una idea fundamental brillaba por encima de las demás. Lynch fue el director que con mayor saña enfrentó a la verdad, la bondad, la inocencia, contra las fuerzas oscuras que rigen este mundo, y a menudo nos decía que el bien puede prevalecer, sólo hay que tener claro que el diablo nos espera tras cualquier esquina. 

Es el último montaje de una película apasionante que acaba en el día de hoy, a contracorriente, como no podía ser de otra manera.  No hay mucho más que decir, entre otras cosas porque todos sus largos ya están en estas páginas, y los cortos son harina de otro costal. Vuelvan a Lynch, azoten su mirada y sorprendan a su capacidad de sorpresa. 

No hay banda. 

Saludos...


sábado, 9 de abril de 2022

Ficción limítrofe


 

No hay un título más despistante que TWIN PEAKS: THE RETURN. Como no hay una serie que haya aglutinado tantas adhesiones, mitomanías o reverencias hasta lo soportable. Y a lo mejor el plan de Lynch era abonar ese campo, cultivarlo pacientemente, para darle a su legión de seguidores con la puerta en las narices. Da igual, porque una serie que vuelve nada menos que 25 años después no puede, en todo caso, hacerlo de una forma canónica. A menos que sea un simple "in it for the money", y de verdad que no lo parece ni por asomo. Lo que me ha parecido a mí, desde una mirada decididamente desapasionada, es que Lynch necesitaba desmantelar el juguetito, aunque sólo fuese para enseñarnos que en su interior podía caber cualquier cosa, o nada en absoluto. Ese campo abonado era como un compendio de sus obsesiones, más sintetizadas en sus largometrajes, más dadas a un cierto convencionalismo en aquellas dos primeras temporadas que son historia de la televisión. Esto es otra cosa. Es lo que Lynch escondía tras aquella apariencia de culebrón, a veces fastidioso, inacabable, pero que se derretía como un goloso caramelo para quien no tenía ningún interés en "ver más allá" ¿Y qué hay más allá? Un gran vacío, un enigma, y una traslación demiúrgica como se han visto pocas. Al mismo tiempo que Lynch aislaba a la propia serie original de su discurso mismo, se iba fraguando el final, que es desolador, anticlimático y parco en sentimientos, que no sensaciones. Se ha hablado mucho de ese capítulo ocho, que podría ser un film experimental, pero que es incluso más revelador que la mayoría de diálogos (¿parlamentos?) que se amontonan en esta oda a la libertad creativa, quizá no tan potente como cabría esperar de un acontecimiento semejante, pero que de servir para algo, debería hacerlo para remover el anquilosado espectro narrativo actual. 
Véanla, pero intenten hacerlo sin expectativa alguna. Saldrán ganando.
Saludos.

viernes, 17 de diciembre de 2021

Los datos


 

Historia de una cronología necesaria, imperativa, insoslayable. El universo TWIN PEAKS cobra sentido contado a la inversa, o jugando al despiste para, más tarde, contarle al espectador que no estaba preparado para dicho universo. Más datos: no se puede ver FIRE WALK WITH ME antes de la serie, ni tampoco por separado, sería ridículo. No, primero hay que ver el despiste, cómo la serie abandonaba a su creador, o cómo éste se convertía en el demiurgo total, controlando el resultado incluso sin intervenir. FIRE WALK WITH ME es una película alucinante, puro Lynch, más puro que nunca, manejando desde la sala de máquinas, despojando de toda razón comercial a los directivos que se empeñaron en el culebrón, mostrando exactamente qué diablos había ocurrido antes de ese maravilloso episodio piloto, marcando algo que muy pocas veces se ha visto en una pantalla: la desestructuración de la historia como único método posible para explicarla. Y aún más, Lynch manosea a sus personajes sin deberles nada, otorgando a Laura Palmer (el McGuffin más importante de la historia de la televisión) el centro gravitatorio de su propia circunstancia. Y más aún, el film comienza absolutamente cinematográfico, repleto de inventiva, emulando a la serie desde un suceso similar, pero con el eje narrativo dislocado; otros personajes, otro universo. Y de repente, Lynch comienza a introducir sus peones, vamos sintiendo cómo la serie va tomando la narración, tan sólo para indicarnos que "esto" era lo que el creador querría haber mostrado, pero no lo dejaron. En un preámbulo largo, masticado, extraño, llega toda la segunda y excepcional mitad del film, con algunas de las escenas mejor rodadas por Lynch, como la del bar (terrorífica), que casi hay que descifrar en lenguaje de sordos, o las pertenecientes a la casa de Laura Palmer (aún más jodidas de ver), que suponen ya un escupitajo en toda regla al culebrón y sus insignificantes tramas secundarias. Todo lo que ofrece esta película es un aluvión de datos, sin insultar nuestra inteligencia, con generosidad y maestría, erigiéndose como un desmoralizante retrato del triunfo del mal... o así debía parecerlo.
Sorprendentemente magistral.
Saludos.

martes, 14 de diciembre de 2021

En los límites de la ficción


 

TWIN PEAKS, más que una serie de televisión, fue una conmoción, un suceso que habría de conmover los cimientos aparentemente inamovibles de la ficción, de cualquier naturaleza, pero que se aprovechó del formato serial para tenernos unos 30 años con las mismas preguntas, y por supuesto ninguna respuesta. Mi recuerdo de aquella emisión original (de cuando tele5 era aún una cadena normal) había oscilado de la fascinación inicial a un consecuente y progresivo desinterés, por verla a salto de mata, y, claro, por la deriva que tomó la eternizada segunda temporada. Aquello fue un hype, un chicle estirado hasta lo insoportable, aunque siempre se intuía ese motivo principal, la excusa argumental que hacía mover ese enjambre de personajes, situaciones y tonalidades, tan diferentes, tan homogéneas, formando parte de un guiñol en el que costaba trabajo situarse. Decidí hace unos meses tomármelo en serio, ver la serie en riguroso orden cronológico, y esperar que se obrara el milagro de que aún ese espíritu, telúrico y zigzagueante, hubiese sobrevivido a estas tres décadas en las que la ficción televisiva tanto y tan bien ha cambiado, aunque gran parte del mérito se encuentra en esta serie. Se ha hablado y escrito muchísimo de ese episodio piloto, dirigido por el propio Lynch, y que es desde entonces un ejemplo de dominio de los tiempos narrativos en base a la tensión de un suceso que el espectador va conociendo al mismo tiempo que los personajes. Luego, se le ha preguntado al propio Lynch por qué la serie se bifurcó en tantos meandros, algunos con nula relación entre sí, pero todos sabemos que apenas se le puede otorgar un 10 por ciento del guion original, pero claro, esa mínima porción es la que convierte a TWIN PEAKS en el mito que es. Algo dijo, como que su sueño siempre había sido pervertir las reglas del melodrama clásico televisivo, encarnado en la mítica y también inacabable "Peyton Place"; como si ese espíritu diabólico se trasplantara a la América idílica de los sesenta, para acabar con ella, con su ficción de tartas de manzana y problemas de carpetita de instituto. Personalmente, me parece casi lo único realmente interesante de esta serie, al menos de las dos primeras temporadas (la tercera ya ha sido otra cosa), dejando de lado la abundante iconografía, mitos y leyendas, o callejones sin salida, puntos ciegos tan desconcertantes como irritantes. Me ha gustado rascar sobre la superficie, descifrar las frases sin sentido, los personajes que van y vienen, imbuirme de ese aroma de aserraderos, cascadas y bosques que ocultan cortinas rojas. Es el hotel del Gran Norte (tan parecido al Overlook), o la cafetería de Norma, o incluso la comisaría convertida en escenario puro de dramedias. Ahí, cadda personaje se abre paso a codazos, bajo la mirada emocionada de Dale Cooper, el principal hechizado por este lugar que quizá ni siquiera sea un espacio físico, sino un tablero de juegos metafísico. 
Y en el más difícil todavía, taytantos episodios después, a lo mejor ya carecía de sentido preguntar "¿Quién mató a Laura Palmer?", sino qué respuesta, de todas las ofrecidas, nos hubiera hecho más felices en nuestra abducción, una por semana, en su cadena amiga...
Continuará...
Saludos.

martes, 31 de enero de 2017

Un animal de la pantalla



Y dándole toda la vuelta a la frase más famosa de ELEPHANT MAN, es cierto, se ha ido uno de los animales cinematográficos más grandes de todos los tiempos. Un actor que, en la línea de los James Stewart o Jack Lemmon, hizo de la normalidad su propia excepción. Palabras mayores, porque hablamos de Sir John Hurt. Y simplemente no podemos abarcar la miríada de títulos que compone la filmografía de este ACTOR, así, con mayúsculas, pero, sabiendo que lo más destacable, por pura lógica, ya ha aparecido por aquí, vamos a intentar dar un par de pinceladas en los próximos días. Y como esto no se lo salta un galgo, y además era la que se me había quedado atrás de Lynch, no puede haber un solo cinéfilo de bien que pueda soslayar la sobrecogedora actuación de Hurt interpretando al desdichado John Merrick, capaz de atravesar kilos de prótesis y maquillaje para ofrecer una lección de humanidad tan grande que ni siquiera el habitual exceso del propio Lynch pudo quedar por encima. ELEPHANT MAN es John Hurt, el resto es apenas un accesorio de lujo, un reparto impresionante puesto en manos del gran enfant terrible de Hollywood. Y eso que secundaba un magnífico Anthony Hopkins, antes de habitar él mismo el Olimpo; y que la fotografía de Freddie Francis es una masterclass sobre la correcta utilización del Blanco y Negro. Y, ya digo, Lynch comedido (en la forma en que Lynch puede ser comedido), y hasta clásico, creando una atmósfera que huele a Lang y a Siodmak, y minimizando sus obsesiones estéticas para que no interfieran en un relato suficientemente potente e impactante. Una historia de soledades, de incomprensión y compasión, y una película que ha sobrevivido dignamente al paso del tiempo, colocándose como uno de esos clásicos atípicos que Hollywood nos regala de vez en cuando (no olvidemos que fue producida nada menos que por Mel Brooks). Para la Historia del cine quedará esa imagen icónica, quizá la que nos enfrenta a lo peor de nosotros mismos cuando rechazamos irracionalmente lo que no alcanzamos a comprender, la del hombre acorralado que reclama su humanidad a gritos, con la desesperación y la ternura que Hurt inyectó en vena de su personaje.
Una barbaridad.
Saludos.

martes, 30 de agosto de 2011

A la tercera va la vencida



Tres, nada menos; tres veces he tenido que ver MULHOLLAND DRIVE para concederle cierto margen, para dejar de crucificarla, para cogerle puntos a favor y para pensar que no es de lo peor de David Lynch. Después de todo lo que he dicho de esta película, me parece que no es moco de pavo, teniendo en cuenta, entre otras veleidades, la incomprensible deriva de un director de cine que ha ido mutando poco a poco en un superego con patas y tupé... Así y todo, me niego a "contar" la película, a desbrozarla; y eso que no es tan complicada como pretende ser, lo que pasa es que está contada en plan guasón, para que te fijes en un aspecto sin importancia mientras las claves campan a sus anchas delante de tus narices pero disfrazadas de detalle sin importancia ¿Ingenioso? De acuerdo, lo es; pero no es menos cierto que puede asomar la pedantería clásica de los listillos. A Lynch le podía haber salido un thriller melodramático de campeonato, porque la historia tiene un plus de sentimiento que al de Montana le suele faltar la mayoría de las veces; en lugar de ello, se enfatizan una enormidad de bifurcaciones que casi nunca llevan a ninguna parte, o al menos no tienen tanta importancia como la que se le quiere otorgar. Derivar sobre los motivos esotéricos, finalmente no más que trastornos psicológicos, es lo que le resta emoción y hondura; mismo caso que los momentos puramente "lynchianos", que ya cansan un poco porque nos los conocemos de memoria y parecen calcos de otros (las canciones en directo; las apariciones de ultratumba...). Insisto, es una pena, porque aquí sí que hay una historia poderosa y no un argumento basado en una anécdota, como ocurría en INLAND EMPIRE y sobre todo en LOST HIGHWAY. Se ve claramente en la confusa y extremadamente extraña secuencia final: podemos percibir cómo Lynch intenta arañar desesperadamente la realidad que tanto se ha empeñado en dejar atrás sin éxito, porque para cuando deja de especular y FILMA como un director de cine, se desinfla y obtiene la mera apariencia de un serial barato. Encontrar el término medio, el equilibrio, siempre ha sido una virtud reservada a los mejores contadores de historias; en MULHOLLAND DRIVE ocurre exactamente lo contrario: se han tirado demasiados muebles por la ventana y ahora, que ya han llegado los invitados, nos hemos quedado hasta sin mesa para servir el té.
Saludos desdobladamente desdoblados.

sábado, 16 de octubre de 2010

Películas para después del Prozac #6



Lo de hoy es la alegría de la huerta..., no tan exagerado como lo de mañana, que es el plato fuerte de verdad, pero, vamos, que supongo que convendrán ustedes conmigo, aunque no la entiendan, aunque no la pudiesen terminar de ver en aquel VHS que les prestó un amigo al que ya no volvieron a ver, que ERASERHEAD es uno de los films más deprimentes que existen. Afirmación categórica, sí; pero además es que no me gusta, no es que no la entienda, que la entiendo; es que no me gusta, y punto. Toca hablar del lado oscuro de David Lynch, el que le ha llevado a cerrar el círculo con INLAND EMPIRE, el que le impide "iluminar" las obtusas mentes de sus entrevistadores con un mínimo comentario que no sea siempre el mismo: "No sé, es un misterio"... ¡Anda ya, hombre! IE es una basura montada a base de retazos que el propio director afirma haber filmado sin ton ni son; y treinta años antes, este tipo, capaz de lo más sublime y lo más soez, creyó tener una iluminación filosófica que giraba en torno al asco que produce vivir, así, sin más. Para ello, Lynch "cartooneó" (y perdonen el palabro) las funciones vitales básicas (comer, hablar, dormir, follar) y las convirtió en una especie de pesadilla onírica a base de muñequitos en stop-motion y un trabajo de maquillaje y peluquería (véase imagen más arriba) que a mí me daría vergüenza firmar... Es decir, que esto no es más que una sucesión de obsesiones personales (e intransferibles, me atrevería a decir) exageradas hasta lo caricaturesco que maquillan eficientemente un par de ideas que son bastante planas, la verdad. Y mantengo mi teoría de que Lynch quería filmar una especie de "metamorfosis" kafkiana, pero su orgullo le impedía hacer una versión libre y, como sus cojones mandaban, tuvo a todo un equipo técnico en jaque durante cinco años; eso es fidelidad (o tiranía pura y dura) y lo demás son tonterías. Demasiado rollo para un debut, francamente, y por mucho que ERASERHEAD se haya labrado su propia leyenda a base de la fascinación que sigue produciendo la obra posterior de Lynch, bien administrada, eso sí. Yo, qué quieren que les diga, guárdenla para el día en que venga a su casa ese amigo plasta al que no aguantan, pero jamás se la pongan a nadie para hacerse el cultureta, porque ese truco ya lo intentan cada día esa cohorte de descerebrados melenudos que se compró la camiseta con la efigie de Jack Nance en la FNAC... Toma ya...
Saludos medio borrados.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Piel de serpiente



(Comienzo inusual de reseña bloguera) ¡Ánimo, que ya nos quedan menos pelis de Lynch por comentar!
Bueno, como al de Montana le hemos dado caña cada vez que se le ha ido la perola, hoy le pasaré la manita por el lomo y voy con una de las que más me gustan suyas. WILD AT HEART me parece la divertidísima parodia (anticipada, claro) de LOST HIGHWAY; porque cuando Lynch pone en pantalla sus escasas y preciadas gotitas de humor la cosa gana pero una barbaridad. Y también es el desmadre post-BLUE VELVET; y un cruce entre MAD MAX y THE WIZARD OF OZ; y muchas cosas más que sólo caben en dos horas de libertad narrativa y cachondeo verborréico. Y uno se pregunta: ¿Cómo es posible que Nicolas Cage haya terminado por ser uno de los actores mejor pagados de Hollywood? ¿Por qué no ha vuelto Lynch a contar con Willem Dafoe, con lo "lynchiano" que es este tipo? y sobre todo nos maravillamos ante el genio de Lynch, que es capaz de hacer de Laura Dern una bomba sexual, que ya es mérito.
El argumento no puede ser más simple, y por lo tanto fascinante. Sailor tiene una chaqueta de piel de serpiente, un descapotable y está en libertad condicional, así que va en busca de Lula y se van a recorrer esas carreteras sin fin ni principio; por el camino se toparán con los zumbaos de turno, que son la verdadera familia de Lynch, en especial Bobby Perú, una terrorífica creación de Dafoe que supone el punto fuerte de un film irregular pero con un encanto e imaginación visual que la han convertido ya no sólo en título de culto, sino casi en lugar de peregrinación para rockeros con alma de poeta o almas sensibles con ansias de libertad.
A Sailor y Lula, como a Romeo y Julieta, les persigue la inclasificable familia de ella, con detectives/asesinos incluidos, lo que les llevará a una indeterminada huida a ninguna parte que ha de desembocar en un final desconcertante, que a mí no me gusta especialmente y que supone uno de los pocos desbarres de Lynch, lo que se agradece una enormidad. Y si tuviese que destacar una escena, creo que la cosa está clara; la pantalla se enciende al rojo vivo cuando Bobby Perú sorprende a Lula sola en su cuarto y literalmente la obliga a decirle "Fuck me". Mítico.
Saludos sin plomo.

jueves, 28 de enero de 2010

Lynch poseído

Sí, porque sólo recuerdo haber tenido experiencias similares, e incluyo palabras como plenitud, gozo, satisfacción o fascinación, menos de diez veces. Y por similar me refiero a la plena convicción de que lo que te espera al entrar a la sala de cine no te va a defraudar y las expectativas no sólo son colmadas sino rebasadas por mucho, por muchísimo.
La pregunta siempre es la misma, o al menos yo siempre me hago la misma pregunta: Si David Lynch es capaz de filmar la mejor película de la década de los ochenta (BLUE VELVET), la mejor película de los noventa (THE STRAIGHT STORY) y cambiar el curso de la televisión de un plumazo (TWIN PEAKS)... ¿Qué coño le ha pasado al de Montana? Lo siento, pero una cosa es hacer un cine difícil y otra hacer un cine irritante; ya no puedo con Lynch, porque Lynch, para mí y a menos que sea capaz de su enésimo reciclaje, murió filmando una obra maestra absoluta llamada THE STRAIGHT STORY.
Comenzamos con un impecable plano aproximativo de una casa que nos remite inexorablemente al plano inicial de BLUE VELVET, incluso tememos que Richard Farnsworth sufra un ataque inminente; y puede que Lynch quisiera bifurcar juguetonamente BLUE VELVET desde su arranque y derivarla hacia el opuesto, hacia el lado luminoso de la vida, que también existe. Farnsworth (injusto que no ganase el oscar, por mucho Spacey que hubiese) vive con su hija (¡Maravillosa maravillosa maravillosa Sissy Spacek!) y, consciente de que le queda muy poca vida, decide, y la decisión entraña un impresionante dilema filosófico, visitar a su hermano tras enterarse de la delicada salud de éste; el viaje ha de llevarle desde Iowa hasta Wisconsin, una distancia considerable si tenemos en cuenta que Alvin Straight, contraviniendo cualquier razonamiento práctico, lo hará a 10 km. por hora, en su cortadora de césped. Se inicia así una de las road movies más extrañas, emotivas y fascinantes de todos los tiempos, una historia que sólo está al alcance de alguien poseído por el espíritu de John Ford, un canto a la vida, a los hombres y a la determinación que ha de llevarles a superar cualquier obstáculo. No hay rastro aquí de oscuridad o corrupción moral, Lynch vio la luz hace once años y, de paso, nos iluminó inexplicablemente antes de iniciar su declive. Más que una película, una lección de cine.
Saludos obstinados.

sábado, 14 de noviembre de 2009

En busca de la especia perdida

Puede que sea DUNE uno de los títulos de los que más se ha discutido en la red, creando toda una mitología a su alrededor que la ha favorecido en la misma medida que la ha podido perjudicar. Personalmente, DUNE estaría en un confortable lugar templadito dentro de la convulsa y contradictoria filmografía de David Lynch, actualmente el único director que es independiente y mainstream al mismo tiempo.
Me gusta DUNE, ahora como un perverso divertimento; hace veinte años, cuando la descubrí en plena euforia cinéfila adolescente, como un oscuro (y necesario) contrapunto al sci-fi para toda la familia de Lucas o Spielberg. Lynch tuvo que comprimir en un largometraje el vasto e intrincado laberinto de la megasaga ideada por Frank Herbert en plena eclosión lisérgica de los sesenta; una especie de compendio sociológico-político-libertario-revolucionario que nunca fue atacado por la censura precisamente porque su autor situó la acción muy lejos en el tiempo y en el espacio, cuando DUNE no es otra cosa sino un duro rapapolvo al capitalismo salvaje y sus devastadoras consecuencias ecológicas. He leído gran parte de los libros de Herbert y debo admitir una cosa: donde en aquéllos se impone la inteligencia y el sarcasmo, en el film de Lynch lo imperante es la subversión, el tono grotesco y la constante lucha entre el supuesto mesianismo de Paul Atreides o la posible e irreversible caída a un lado muy oscuro. Herbert nos hablaba de una especia capaz de expandir la consciencia infinitamente, y aparte de lo que usted y yo pensamos, lo cierto es que prefiero ver esto como una excusa que poddría ser cualquier cosa, ahora petróleo, café, e incluso agua, un agua inexistente en el planeta Dune; porque hablamos del cáncer de cualquier planeta: la explotación indebida de sus recursos. Luego, Lynch despliega su particular poder imaginativo y lo inunda todo de personajes deformes y esa oscura lujuria masoquista, más acorde con BLUE VELVET que con una saga espacial; pero reconozcámoslo: en otras manos, manos más convencionales, DUNE hace tiempo que se habría perdido en un viejo catálogo de VHS; en cambio, veinticinco años después nos encontramos ante una obra genuinamente "de culto". Algún día definiremos este concepto y lo pondremos, entre todos, al día.
Saludos arenosos.

sábado, 13 de junio de 2009

Películas que no entiende ni el que las hizo# 6

En fin, como lo prometido, para un servidor, siempre es deuda, aquí va la de Lynch. Me podía haber decidido por MULHOLLAND DRIVE, pero más que rara me parece una tomadura de pelo; la que debería estar aquí es, indudablemente, INLAND EMPIRE, pero es que ya la comenté (creo que fue la tercera entrada de este blog) con un cabreo encima que aún me dura. Así que me quedaba ésta, que también tiene lo suyo, también...
Vi LOST HIGHWAY cuando se estrenó, yo era (soy) un enamorado de BLUE VELVET, así que me jodió bastante no enterarme de nada. La revisé un poco más calmado cinco o seis años después y seguía sin pillar de qué iba la cosa. Luego, tras ver las dos antes mencionadas, empecé a darme cuenta de algo: una película sólo es una buena película si te gusta, si te estremece, si te emociona. El otro día la volví a ver porque estaba decidido a incluirla aquí; en V.O. y sin subtítulos, con un par. No se engañen, LOST HIGHWAY es otra tomadura de pelo, la primera de tres; no es tan críptica como la última, que es la leche, pero tiene la fórmula para cabrear al personal. LOST HIGHWAY es un thriller mal planteado, de serie menos que B, sin interés, sin intriga y sin poder contar, al menos, con un buen elenco ¿Dónde coño está Bill Pullman? ¿Y Patricia Arquette, que ni sabe hacer de Veronica Lake ni de Jane Russell? ¿Qué fue de aquel prometedor "new Jimmy Dean" llamado Balthazar Getty? El único que se salva es Baretta con la cara pintada; por ahí podía haber tenido una gran historia el señor Lynch. El problema es que cuando lo hace bien es de los mejores y cuando se lo pasa todo por el forro es exasperante. Y es que este film contiene una escena memorable, en la que Pullman habla por teléfono con el mismo tipo que tiene delante en una fiesta; todo se embrolla a partir de ahí, no sabemos si es una peli de terror o de gangsters o de jóvenes rebeldes. Y no lo sabemos porque Lynch renuncia a la realidad... ¡Todo está en la mente del tipo en cuestión! ¡Ole tus huevos, Lynch, ole y ole! Siempre la misma jugarreta. No puedes pasar por un director "original", "arriesgado", "turbador" cuando lo justificas todo, cualquier cosa, diciendo que es un reflejo mental... Porque entonces ocurre una cosita muy curiosa y que al de Montana a lo mejor no se le ha ocurrido: si yo digo que la película es una mierda, es posible que sólo se trate de un estado mental alterado transitorio, en realidad me encanta, pero ¿qué importa la realidad cuando Lynch anda desatado?
Saludos muy perdidos.

viernes, 9 de enero de 2009

Blue velvet

Es la primera vez (y probablemente la única) que encabezo una reseña con el título original de la cinta a comentar ¿el motivo?, he aquí, señoras y señores, mi película favorita, la única que puedo ver continuamente sin cansarme, la culpable de que el cine sea una pasión y no un divertimento... He aquí una de las mejores películas de la historia; explicarlo no va a ser fácil porque necesitaría un blog dedicado exclusivamente a ella.
A ver, voy a suponer que, a estas alturas, casi todo el mundo ha visto este descenso a los infiernos, así que no voy a contar la película, voy a meterme de lleno en su surreal y fascinante horror.
Creo que la obsesión de Lynch es la imposibilidad de estar en todas partes al mismo tiempo; ser director de cine le acorta sensiblemente el camino. El comienzo de BLUE VELVET lo pone de manifiesto mejor que ninguna otra película; se está en la placidez de la vecindad y en el horror, la arcada de los insectos devorándose sobre el césped donde un hombre ha sufrido un ataque al corazón mientras regaba. Idilio y pesadilla, pero conjuntamente; Lynch no busca respuestas, sabe que todo está ahí y que nadie se atreve realmente a plasmarlo en imágenes. La oreja encontrada en el bosque es un elemento tan sencillo como perturbador; no es sólo el impacto de ver la oreja... es lo que desata en el espectador, que se ve obligado a reconstruir por sí mismo una historia que aún no le han contado. Frank Booth y su micromundo. Booth es dios, representa la encarnación del dolor como respuesta a la incapacidad de ser feliz; retiene a Dorothy en su apartamento porque retiene a su hijo y su marido, así que Booth no puede detenerse, tiene que llegar hasta el final. Dorothy es un personaje inabordable, no piensa, no siente, su abnegado masoquismo la convierte en un mártir; da igual que no exista, Dorothy es, por ejemplo, el reverso tenebroso y desmoralizador de Gilda; y creo que me he topado en mi vida con más de las primeras que de las segundas. Es clave también demostrar que no hay sitio para el héroe. Jeffrey es vapuleado, vejado, despojado de su integridad; pero no sólo por Frank Booth, también por Dorothy. En el cine clásico, la chica le pide al héroe "bésame"; aquí no, sólo se oye un seco y cortante (pero también excitante, no lo olvidemos) "pégame", que sella una imagen deudora de Caravaggio, donde la virgen es Jeffrey y Jesús es Dorothy, víctima del éxtasis del dolor, ahogada en una extraña mueca que no podríamos definir como sonrisa, acaba de pegarle.
Cada vez más abajo, el tono de la película es demoníaco; Booth encuentra a Jeffrey en el apartamento de Dorothy y le dice simplemente "vamos a dar un paseíto"..., es la frase de cine que más me ha estremecido, no me gustaría estar en el pellejo de Jeffrey, de nuevo la sumisión y la obediencia por la fuerza. Lo que sigue casi no puede describirse. Frank lleva a Jeffrey al local de Ben, un demonio; no hay diversión, los cuerpos y las actitudes son lánguidos, las putas son deformes y salidas de los recortes de Archie. "Soy Paul". Una palmada por sorpresa recuerda a Jeffrey que no está soñando, lo peor está por llegar. Frank lo lleva a un sitio apartado y le da un discurso inolvidable, entonces lo veo claro, es una clase magistral de psicología antes de partirle la cara. Frank habla mientras suena In Dreams, de Roy Orbison, pero sigue sin ser un sueño; Jeffrey aprende que el sueño americano es una estafa, que sólo la extorsión, la violencia y la alteración, consiguen que alguien satisfaga sus deseos, sólo que Frank Booth nunca descansará, porque no va a estar jamás satisfecho. Por eso inhala oxígeno (¿realmente es oxígeno?) antes de violar a Dorothy.
Al final, cuando la pesadilla acaba, no volvemos a ser los mismos, nunca más. BLUE VELVET supone una experiencia sensorial difícil de pasar por alto; su discurso es autónomo, podemos ver las referencias, pero Lynch tiene que dar diez vueltas para decir lo que para otros es obvio. Lynch no obvia nada, todo le parece fascinante, incluso un coche de bomberos a cámara lenta al principio, incluso un inocente pajarito comiéndose un insecto al final. Lynch alcanzó su cima aquí y además dejó una sensación que luego se ha tornado cierta: sabe lo que quiere contar porque está dentro de él, su gran problema es encontrar el estado de gracia como el que le permitió rodar esta obra maestra.
Saludos.

jueves, 24 de abril de 2008

A veces lo traigo gordo...

Sólo por intentar ser original, se me ocurre imaginar a Jesús Franco alabado por la crítica. No como un entrañable vejete que jugó a romper las reglas del siempre desagradecido cinematógrafo, sino como un cineasta serio y comprometido con su propia causa, por bizarra que ésta llegara a ser. Impensable.

Me resulta, por lo tanto, difícil de creer que David Lynch haya sido nunca maestro de nada, acaso de lo que únicamente él entiende. Esa cerrazón temática pertenece al imaginario poético y nunca al cinematográfico, que es incapaz de sustraerse de los lazos colectivos que le han ido dando forma durante todos estos años.

Esta ¿película?, y tras soportar declaraciones encontradas bajo el omnisciente silencio de su creador, tan sólo ha logrado suscitarme odio. Y es curioso esto que digo, pues las películas son buenas o malas; las buenas se recuerdan y las malas se olvidan. Pero precisamente la que ahora me ocupa ha logrado algo insólito: exasperarme.

El hombre silencioso de Montana ha acabado con mi paciencia tras la estupidez que se esconde detrás de sus tres últimos trabajos (UNA HISTORIA VERDADERA parece, precisamente ahora, un incomprensible ataque de lucidez fílmica), pero sobre todo por el flaco favor que le hace a alumnos aventajados que aludían, casi totémicamente, a su anterior obra, la que le había encumbrado como EL GRAN AUTOR AMERICANO.

Se puede intentar comentar, claro, faltaría más. Pero es aterrador observar cómo cualquier comentario que se haga sobre esta deleznable fantochada queda inmediatamente inoculada del veneno del "todo vale". Sacad vuestras propias conclusiones y comed mucho melón, que es bueno para refrescar las ideas.

Acabo con un amargo lamento que nunca me hubiese gustado experimentar. De cómo alguien que me hizo tocar el cielo hace muchos años con la OBRA MAESTRA INDISCUTIBLE que es BLUE VELVET, ha logrado hacerme perder la confianza en el cine. Pero ya se sabe, a veces lo traigo fino...
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!